FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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miércoles, 16 de enero de 2019

Dos miembros de la comisión vaticana para el diaconado recuerdan que la Iglesia consagró a mujeres durante un milenio

RELIGIÓN DIGITAL 
(Cameron Doody).- 
Durante un milenio, las mujeres fueron consagradas como diaconisas para servir en una multitud de papeles ministeriales y sacramentales, del mismo modo en que lo fueron los hombres. Esta es la conclusión a la que han llegado dos miembros de la Comisión de estudio del Vaticano sobre el diaconado femenino, la profesora Phyllis Zaganoy el jesuita Bernard Pottier. LEER NOTICIA

LA DESAUTORIZACIÓN DE LA JERARQUÍA EN MORAL SEXUAL ES ENORME

col costa

La llegada del Papa Francisco al pontificado ha tenido un impacto evangélico enorme. Sus palabras y gestos indican de un modo inequívoco en qué consiste el Evangelio. Como latinoamericano celebro que haya apernado al más alto nivel la opción por los pobres que ha caracterizado a nuestra Iglesia. Pero temo que dentro de poco Francisco no podrá ya enfrentar asuntos decisivos, pendientes de resolver en la Iglesia universal. Me detengo en uno solo.
Se cumplieron 50 años de la promulgación de Humanae vitae, la encíclica que prohibió la contracepción, y no pasó nada. La institución eclesiástica no ha innovado en su doctrina sobre la sexualidad en un punto decisivo para enseñar con autoridad. ¿No pasó nada? Sí pasó: se hizo aún más profunda la incomunicación entre la jerarquía y el pueblo de Dios. Pues, imperceptiblemente, la desautorización de la jerarquía en materias de moral sexual es enorme. Hoy es total, o casi.
Los últimos cuatro papas -saquemos a Juan Pablo I- han mantenido una doctrina que nadie puede decir que haya sido recibida o aceptada por el Pueblo de Dios. Las informaciones previas al Sínodo sobre la familia (2015) indican que el 90 % de los católicos aproximadamente cree que se trata de una enseñanza equivocada. Algunos ni siquiera saben que existe y usan medios contraceptivos como quien toma decisiones responsables en su vida. En la actualidad los matrimonios no se complican con Humanae vitae. No por esto debe olvidarse tan rápidamente el daño que esta encíclica produjo en las católicas los años siguientes a 1968. Esta doctrina dinamitó la capacidad de las mujeres de decidir en conciencia cómo podían ellas, con, y a menudo sin sus maridos, hacerse cargo de los niños que habrían de educar. Muchas se fueron. Otras dejaron de confiar en el magisterio.
Humanae vitae, además de constituir un problema irresuelto -como bien opina Charles Curran en un artículo reciente (Theological Studies 79 (3) 2018)-, constituye el dique que impide a la jerarquía eclesiástica cambiar su enseñanza a propósito de otros temas de moral sexual. Si la encíclica prohíbe el uso de preservativos dentro del matrimonio y solo acepta actos sexuales abiertos a la procreación, ¿cómo pudiera orientar la vida de personas homosexuales, de los jóvenes que no toman la decisión de casarse antes de convivir, de gente que eventualmente puede trasmitir el Sida y otras situaciones? Hasta aquí ha sido pueril de parte de los obispos y sacerdotes dar autorizaciones ad casum o ad personam. Ellos se han atribuido a veces la responsabilidad de interpretar la encíclica o de saltársela simplemente, eximiendo a los católicos del deber que solo ellos tienen de discernir sus elecciones en conciencia.
¿Es posible que la Iglesia cambie su doctrina? Por supuesto que sí. Lo ha hecho. El Concilio Vaticano II innovó, por ejemplo, en materia de libertad religiosa. Desde entonces la Iglesia ha tomado iniciativas de tolerancia en diversas partes del mundo, anunciando por doquier que Dios puede expresarse en las culturas y religiones más distintas, y que el cristianismo, en los hechos, no es mejor que ninguna. Los tiempos cambian y la doctrina debe ajustarse a las nuevas culturas pues, de lo contrario, no habrá cómo anunciarles el Evangelio.
¿Por dónde comenzar? Primero, habría que desenterrar las obras de los moralistas que en su momento fueron sancionados. No se trata de rehabilitar sus nombres. Hicieron su trabajo intelectual por amor a la Iglesia y no por vanagloria. Segundo, habría que encontrar en la teología de los signos de los tiempos el fundamento teórico para entender que la revelación es histórica, lo cual obliga a escuchar el habla de Dios en los nuevos acontecimientos, especialmente en la experiencia de los católicos que asumen seriamente su vida afectivo-sexual. La superación de Humanae vitae depende, ante todo, de que la institución eclesiástica aprenda de la Iglesia.

