FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

lunes, 19 de agosto de 2013

¿La curia de Roma es reformable? Leonardo Boff teólogo

La Curia Romana está formada por el conjunto de los organismos que ayudan al Papa a gobernar la Iglesia dentro de las 44 hectáreas que rodean la basílica de San Pedro. Son algo más de tres mil funcionarios. Nació pequeña en el siglo XII, pero se transformó en un cuerpo de peritos en 1588 con el Papa Sixto V, forjada especialmente para hacer frente a los reformadores, Lutero, Calvino y otros. En 1967 Pablo VI y en 1998 el Papa Juan Pablo II trataron, sin éxito, de reformarla.

Está considerada como una de las administraciones gubernativas más conservadoras del mundo y tan poderosa que en la práctica retrasó, archivó y anuló los cambios introducidos por los dos papas anteriores y bloqueó la línea progresista del Concilio Vaticano II (1962-1965).
Continúa incólume, como si trabajase no para el tiempo sino para la eternidad. Sin embargo, los escándalos morales y financieros ocurridos dentro de su espacio han sido de tal magnitud que ha surgido el clamor de toda la Iglesia pidiendo una reforma, a ser realizada, como una de sus misiones, por el nuevo Papa Francisco. Como escribía el príncipe de los vaticanólogos lamentablemente ya fallecido, Giancarlo Zizola (Quale Papa 1977): «cuatro siglos de contrarreforma habían casi extinguido el cromosoma revolucionario del cristianismo original, la Iglesia se estableció como un órgano contrarrevolucionario» (p. 278), y negadora de todo lo nuevo que aparece. En un discurso a los miembros de la Curia el 22 de febrero de 1975, el Papa Pablo VI llegó a acusar a la Curia romana de tomar «una actitud de superioridad y orgullo ante el colegio episcopal y el Pueblo de Dios».

Combinando la sensibilidad franciscana con el rigor jesuita ¿conseguirá el Papa Francisco darle otro formato? Sabiamente se ha rodeado de ocho cardenales experimentados, de todos los continentes, para acompañarlo a realizar esta ciclópea tarea con las purgas que necesariamente deberán ocurrir.

Detrás de todo hay un problema histórico-teológico que dificulta en gran medida la reforma de la Curia. Se expresa por dos visiones contradictorias. La primera, parte del hecho de que, después de la proclamación de la infalibilidad del Papa en 1870, con la consiguiente romanización (uniformización) de toda la Iglesia, hubo una concentración máxima en la cabeza de la pirámide: es el papado con poder «supremo, pleno, inmediato» (canon 331). Esto implica que en él se concentran todas las decisiones, un fardo que es prácticamente imposible de llevar por una sola persona, aunque sea con poder monárquico absolutista. No se acepta ninguna descentralización, porque significaría una disminución del supremo poder del Papa. La Curia, entonces, se cierra en torno al Papa, al que convierte en su prisionero; a veces bloquea las iniciativas desagradables a su conservadurismo tradicional o simplemente deja de lado los proyectos hasta que son olvidadas.

La otra vertiente conoce el peso del papado monárquico y busca dar vida al Sínodo de Obispos, organismo colegial creado por el Concilio Vaticano II, para asistir al Papa en el gobierno de la Iglesia Universal. Pero sucede que Juan Pablo II y Benedicto XVI, presionados por la Curia que veía en ello una forma romper el centralismo del poder romano, lo convirtieron en un órgano solamente consultivo y no deliberativo. Se celebra cada dos o tres años, pero sin ningún efecto real sobre la Iglesia.

Todo apunta a que el Papa Francisco, al convocar a los ocho cardenales para con él y bajo su dirección proceder a la reforma de la Curia, cree un órgano con el cual pretende presidir la Iglesia. Ojala amplíe este órgano colegiado con representantes no sólo de la jerarquía sino de todo el Pueblo de Dios, también con mujeres, que son la mayoría de la Iglesia. Tal paso no parece imposible.

La mejor manera de reformar la Curia, a juicio de los expertos en las cosas del Vaticano y también de algunos jerarcas, sería una gran descentralización de sus funciones. Estamos en la era de la planetización y de la comunicación electrónica en tiempo real. Si la Iglesia Católica quiere adaptarse a esta nueva etapa de la humanidad, nada mejor que operar una revolución organizativa. ¿Por qué el dicasterio (ministerio) para la Evangelización de los Pueblos no puede transferirse a África? ¿El del Diálogo Interreligioso a Asia? ¿El de Justicia y Paz a América Latina? ¿El de la Promoción de la Unidad de los Cristianos a Ginebra, junto al Consejo Mundial de Iglesias? Algunos, para las cosas más inmediatas, permanecerían en el Vaticano. A través de videoconferencias, skype y otras tecnologías de la comunicación, podrían mantener un contacto diario inmediato. Así se evitaría la creación de un anti-poder, en el cual la Curia tradicional es gran experta. Esto haría a la Iglesia Católica realmente universal y no más occidental.

