FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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jueves, 10 de enero de 2019

El laicado chileno perdió el miedo: “Soñamos con una Iglesia horizontal, diversa, participativa e inclusiva”


Jesús Bastante

DECLARACIÓN FINAL DE LA PRIMERA ASAMBLEA DEL SÍNODO NACIONAL LAICAL DE CHILE
Se comprometen a “reconstruir la Iglesia devastada por pecados y delitos”
Erradicar la cultura del abuso de poder, proponiendo acciones orientadas al establecimiento de la justicia y reparación, creando un ambiente seguro para todas y todos
(Aníbal Pastor N.*).- La manifestación palpable de que otra iglesia es posible, fue lo que quedó en la retina, en la memoria y en el alma de todos y todas las participantes. El inicio del sínodo constituyó, en definitiva, un hecho sin precedentes y la gran buena nueva de hoy: las mujeres y hombres militantes de la iglesia en Chile, que han sufrido la crisis de abusos de poder en todos los ámbitos, perdieron el miedo.··· Ver noticia ··

Dictaduras y democracias

Jaime Richart, Antropólogo y jurista

Habida cuenta que en España la longevidad es muy alta, 6,4 millo­nes de españoles de más de 70 años estamos en condiciones de com­parar a fondo los pros y los contras de cuarenta años de dicta­dura y los otros cuarenta que ya rebasa esto que ha dado en lla­marse democracia pero que en realidad lo es más por no revestir el Es­tado forma de dictadura que por el modo de funcionar, más por el envoltorio que por lo envuelto, más por la cáscara que por la pulpa…
En efecto, quienes tenemos ya una edad y venimos recorriendo la vida hace ocho décadas, pronto nos fuimos situando como espectado­res de la nuestra y de la colectiva, a la expectativa de un cambio de régimen que tarde o temprano habría de llegar. Y algu­nos, como quien esto suscribe, viviendo ademàs una “existencia auténtica” como llama Heiddeger a la vida vigilante de los sesenta segundos de que se compone cada minuto, a diferencia de la existen­cia de Sartre, del dejarse llevar…
Pues bien, quienes además de contar con más de 70 años y también 80, no hemos perdido la ca­beza, nos hemos librado de enfermedades graves por suerte pero también, quiero creer que por la sobriedad, hemos contraído la grave obligación de rendir cuentas de nuestra visión global de dos épocas perfectamente definidas en lo político y en lo social que abar­can casi el mismo número de años. Pues, por un lado hubo una dictadura militar que duró cuarenta años, y por otro lado, nos encon­tramos hace ya más de cuarenta viviendo en un remedo de de­mocracia de clase, que ya rebasa otros cuarenta. ¿Podrá uno en semejantes circunstancias privarse de comparar las dos épocas, dos modos de vida, con todas las condiciones concomitantes, y no sólo las estrictamente políticas que, al uso, no existían entonces, sino tam­bién las psicológicas, las emocionales y las materiales, todas juntas? Es cierto que en esa comparación también entran en juego otros factores, como la vitalidad, la ilusión o el entusiasmo que sue­len acompañar a la niñez, a la juventud e incluso a la madurez, desfi­gurando de algún modo la percepción del tipo de Estado en el que vivíamos (hasta en las guerras juegan los niños). Pero eso no empaña necesariamente nuestro juicio crítico y nuestro propósito de imparcialidad…
