FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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ATALAYA ENERO 2025

miércoles, 26 de marzo de 2025

El cristinanismo, o es radical o no es cristianismo -- Antonio J. Mialdea

 


Amerindia

El famoso aforismo de Alfred Loisy, “Jesús predicó el Reino de Dios y vino la Iglesia”, es hoy de absoluta actualidad. Y por ello, la pertinencia y necesidad de un libro como el de Juanjo Tamayo es evidente. Cristianismo Radical (Madrid, Trotta, 2025) quiere ser una guía para comprender, de una vez por todas, qué es ser cristiano en un momento en que Evangelio y Religión, como recordaba nuestro querido y añorado Pepe Castillo, están más separados de lo que jamás habían estado. Ver noticia

Continúa el genocidio impune contra los Palestinos -- Sami Nair

 


Redes Cristianas

El artículo es de  Sami Naïr , politólogo, especialista en geopolítica y migraciones, publicado por El País , 19-03-2025.
La violación del alto el fuego por parte de Netanyahu fue alentada por Trump para completar la devastación de Gaza . Y nadie en Europa y Oriente Medio puede oponerse a esto.
Aquí está el artículo.
La masacre perpetrada el martes por Benjamin Netanyahu en Gaza es sólo la primera gota de un programa, reiterado varias veces, de aniquilación del pueblo palestino.

También encaja en el plan de deportación global de Donald Trump para limpiar étnicamente Gaza y apoderarse de su territorio y sus costas, facilitando así el agresivo imperialismo estadounidense .

Este objetivo depredador se extenderá inevitablemente a la colonización total de Cisjordania . Desde el comienzo del conflicto, cada día aparecen nuevos colonos en busca de las tierras de los palestinos asediados: el juego de la especulación sobre la sangre palestina derramada impunemente está servido para quien más da, y no espera. Los proyectos inmobiliarios de “reconstrucción” israelíes ya acechan en la destruida Gaza . Mientras tanto, los ojos del mundo están puestos en Ucrania , que pronto se dividirá para adaptarlo a los intereses de la nueva alianza Trump-Vladimir Putin .

La violación del incómodo alto el fuego que Netanyahu firmó bajo los auspicios del entonces presidente estadounidense
 Joe Biden fue alentada por Trump para poner fin finalmente a la devastación de Gaza . Y no hay nadie, al menos en Europa y Medio Oriente, capaz de oponerse a los designios imperialistas del líder estadounidense. Las tres grandes potencias —Francia , el Reino Unido y Alemania— siguen aletargadas y emplean una retórica de indignación mesurada que apenas oculta su historia de antiarabismo e islamofobia.

La culpa eterna de los europeos por el Holocausto contra los judíos en el siglo XX se paga hoy con los cuerpos desgarrados de los palestinos, que lloran en sus tumbas como los judíos exterminados por los nazis. Europa demuestra, una vez más, su cobardía y complicidad en el genocidio del pueblo palestino . 

Ahora que la única voz honorable y digna que hablaba en nombre de la Unión Europea , Josep Borrell , ya no está presente, los dirigentes de las instituciones comunitarias prefieren susurrar paráfrasis condenatorias para no señalar a los responsables: “La violencia debe cesar… Todos los rehenes deben ser liberados… La ayuda humanitaria debe ser restablecida…”. Ante la masacre de más de 400 personas inocentes en los bombardeos israelíes, Europa sigue demostrando su doble moral.

Por otra parte, no es ningún misterio histórico entender cómo una sociedad supuestamente democrática como Israel , que lleva en sus genes desde su nacimiento el culto a la memoria de la opresión y el genocidio, pusiera en manos de sus dirigentes legítimamente elegidos la planificación y práctica, a gran escala, de la masacre de sus vecinos. Recordemos la leyenda de Kurtz , el héroe filantrópico de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad , quien, gritando «¡horror, horror!», condenó a los mártires africanos al horror de la dominación más absoluta y cruel.

Hasta 1967, Israel vivió en un estado permanente de miedo y amenaza. Desde su victoria en ese conflicto, se ha convertido en una potencia dominante en Oriente Medio, equipada con armas nucleares y de destrucción masiva, y hoy encarna la arrogancia de la fuerza pura y el odio hacia su entorno. Un ejemplo de ello es la invitación que hizo Isaac Herzog , el jefe de Estado israelí, a Jordan Bardella , líder del partido francés de extrema derecha de Marine Le Pen , para visitar Israel este mes. Bardella despertó entusiasmo cuando empezó a gritar consignas de odio contra árabes y musulmanes.

