FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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sábado, 20 de octubre de 2018

La estrategia anti-Francisco de la derecha

La estrategia anti-Francisco de la derecha

Este es uneditorial de la revista estadounidense NCR- National Catholic Reporter. Está escrito con rigor y prudencia, pero descubre lo que suponíamos: que lo de Viganò no fue un escrito personal de un nuncio acostumbrado a hacerse el mártir y confundir su revanchismo con la denuncia profética. Viganò fue manejado por poderosos representantes del ultraliberalismo a quienes le molesta mucho la figura y acción de Francisco en todo el mundo. AD.
La refutación concisa y bien redactada del cardenal Marc Ouellet de la ahora infame carta de Viganò es el punto necesario para reventar la burbuja de mezclas fabulistas que giran alrededor de la extrema derecha católica. Esas teorías, que no pasarían por una mala ficción, son fácilmente reveladas como intentos torpes de desacreditar al papado de Francisco.

Ciertos problemas sociales y el silencio de los obispos

José María Urio Ruiz de Vergara
Notas para los obispos, …, con muy buena intención
1ª), ¿Han oído hablar de desahucios? En la actualidad es uno de los principales problemas sociales, y de los más acuciantes. Hace unos años eran causados, generalmente, por las hipotecas solicitadas para comprar pisos, que no se podían pagar, con el paso del tiempo, y la crisis. Ahora es más hiriente y triste el problema.
Ya no se trata del pago de hipotecas muchas veces draconianas, sino de algo más sencillo, más de andar por casa: del arrendamiento, y del pago de los alquileres. Hace unos años el PP cambió la ley, en un magnífico regalo a tantos propietarios de pisos, que no los usan para vivir al calor del hogar, que lo tienen en otros lados, más acogedor y holgado, sino para especular.
Ante la facilidad y la suculencia del regalo surgieron los “fondos buitre”, que compran decenas, y hasta centenas de pisos, y no terminan ahí su ya de por sí generosos negocio, sino que con motivo de la compra, suben el valor del arrendamiento de manera astronómica. Hoy, en España, pasan de los 250 pisos los que los arrendatarios tienen que abandonar al día, muchas veces, la mayoría, sin sabe a donde ir. Muchos de los afectados, aun acabado oficialmente el contrato, siguen morando en el piso, pagando el alquiler que pagaban antes de la maniobra maquiavélica de los compradores especuladores, y esperando, y luchando, porque cambie una ley, que es, a todas luces, inicua e injusta.
La mayoría de estos inquilinos son católicos. Y si no lo fueran, ¿qué, habría que dejarlo que se pudran y desesperen? LA pregunta es: ¿algún obispo, en su diócesis, ha escrito una carta pastoral denunciando este problema, y animando y dando esperanza a los que lo sufren dramáticamente? Porque hay mucha diócesis con este desajuste, en unas más que en otras. Pero no tardará el momento en que sea mejor que la Conferencia Episcopal tome cartas en el asunto. Por causas parecidas ya se han pronunciado los obispos de la rica Alemania, y los de Holanda, y Francia, y Brasil, y un largo etc.
2ª) ¿Están de acuerdo con la implacable tarea de bloqueo político de las fuerzas de la derecha, abusando despiadadamente de su mayoría absoluta, en contra de programas, proyectos y leyes que son, con bastante evidencia, favorables a las capas más bajas de la población? ¿De verdad no tienen nada que decir? ¿No hay ni un obispo que se sienta afectado y dolorido por esta situación?
3ª) ¿Posee más fuerza y más urgencia social el asunto de las inmatriculaciones de bienes inmuebles, a favor de la Iglesia, y la protesta por parte de la jerarquía de la misma, ante lo que considera una tentativa de usurpación por parte de los poderes públicos, hasta llegar a la queja de un miembro de la CEE, o con voz en la misma, que llegó a afirmar que “se avecinaban tiempos que nos iban a recordar los de Mendizábal”, que los insufribles males de la pobreza energética, los salarios miserables, y la dificultad para vivir en una morada digna?

El preparador en España

Redes Cristianas
Jaime Richart,antropólogo  y jurista
La primera condición del librepensador es prescindir de todo prejuicio. Liberarse en lo posible de las ataduras que las numerosas capas de culturización que desde la cuna han ido cubriendo su mente virgen atenazando su pensar, su primer y casi único manda­miento. En el librepensador no hay mons­truos de la razón. Si acaso, cuando piensa y es­cribe puede encontrarse bajo el efecto de una crisis emo­cio­nal de melancolía o de creativi­dad. Pero si además de li­bre­pensa­dor es humanista, y entiendo que ambos sustan­tivos son sinó­nimos, su propósito es cuestionar todo con­venciona­lismo cultural y social que no pro­venga del res­peto y ad­hesión a los principios recogidos en la Declara­ción de los dere­chos del Hombre y del Ciudadano, de 1795, y en la Decla­ración Universal de los Derechos del Hombre, de 1945.
Todo lo demás, toda otra afirmación so­bre cuestiones socia­les y cultura­les podrá tener sentido para un círculo  cultural o intelectual concreto, incluso podrá impo­nerse a los círculos o pensamientos colindan­tes física, territorial o moralmente por razones pragmáti­cas o de afinidad entre culturas y proxi­midad de intereses comunes, podrá ser solip­sista, pero si no  es universal, si su escritura carece de valor universal, difícil­mente será un razonar librepen­sante…