En aquel tiempo se oía decir a menudo que las comparaciones son odiosas. Pero no porque fuese un dicho popular. Probable­mente, puesto que pese a lo que se decía vivimos consciente o in­consciente­mente de la frecuente comparación que si unas veces re­fuerza nuestro contento otras el agravio mueve a sublevación, más bien sería aquella frase tópica para coartar la tentación de com­pa­rar. No fuese que nos percatásemos de la injusticia social rein­ante en los primeros tiempos de la dictadura, y de paso también de la in­justicia social incrustada en la sociedad común desde la no­che de los tiempos; una injusticia, que se supone sólo puede ser ali­viada por el significativo esfuerzo colectivo y el de los dirigentes de los países convencionalmente más desarrollados, que no era el caso de quienes oprimían a parte de la población española. Pues, como dice Maquiavelo en los Discursos de Tito Livio,“el miedo a perder agita tanto los ánimos como el deseo de adquirir, no cre­yendo los hom­bres seguro lo que tienen si no adquieren de nuevo. Pero cuanto más poderoso mayor es la influencia y mayores los me­dios de abu­sar. Y lo peor es que los modales altivos e insolentes de los podero­sos excitan el ánimo de los que nada tienen, no sólo el deseo de ad­quirir, sino también el de vengarse de ellos, despojándo­les de rique­zas y honores que ven mal usados”. Para la dictadura estas fra­ses y otras ideas semejantes eran como una bomba de relojería en términos de comparación…
La primera tarea necesaria para afrontar el análisis comparativo en­tre las dos épocas comprende a su vez dos premisas. Una es que la realidad, lo que entendemos por “realidad”, no es más que el resul­tado de acuerdos sucesivos de minorías. Otra es que esa “realidad” no tiene una sola cara sino varias, tiene la forma geomé­trica del po­liedro. Por lo que los acuerdos de las minorías sobre ella se adoptan en los distintos ámbitos, esferas, planos o superestructu­ras de la so­ciedad. Y entre todas la configuran; realidad que a su vez se descom­pone en realidad mediática, a cargo de quienes mane­jan y controlan los medios, realidad policial, a cargo de quie­nes manejan y controlan las policías, realidad política, a cargo de quienes mane­jan y controlan la política, realidad judicial, a cargo de quienes ma­nejan y controlan la justicia, realidad sociológica, a cargo de quie­nes manejan y controlan las empresas demográficas, realidad médica y científica, a cargo de quienes manejan y contro­lan la Medi­cina y la Ciencia, realidad historiográfica, a cargo de quienes manejan y controlan los Archivos históricos y la documenta­ción… y realidad de todas cuantas disciplinas distinga­mos entre los quehace­res y la preocupación humanos de carácter colectivo…
La inferencia de este planteamiento nos lleva a acotar dos de esas realidades: la política y la social. Y en la estrictamente política, dos principales: el Estado dictatorial (por definición militar), y el Es­tado democrático (por definición burgués o popular). Otra inferen­cia es que la realidad social está fuertemente condicionada por la rea­lidad política. Se vive de modo diferente en una dictadura y en una democracia. Hasta tal punto eso es así que si gran parte de la po­blación que vive una dictadura podrá verla como un Estado inde­seable desde el punto de vista formal, desde el punto de vista social podrá no verla tan grave… Al menos, no quienes no se sientan perse­guidos o no sientan la opresión por circunstancias varias. Pues casi medio siglo es mucho tiempo para que a lo largo de esas cua­tro décadas la sociedad no hubiese alcanzado niveles estimables de convivencia y desarrollo en su segunda etapa y su etapa final. Por lo que a la hora de comparar la dictadura, sólo, para muchos, queda de ella las ventajas y no el terror y las persecuciones de la primeros tiempos.
