FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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viernes, 21 de junio de 2019

CORPORIS MYSTERIUM. DESCONCIERTO TEOLÓGICO

col ramonhnz

Frente a la celebración del Corpus esta semana, abordo el tema con inmensas precauciones, sabedor de que puedo incomodar, encabritar y hasta escandalizar a muchos. Pero al cirujano no le debe paralizar el hecho de tener que echar mano del bisturí, sobre todo cuando la vida está en juego. Tal es el caso o algo parecido. ¡Con lo bonito que sería dejar que las cosas fluyan mansamente y que te lleve la suave corriente!
Eucaristía escorada
Diré groso modo, como base, que en el siglo XIII se produce un gran revuelo al abordar el tema de la “presencia real” de Cristo en la Eucaristía, con secuelas importantes para la vida de los creyentes. La preocupación por el tema de tal presencia, tan debatido entonces, lleva a la especulación teológica a servirse de la filosofía griega. Los términos “substancia” y “accidentes” son el eureka definitivo para la racionalización de un gran misterio: el pan y el vino, sin perder apariencia y consistencia, llevan en su misma entraña, en su substancia, el cuerpo y la sangre de Cristo. Cristo, por tanto, se hace realmente presente en ellos como “substancia”. ¡Aleluya! El poder de consagrar que otorga a los sacerdotes el sacramento del orden obra, por así decirlo, un gran milagro físico-metafísico. ¡Gran logro teológico!, y sin embargo….
No, el tema no ha quedado zanjado ni fijado para siempre. Es más, la Eucaristía resultante sale malparada de esa racionalización metafísica, pues su condición de “sacramento”, que convierte a Cristo en pan de vida y bebida de salvación, pierde fuelle al convertirse la Eucaristía en una especie de segunda encarnación y, por ello, en objeto de un trato “personal” que no encaja en el sacramento ni a machamartillo.
Adoración
La insistencia en probar la presencia real hace que lo “sacramental” derive a “personal”. De ahí al acompañamiento y a la adoración de Cristo en las especies solo media un paso imperceptible. Y así, lo que únicamente debería servir para comida de salvación deriva en “presencia física” de un Dios digno de ser adorado y acompañado en su soledad. En ese contexto, la festividad del Corpus resulta tan lógica como desatinada.
Tal desajuste teológico y desbarajuste piadoso me obligan a gritar con fuerza que la Eucaristía queda desvirtuada al perder su enorme fuerza sacramental de transformación de nuestra conducta. Partir y compartir el pan de vida exige mucho más que genuflexiones. Además, nada hay en el pan y en el vino que invite a hincar la rodilla.
La conversión de la presencia real en “personal” polariza la piedad cristiana. Asombra el aplomo con que el cantor de la Eucaristía, Santo Tomás de Aquino, trata este sacramento, pero su teología, sólidamente sustentada en la transubstanciación, acentuó tanto la “presencia” que desnaturalizó un sacramento que fundamenta y expresa la Iglesia misma.
De poco han servido las advertencias del mismo Jesús en Jn 4,21-24: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre… se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad… Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.
Partir el pan
Debemos rescatar el significado y la virtualidad de partir y compartir el cuerpo y la sangre del Señor, gesto ritual frente al cual palidece la incuestionable belleza de la celebración del “Corpus”. Que para ello los cristianos nos sirvamos de pan y vino desmonta de un plumazo cualquier atisbo de canibalismo entre nosotros. Se come pan y se bebe vino con la fuerza significativa de comunión efectiva con un Cristo que es vida y salvación. La tradición cristiana anterior lo expresaba mejor hablando de “simbolismo ontológico”, aunque fuera una expresión menos solemne e ingeniosa que la de “transubstanciación”.
Dicha tradición realzaba la virtualidad eucarística al identificar a cada comensal con un grano de trigo y otro de uva. Por ello, los cristianos somos en ella, al mismo tiempo, comida y comensales. La “comunión indigna” sobre la que advierte San Pablo en 1 Cor 11:27-32 denuncia el egoísmo de “no compartir”.  Partir (ascética) y compartir (caridad) es la clave del cristianismo.
Para convertirse en Eucaristía, el cristiano debe seguir el proceso a que son sometidos los granos de pan y uva: de siega, trilla, molienda, fermentación y cocción, en un caso; de vendimia, pisado y fermentación, en el otro. Se trata de comportamientos ascéticos muy exigentes. Resuena en ello el “niégate a ti mismo” evangélico (Mt 16:24).
Compartir el pan
“Compartir” mete en danza nuestra propia vida, pues debemos hacerlo no solo con lo que tenemos, sino también con lo que somos. Debemos poner nuestra carne en el asador del mandamiento del amor. Esa es la madre del cordero del cristianismo.
La razón estriba en que la auténtica “presencia personal” de Cristo no está en el pan de vida y en la bebida de salvación, sino en cada uno de los seres humanos sin excepción, a tenor de lo que dice el mismo Jesús en Mt 25:40: “… a mí me lo hicisteis”. De ahí que la única manera de acercarse a Cristo es alimentarlo, vestirlo, acompañarlo y adorarlo en todos y cada uno de los seres humanos. Un cristiano no debería hincar su rodilla más que ante otro ser humano y más cuanto más necesitado sea, pues Jesús se identifica con él.
De atenernos a esta esplendorosa verdad, la de ver a Dios en cada ser humano, los cristianos cambiaríamos por completo, de forma radical, nuestros comportamientos depredadores y pondríamos en solfa los de todos los demás. Nadie ha podido jamás ni podrá en el futuro proclamar una verdad tan esplendorosa y trascendente, tan libre de demagogias y soflamas populistas. La presencia de nuestro Dios es tan fuerte que aflora invasora en el rostro doliente de todo ser humano, también en el de los agnósticos, ateos, descreídos y desesperados de la vida. Lo hace, además, de forma especial en el de los pobres y desvalidos para que podamos echarle una mano. Teniendo esa conciencia, jamás podremos negarnos a auxiliar a otro ser humano cualesquiera sean su situación y condición.
Frente a un imaginario dilema entre Eucaristía y el ser humano más depravado, el cristiano debe decantarse por el último. En la imposible hipótesis de tener que pisotear la Eucaristía o darle una bofetada a un pederasta asesino, el cristiano debería optar por lo primero, pues entre ambos hay la diferencia que media entre un alimento y quien lo come. El “sagrario” donde realmente habita Dios es el hombre. Repito que la extraordinaria virtualidad de la Eucaristía dimana de que, en ella, todos somos al mismo tiempo comida y comensales, de que participar en su celebración nos exige partirnos y compartirnos.

