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miércoles, 3 de agosto de 2016

El extrañamiento de las religiones



Gordo
Nos acaba de llegar, directamente del autor, este interesante artículo. AD.
La ola de atentados perpetrados por fundamentalistas islámicos estas últimas semanas en Europa ha sumido a muchas personas en un desconcierto total. Y, muy probablemente, también han sido muchas las que habrán tenido que hacer un enorme esfuerzo para evitar que el inmenso dolor provocado por semejante barbarie no degenerara en ira descontrolada.
Apenas pasados unos días, sigue habiendo detalles que continúan llamando la atención: la crueldad y frialdad con que se ha procedido; el perfil de sus verdugos (ciudadanos con nacionalidad europea) y el hecho de que entre 30 y 40 jóvenes del barrio Ariane (a unos cinco kilómetros del Paseo de los Ingleses, en Niza), se hayan incorporado a las filas yihadistas durante los últimos seis años. Y existen, también, diagnósticos y valoraciones que, sin acabar de sacarnos del estupor, merecen ser reseñados porque pueden ayudar no solo a comprender lo que está pasando, sino también porque nos ofrecen pistas para saber qué es lo que tendríamos que hacer para que esto no vuelva a suceder o, por lo menos, para que resulte más difícil. Expongo, concretamente, tres.
En primer lugar, el parecer de quienes, cargados de razones, han vuelto a recordar que estos atentados no vienen provocados por el choque de culturas o por una confrontación de religiones, sino, más bien, por los intereses de las potencias europeas en el Medio Oriente. O, de una manera más descarnada, pero, para nada, exagerada: por el fundamentalismo económico en el que se sostiene el nivel de vida del que disfrutamos los países que formamos parte del llamado primer mundo. Existe, ciertamente, una guerra, pero no es de religiones, sino “por los recursos de la naturaleza” y “por el dominio de los pueblos”. Lo ha vuelto a recordar el papa Francisco camino, en esta ocasión, de Polonia, a las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Hay, en segundo lugar, otra consideración que, poniendo la mirada en la intolerabilidad del yihadismo, ha pedido a Manuel Valls, en la Asamblea Nacional, que se ilegalice el salafismo, sin matiz alguno. El primer ministro ha respondido que es mucho más sensato descalificar moralmente Daesh o Al Qaeda. Y ha urgido a los musulmanes de Francia a que lo desautoricen en sus mezquitas, en sus barrios y en el seno de sus familias. La suya, ha recordado, es una palabra insustituible en esta tarea.
Kamel Kabtane, rector de la gran mezquita de Lyon, le ha respondido: vale, de acuerdo, los musulmanes tenemos un importante papel que desempeñar en el combate contra el salafismo yihadista, pero necesitamos la ayuda del Estado. Y ésta puede que pase (como ya se hace y se pretende reforzar) por la formación de imanes franceses. Pero, sobre todo, por facilitar los medios (formativos y económicos) que permitan conocer verdaderamente qué es el islam. Posibilitando el acceso a dichos medios, se superará la versión yihadista del salafismo. Y, también, activando, por supuesto, una política que evite que los musulmanes franceses seamos considerados ciudadanos de segunda categoría.
Dramático lo que está sucediendo en Europa. Y, particularmente, en Francia estos últimos años. Pero, también, curioso y sorprendente para el debate, nunca cerrado, a pesar de los más de cien años transcurridos desde su proclamación, sobre qué es y cómo se ha de entender la laicidad: o se ignoran y se encierran las religiones en el ámbito privado (y cuando se tiene un problema se les pide que salgan de la cueva en la que se las ha encerrado para que lo solucionen o, cuando menos, echen una mano) o, retrotrayéndonos a los tiempos del galicanismo, se intenta crear una especie de “islam de Estado” o “religión nacional”.
Y están, en tercer lugar, las declaraciones del cardenal suizo Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos: la presencia del islam en Europa, al auto-comprenderse como una religión pública y visible, cuestiona su confinamiento en la esfera privada. Hay países europeos a los que no les queda más remedio que revisar esta “invisibilización” y, a veces, hasta “demonización”. Entre otras, razones, porque una sociedad que intenta relegar la religión en la esfera privada, tiene enormes dificultades para favorecer, por ejemplo, el diálogo entre las diferentes sensibilidades salafistas que vertebran el islam contemporáneo, así como para deslegitimar las corrientes fundamentalistas que aceptan el recurso a la violencia cuando se trata de erradicar del mapa, según su diagnóstico, a los musulmanes herejes y a los corruptos occidentales. Y, sobre todo, para favorecer un diálogo interreligioso, cada día más urgente y necesario.
Si no se revisa dicha concepción de la laicidad se corre un alto riesgo de, intentando limpiar el agua sucia de la bañera, arrojar con ella a la criatura que se estaba lavando. El fanatismo y la ignorancia se erradican con formación, con información y con dialogo. Nunca, con el extrañamiento de las religiones.

