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sábado, 19 de abril de 2014

Cómo anunciar hoy la Cruz de nuestro Señor Jesucristo Leonardo Boff, teólogo

Koinonía


Cambian los clavos, otros son los verdugos; la víctima sigue siendo la misma: Cristo que es crucificado y agoniza en los pobres, oprimidos y pequeños. ¿Cómo denunciar hoy los verdugos? ¿Cómo alertar a la “turbamulta” que es, en su inconsciencia, seducida y manipulada por la destreza de las raposas de este mundo? ¿Cómo traducir, en la predicación, la primacía paulina de la sabiduría de la cruz?
Inicialmente es preciso ampliar nuestra comprensión de cruz y de muerte. Muerte no es solamente el último momento de la vida. Es la vida toda que va muriendo, limitándose, hasta sucumbir en un límite último. Por esto preguntar: ¿Cómo murió Cristo? equivale a preguntar: ¿Cómo vivió? ¿Cómo asumió los conflictos de la vida? ¿Cómo acogió el caminar de la vida que va hasta terminar de morir? Él asumió la muerte en el sentido de haber asumido todo lo que trae la vida: alegrías y tristezas, conflictos y enfrentamientos, por causa de su mensaje y de su vida.SEGUIR LEYENDO

Manuela Carmena: “La ley de seguridad ciudadana no protege más que a los políticos” Juan Luis Gallego

Números rojos

No es el de Manuela Carmena (Madrid, 1944) un perfil común en el mundo de la Judicatura. Probablemente, no lo era ya cuando se licenció en Derecho en 1965; ni cuando participó en la fundación del Despacho Laboralista de Atocha en el que un ataque ultraderechista, en 1977, mató a tres compañeros; ni cuando impulsó la asociación Jueces para la Democracia… Tampoco ahora es una jubilada al uso, dispuesta a aprovechar tanta experiencia para reformar una Justicia que, dice, se aleja cada vez más de la mayoría de la sociedad. SEGUIR LEYENDO

El cristianismo de María Magdalena Juan José Tamayo, teólogo

En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y el gobierno.
La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural, física, etc.
Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quizá no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota. Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento.

La teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ella que las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.
El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús, personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.

En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipación de las mujeres.

A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.
Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra”.
Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del reino, se hicieron con el bastón de mando, que nada tenía que ver con el cayado del pastor para apacentar las ovejas, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. Eso sucedió cuando las iglesias dejaron de ser comunidades domésticas y se convirtieron en instituciones políticas e Iglesia.

¿Cuándo se reparará tamaña injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las Iglesias cristianas de hoy. Es necesario cuestionar la primacía –el primado- de Pedro, que implica la concentración del poder en una sola persona e impide el acceso de las mujeres a las responsabilidades directivas compartidas.
Hay que recuperar el discipulado de María Magdalena, “Apóstol de los Apóstoles”, como la llama Elisabeth Schüssler en un artículo del mismo título pionero en las investigaciones feministas sobre el Testamento cristiano, en referencia al reconocimiento que se le daba en la Antigüedad cristiana. Es necesario revivir, refundar el cristianismo de María Magdalena, inclusivo de hombres y de mujeres, en continuidad con los profetas y las profetisas de Israel y con el profeta Jesús de Nazaret, pero no con la sucesión apostólica, de marcado acento jerárquico-patriarcal.
Un cristianismo olvidado entre las ruinas valladas de la ciudad de Magdala, lugar de nacimiento de María Magdalena, que visité hace tres años, a siete kilómetros de Cafarnaún, donde tuvo su residencia Jesús de Nazaret durante el tiempo que duró su actividad pública. En las excavaciones que se llevan a cabo en Magdala se descubrió en 2009 una importante sinagoga Ahí se encuentra la memoria subversiva del cristianismo originario liderado por Jesús y María Magdalena, que fue derrotado por el cristianismo oficial.
Pero de aquel cristianismo sepultado bajo esas ruinas emerge un cristianismo liberador vigoroso, desafiante, y empoderado a través de los movimientos igualitarios que surgen en los márgenes de las grandes iglesias cristianas, como surgió en los márgenes el primer movimiento de Jesús, de María Magdalena y de otras mujeres que le acompañaron durante los pocos meses que duró su actividad pública..
Es necesario heredar la autoridad moral y espiritual de María de Magdala como amiga, discípula, sucesora de Jesús y pionera de la igualdad. En definitiva, Jesús Nazaret, María Magdalena, Cristina de Pisan, Virginia Woolf, los movimientos feministas, las comunidades de base y la teología feminista de las religiones caminan en dirección similar. Por ahí han de ir las nuevas alianzas, creadas desde abajo y no desde el poder, en la lucha contra la violencia de género y la exclusión social de las mujeres.
Juan José Tamayo es miembro del Comité Científico del Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013) y de Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2012), que tiene un capítulo dedicado a la utopía feminista. 