REBUS SIC STANTIBUS

col zapatero

El día 3 de enero se cumplieron cuarenta años de la firma de los acuerdos entre el Gobierno español y la Santa Sede. Los acuerdos que se firman hay que cumplirlos (pacta sunt servanda). A este principio muchos añaden el otro, también de origen latino y vigente en derecho, que dice que debe ser así “rebus sic stantibus”; es decir, siempre y cuando no se vean alteradas las circunstancias que llevaron a que se establecieran dichos acuerdos o pactos.
Y, en estas estamos. Mientras la Iglesia española insiste en lo primero (pacta sunt servanda), es decir, el Estado debe cumplir con los acuerdos que se firmaron entonces. Algunos partidos políticos, también diversos grupos sociales, y entidades de diferentes tipos, etc., se posicionan del lado de lo segundo; es decir, hay que revisar dichos pactos, porque las circunstancias, concretamente la realidad de la sociedad española, (rebus sic stantibus) han cambiado, y mucho, desde aquel 3 de enero de 1979. Creo, por ello, que no estaría de más traer a la mente dos aspectos que nos aportarían bastante luz en este asunto. 
En primer lugar, el aspecto jurídico. Conviene recordar que, para muchas personas, aquellos pactos fueron “preconstitucionales”; pues, a pesar de haber sido firmados con la Constitución ya en vigor (después de haber sido refrendada en referéndum por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978, sancionada por el rey Juan Carlos I el 27 de diciembre y publicada en el BOE el 29 de diciembre del mismo año), no podemos perder de vista que desde bastantes meses antes el Gobierno español y la Santa Sede venían manteniendo ya numerosas reuniones en las que discutían e intercambiaban puntos de vista principalmente sobre el “qué” de dichos acuerdos; justamente mientras los “padres” de la Constitución se encontraban discutiendo sobre los principios en que se había de fundamentar la misma hasta llegar  a su redacción final. Aunque, a decir verdad, pienso que no es atrevido pensar que el entonces ministro de Asuntos Exteriores español, Marcelino Oreja, iría poniendo en antecedentes al también entonces Secretario de Estado Vaticano, cardenal Villot, sobre por donde estaban yendo más o menos los derroteros de la Constitución que, a la postre, serviría de marco a los acuerdos que se estaban llevando a cabo. Ahora bien, el valor que podemos dar a todo esto son el de ser sencillamente hipótesis y conjeturas, nada más. 
El segundo se centraría más en la cuestión social. La España de 1979 era, querámoslo o no, una España que, si bien ya no la podíamos definir como “nacional católica”, puesto que la Constitución ya había dejado claro (Art. 16, 3.2) que “Ninguna confesión religiosa tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Sin embargo, en la práctica las manifestaciones religiosas, tanto a nivel público como privado, seguían arrastrando de alguna manera una rémora bastante fuerte en este sentido. A pesar, todo hay que decirlo, de que ciertos sectores eclesiales, principalmente de base, no cesaban en su empeño de hacer todo lo posible de cara a construir una Iglesia que se alejase cada vez más del Derecho Canónico y de todo lo que pudiera sonar a obligación y “cumplimiento” para acercarse, a su vez, a los valores del Evangelio y de la libertad de conciencia.
Después los diferentes gobiernos, principalmente del Partido Socialista con apoyo de otros grupos políticos y asumidas por un sector muy amplio de la sociedad, irían aprobando leyes que dejarían muy claro que aquellos años de la Transición (en la que se firmaron precisamente dichos Acuerdos) se iba pareciendo muy poco o nada a la realidad tal y como iba transcurriendo la sociedad. Simplemente, por citar las más relevantes, mencionar las leyes del Divorcio, la despenalización del Aborto, el matrimonio Homosexual, etc.