Y con mayor motivo, si lo que siguió a la satrapía fue una democracia de muy bajo nivel; una democracia plagada de trampas legislativas, de tretas interpretativas de la ley, acribillada por sa­queos y por conductas delictivas de políticos y gobernantes, genera­dora de empobrecimiento, de inestabilidad y de incertidum­bre… Por lo que no debe extrañar que el espectador de la vida en am­bas, del que hablo al principio, preste más atención a los benefi­cios de la dictadura que a los abusos y horrores iniciales. Ventajas que pueden resumirse en un saber a qué atenerse, por ejemplo, haber sido fácil el acceso al trabajo y no demasiado difícil el acceso a la vivienda propia para la mayoría de la población, por ejemplo. Dos condicionantes muy poderosos a la hora de enfrontar libertad y seguridad. Pues la vida incierta y sin futuro de una gran parte de las generaciones actuales que depara esta falsa o fraudulenta democra­cia, no es precisamente un señuelo para valorar tanto una libertad que al final sólo suele valer para emigrar. No exagero. Pues tanto el vivir bien o acomodado, como el vivir mal y sin expectati­vas, condi­ciona el pensamiento personal político; tanto como condi­ciona nuestra calidad de vida la sexualidad sana o en­ferma…
Tampoco debe extrañar, por el mismo razonamiento, que muchos vean el beneficio de la dictadura comunista construida desde las ba­ses sólidas aportadas por egregios pensadores sociales. No en balde en la extinta Unión Soviética, según las encuestas, más del 50% de los rusos lamenta la desintegración del anterior Estado. Pero es que si prestamos atención a China y seguimos su deriva, hay que ser muy obtuso para no apreciar una inteligencia superior que sólo los ricos y los acomodados del capitalismo atroz ven co­mo merecedora de toda proscripción. China, nación que, desde una estricta restricción de las libertades públicas y gracias a no haber permitido injerencias externas a lo largo de 60 años, ha ido desarro­llando sus planes sociales y sus programas económicos previstos en el ideario comunista, hasta enlazar con prácticas propias del sis­tema capitalista pero controladas. China, que, con casi un cuarto de la población del planeta y por consiguiente con un cuarto de la “razón” discursiva si nos movemos en función de las mayorías que exige el razonar de la democracia burguesa, bien merece ser tenida en cuenta como modelo a la hora de valorar los muchos aspectos en­tremezclados que encierran la política, la economía y la socio­logía en los dos sistemas del binomio dictadura-democracia. La de­mocracia es deseable en comparación con la dictadura, sólo si fun­ciona con todas las garantías y tanto la población como la justi­cia como los dirigentes de toda clase se ponen de acuerdo para per­feccionarla…
En resumidas cuentas, en ese otro binomio clásico libertad-seguri­dad, entendida la libertad como impulso de contestación pública a los errores o defectos del poder establecido, y la seguri­dad como co­bertura universal de las necesidades básicas del indivi­duo en su sociedad, aunque por el momento sólo sean conclusiones de laborato­rio no cabe duda de que sólo quienes tienen su vida mate­rial asegurada o blindada han de optar por la libertad que ellos po­seen pero no la disfrutan los demás. Pero en España, la fuerza des­plegada en todas direcciones por todos cuantos ya están acomoda­dos es tal, que sofoca la más leve tentativa por salir del la­beríntico sistema económico arropado por un sistema político que perpetúa los derechos, las prebendas y las ventajas de todos cuan­tos ya los po­seen.
Razones todas por las cuales es muy comprensible que ni la demo­cracia, ni la monarquía ni el libre mercado, los tres fallidos, que es­tas generaciones están viviendo en España, puedan satisfacer las mínimas expectativas que se esperaba al finalizar la dictadura. Y también, que en la España que proviene de una plataforma dictato­rial y semi teocrática (al igual que Rusia de otra dictatorial a secas sin basamentos religiosos), millones de ciudadanos han de sen­tirse lo suficientemente defraudados como para volver instintiva­mente la mirada atrás y comparar…
La democracia clásica vivida en los demás países europeos resistirá por mucho tiempo los embates de un pensamiento alejado de las ideas de mercado libre, de la monarquía o de la república, pues se van desenvolviendo con mayor o menor éxito y todos com­prometi­dos en la idea de cerrar filas en torno al mismo sistema. Pero en paí­ses como España donde la corrupción política, la judi­cial y la em­presarial vienen dominando la escena pública, acompañadas de un empobrecimiento progresivo y dramático de gran parte de la po­blación, quienes se dedican a la politica con las mejores intencio­nes, tarde o temprano deberán sopesar la progre­siva decantación de millones de personas por una nueva dictadura que, entre nosotros, no sería de corte marxista, sino una reproducción de la una, grande y libre compartida por dos o tres fuer­zas políticas… Eso sí, min­tiendo bellacamente a Europa y a la Comunidad a todas horas hasta que la vergüenza que suelen tener los dirigentes de los países euro­peos pero de la que suelen carecer quienes acostumbran a dominar en España, y las propias finanzas, dijeran ¡Basta!

Esa persona sin hogar que se parece tanto a usted

Marga To
(publico)
sin techo1El ‘sinhogarismo’ es un problema de vivienda, no de asuntos sociales. Mientras la especulación inmobiliaria avanza, crece el número de personas sin hogar en toda Europa. En España el 16% de los ciudadanos y ciudadanas que carece de techo acude cada día a un puesto de trabajo, una situación inédita en la historia.