El crucifijo más antiguo José M. Castillo, teólogo


Enviado a la página web de Redes Cristianas
Una de las cosas más complicadas, que entraña el cristianismo, está en saber y precisar debidamente cómo debemos los cristianos expresar la fe, el respeto y las exigencias que lleva consigo el recuerdo y la imagen de Jesús crucificado. De sobra sabemos que la cruz, el instrumento de muerte infamante en el que mataron a Jesús, se ha utilizado – y se sigue utilizando – para los fines más diversos: imagen de piedad y devoción, adorno de paredes y edificios, símbolo de identidad de una confesión religiosa, signo de autoridad y poder, ornato de bisutería y joyería, condecoración para personas importantes y tantas cosas más que quizá ni nos imaginamos.
Este nudo de cosas tan heterogéneas, y hasta tan contradictorias, resulta perfectamente comprensible. Baste pensar que, según la fe cristiana, en una cruz (lo más degradante que se ha inventado) murió Dios (lo más excelso, tan excelso que nos trasciende a los humanos). Y esa fusión de lo que (según la humana razón) no se puede fusionar, se realizó de forma que aquello no fue, ni pudo ser, un rito religioso, sino la ejecución de un delincuente. Así fue, si nos atenemos al hecho histórico. Otra cosa es la interpretación que le dio a ese hecho el apóstol Pablo, al afirmar que la muerte de Cristo fue un “sacrificio” y una “expiación” por nuestros pecados (1 Cor 5, 7; Rom 5, 9-11; Ef 5, 2). Pero la realidad es tozuda. La muerte de Jesús fue lo que fue, en aquella sociedad: la ejecución legal de un hombre “peligroso”, asesinado entre dos “lestaí” (Mc 15, 27 par), una palabra que, según el historiador F. Josefo, se utilizaba para designar a los “rebeldes” al orden establecido.
Por eso los cristianos primitivos no se atrevieron nunca ni a pintar cruces y crucifijos. Hubiera sido una provocación decir, en aquellos tiempos, que se veneraba a un “dios crucificado”. El crucifijo más antiguo que se conoce fue descubierto en 1856, en un sótano de las ruinas del viejo palacio del emperador Augusto. Lo que se encontró fue un “graffiti” (datado en torno al año 200) que representa a un hombre delante de una cruz en la que está crucificado un hombre desnudo con cabeza de burro. Y debajo, con grandes letras, una burla que dice en griego: “Alesamenos sebete Theon”, que significa “Alejandro adora a Dios”.
Esto fue escrito, si duda, por un irrespetuoso empleado del palacio imperial, que así se burlaba de los cristianos que empezaban a hacerse notar en Roma. La figura es indignante para quienes veneramos, con respeto y sentimientos de devoción, la imagen de Jesús crucificado. Pero confieso que a mí me indigna, tanto o no sé si más aún, que aquel subversivo del poder y la ostentación, que fue Jesús, se vea hoy representado, con oro y pedrería de gran lujo, para lucimiento de gentes sin escrúpulos, que ostentan así su vanidad, su prepotencia, su codicia o su ambición. Y lo peor de todo es que, con demasiada frecuencia, estos sentimientos se lucen a costa del dolor y la vergüenza de los más desamparados. ¿Y nos quejamos de que las cosas estén como están? ¿Es que nos hemos empeñado en hacer del fracaso de Jesús el triunfo del cristianismo? Y lo peor de todo es cuando vemos las cosas más disparatadas como lo más natural del mundo. Entonces es cuando yo empiezo a temer en serio que esto no tiene remedio. 

Locura y escándalo de la cruz. 10 preguntas mordientes Arnaldo Zenteno



Queridas hermanas y hermanos: Les comparto un Viacrucis del Migrante, un Viacrucis Ecológico, 10 preguntas inquietantes o mordientes ante el escándalo d ela Cruz, y un pequeño folleto inspirado en Pagola sobre ese escándalo y locura.
Unidos en el Viacrucis de Jesús y los Crucificados de nuestra historia, y unidos ahora en especial a tantas personas afectadas de diversas maneras en la cadena de temblores y de incertidumbre hoy en Nicaragua.
arnaldo.


LOCURA Y ESCÁNDALO DE LA CRUZ.
10 preguntas mordientes

1.- ¿Cuánto valoramos y qué sentido le damos a la devoción popular, a las imágenes de Cristo crucificado, como a la Sangre de Cristo? ¿Las valoramos o pensamos que es una religiosidad popular sin evangelización? ¿Hemos reflexionado en por qué el pueblo más pobre se identifica tanto con las imágenes de Jesús Crucificado?
2.- ¿En qué sentido Cristo crucificado es fuente de nuestra esperanza y de una lucha más humana?
3.- Cuando se habla del Sacrificio de la Cruz se suele decir que es el sacrificio que le ofrece al Padre para pagar la ofensa por nuestros pecados y que nos perdone ¿Es esto verdad y qué imagen refleja de Dios?
4.- ¿Y en qué sentido podemos decir que el Padre no quiere la Cruz de su Hijo Amado y en qué sentido el Padre sí la quiere?
5.- ¿En nuestra vida cotidiana creemos más en un Dios omnipotente y todo poderoso y aún el Dios de los ejércitos más que en un Dios humillado y crucificado?
6.- ¿Por qué matan, asesinan a Jesús las autoridades religiosas y políticas de su tiempo?
7.- ¿Vemos en Jesús crucificado que Él se identifica con las víctimas, con los crucificados de la historia?
8.- Si adoramos a Jesús crucificado que entrega la vida por amor ¿podemos ser indiferentes a los crucificados de nuestra historia?
9.- ¿Qué significa para nosotros la palabra de Jesús “El que quiera ser mi discípulo, tome su cruz y sígame”?
10.- ¿Qué relación hay entre asumir la Cruz y comprometernos por el Reino?
Asamblea de Representantes CNP-CEB. Abril 2014.
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales