FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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viernes, 12 de julio de 2019


Domingo 14 de Julio 15º Ordinario

KOINONIA

Primera lectura. La época del destierro fue para Israel una situación que confrontó el modelo de Alianza entre Dios y su pueblo, como principio de cambio y conversión. Esta conversión incluye la vuelta personal a Dios y el cumplimiento de todos su mandatos, “con todo corazón” como pide Dt 6,4.
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15 Tiempo ordinario – C (Lc 10,25-37)

José Antonio Pagola 

NO PASAR
DE LARGO

«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Esta es la herencia que Jesús ha dejado a la humanidad. Para comprender la revolución que quiere introducir en la historia, hemos de leer con atención su relato del «buen samaritano». En él se nos describe la actitud que hemos de promover, más allá de nuestras creencias y posiciones ideológicas o religiosas, para construir un mundo más humano.
En la cuneta de un camino solitario yace un ser humano, robado, agredido, despojado de todo, medio muerto, abandonado a su suerte. En este herido sin nombre y sin patria resume Jesús la situación de tantas víctimas inocentes maltratadas injustamente y abandonadas en las cunetas de tantos caminos de la historia.
En el horizonte aparecen dos viajeros; primero un sacerdote, luego un levita. Los dos pertenecen al mundo respetado de la religión oficial de Jerusalén. Los dos actúan de manera idéntica: «ven al herido, dan un rodeo y pasan de largo». Los dos cierran sus ojos y su corazón, aquel hombre no existe para ellos, pasan sin detenerse. Esta es la crítica radical de Jesús a toda religión incapaz de generar en sus miembros un corazón compasivo. ¿Qué sentido tiene una religión tan poco humana?
Por el camino viene un tercer personaje. No es sacerdote ni levita. Ni siquiera pertenece a la religión del Templo. Sin embargo, al llegar, ve al herido, se conmueve y se acerca. Luego, hace por aquel desconocido todo lo que puede para rescatarlo con vida y restaurar su dignidad. Esta es la dinámica que Jesús quiere introducir en el mundo.
Lo primero es no cerrar los ojos. Saber «mirar» de manera atenta y responsable al que sufre. Esta mirada nos puede liberar del egoísmo y la indiferencia que nos permiten vivir con la conciencia tranquila y la ilusión de inocencia en medio de tantas víctimas inocentes. Al mismo tiempo, «conmovernos» y dejar que su sufrimiento nos duela también a nosotros.
Pero lo decisivo es reaccionar y «acercarnos» al que sufre, no para preguntarnos si tengo o no alguna obligación de ayudarle, sino para descubrir que es un ser necesitado que nos necesita cerca. Nuestra actuación concreta nos revelará nuestra calidad humana.
Todo esto no es teoría. El samaritano del relato no se siente obligado a cumplir un determinado código religioso o moral. Sencillamente, responde a la situación del herido inventando toda clase de gestos prácticos orientados a aliviar su sufrimiento y a restaurar su vida y su dignidad. Jesús concluye con estas palabras. «Vete y haz tú lo mismo».

