FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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miércoles, 28 de octubre de 2020

Homosexualidad y doctrina

 Gabriel María Otalora

Gays

El Papa Francisco ha vuelto a alborotar las conciencias con su apoyo a las uniones gays. Su declaración en el documental Francesco, estrenado esta misma semana en el Festival de Cine de Roma, ha sido: “Los homosexuales son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Lo que tenemos que hacer es crear una ley de uniones civiles. Así están cubiertos legalmente. Yo apoyé eso”, cierro comillas. Aunque no se haya referido al matrimonio homosexual, es un paso humanitario -y cristiano- que nunca había sido tan claro en un Papa apoyando a leyes que amparen la unión civil entre personas del mismo sexo y menos aún con una referencia explícita a la familia, hasta ahora tabú para la institución eclesial católica referida al colectivo homosexual.

Lo que algunos recuerdan es que esta declaración de Francisco ya la realizó en 2019 para la televisión mexicana, pero fue eliminada la referencia a favor de las uniones civiles entre homosexuales para preservar sus derechos, señalando Bergoglio incluso la necesidad de una “ley de convivencia civil”. Ya como Papa, la primera vez que habló de ello fue en un el vuelo de vuelta de Brasil, en 2013. Entonces dijo que “Si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”

Y si rebuscamos el antecedente más lejano lo encontramos cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires; entonces se mostró a favor de una ley que regulase las uniones gays en una votación celebrada por la Conferencia Episcopal Argentina. El actual Papa entendía ya entonces que debían respetarse los derechos básicos para cualquier persona, incluidos los gays, por pura justicia civil. Lo cierto es que perdió la votación.

Los que no entienden la posición de Jesús con los excluidos se han escandalizado porque lo dicho ahora por el Papa lo entienden como un ataque a la doctrina oficial católica respecto a las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Siguen aferrados a lo que se estableció en 2003 durante el pontificado de Juan Pablo II en un documento de mira estrecha de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Joseph Ratzinger) en el que se decía que el respeto por las personas homosexuales no puede conducir a la aprobación de la conducta homosexual o en el reconocimiento legal de las uniones homosexuales.

¿Cómo es posible que alguien que sienta amor sincero por otra persona sea condenado por ello? Cualquier unión basada en la fidelidad del amor, gratuita y comprometida, viene de Dios si creemos que Dios es amor ¿Quién tiene derecho a condenar y prohibirles los sacramentos a los gays? Lo importante no es ser heterosexual, transexual u homosexual; lo esencial es la honestidad del corazón y la entrega amorosa, honesta y comprometida. Y porque entienden lo esencial, hay tantos gays seguidores de Cristo.

La doctrina sigue siendo fundamental, pero la caridad es todavía más importante al ser la actitud sobre la que pivota el mensaje del evangelio. Ni la fe ni la esperanza sobrevivirán (mucho menos las doctrinas), solo quedará el amor, nos dice san Pablo. Se ha utilizado demasiadas veces la fe como vara de medir en condenas tremendas, para luego pedir perdón. En alguna otra ocasión escribí que, dada la fortaleza del dicasterio de la Inquisición actual, guardiana de la doctrina, sería conveniente la creación de otro dicasterio paralelo al que podríamos llamar Congregación para la Práctica de la Caridad, con el objetivo de iluminar a tantos profesionales de la condena, de la falta de ejemplo y de misericordia.

La ortodoxia sigue ocupando más desvelos que la ortopraxis. Quizá por ello, todavía hoy mantenemos un modelo eclesiástico jerárquico, clericalista y de corte imperial, burocratizado y bastante asfixiante con el que tiene que lidiar el Papa cada día. El católico Morris West lo decía muy claro en boca de un cardenal en su novela Lázaro: “La Curia y la jerarquía por igual, somos los productos casi perfectos de nuestro sistema romano. Jamás lo combatimos. Recorrimos con él cada paso del camino. Y en algún lugar del camino, creo que cerca del principio, perdimos el sencillo arte de amar”.

¿No es hora ya de centrarlo todo en el amor y ver al colectivo homosexual por su corazón y no por su condición? Es lo que hizo Jesús ante cualquier excluido por los experto en doctrina religiosa aunque para ello tuviese que mantener un durísimo pulso con los hipócritas.

Francisco: “Sueño una Europa sanamente laica, donde Dios y el César sean distintos pero no contrapuestos”

 Religión Digital

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“Han terminado los tiempos de los confesionalismos, pero también el del laicismo que cierra la puerta a Dios”
El Papa lanza sus “sueños” para el Viejo Continente, e invita a los cristianos a “despertar la conciencia de Europa” y a “comprometerse con valentía y determinación a ofrecer su colaboración en cada ámbito donde viven y trabajan”, en una carta al cardenal Parolin
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AÑO DE LA BIBLIA (NOVIEMBRE). LIBROS SAPIENCIALES (I)

FE ADULTA

col haya

Introducción

Los temas sapienciales, como los poéticos, están dispersos en los libros de la Ley y en los Profetas, pero de manera específica se encuentran en el  tercer grupo del canon hebreo denominado Escritos. La clasificación de los libros de este tercer grupo es más discrecional; nosotros hemos adoptado la clasificación como históricos, poéticos, y sapienciales, y hemos incluido en este último Proverbios, Eclesiastés, Job, Eclesiástico, y Sabiduría.

No es fácil definir en qué consiste la sabiduría, pero todos entendemos que se trata de una reflexión sobre los grandes problemas humanos (sabiduría teórica) o de una apreciación sensata sobre nuestro comportamiento diario (sabiduría popular).

La sabiduría de Israel se desarrolló en el ambiente de la sabiduría babilónica, egipcia, siropalestina, y griega. Algunos de sus escritos consideran la sabiduría como un don de Dios, incluso como una manifestación del mismo Dios, pero siempre expresada como una reflexión propia, a diferencia de los profetas que consideraban su predicación como “oráculo del Señor”. Veremos también que algunos de estos escritos sapienciales son reflexiones basadas en la experiencia humana sin referencia a ninguna ley divina ni a ningún don especial de Dios, porque las reflexiones de una conciencia honrada ya son un don de Dios: “Toda sabiduría viene del Señor” (Eclesiástico 1,1).

En una teología no-teísta, sin un Dios que hable con Moisés y escriba sus mandamientos en una tabla, ¿qué diferencia hay entre un profeta, un salmista, y un sabio? Creo que la diferencia está más en la expresión que en la intuición de donde brota. El profeta interpreta esa intuición como una comunicación de Dios y habla como su portavoz; el salmista la interpreta como sentimiento personal o colectivo; el sabio, como fruto de su experiencia en la vida. Esa sabiduría, esa intuición, ¿es humana o divina? Es una manifestación del espíritu, que es a la vez humano y divino, porque el espíritu es una participación de Dios.

Sicre encuadra la sabiduría israelita en tres etapas: A) Desde los orígenes hasta el siglo VI. B) La  crisis de los siglos V – III. C) Etapa final III a. C. hasta I d. C.

Evolución de la sabiduría de Israel

A) Desde los orígenes hasta el siglo VI

Salomón (s. X) es el gran referente de la sabiduría israelí, a él se le atribuyen los libros posteriores. La etapa de esplendor que vivió Israel, y los contactos con la cultura egipcia y siropalestina suponen para el pueblo la época cumbre de su historia. Tenemos abundantes testimonios sobre Salomón en el Libro de los Reyes; su sabiduría es un don de Dios, gobierna con justicia, tiene amplios conocimientos, y emprende la construcción del Templo.

Proverbios c. 10 a 31. Tratamos ahora de los capítulos 10 a 31, que son el texto original de este libro, y dejamos para su época los capítulo 1 – 9 que fueron añadidos hacia el siglo IV a. C.

Estos capítulos son  el primer texto sapiencial escrito, aunque se pueden encontrar diversos pasajes de sabiduría desde el Génesis hasta los libros históricos y los profetas. Su título en el texto hebreo es Proverbios de Salomón, y en la Vulgata Libro de los Proverbios.  

