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martes, 4 de febrero de 2014

Elementos para implicar a Uribe Vélez ante la justicia universal y la Corte Penal Internacional Francisco Simón Conejos

Este trabajo de investigación tiene como objetivo aportar elementos para desvelar las estructuras estatales y paraestatales responsables de la comisión de crímenes contra la humanidad en Colombia, en el contexto del conflicto político, social y armado que desangra a este país desde hace décadas. Narcotraficantes y paramilitares han provocado miles de asesinatos, desapariciones, torturas, desplazamientos, exilios, despojos y amenazas entre la población civil, pero detrás de la ejecución estos delitos atroces se encuentran algunos de los principales dirigentes políticos y económicos de la nación.
Investigación:
Por eso, no basta con identificar a los autores materiales para evitar la repetición de los crímenes sino que es imprescindible establecer la responsabilidad penal de quienes los planificaron y ordenaron su realización y de los que tuvieron la posibilidad de impedirlos y no lo hicieron.
La investigación se ha centrado en determinar la responsabilidad penal en estos delitos de lesa humanidad del ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, pues constituye un caso paradigmático del ejercicio del poder sobre los criminales y de impunidad frente a las numerosas acusaciones que le involucran en sus actos. En el trabajo se reproduce buena parte de la copiosa prueba testimonial y documental que existe no sólo sobre los beneficios que obtuvo Uribe a cambio de favorecer el crecimiento de los grupos de narcotraficantes y paramilitares desde los cargos políticos que desempeñó, sino también sobre su implicación directa en la conformación de estas estructuras y en sus crímenes. Sin embargo, los obstáculos políticos y jurídicos existentes en Colombia para perseguir estas conductas, especialmente si los acusados son o han sido altos cargos del Estado, han ocasionado que Uribe nunca haya sido juzgado. La única posibilidad de que se esclarezca su responsabilidad es la intervención de la justicia internacional y universal.
Abordar la investigación desde este lado del océano ha supuesto algunas dificultades. En el trabajo abundan las referencias periodísticas en detrimento de las fuentes primarias debido a la imposibilidad material de acceder en muchos casos a la documentación judicial concreta. Tampoco se ha podido conseguir toda la bibliografía especializada en el tema que existe en Colombia. No obstante, el material original aportado en el trabajo -denuncias, resoluciones judiciales, informes del servicio de inteligencia- es una muestra representativa de la extensa documentación que se podría analizar para completar la investigación si ésta se pudiera realizar en el terreno.
En las dependencias judiciales colombianas reposan centenares de expedientes que en sí mismos podrían constituir pruebas contra Uribe o propiciar nuevas vías de investigación sobre su participación en delitos de lesa humanidad. Tampoco ha resultado sencillo, desde mi formación periodística, determinar los elementos que implican penalmente a Álvaro Uribe. Por eso, el trabajo no pretende sustentar jurídicamente las acusaciones contra el ex presidente sino describir los hechos en los que aparece implicado que podrían calificarse como crímenes contra la humanidad, apuntar las formas de incriminación de Uribe y explicar las razones por los que el proceso judicial tendría que desarrollarse fuera de Colombia.
El resultado de la investigación se ha expuesto en cuatro capítulos y en las conclusiones finales. En el primer capítulo se trata de demostrar que en Colombia, bajo la apariencia de un régimen democrático, se han sucedido Gobiernos que son responsables de más violaciones a los derechos humanos que las dictaduras latinoamericanas. Históricamente, el Estado colombiano ha estado dominado por unas élites, apoyadas por Estados Unidos, que recurren a la violencia para defender sus intereses. Estas minorías excluyentes han creado escuadrones de la muerte -los paramilitares-, financiados por el narcotráfico, para acabar con quienes se oponen a su control ya sea a través de la resistencia civil o armada. Álvaro Uribe forma parte de estas clases dominantes y durante su gestión institucional aumentaron los ataques sistemáticos y generalizados contra civiles por parte de funcionarios públicos y de particulares que contaban con su connivencia.
El segundo capítulo repasa la evolución histórica del concepto de crímenes contra la humanidad y analiza su configuración actual en el derecho penal internacional. De esta forma, se ha pretendido establecer las diferencias de esta categoría jurídica con respecto a las violaciones de derechos humanos, se han expuesto los principios inherentes a estos crímenes internacionales y las distintas teorías para su imputación y se han descrito los elementos de su tipificación actual. Esta exposición permite concluir que actualmente existen herramientas y fundamentos jurídicos para perseguir las atrocidades que ofenden a la dignidad del ser humano, por lo que sólo se pueden plantear intereses políticos para no actuar contra sus autores.
Las razones de la permisividad frente a estos crímenes en Colombia se explican en el siguiente capítulo. La impunidad como política de Estado se ilustra con tres casos representativos de macrocriminalidad: el extermino del partido político Unión Patriótica, los asesinatos masivos de sindicalistas y el supuesto proceso de desmovilización de los paramilitares que ha dejado sin castigo la mayoría de sus acciones. También se exponen las deficiencias del ordenamiento jurídico interno para garantizar la actuación contra estas conductas y las características del fuero constitucional que protege a los altos cargos en ejercicio o cesados frente a la justicia.
El cuarto capítulo analiza en profundidad los elementos existentes para implicar a Álvaro Uribe en la comisión de crímenes contra la humanidad. En primer lugar, se repasa su dilatada trayectoria política hasta llegar a la Presidencia y la lista de amistades peligrosas que ha ido fraguando en estos treinta años de ejercicio de cargos públicos. Y en las páginas siguientes se describen profusamente sus vínculos con los grupos de narcotraficantes y paramilitares. Se incluyen gran cantidad de testimonios acusatorios de dirigentes de estas estructuras criminales e incluso un documento del Pentágono que lo calificaba de “narcoterrorista”. Además, se muestran dos casos
ejecuciones extrajudiciales de civiles y persecución de la oposición por parte de los servicios de inteligencia- que lo implican en crímenes de lesa humanidad mientras fue presidente (2002-2010).
En las conclusiones finales se demuestra que las conductas delictivas de los grupos vinculados con Uribe constituyen crímenes contra la humanidad y se trata de establecer la responsabilidad penal individual del ex presidente (incriminación por autoría mediata, coautoría, empresa criminal conjunta, complicidad, instigación), además de la necesidad de que actúe la justicia internacional y universal como única forma de que estos actos no queden impunes.