Está claro, por tanto, que en la actualidad el “rebus sic stantibus” es muy otro a aquel en que se redactaron dichos Acuerdos. Por ello, yo como católico, desearía que se revisasen ya y se introdujeran los cambios pertinentes que estuvieran más en consonancia con la sociedad del momento y con el tipo de Iglesia en la que muchas personas que nos consideramos católicas creemos o nos gustaría creer. Menciono algunos simplemente como ejemplo.   
En primer lugar, hacer constar que el Estado español es un Estado “aconfesional”. Omito lo de “laico”, porque para algunos, no es mi caso, supondría entrar en un terreno un tanto resbaladizo y dar pie a la polémica que de ello puede llegar a derivarse, como son el fenómeno del “laicismo” y la “laicidad”, entre otros. Y esto, por tanto, mencionarlo de forma explícita, redactando de manera diferente el artículo 16,3.2 de la Constitución, diciendo, por ejemplo, que el Estado español mantendrá relaciones de cooperación con todas las confesiones religiosas, sin mencionar de manera expresa a ninguna de ellas.
En segundo lugar, que se dieran todos los pasos necesarios en la dirección de conseguir un “pacto por la aconfesionalidad” (por la “laicidad”, para quienes así lo pensamos) entre las confesiones religiosas y el Estado, garantizando la neutralidad ideológica del último, lo que supondría, entre otras cosas, eliminar todo tipo de simbología religiosa en los actos oficiales y en lugares y edificios de titularidad pública, así como cualquier presencia oficial de autoridades civiles o militares en los actos religiosos. Pudiendo asistir, ¡sólo faltaba!, a título personal e individual, si así lo consideraban oportuno.  
En tercer lugar, implantar, aquí sí, la “laicidad en la Escuela”, apostando por una educación que tenga como objetivos centrales la formación integral de la persona, sin pretender ningún tipo de proselitismo ni adoctrinamiento, implícita o explícitamente, por parte de ninguna de las confesiones con quienes el Estado español tiene firmados acuerdos en este ámbito, en la actualidad y en el futuro. Y, dado el cambio social tan importante que se viene dando en España desde hace bastantes años, con el consiguiente pluralismo religioso y social, eliminar como asignatura en el sistema educativo la enseñanza de la Religión Confesional Católica, así como también de todas las demás confesiones religiosas, sustituyéndola por una asignatura cuyo contenido  tratase del “hecho religioso en general” y que podría pasar a llamarse, por ejemplo, “Fenomenología de  la religión”, “Historia de las religiones” u “Otras”. 
En cuarto lugar, denunciar el actual sistema de financiación de la Iglesia Católica por parte del Estado español, promoviendo medidas urgentes y necesarias de cara a avanzar en el proceso de autofinanciación de la Iglesia Católica. Lo cual no estaría en contra, ni mucho menos, con el hecho de seguir colaborando por parte del Estado con aquellas entidades dependientes de la Iglesia católica que tienen por objetivo la acción social, especialmente con las personas más desfavorecidas.
Potenciar la autonomía civil frente a la exclusiva moral religiosa. Es verdad que para quienes nos sentimos cristianos, católicos en este caso, el Evangelio nos presenta unas exigencias morales muy concretas. Sin embargo, ello no tiene que suponer que dichas exigencias sean las que deban regir en y para toda una sociedad plural y secularizada; sino que esta ha de regirse por códigos morales basados en principios de Ética Civil Común o Universal, que se derivan de valores fundamentales como: afirmación de la vida, libertad, paz, justicia, verdad, pluralismo, respeto, dignidad, igualdad, etc. Por tanto, no tiene sentido que los dirigentes eclesiásticos y religiosos pretendan imponer su moral y visión de la vida a toda una sociedad, que debe regirse, como acabo de mencionar, por la ética civil universal.
Por todo ello, solamente me resta decir que “los pactos deben ser cumplidos”, pero solo y cuando las circunstancias en que se fundamentaron no hayan cambiado, lo que no sucede precisamente en el caso que nos atañe. De ahí la preeminencia en este caso del “rebus sic stantibus” sobre el “pacta sunt servanda”.

