FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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jueves, 16 de marzo de 2017

Evangelio del 19 / Mar / 2017 3 Cuaresma – A (Juan 4,5-42)

José Antonio Pagola

Coordinador Grupos de Jesús

A GUSTO CON DIOS

La escena es cautivadora. Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob. Pronto llega una mujer a sacar agua. Pertenece a un pueblo semipagano, despreciado por los judíos. Con toda espontaneidad, Jesús inicia el diálogo con ella. No sabe mirar a nadie con desprecio, sino con ternura grande. «Mujer, dame de beber».
La mujer queda sorprendida. ¿Cómo se atreve a entrar en contacto con una samaritana? ¿Cómo se rebaja a hablar con una mujer desconocida? Las palabras de Jesús la sorprenderán todavía más: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, sin duda tú misma me pedirías a mí, y yo te daría agua viva».
Son muchas las personas que, a lo largo de estos años, se han ido alejando de Dios sin apenas advertir lo que realmente estaba ocurriendo en su interior. Hoy Dios les resulta un «ser extraño». Todo lo que está relacionado con él les parece vacío y sin sentido: un mundo infantil cada vez más lejano.
Los entiendo. Sé lo que pueden sentir. También yo me he ido alejando poco a poco de aquel «Dios de mi infancia» que despertaba, dentro de mí, miedos, desazón y malestar. Probablemente, sin Jesús nunca me hubiera encontrado con un Dios que hoy es para mí un Misterio de bondad: una presencia amistosa y acogedora en quien puedo confiar siempre.
Nunca me ha atraído la tarea de verificar mi fe con pruebas científicas: creo que es un error tratar el misterio de Dios como si fuera un objeto de laboratorio. Tampoco los dogmas religiosos me han ayudado a encontrarme con Dios. Sencillamente me he dejado conducir por una confianza en Jesús que ha ido creciendo con los años.
No sabría decir exactamente cómo se sostiene hoy mi fe en medio de una crisis religiosa que me sacude también a mí como a todos. Solo diría que Jesús me ha traído a vivir la fe en Dios de manera sencilla desde el fondo de mi ser. Si yo escucho, Dios no se calla. Si yo me abro, él no se encierra. Si yo me confío, él me acoge. Si yo me entrego, él me sostiene. Si yo me hundo, él me levanta.
Creo que la experiencia primera y más importante es encontrarnos a gusto con Dios porque lo percibimos como una «presencia salvadora». Cuando una persona sabe lo que es vivir a gusto con Dios, porque, a pesar de nuestra mediocridad, nuestros errores y egoísmos, él nos acoge tal como somos, y nos impulsa a enfrentarnos a la vida con paz, difícilmente abandonará la fe. Muchas personas están hoy abandonando a Dios antes de haberlo conocido. Si conocieran la experiencia de Dios que Jesús contagia, lo buscarían. Si, acogiendo en su vida a Jesús, conocieran el don de Dios, no lo abandonarían. Se sentirían a gusto con él.