Sin embargo, no se trata de una evolución natural, sino, como han señalado muchos historiadores y sociólogos israelíes, el resultado de una construcción mental desarrollada por partidos de extrema derecha aliados con fundamentalistas religiosos fanáticos durante los últimos 25 años de gobierno. Por eso ha encontrado un punto de fusión ideológico ideal con Trump , que quiere hacer de la fuerza la única regla de las relaciones internacionales.

La tragedia que sufre el pueblo palestino no se debe únicamente a la indescriptible crueldad del poder israelí. Es también el resultado del fracaso histórico de sus propios movimientos, organizaciones y aparatos de gestión administrativa. La Autoridad Palestina se ha convertido en una organización corrupta en la que pocos confían, a pesar de contar con el apoyo de los regímenes árabes, y el fundamentalismo armado de Hamás tampoco ha logrado ofrecer una alternativa realista. Para contrarrestar el plan de exterminio global ideado por Trump y Netanyahu , los estados árabes presentaron este mes un plan de paz viable que propone reconstruir Gaza con su apoyo y pide la eliminación de Hamás , el control de la Autoridad Palestina y, lo más importante e innovador, la creación de una fuerza internacional de paz de la ONU entre Israel y Gaza . Es la última oportunidad para los palestinos e israelíes que abogan por la paz en la región.

Si fracasa, el caos de una guerra global será inevitable, ya que el pueblo palestino no aceptará su aniquilación sin luchar hasta la última gota de sangre. Porque entre Israel y Palestina , el genocidio no es una opción.

https://www.ihu.unisinos.br/649718-o-genocidio-impune-contra-os-palestinos-continua

Israel ‘responde’ al Papa por su condena de los ataques en Gaza: «Hamás ha violado repetidamente el alto el fuego»

 


Religión Digital

«La operación israelí se está llevando a cabo de plena conformidad con el derecho internacional», asegura la embajada
«La operación israelí se lleva a cabo en pleno cumplimiento del derecho internacional y tiene como objetivo minimizar el daño a los civiles»
La embajada israelí quiso precisar en una nota que «los combates en Gaza se reanudaron el 18 de marzo, diecisiete días después de la finalización de la primera fase del acuerdo de rehenes, debido a la falta de avances en las negociaciones para su liberación Ver noticia 

¡MERECERÍA LA PENA INTENTARLO!


col martell

 Puede ser que los hombres y mujeres de nuestras parroquias estén en un nivel inferior de conocimiento del evangelio. Eso requerirá empezar por comentar el evangelio muy llanamente y muy claramente. Tan importante como que participen en la eucaristía es que tengan una catequesis inicial para que puedan conocer el Mensaje de Jesús.

Muchas personas de nuestras parroquias tienen una formación de sus años de infancia y con ella viven su cristianismo. Desde esa base hemos de partir en el planteamiento de nuestras parroquias: conocer el evangelio.

En una parroquia pedí permiso al obispo y me dejó explicar en tres años –con una hoja que incluía con explicaciones– el evangelio por orden seguido. Y resultó muy interesante. Hubo su llamada de atención desde Roma, pero el obispo personalmente me defendió y justificó ante los cristianos la propuesta. Se hacía en las homilías y luego en grupos.

Tres cursos dan de sí para anunciar consciente y claramente el Evangelio.

Hacíamos una hojas sencillas que reforzaban esa catequesis y así podían anunciar a Jesús e ir descubriendo y viviendo su Mensaje.

¿Sería bueno pretender desde ahora una experiencia así? Aunque quizás haya que reducirla a dos años.

Recuerdo dos materiales que fueron -y creo que pueden ser- elementos interesantes: “Catecismo Alandar” y “Teología Popular” de J.M. Castillo. Ciertamente cambiando, acomodando, a la situación y a la ecología actual.

Repetimos cada año –cada tres años– las mismas lecturas pero no nos dan la síntesis del Evangelio. Porque además hay muchos pasaje buenos que no se leen y no queda el sentido de unidad.

