FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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miércoles, 13 de febrero de 2019

¿FELICES O SACIADOS?

col labrador
Lc 6, 17.20-26
Si leemos el evangelio de este domingo, como si no lo conociéramos, como si fuera la primera vez que llega a nuestras manos, posiblemente nos asombraría su alegría y desenfado. Su lenguaje es directo, concreto y positivo.
Nuestro asombro crecerá aún más si somos capaces de recordar el contexto en el que se escribió. Recordemos también a esas primeras comunidades cristianas que son excluidas, silenciadas, que no tienen ninguna relevancia social ni religiosa e incluso son perseguidas.
¿Cómo es posible que estos hermanos y hermanas logren transmitirnos su testimonio de alegría, de sentirse afortunados, dichosos? Es más, ¿cómo nos explicamos que esta sea su experiencia más profunda? Posiblemente es difícil para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, que ponemos tantas condiciones y necesitamos tantas seguridades para sentirnos felices.
Las palabras del texto, sus detalles, nos pueden ayudar a descubrir el mensaje que nos trae el evangelio de hoy.
Jesús, ha bajado del monte, de su encuentro con Dios y “levanta los ojos”, mira a sus discípulos, a las numerosas personas que le siguen de todas las aldeas y ciudades. Y al mirarlos, lo que se le ocurre es llamarlos DICHOSOS.
No les dice lo que deben hacer para serlo, que hubiera “enganchado” con los oyentes. Proclama, grita, que “son dichosos”. Y para que no quede duda, añade dos cosas que nos pueden desconcertar aún más: son dichosos AHORA, en presente. Es distinto a “llegarán a serlo”; tampoco les dice eso de “aguanten que luego…”
Y lo son porque son pobres, hambrientos, tienen lágrimas en los ojos…  esta es su situación y, en esta situación Jesús manifiesta que son felices. ¿Cómo mira Jesús la realidad de los que le rodean? ¿En qué descubre que suyo es el Reino de Dios? ¿Con qué fuerza lo dice para que los que le escuchan sientan que está expresando su experiencia más honda? 
¡La dicha es estar con Él! Sentirse de los suyos, confiar en su amor, sentir su cercanía…  ¿No hemos tenido cada uno de nosotros experiencias similares? ¿No nos hemos sentido dichosos y dichosas en medio de dificultades, críticas, incomprensiones, enfermedades propias o sufrimientos por personas muy queridas? ¿No hemos sentido que más allá de todo eso hay una persona, un amor, una confianza sin medida?
Esta es la fe que nuestros primeros hermanos quieren transmitirnos. Creer en Jesús, confiar en su salvación y su amor, es  fuente de dicha y felicidad, es experimentar ya otro tipo de amor, de relaciones con Dios y con los hermanos. 
Y, por si aún nos quedan dudas,  Lucas, muy didáctico, añade lo que en ningún caso son signos de estar en el camino de la felicidad que da el Reino, de la dicha que da el seguir a Jesús: sentirse saciados, pasarlo siempre bien, que todos hablen bien de nosotros…
Es como si nos dijera: ¡Cuidado con buscar el camino que os prometían ayer los entendidos de la Ley, o la publicidad barata o facilona hoy! Si os sentís saciados, si reís, si no aspiráis a nada más que lo logrado, si todos hablan bien de vosotros… ¡Lloraréis y lo pasaréis mal!
La dicha del Reino no consiste en estar saciados, sino en buscar más: más paz, más justicia, más alegría para todos… ¡porque sabemos que es posible! No consiste en que “lo pasemos bien”, al contrario, lloramos y sufrimos por muchos y por muchas personas y situaciones… La dicha del Reino no se expresa en que todos hablen bien de nosotros, al contrario, apenas nos entenderán, nos pasarán por delante, se burlarán de nosotros, nos excluirán porque con nuestra forma de pensar –la de Jesús– somos una amenaza…
Pero, sin saber muy bien cómo, sin que sea una empresa a conquistar o unas virtudes a conseguir, ahí, en la realidad que vivimos AHORA somos dichosos y nada, ni nadie nos quitará esta alegría, porque sus claves no están en lo que pasa ni en lo que nos pasa.
La clave es la persona de Jesús, nuestra fe en él, nuestra vinculación con él. Todo lo demás, se nos dará por añadidura. Y se nos dará hoy, ahora… ¿nos lo creemos? ¿desbordamos y contagiamos alegría?  
El evangelio de hoy no nos trae un programa moral, ni una explicación teórica sobre la felicidad, nos acerca la experiencia de los primeros cristianos que han encontrado en Jesús su alegría y nos recuerdan que estamos invitados a vivir su misma experiencia. ¿Nos atrevemos?