María se quedaba despierta cada noche en la calle. Durante meses en los que apenas dormía, salvo algunos instantes por el día, si encontraba un rincón en el que sentirse a salvo. “Vivir en la calle es especialmente difícil para una chica, estás expuesta a inseguridad, a posible violencia. No estás acostumbrada. No podía permitirme dormir”.
María tiene 26 años y ha encontrado en Barcelona una habitación de realquiler para quedarse y un trabajo con el que consigue pagarla y mantenerse firme con lo básico. ¿Cómo ha sido su historia? “Me independicé muy joven”, relata, “mi ambiente familiar era conflictivo. Me quedé sin familia. Tuve una pareja, pero no salió bien. Me separé. Al poco perdí el trabajo y me hundí. Era una crisis económica y emocional. No sé si llegué a tener una depresión, pero estaba angustiada y sola. Dejé el piso porque no podía pagar el alquiler. Por muchos trabajos que tanteaba no conseguía suficiente ni para un cuarto compartido y me vi en la calle”.
¿Qué hace entonces? “Al principio es un estado de shock, no te crees lo que estás viviendo. No sabes qué hacer, a dónde ir. Ni siquiera dónde dejar tus pocas pertenencias o cómo encontrar comida. Buscaba, pero tocaba puertas erróneas. De día una es capaz de hacer cosas, pero al llegar la noche pierdes la esperanza”.
Una de esas noches en vela alguien le dio la dirección de unos servicios sociales de emergencias 24 horas. “Fui, me escucharon y me ofrecieron un sitio para estar. Aunque esa no es la solución, es algo temporal, no puedes permanecer tiempo. Muchos se quedan atrapados ahí. Yo pude entrar al Sant Joan de Déu en donde me dieron techo, un cuarto para mí sola y acompañamiento hasta que ahorré, encontré un empleo y me recuperé a nivel psicológico con una terapia. Sentía frustración, rabia. Tenía cosas que sanar, que perdonarme y perdonar. La etapa de quedarte en la calle es la última de muchos problemas anteriores, es el último escalón”.
No es sencillo encontrar cifras coincidentes, pero en España entre 31.000 y 40.000 ciudadanos y ciudadanas carecen de un hogar. El primer dato corresponde a la Fundación RAIS y el segundo a Cáritas y a la Federación de asociaciones y centros de ayuda a marginados (Faciam). Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística (INE) contabiliza casi 23.000 usuarios y usuarias de centros asistenciales. Y la Estrategia estatal integral para personas sin hogar cifra al menos 8.000 que viven en la calle.
Depende de cuántas de las cuatro situaciones de exclusión residencial (denominada Ethos, European Typology on Homelessness and Housing Exclusion) definidas por la Federación europea de asociaciones nacionales que trabajan con personas sin hogar (Feantsa) —sin techo, sin vivienda, con vivienda insegura o con vivienda inadecuada—se incluyen en el cómputo.
La primera es la más evidente, es la punta del iceberg, pero alguien que vive en un coche, o en una chabola o que va de sofá en sofá es también una persona que carece de hogar. “Por cada persona que vemos durmiendo en la calle hay muchas más que no se ven. Por ejemplo, suele decirse que hay más hombres que mujeres sin hogar. En la calle es así, son dos de cada diez, una mujer es todavía más vulnerable que un hombre en la calle, aunque va creciendo, pero en el sinhogarismo oculto, en la infravivienda insegura, hay más mujeres que hombres”, expone Laura Guijarro, antropóloga, representante española de Feantsa y responsable de incidencia del Sant Joan de Déu Servicios sociales de Barcelona. De hecho, una de las tendencias registrada por el Observatorio Europeo de Sinhogarismo es el incremento de la proporción de mujeres entre las personas sin hogar jóvenes.