MEJOR QUE MEDITACIÓN TRASCENDENTAL

col lorenzo

Estamos convencidos por propia experiencia de la importancia del yoga, la meditación trascendental, el zen y demás métodos orientales para adquirir o mejorar la salud tanto fisiológica como psicológica. Hasta aquí nada nuevo descubrimos. Pero hace pocos años un equipo de psicólogos de la Universidad de Ohio han realizado un curioso estudio con dos grupos de voluntarios. A uno de ellos se le pidió que durante una semana hiciera los clásicos ejercicios de yoga: relajados repetirían como mantra la frase "soy feliz" o "estoy alegre".
El otro grupo había de concentrarse -con la misma técnica meditación trascendental- en una de estas dos sentencias: "Dios es amor" o "Dios es mi paz". Éstos últimos mostraron mucho mejor dominio de la ansiedad. Lograron una paz más duradera y eficaz. Incluso fueron capaces de mantener más tiempo que los primeros la mano en agua fría; una sencilla prueba que demuestra el dominio interior. Da toda la impresión de que con la meditación de tipo religioso con métodos orientales se consiguen efectos mejores para la salud mental. Y por supuesto aumenta en mucho la calidad de nuestra relación con Dios, que es lo más importante.
A lo largo de la vida, varios amigos hemos comprobado cómo ha evolucionado de una manera muy positiva tanto nuestro temperamento como nuestra manera de reaccionar ante el dolor. Nunca falta en la existencia de todos el sufrimiento, la enfermedad y un gran repertorio de contratiempos. Nos ha tocado con frecuencia animar y aliviar a muchas personas en momentos críticos y duros. Aconsejar la confianza en Dios, el abandono en la Providencia, la paz en nuestra existencia... Los métodos de respiración y relajación han sido instrumentos muy válidos para avanzar por estos caminos.
Lo cierto es que no podemos echar en el olvido a la hora de ayudarnos a nosotros mismos y a los demás todas estas técnicas. La vida está cubierta de sufrimientos, contratiempos y espinas dolorosas. Algunos fármacos pueden quitarnos el dolor. Para dar paz, también con medicinas se consigue inducir el sueño y reducir el vigor de la memoria obsesiva. Utilizar estas drogas una temporada tal vez lo considere el médico necesario. Pero es precisa la prudencia y discreción. Una relación íntima con Dios metódica, sin despreciar la receta del especialista, es la que nos ayuda de verdad a superar estos traumas causados por el roce tremendo de la propia existencia.