DICHOSO EL POBRE, NO POR SERLO SINO POR NO CAUSAR POBREZA

col fraymarcos
Lc 6, 17-26
Siempre que tengo que hablar de las bienaventuranzas me viene a la mente la frase de Jesús: “pase de mí este cáliz”. La experiencia que tengo es que ni me entienden los pobres ni me entienden los ricos. Lo grave es que esta actitud tiene la más férrea lógica, porque trato de explicarlas y las bienaventuranzas sobrepasan toda racionalidad. Cualquier intento de aclarar racionalmente su sentido está abocado al fracaso. Sin una experiencia profunda de lo humano las bienaventuranzas son un sarcasmo. Ni el sentido común ni el instinto pueden aceptarlas. Solo desde un profundo sentido espiritual puede tener comprensión y sentido.
Es el texto más comentado de todo el evangelio, pero es también el más difícil. Invierte radicalmente nuestra escala de valores. ¿Puede ser feliz el pobre, el que llora, el que pasa hambre, el oprimido? La misma formulación nos despista porque está hecha desde la perspectiva mítica. Solo desde la perspectiva de un Dios que actúa desde fuera se puede entender “Dichosos los que ahora pasáis hambre porque quedaréis saciados”. Si para mantener la esperanza tenemos que acudir a un más allá, podemos caer en la trampa de dar por buena la injusticia que está sucediendo hoy aquí, esperando  que un día  Dios cambien las tornas.
En los mismos evangelios encontramos ya reflejada la dificultad. Lc dice sencilla­mente: dichosos los pobres. Mt ve la necesidad de añadir una matización: dichosos los pobres de espíritu; dichosos los que tienen hambre y sed de justicia; dichosos los limpios de corazón. Tanto una formula­ción como la otra se puede entender mal. Mal si damos por supuesto que el pobre es dichoso por el hecho de serlo. Mal, si entendemos que al rico le basta con tener un espíritu de pobre, sin que eso le obligue a cambiar su actitud egoísta para con los demás.
Hablar de los pobres, los que nadamos en la abundancia, es ligereza. ¿Qué pasó cuando los realmente pobres empezaron a pensar en el evangelio? Surgió la teología de la liberación, que la institución se apresuró en calificar de nefasta. ¿Es que puede haber un tratado sobre Dios que no libere? Lo que debía preocuparnos es que sigamos haciendo una teología para tranquilizar a los satisfechos, que no libera ni a los opresores ni a los oprimidos. El fallo de esa teología estaba en que creía que liberar a los pobres de su pobreza material era la solución definitiva. Hay que liberar al pobre de su pobreza y al rico de su riqueza.
La Iglesia no debe conformarse con una “opción preferencial por los pobres”. La Iglesia tiene que ser pobre si quiere ser fiel al evangelio. No podemos justificarnos diciendo que la institución puede tener grandes posesiones pero sus dirigentes pueden vivir en la pobreza. Esa dinámica sería posible, pero no es lo que vemos todos los días a nuestro alrededor.
Se proclama dichoso al pobre, no la pobreza. Dichoso, no por ser pobre, sino porque él no es causa de que otro sufra. Dichoso porque a pesar de todos, él puede desplegar su humanidad. Este es el profundo mensaje de las bienaventuranzas. El comunismo sigue creyendo que basta con nivelar materialmente las necesidades de todos los seres humanos, pero eso no es verdadera liberación. Es verdad que el origen del comunismo está en los Hechos de los Apóstoles, pero se hicieron eco solo de la letra olvidando el espíritu. Lo humano solo llegará cuando voluntariamente cada uno se solidarice con todos los demás sin apegarse a nada.
Hay otra consideración a tener en cuenta. Todos somos pobres en algún aspecto y todos somos ricos en otros. Por eso, yo haría una formulación distinta: Bienaventurado el pobre, si no permite que su “pobreza” le atenace. Bienaventurado el rico, si no se deja dominar por su “riqueza”. No sabría decir qué es más difícil. En ningún momento debemos olvidar los dos aspectos. Ser dichoso es ser libre de toda atadura que te impida desplegar tu humanidad.
