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La guerra de Gaza es una de las guerras más mortíferas del siglo XXI. Un año de genocidio en Gaza deja 42.000 palestinos muertos incluidos casi 17.000 niñas y niños, 800 de ellos bebés de menos de un año, y más de 11.000 mujeres, según los datos del Gobierno gazatí (vinculado a
Hamás), lo que equivale entre el 7% y el 9% de la población total de la Franja de Gaza.
Además, cerca de 100.000 personas han sufrido heridas graves que les marcarán para toda la vida, como las amputaciones. La falta de una asistencia médica adecuada ha empeorado la situación de muchos heridos y ha impedido que otros pudieran salvar la vida. Esta cifra es solo
la punta del iceberg, no incluye a las 10.000 personas desaparecidas, los cuerpos que aún están bajo los escombros y las que nunca fueron llevadas al hospital. La ofensiva israelí ha dejado 1,9 millones de personas desplazadas y 70.000 casas destruidas. (Le Monde Diplomatique nº 347)
El 7 de octubre de 2023, nos levantamos en España con las noticias de que el grupo islamista Hamás había lanzado de madrugada un gran ataque
sorpresivo y sincronizado contra poblaciones del sur de Israel próximas a la frontera con Gaza.
Según los datos oficiales, más de 1.200 israelíes y ciudadanos de otras nacionalidades murieron en el asalto, durante el cual fueron heridas más de 14.000 personas y secuestradas unas 250. Casi un centenar
permanece cautiva en Gaza.
Desde finales de 2023, asistimos al que tal vez sea el primer genocidio del siglo XXI, la destrucción de los palestinos de Gaza. Además, los combates se desarrollan en un territorio muy reducido, apenas
360 kilómetros cuadrados (frente, por ejemplo a 600.000 kilómetros en Ucrania), sin que los 2,3 millones de palestin@s (el 65% tienen menos de 24años) tengan prácticamente posibilidad de hallar refugio, lo que carece de precedentes.
El alcance inaudito de la destrucción, calificada de “urbicidio” por las Naciones Unidas, confirma que Israel pretende volver literalmente inhabitable la franja de Gaza por medio de la destrucción de sus
infraestructuras (carreteras, hospitales, sistema eléctrico de gestión del agua, universidades, etc.).
Comparando la masacre de Gaza con la de las ciudades alemanas occidentales y orientales bombardeadas por los Aliados durante la Segunda
Guerra Mundial, la media oscilaba entre el 15 y el 20%, mientras, a finales de mayo de 2024, el Centro de Satélites de las Naciones Unidas
revelaba que el 55% de las construcciones en Gaza han sufrido graves daños.
Según las Naciones Unidas, entre el 4 de julio y el 10 de agosto el Ejército israelí bombardeó al menos 21 escuelas del enclave palestino; en todas ellas se refugiaban numerosos civiles desplazados.
No habrá “vuelta al cole” en Gaza. Otro año en blanco aguarda a los estudiantes de primaria y secundaria del enclave palestino, el segundo
consecutivo en que se verán privados de educación formal. Hace doce meses, el sábado 26 de agosto de 2023, eran 625.000 estudiantes de todos los
cursos, junto con 22.000 docentes, los que reanudaban las clases.
Veinticinco expertos del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se alarmaron en abril por la vulnerabilidad de las escuelas (288 en Gaza antes de la guerra). “Dado que más del 80% de los establecimientos escolares de Gaza han sido dañados o destruidos, una acción conocida por el nombre de ‘escolasticidio’”, ´¨exterminio
educativo”.
La guerra contra Gaza ya es la más larga de la historia de Israel. Tres cuartos de siglo después, a pesar de su poderío militar, a pesar del respaldo incondicional de Estados Unidos y del reiterado
apoyo de los países europeos —con Francia en primer lugar—, Israel saldrá de este conflicto más aislado en la comunidad internacional, más
dividido interiormente, con un futuro más incierto.
Cuando callen los cañones, seguirá teniendo enfrente a los siete millones de palestinos que viven en el territorio histórico de Palestina y que
seguirán resistiendo frente a la ocupación extranjera y el régimen de apartheid que se les ha impuesto.
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