La misa del domingo Domingo XV Tiempo Ordinario (C) 14 de julio de 2019

 SERGIO HUERTA SDB

Lucas  10,25-37 La  duda  es  el  principio  de  la  sabiduría…
 •  El  texto  que  hoy  nos  ofrece  la  liturgia  es  uno  de  los  más  conocidosdel  evangelio:  la parábola  del  buen  samaritano.
•  Todo  empieza  con  la  pregunta  de  un  letrado:  “¿qué  tengo  que  hacer  para  heredar  la  vida eterna?”.
•  Jesús  responde  sencillamente  lo  que  todo  buen  judío  repetía  cada  día  en  sus  oraciones: amar  a  Dios  y  amar  al  prójimo  como  a  ti  mismo  (Dt  6,5  y  Lv  19,18). •  Pero hay más preguntas…  ¿Quién  es  mi  prójimo?  Y  empieza  la  parábola  y  la  revolución  de Jesús… Espectadores  o  protagonistas
•  En la  parábola  quedan  muy  mal  los  “buenos  de  toda  la  vida”…  Y  queda  mejor  parado  un samaritano,  un  extranjero  impuro…  El  samaritano  es  capaz  de  atender  al  hombre abandonado,  ayudarle,  curarle,  buscarle  alojamiento…  invertir  su  tiempo  y  su  dinero…
•  ¿Por  qué  hace  esto  el  samaritano?  Porque  su  corazón  estaba  lleno  de  amor  y  compasión por  los  demás  y  le  da  igual  cuál  es  su  religión,  a  qué  nacionalidad  o  raza  pertenece…  Es  un ser  humano  necesitado…  En  estos  tiempos  de  tanta  intolerancia  es  bueno  recordarnos esto…
•  ¿Nosotros en  qué  grupo  nos  situamos?  Somos  como  el  sacerdote  y  el  levita  y  pasamos  de largo…  ¿respetuosos  espectadores  de  las  desgracias  ajenas?  ¿O  queremos  ser  como  el samaritano  y  ayudar  en  las  necesidades  que  van  apareciendo  en  nuestro  camino?  ¿somos protagonistas  del  cambio  o  pasivos  espectadores? No  hay  peor  ciego  que  el  que  no  quiere  ver…
•  Y es verdad  que  todos  tenemos  muchas,  muchas,  muchas  cosas  que  hacer…  pero  también es  verdad,  como  nos  dicen  tantas  veces  nuestras  madres,  tenemos  tiempo  para  lo  que queremos…
 •  Por  eso,  muchas  veces,  preferimos  hacer  que  no  vemos…  Para  no  comprometernos,  para no  complicarnos  la  vida,  para  no  “mojarnos”…  Mirar  para  otro  lado «Anda  y  haz  tú  lo  mismo».
•  Don  Bosco  repetía  muchas  veces  no  es  suficiente  amar  a  los  chicos,  es  necesario  que  se sientan amados…  El amor es imprescindible ponerlo en las obras…
 •  Jesús  fue  el  buen  samaritano  que  paso  por  el  mundo  haciendo  el  bien…  ¿Nosotros queremos  seguir  en  esa  línea?
•  ¿Nos  implicamos  en  hacer  el  mundo  un  lugar  más  justo  y  habitable  para  todos?  ¿Nos hacemos  prójimo  de  aquel  que  lo  pasa  mal,  que  sufre?

Ha fallecido D. José Muñoz Martínez


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Fallecía en la mañana del 11 de julio en el hospital de Logroño. José Muñoz Martínez, salesiano sacerdote de 85 años. El funeral tendrá lugar el 12 de julio, viernes a las 6,30 de la tarde en Salesianos Domingo Savio de Logroño.

 
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Vivía hace algunos años en la casa de salud de Salesianos Domingo Savio-D. Zatti. En los últimos meses se había debilitado bastante.

La comunidad salesiana y su familia sentimos su muerte y creemos en lo que Jesús proclama en el envagelio: “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mi, aunque haya muerto morirá”. (Jn. 11, 25).

Damos gracias a Dios por la vida y vocación salesiana de nuestro hermano José y le pedimos que lo acoge en su Reino.