Como el Papa Francisco vive pidiendo que recen por él, tenemos que, efectivamente, rezar y mucho para que este deseo se transforme en realidad para beneficio de todos

La Teología de la Liberación y el nuevo pontífice. El otro Papa, el otro Boff Sergio Ferrari

Enviado a la página web de Redes Cristianas
En torno a la visita del Papa Francisco a Brasil en los últimos días de julio el teólogo brasileño de la liberación y de la ecología Leonardo Boff no escatimó sus elogios hacia el nuevo Obispo de Roma. A quien considera un hombre “libre de espíritu”; le emparenta en ciertas virtudes al mismo Francisco de Asís y lo reivindica por su “espléndido rescate de la razón cordial”. Para Boff, el jefe vaticano es “una figura fascinante que llega al corazón de los cristianos y de otras personas”.
El legado mayor durante su visita a Brasil, fue su (propia) figura, enfatizó Boff en una entrevista con este corresponsal apenas finalizado el periplo del Pontífice. “Representó el más noble de los líderes, el líder servidor que no hace referencia a sí mismo sino a los demás, con cariño y cuidado, evocando esperanza y confianza en el futuro…”.
En el diálogo Boff, -quien había sido duramente condenado al “silencio y obediencia” por el Vaticano en 1985 por su conceptualización y compromiso con la Teología de la Liberación-, reivindicó lo que para él son los aspectos esenciales que dejó este primer contacto del Papa con Latinoamérica.
Presentó una “visión humanística en la política, en la economía, en la erradicación de la pobreza”. Criticó duramente el sistema financiero…definió a la democracia como ‘humildad social’, reivindicó el derecho de los jóvenes a ser escuchados”, enumera Boff.
Subrayando el aporte del Pontífice en el campo de la ética, “fundada en la dignidad trascendente de la persona”, y expresada de esta forma en su “discurso recurrente”.
El teólogo brasilero y premio Nobel alternativo de la paz de 2001 consideró, sin embargo, que durante la estadía brasileña del Sumo Pontífice fue el “campo religioso el más fecundo y directo”. El discurso “más severo lo reservó para los obispos y cardenales latinoamericanas (CELAM). Reconoció que la Iglesia – y él se incluía- está atrasada en lo que se refiere a la reforma de sus estructuras…Criticó la ‘psicología principesca’ de algunos miembros de la jerarquía”.
Anticipando, además, los dos ejes principales de la pastoral según la visión del nuevo Papa: “la proximidad al pueblo…y el encuentro marcado de cariño y ternura…”. Habló incluso -enfatiza Boff en su diálogo-, “de la revolución de la ternura, cosa que él demostró vivir personalmente”.
Desde el mismo día de la elección del Cardenal Jorge Bergoglio al papado, Leonardo Boff, quien en 1992 asqueado por el mal trato vaticano había quitado el sacerdocio, reorientó bruscamente su respetada voz hacia la defensa del nuevo Pontífice. Nunca entró en el debate sobre el rol jugado por el Cardenal y la jerarquía católica argentina durante la última dictadura militar.
Apenas seis años atrás, en mayo del 2007, a las puertas de la 5ta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que se realizaría días más tarde en Aparecida y donde Bergoglio jugó un rol muy importante, Boff había catalogado a una buena parte de la jerarquía católica como de “burócratas de lo sagrado” en una entrevista anterior con este corresponsal. Exteriorizando así su lectura entonces escéptica hacia la situación general de la Iglesia; su incapacidad estructural al cambio; y su rigidez para abrirse a los grandes temas desafiantes de la humanidad, en particular la ecología y la propia renovación institucional interna.
Los dos Papas anteriores, Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron para Boff y numerosos teólogos, principalmente de América Latina, los principales responsables de tratar de deslegitimar la Teología de la Liberación; sus teóricos y promotores; así como sus propuestas organizativas, en particular las Comunidades Eclesiales de Base, tan ampliamente desarrolladas en todo el continente.
Había sido el Cardenal Ratzinger, entonces Prefecto para la Congregación de la Doctrina y de la Fe y posteriormente Papa Benedicto XVI, uno de los responsables directos de la sanción vaticana contra Boff.
Le elección del primer Papa latinoamericano en marzo pasado, sin embargo, se convirtió en un verdadero shock de esperanza y punto de partida de un cambio radical de percepción y valoración de parte del teólogo de la liberación. Quien no ha escondido su deseo explícito, antes o después, de ser recibido por Francisco I y a quien le ha hecho llegar como regalo, durante su estadía en Río de Janeiro, un ejemplar de su último y sugestivo libro: Francisco de Asís y Francisco de Roma: ¿una nueva primavera en la Iglesia?