Este libro es una recopilación de dichos populares, refranes, sentencias, aforismos, enigmas, poemas o instrucciones, de muy diverso origen, reunidos y amparados en el prestigio del rey Salomón. No trata de grandes cuestiones teológicas, aunque en el fondo está el convencimiento de que existe un orden en la creación que el sabio ha de investigar, pero que se manifiesta también en la sensatez y la sabiduría popular. Este orden de la creación debe ser respetado por todos para mantener el orden social, la ética, y las buenas costumbres ciudadanas.

Se recogen aquí cuatro colecciones de dichos procedentes de los siglos VIII al V a. C. La primera (10,1 - 22,16) está atribuida a Salomón y trata de la conducta personal y familiar, el orden social y las riquezas: “Quien acepta la corrección camina a la vida / quien desprecia la corrección se extravía”; “El ser humano proyecta su camino / pero es el Señor quien dirige sus pasos”; “La mujer sabia edifica su casa / la necia la arruina con sus manos”.

La segunda (22,17 – 24,34) recoge dichos de otros sabios sobre la justicia, la prudencia, los buenos modales, las instrucciones paternas, y la embriaguez: “Escucha a tu padre que él te engendró / y no desprecies a tu madre, aunque envejezca”.

La tercera (25 – 29) está atribuida a “nuevos proverbios de Salomón, recopilados por los hombres de Ezequías, rey de Judá”: “Es gloria de Dios ocultar cosas / es gloria de reyes investigarlas”; “El hierro se aguza con hierro; / la persona, en contacto con su prójimo”.

La cuarta (30 – 31-9)  recoge dichos atribuidos a dos sabios no israelitas. Agur trata del escéptico y del creyente “No he aprendido sabiduría / no conozco la ciencia santa. ¿Quién subió hasta el cielo y luego bajó?”. Lemuel, rey de Masá transmite “Palabras... que le enseñó su madre”, “¿Qué decirte, hijo mío / hijo de mis entrañas, / hijo de mis promesas? / Que no entregues tu energía a las mujeres, / ni tu vigor a las que pierden a reyes”.

El libro termina con la descripción de la mujer ideal (31,10-31) que ha servido durante muchos siglos como modelo de la mujer cristiana.

B) La Crisis de la idea de Dios. Siglo V–III

A finales del siglo VI, con el decreto de Ciro, Israel vuelve  de la cautividad en Babilonia e inicia  la restauración del Segundo Templo de Jerusalén; pero la experiencia de la destrucción del Templo y de la nueva esclavitud había socavado su ciega confianza en la alianza con Dios, que ellos habían entendido como incondicional e infalible.

Esta situación, junto con el contacto de una cultura superior como la griega, provocó un ambiente de escepticismo y un replanteamiento de sus relaciones con Dios, especialmente referido al problema del mal, que ya no podía explicarse como castigo por los pecados, porque también afectaba, tanto o más, a los justos y a todo el pueblo. 

Eclesiastés, tambien conocido como Qohélet, El Predicador (Ecl) s. IV–III a. C.

Aunque el libro es atribuido a Salomón, el autor es un “hombre de la asamblea” (eclesiastés), que confronta su sabiduría con su experiencia de la vida, y escribe una especie de diario en el que se muestra serenamente desengañado, pero mantiene su fe a pesar de la crisis de los valores tradicionales.

Su reflexión no parte del dolor como Job, pero sí del hastío incluso de una vida holgada: “Entonces reflexioné sobre todas mis obras y sobre la fatiga que me habían costado, y concluí que todo era ilusión y vano afán, pues no se saca ninguna ganancia bajo el sol… Así que quedé decepcionado de todo mi trabajo y fatiga bajo el sol” (2,1-20).

Tampoco llega a una solución religiosa como Job, sino a una solución práctica mediante el disfrute de los placeres sencillos: “Así que yo recomiendo la alegría, porque no hay más felicidad para el ser humano bajo el sol que comer, beber y disfrutar, pues eso le acompañará en sus fatigas durante los días que Dios le conceda vivir bajo el sol” (8,15). 

Los comentaristas se preguntan por qué este libro está en el canon hebreo y cristiano. El autor se presenta como hijo de David (1,1) y concluye recomendando el temor de Dios y la observancia de los mandamientos (12,9-14), aunque este texto parece añadido por el editor del libro. Habla de Dios, pero es un Dios distante poco implicado en la historia de los mortales. Su principal mérito puede estar en que se plantea los problemas con honradez intelectual, sin acudir a las falsas soluciones piadosas, “sigue creyendo en Dios a pesar de las desilusiones de la vida” (Sicre), y “en él la sabiduría se apea, llega al borde del fracaso; así encuentra su límite y se salva” (Schökel).

Libro de Job  IV – III a. C.

Este libro es una especie de novela de tesis sobre las relaciones de Dios con el ser humano y especialmente sobre el tema del mal que afecta a los justos, y en mayor medida que a los pecadores. Su autor vivió después del destierro, conoce perfectamente los Salmos y los libros de los profetas, tiene experiencia de la vida, y examina sus creencias con gran honradez intelectual.

Tiene como protagonista a Job, un personaje legendario, ”justo, honrado, respetuso de Dios, y apartado del mal”, que vive en un país extranjero. Este personaje ha quedado como ejemplo en la tradición israelita, en la cristiana (Santiago 5,11), y en el Corán.

Está estructurado en dos planos, uno espiritual de diálogo entre Dios y Satán sobre la fidelidad de Job, que Satán cree meramente interesada  y propone enviarle desgracias para comprobar si mantiene su fidelidad (1,6-9). El segundo plano se juega en la tierra entre las quejas de Job por sus sufrimientos, “Maldito el día en que nací,  y la noche que anunció: ha nacido un varón... ¿Por qué no morí en las entrañas… ahora descansaría en paz...con esos reyes que se hacen construir mausoleos… Allí acaba la agitación de los canallas...” (3,1-26)  y del sufrimiento de muchos justos que sufren como él más desgracias que los malvados que no respetan a Dios ni los derechos de sus conciudadanos. A estas quejas responden los diálogos de los tres amigos que le apremian a indagar algún mal oculto que haya cometido para que se arrepienta y Dios cese en el castigo que le envía (capítulos 4-37).

Ante la enseñanza tradicional, de que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, Job se rebela y plantea con crudeza la realidad “¿Por qué siguen vivos los malvados  y al envejecer se hacen más ricos?…. ¿Me queréis  consolar con vaciedades? Vuestras respuestas son puro engaño” (21,17-34). (Algunos, hoy, dicen lo mismo).

Finalmente Dios se manifiesta a Job (38-41), y le hace ver la incapacidad del hombre para comprender su modo de actuar. Esta visión le transforma y “Job respondió al Señor: reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti; yo, el que empañó tus designios con palabras sin sentido, hablé de grandezas que no entendía, de maravillas que superan mi comprensión… te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso me retracto y me arrepiento echándome polvo y ceniza”. (42,1-6).

Los discursos académicos de pretendido consuelo que le hacen sus tres amigos pueden resultar tediosos, pero conviene hacerse una idea de ellos porque siguen aplicándose después de 25 siglos, y nos invitan a indagar una imagen de Dios más realista y sincera. Tenemos que integrar la experiencia del dolor y de la muerte con el despliegue de la vida y el misterio de Dios amor.

Probablemente su solución final no satisfaga a muchos, porque apela a una experiencia personal de Dios que cambia nuestras rutinarias respuestas, e invita a la aceptación de su proyecto. Con la mera razón discursiva no se encuentra una explicación concluyente (“La imposible Teodicea” de Juan Antonio Estrada); es necesario sentir la experiencia de la justicia y del amor, la experiencia de Dios, como nos dice el autor del libro de Job.

Vídeos de la Escuela de Formación en Fe Adulta (EFFA) 

José Luis Sicre: Libros poéticos y sapienciales. El profesor Sicre hace un comentario general a los conceptos de sabio y sabiduría y glosa algunos libros con más detalle, como por ejemplo el libro de Job y el Eclesiastés o también llamado Cohelet.