Adjuntos

SIN RODEOS ANTE EL PRÓJIMO

col rosario ramos
Lc 10, 25-37
14 de julio de 2019
El Evangelio de este domingo nos presenta la parábola del Buen Samaritano como eje central del mensaje. Es una parábola muy conocida y usada en cuestiones de moral social para enseñarnos cómo situarnos ante las personas que están en situación de necesidad. Muchos creyentes sentimos mucho respeto hacia esta parábola no solo por el compromiso con los que sufren, sino por su contenido provocador en cómo vivir coherentemente nuestra fe.
La parábola del Buen Samaritano está situada entre los pasajes que aluden al viaje de Jesús de Cafarnaún a Jerusalén. Es narrada a partir de un encuentro entre Jesús y un maestro de la ley. Este grupo de judíos eran eruditos en el conocimiento de la ley, pero la practicaban poco. El gesto de levantarse este maestro ya indica su posición de poder desde el status que la estructura religiosa judía le había concedido. El maestro de la leypretende poner a prueba a Jesús. Su manera de acercarse a Jesús ya está condicionada por su objetivo de encontrar argumentos para denunciarle. Claramente se ve en ese diálogo que a Jesús no le interesa entrar en discusión. El maestro de la ley le pregunta qué hacer para alcanzar la vida eterna y Jesús responde remitiéndole a sus conocimientos, a su mundo judío, a encontrar respuesta en sus tradiciones y su universo religioso. El maestro no parece estar satisfecho con la contestación de Jesús porque nada ha dicho que pueda hacer sospechar. Por eso el maestro insiste: ¿Y quién es mi prójimo? Probablemente una respuesta teórica de Jesús hubiera sido motivo claro de enfrentamiento, sin embargo, prefiere una respuesta abierta y susceptible de interpretación. Su inteligente estrategia consiste en responder narrando una parábola. Sobre la cuestión del prójimo no se teoriza, es mucho más que un discurso explicativo, con el prójimo se actúa y no para alcanzar la vida eterna, sino para recuperar su dignidad. Jesús usaba con frecuencia el género literario de la parábola, una composición didáctica que impactaba en el oyente para posicionarse ante diferentes realidades necesitadas de liberación.
En esta parábola aparecen personajes o grupos de personas con sus respectivas actitudes que Jesús pone delante para cuestionarnos en lo que necesitamos mover para vivir más auténticamente nuestra fe.
Por un lado, el hombre herido que es asaltado por unos bandidos. La ruta que hacía este hombre era muy insegura, un camino desértico, solitario y buen refugio para salteadores. Solía haber muchos asaltantes en los bordes de estos caminos, muchos de ellos desesperados ante el empobrecimiento que estaba generando la carga de impuestos que debían pagar al Imperio. Incluso eran grupos organizados y manejados por otros.
El hombre malherido queda medio muerto y es visto por tres personajes que, sin duda, representan tres posiciones que podemos vivir ante la necesidad del prójimo. Estos personajes pasan por donde estaba este hombre y le ven, pero sólo uno reacciona implicándose en la situación. El sacerdote da un rodeo y pasa de largo. Los sacerdotes judíos lo eran por nacer en una familia sacerdotal y no por vocación. Debían vivir en un alto estado de pureza y no tocar a enfermos, sangrados o tener contacto con muertos, muy rigurosos y escrupulosos con estos ritos. Si hubiera tocado a este herido quedaría impuro y no podría celebrar la liturgia. Lo mismo ocurre con el levita. Un levita sería semejante a la figura de un sacristán: para organizar cantos, celebraciones litúrgicas, asistir a los sacerdotes y también lo eran por pertenecer a los descendientes de la tribu de Leví. También ve la situación, igualmente da un rodeo y pasa de largo.
La narración de la parábola se rompe cuando entra en escena un samaritano cuya actitud contrasta y pone en evidencia a los servidores del Templo. Jesús no inventa este personaje de manera casual, hay una clara intención de desmontar los elementos inútiles, perjudiciales y deshumanizadores de la ley. Los samaritanos eran muy mal vistos por los judíos porque creían en otros dioses o en ninguno y no pertenecían al Pueblo elegido. El samaritano no tiene ataduras a la ley, no se centra en su cumplimiento estricto, trasciende las normas paralizantes y es libre de lo más dogmático y cerrado. Su proceso de reacción es una clara referencia a lo que Jesús quiere que vivamos con respecto al prójimo. Primero siente com-pasión, es decir, padecer (sentir) con… Sus emociones se despiertan de una manera empática, se pone en el lugar del malherido y se hace hermano de su sufrimiento. Pero no es suficiente este primer paso. Con frecuencia nos quedamos en este universo emocional, que no está mal, pero raquítico para resolver lo que padecen nuestros hermanos y hermanas sufrientes. Esta com-pasión moviliza al samaritano para actuar. Dice el texto que con miseri-cordia, es decir, poniendo corazón en la miseria y necesidad, actuando de manera concreta y dando de sí mismo mucho más que un sentimiento. Esta es la ruta que Jesús vivió y que somos llamados a vivir todos sus seguidores y seguidoras. Sólo desde esa liberación del ritualismo, del deber hacer de una manera automática, de vivir sometidos a estrechas normas, se puede despertar nuestra capacidad de compromiso auténtico.
No olvidemos que el origen de esta situación parte de un maestro de la ley que busca respuestas para alcanzar la vida eterna, para salvarse. Jesús es radical en su propuesta a través de esta parábola. La salvación o plenitud humana pasa por reconocer mi dignidad y la dignidad de quien tengo al lado, no porque hacer el bien me vaya a “salvar” sino porque es mi hermano, mi hermana, y vamos a “salvarnos” juntos. Mirar al prójimo desde los aspectos más periféricos, sus roles, culturas, ideologías, nos va a conducir a una vida individualista, insolidaria, enfrentada y egocéntrica.
¿Cuáles son esos rodeos que damos en la vida para no hacernos cargo de nuestro prójimo? ¿Qué nos ata de tal manera que nos conformamos con tener la conciencia tranquila porque “sentimos” el dolor del otro? ¿Por qué no terminamos de asentarnos en una fe madura, adulta, comprometida y transformadora? Quizá este domingo sea una oportunidad para intentar liberarnos de aquello que nos paraliza y nos sigue manteniendo en nuestra zona de confort religiosa. Y claro que podemos conseguirlo si conectamos con lo esencial que somos y con quien nos hace SER permanentemente.
FELIZ DOMINGO