Dios estuvo en Auschwitz


col trigo


Ayer vimos al Papa en Auschwitz-Birkenau. Lo vimos encender una lámpara de aceite en memoria de las víctimas y bajar, en silencio y oración, a la celda en la que el sacerdote Maximiliano Kolbe fue encerrado para que murieran de hambre y sed. Después saludó a algunos supervivientes y a cristianos que ayudaron a los perseguidos. No pronunció ningún discurso. Sólo dejó un mensaje en el libro de memorias del campo. Tal vez esperábamos unas palabras de Francisco sobre Dios y el problema del mal, y que intentaría responder, como hizo Benedicto XVI, a la pregunta de dónde estaba Dios en Auschwitz. Pero la visita fue de silencio y oración.
El mal es un misterio. Podemos hablar horas y horas sobre el mal, escribir voluminosos tratados sobre el sufrimiento, y preguntarnos quiénes son los culpables de los horrores, pero al final sigue siendo un misterio.
El Papa nos acaba de enseñar cuál debe ser nuestra actitud ante ese misterio: el silencio y la oración, para que el dolor de millones de personas cale en nuestros corazones, y nos decidamos a no banalizar nunca el mal. Y la petición de perdón no sólo para unos pocos, sino para toda la humanidad.
Francisco rezó en la celda de san Maximiliano Kolbe, que se ofreció a morir en lugar de Franciszek Gajowniczek, condenado con otros nueve hombres como represalia por la fuga de un prisionero. Kolbe le dijo al coronel de las S.S. Karl Fritzsch: «Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos». La sustitución fue aceptada. He aquí el modo de superar el mal: entregar la vida por el bien de los demás. En medio de aquella barbarie de odio y maldad, un hombre entrega su vida por otro hombre. Kolbe nos demuestra que la última palabra, la única palabra importante, no es el mal, sino el amor. Dios estaba en Auschwitz, en el corazón de Kolbe

Persecución a Lula confirma que ya no hay democracia en Brasil


Emir Sader

La obsesión de intentar sacar a Lula de la vida política brasileña, configurando una verdadera persecución política, confirma que Brasil se salió de la democracia y avanza peligrosamente hacia una dictadura, por medio de un golpe, de la acción o inacción de la Justicia y de las campañas sistemáticas de difamación llevadas a cabo por los medios.
Es lo que Lula denuncia, al afirmar que entramos en un Estado de excepción y lo que expresa en su documento a las Naciones Unidas, siguiendo el mismo camino de Julián Assange, amparado por el mismo abogado.··· Ver noticia 

El Papa crea una comisión sobre el diaconado de la mujer, presidida por monseñor Ladaria

 