Bibliografía

José Luis Sicre: “Introducción al Antiguo Testamento”. Ed Verbo Divino, 2016. c.  21 El fenómeno sapiencial.

Xabier Pikaza: “Ciudad Biblia. Una guía para adentrarse, perderse y encontrarse en los libros bíblicos”. Ed verbo divino 2019. Antiguo Testamento 5 Libros sapienciales.

John Shelby Spong, obispo anglicano: “Orígenes de la Biblia”, c. 23 y 26. Traducción digital facilitada por: Asociación Marcel Légaut, http://marcellegaut.org – http://johnshelbyspong.es

Luis Alonso Schökel: Nueva Biblia española. Ed Cristiandad 1975. Introducción a cada uno de estos libros.

Biblia Traducción Interconfesional (BTI). Ed Biblioteca de Autores cristianos, Editorial verbo divino, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008. Introducción a cada uno de estos libros tanto de los pertenencientes al canon hebreo como de los deuterocanónicos.

ES EVIDENTE QUE LAS PALABRAS DEL PAPA NO IBAN DIRIGIDAS A SÁNCHEZ, SINO A LOS DEL 'COLOR' MÁS CATÓLICO, QUE SON LOS QUE MÁS DEBERÍAN ESCUCHARLE

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col pikaza

 

Gran parte de la prensa ha dicho que Francisco habló contra los peligros del nacionalismo y de las ideologías en general. Muchos han añadido que su discurso iba en contra del presidente Sánchez y de su política anti‒clerical. Pero quien lo lea o escuche verá que el Papa insiste en el riesgo de un nacional socialismo xenófobo como el alemán del 1933 (con Hitler), utilizando para ellos las palabras de un analista italiano, judío y comunista. Posiblemente, el Papa puede evocar algunos movimientos de “izquierda”, pero sólo condena en directo un tipo de nacional‒socialismo de derecha comparándolo al nazismo alemán del 1933.

Primera parte. País, nación y patria

La primera parte del discurso de Francisco resulta a mi entender sencilla (alguien diría algo simple) y quizá reiterativa, con argumentos que él viene utilizando desde el tiempo en que era arzobispo de Buenos Aires, quizá  un poco “peronista”. Tres son a su juicio los canales o caminos de la buena política:

‒ Hacer progresar el país

‒ Consolidar la nación

‒ Hacer crecer la patria

Éste es un buen programa, pero, formulado así, en general, no me emociona, ni me parece central en momentos como el nuestro (tal como vengo mostrando estos días en las “postales” de RD, dedicadas a Fratelli tutti, en la línea Economía y religión. No podéis servir a Dios y el Dinero, Sal Terrae, Santander 2019)

No parece clara la terminología (país, nación, patria…), pues no es fácil precisar el sentido de esos tres “conceptos”, a no ser quizá el de “país”. Hay naciones y naciones, unas más claras, otras más turbias y complejas; unas más naturales y abiertas, otras más impositivas… Lo mismo sucede con las patrias… Gracias a Dios, en sus grandes documentos, el Papa Francisco no utiliza ya de este modo general esos conceptos… Así, por ejemplo, en el Sínodo de la Amazonía, donde el sentido y vivencia de nación y patria es distinto para las comunidades autóctonas y para los estados fácticos (de tipo colonial).

No entiendo por qué es bueno sin más “consolidar un tipo de nación” y no otro; tampoco entiendo bien qué significa construir un tipo de patria: ¿La patria china sobre el Turkestán? ¿La patria yanqui sobre las reservas indígenas…? Quizá es bueno que el Papa haya empezado así, para ir entreteniendo el discurso, pero algunas de sus razones me parecen más propias de un peronista argentino contrario a la dictaduras de los militares de 1970‒1980 que a la Iglesia y sociedad actual, después de las “encíclicas” de Benedicto XVI (con Spe Salvi), y de las suyas propias.

Pero pronto vemos que éste análisis de país‒nación‒patria no ha querido ser el centro del discurso de Francisco, pues en esa primera parte él se ha limitado a decir cosas generales que habíamos leído ya en sus escritos anteriores (antes de ser Papa), pero sus argumentos no encajan bien con Laudato si, ni con Fratelli Tutti, ni con Evangelii Gaudium

Segunda parte. El riesgo de la ideología del nacional socialismo

De pronto, en la segunda parte de su discurso, el Papa se opone a la “ideología” de aquellos que quieren “armar una patria a su cabeza”, identificándola con la “idea” que ellos han inventado (en contra de la verdadera patria). Una vez aquí se podría esperar que el Papa va a oponerse, casi por equidistancia, a las “falsas” patrias “mentales” de los movimientos de izquierda y de los de derecha (permítase ese lenguaje). Pero, de un modo sorprendente, Francisco omite el “riesgo” de los posibles movimientos de “izquierda” para oponerse sólo a los de la derecha, citando y poniendo como ejemplo un libro de S. Gingsberg (Sindrome 1933, Feltrinelli, 2018), comunista italiano, de origen judío.

El Papa dice en un “aparte” que la embajadora de España ante la Santa Sede debe conocer el libro y recomienda a Sánchez que lo lea. Parece que lo hace de un modo improvisado y de pasada, conforme a su estilo… Pero muy pronto vemos que no: Francisco cita este libro de un judío comunista en contra del nacional‒catolicismo,  para decir a los políticos de España el riesgo que nazismo xenófobo, desde la perspectiva del “nacional‒socialismo”  que surgió y triunfó en Alemania tras la caía de la República de Weimer, el año 1933. Estos son los tres “nudos” del argumento del Papa:

Francisco le dice a Sánchez que tenga cuidado, que gobierne bien… que no se deje caer (que caiga España) en un tipo de vacío de poder como el de la República de Weimar, en Alemania (de 1919‒1933), en un momento de gran crisis económica, de rebeliones internas, de intentos de ruptura anti‒solidaria (como el de Baviera), que desembocaron en el nazismo, el año 1933.

Implícitamente, el Papa parece decir a los movimientos de izquierda que sepan actuar con sabiduría (y quizá con cierta moderación), en contra de lo que sucedió en Alemania en aquel tiempo. Todo conocemos los valores, ideales y riesgos de los grupos de izquierda de la República de Weimar. Muchos hemos estudiado con estupor, admiración y cierto miedo el impulso espartaquista, con los grandes líderes como Rosa Luxenburgo y Karl Liebknecht (asesinados el 1919).

Pero el Papa sólo condena, explícitamente, con gran energía el nacional‒socialismo (nazismo), presentándole implícitamente presentándolo como riesgo para España y para Europa. Éstas son las palabras centrales del discurso del Papa:

 “(Palabras centrales del Papa): Hace dos años, quizá usted señora Embajadora lo conoce, se publicó acá en Roma un libro de un intelectual italiano del Partido Comunista. Tiene un título muy sugestivo: «Síndrome 1933». ¿Lo conoce usted? Uno de tapa roja. Muy lindo. Vale la pena leerlo.

Se refiere a Alemania, obviamente. Caída la República de Weimar, ahí empezó toda una ensalada de posibilidades de salir de la crisis. Y ahí empezó una ideología a hacer ver que el camino era el nacional socialismo y siguió y siguió y llegó a lo que conocemos: al drama que fue Europa con esa patria inventada por una ideología. Porque las ideologías sectarizan, las ideologías deconstruyen la patria, no construyen. Aprender de la historia eso. Y este hombre en ese libro, hace con mucha delicadeza un parangón de lo que está sucediendo en Europa. Dice: Cuidado que estamos repitiendo el camino parecido. Vale la pena leerlo”.

Conclusión

Aquí se centra lo que el Papa dice a Pedro Sánchez y a los políticos españoles (quizá piensa en Italia en Salvini, quizá piensa en lo que fueron lo generales de Argentina tras la caída del peronismo). Esto es lo que el Papa dice a los políticos de España: Que tengan cuidado con la situación actual de enfrentamiento de unos y de otros, de izquierdas y derechas, y quizá también de un tipo de centro, no sea que el experimento político español desemboque en un nuevo tipo de "ensalada" que lleve al fin a un tipo de nacional‒socialismo (nazismo). A su juicio, el riesgo actual de España no es un tipo de comunismo, sino un fascismo nazi, como el del 1933 en Alemania.