El aumento es general. La aplicación sistemática de políticas neoliberales ha desarrollado el problema en toda Europa. En el Estado español más de 16.400 personas ingresan cada día en centros de acogida de emergencia, lo que supone un 20,5% más desde 2014. También ha crecido un 38% el número de individuos que sufren hacinamiento. Según Feantsa, en Austria se registraron 15.909 personas sin hogar en 2015, un 32% más que el año anterior. En Reino Unido el sinhogarismo ha aumentado un 169% en la última década. En Francia, un 17%. En Alemania hay ya unas 860.000 personas sin hogar, un 150% más que en 2014. En Irlanda se calcula que unos 5.250 adultos y 3.124 niños y niñas carecen de vivienda, un 25% más de 2016 a 2017.
¿A qué se debe? La primera respuesta está en la falta de acceso a un techo digno. “El sinhogarismo es sobre todo un problema de vivienda, no de asuntos sociales. Parece obvio y no lo es”, responde Laura Guijarro. “La supuesta recuperación económica comporta un recrudecimiento del mercado de la vivienda. Las soluciones residenciales, incluso las más precarias, son mucho menos accesibles ahora que antes de la crisis. Barcelona y Madrid están entre las ciudades del mundo más interesantes para los inversores inmobiliarios, hay subidas enormes de alquiler, pisos turísticos, y esto no se traduce precisamente en mayor protección al derecho a la vivienda”.
Uno de cada tres ciudadanos con bajos ingresos gasta más del 40% de su salario en pagar su casa. España es el cuarto estado europeo en proporción de hogares con retrasos en los pagos de alquiler o hipoteca (un 13,6% entre los hogares pobres y un 5,2% entre la población total, muy por encima de la media de la Unión Europea, según datos de Feantsa).
Entre las medidas urgentes impulsadas por el gobierno de Pedro Sánchez no se encuentra, de momento, la regulación de los precios del alquiler, fundamental, según los Sindicatos de Inquilinos e Inquilinas de Madrid y Barcelona. Reclaman regular el precio del mercado para que las 3,5 millones de familias que viven de alquiler en España no se vean sometidas al riesgo de expulsión mediante desahucios judiciales por impago, o a través de los cada vez más frecuentes desahucios invisibles, motivados por el aumento inasumible de la renta, en los que ganan protagonismo los fondos buitre y las Socimis. Mientras, en España hay 3.4 millones de casas vacías, una tercera parte del total europeo, y los salarios crecen seis veces menos que las rentas de alquiler.
El 16% de las personas sin hogar acude cada día a un puesto de trabajo
Precisamente, la segunda respuesta al origen del sinhogarismo es un mercado del empleo fragmentado y excluyente. Desde la reforma laboral de 2012 impulsada por el Gobierno de Mariano Rajoy ha aumentado un 25,1% el número de contratos temporales y se ha producido un descenso salarial sin precedentes. El 16% de las personas que carecen de hogar acuden cada día a un puesto de trabajo remunerado. En 2013 era el 5% del total. Según Guijarro, “esto se ve ahora por primera vez en la historia, antes no había personas con un empleo viviendo en la calle. La función social del empleo es dar seguridad, pero en esta generación se ha truncado. Tener un trabajo remunerado y estar en la calle es el absurdo. El 40% de los usuarios y usuarias de Sant Joan de Déu tienen un trabajo asalariado y no pueden pagarse una vivienda. Cobran menos de 500 euros al mes y están condenadas a estar en un centro residencial. Es un pez que se muerde la cola.
“No puedo permitirme una habitación en un piso compartido porque no podría pagarla y eso sería volver a empezar”
Hay muchas personas bloqueadas en esa situación. Gente que ha terminado su proceso dentro de un centro residencial, que se ha podido recuperar de las secuelas de la calle y que está preparada para tener una vida autónoma, pero no puede. Si una habitación en Barcelona cuesta 400 euros y tienes que pagarte casi trescientos euros del seguro de autónomos, pagar gasolina y mantenimiento de tu vehículo, porque eres repartidor, es que es imposible”.
Es el caso de Vicente (nombre ficticio): “Tengo un trabajo pero, de momento, no puedo permitirme una habitación en un piso compartido porque no podría pagarla y eso sería volver a empezar. Así que ahorro”.