SIN PRÓJIMO NO HAY DIOS QUE VALGA

col fraymarcos
Lc 10,25-37
Hoy la primera lectura nos da la clave para entender el evangelio. La voluntad de Dios no viene de fuera, sino que es una exigencia de nuestro ser. Dios no crea al ser humano y luego le impone unas obligaciones. Dios no tiene “voluntad”, porque no tiene partes ni cualidades ni potencias. Es un “ser” simplicísimo. Lo que Dios espera es que despleguemos esas posibilidades (exigencias) que nacen de nuestro ser más profundo. ¡Cuanto fundamentalismo se evitaría si tuviéramos en cuenta esta simple verdad!
El jurista sabía la respuesta, luego no pregunta para aprender, sino para examinar. Jesús se lo hace ver, haciendo que él mismo responda. Lo que no estaba tan claro era quién era Dios y quién era el prójimo. Aquí sí que había y sigue habiendo mucho que aclarar... Jesús habla de superar la Ley como venida de un Dios que desde fuera y desde arriba nos exige normas de conducta que van en contra de nuestros intereses. Como la primera lectura de hoy, Jesús habla de una ley no escrita que llevamos todos dentro y que hay que descubrir.
Solo Lc narra esta maravillosa parábola del “buen samaritano”. Como todas, no necesita explicación. Lo único que exige es implicación. El oyente tiene que tomar partido después de oírla. Si no lo hace, la narración carece de sentido. Se nos invita a descubrir una manera nueva de ser humanos. No basta ser religioso y tener muy buenas relaciones con el Dios del templo, aunque sea sacerdote o levita, hay que hacerse prójimo. La parábola nos propone dejar de considerarse a sí mismo el ombligo del mundo y poner en el centro al otro.
Cuando pregunto, ¿quién es mi prójimo?, presupongo que puede haber alguien que no lo es y tendría que amar solo al que lo es. En algunos casos, en el AT, el prójimo tenía este sentido. La religión judía nació como un medio de aglutinar un pueblo en torno a un Dios, con unas obligaciones que le permitían asegurar una cohesión interna capaz de superar el egoísmo destructor. Para nada pensaban en un amor universal, sino en un amor a los pertenecientes al pueblo, con la finalidad de defenderse de los que no pertenecían a él.
La pregunta presupone que el ser o no ser prójimo depende del otro, o de las circunstancias. Este es el fundamento de la mentalidad legalista que excluye toda aproximación. La ayuda al miserable desde el estricto cumplimiento de la Ley no excluye el sentimiento de superioridad o desprecio. Cumplo lo mandado pero no me involucro en la situación del otro. Simplemente lo hago “por amor a dios”. Esta es la trampa donde hemos caído. Lo que hizo el Samaritano está a años luz de esta actitud. Se aproxima, lo cura, lo venda, lo lleva a la posada, etc.
El relato es típico de la literatura oriental, pero los personajes implicados en él, lo convierten en provocador. Los oficiales de la religión están demasiado preocupados por la legalidad y la pureza para preocuparse de los demás. Para el sacerdote y el levita, lo primero era la Ley. Para el samaritano, lo primero era el hombre. El hereje, el idólatra, el impuro, odiado precisamente por no ser religioso, no está sujeto a normas externas, lleva la ley en el corazón. La palabra empleada en griego para indicar que se conmueve, nos indica que el Samaritano se dejó llevar por su verdadero ser desde el interior y acabó imitando a Dios.
La parábola, no deja lugar a duda sobre lo que Jesús entendía por próximo. Prójimo es todo aquel con quien me encuentro en mi camino. Prójimo es aquel que me necesita. Estamos equivocados al pensar que el prójimo lo puedo determinar yo. Jesús nos dice que el prójimo se me impone, aunque yo puedo tomar la decisión de escamotear esa presencia e ignorarlo. Cuando me niego a verlo, estoy fallando, buscando excusas para escapar a esa imposición que me saca de mi programación, de mis planes, a veces tan religiosos ellos.