TU MADRE VIO Y LOS QUE SERVÍAN EXPERIMENTARON

col santos com
(Jn, 2, 1-11)
Adentrémonos en la boda más famosa de la historia: “Había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda”.
La mirada de tu madre era de largo alcance y te conocía tanto como para ver que tu momento había llegado: “No tienen vino”, sinónimo de que una fiesta sin vino no es una fiesta y de la sensibilidad y empatía de María.
Te vio nacer, crecer, hacerte hombre y ese día intervino discretamente pero con la elegante contundencia de una madre que ve el paso siguiente de la historia de su hijo, más allá de si él todavía no lo ve; obviando que pueda parecer inoportuna la observación.
Efectivamente, respingaste: “¿Qué tengo yo contigo, mujer?, todavía no ha llegado mi hora”. Lo que equivale a decir: “¿Qué a mí y a ti?”(1), término utilizado en el AT y el NT para indicar el rechazo de algo que no se cree incumbencia del interpelado. Hoy diríamos algo parecido: “¿Y a ti y a mí que nos importa?
Tu madre se saltó tu improcedente respingo y resolvió dirigiéndose a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”.
¿Qué pasó en tu cabeza? ¿Cabeza?... No, lo que pasó venía directo desde tu corazón. Las palabras de tu madre debieron resonar como un eco interior que al instante te despertó a la comprensión de que había llegado tu hora: “Llenad las tinajas de agua”… y sucedió.
María debió retirarse después de su materna intervención. El mayordomo estaría de los nervios sabiendo que se había acabado el vino y eso le traería problemas cuando acabara la boda. Los discípulos y demás invitados centrados en el banquete y ajenos a lo que estaba sucediendo entre bastidores no se enteraron de nada. Y al novio, lo podemos imaginar, extrañado y sorprendido por el comentario del atónito mayordomo: “Todos sirven primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el inferior. Tú, en cambio has reservado el vino bueno hasta ahora”.
¿Quiénes fueron los únicos que vivieron como experiencia inolvidable el comienzo de los signos que realizaste en Caná de Galilea? Sólo los sirvientes que habían llenado de agua las tinajas, sabían lo que había pasado.
¿Qué contarían cuando volvieran a casa? Quizás quisieron verte de nuevo y te siguieron el tiempo que permaneciste por esas tierras, y se hicieron mensajeros de primera mano de lo vivido, como experiencia interior.
Me pregunto quiénes son hoy esos sirvientes. ¿Serán quienes experimentan en primera persona tu paso por sus vidas?
Creo que son quienes saben que lo que era oscuro se transforma en luz; que lo que era insípido se vuelve sabroso; que lo que era frustración desemboca en autoestima; que la desesperación se convierte en esperanza; y que sólo el Amor, como dice la canción (2), “engendra la maravilla, sólo el Amor consigue encender lo muerto”. Así con música, sin olvidar que la fiesta sigue, como en la Boda de Caná.
Somos llamados a ser sirvientes activos y comunicar con sencillez y alegría que nos invitas a un banquete en donde todo puede suceder si no falta lo principal: el Amor.

Mari Paz López Santos

  1. Semitismo bastante frecuente en el AT y NT (Biblia de Jerusalén, Nueva Edición Manual, Ed. Desclée De Brouwer, pág. 1546)
  2. De la canción “Sólo el amor”, Silvio Rodríguez