Parece que P. Sánchez llevó de regalo al Papa, para la Biblioteca Vaticana, un texto famoso (un facsímil del 'Libro de horas' del obispo Juan Rodríguez de Fonseca,  del siglo XV, quizá para que el Papa piense en temas de oración).

Sánchez regala al Papa el libro de oraciones del obispo Juan Rodríguez de  Fonseca, el gran rival de Colón

Por su parte, el Papa le ha regalado a Sánchez un relieve con una mujer y un niño (signo de la vida en general) y una patera con inmigrantes (signo de la vida particular, en riesgo de muerte, por injusticia política), para que no se olvide de ellos, para que los acoja en España, con pan para todos, creando así un nuevo y más alto concepto de patria.

Éste ha sido el argumento central del discurso de Francisco. Así ha dejado las cosas claras. No ha dado nombres, ni el del autor del libro, ni el de los políticos “peligrosos” de España, pero, como buen argentino y buen papa, les dice: “Tengan cuidado que si siguen así pueden llevar a España (y a Europa) a un nuevo nazismo.

Así dice el Papa con palabras de un judío comunista, regalando a Pedro Sánchez un barco‒patera, para que no se haga el remolón y el sordo, para que reciba en España inmigrantes africanos, que no cierre las puertas extranjeros, que no haga caso a los “enemigos” de los inmigrantes.

PD. El papa dirige un aviso a unos y a otros, a lo que el llama implícitamente la "ensalada hispana"... No soy quién para decir a los políticos lo que han de hacer en sus diversas perspectivas y caminos. Pero pienso que todos han de tomar en serio el momento, la comparación con el año 33 en Alemania, pues su actitud puede conducir a un tipo de nazismo, como el que el Papa ha presentado a los políticos de España, con ocasión de la visita de Sánchez al Vaticano.

YA SÉ QUE MOLESTA ADVERTIR QUE EN EL ENTORNO DEL ALTAR SIGUE SONANDO MUCHO EL DINERO

RELIGIÓN DIGITAL

col aradillas

“En sufragio por las almas de los fieles difuntos” o “Por las benditas almas del Purgatorio”, suelen ser los términos empleados por la liturgia doméstica u oficial, con algunas variantes en tiempos y lugares diferentes. “Sufragio” significa aquí “ayuda o socorro especialmente con medios económicos a una comunidad“. La acepción de “fieles” es preferida en este contexto académico con cuanto se relaciona con quien “acata las normas de la Iglesia”. (Como adjetivo, “fiel” es invariable en género, y como substantivo es de género común, pudiéndose decir “él” o “la” fiel)

En estos días, y con frecuentes celebraciones litúrgicas o para-litúrgicas, es posible que a muchos de los “fieles” todavía no difuntos, puedan serles de provecho y recordación reflexiones similares estas:

Aunque el sufragio aludido tenga no poco, sino mucho, de económico, tal elemento no es el único y ni siquiera el principal en la Iglesia y fuera de ella. Las misas, los “responsos”, los rosarios, los rezos en general, los “padre-nuestros”, los “requiescant in pace”, los toques de campanas, los ornamentos sagrados –negros o morados–… no tienen la exclusiva de ser y convertirse en “sufragios”. Acerca de las misas de difuntos, y de los rezos “clericales”, hay que advertir que cuestan dinero, cuyas tasas, con la actualización correspondiente y noticia en los Boletines Oficiales Diocesanos, se hacen públicos todos los años “para general conocimiento” de los feligreses.

Ya sé que molesta advertir que en el entorno del altar sigue sonando mucho el dinero. Diríase que en demasía. Y más precisamente a propósito, o con ocasión, de los muertos, con mención particular para las “estaciones” y cultos a celebrar en noviembre, “mes de los difuntos”, por antonomasia, según el piadoso sentir y la definición popular. Al planteamiento litúrgico, o para-litúrgico económico de la Iglesia todavía en la actualidad, los recuerdos-memoria de los fieles difuntos le suponen ganancias más pingües a los serviciarios del altar, que la asistencia y participación de los sacramentos a los vivos, como acontece con el bautismo, las Primeras Comuniones, las bodas, actos y celebraciones de acción de gracias…

Con “franciscanismo” y franqueza, el papa actual señala que es imprescindible desterrar de la Iglesia y sus alrededores todo lo que suene a compraventa y a dinero-denario y pueda dar la impresión de que al menos sus ejecutivos clérigos o clercaloides ni escuchan sus palabras ni leen sus misivas pontificias. Y es que precisamente la Curia romanano es ejemplo de pobreza y de generosidad, sino todo lo contrario. Todo en ella cuesta dinero, comenzando por las indulgencias aplicables a la salvación eterna de las almas y de su rápido exilio del Purgatorio…

Las explicaciones que ofrecen algunos liturgos justificando la fiesta de los “Fieles difuntos”, aneja a la del “Día de Todos los Santos” no son hoy convincentes para muchos... Estos, tanto o más pueblo de Dios, que los liturgos, en la práctica religiosa unieron las dos celebraciones, con el convencimiento de que todos los difuntos son santos y todos los santos oficialmente canonizados o no, fueron y son difuntos, por “pecadores” que fueran unos y otros en sus respectivas vidas y en los relatos de los hagiógrafos a quienes se les encargó la redacción de sus “vidas y milagros”.

No está de más insistir en que la relación sufragio-dinero en la Iglesia, y ni siquiera en la celebración de día de los “fieles difuntos” es la única, eficaz y verdadera. Todas las obras de misericordia, su recuerdo y su práctica, son fuentes de sufragios que enriquecen los textos espirituales de la Iglesia, que la bondad de Dios en Jesús, por igual y equitativamente, dispensa y entrega a todos y a todas, sin cuantificar el valor de lo invertido en indulgencias y misas.

El lenguaje de las “cuentas bancarias y el de los “medios de fortuna”, no sobrepasa la periferia de la vida mortal, ni es inteligible en el “reino de los cielos”, pese a que algunos, aún miembros de la jerarquía, crean y se comporten convencidos de que también en las esferas celestiales hay ricos y pobres, por lo que el dinero-denario –dólares o euros– es moneda fungible en las entidades de crédito, bajo los auspicios de san Mateo o de algunos expertos en tales menesteres, con expreso rechazo para quienes ejercieron en la banca vaticana…

Desde la lejanía de mis años mozos “coadjutoreantes” por esos pueblos de Dios, el recuerdo pío y desconsolador para los centenares –sí, centenares– de “responsos”, rezados o cantados –los “cantados” eran más caros–, que había que recitar, en el cementerio, sobre todo en la zona en la que estaban enterrados los miembros de la gitanería, los restos de uno de cuyos “reyes” reposaban en una de las tumbas… Otros recuerdo para los días en los que había que desplazarse a un pueblo cercano para engrosar con más curas la procesión-entierro de vecinos “pudientes”, procesión que, antes de llegar al cementerio, había de recorrer todas las calles en las que tenían sus casas, con el fin de a lass mismas puertas de los donantes se cantara el responso, con lo que tal acto fúnebre y social exigía emplear toda la mañana y parte de la tarde.

De ahí a las “misas gregorianas”, a los novenarios, aniversarios y lutos, y a las 60.000 misas encargadas en sufragio del alma del rey Felipe II (“que en paz descanse”), no hay diferencia teológica enhebrada en el tratado de “Novísimos”, aunque tal diferencia, con ribetes de escándalo, se registre en el tratamiento-trato pastoral y en correspondiente sección de “ecos de sociedad”.

 

VIVEN

FE ADULTA

col koldo

En el cementerio solo olvidamos unas viejas lágrimas a poner al sol y secar. Se acerca el "día de los muertos", pero las mejores flores no las colocaremos en el frío mármol, sino en el altar de la vida. Mármol para los que carecen de techo y de casa, no para los que vuelan. Lo último que desean nuestros seres queridos es asirnos a esa piedra negra, a esa honda pena.

Se acerca el "día de los muertos", pero teclado en mano queremos cantar a la vida. Es, se consuma, encarna, se realiza aquello que nosotros y nosotras cantamos. Ésa es la Ley insoslayable. No existe aquello que no cantamos, que no creemos, que no alumbramos.

Los tiempos del coronavirus son también los de cantar unidos a la Vida que nunca expira. El momento del obligado perimetraje físico es el de glosar una eternidad sin límite alguno. En la hora de la angustia desbocada vamos a cantar al amor de Dios, Aquél que nunca, nunca se acaba.

El Dios de la compasión infinita no frecuenta casinos. No se entretiene a la ruleta. Esto no es un virus ciego, una lotería que a unos toca y a otros no; esto es un plan de estancia en esta escuela con un curso que ya estaba programado, con un vuelo al Hogar de pasaje ya reservado.

Dice la Sabiduría sin tiempo ni nombre que la muerte la creamos nosotros a fuerza de pensamiento, de creer en ella. Viven los seres que amamos, en otra esfera, en otra morada y luz. El mármol negro nunca impidió el aleteo de las almas. La sepultura no podía atrapar, la tierra no podía retener a quienes estaban destinados a la eternidad.

 

¿BENDICE EL PAPA LAS UNIONES HOMOSEXUALES?

Aizarna, 24 de Octubre de 2020

www.josearregi.com

col arregi

Muchos saludan como hito histórico y como terremoto doctrinal de la Iglesia católica unas declaraciones del papa Francisco en el reciente documental “Francesco”. Me gustaría que lo fueran. Me alegraría que los sectores católicos más conservadores que han vuelto a hacer sonar las alarmas tuvieran razones para hacerlo, pero pienso que, desgraciadamente, sus fervores conservadores tienen poco que temer.

He aquí en su integralidad las declaraciones del papa al respecto: “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello. Lo que tenemos que hacer es crear una ley de uniones civiles. Así están cubiertos legalmente. Yo apoyé eso”.

Puede decirse que es un paso adelante, pero, según se mire, puede considerarse igualmente un pasito para atrás, pues adelante y atrás son conceptos relativos, como el espacio y el tiempo y la velocidad. Si yo avanzo 50 metros en un minuto mientras mi vecino avanza 100, me iré quedando cada vez más rezagado, como si estuviera quieto o si caminara para atrás. Muy pronto, mi vecino me perderá de vista. Sinceramente, es lo que pienso que sucede con las declaraciones del papa.

Afirma en primer lugar que los homosexuales tienen derecho a estar en una familia. Es decir: si tienes un hijo o una hija homosexual, no la puedes echar de la familia por serlo. ¿Es que hacía falta decirlo? ¿Habrá algún alto cardenal que lo sostenga? Me inquieta que un buen papa como Francisco hable así, no sé si por decisión consciente o por lapsus inconsciente. La razón que aduce no me parece menos inquietante: los homosexuales “son hijos de Dios”. Si fuera homosexual, me sentiría humillado, pues me suena como si el papa dijera: “Incluso un homosexual” es hijo de Dios. “Incluso un ladrón, un asesino, un violador”… es hijo de Dios. Ni los teólogos más rigoristas y retrógrados del pasado ni los monseñores ultravonservadores de hoy –Müller y Burke y tantos otros bien cerca de nosotros– lo han negado nunca.

En segundo lugar, el papa aboga por una ley social que ampare “la unión civil de los homosexuales”, de modo que queden “cubiertos legalmente” (y uno pueda, por ejemplo, visitar a su compañero/a hospitalizada, o heredar o cobrar una pensión en caso de fallecimiento de su pareja). Es aquí donde reside la novedad de las declaraciones papales que comento, y es lo que ha llevado a unos a tocar campanas, a otros a sonar alarmas.

Celebro la reivindicación del papa Francisco. Pero se da la circunstancia de que casi todos los países de Europa y otros muchos ya cuentan con una ley civil de matrimonio homosexual, aprobada, eso sí, con la frontal oposición de sus respectivos episcopados católicos. Y se da la circunstancia de que, una vez aprobada la ley, los obispos generalmente abandonan la resistencia: así pasó con casi todos los derechos humanos, así pasó con la ley del divorcio y pasará con la eutanasia e incluso con el aborto. La sociedad civil va siglos por delante de la Iglesia cuestión de derechos humanos. Y son justamente los países de mayoría social religiosa conservadora (musulmana, cristiano-ortodoxa, católica) los que aún carecen de una ley civil de matrimonio sexual.

En conclusión: está bien que el papa y los obispos prediquen a la sociedad civil, pero debieran predicar sobre todo y ante todo a su propia Iglesia católica, empezando por sí mismos, por la propia institución eclesiástica, profundamente patriarcal, clerical y homófoba desde hace casi 2000 años. De otro modo, Jesús de Nazaret les dirá como dijo a los escribas de su tiempo: “¡Ay de vosotros que imponéis a la gente cargas insoportables, y vosotros no las tocáis ni con un dedo!” (Lc 11,46). Quede claro al papa: el problema con los homosexuales no lo tiene la sociedad civil, sino la institución religiosa que él preside, todavía incapaz de llamar “matrimonio” y de bendecir como “sacramento” el amor de dos hombres o de dos mujeres. Lo califica como “unión civil”, que en la jerga canónica equivale a decir relación inmoral y adúltera y, por lo tanto, estado permanente de pecado mortal a no ser que renuncien a toda relación sexual. Y todo eso por ser lo que son, por amarse en cuerpo y alma como Dios o la Vida los hizo.

Así pues, mientras este papa u otro y toda la institución católica no cure sus ojos y derogue el Derecho Canónico y el modelo clerical de Iglesia, mientras no deje de considerar a los homosexuales como enfermos y menos aún como pecadores, mientras no reconozca al amor y a la relación sexual homosexual la misma dignidad y santidad que al amor y a la relación heterosexual, y mientras no los bendiga como sacramento de Dios o del Amor, la Iglesia seguirá quedándose rezagada o caminando para atrás en la historia, hasta dejar enteramente de ser luz, sal y levadura de esta sociedad, hasta desaparecer enteramente de la vista de los hombres y de las mujeres guiadas por el Espíritu. Ya está desapareciendo. Pero el Espíritu de la Vida sigue alentando el corazón de los seres.

 

LAS BIENAVENTURANZAS EN EL LUGAR IMAGINADO DEL REINO DE DIOS

FE ADULTA

col Carme Soto

Domingo 1 de noviembre 2020

Mt 5, 1-12

Si nos situamos en el imaginario cultural de los oyentes primarios de Jesús las bienaventuranzas no aparecerán como una proclamación de santidad sino de honorabilidad, porque el honor era el valor central en el mundo antiguo y, por lo tanto, lo que se está proclamando es que quien es reconocido en las situaciones que proclaman las bienaventuranzas ha adquirido la máxima reputación. Sin embargo, lo que proponen está lejos de ser considerado socialmente honorable tanto en aquella sociedad como en la nuestra.

Vistas así, las bienaventuranzas son contraculturales, y por tanto, desafían hoy como ayer nuestros modos de entender lo que encaja y lo que no en nuestros universos sociales y religiosos. Generalmente, traducimos el término griego makarios con que se inicia cada bienaventuranza como felices o bienaventurados, pero también podría traducirse por honorable para destacar la propuesta social que subyace en ellas y la carga subversiva que poseen[1]. Desde este enfoque desarrollaremos el comentario.

Reimaginar el lugar comunitario y social.  

Las bienaventuranzas no describen un estado ideal ni una enumeración de regalos recibidos por perseverar en el sufrimiento, sino que presentan un horizonte alternativo. El sermón del monte invita a imaginar un mundo alternativo en el que la opresión ceda ante la misericordia, las relaciones sean justas y equitativas y todas y todos puedan acceder a los recursos disponibles. No es cuestión de alcanzar alturas espirituales sino de entregar la vida para hacer posible un mundo diferente, un mundo acorde con el sueño del Reino de Dios.