Todo este trabajo no hubiera sido posible sin la actitud valiente de las víctimas que han sobrevivido y de sus familiares, que se han atrevido a denunciar los hechos asumiendo el riesgo que supone para sus vidas. Su tenacidad y su capacidad de resistencia frente a las presiones y la estigmatización obligaron a confesar a algunos victimarios, que acabaron implicando a quienes, desde atrás, les dirigían. A todas las víctimas y a las defensoras y defensores de derechos humanos que les apoyan está dedicada esta investigación, con la esperanza de que contribuya a esclarecer la verdad de lo sucedido para que nunca más se repita. También quiero destacar la implicación de los profesores José Elías Esteve y Roberto Viciano, quienes no se limitaron a dirigir académicamente este trabajo sino que lo impulsaron y orientaron para convertirlo en una herramienta práctica que pueda ser aplicada a la realidad social con el objetivo de que el máster de derechos humanos, democracia y justicia internacional adquiera su verdadera dimensión.

Francisco cambia el rostro de la Iglesia en Brasil. Fortalece las comunidades de base tras la JMJ de Río



Poco a poco, va restando espacios a los obispos más conservadores
El Papa Francisco implementó una serie de cambios en la Iglesia de Brasil, país al que visitó en 2013, dirigidos a fortalecer las comunidades de base, al tiempo que restó espacio a algunos obispos de tendencia conservadora y recompuso las relaciones con el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, señalaron académicos y religiosos.