El colmo del cinismo llegó cuando se intentó convencer al pobre de que aguantara estoicamente su pobreza incluso diera gracias a Dios por ella, porque se lo iban a pagar con creces en el más allá. Tampoco quiere decir el evangelio que tenemos que renunciar a la riqueza para asegurarnos un puesto en el cielo. Debemos renunciar a ser la causa del sufrimiento de los demás. Las bienaventuranzas no son un sí de Dios a la pobreza ni al sufrimiento, sino un rotundo no de Dios a las situaciones de injusticia. Siempre que actuamos desde el egoísmo hay injusticia. Siempre que impedimos que el otro crezca hay injusticia.
Al añadir Lucas ¡Ay de vosotros los ricos!, deja claro que no habría pobres si no hubiera ricos. Si todos pudiéramos comer lo suficiente, nadie nos consideraría ricos. Si todos pasáramos la misma necesidad, nadie nos consideraría pobres. La parábola del rico Epulón lo deja claro. No se le acusa de ningún crimen; No se dice que haya conseguido las riquezas injustamen­te. El problema era no haberse enterado de que Lázaro estaba a la puerta. Sin Lázaro a la puerta, su riqueza no tendría nada de malo. El evangelio no anima a valorar la pobreza en sí, sino a no ser causa del sufrimiento de otro. La pobreza del evangelio hace siempre referencia al otro.
Las bienaventuranzas quieren decir, que, aún en las peores circunstancias que podamos imaginar, las posibilidades de ser no nos las puede arrebatar nadie. Recordad lo que decíamos el domingo pasado: “Rema mar adentro”, busca en lo hondo de ti, lo que vale de veras. Si creemos que la felicidad nos llega del consumir, no hemos descubierto la alegría de ser. Nosotros, al poner la confianza en las seguridades externas, en el hedonismo a todos los niveles, estamos equivocándonos y en vez de bienaventuranza encontra­remos desdicha. Nunca se ha consumido más y sin embargo nunca ha habido tanta infelicidad.
Las bienaventuranzas son ‘la prueba del algodón’ del cristiano. Un cristianismo como capote externo, que busca las seguridades espirituales además de las materiales, no tiene nada que ver con Jesús. Llevamos dos mil años intentando armonizar cristianismo y riqueza; salvación y poder. Nadie se siente responsable de los muertos de hambre. Vivimos en el hedonismo más absoluto y no nos preocupa la suerte de los que no tienen un puñado de arroz para evitar la muerte. Jesús nos dice claramente que, si tal injusticia acarrea muerte, alguien tiene la culpa. Buscar por encima de todo mi seguridad, y si me sobra dar a los demás, no funciona.
Decimos: Yo no puedo hacer nada por evitar el hambre. Tú lo puedes hacerlo todo, porque no se trata de eliminar la injusticia sino de que tú salgas de toda injusticia. No se trata de hacerles un favor a ellos, aunque sea salvarles la vida, se trata de que tú salgas de cualquier inhumanidad. Nosotros, los “ricos”, somos los que tenemos que cambiar buscando esa humanidad que nos falta. Tu salvación está en no ser causa de opresión para nadie sino en ayudar a los demás a salir de toda opresión. Si damos de comer al pobre le salvamos la vida biológica. Si salgo de mi egoísmo, salvo la vida al pobre y me libero de mi inhumanidad.
Las bienaventuranzas ni hacen referencia a un estado material ni preconizan una revancha futura de los oprimidos ni pueden usarse como tranquilizante, con la promesa de una vida mejor para el más allá. Las bienaven­turanzas presuponen una actitud vital escatológica, es decir, una experiencia del Reino de Dios, que es Dios mismo como fundamento de mi propio ser. El primer paso hacia esa actitud es el superar la idea de individualidad que nos lleva al egoísmo, dejar de creer que somos lo que no somos y vivir de ese engaño.