Jesús al proclamar las bienaventuranzas nos está invitando a reimaginar los lugares que habitamos. Nos está llamando a pensar y vivir desde otros valores, con otras prácticas que, sin duda, no nos situarán en los centros de poder sino en los márgenes porque no armonizan con lo que la mayoría piensa. Al escucharlas con atención encontramos condiciones y conductas que Dios valora o encuentra honorables y que, por tanto, quien quiera formar parte de la comunidad del Reino tiene no solo que valorar y estimar sino convertirlas en señas de identidad.

Las bienaventuranzas nos sitúan en un espacio alternativo desde el que tener una nueva perspectiva de la realidad y de Dios. Este nuevo espacio es lo que Jesús llamó Reino de Dios y las bienaventuranzas son centrales para imaginar ese lugar. Pero decir que el Reino de Dios es un lugar imaginado no significa que sea inventado, sino que cuando nos situamos ante él, desde la perspectiva de la Buena Noticia que Jesús proclama, podemos abrirnos tanto a nuevas perspectivas de vida y de fe como a cambios personales o colectivos que generen transformación crítica y creativa en nuestro entorno[2].

Honorables son l@s pobres de espíritu. Teniendo en cuenta el mensaje y la praxis de Jesús, es claro que Dios no hace honorable la pobreza, sino a los pobres. El honor generalmente otorgado a los ricos y poderosos es ahora entregado a quienes viven en duras condiciones sociales y económicas, sin los recursos necesarios, explotados/as y despreciados/as por los poderosos. Estas personas, indefensas frente al opresor/a, sufren su maldad y eso les hace perder la esperanza, la dignidad y la autoestima. y a su pobreza material se añade su dolor profundo en el alma, por eso, pueden ser llamadas pobres de espíritu.

Dios hace honorable su vida por la acción sanadora y salvadora de Jesús. Con ella Jesús puede devolverles la esperanza, liberarlos/as, acogerlos/as, compartir con ellos/as e invitarlos/as a formar parte de la comunidad del Reino, una comunidad que está llamada a ser primicia de un cambio mayor, el de hacer posible un mundo diferente. Eso no ocurrirá por acto milagroso sino por el empeño sostenido y paciente de quienes creen en un nuevo cielo y una nueva tierra donde habite la justicia.

Honorables son quienes lloran. Las lágrimas pueden parecer signos de debilidad, de fracaso o tristeza, pero también pueden expresar indignación y lamento. Quienes lloran porque son abusados, ninguneados o negados en su dolor sienten rabia, se lamentan, pero solo su llanto parece tener voz.  Raquel la matriarca de Israel es símbolo de ese llanto desesperado de la víctima, pero también receptora del consuelo prometido y de un futuro lleno de esperanza (Jr 31, 1-22).  En ella se hace memoria subversiva de un consuelo que no solo enjuga las lágrimas, sino que transforma la vida, atraviesa las fronteras de la existencia y devuelve a la vida[3]

Honorables son quienes no buscan venganza. Sentir en propia carne el peso de la injusticia, sentirnos dolidas/os por las conductas de otros/as, sabernos perdedoras/os en juegos tramposos, puede tentarnos a buscar venganza. Pero si queremos formar parte de la familia alternativa del Reino tenemos que incorporar otro modo de respuesta. No es fácil, pero Jesús lo hizo primero. Quien no busca venganza heredará la tierra porque perdonar, comprender y confiar es un estilo de vida que nos hace herederas/os del mundo soñado por Dios.

Honorables quienes tienen hambre y sed de justicia. Con frecuencia nos duele la injusticia, nos da rabia el abuso y el maltrato, pero muchas veces nos contentamos con indignarnos sin tomar decisiones que ayuden al cambio. Tener hambre y sed de justicia es luchar porque exista una relación justa entre las personas y los bienes. Tener hambre y sed de justicia es elegir la palabra y no el silencio cómplice. Tener hambre y sed de justicia es no claudicar hasta que la bondad y la verdad se encuentren.

Honorables quienes son misericordios@s. La misericordia caracteriza el reino de Dios. Las curaciones de Jesús y sus exorcismos muestran misericordia, como también sus comidas. La misericordia está en el ADN de quienes siguen a Jesús.  Amar sin esperar nada a cambio, perdonar a los/as enemigos/as, estar del lado de quienes no cuentan es construir la casa de Dios.

Honorables quienes son limpi@s de corazónQuienes no engañan, quienes son honestas/os, e íntegras/os, pueden entender que es dejarse sostener por Dios. Ellos y ellas viven desde el corazón y desde ahí pueden habitar una espiritualidad autentica y audaz que vivifique sus vidas y las de los que están próximos a ellos y ellas.

Honorables quienes trabajan por la paz. En un mundo crispado, endurecido y violento necesitamos paz y pacificadoras/os que puedan imaginar espacios habitables, que construyan puentes y destruyan fronteras. Cada gesto de paz hace germinar esperanza y fraternidad/sororidad. Cada gesto de paz nos hace hermanos y hermanas, cada gesto de paz nos hace hijos e hijas de Dios.

Honorables quienes son perseguid@s por causa de la justiciaEste modo de vivir que proclaman las bienaventuranzas cuestiona el mundo en que vivimos, quien apuesta por el lugar imaginado del Reino será incomodo@, e incluso perseguido. Quien quiera vivir así, no será considerado/a honorable para los criterios de nuestra sociedad individualista y egoísta porque de la misma manera persiguieron a los profetas, pero tendrán la suerte de ayudar a cambiar el mundo al estilo de Dios.

 

A PESAR DE MIS FALLOS, SOY PLENITUD


 Mt 5, 1-12

Los matemáticos dicen que la distancia de cualquier número, por grande que sea, al infinito, es siempre infinita. Para Dios todos somos iguales, no hay posible distinción. ¿Qué sentido tiene entonces el marcar las diferencias entre unos y otros? La fiesta de “Todos los Santos”, entendida como diferencia de perfección entre los seres humanos no tiene mucho sentido. Por eso le he cambiado el título y he puesto: “Todos santos”; aunque también podía haber puesto “Todos pecadores” y sería exactamente igual de cierto. Para Dios no hay diferencia ninguna, porque nos ama a todos por lo que Él es.

Si por santo entendemos un ser humano perfecto, significaría que ya ha llegado a su plenitud y por lo tanto se habrían acabado sus posibilidades de crecer. Pero su verdadero ser, y por lo tanto su perfección, nada tiene que ver con su biología o con su moralidad. A esa parte de nuestro ser no afectan las limitaciones, sean del orden que sean. Es una realidad que permanece siempre intacta. Descubrir, vivir y manifestar ese verdadero ser, es lo que podíamos llamar santidad y es posible para todos.

Cuando creemos que para ser santo tenemos que anular los sentidos, reprimir los sentimientos, machacar la inteligencia y someter la voluntad, nos estamos exigiendo la más torpe inhumanidad. La plenitud de lo humano solo se alcanza en lo divino, que ya está en nosotros. Vivir lo divino que hay en nosotros es la meta de lo humano. El verdadero santo no es el perfecto sino el sincero. El santo nunca descubrirá que lo es. Por favor, que nadie caiga en la tentación de aspirar a la “santidad”. Aspirad solo, a ser cada día más humanos, desplegando el amor que es Dios y está en vosotros.

Cuando hemos puesto la santidad en lo extraordinario, nos hemos salido de todo marco de referencia evangélico. Si creemos que santo es aquel que hace lo que nadie es capaz de hacer, o deja de hacer lo que todos hacemos, ya hemos caído en la trampa del ideal de perfección griega, que durante siglos se nos ha vendido como cristiana. Cuando un joven le dice a Jesús: "Maestro bueno”. Jesús le responde: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno más que Dios. ¿Qué hubiera contestado si le hubiera llamado santo?