En menos de un año como Pontífice el argentino Jorge Mario Bergoglio ha puesto en marcha algunas reformas que “llevan su sello”, como el haber enviado una carta a un reunión, realizada por las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), observó Pedro Ribeiro de Oliveira, profesor de Religión en la Universidad Católica de Minas Gerais.
La reunión de unos 5.000 miembros de las CEB, históricamente influencias por la Teología de la Liberación, se realizó entre el 5 y el 11 de enero pasados en el estado de Ceará, uno de los más pobres de Brasil.
“Es un gesto importante porque es la primera vez que un Papa se abre así a las CEB, donde se comparte la idea de una Iglesia liberadora”, opinó el monje benedictino Marcelo Barros.
Semanas antes de la cita de las CEBs, una entidad ligada al Vaticano, invitó al jefe de Movimiento de los Campesinos Sin Tierra, Joao Pedro Stédile, a participar en un seminario sobre pobreza y exclusión en Roma.
Pensadores de la Teología de la Liberación, como el ex sacerdote franciscano Leonardo Boff y el fraile dominico Frei Betto, han expresado elogios sobre el Papa, su influencia favorable en el movimiento religioso ligado a la población humilde y el buen diálogo con la presidenta Rousseff.
Las relaciones entre el gobierno brasileño y el Vaticano experimentaron un acercamiento desde la llegada del nuevo Pontífice, que fue visitado por Rousseff en marzo de 2013.
Rousseff volvió a reunirse con el Papa dos veces en julio pasado, cuando éste permaneció durante una semana a Rio de Janeiro donde encabezó la Jornada Mundial de la Juventud, cerrada con una misa multitudinaria, en su primera gira internacional.
El Papa también adoptó algunas decisiones que afectaron la jerarquía eclesiástica brasileña, como la elevación a cardenal del arzobispo de Rio de Janeiro, Orani Tempesta, y la separación de su cargo en la comisión que auditaba el Banco del Vaticano, del arzobispo de Sao Paulo, Odílio Scherer.
Rousseff, cuya agenda internacional en 2014 será acotada debido a las elecciones presidenciales, volverá a la Santa Sede este mes para participar de la ceremonia en que Tempesta será creado cardenal por Francisco, en otro gesto de aproximación, publicó hoy el diario O Globo.
En tanto, observadores estiman que Odílio Scherer, un religioso considerado próximo al papa emérito Benedicto XVI, que lo creó cardenal, habría perdido espacio dentro la estructura de poder de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, luego de que Francisco anunció, el mes pasado, su salida del organismo que vigila el Banco del Vaticano.
Otro arzobispo tenido como conservador es Murilo Krieger, jefe de la arquidiócesis de Salvador de Bahia, quien también estuvo ligado al anterior papa Joseph Ratzinger.
Generalmente el arzobispo de Salvador es creado cardenal, una tradición que no fue tomada en cuenta por Francisco, lo cual fue una medida “sintomática y que parece sintonizar con la comunidad católica de esa ciudad que desea un purpurado más progresista”, opinó el profesor Ribeiro de Oliveira.
Está previsto que esta semana las 12 diócesis del estado nordestino de Maranhio realicen movilizaciones callejeras para expresar su repudio a la violencia. El arzobispo de Sao Luiz de Maranhio, capital estadual, José Belisario, confía en que esta convocatoria estimule la relación de las parroquias con sus fieles.
“La llegada de Francisco marca un gran momento porque la Iglesia estaba un poco ausente en los últimos tiempos y este Papa con su gran simplicidad sacó a la Iglesia de su inmovilismo”, señaló Belisario a la revista Carta Capital de este domingo.

Tiempos medievales Jaime Richart


Enviado a la página web de Redes Cristianas

En pleno siglo XXI en este país vivimos un clima medieval maquillado con tecnologías de última generación. Sólo les falta a los muchos señores feudales instituir el derecho de per-nada…
Nuestra consternación no es ya sólo por los millones que vi¬ven la pobreza. Muchos más millones con empleo viven cada día con el corazón en un puño por el temor a perderlo. En tales condi¬ciones ¿quién tiene la presencia de ánimo para hacer un plan de vida que no sea el vivir sólo el momento? ¿quién puede pensar en tener hijos o formar una familia si no los va a poder mantener ni educar? ¿quién, a menos que disponga del total precio, puede decidirse a comprar una vivienda ante el alto riesgo de no poder pagar los plazos? ¿quién confiará a un banco el poco dinero que tiene, y qué banco prestará dinero a la inmensa mayoría que ca¬rece de patrimonio o es insolvente?