LA FALTA DE VOCACIONES EN ESPAÑA

col aradillas

Los presagios en los alrededores de los Seminarios, en el día consagrado a tan santa idea y a sus patrocinadores, no pueden ser hoy más aciagos e infaustos. Lo son también los datos y las estadísticas, al igual que las inclinaciones o tendencias sociológicas. Es posible que las siguientes consideraciones contribuyan a enmarcar la realidad de un problema de tanto relieve e importancia en la Iglesia
El hecho cierto y seguro es que el punto de referencia para cualquier planteamiento serio y formal, es que faltan vocaciones para el sacerdocio. No hay vocaciones, ni la proporción de los que ya son sacerdotes se sienten cómodos y satisfechos en el ejercicio de su ministerio y en la relación con la jerarquía, así como que la edad media de sus vidas ronde ya, o sobrepase, las lindes de la jubilación laboral o profesional.
En recientes encuestas, aún con carácter oficial, se reconoce la existencia ya de alguna diócesis en la que no hay ni un solo seminarista. En otras, por mucha piedad con la que se ofrezcan e interpreten las cifras, estas resultan obviamente negativas, comprobándose además el destino que hoy tienen los seminarios diocesanos o conciliares, cerrados unos, y otros dedicados a menesteres sin ninguna relación con la formación sacerdotal.
Las causas de la falta de vocaciones son muchas y de signo diverso. Fácilmente explicables unas, y otras, no tanto. Aunque de todas maneras no son un misterio, aunque lo sea para algunos, el hecho de que, pudiendo contar con seguridad al término de la "carrera", con un trabajo "religioso", al servicio de la comunidad, aunque a medias remunerado, pero con considerable categoría social -"las fuerzas vivas de la localidad"-, ni echando la red a diestra o a sinistra mano, "se pesca" una vocación que se corone con la consagración sacramental.
¿Que cuanto se relaciona con el celibato, la pobreza, la obediencia y otros condicionamientos disuaden a muchos a no dejarse "pescar"? No creo que solo estos elementos expliquen que, al paso que vamos, dentro de poco, estén el peligro de desaparecer el colectivo clerical...
¿Que los procesos de secularización hoy imperantes, lleguen ya, o estén a punto de llegar, a borrar de la haz de la tierra los valores y comportamientos exigidos por la fe en Dios y el servicio al prójimo? No parece veraz tan dramático diagnóstico y apreciación, en unos tiempos en los que tiene amplio eco en la sociedad también lo religioso, suscitando interés tanto personal como colectivamente.
¿Que a lo que hemos tradicionalmente llamado y considerado "religioso" - y aún eclesial y eclesiástico-, ni lo fue, ni lo es en realidad evangélica, ni menos, avalado por los ejemplos de vida de sus representantes aún canonizados o canonizables? Es posible que tal apreciación tan generalizada, objetiva y real, aporte elementos válidos para formarse un elocuente y adoctrinador criterio cercano a la realidad de los hechos...
Por cierto que la apertura al sacerdocio de las mujeres que así lo prefieran, al igual que los llamados sacerdotes "secularizados," sean "redimidos" para el ministerio, al igual que el celibato opcional, y la masiva importación vocacional de otros países habrían de contribuir en la solución del problema. Pero que conste que en estas contingencias no está su raíz.
Esta se encuentra en gran parte, proporción y medida en la falta de profundización de la teología del laicado, de los evangelios y del santo bautismo, en la desaparición de cualquier gesto o aparato del "carrerismo eclesiástico", en la limitación de la burocracia, supresión de la "casta" y en la terminante decisión de engrosar y enriquecer los museos diocesanos con las colecciones de báculos, mitras, incensarios, jaculatorias, no pocos devocionarios, "capas magnas", mucetas cáligas, edictos, "cartas pastorales", códigos y titulitis... A los jóvenes y a quienes de verdad viven la actualidad, el lenguaje de tantos misterios, signos y símbolos paganos, no les resulta mínimamente religioso, por lo que recusan ser un día sujetos y objetos de los mismos. Su imaginación y su lógica no se lo permiten.
"Pedir por las vocaciones sacerdotales..." Pedir, es decir, rezar todo, y más, de lo que se pueda y se quiera... ¿Pero pedir y recabar limosnas para su mantenimiento...? Hoy, los seminarios -colegios mixtos-, que quedan son, y están concertados, por lo que la contribución estatal está asegurada, al igual que las becas. Simultanear los estudios "eclesiásticos", con los técnicos o profesionales, es -debiera ser- de precepto.
No puedo dejar de reseñar la estampa-propaganda "antiseminario" proporcionada estos días por un arzobispo "imputado", investigado, sermoneando a la salida de un tribunal acerca "del padre que debe velar por no disgregar a sus hijos", y con la cruz pectoral colocada en el retablo de su pecho, reconociendo, al menos, que "no les habían sido ajenos los comportamientos oscuros y misteriosos de un determinado cenáculo clerical de su diócesis"
¿Qué opinar acerca de las parroquias "regidas", no por los sacerdotes formados y "educados" en los "seminarios diocesanos conciliares", sino por los religiosos, que lo fueron en sus Casas-Noviciados respectivos, con criterios, métodos, pedagogía y procedimientos pastorales específicos de las Órdenes- Congregaciones Religiosas para las que se sintieron vocacionados? Además de reconocer y valorar el esfuerzo exigido para su adecuación y estilo en el trato con los feligreses, inédito para ellos, lamento que solo, o fundamentalmente el hecho se deba a la falta de vocaciones "diocesanas" en unos, y de actividades "religiosas" en otros, con lo que a sus respectivas Órdenes y Congregaciones les resulta posible perpetuarse unos años más en su gloriosa y santa historia, y en el ideario y reglas de sus santos fundadores, con la esperanza de que algún día, y a su favor, puedan serles más propicios los tiempos. La tentación de convertir las parroquias en dependencias - capillas de sus estatutos, también habrá de ser tenida en cuenta dentro del organigrama diocesano.