Todos somos santos, porque nuestro verdadero ser es lo que hay de Dios en nosotros; aunque la inmensa mayoría no lo hemos descubierto todavía, y de ese modo, tampoco podemos manifestar lo que somos. Somos santos por lo que Dios es en nosotros, no por lo que nosotros somos para Dios o para los demás. La creencia generalizada de que la santidad consiste en desplegar las virtudes morales, no tiene nada que ver con el evangelio. Recordemos: “Las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el reino de Dios”. Para Jesús, es santo el que descubre el amor que llega a él sin mérito ninguno por su parte. La perfección moral es consecuencia de la santidad, no su causa.

Debemos tener mucho cuidado a la hora de hablar de los santos como “intercesores”. Si lo entendemos pensando en un Dios, que solo atiende las peticiones de sus amigos o de aquellos que son “recomendados”, estamos ridiculizando a Dios. En Jn 16,26-27 dice Jesús: “no será necesario que yo interceda ante el Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama”. Lo hemos dicho hasta la saciedad, Dios no nos ama porque somos buenos o por recomendación de uno que lo es, sino porque Él es amor. Es un poco ridículo seguir repitiendo una y otra vez: Señor, ten piedad (15 veces en cada eucaristía).

Se puede entender la intercesión de una manera aceptable. El ejemplo de esas personas, que han tomando conciencia de su verdadero ser y son capaces de hacer presente a Dios en todo lo que hacen, puede ayudarnos a descubrirlo, y por lo tanto puede acercarnos a Dios. Descubrir que ellos confiaron en Dios, a pesar de sus defectos, nos tiene que animar a confiar más en nosotros. No solo valdría para los que conviven con ellos, sino para todos los que, después de su muerte, tuvieran noticia de ‘su vida y milagros’. Sería el camino más fácil para que creciera el número de los “conscientes”.

Debemos tener cuidado con la “comunión de los santos”. No se trata de unos “dones” o unas “gracias” que ellos han merecido y que nos ceden a nosotros. Es ridículo cuantificar y almacenar los bienes espirituales. Todo lo que nos viene de Dios es siempre gratuito y nunca se puede merecer. “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Ahora bien, en el momento que se tiene conciencia de la unidad, se comprende que todo lo que hace uno repercute en el todo. La doctrina de Pablo es esclarecedora: “Todos formamos un solo cuerpo”.

En esta fiesta celebramos la bondad, se encuentre donde se encuentre. Es una fiesta de optimismo, porque, a pesar de los telediarios, hay mucho bien en el mundo si sabemos descubrirlo. Es cierto que mete más ruido uno tocando el tambor que mil callando. Por eso nos abruma el ruido que hace el mal y no nos queda espacio para descubrir el bien. Hoy es el día de la alegría. La Vida y el Bien triunfan sobre la muerte y el mal. La vida merece siempre la pena. Esta alegría de vivir tenemos que mantenerla a pesar de tanto sufrimiento y dolor como hay en nuestro mundo. A pesar de que muchos seres humanos consumen su existencia sin enterarse de lo que son y se conforman con vegetar.

Las bienaventuranzas nos descubren el verdadero rostro del “santo”. ¿Quién es dichoso? ¿Quién es bienaventurado? Felicitar a uno porque es pobre, porque llora, porque pasa hambre, porque es perseguido, sería un sarcasmo para el común de los mortales. Sobre todo si le engañamos con la promesa de que serán felices más allá. Haber reservado la palabra “bienaventurado” para los que han muerto, es una manipulación del evangelio inaceptable. Aquí abajo, el dichoso es el rico, el poderoso, el que puede consumir de todo sin dar un palo al agua. Esa escala de valores queda trastocada por el evangelio.

Las bienaventuranzas no se pueden entender racionalmente, ni se pueden explicar con argumentos. Cuando Pedro se puso a increpar a Jesús, porque no entendía su muerte, Jesús le contestó: “Tú piensas como los hombres, no como Dios”. Solo entrando en la dinámica de la trascendencia, podemos descubrir el sentido de las bienaventuranzas. Solo descubriendo lo que hay de Dios en mí, podré darme cuenta del verdadero valor. Para que una persona sea dichosa le tenemos que dar aquello que considera el valor supremo para ella. Tenga lo que tenga, si no lo percibe como valor absoluto, no le hará feliz.

Las bienaventuranzas no son un sí de Dios a la pobreza y al sufrimiento, sino un rotundo “no” de Dios a las situaciones de injusticia, asegurando a los pobres lo más grande que pudieran esperar, el amor que es Dios. En Él los pobres pueden esperar, tener confianza. No para un futuro lejano, sino ya, aquí y ahora. Puede ser bienaventurado el que llora, pero nunca el que hace llorar. Puede ser feliz el que pasa hambre, pero no el que tiene la culpa del hambre de los demás. Buscar la salvación en las seguridades terrenas es la mejor prueba de que no se ha descubierto el amor de Dios. Aún en las peores circunstancias imaginables, las posibilidades de ser, nadie puede quitártelas

En la celebración de este día, no tenemos que pensar en los “santos” canonizados, ni en los que desarrollaron virtudes heroicas, sino en todos los hombres que descubren la marca de lo divino en ellos, y ese descubrimiento les empuja a mayor humanidad. No se trata de celebrar los méritos de personas extraordinarias, sino de reconocer la presencia de Dios, que es el único Santo, en cada uno de nosotros. El merito será siempre de Dios. Muchas de esas personas, que se han ido y recordaremos mañana, son verdaderos santos.

 

EN NUESTRO AUTÉNTICO SER, NADIE ES MÁS QUE NADIE

 


Mt 23, 1-12

Sigue el mismo discurso. Después de las controversias, Mateo sigue hablando para su comunidad y poniendo en boca de Jesús lo que quiere decir él a aquellos cristianos. Su intención es hacer ver la diferencia entre el antiguo Israel y la nueva comunidad. En el relato de hoy, Jesús no habla a los fariseos, sino a la gente y a sus discípulos. Mateo pide a su comunidad que no caiga en los mismos errores que critica. Su preocupación está justificada, porque el cristianismo cayó muy pronto en un fariseísmo peor que el judío.

Nos llevaría demasiado tiempo el explicar cada una de las frases que hemos leído. Vamos a revisar solo algunas. La verdad es que hoy no se necesita ninguna exégesis especializada. Se entiende todo perfectamente. Otra cosa es que nos interese, de verdad, seguir las directrices del evangelio. De muchos, que se encuentran hoy sentados en cátedras, se podía decir lo mismo que el evangelio dice a los fariseos. ¡Qué poco han cambiado las cosas! El texto sigue teniendo una rabiosa actualidad.

El ambiente reflejado en este texto no es el del tiempo de Jesús, sino el de la comunidad de Mateo. Los furibundos ataques contra los fariseos, que aparecen en los evangelios, seguramente no corresponden a Jesús, sino a una situación que comienza a partir de la muerte de Jesús y se agudiza a partir de la destrucción del Templo en el año 70. Desaparecido el sacerdocio y el culto, los fariseos se hicieron con el absoluto control del judaísmo e impusieron a todos su manera de pensar. Solo entonces decidieron expulsar del judaísmo a los cristianos y declararles formalmente herejes.

Lo que reflejan los evangelios es la reacción de los cristianos contra esos fariseos, que se mantuvo a través de los siglos. En el texto de hoy encontramos dos pistas para descubrir que esas palabras no las dijo Jesús: a) Nunca pudo decir que el único Señor era él mismo. b) La denominación de “hermanos”, que el evangelista pone en boca de Jesús, fue un distintivo de la primera comunidad cristiana. El saber que no lo dijo Jesús no resta un ápice la importancia de la advertencia a aquellas primeras comunidades.

Ellos no hacen lo que dicen. No es exacto que los fariseos fueran por definición “fariseos”. Eran cumplidores, pero su rigorismo en la interpretación de la Ley les obligó a disimular que eran incapaces de cumplirla, para poder seguir exigiendo a los demás lo que ellos no hacían. Pero el engaño mayor consistía en exigirles, en nombre de Dios, unas prácticas que no les podían traer salvación, porque solo eran preceptos humanos.