Meditación
Jesús te dice: ¡Eres inmensamente dichoso!
Pero no te has enterado todavía, porque vives en tu falso ser.
Sigues identificándote con tu cuerpo-mente.
Pero eres tu cuerpo, tu mente y Mucho más.
Tu verdadero ser es plenitud.

POBRES Y ODIADOS – RICOS Y ESTIMADOS

col sicre

DOMINGO 6º T.O. - CICLO C
El 27 de enero de 2019, un atentado contra la catedral católica de Sulu (Filipinas) dejó casi treinta muertos y numerosos heridos. A esa comunidad, y a tantas otras perseguidas como ella, les será de consuelo y esperanza el evangelio de este domingo. A quienes vivimos seguros, también nos servirá de estímulo y examen de conciencia el tema que ocupará los tres próximos domingos: el “Discurso de la llanura”, en el evangelio de Lucas.
El Discurso de la llanura (domingos 6º, 7º, 8º)
Hasta ahora, Lucas ha hecho frecuente referencia a la actividad de Jesús como predicador, pero solo ha ofrecido una intervención algo extensa: la de la sinagoga de Nazaret. En ella se enfrentó a todo su auditorio, provocando incluso el deseo de matarlo.
En esta segunda intervención, Jesús se dirige a sus partidarios, pero teniendo presentes a sus enemigos. La primera parte del discurso contrapone a estos dos grupos (domingo 6º). Pero no seguirá una guerra entre ellos. La segunda parte exhorta a amar a los enemigos (domingo 7º). ¿Y cómo comportarse con los amigos, con los otros miembros de la comunidad? La tercera parte responde a esta pregunta recogiendo frases sueltas de Jesús (domingo 8º).
En conjunto, un discurso parecido al “Sermón del monte” del evangelio de Mateo. Mucho más breve, con menos temas, pero de sumo interés y novedad.
Bienaventuranzas y ayes (domingo 6º)
El “Discurso en la llanura”, igual que el “Sermón del monte”, comienza con unas bienaventuranzas. Pero no son ocho, como en Mt, sino cuatro. Las cuatro declaraciones siguientes comienzan con “ay”, término usado por las plañideras en el antiguo Israel para empezar un canto fúnebre. A los cuatro primeros grupos se les promete una vida feliz. A los cuatro siguientes se les anuncia la muerte.
¿Son en realidad ocho grupos o solo dos? La pregunta no es absurda, y la respuesta depende de una palabrita que se repite cuatro veces: “ahora” (nun en griego). Prescindiendo momentáneamente de las declaraciones cuarta y octava, advertimos la siguiente estructura:
Dichosos los pobres,
los que ahora tenéis hambre
los que ahora lloráis
¡Ay de vosotros, los ricos!,
los que ahora estáis saciados
los que ahora reís
No se trata de seis grupos distintos, sino de dos: pobres y ricos, caracterizados por la carencia o abundancia de comida, y por el llanto o la risa.
Pero las declaraciones 4ª y 8ª no hablan de personas distintas. Completan lo dicho de los dos grupos anteriores fijándose en cómo son tratados por “los hombres”.
En resumen, solo tenemos dos grupos: el de los pobres, que pasan hambre, lloran y son odiados; y el de los ricos, saciados y sonrientes, alabados por la gente. Al primero lo tratan mal, como a los antiguos profetas; al segundo bien, como a los falsos profetas.
Pobres y odiados
“Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”. Sin el matiz: “de espíritu”, que añade Mateo, y que se presta a interminables disquisiciones. Los pobres, sin más. Los que pasan hambre y lloran. Declararlos “dichosos”, precisamente por eso, suena casi a blasfemia. Pero las desgracias no terminan aquí. Al hambre y el llanto se añaden las persecuciones. A diferencia de las primeras declaraciones, muy breves, la cuarta admira por su extensión: “Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas”.
Ahora no hay que esperar a la otra vida para recibir el consuelo. Ya en esta, cuando se experimenta el odio, la exclusión, el insulto, la descalificación, por ser discípulos de Jesús y querer seguirlo, ese mismo día, el cristiano debe alegrarse y saltar de gozo.
¿Está loco Jesús? ¿Es un masoquista consigo mismo y un sádico con sus discípulos? Volviendo a releer el evangelio, en su nacimiento van unidas la suma pobreza (“no había sitio para ellos en la posada”) y la inmensa alegría (“os anuncio un gran gozo”, dice el ángel a los pastores). Al comienzo de su actividad, en Nazaret, experimenta el odio y la exclusión, sin que eso lo desanime. No se trata de locura, masoquismo ni sadismo, sino de una visión distinta de la realidad. Para Jesús, lo esencial no es la situación presente, sino la futura. La primera bienaventuranza promete el Reino de Dios; la cuarta, “una recompensa grande en el cielo”. Aquí, en la tierra, queda el consuelo de ser tratados como los antiguos profetas.