La idea del librepensador es propositiva, formula toda idea como proposición, si se quiere como sugerencia, pero en modo alguno como aserto. Será filosófica, didáctica o mo­ral, o incluso banal, pero sin propósito de adoctrinar a las concien­cias. Pero siempre está presente un implícito interés moralizante de divulgar, cultivar y ahondar los prin­cipios éti­cos universales de las dos Declaraciones uni­versales huma­nistas. Su idea, sus ideas son la destilación de un diá­logo, de una partida de ajedrez consigo mismo tras otra en cuantos temas aborda. Por lo que el único verbo que con­juga es relativizar. Proscribe todo abso­luto, toda rotundi­dad, toda categoría, todo apodíctico (lo “necesariamente verdadero”) que sólo existe si acaso en la teología cristiana. Gravita exclu­sivamente en torno a la idea central de que cada ser humano, sea cual fuere su con­dición social y carác­ter, es igual a otro y que por consi­guiente es su semejante; que nadie merece más respeto y de­ferencia que los que per­sonalmente se ha ga­nado el indi­viduo por sus acciones no­bles o creativas, que viene a ser lo mismo, y el reconoci­miento ajeno si concurre una es­pecial circunstancia de or­den práctico pero coyuntu­ral. Siempre orientado a propi­ciar el consenso colectivo, el con­tento y el bien común, el li­brepensador empieza pen­sando en los desposeídos…

Dicho lo anterior, que nadie espere del librepensador ideas y reflexiones presididas por el respeto a otras ideas, a perso­nas, o instituciones por el hecho de ser o pasar por no­tables. Su declaración personal de intenciones tácita a la hora de plasmar las ideas resultantes en completa libertad de pensa­miento, pasa por desvincularse de toda obliga­ción material o moral que no provenga de los principios in­forma­dores de su persona y carácter. Es profunda­mente so­lipsista.

Ya sé que pensar por cuenta propia dejando a un lado todo prejuicio no sólo provoca la enemiga de tantos que si­guen las directrices marcados por otros, y tampoco garan­tiza la con­secución de la verdad que asimismo no existe salvo en apariencia. Pero también sé por experiencia propia que la sen­sación de íntima libertad que experi­menta el librepensa­dor está próxima a un estado interme­dio entre la excitación neuronal y la serenidad que las reli­giones monoteístas pro­meten a sus epígonos ingenuos…
Pues bien, desde el librepensamiento es preciso conmocio­nar a las conciencias con la idea de que sólo cuando Es­paña se li­bere del peso muerto y de la tiranía de la religión vati­cana, como Inglaterra y Alemania y luego parte del mundo se libe­raron del yugo de esa institu­ción y de sus abe­rracio­nes en pasados siglos: sólo cuando España vea en la monar­quía restau­rada una barrera infranqueable que di­vide a la so­cie­dad profundamente, una monar­quía que no ha puesto el me­nor empeño desde su restauración en acreditarse y ga­narse al pueblo, y sólo cuando España se li­bre del influjo ne­fasto de la concepción global de la dicta­dura pasada apli­cada al presente histórico… estará en condi­ciones de entrar en la postmodernidad