Todas señales que indicarían la apertura de un proceso paulatino hacia la eventual “normalización” de relaciones entre Boff –en tanto cabeza visible de ese sector castigado de la iglesia popular- y el poder jerárquico romano.
Aunque el desenlace del proceso de acercamiento queda abierto, los signos indicativos, reforzados durante el viaje del Papa Francisco a Brasil, son relevantes.
En primer lugar, la voluntad explícita de Boff y Francisco de avanzar en el proceso de encuentro. La existencia de importantes canales que facilitan la comunicación casi directa entre ambos. Sin menospreciar, adicionalmente, las actualizadas reflexiones de Boff – y otros referentes del sector popular de la Iglesia- (ver recuadro) que en los últimos cuatro meses no ha dejado de reivindicar las virtudes del nuevo Papa. A partir de quien, el teólogo brasilero, cree percibir la posibilidad del cambio interno de una Iglesia hasta ahora dirigida, casi exclusivamente, por los burócratas de lo sagrado.
*Sergio Ferrari, colaboración de E-CHANGER, ONG suiza de cooperación solidaria presente en Brasil
______________________________________________________
Comentario
Los teólogos de la liberación y el Papa Francisco
Sergio Ferrari
Los gestos de simplicidad, de modestia y de cercanía a la gente de parte del Papa Francisco han sido hasta ahora, para teólogos como Leonardo Boff, la prueba más contundente de un cambio positivo dentro de la Iglesia desde marzo de este año.
Es posible que en el caso del premio Nobel alternativo 2001, pesen también factores subjetivos para enfatizar las señales de apertura. Llegando a los 75 años, Boff, que nunca renunció a su profunda fe, a su pertenencia a la Iglesia y a su adhesión a los valores cristianos, quiere terminar sus días en “paz” con la institución donde nació, creció y “militó”. La reconciliación de la Iglesia con Boff – luego de condenarlo al silencio total en 1985- sería, formalmente, el reconocimiento de un error o exceso institucional. No sólo hacia el teólogo brasilero sino sobre todo hacia la Teología de la Liberación, nacida en América Latina y enraizada sólidamente en ese continente.
La visión positiva hacia Francisco es compartida total o parcialmente por otros referentes de esa línea de pensamiento. Su compatriota y amigo, Frei Betto, en una carta pública que le envió al Papa días antes de su viaje a Brasil, enfatizaba: “Usted inyectó en todos nosotros renovadas esperanzas en la Iglesia Católica al adoptar actitudes más próximas al Evangelio de Jesús que las rúbricas monárquicas predominantes en el Vaticano…”. Y reivindica el gesto del Papa de criticar abiertamente, en la isla de Lampedusa, “la globalización de la indiferencia”.
Por su parte, el teólogo jesuita salvadoreño – de español- Jon Sobrino, otro referente del sector popular de la Iglesia, subrayaba en junio en un artículo publicado en la revista de la Universidad Centroamericana de su país, que “después de dos meses y medio de ser elegido, el Papa Francisco sigue su camino de un modo claro y coherente”. Insistiendo que se respiran aires de cambio, como los del Vaticano II (Concilio reformador en los años sesenta) y de Juan XXIII (el Papa bueno). Aunque enfatizaba que está por verse como se posicionará ante el capitalismo internacional y como emprenderá de verdad la reforma de la Curia…
El sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, uno de los padres fundadores de la Teología de la Liberación, manifestó en los últimos meses una particular esperanza en la dinámica actual de la Iglesia. Gutiérrez acaba de publicar en Italia el libro “De la parte de los pobres, Teología de la Liberación, Teología de la Iglesia” (Ediciones Messaggero, Padua, Emi). Antología de ensayos, impresa en Alemania en el 2004 y escrita a cuatro manos junto con el arzobispo alemán Gerhard Ludwig Müller, actual Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y amigo íntimo de Gutiérrez. Recientemente Müller declaró que «El movimiento eclesial teológico de América Latina, conocido como “teología de la liberación”, que después del Vaticano II encontró eco en todo el mundo, debe ser considerado, según mi parecer, entre las corrientes más significativas de la teología católica del siglo XX».
Si bien las señales de acercamiento entre Roma y la Teología de la Liberación transitan una primera etapa, nunca en los últimos treinta años habían sido tan significativas, bilaterales y consecuentes como en los últimos cinco meses.