Las primeras comunidades cristianas experimentaron también la pobreza, el hambre y la persecución, sin que esto les impidiese estar alegres. La de Jerusalén debió solicitar la ayuda de comunidades más ricas para poder sobrevivir a la hambruna en tiempos del emperador Claudio. Las comunidades de Macedonia, a pesar de su “extrema pobreza” desbordaban de alegría (2 Corintios 8,2). Y los apóstoles, después ser azotados, “marcharon del tribunal contentos de haber sido considerados dignos de sufrir desprecios por su nombre [de Jesús]” (Hch 5,41).
Aunque he interpretado las cuatro primeras bienaventuranzas como dirigidas a las primeras comunidades cristianas (y a las actuales que se les parecen), esto no excluye la interpretación individual. “Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis” anticipa lo que contará Lucas poco después de dos mujeres que lloran por motivos muy distintos: la viuda de Naim, que ha perdido a su único hijo, y una prostituta anónima necesitada de perdón y de consuelo. Ambas historias tienen un final feliz, ya en esta vida, antes de la llegada del Reinado de Dios.
Ricos y alabados
Algunos pueden pagar 100.000 euros (¡cien mil!) por una noche en un hotel de Macao. Si su presupuesto no da para tanto, puede contentarse con una noche en Cannes por 25.000. Naturalmente, la cena debe pagarla aparte: bastarán 2.000 euros. Y mientras come puede mirar la hora en un reloj que le ha costado dos millones (Cristiano Ronaldo). Son casos extremos, pero hay millones de personas que pueden permitirse una vida de lujo y comodidad.
¿Se refiere el último “ay” a este mismo grupo? “¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!” No parece que “todo el mundo” hable bien de esas personas, aunque sigan sus andanzas en las revistas del corazón, la televisión y las redes sociales.
Salvadas las distancias, los escribas aparecen en el evangelio de Lucas como ejemplo de personas que desean ser estimadas y amantes del dinero: “Guardaos de los escribas, que gustan de pasear con hábitos amplios, aman los saludos por la calle y los primeros puestos en sinagogas y banquetes; que devoran las fortunas de las viudas con pretexto de largas oraciones. Su sentencia será más severa” (Lc 20,46).
Y que la riqueza puede ser causa de tristeza, ya en esta vida, lo demuestra el episodio del personaje importante incapaz de renunciar a lo que Jesús le pide: “Al oírlo, se entristeció, porque era muy rico” (Lc 18,23).
El mejor comentario: la parábola del rico y Lázaro
A propósito de las tres primeras bienaventuranzas y los tres primeros “ay”, el mejor comentario lo ofrece Lucas en esta parábola. Comienza por el final, por el rico que viste con lujo y banquetea espléndidamente todos los días; sigue el pobre, cubierto de llagas, ansioso de comer las migajas que caen de la mesa del rico.
María alabó a Dios en el Magníficat porque “a los pobres los colma de bienes, y a los ricos los despide vacíos”. Si alguien piensa que eso va a ser en esta vida, se equivoca. Jesús deja que Lázaro muera de hambre, en la miseria. Será después de muerto cuando entre en el Reino de Dios para ser eternamente feliz, mientras el rico suspirará por una simple gota de agua, atormentado para siempre. «¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.»
¿Está condenado el rico?
La respuesta, de acuerdo con la técnica de Lucas, no la encontrará el lector hasta mucho más adelante, en el episodio de Zaqueo. El rico también es hijo de Abrahán, puede acoger a Jesús en su casa y dar a los pobres la mitad de sus bienes.
Una reflexión
¿Por qué puede expresarse Jesús de forma tan radical, proclamando dichosos a los pobres, los que pasan hambre, los que lloran, los perseguidos? Por dos motivos: 1) porque él también era pobre, vivió de limosna y sufrió persecución hasta la muerte; 2) porque creía firmemente en la recompensa futura en el Reino de Dios, donde quedaría saciada el hambre y enjugado el llanto.
Una advertencia
Las cuatro bienaventuranzas se dirigen a comunidades pobres o a los pobres como Lázaro. Las comunidades ricas o las personas que no carecemos de nada no podemos apropiárnoslas; no podemos utilizarlas para tranquilizar nuestra conciencia pensando en la dicha futura de los pobres.
1ª lectura (Jeremías 17, 5-8)
Se ha elegido por motivos literarios, para indicar que la contraposición de bienaventuranzas y ayes es algo conocido por los profetas, aunque Jeremías usa términos distintos: maldito y bendito. Pero los temas y las metáforas se oponen perfectamente. Es una forma de animar a confiar en Dios, no en los hombres.
2ª lectura (1 Corintios 15, 12. 16-20)
Aunque no está elegida buscando una relación con el evangelio, la esperanza en la resurrección encaja muy bien con la recompensa grande en el cielo de la que habla Jesús.