Antonio Aradillas: “En la Iglesia hay mucho cuento. Y muchos cuenta cuentos y cuentistas”


“Demasiados cuentos y secretos en la Iglesia”
“Los cuentos-cuentos ni son ni hacen Iglesia. A esta la hacen los evangelios, con sus parábolas”
“El progreso relativo a la cultura eclesiástica apenas si sobrepasa los límites de la niñez, ni en su contenido ni en la expresión e interpretación de los signos”
“El secreto campea en la Iglesia, patroneando también doctrinas y comportamientos jerárquicos, con tranquilidad de conciencia y con la seguridad de que nadie se atreverá a ‘corregirles la plana'”··· Ver noticia ·

Salesianos PAMPLONA, adiós al colegio del ensanche durante 92 años


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El Diario de Navarra ha publicado un reportaje con motivo de la despedida del Centro de los Salesianos Pamplona en la calle Aralar.
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La pasada semana acudían al centro Miriam Munárriz, periodista y Eduardo Buxens, fotógrafo. Recorrieron en centro, hablaron con alumnos, alumnas, equipo docente. Conocieron la dinámica que se está llevando con motivo del traslado, recogieron impresiones por la despedida y sobre el nuevo centro en Sarriguren.

El resultado: un reportaje de dos páginas en el periódico con mayor tirada de Navarra que se pueden leer en el documento adjunto

MISA del Domingo Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Solemnidad Semana XII del tiempo ordinario 23 de junio de 2019

Germán Rivas

Génesis 14, 18  –  20.   Salmo 109. 1   Corintios 11, 23  –  26.   Lucas 9, 11b  –  17. Hoy  celebramos  la  Solemnidad  del  Cuerpo  y  la  Sangre  de  Cristo.  Cristo  Jesús  se  nos  da  como alimento  para  el  camino,  comulgamos  en  la  Eucaristía  con  su  propia  Persona,  con  su  Cuerpo  y  su Sangre,  bajo  la  forma  del  pan  y  del  vino.  Debemos  estar  agradecidos  a  Cristo,  que  muriendo  y resucitando por nosotros, nos acompaña en el camino  de la vida.
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