Cargan a la gente con fardos pesados e insoportables. Eran 613 los preceptos que tenía que cumplir todo israelita para ser fiel a la Ley; según algunos, todos tenían la misma importancia. En ese fárrago de prescripciones, la vida humana quedaba aprisionada y las personas sumidas en una frustración alienante. Recordemos que Jesús había dicho: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Cuando se pone la perfección en el cumplimiento de normas externas, solo caben dos salidas: En la medida que la alcances, la soberbia. Soy más que los demás y puedo mirarlos por encima del hombro. En la medida que no la alcanzas, la simulación. Lo que los demás piensen de mí es más importante que lo que soy realmente. De ahí el afán por exagerar todos los signos externos de religiosidad. Muchos cristianos de hoy estamos es esa misma dinámica.

Vosotros, en cambio... Aquí tenemos la clave del texto. La nueva comunidad no debe comportarse como los fariseos, sino desde la autenticidad. Esto es lo que quiere dejar claro Mateo. El mensaje central del evangelio consiste en abandonar todo intento de superioridad y entrar en una dinámica de servicio incondicional a los demás. Cuando Jn habla del pecado del mundo, se refiere siempre al oprimir o al dejarse oprimir.

“No os dejéis llamar maestros, no llaméis a nadie padre, no os dejéis llamar jefes”. ¡Qué poco dura lo auténtico! Seguramente ya se empezaba a estructurar la comunidad y ya había, en aquella época, quien quería ser más que los demás. Los seres humanos somos capaces de remover el cielo y la tierra, con tal de justificar el estar pon encima de los demás y de alguna manera utilizarlos en beneficio propio.

El primero entre vosotros será vuestro servidor. Jesús exige lo que él vivió. El mismo Jesús comenta en otro lugar: “lo mismo que el Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Recordad que cuando Juan dice “dar su vida”, no emplea “zoe” ni “bios”, sino “psiques”. No está hablando de la vida biológica, que entregó en la cruz, sino de la vida psicológica (propiamente humana) que pone al servicio de los demás durante toda su andadura.

Ciertamente, a primera vista el principal reproche se hace a los superiores. A ello nos empuja también la primera lectura. Sin duda ninguna, la jerarquía debía hacer un serio examen de conciencia partiendo de estas palabras del evangelio y de otras que van en la misma dirección, pero los títulos se los damos nosotros. Una vez más debemos recordar que Jesús no lanza sus diatribas contra la autoridad, sino contra la autoridad que se ejerce como poder. El que quiera ser primero, que sea el último y el servidor de todos.

La Iglesia empezó muy pronto a organizarse copiando en su estructura el organigrama del imperio. Poco a poco, le fue dando más importancia al poder, y terminó sacralizándolo, en contra del evangelio. Una vez que entró por esa dinámica, no ha visto la manera de salir de ella. Desde la Edad Media, se han alzado en todas las épocas voces en contra de la estructura de poder (jerarquía) de la Iglesia Romana. Nadie ha sido capaz de emprender con éxito esa renovación. Juan Pablo I lo anunció, pero no vivió para realizarla.

No toda la culpa la tienen los superiores. Un examen cuidadoso de la psicología humana, nos llevara a descubrir, que somos los inferiores los que tendemos a buscar el refugio de otras personas en las que depositamos la confianza para encontrar seguridad, a cambio de que nos liberen de las responsa­bilidades, aunque eso suponga un cierto grado de sumisión. La carga de que me libero parece mayor de la que supone la sumisión. Esta es la trampa, porque actuando de esta manera renunciamos a la libertad responsable.

Obedecer órdenes no te garantiza el cumplimiento de la voluntad de Dios. Ser fiel a Dios es ser fiel a ti mismo, a tu auténtico ser. Lo que Dios quiere de ti, te lo está diciendo Él desde dentro de ti mismo. Entre Dios y tú no puede haber intermediarios. Todo el que quiera doblegar tu voluntad, en nombre de Dios, te está engañando. Es verdad que nunca podremos alcanzar la plenitud en soledad, pero los demás, todos los demás, tienen que ayudarme a descubrir la meta de esa plenitud, mostrándome el camino para alcanzarla o indicándome los errores que me lo puedan impedir.

 

Meditación

En el orden espiritual todos valemos lo mismo.
Todo lo que somos se lo debemos a Dios
y Dios da a todos por igual porque se da Él mismo.
Mi tarea consiste en descubrir y vivir esa realidad.
Si la descubro también en los demás,
la tentación de creerme superior desaparece.

 

TRABAJAR POR LA PAZ

FE ADULTA

comentario editorial

La paz es para el mundo lo que la levadura para la masa (El Talmud).

Mt 5, 1-12. Dichosos los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios (v9)

Trabajar con todo cuanto existe en el universo:

Con cuantos Seres Vivos pueblan hoy nuestro menesteroso Planeta, que nos pide la limosna de no deteriorarlo más de lo que ya está.

Con el Medio Ambiente en general, no estropeándolo al arrojar cosas que perjudican su salud física.

Con el Aire, que nada pueda lesionar su bienestar.

Con el Agua que desciende de las nubes, las de las fuentes ríos y mares, para que no la contaminen.

Con los árboles del bosque, para que sus troncos poderosos y las hojas verdes de sus ramas crezcan normalmente.

Con todos los Seres que hoy poblamos este mundo, para que no nos vayamos antes del tiempo fijado por la Madre Naturaleza, que con tanto cariño nos contempla, lo que, como Jesús dijo en el Sermón de La Montaña, nos hará dichosos.

Dicho Sermón, es la Carta Magna del nuevo pueblo de Dios, que se ha de leer con el Monte Sinaí y Moisés de fondo como se recuerda en Éxodo 19. 

Encabezan el discurso del Monte las Bienaventuranzas, que constituyen el nuevo programa del reinado de Dios: son enunciados de valor, no mandatos como el decálogo del Sinaí, una invitación a superarse constantemente; una denuncia de mezquindades; una oferta de misericordia de Dios y den del gozo incontenible que nos trae.

1 Bienaventuranzas
Foto: Iglesia de las Bienaventuranzas en Israel

Las palabras de Jesús son, en primer lugar, un convite a vivir la pobreza, la aflicción, el desprendimiento el hambre y la sed de justicia como bienaventuranza, y así la pobreza material de espíritu se transforma en pobreza de corazón o apertura y confiada a la voluntad y providencia del Padre; la aflicción, en consuelo mesiánico, el único capaz de dar sentido al sufrimiento y a la muerte; el desprendimiento, en posesión de la herencia de la tierra, y el hambre y la sed de justicia, en la esperanza radical que traerá la Buena Noticia.

Estas cuatro primeras bienaventuranzas podrán dar la impresión de una fácil y falsa espiritualización de la dura realidad humana con la esperanza pasiva de una reivindicación de un reinado; pero no es así, a estas cuatro actitudes del corazón, siguen las otras cuatro bienaventuranzas del compromiso y del empeño por cambiar la realidad y hacer presente el reinado de Dios aquí y ahora: el compromiso de la misericordia y solidaridad; el empeño de una vida honrada y limpia; el trabajo por la paz y la reconciliación.

En estas bienaventuranzas, Jesús anuncia el comienzo que ya está sucediendo en la praxis de los pobres; y es en la práctica de los pobres donde despunta, aunque de lejos, la nueva creación donde se construye en torno a sus ejes básicos: la posesión compartida de la tierra, ausencia de males que hacen sufrir y llorar, práctica de la justicia y de la solidaridad.

De mi libro Yo amo el planeta

 

DESPERTAR DE LA NATURALEZA

Que los vientos -espíritus de vida-
soplen sobre las cuerdas de mi Oriente 
y las hagan sonar hasta Occidente 
con ámbito de Pascua florecida.

Sueño el suave siseo de la fuente
-ayer tan excitada y hoy dormida-
en cuyo centro vigilante anida,
el manso resurgir del Medioambiente.

Un despertar de la Naturaleza,
que, avivando el fuego de los sueños, 
enciende de colores su corteza.

Tu enternecida piel entonces reza 
y entona villancicos navideños
agradeciendo a Dios tanta riqueza