Coherencia

Redes Cristianas
Buscamos la coherencia:
1. Sentido de la búsqueda.
Los seres humanos, siempre estamos en actitud de búsqueda. Porque no partimos de una clarividencia en la política, en la ética, en nuestra fe. Solemos ir “a tientas”. Porque partimos de una situación de dudas y perplejidades. Y dentro de la oscuridad que nos envuelve nos esforzamos en aclararnos algo en estos temas. Por eso venimos aquí a pensar, a dialogar y debatir para tener un mínimo de claridad.
Es una actitud permanente de búsqueda de la verdad, si queremos avanzar en nuestra madurez. Porque somos personas que nos estamos haciendo, nunca estamos hechos del todo, aunque tengamos 135 años. Sin embargo, queremos pensar, queremos acertar en nuestros compromisos, en nuestro proyecto de vida. Buscamos porque estamos inquietos y queremos gozar de una cierta paz interior, de una cierta calidad de vida, a pesar de las dificultades y problemas.
.2. Sentido de la coherencia.
La coherencia es una actitud ética elemental para una persona que quiere proceder en conciencia. Una persona es coherente cuando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones van en la misma dirección y están relacionados entre sí y conforme a un modelo de ser humano. Es frecuente considerar que los elementos coherentes son compatibles entre sí; en concreto, si la forma de pensar de decir y hacer es compatible con su forma de ser, de irse haciendo, con su manera concreta de vivir, de desarrollar su personalidad, su profesión, su familia,, su compromiso.
La pregunta que se puede hacer es ésta: ¿hay conexión entre sus pensares, sus decires y sus acciones? ¿hay contradicciones entre sus actitudes y sus comportamientos profesionales, religiosos, políticos, éticos?, o, por el contrario, ¿existe un cierto equilibrio? Por ejemplo, pensar y estar más o menos convencido de lo nefasto que es la sociedad de consumo, y luego en la práctica seguir consumiendo cosas innecesarias, seguir los modos y las modas de comprar. Si se piensa que es bueno ‘darse la buena vida’, ¿por qué se tiene reparo en exponer este pensamiento ante los demás? ¿por qué se tiene reparo en proceder así, por una conciencia de culpabilidad de no actuar por lo más duro, por lo más costoso? Se trata de una dialéctica difícil de vivir.
El pensamiento no es algo diferente de los sentimientos ni de las actitudes; no voy a hacer un análisis psicológico del pensamiento, pero es elemental que nuestra manera de pensar no puede ser nunca químicamente pura, no puede ser ajena a lo que cada uno ha vivido desde su infancia, y sigue viviendo; cada uno elige sus pensamientos, elige sus libros, su música, se va formando su modo de pensar conforme a unos autores que prefiere y deja a otros, lo mismo que elige sus películas, sus comidas, sus amigos o sus vacaciones. Cuando uno defiende una manera de pensar, hay algo más que pura abstracción mental, es toda una manera de ver el mundo, de interpretar la realidad, desde su sentir, desde su vida. Tal vez sea la expresión de un estar despierto o estar medio dormido. ¿Es un pensamiento crítico, o es repetir lo que todo el mundo dice o piensa? La formación del pensamiento en los múltiples temas que nos rodean es algo muy complejo; nunca está hecho de todo, siempre se está haciendo. ¿Cómo formularías tú, tu pensamiento político, tu pensar cristiano, o indiferente, o tus propias convicciones?
Las palabras son, de una forma o de otra, expresión de una determinada forma de pensar. Se piensa una realidad, y se expone con palabras esa manera de ver la realidad. Lo difícil es decir siempre lo que se piensa, suponiendo que suele pensar seriamente lo que dice. Porque hay personas, situaciones o entornos en los que la llamada “prudencia” aconsejan callar, o envolver el propio pensamiento en papel de celofán, o sencillamente decir algo distinto o lo contrario de lo que se piensa. El decir lo que se piensa es ya una valentía y una postura de cierta gallardía. Es la ética. Solemos tener miedo de decir lo que pensamos, por aquello de quedar bien o el qué dirán. Las palabras son el vehículo imprescindible de la comunicación humana. Es necesario, creo yo, un esfuerzo por saber decir las cosas, por tratar de definir, de esclarecer lo que queremos decir. Podemos producir confusión o producir claridad.
Los hechos, las actuaciones, los comportamientos, son harina de otro costal. ¿Se sitúan en la misma línea del pensamiento y la palabra? O ¿cada una va por su lado? Ser personas coherentes quiere decir que su pensar, su decir y su actuar van en la misma dirección. Se puede llamar esta coherencia a eso de “ser consecuentes”; y es muy difícil ser consecuentes, tanto más cuanto los valores éticos son más elevados. Hay que tener en cuenta que “si no vives como piensas, acabarás pensando como vives”. No se puede separar el pensamiento de la vida. ¿Existe una misma línea entre lo que se piensa, lo que decimos y el voto que emitimos en unas elecciones? ¿Nuestro compromiso, el que sea, es fruto de esta coherencia? ¿Tenemos una mínima coherencia de nuestro pensar y sentir, con el partido o sindicato o asociación, con el que nos sentimos más o menos afines, sin pretender una total coincidencia que nunca se dará? El refrán español es elocuente: “Si no vives como piensas, acabarás pensando como vives”.
Por último, la coherencia ético-política significa aceptar el hecho del pluralismo político de ideologías y morales, que nos lleva a una actitud ética de tolerancia. Como es más fácil la postura del dejarse llevar, del conformismo, de adaptarse, de no sobresalir, pienso que habría que insistir mucho más en una postura de insumisión y disidencia: es decir, en posturas críticas. Criticar a la sociedad supone aplicar seriamente el principio de tolerancia; este principio es la orientación básica de una persona que es coherente con la situación del país que quiere vivir en democracia.
La falta de coherencia se traduce en falta de credibilidad, en los partidos políticos, en las instituciones, en los Estados y en cualquier persona.
Denunciamos la falta de coherencia de muchos Estados que han firmado la Declaración Universal de los DDHH, la han incorporado en su ordenamiento jurídico, y luego, tienen una praxis política en la sociedad civil, completamente distinta.
Denunciamos la falta de coherencia de muchos políticos que llevan un parlamento y una praxis muy alejada de la que hacen gala en sus declaraciones.
Denunciamos la falta de coherencia de la Iglesia Católica por llevar una praxis regida por el poder, el prestigio y el dinero que se aparta completamente del mensaje inicial del Evangelio.