Antonio Aradillas
Religión Digital

LA ESPERANZA

col otalora

El contenido de esta palabra languidece en nuestra cultura. No es un valor que se vive, sino un deseo que no acaba de concretarse en su derivada natural: la alegría. Como afirma Chesterton en El hombre eterno, "La desesperanza no reside en el cansancio ante el sufrimiento, sino en el hastío de la alegría. Y cuando lo bueno de una sociedad deja de funcionar roída por dentro, la sociedad empieza a declinar roída hacia la decadencia o declive de la cultura, las instituciones civiles, las relaciones sociales, los valores, la Iglesia y otras características principales de una civilización, por muy floreciente que haya sido".
Chesterton resulta original al invertir la idea preconcebida de que nadie se hastía de la alegría. Escribe con agallas que “el pesimismo llega cuando nos cansamos del bien” y permitimos secar las fuentes de la verdadera alegría. Que tanto la alegría como su antecedente, la esperanza, hay que trabajarlas; no existe atajo posible, porque no vienen solas. Tampoco el dinero sirve para comprarlas. Pretenderlas a través de los sentidos solo sirve para engañarnos con alegrías superficiales. Es otra la fuente la que permite activarlas para que broten dentro de cada persona ¿De dónde nace la esperanza? No nace, desde luego, aguardando a que el problema se solucione, a que la crisis pase o la situación cambie. Esta actitud solo produce añoranza y pasividad. La esperanza está más cerca de una respuesta activa de rebeldía positiva frente a la incertidumbre que nos desequilibra. Está emparentada con la incansable construcción del mañana desde el ahora y el presente. En la desesperación, en cambio, nos cegamos perdiendo el control y convirtiéndonos en el origen de muchas situaciones y conflictos que traerán graves consecuencias. Con la esperanza, en cambio, actuamos construyendo el futuro,centrados en el trabajo del presente, el que constituirá las bases del mañana que pronto será hoy, antes de lo que imaginamos.
Para un cristiano, la esperanza es mucho más que optimismo; es la cualidad teologal que nunca defrauda. Esperar es la capacidad de ver aun cuando nuestros ojos no vean. No solo es un don del Espíritu sino una obligación el pedirlo. La fe en Cristo y la confianza subsiguiente nos invitan a madurar el “creer que” ocurrirán cosas hasta "creer en” Cristo y en su providencia por encima de toda adversidad. Ellas nos equilibran y guían con alegría al amor. No estéis tristes, exhorta el Evangelio, porque el plan de Dios insufla toneladas de esperanza para despertar el corazón hasta convertirlo en hechos de esperanza para otros. Cristo es el motivo angular de nuestra esperanza, la revolución en la historia a pesar de la limitación, el mal y la muerte, que nos impulsa a “esperar contra toda esperanza” (Romanos 4,18).
Pero nos cansamos del bien y nos volvemos pesimistas, como dice Chesterton. Decidimos que ya no merece la pena trabajarnos en la bondad y nos gusta vivir de las rentas de haber hecho el bien y haber esperado nuestra sola voluntad. Y entonces empezamos a dejar de vivir. Y nos marchitamos¿Por qué? Porque no hacemos las cosas mirando a Cristo cuando las hacemos para los demás. No hay amor. Así pues, los demás, antes o después, también nos defraudan; somos humanos, débiles, sentimos la ingratitud creyendo que merecemos el reconocimiento de quienes deben valorar lo que hacemos. En realidad, lo exigimos en nuestro interior. Sentimos que la gente a la que ayudamos nos debe algo. Solo cuando nos cansamos de hacer el bien, descubrimos que el bien que hacíamos no lo estábamos haciendo para Dios. No era algo desinteresado, generoso, no era amor. Y descubrimos una crisis de motivos aun en los gestos en los que ponemos más generosidad cayendo en la desesperanza. Pero Dios acude a nuestra llamada, cumple sus promesas y nos renueva la fe.
Y volveremos a empezar con humildad; entonces brotará de nuevo la alegría.

Gabriel Mª Otalora
Extracto de “Orar con los libros”. Gabriel Mª Otalora. Grupo Editorial Fonte. Burgos, 2016

Domingo 19 de marzo de 2017 Domingo 3º de Cuaresma

 
Recordemos el carácter más o menos aleatorio que tiene la distribución de los textos bíblicos en la liturgia católica. No existe ninguna explicación de cómo se ha hecho tal distribución, ni de por qué tal texto en tal fecha. Una comisión elegida a dedo lo decidió así, y no se conocen los criterios que siguió. Quien quiera puede conjeturar sobre ellos. Se observa una “asociación de ideas” –o de imágenes– entre la primera y la tercera lecturas, mientras la segunda con frecuencia va por sus caminos propios, sin ninguna relación a las otras dos. La sucesión de los domingos tampoco muestra un criterio claro (como podría ser el de dar pie a un proceso sistematizado de formación teológica o bíblica), ni se da oficialmente libertad para que al menos algunas comunidades especiales (jóvenes, grupos de formación, ambientes especiales...) pudieran hacer su propio «calendario litúrgico»... Son temas que quedan pendientes para una próxima reforma litúrgica... Ni el propio papa Francisco se ha referido a esta urgencia (sin duda que hay otras mayores). (Seguir Leyendo)

EL DESEO DE LA SAMARITANA

salomenecega

Jesús conoce nuestro corazón, nuestros deseos... los más íntimos, los que nos constituyen. ¿quién no ha sentido la sed de la samaritana?... la sed de ser amada de verdad, de no ser apartada ni mirada con recelo, la sed de encajar, de ser feliz con lo que tiene... Que sepamos ser cántaro para recibir y repartir el agua de la vida.