Venidos de todas partes

comentario editorial
“La Humanidad es el hombre que aprende siempre” (Pascal)
17 de febrero. Domingo VI del TO
Lc 6, 17, 20. 20-26
Bajó con ellos y se detuvo en llano, donde había un gran número de discípulos y un gran gentío del pueblo, venidos de toda Judea, de Jerusalén, de la costa de Tiro y de Sidón, para escucharlo y sanarse de sus enfermedades 
¿Pero de dónde, por qué y para qué venía toda aquella gente? Aunque también podían haber venido los océanos, las rocas, las plantas y los animales. Y una vez reunidos, pudieron sumarse a la voz mística y poderosa de Rosalía en los Premios Goya, en Sevilla: Me quedo contigo”.
Es lo que en el prólogo de su libro “Cuando los ángeles cantan”, Octavio Aceves escribió de otra artista: “Creo que Victoria de los Ángeles tenía el excepcional don de llegar con su voz a lo más recóndito y profundo del alma humana, de alcanzarlo de lleno y de golpe con la musicalidad de su fraseo y la elegancia de su armonía y de insuflar paz en los corazones con su timbre angelical”
Eran todos conscientes de que, como decía Bertohld Auerbach (1812-1882): poeta judío-alemán, fundador de la “Novela de tendencia”: La música limpia el alma del polvo de la vida cotidiana”. La acción curativa de la música hace que nos sintamos restaurados.
Venían todos porque sentían ansias de rebobinar pensamientos a fin de poder cumplir el divino mandato de “Creced y multiplicaos”. Un sueño que se llama “Quimera” que, al contrario de lo que este monstruo hacía en la mitología griega, reunía poblaciones. Acercar corazones, y hacer que entonen todos juntos canciones en un mismo Coro, el ideal de la Naturaleza.
Y venían también porque sentían la necesidad de luchar por una sociedad más justa y solidaria. Porque, como decía Pascal, “La Humanidad es el hombre que aprende siempre”.
La noche oscura del alma que cantó Juan de Yepes en Noche oscura, está en tinieblas, pero cuando ese Coro se aproximas a ella, la ilumina. Y allí está el árbol de la música agitando sus ramas y derramando notas.
Así, se hacía un hueco de silencio en aquella “Soledad sonora”, haciendo que el universo creciera, y dentro y fuera de él prosperaran todos. Incluido, el tan humilde Juan Bautista, que no se consideraba digno de desatar la correa de los zapatos del Mesías. 
 Decía San Ignacio de Antioquía en su Carta a los Efesios que: “Mejor es mantenerse en silencio y ser, que decir y no ser. Es hermoso enseñar si se hace lo que se dice. Uno solo es el Maestro que dijo e hizo, y lo que hizo, permaneciendo en silencio, es digno del Padre. Quien posee verdaderamente la palabra de Jesús puede también percibir su silencio, sea por ser perfecto, sea por obrar mediante su palabra y ser conocido por su mantenerse en la palabra”.
Bajó con ellos y se detuvo en llano, donde había un gran número de discípulos y un gran gentío del pueblo, venidos de toda Judea, de Jerusalén, de la costa de Tiro y de Sidón, para escucharlo y sanarse de sus enfermedades (Lc 6, 17-18), y lo hicieron simultáneamente en un hueco vacío de silencio y en una presumida pirámide de voces.
El poeta bilbaíno Blas de Otero, lo dijo en este Poema.