Necesitamos tiempo y espacio. Una lectura de los evangelios, tal como lo hacemos en la liturgia actual, no es oportunidad para explicar y comentar en todos sus detalles y su contenido el texto de cualquiera de los evangelios.

Entiendo que algo parecido haría falta trabajar con los ritos, signos, gestos, ceremonias… para poder dar a conocer e interiorizar la Liturgia. Mucho quehacer hay en un plan pastoral de conversión y seguimiento.

RUPTURA DE LA TREGUA EN GAZA: GENOCIDIO Y VIOLENCIA


col koldo

 Durante el mes sagrado del Ramadán, cuando el sol se oculta y las familias palestinas deberían romper el ayuno con esperanza, el cielo de Gaza se tiñe de fuego y la ciudad, de más escombros. La tregua, apenas un hilo tenue de respiro, ha sido brutalmente rota. En solo unos días, más de 350 muertos, sin contar los centenares de heridos que no alcanzan a llegar a un hospital porque la ayuda humanitaria es bloqueada sistemáticamente. Gaza se desangra mientras el mundo calla.

Esta masacre no es accidental, no es un daño colateral. Tiene nombres y apellidos: Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, condenado por crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional. Un dirigente que, para desviar la atención de sus propios casos de corrupción, sacrifica vidas inocentes, bajo la bandera de un sionismo convertido en maquinaria de muerte. Lo apadrina Donald Trump, verdadero rostro del necropoder, condenado por corrupción en su propio país, que ha invertido más de 14 mil millones de dólares en alimentar la maquinaria bélica en Gaza, perpetuando una limpieza étnica evidente.

El Derecho Humanitario Internacional ha sido pisoteado. Se ha impuesto la ley de la selva: quien tiene más armas y más dinero decide quién vive y quién muere. Y mientras la ONU, atada y silenciada, no logra levantar la voz ni frenar la masacre, algunos gobiernos europeos, como España, que ha tenido la valentía simbólica de reconocer al Estado Palestino, continúan –según denuncias– enviando armas a Israel, contradiciendo sus propios gestos diplomáticos.

La hipocresía internacional es ensordecedora. El Papa Francisco, ante estas masacres,  nos recuerda: "La guerra es siempre una derrota de la humanidad. No hay guerras justas, solo hay paz justa" ¡Siempre!”.

Pero ¿qué podemos hacer nosotros, que no tenemos ejércitos ni gobiernos, sino corazones humanos? Podemos, al menos exigir, pedir que las iglesias cierren sus puertas, que las campanas no suenen mientras la sangre siga corriendo. Que los cristianos y cristianas salgamos a la calle, que nos unamos con nuestros hermanos musulmanes y judíos que también claman por paz. Que ningún creyente permanezca indiferente ante este genocidio.

Podemos, al menos gritar juntos: ¡Ni una bomba más! ¡Ni una vida menos! ¡Que caigan los muros, no los cuerpos! ¡La Paz ahora, la justicia siempre!

 

Evaristo Villar

Redes Cristianas

LOS CRISTIANOS EN GAZA


col kowalski

 La presencia cristiana en Gaza se remonta a los primeros siglos del cristianismo, cuando la franja dejó de ser filistea para convertirse en una próspera ciudad romana y luego bizantina. Sin embargo, con el paso del tiempo, su número ha ido disminuyendo por las guerras, las persecuciones y la migración.

En 2004, alrededor de 3500 cristianos vivían en Gaza. A partir de los ataques de Hamás y la respuesta brutal de Israel, apenas sumaban poco más de mil, en su mayoría de fe ortodoxa, y unos 150 católicos. Las causas de la disminución de la población cristiana árabe de la zona es el resultado de la emigración a zonas del mundo menos conflictivas y de una tasa de natalidad más baja entre los cristianos que entre los musulmanes. A lo que habría que añadir la confiscación de tierras cristianas por mafias musulmanas en un contexto judicial palestino benevolente, por decirlo suavemente.

La muerte del líder Yasser Arafat en 2004 cambió la situación a peor. La llegada al poder de la organización islamista Hamás contó con el apoyo de algunos cristianos exasperados por la inacción, la corrupción de los viejos partidos políticos palestinos y el incumplimiento de las promesas de la creación del Estado palestino. Y bien que lamentaron después dicho apoyo, sobre todo cuando Hamás se perfiló como un movimiento cada vez más excluyente que abrazó las tácticas del marxismo leninismo, lo cual contribuyó el aislamiento de muchos apoyos internacionales a la causa palestina.