La desconfianza emponzoña todo proyecto, todo contrato e incluso toda relación personal. Por una tarea y unas monedas se pelean en silencio millones de personas… Es tal la descomposición del tejido social que nadie confía en nadie, pues el engaño, la trapi¬sonda, la maquinación, el abuso y la injusticia se enseñorean de este país…
Ver el otro día a ese tal Blesa saliendo del juzgado ante cien-tos de personas, rodeado de guardaespaldas, entrando luego en su coche blindado; saber que este tipo nada en la abundancia, con sus mansiones aquí y allá, con sus yates, con su jet, con lo que fueron multimillonarias retribuciones y luego multimillo-naria jubilación, y todo a costa de miles de personas a las que dejado en la miseria y han de vivir de la beneficencia ¿alguien en su sano juicio imagina que la desigualdad que aplica la jus-ticia al dictar sentencias y si no el indulto, no son exactamente el reflejo de la desigualdad social y las diferencias humillantes entre estos maleantes y la inmensa mayoría de la población?
Para colmo de mi exasperación, cuando ahora un juez (y otro juez años atrás) actúa como el recto sentido le dicta frente a un presunto delincuente al que decide ingresar preventivamente en la cárcel, fuerzas oscuras políticas, judiciales y mediáticas se abalanzan sobre él y le despedazan. Es más, la mayoría de los propios periodistas, pese a ser ellos mismos los que han inves¬ti-gado lo suficiente como para explicar por qué el juez dictó el auto de prisión de ese desalmado, le ponen en la picota, le sa-can a relucir supuestas o inventadas vergūenzas y se muestran abiertamente hostiles a él atribuyéndole afán de protagonismo y otras infamias…

Los que defienden con uñas y dientes este sistema (además de la cerrazón habitual porque tienen la vida resuelta), repiten y re-piten la manida consigna de que éste es el menos malo de los sistemas. No profundizan un poco para observar que dema¬siado a menudo los que se sitúan por encima de los demás en la socie-dad (como este canalla metido a banquero y más allá de su pre-sunta buena memoria para opositar a un Cuerpo del Es¬tado) no son los más inteligentes ni los más capaces, sino ma¬leantes bien vestidos, necios sin escrúpulos entrenados para, con estratage-mas, argucias y falsedades, adueñarse del dinero de ahorradores, como en otros casos del dinero público.
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¿Cuáles son las consecuencias de este sombrío panorama? Pues el empobrecimiento del país entero y el empobrecimiento de millones de personas que han de vivír de la beneficencia. La falta de ilusión, la enfermedad, la desesperación y la restauración del estatuto de siervo o esclavo asignado a muchos otros millo¬nes, que tienen la dudosa “suerte” de dejarse la piel para malvi¬vir…. son las señas de identidad de la actual España…
En suma, rasgado el tejido social por tanta chusma en el papel de dirigente, este país vuelve a la atmósfera enrarecida de si¬glos oscuros, ahora un poco aliviada por una mezcla de alu¬viones de información seguidos por otros de desinformación, y por un pre¬sente entretenido y entontecedor de juguetería ciber¬nética que suple el “pan y toros” del absolutismo español y el “pan y circo” de los antiguos romanos…
31 Enero 2014 

¿Cuál es el lugar de lo religioso en el mundo? Leonardo Boff, teólogo


Por más que la sociedad se mundanice y, en cierta forma, se muestre materialista, no podemos negar que en los tiempos actuales se está dando una vuelta vigorosa de lo religioso, de lo místico y de lo esotérico. Tenemos la impresión de que existe cansancio del exceso de racionalización y funcionalización de nuestras sociedades complejas. La vuelta de lo religioso solamente revela que en el ser humano existe una búsqueda de algo mayor.
Hay un lado invisible en lo visible que nos gustaría sorprender. Quién sabe si allí se encuentra un sentido secreto que sacia nuestra búsqueda incansable de algo que no sabemos identificar. En ese horizonte no confesional quizás tenga sentido hablar de lo religioso o de lo espiritual. Sufrió todo tipo de ataques pero consiguió sobrevivir. La primera modernidad lo veía como algo premoderno, un saber fantástico que debía dar lugar al saber positivo y crítico (Comte). Luego fue leído como una enfermedad: opio, alienación y falsa conciencia de quien todavía no se ha encontrado o si se ha encontrado, se ha vuelto a perder (Marx). Después, fue interpretado como la ilusión de la mente neurótica que busca pacificar el deseo de protección y hacer soportable el mundo contradictorio (Freud). Más adelante, fue interpretado como una realidad que por el proceso de racionalización y de desencanto del mundo tiende a desaparecer (Weber). Por fin, algunos lo tenían como algo sin sentido, pues sus discursos no tienen objeto verificable ni falsificable (Popper y Carnap).
Estimo que el gran equívoco de estas distintas interpretaciones reside en el hecho de situar lo religioso en un lugar equivocado: dentro de la razón. Las razones comienzan con la razón. La razón en sí misma no es un hecho de razón. Es una incógnita. Ya rezaba la sabiduría de los Upanishad: «aquello por lo cual todo pensamiento piensa, no puede ser pensado». Tal vez en este «no pensado» se encuentra la cuna de lo religioso, es decir, de aquellas instancias exorcizadas por la racionalidad moderna: la fantasía, el imaginario, aquel fondo de deseo del cual irrumpen todos los sueños y las utopías que pueblan nuestra mente, entusiasman los corazones, encienden la espoleta de las grandes transformaciones de la historia. Su lugar reside en aquello que el filósofo Ernst Bloch llamaba principio esperanza.
Es propio de estas instancias –de lo utópico, de la fantasía y del imaginario– no adecuarse al dato racional concreto. Antes bien, contestan el dato, pues sospechan que el dato es siempre hecho; tanto el dato como el hecho no son todo lo real. Lo real es aún mayor. A lo real pertenece también lo potencial, lo que todavía no es pero puede llegar a ser. Por eso, la utopía no se antagoniza con la realidad; revela la dimensión potencial e ideal de esta realidad. Ya decía el sabio E. Durkheim en la conclusión de su famosa obra Las formas elementales de la vida religiosa: «la sociedad ideal no está fuera de la sociedad real; es parte de ella». Y concluía: «solamente el ser humano tiene la facultad de concebir lo ideal y añadirlo a lo real». Yo diría, de detectarlo dentro del dato real, haciendo que este real en el cual está lo ideal, sea siempre mayor que el dato que tenemos en nuestra mano.
Es en el interior de esta experiencia de lo potencial, de lo utópico, donde irrumpe el hecho religioso. Por eso decía Rubem Alves, quien mejor ha estudiado en Brasil el “enigma de la religión” (título de su libro): «La intención de la religión no es explicar el mundo. Ella nace justamente de la protesta contra este mundo que puede ser descrito y explicado por la ciencia. La descripción científica, al mantenerse rigurosamente dentro de los límites de la realidad instaurada, sacraliza el orden establecido de las cosas. La religión, por el contrario, es la voz de una conciencia que no puede encontrar descanso en el mundo así como es y tiene como proyecto trascenderlo».
Por esta razón, lo religioso es la organización más ancestral y sistemática de la dimensión utópica, inherente al ser humano. Como bien decía Bloch: «donde hay religión, hay esperanza» de que no todo está perdido. Esta esperanza es un amor por aquello que todavía no es, “la convicción de realidades que no se ven” como dice la Epístola a los Hebreos (11,1), pero que son el fundamento de lo que se espera.
Quien vio con lucidez esta singularidad de lo religioso fue el filósofo y matemático Ludwig Wittgenstein que dijo: en el ser humano no existe solo la actitud racional y científica que siempre indaga cómo son las cosas y para todo busca una respuesta. Existe también la capacidad de extasiarse: «extasiarse no puede expresarse por una pregunta; por eso tampoco existe ninguna respuesta». Existe lo místico: «lo místico no reside en cómo es el mundo, sino en el hecho de que exista». La limitación de la razón y del espíritu científico reside en el hecho de que ellos no tienen nada sobre lo cual callar.
Lo religioso y lo místico terminan siempre en el noble silencio, pues no existe en ningún diccionario la palabra que lo pueda definir.
Hasta aquí hemos hablado de lo religioso en su naturaleza sana. Pero puede enfermar y ahí nace la enfermedad del fundamentalismo, del dogmatismo y de la exclusividad de la verdad. Como toda enfermedad remite a la salud, lo religioso debe ser analizado a partir de su salud y no de su enfermedad. Entonces lo religioso sano nos hace más sensibles y humanos. Su retorno sano es urgente hoy, pues nos ayuda a amar lo invisible y a hacer real aquello que todavía no es, pero puede ser.