Estamos equivocados cuando pensamos que si me acerco a otra persona para ayudarla, estoy haciendo una cosa buena, pero que si no la ayudo, no pasa nada, porque yo soy libre de ayudarla o de no ayudarla. No vemos como una necesidad el ayudarla, sino como una posibilidad que se me ofrece y que yo puedo aprovechar. No, debemos sentir esa ayuda como una urgencia. Soy capaz de programar un prójimo para una hora determinada, pero rechazo instinti­vamente al que se me impone sin mi consentimiento.
Tanto en el AT como en el evangelio, se entiende a Dios como cosa, es decir como alguien que existe al margen de la creación. Hoy sabemos que Dios está en las cosas, no al margen de ellas, ni por encima de ellas. Si pudiéramos ver la creación desde Dios veríamos que no se diferencia en nada de ella. La creación es la manifestación de Dios. Vista desde la criatura, sí hay diferencia, pero no por lo que la creación es, sino por lo que no es; por sus limitaciones. Dios es infinito, la criatura no, ni por separado ni en conjunto. Si en todas las cosas está Dios, es claro que en cualquier ser humano se está manifestando su presencia.
Aclaremos esta idea con el ejemplo de la luz. La luz no se puede ver. Los espacios intersiderales son inmensos vacíos en absoluta oscuridad, aunque la luz los traviesa. Solo cuando los fotones encuentran a su paso algo material, puedo descubrir los reflejos de la luz en ese objeto. Esto pasa con Dios, no se le puede ver más que reflejado. Para cada uno de nosotros no hay más Dios que el que podemos ver en la creación. La conclusión es clara: No puedo pensar en un Dios al margen de la creación, porque sería un ídolo. Por lo tanto, no puede haber dos mandamientos. Amo a Dios solo en la medida que amo a sus criaturas.
Hay una frase, que empleamos siempre para justificar nuestro egoísmo, pero que es verdadera: "el amor bien entendido empieza por uno mismo". Efectivamente, descubriendo la luz que se refleja en mi propio ser, estaré capacitado para verla en los demás. El Dios que descubro en mí es el mismo que debo descubrir en los demás. Si me doy cuenta de lo que soy en el Todo, veré al otro insertado en el Todo. Si creo que soy una mónada aislada, veré al otro algo distinto de mí, que me estorba, y no encontraré motivos para amarlo.
Cuando tenga claro esto, solucionaré el problema de mi egoísmo. Es falsa la creencia de que yo soy una individualidad aislada, que tengo existencia y consistencia propia. Yo, separado del creador y de las demás criaturas, no soy nada. Lo que constituye mi ser y lo que constituye el ser de los demás, es la misma Realidad: Dios que está fundamentando mi propio ser y el de los demás. Por tanto, no puedo ir en contra de los demás sin ir en contra mía. El día que descubra lo que no soy, habré dado un paso hacia el verdadero amor.
El prójimo está siempre ahí, a tu vera. Descubrirlo y aceptarlo depende solo de ti. Siempre que te aproximas a otro para ayudarle de cualquier forma, lo estás convirtiendo en próximo. Cada vez que haces a uno prójimo, te estás acercando a ti mismo y te estas acercando a Dios. Cada vez que superas tu egoísmo y pones al otro en el centro, te acercas a la plenitud de humanidad. Siempre que das un rodeo para pasar de largo ante el dolor ajeno, te estás alejando de ti mismo y de Dios. Una religiosidad que me permite vivir sin verme afectado por los problemas de los demás será siempre una religiosidad falsa.

Meditación
Prójimo es todo aquel que me necesita
si estoy dispuesto a ayudarlo, a ser más humano.
No debo pensar solamente en las necesidades materiales.
Si creo que puedo amar a Dios desentendiéndome de otro,
es que no he entendido nada del mensaje de Jesús.
Si no descubro a la persona que me necesita,
es que no me preocupo de lo que pasa en mi interior.