En semejante situación de desamparo, la comunidad cristiana se fue convirtiendo en un objetivo prioritario para los grupos salafistas islamistas desde un fundamentalismo cada vez más excluyente. A partir de diciembre de 2020, Hamás ya no oculta su deseo de eliminar a los cristianos tras la medida adoptada por el Ministerio de Asuntos Religiosos en la Franja de Gaza pidiendo a todos los musulmanes que limitaran su interacción con los cristianos, hasta, entonces frecuente.

Tras la matanza y secuestro por parte de Hamás de ciudadanos israelíes y la posterior aniquilación perpetrada por Israel, que no cesa, la coexistencia entre israelíes y palestinos parece imposible; adiós a la solución de paz por territorios que apoyó la Iglesia católica ("dos pueblos, dos Estados") establecida durante los acuerdos de Oslo en 1993, que el Papa Francisco ratificó de manera oficial: "El mundo debe comprender que aquí hay dos pueblos, incluido el pueblo palestino, que esperan una respuesta a sus aspiraciones nacionales". El mismo Papa que, esté donde esté, hace meses que llama por teléfono cada día a Gabriel Romanelli, párroco de la única iglesia católica en pie de Gaza, para darle ánimos.

Parece que se aleja también la otra solución en forma de integración en un solo Estado de palestinos e israelíes. Y en el caso de que Israel lograse la total aniquilación o deportación en masa de los gazatíes, la vida de los cristianos en Palestina sería de genocidio dentro de otro genocidio. Algunos cristianos que huyeron se han aventurado a regresar a sus hogares sólo para descubrir que habían sido apropiados por otras familias.

El único dato positivo es la movilización de buena parte de la sociedad israelí contra su gobierno ante la frustración de que Hamás retenga a decenas de rehenes sin que puedan ser localizados ni liberados por el Estado hebreo. Esta ola de indignación dentro de Israel contra la locura destructora de su gobierno puede ser el resquicio por el que vuelva la cordura antes del holocausto final, ante la pasividad del mundo.

Los cristianos de Gaza son un testimonio vivo de fe y de esperanza en medio del sufrimiento y la injusticia. Son una voz silenciosa pero profética que clama por el derecho a la existencia palestina desde el respeto a los derechos humanos y la vivencia del Evangelio en esta situación de exterminio. Son luz que brilla en las tinieblas y que no se deja apagar por el odio ni por el miedo. Ante nuestra desolación hermanada, pidamos a Dios, además de justicia, fortaleza y consuelo para que su luz ilumine nuestras tinieblas occidentales, descomprometidas, insolidarias y vergonzosamente claudicantes.

 

CUARESMA, DE LA INDIFERENCIA A LA SOLIDARIDAD


col kowalski

 

Ya hemos dicho que estos días nos invitan a reflexión y a cambios profundos… Caminamos hacia La Pascua, el Renacer… pero antes pasaremos por la muerte, la muerte y el dolor. Es buen momento para sentir los dolores del mundo. Dolores múltiples, diversos, dolores que golpean la vista y el corazón. Su lista es tan inmensa que no sé si nos cabe en estas páginas.

Los dolores del mundo y de esta patria herida:

Los migrantes vagando por el mundo, las migrantes marchando con hijos de la mano… buscando alguna tierra para posar sus plantas.

La destrucción masiva de vidas inocentes en las gigantes guerras que enfrentan a países.

Las guerras más pequeñas y parciales que se ocultan a los ojos masivos pero que destrozan cada mañana ilusiones y sueños. Las que reviven cada día en rincones más o menos ocultos de mi patria, Colombia… y de otras patrias… Violencias permanentes, cotidianas… violencias que llamamos domésticas que acaban dignidades; violencias de palabras, de golpes y de gritos… violencias más ocultas que instauran injusticias, violencias más sutiles que matan esperanzas.

Más dolores del mundo:

La destrucción masiva de la tierra y del agua, destrucción que nos deja sin albergue posible.

La enemistad perpetua de tantos que no quieren tender la mano al diálogo de la diversidad humana.