EL AGUA-LEY LIMPIA POR FUERA. EL VINO-AMOR VIVIFICA DESDE DENTRO

col fraymarcos
Jn 2, 1-12
Celebramos hoy la tercera de las manifestaciones de Jesús que durante siglos se celebraban el día de Epifanía. El evangelio que hemos leído, entendido literalmente, no tiene ni pies ni cabeza. Es absurdo que Jesús saque de la chistera un regalo para los novios. No, como todos los “milagros” narrados por este evangelista, se trata de signos que nos llevan a realidades profundas y decisivas para nuestra verdadera trasformación interior.
Es impensable que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Está dentro de toda lógica la respuesta de Jesús: “¿Qué nos importa a ti y a mí?”. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de unos cien litros, dedicadas a las purificaciones. Por último, no tiene sentido que el maestresalas increpe al novio por haber dado el vino malo al principio. Era él quien ordenaba qué vino se servía.
El relato no es una crónica de lo sucedido en una boda. Es fruto de una minuciosa y larga elaboración. No nos dice ni quienes eran los novios ni que relación tienen con Jesús. Lo que normalmente llamamos “el milagro” pasa casi desapercibido. Ni siquiera nos dice cuándo se convierte el agua en vino. Sería imposible separar lo que pudo suceder realmente de los símbolos que envuelven el relato. Pero lo que hoy nos cuenta Jn es teología. La clave para entenderlo es el trasfondo del AT, y la “hora” de la glorificación de Jesús en la cruz.
La boda era, desde Oseas, el signo más empleado para designar la alianza de Dios con su pueblo. La idea de Dios novio y el pueblo novia se repite una y otra vez en el AT. La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT, era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios.
La Mujer es un misterio en este relato. Nos aporta un poco de luz la segunda carta del Tarot: la Sacerdotisa. Un mujer madura, pero en plenas facultades que simboliza lo nuevo de la sabiduría. No le llama hijo, ni Jesús le llama Madre. Símbolo de la Alianza que está ya caducada. Jesús y los discípulos son el nuevo pueblo, que están allí de paso. Es completamente inverosímil que María pidiera a Jesús un milagro y menos aún que adelantara la hora de hacerlo. La hora para Jn es siempre la hora de la muerte de Jesús.
El vino es símbolo del amor entre el esposo y la esposa. En la boda, (Antigua Alianza) no existe relación de amor entre Dios y el pueblo. La Madre, por pertenecer a la boda se da cuenta de la falta. María representa al Israel fiel que espera en el Mesías. Jesús nace del verdadero Israel y va a dar cumplimiento a las promesas. El primer paso es mostrarle la carencia: "No tienen vino". No se dirige al presidente, ni al novio. Se dirige a Jesús, que para Jn es el único que puede aportar la salvación que Israel necesita.    
Jesús invita a su madre a desenten­derse del problema. No les toca a ellos intervenir en la alianza caducada. Está indicando la necesidad de romper con el pasado. Ella espera que el Mesías arregle lo ya existente, pero Jesús le hacer ver que aquella realidad no se puede rehabilitar. Jesús aporta una novedad radical. Jn está constantemente haciendo referencia a la "hora" (la cruz). Jesús invita a la esperanza, pero la realización no va a ser inmediata. El vino nuevo depende de aquella hora. Anunciar la hora significa que la salvación está cerca.