Vicente, de origen nigeriano, trabajaba en un barco con destino a Liverpool cuando decidió bajarse en España. Era 1995 y le atraía la imagen de un Estado turístico en pleno despegue económico. Le aseguraron que encontraría empleo rápido en cruceros. Descendió en Alicante y empezó a buscar.
“Pronto comprobé que no era como me habían contado, que no había cruceros y que no era lugar para un extracomunitario”, relata. “Decidí estudiar inglés en una academia para tener alternativas. Allí conocí a una mujer española, nos enamoramos, tuvimos dos hijos. Pero acabamos separándonos. Encontré trabajo en Suiza. Estando allí me avisaron de que tenía que resolver un asunto administrativo en España, aterricé en Barcelona y ya empecé a dormir en la calle mientras intentaba resolverlo. Me fui a la Zona Franca, me apunté en servicios sociales. No es fácil entrar, tardan en llamarte, tienes que estar localizable”.
¿Cómo lo recuerda? “Era noviembre, hacía frío. Lo peor es el frío, te enferma, te afecta psicológicamente. Por suerte tenía un saco de dormir que había comprado en Suiza. Dormía en la calle con el saco. Compruebas que es muy complicado no tener un lugar donde vivir. Hay duchas públicas, sitios en donde te dan comida… pero cada cosa está en un punto y no tienes dinero para el autobús o para el metro. Te gastas lo poco que consigues solo en moverte por la ciudad para sobrevivir. Dejas de ducharte todos los días. Acabas yendo sucio y eso causa rechazo. Y vas cargando con tus cosas. Me hablaron de un lugar en el Raval en donde te ayudaban a guardarlas, pero aunque consigas algo así, llevas bolsas. Si vas a un sitio donde el horario para darte comida es de diez a once de la mañana, te guardas algo para la noche en una bolsa”.
El distrito centro de las ciudades concentra buena parte del sinhogarismo en situación de calle, porque hay más anonimato y porque la mayoría de los recursos para personas sin hogar se concentran en esa zona. “¿Hasta qué punto no prefijamos la ruta de las personas sin hogar?”, se preguntan en conversación con Público desde la Asociación Moradas, entidad madrileña que trabaja desde el feminismo por la erradicación del sinhogarismo. “La ruta de los bocadillos, por ejemplo. Un bocadillo no saca de la situación de sin hogar, es la vivienda digna la que lo hace. Solo se ponen parches, no hay estrategias, es una dejación de funciones de la administración”.
“Tenemos mucha gente condenada a la irregularidad administrativa en nuestros municipios”
Según el reciente estudio de Rais La discriminación como barrera de acceso a los recursos, el primer escollo para recibir en igualdad recursos sociales, económicos y sanitarios es la falta de flexibilidad en las normativas relacionadas con la documentación, como la del empadronamiento. Aquí se incluye el problema derivado de la obligada rotación en alojamientos como albergues, convertidos en puertas giratorias, espacios alternantes de los que no se sale. Es lo que Feantsa denomina “riesgo de alberguización” producto de políticas que ignoran las causas estructurales de la pobreza y no actúan para garantizar el derecho a la vivienda. Rais insiste en la necesidad de encontrar nuevos canales para hacer llegar la información a las personas sin hogar y aumentar el número de equipos de calle.“
“Tenemos mucha gente condenada a la irregularidad administrativa en nuestros municipios”, dice Laura Guijarro. “Eso hace que no puedan encontrar ni vivienda ni empleo. Es el caso de la proveniente de los flujos migratorios. Ha aumentado su criminalización. Los discursos políticos racistas se alimentan de esto”.
A José Manuel Caballol, director general de Rais, le parece “peligrosísima” la deriva de la extrema derecha “en toda Europa”. “En Hungría han hecho delito dormir en la calle. Les ponen multas que les imposibilitan cualquier recuperación, porque en cuanto tenga un domicilio le vendrán todas las multas. Fomentan el odio al pobre. Aquí tuvimos la fortuna de que la Fundéu nombrase palabra del año 2017”.