El desprecio de unos ante la vida de otros y de otras, ante su dignidad y sus derechos.

La gran indiferencia de los que diariamente se dicen religiosos y no asumen las causas de los más vulnerables.

Y surge en medio de tantos sinsabores la pregunta precisa: ¿Cómo llegan a mí esos múltiples y variados dolores? ¿Cómo los recibo? ¿Me pasan por el lado indiferentes o realmente los acojo en mi interior: Me llegan, me golpean, me interrogan? Quizás en estos días de Cuaresma puedo enfrentar estas preguntas. Puedo detener mi vista en los dolores y situarme ante ellos. Pero, no es solo la mirada, es también mis cuestionamientos ante ellos. Los días de Cuaresma me invitan a tomar en mi mano mi actitud ante la vida.

Si mi ruta es la de la indiferencia, me llama en estos días el gesto solidario. Si camino en gestos solidarios me llama en estos días un mayor compromiso, me gritan los dolores para que me encamine a gestar con otros y con otras un mundo más humano, un mundo más hermano y sororo. No dejemos pasar estas semanas sin confrontarnos ante el Evangelio, ante Jesús y su palabra… ante la cena de acogidas a las que él nos invita.

He venido para que tengan vida y vida en abundancia…  ¿Las y los amigos de Jesús, cómo encarnamos hoy esas palabras?

 

Carmiña Navia Velasco

Cali, Marzo 23 de Marzo del 2025

'TUCHO' FERNÁNDEZ: "EL PAPA ES UN HOMBRE DE SORPRESAS. (VIENE UN TIEMPO QUE) SERÁ FECUNDO PARA LA IGLESIA Y EL MUNDO"


col kowalski

 El prefecto del dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal argentino, Víctor Manuel Fernández, muy cercano al papa Francisco, aseguró este viernes que el pontífice tras salir del hospital "iniciará una nueva etapa" en la que "habrá sorpresas" y dijo que no cree que vaya a renunciar.

"El papa es un hombre de sorpresas y seguramente habrá aprendido muchas cosas en este mes y le saldrán afuera del sombrero aun sabiendo que esto significa un esfuerzo muy pesado para él, un momento difícil, sé que será fecundo para la Iglesia y el mundo", explicó Fernández hablando con los periodistas al margen de un acto.

Mientras que sobre si podría renunciar, el prefecto fue tajante: "No creo verdaderamente, eso no".

Sobre el estado de salud de Francisco, de 88 años, hospitalizado desde el pasado 14 de febrero por problemas respiratorios, añadió que siempre confió en su recuperación "porque se encuentra verdaderamente muy bien físicamente"

Y precisó que.: "Ahora hace falta una rehabilitación porque mucho tiempo con oxigenación de altos flujos te seca la tos y casi tenés que volver a aprender a hablar".

Explicó que se cansa un poco al hablar pero que "el cuadro general de su organismo es como antes".

El purpurado argentino señaló que el papa querría volver para Semana Santa "pero los médicos quieren estar al cien por cien seguros y prefieren esperar un poco" porque "él tiene su modo de vivir, él quiere darlo todo y el poco tiempo que queda lo quiere usar ‘no para curarse a sí mismo’".

Desveló que el papa "no quería ir al hospital, lo convencieron algunos amigos muy cercanos". "Tiene una fuerza inmensa, una capacidad de sacrificio, de darle un sentido a estos momentos oscuros...", añadió sobre el carácter de Jorge Bergoglio.

El Vaticano decidirá la semana que viene si el Papa participa en los ritos de la Semana Santa

La convalecencia del Papa -que podría y debería durar "dos meses" según afirmaron los médicos Sergio Alfieri y Luigi Carbone en la conferencia en el Gemelli el pasado sábado 22 de marzo- continúa entre terapia farmacológica, fisioterapia motora y respiratoria (esta última en particular para la recuperación de su voz), momentos de oración personal y la misa que ha concelebrado en la capilla de Casa Santa Marta.

En un briefing con los periodistas acreditados, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ofreció actualizaciones y detalles sobre la salud del Papa, quien fue dado de alta el pasado domingo 23 tras 38 días hospitalizado en el Policlínico Gemelli a causa de una neumonía bilateral. Francisco, tras asomarse a un pequeño balcón del centro sanitario para saludar a las tres mil personas congregadas en la plaza y una breve parada en Santa María la Mayor, regresó a su casa en el Vaticano y allí comenzó el período de recuperación y reposo. 