CÁNTICO ESPIRITUAL
“Complexión de este mundo con mis manos:tronco de árbol, río, mujer pura,todo es señal de Dios inmaculada.Ahora estoy esperando a libertarme:complexión de este mundo con mí mismo” 
“Escúchame, Yavé, desllágame.Apenas puedo sostenerme el alma.Mi cuerpo desmorona a cada instantesu unidad substancial, aun palpitando.Nada soy si no soy el que yo soy,el que ha salido de Tus manos grandescapaces de dar forma al Universo”.

Ha fallecido Don Wenceslao Ortega Aragón

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El funeral, de Wenceslao Ortega, salesiano sacerdote se celebrará, de cuerpo presente, el martes 12 de febrero a las seis de la tarde en la casa salesiana de Santo Domingo Savio-Logroño,

 
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Falleció en Logroño, el día 11 de febrero de 2019, a los 86 años de edad.
 
La comunidad salesiana y su familia sentimos su muerte y creemos en lo que Jesús proclama en el Evangelio: “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto vivirá.” (Jn11, 25)

El funeral, de cuerpo presente, se celebrará el martes 12 de febrero a las seisde la tarde en la casa salesiana de Santo Domingo Savio-Logroño, 

Damos gracias a Dios por la vida y la vocación salesiana  de nuestro hermano Wencesalo y le pedimos que lo acoja en su Reino.

¿Transparencia en la Iglesia? ¡Venga ya!


Antonio Gil de Zúñiga

Para Teilhard de Chardin las nuevas realidades históricas en la Iglesia se presentan bajo la apariencia de herejía, de ahí que o se rechazan directamente o se desrealizan desvirtuándolas. Los casos se amontonan en estos tiempos. Si tomamos la pederastia como realidad nueva (¿?), bien se rechaza abiertamente, porque son invenciones o exageraciones de quienes no estiman a la Iglesia o son enemigos acérrimos de ella; bien se desvirtúa porque se trata de una realidad que afecta a pocas víctimas y a pocos clérigos; es el argumentario de la Conferencia episcopal española que a día de hoy repiten algunos obispos, ignorando aquel dicho escolástico, bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu (el bien nace de la rectitud total, el mal, en cambio, nace de un solo defecto).··· Ver noticia

Doris Wagner, exmonja que sufrió abusos: “Hay religiosas explotadas sexualmente por hombres a los que tienen que llamar padre”


Jesús Bastante

“En 2008, el superior masculino de la casa en la que vivía en Roma entró en mi habitación, me desnudó y me penetró”, denuncia esta exmonja y teóloga que lucha contra las agresiones sexuales en la Iglesia
Wagner ha lanzado junto a la exreligiosa Rocío Figueroa la iniciativa Voices of Faith, que pretende visibilizar las agresiones a las mujeres por parte de la jerarquía eclesiástica
El Papa acaba de admitir que existen estos abusos a mujeres, aunque de momento no ha develado cómo va a luchar contra ellos, lamenta Wagner··· Ver noticia ···