Papa Francisco7Entre sus miembros figura Santiago Madrigal, otro jesuita español
La comision de estudio está integrada por seis mujeres y seis hombres
El Papa abre la puerta a que las mujeres puedan bautizar y oficiar matrimonios
El papa afirmó en mayo que “sería bueno para hacer que la Iglesia aclare este punto”
El Papa, en la reunión de Superioras Generales Monjas en la JMJ Diaconisas Diaconisas Mujeres diaconisas, ¿por qué no? El Papa, en la reunión de Superioras Generales Monjas en la JMJ Diaconisas Diaconisas Mujeres diaconisas, ¿por qué no? El Papa, en la reunión de Superioras Generales Monjas en la JMJ Diaconisas Diaconisas Mujeres diaconisas, ¿por qué no?
El Papa ha creado la comisión de estudio que tendrá como finalidad analizar la posibilidad de reinstaurar en la Iglesia católica la figura de la mujer diaconisa, tal y como sucedía en el pasado. “Tras una intensa oración y una madura reflexión, el Papa ha decidido instituir la Comisión de Estudio sobre el diaconado de las mujeres”, según ha señalado la Oficina de prensa del Vaticano.··· Ver noticia 

Domingo 7 de agosto, 19 Tiempo ordinario - C ( LUCAS 12,32-48)

José A. Pagola


LOS NECESITAMOS MÁS QUE NUNCA

Las primeras generaciones cristianas se vieron muy pronto obligadas a plantearse una cuestión decisiva. La venida de Cristo resucitado se retrasaba más de lo que habían pensado en un comienzo. La espera se les hacía larga. ¿Cómo mantener viva la esperanza? ¿Cómo no caer en la frustración, el cansancio o el desaliento?
En los evangelios encontramos diversas exhortaciones, parábolas y llamadas que  solo tienen un objetivo: mantener viva la responsabilidad de las comunidades cristianas. Una de las llamadas más conocidas dice así: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas». ¿Qué sentido pueden tener estas palabras para nosotros, después de veinte siglos de cristianismo?
Las dos imágenes son muy expresivas. Indican la actitud que han de tener los criados que están esperando de noche a que regrese su señor, para abrirle el portón de la casa en cuanto llame. Han de estar con «la cintura ceñida», es decir, con la túnica arremangada para poder moverse y actuar con agilidad. Han de estar con «las lámparas encendidas» para tener la casa iluminada y mantenerse despiertos.
Estas palabras de Jesús son también hoy una llamada a vivir con lucidez y responsabilidad, sin caer en la pasividad o el letargo. En la historia de la Iglesia hay momentos en que se hace de noche. Sin embargo, no es la hora de apagar las luces y echarnos a dormir. Es la hora de reaccionar, despertar nuestra fe y seguir caminando hacia el futuro, incluso en una Iglesia vieja y cansada.
Uno de los obstáculos más importantes para impulsar la transformación que necesita hoy la Iglesia es la pasividad generalizada de los cristianos. Desgraciadamente, durante muchos siglos los hemos educado, sobre todo, para la sumisión y la pasividad. Todavía hoy, a veces parece que no los necesitamos para pensar, proyectar y promover caminos nuevos de fidelidad hacia Jesucristo.
Por eso, hemos de valorar, cuidar y agradecer tanto el despertar de una nueva conciencia en muchos laicos y laicas que viven hoy su adhesión a Cristo y su pertenencia a la Iglesia de un modo lúcido y responsable. Es, sin duda, uno de los frutos más valiosos del Vaticano II, primer concilio que se ha ocupado directa y explícitamente de ellos.
Estos creyentes pueden ser hoy el fermento de unas parroquias y comunidades renovadas en torno al seguimiento fiel a Jesús. Son el mayor potencial del cristianismo. Los necesitamos más que nunca para construir una Iglesia abierta a los problemas del mundo actual, y cercana a los hombres y mujeres de hoy.

Domingo 7 de agosto de 2016, 19 del Tiempo ordinario


19 del tiempo ordinarioCCayetano, fundador (1547), Sixto, papa y mártir (258)
Primera Lectura
Los israelitas, oprimidos en Egipto, experimentaron que el Señor era su salvador la noche en que murieron los primogénitos de los egipcios. Por eso aquella noche tuvo una significación trascendental para la historia de los hebreos. Les recordaba las promesas que Dios había hecho a sus padres; que desde entonces Israel fue un pueblo libre y consagrado al Señor. La primera cena del cordero pascual sirve de modelo a lo que había de ser centro de la vida religiosa y cultural.··· Ver notici