Haced lo que él os digaSolo en el contexto de la Alianza, la frase puede cargarse de sentido. El pueblo en el Sinaí había pronunciado la misma frase: "Haremos todo lo que dice el Señor". También el Faraón dice a los servidores: haced lo que él (José) os diga. Se ve con claridad que el trasfondo del relato y lo que quiere significar. Como en el AT, el secreto de las relaciones con Dios está en descubrir su voluntad y cumplirla.
Las tinajas estaban allí colocadas, inmóviles. Se ve el carácter simbólico que van a tener en el relato. El número 6 es signo de lo incompleto. El número de la perfección era el 7. Es el número de las fiestas que relata este evangelio. La séptima será la Pascua. Eran de piedra, como las tablas de la ley. La ley es inmisericorde, sin amor. La ley (imposible de cumplir) es la causa del pecado (falta de amor-vino). Jesús les hace tomar conciencia de que están vacías; es decir que el sistema de purificación era ineficaz.
Jesús ofrece la verdadera salvación, pero ésta no va a depender de ninguna ley, (tinajas). El agua se convertirá en vino fuera de ellas. "Habían sacado el agua". La nueva purificación no se hará con agua que limpia el exterior, sino con vino que penetra dentro y transforma el interior del hombre. Solo después de beberlo se da cuenta el mayordomo de lo bueno que es. Esta interioridad es la oferta original de Jesús.
Lo que sacan los criados de las tinajas es agua. El mayordomo (clase dirigente) no se enteró de la falta de vino. Significa que los jefes se despreocupan de la situación del pueblo. Les parece normal que no se experimente el amor de Dios, porque esa es la base de su poder. No conocen el don mesiánico, los sirvientes sí. El vino-amor como don del Espíritu es el que purifica, lo único que puede salvar definitivamente.
El vino es de calidad. “Kalos” indica siempre excelencia. El maestresala reconoce que el vino nuevo es superior al que tenían antes. Pero le parece irracional que lo nuevo sea mejor que lo antiguo. Por ello protesta. Lo antiguo debe ser siempre lo mejor. Esta actitud es la que impidió a los jefes religiosos aceptar el mensaje de Jesús. Para ellos la situación pasada era ya definitiva. Toda novedad debe ser integrada en el pasado o aniquilada.
El último versículo es la clave para la interpretación de todo el relato. Nos habla del “primer” signo de una serie que se va a desarrollar durante todo el evangelio. Además, como signo, va a servir de prototi­po y pauta de interpretación para los que seguirán. El objetivo de todos los signos es siempre el mismo: manifestar “su gloria”. Ya sabemos que la única gloria que Jesús admite es el amor de Dios manifestado en él. La gloria de Dios consiste en la nueva relación con el hombre, haciéndole hijo, capaz de amar como Él ama.
Lo más sorprendente es que se emplee la imagen de una boda para hablarnos de las relaciones de Dios con el hombre. Dios se manifiesta en todos los acontecimientos que nos invitan a vivir. Dios no quiere que renunciemos a nada de lo que es verdaderamente humano. Dios quiere que vivamos lo divino en lo que es cotidiano y normal. La idea del sufrimiento y la renuncia como exigencia divina es antievangélica.
El mensaje para nosotros hoy es muy simple, pero demoledor. Ni ritos ni abluciones pueden purificar al ser humano. Solo cuando saboree el vino-amor, quedará todo él limpio y purificado. Cuando descubramos a Dios dentro de nosotros e identificado con todo nuestro ser, seremos capaces de vivir la inmensa alegría que nace de la unidad. Que nadie te engañe. El mejor vino está sin escanciar, está escondido en el centro de ti.