CAROLA RACKETE, LA BUENA SAMARITANA

col sicre
Domingo 15º. Tiempo ordinario. Ciclo C
La figura de esta joven capitana del Sea Watch 3, ordenada detener por Matteo Salvini, Ministro del Interior italiano, por recoger a emigrantes ilegales en el Mediterráneo (ya ha sido puesta en libertad) ha provocado reacciones opuestas. La mayoría la defiende y aplaude. Otros, incluso sintonizando con la tragedia humana de esas personas, piensan que la ley debe cumplirse. Algunos, que si es alemana, se los lleve a Alemania. Este caso viene como anillo al dedo para entender la parábola del buen samaritano. Cuando la leemos, nos parece perfecta, con un mensaje precioso. Cuando conocemos las circunstancias, advertimos la mala idea que tiene y las opiniones enfrentadas que pudo desatar.
1ª lectura. ¿Es muy difícil saber cómo salvarse?
La respuesta del Deuteronomio es clara: no hay que subir al Himalaya ni atravesar el Atlántico para saber lo que Dios quiere de nosotros. Lo que Dios quiere del israelita está escrito “en el código de esta ley”, que se limita a los capítulos 12-26 del Deuteronomio. No se trata de estudiar mucho sino de convertirse con todo el corazón y toda el alma, y de poner en práctica lo que allí se dice.
Pero al Deuteronomio le ocurrió un problema. Aunque el texto era intocable, y nadie estaba autorizado a quitar ni añadir nada, la interpretación de sus normas fue creciendo de forma incontrolada. En tiempos de Jesús, el judaísmo contaba 613 mandamientos (365 prohibiciones y 248 preceptos) capaces de volver loco a cualquier persona.
Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, o de saber qué era lo más importante. A propósito de los famosos rabinos Shammay y Hillel, que vivie­ron pocos años antes de Jesús, se cuenta la siguiente anécdota. Una vez llegó un pagano a Shammay, famoso por su intolerancia, y le dijo: “Me haré prosélito con la condición de que me enseñes toda la Torá mien­tras aguanto a pata coja”. Él lo echó, amenazándolo con una vara de medir que tenía en la mano. Entonces fue a Hillel, famoso por su tolerancia, que le dijo: “Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpreta­ción”. También del Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) se recuerda un esfuer­zo parecido de sintetizar toda la Ley en una sola frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo; este es un gran princi­pio general en la Torá”.
En los evangelios hay diversos intentos de simplificar la cuestión con una respuesta breve y drástica. El más famoso es la Regla de oro, con la que cierra el evangelio de Mateo el Sermón del Monte: “Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros. En esto consiste la ley y los profetas” (Mt 7,12). El tema reaparece en el episodio de hoy, cuando le preguntan a Jesús cuál es el mandamiento principal. El relato de Lucas introduce cambios muy significativos en el de Marcos.
El escriba bueno de Marcos
Los escribas, equivalentes a los doctores de teología actuales, pero con mucho más poder, autoridad y prestigio, no quedan bien en los evangelios. Generalmente aparecen junto a los fariseos, como adversarios de Jesús. Menos en este caso de Marcos, donde un escriba pregunta a Jesús cuál es el mandamiento principal, y él le responde: amar a Dios y amar al prójimo. La reacción del escriba es alabar a Jesús, que le devuelve la alabanza.
El escriba malintencionado de Lucas
El protagonista del relato de Lucas no viene con buena intención, pretende poner en un aprieto a Jesús; y no plantea una cuestión teórica (“¿cuál es el mandamiento principal?”) sino muy personal: “¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”.
Jesús no cae en la trampa. En vez de responder, pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Y el legista se ve obligado a reconocer que sabe perfectamente lo que debe hacer: amar a Dios y al prójimo. Jesús, con cierta ironía, le indica que su problema no consiste en saber lo que tiene que hacer, sino en hacerlo.
Aquí podría haber terminado todo. Pero el legista, que tiene la sensación de haber quedado en ridículo, para justificarse plantea una cuestión filosófico-teológica: “¿Y quién es mi prójimo?” Afortunadamente, Jesús no era alemán. No le da una conferencia de Antropología ni le escribe un Manual de quinientas páginas intentando aclarar esa intrincada cuestión. Se limita a contar la parábola del buen samaritano, que ofrece dos modelos de conducta: la del sacerdote y el levita, que ante el pobre hombre asaltado y malherido por los bandidos dan un rodeo y pasan de largo, y la del samaritano que siente lástima, se acerca, echa aceite y vino en las heridas, las venda, lo monta en su cabalgadura, lo lleva a una posada, lo cuida y paga su estancia. Son siete acciones, basadas todas ellas en el sentimiento inicial de lástima.
Al legista podría resultarle ofensivo que le cuenten un cuento. Pero Jesús no le da tiempo a protestar, pasa directamente al ataque, obligándole a reconocer que lo importante es comportarse como prójimo. Para terminar diciéndole: “Anda, haz tú lo mismo”. Lo importante no es discutir sino actuar.
La mala idea de la parábola
A muchos les gustaría limitar la parábola al ejemplo del samaritano y dejarnos con buen sabor de boca. Pero Lucas, del que siempre alabamos su bondad, resulta en este caso muy hiriente. No le basta un protagonista, necesita tres. Y los elige con toda la intención: un sacerdote, un levita, un samaritano.
El sacerdote y el levita, los personajes especialmente consagrados a Dios, hacen exactamente lo mismo: dan un rodeo y siguen su camino. ¿Por qué actúan de este modo? ¿Porque son malos y egoístas? No. Porque si el herido no está herido, sino muerto, basta tocarlo para quedar impuro.
La ley es tajante: “El sacerdote no se contaminará con el cadáver de un pariente, a no ser de pariente próximo: madre, padre, hijo, hija, hermano o de su propia hermana soltera, no dada en matrimonio. Queda profanado” (Levítico 21,2-4). Si no pueden contaminarse con un pariente, mucho menos con un desconocido al borde de la carretera.
Y lo que se deduce es trágico: es la ley de Dios la que impide practicar la misericordia y comportarse como prójimo del herido.
Lucas podría haber buscado como tercer protagonista a un cura progre o a un diácono permanente sin obsesión por la ley. Elige al menos indicado: un samaritano. El personaje más odioso y despreciable para un judío, miembro de un pueblo que, según el libro de los Reyes, “no veneran al Señor ni proceden según sus mandatos y preceptos”. Irónicamente, un representante de este pueblo que no venera al Señor ni procede según sus mandatos y preceptos es quien actúa con misericordia y se comporta como prójimo.
Dejo al lector decidir si esta parábola le recuerda la historia de Carola Rackete, Y, más importante todavía, recordar las palabras finales de Jesús: «Ve, y haz tú lo mismo

¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

comentario editorial
La religión dice "debes amar a tu prójimo". Estoy seguro que la religión no conoce a mi prójimo (Peter Ustinov)
14 de julio 2019. DOMINGO XV DEL TO
Lc 10, 25-37
Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (v29)
¿Cuántas veces nos hemos formulado nosotros semejante pregunta? ¿Tenemos conciencia de que si no hemos tenido respuesta es que somos dudosamente acreditados cristianos? Pues si así fuere, ahora mismo al Ministerio del Interior de Galilea, decirle que nos otorgue un nuevo DNI, como el de un tal Jesús de Nazareth, o el de Francisco de Asís, con o sin lobo. Y luego a hacerlo real en la vida diaria como le hicieron ellos.
El primero, cuando a la pregunta del legalista que le pregunta: “Y, ¿quién es mi prójimo?” Jesús le responde con la parábola de El Buen Samaritano:
“Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto”.  Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verlo tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él”. (Lc 10, 29-37
El segundo, cuando se fue con el lobo a predicar en la plaza del pueblo. Todos le escucharon y se arrepintieron. Pidieron al cura que les confesara y luego se fueron tranquilos a casa. El cura fue al arzobispado y pidió penitencia en el confesionario.
lobo luna
Y desde aquel día, arzobispo, cura y feligreses, colgaron escopetas y llevan comida al lobo de Gubbio y a Francisco al convento. Desde aquel fausto día, feligreses, cura, arzobispo y lobo del pueblo de Asís, pueden escuchar el eco de estas palabras, que el viento de Galilea trae hasta Italia: “Vete y haz tú lo mismo”, que Jesús le dijo a un doctor.
¿Oímos nosotros el eco, o es que padecemos hipoacusia?
Y al son de su triste queja / a la luna llora
Como cantó el grupo argentino Los Wawanco en El trovador y la luna
Y al son de su triste queja
a la luna llora

FRANCISCO DE ASÍS Y EL LOBO DE GUBBIO
Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano
lobo! El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco!
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
Está bien, hermano Francisco de Asís.
Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: ?He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios. ?¡Así sea!,
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.