“Las personas sin hogar lo único que tienen en común es que carecen de una vivienda”, explica Laura Guijarro. “Son las causas estructurales las que las han llevado a eso. No son las personas con comportamientos extraños y desviados que queremos ver para culpabilizarlas. No hay que hablar de vagabundos, mendigos, indigentes y otras palabras despectivas. Hay que hablar de la situación, el sinhogarismo, para empezar a hacer visible el verdadero problema: la vulneración del derecho a un techo cada vez más extensa”. De hecho, la Estrategia estatal integral 2015-2020 especifica que las personas sin hogar tienen “rasgos demográficos cada vez más similares a cualquier persona ‘integrada’ en la sociedad”.
Al lado de un creciente número de jóvenes, cada día hay también más hombres y mujeres mayores de 45 años que se quedan sin casa y sufren discriminación.
Cada seis días muere una persona en la calle. Cada dieciocho días, con violencia. Según datos de Rais, la mitad de las personas sin hogar ha sufrido violencia o aporofobia. El 87% de estas agresiones no se denuncia. Más de una de cada cuatro mujeres sin hogar se encuentra en esta situación por haber sufrido violencia.
Según detalla la Asociación Moradas, en la realidad oculta de las mujeres sin un techo seguro “el problema está muy relacionado con la violencia de género, pero no se suele abordar. Según el INE es la primera causa de abandono del hogar. La siguen sufriendo las mujeres que viven en la calle o en albergues. Los centros de acogida han sido concebidos para hombres, ellas tienen que entrar por ese aro. No hay un especialista en violencia de género o un psicólogo que lo detecte y ayude a encontrar otro camino. Hay mujeres que nos dicen: “Prefiero que me pegue uno a que me peguen todos”, es una estrategia de supervivencia límite”.
La estrategia Housing First
El único país que ha conseguido reducir hasta casi erradicar el sinhogarismo es Finlandia. ¿Qué hace diferente? Diseñar una estrategia política estatal en la que se implicaron todos los actores sociales desde finales de los 80, “así que nos llevan treinta años de ventaja”, apunta la representante española de Feantsa, Laura Guijarro. “Necesitamos políticas estatales o, como mínimo, de comunidades, porque una ciudad sola no tiene capacidad para acabar con el sinhogarismo. En Barcelona hay casi 1.000 personas durmiendo en la calle y la estrategia estatal para luchar contra el sinhogarismo ni siquiera tiene presupuesto”.
RAIS trabaja desde hace cuatro años junto a la asociación Provivienda para desarrollar en España la metodología Housing first, que nació en Estados Unidos en los 90. “Nuestro foco son las personas que están peor, las 8.000 que no acuden a los centros de acogida ni a los albergues”, detalla José Manuel Caballol. “El Housing first consigue ofrecer de manera permanente a estas personas una vivienda incondicional. Tienen que aceptar una visita semanal y cumplir la ley de arrendamientos urbanos, como todo el mundo.
Del resto, solo le ofrecemos a la persona lo que cree que necesita. Le vamos proporcionando recursos de baja exigencia y menor calidad en la calle y a medida que se compromete le ofrecemos recursos de mayor calidad. Hay personas que tienen pensiones no contributivas o rentas mínimas y aportan el 30% de sus ingresos. Estar domiciliado es asegurar pensión sanitaria de manera regular, es tener la posibilidad de gestionar la prestación que no has podido en la calle y estar lejos de personas que agreden y llegan a matar. Además, hay un alto porcentaje que recupera sus relaciones familiares una vez que tienen una casa”. Sin embargo, tal como analiza Guijarro, “el éxito no es el Housing first sino lo que se hace antes, el evitar que nadie llegue a la calle”. “Finlandia invierte en prevención, tiene un parque de vivienda social de un 20%. En Barcelona es del 1% (aunque la Generalitat ha validado la medida aprobada por el Ayuntamiento de Barcelona de destinar un 30% de las nuevas edificaciones a vivienda social). Nosotros hemos tenido que recurrir al mercado privado para alojar a las personas a las que acompañamos”.