Meditación
Con apaños exteriores no puedo llegar a Dios.
Dogmas, ritos y preceptos, o los vivo o están muertos.
Nuestra religión es falsa si no nos da Vida auténtica.
La doctrina será el agua que solo te dará vida
si la bebes y trasformas en lo más hondo de ti

EN VEZ DE AYUNO, BANQUETE DE BODAS

col sicre

Domingo 2º del Tiempo Ordinario. Ciclo C.
El domingo pasado leímos el relato del bautismo de Jesús. Si hubiéramos seguido el orden del evangelio de Lucas (base de este ciclo C), hoy deberíamos leer el ayuno de Jesús en el desierto y las tentaciones. Sin embargo, con un salto imprevisible, la liturgia cambia de evangelio y nos traslada a Caná. ¿Por qué?
Las tres epifanías (o “manifestaciones”)
Para la mayoría de los católicos, solo hay una fiesta de Epifanía, la del 6 de enero: la manifestación de Jesús a los paganos, representados por los magos de oriente. Sin embargo, desde antiguo se celebran otras dos: la manifestación de Jesús en el bautismo (que recordamos el domingo pasado) y su manifestación en las bodas de Caná.
Los grupos de peregrinos que van a Israel, cuando llegan a Caná tienen dos focos de interés: la iglesia, en la que bastantes parejas suelen renovar su compromiso matrimonial; y la tienda en la que venden vino del lugar. La boda y el vino son los dos grandes símbolos del evangelio de este domingo.
Un comienzo sorprendente
Si recordamos lo que ha contado hasta ahora el cuarto evangelio, el relato de la boda de Caná resulta sorprendente. Juan ha comenzado con un Prólogo solemne, misterioso, sobre la Palabra hecha carne. Sin decir nada sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, lo sitúa junto a Juan Bautista, donde consigue sus primeros discípulos. ¿Qué hará entonces? No se va al desierto a ser tentado por Satanás, como dicen los otros evangelistas. Tampoco marcha a Galilea a predicar la buena noticia. Lo primero que hace Jesús en su vida pública es aceptar la invitación a una boda.
¿Qué pretende Juan con este comienzo sorprendente? Quiere que nos preguntemos desde el primer momento a qué ha venido Jesús. ¿A curar a unos cuantos enfermos? ¿A enseñar una doctrina sublime? ¿A morir por nosotros, como un héroe que se sacrifica por su pueblo? Jesús vino a todo eso y a mucho más. Con él comienza la boda definitiva entre Dios y su pueblo, que se celebra con un vino nuevo, maravilloso, superior a cualquier otro.
El simbolismo de la boda: 1ª lectura (Is 62,1-5)
Para los autores bíblicos, el matrimonio es la mejor imagen para simbolizar la relación de Dios con su pueblo. Precisamente porque no es perfecto, porque se pasa del entusiasmo al cansancio, porque se dan momentos buenos y malos, entrega total y mentiras, el matrimonio refleja muy bien la relación de Dios con Israel. Una relación tan plagada de traiciones por parte del pueblo que terminó con el divorcio y el repudio por parte de Dios (simbolizado por la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia).
Pero el Dios del Antiguo Testamento no conocía el Código de Derecho Canónico y podía permitirse el lujo de volver a casarse con la repudiada. Es lo que promete en un texto de Isaías:
“El que te hizo te tomará por esposa:su nombre es Señor de los ejércitos.Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–.
La primera lectura de hoy, tomada también del libro de Isaías, recoge este tema en la segunda parte.
Para el evangelista, la presencia de Jesús en una boda simboliza la boda definitiva entre Dios e Israel, la que abre una nueva etapa de amor y fidelidad inquebrantables.
El simbolismo del vino
En el libro de Isaías hay un texto que habría venido como anillo al dedo de primera lectura:
“El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monteun festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;manjares enjundiosos, vinos generosos”.
Este es el vino bueno que trae Jesús, mucho mejor que el antiguo. Además, este banquete no se celebra en un pueblecito de Galilea, con pocos invitados. Es un banquete para todos los pueblos. Con ello se amplía la visión. Boda y banquete simbolizan lo que Jesús viene a traer e Israel y a la humanidad: una nueva relación con Dios, marcada por la alegría y la felicidad.
El primer signo de Jesús, gracias a María
A Juan no le gustan los milagros. No le agrada la gente como Tomás, que exige pruebas para creer. Por eso cuenta muy pocos milagros, y los llama “signos”, para subrayar su aspecto simbólico: Jesús trae la alegría de la nueva relación con Dios (boda de Caná), es el pan de vida (multiplicación de los panes), la luz del mundo (ciego de nacimiento), la resurrección y la vida (Lázaro).
Pero lo importante de este primer signo es que Jesús lo realiza a disgusto, poniendo excusas de tipo teológico (“todavía no ha llegado mi hora”). Si lo hace es porque lo fuerza su madre, a la que le traen sin cuidado los planes de Dios y la hora de Jesús cuando está en juego que unas personas lo pasen mal. Jesús dijo que “el hombre no está hecho para observar el sábado”; María parece decirle que él no ha venido para observar estrictamente su hora. En realidad no le dice nada. Está convencida de que terminará haciendo lo que ella quiere.
Juan es el único evangelista que pone a María al pie de la cruz, el único que menciona las palabras de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre”. De ese modo, Juan abre y cierra la vida pública de Jesús con la figura de María. Cuando pensamos en lo que hace en la boda de Caná, debemos reconocer que Jesús nos dejó en buenas manos.
La tercera Epifanía
El final del evangelio justifica por qué se habla de una tercera manifestación de Jesús. “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.” Ahora no es la estrella, ni la voz del cielo, sino Jesús mismo, quien manifiesta su gloria. Debemos pedir a Dios que tenga en nosotros el mismo efecto que en los discípulos: un aumento de fe en él.