Según sus datos, Finlandia reconvirtió los albergues en apartamentos individuales: de tener 65 apartamentos independientes en el año 1985 pasó a 2.433 en el año 2016. “Es difícil que una persona se caiga del sistema y los que se quedan fuera los realojan, les ofrecen vivienda y acompañamiento. Pretender acabar con el sinhogarismo solo a través del Housing first no tiene sentido. Mientras haya gente que no pueda pagar alquiler, incluso aunque tenga un trabajo, seguiremos así”.El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha comprometido a revitalizar la Estrategia nacional integral para personas sin hogar 2015-2020, paralizada desde el inicio.
El director general de Rais tiene “el convencimiento” de que los compromisos adquiridos “son verdaderos”, “aunque ni ellos mismos saben cuánto tiempo tienen”. “Lo primero es que haya una partida en los Presupuestos Generales del Estado para el sinhogarismo”. El año pasado el Grupo Socialista ya presentó una enmienda que rechazaron PP y Ciudadanos. “Lo segundo es crear una comisión interministerial para sinhogarismo”. Las políticas de vivienda se han dirigido históricamente en el Estado español a generar actividad económica, crediticia e inmobiliaria, y a crear empleo, no a favorecer un lugar digno donde vivir. Es significativo que la primera Ley de regulación y uso del suelo y ordenación urbana de 1956 dependía del Ministerio de Trabajo. “No vamos a ser capaces si actuamos solo desde Servicios Sociales. Tiene que estar presente Vivienda. En Francia ya lo hacen así, en Finlandia es Vivienda quien está liderando el proceso. Este método es más barato que el tradicional, más barato que una plaza en un albergue y ahorra al sistema: en Francia se ahorra 2000 euros por persona”.
“A quien se quede sin hogar me gustaría animarlo a que se mantenga fuerte y busque ayuda”
“No somos Finlandia pero creemos que se pueden hacer muchas cosas”, dice Laura Guijarro. “Hace falta entender que muchos de nosotros sufrimos a lo largo de la vida situaciones de exclusión social, aunque no lleguemos nunca a la calle. Nos quedamos en paro, nuestro proyecto familiar se rompe o vemos aspectos importantes de nuestra vida truncados. Es el conjunto de situaciones de exclusión el que lleva a la calle”.
“Hoy estás normal en tu casa y mañana la vida se te rompe y acabas durmiendo en la calle”
Antes de regresar al trabajo Vicente reflexiona: “Mientras estés vivo no puedes decir de esta agua no beberé, te puede pasar, te puedes quedar en la calle. Si te pasa, hay que intentar mantener la calma y buscar ayuda, aunque sea lenta. Es verdad que encuentras más recursos en una gran ciudad como Barcelona. Lo normal es que en los sitios para dormir te puedas quedar como mucho un mes. A mí en el Sant Joan de Déu me resucitaron de la muerte. Aquí me han ofrecido ayuda integral y puedo estar hasta que mi empleo sea más estable. Es una segunda oportunidad de vida”.
En esto coincide María: “A una persona que pierda su techo me gustaría animarla a que se mantenga fuerte y ojalá logre no caer en la trampa de las drogas o el alcohol o hacer algo inoportuno. Es muy duro, pero seguro, seguro, que podrá salir de la calle si da con la ayuda adecuada. Yo he podido coger las riendas de mi vida. A los responsables políticos les diría que se pongan en ese lugar, que nada es 100% estable, que hoy estás normal en tu casa y mañana la vida se te rompe. Hay que hacer políticas que impidan llegar a ese punto y, si sucede, darle solución”.

Violencia machista. Las organizaciones feministas se movilizan contra la ultraderecha: “Nuestros derechos no se negocian”


  • Marisa kohan

    Basta“Negar la existencia de la violencia de género es como negar el holocausto nazi”, afirman las organizaciones en la presentación del manifiesto “Ni un paso atrás”. Exigen a PP y Ciudadanos que no negocien con la extrema derecha.
    “Nuestros derechos no se ponen sobre la mesa ni se negocian y no vamos a permitir ningún retroceso”. Así de rotunda se mostraba este martes Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, en el inicio de la presentación de un manifiesto firmado por más de un centenar de organizaciones y plataformas de todo el estado español. Una respuesta contundente de las organizaciones feministas, que fue leído y presentado simultáneamente en más de 20 ciudades de nuestro país.··· Ver noticia ···
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