Terapias, fisioterapia, oxigenación

"Está cumpliendo la convalecencia en los términos descritos por los médicos el sábado", explicó la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Alfieri y Carbone (director del equipo que ha seguido al Papa durante su estancia y médico de referencia del Santo Padre, respectivamente) puntualizaron que Francisco deberá continuar con terapia farmacológica "durante mucho tiempo todavía y por vía oral" y fisioterapia motora y respiratoria a tiempo completo (la misma a la que se sometió durante su estancia en el Gemelli).

A continuación, se reiteró la solicitud de suspender temporalmente tanto las reuniones individuales como grupales, así como la disponibilidad de atención las 24 horas del día para satisfacer las "necesidades", comenzando por el suministro de oxígeno, y la intervención en caso de urgencia. Este servicio está garantizado por la Dirección de Sanidad e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Un equipo médico está siempre presente junto al Papa. La administración de oxígeno continúa del mismo modo que se había anunciado en los últimos días de hospitalización: por tanto, por la noche, utiliza la oxigenación a altos caudales con cánulas nasales, que prosigue durante el día, pero con una reducción progresiva.

Misas y trabajo

Como ya había hecho en Gemelli, cuando concelebró Misa en la capilla del décimo piso, en Santa Marta el Obispo de Roma también se dirigió a la pequeña capilla del segundo piso para concelebrar Misa. Francisco también avanza con su labor en la forma descrita en los últimos días. Hoy mismo el boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede anunciaba los nombramientos del nuncio apostólico en Bielorrusia, monseñor Ignazio Ceffalia y del defensor del vínculo del Tribunal de la Rota Romana, monseñor Francesco Ibba.

Todavía no hay indicaciones precisas sobre el programa de los próximos días, y mucho menos sobre el futuro, con las celebraciones de los diversos jubileos y los ritos de la Semana Santa. Se espera naturalmente evaluar la recuperación y se prevén mejoras clínicas, como dijeron los médicos. "Algunas cuestiones están en proceso de decisión, que se evaluará en función de las mejoras que habrá en la semana que viene", precisa la Oficina de Prensa.

Se difundirá el texto de la catequesis de la audiencia general

Seguramente mañana, miércoles 26 de marzo, no se realizará la audiencia general y el texto preparado de la catequesis se difundirá por escrito, como ha sucedido los últimos cuatro miércoles desde el 14 de febrero. Es probable que el domingo suceda lo mismo con el Ángelus, pero se esperan novedades al respecto. Por el momento, es posible prever modalidades similares a las de los domingos anteriores, de ahí la distribución del texto a través de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Por ahora el Papa Francisco no está recibiendo visitas y en estos dos días sólo ha visto a sus colaboradores más cercanos. En cuanto a las visitas previstas de jefes de Estado y de Gobierno, no hay previsiones.

 

Religión Digital / Efe / Salvatore Cernuzio

MIGRANTES EN LA ACADEMIA Y EN LA IGLESIA


col anso

 

A principios del mes, fui informada de que no podría continuar con la enseñanza de un curso que con dedicación y esmero había preparado. La razón: no logré renovar mi permiso de trabajo. Sin oportunidad de dialogar o encontrar una solución, la institución decidió prescindir de mi presencia con una frialdad que dolía más que la decisión misma: "La universidad no la quiere aquí". Esas palabras no solo marcaron el fin de una oportunidad, sino que me hicieron sentir descartada, como si mi valor en la academia dependiera de un documento administrativo y no de mi preparación, de mi vocación, de mi labor y entrega.

Este episodio no es un caso aislado. Refleja un problema sistémico en el que las instituciones académicas y religiosas, que deberían ser espacios de acogida y dignidad, se convierten en estructuras de exclusión que deshumanizan a quienes no encajan en sus estrictos marcos burocráticos.

Históricamente, los migrantes han sido parte fundamental del desarrollo de las instituciones académicas y eclesiásticas. Son profesoras, investigadores, catequistas, trabajadoras administrativas y voluntarios que sostienen muchas de estas estructuras. Sin embargo, a pesar de su contribución, su presencia sigue estando condicionada por su estatus migratorio o laboral, y cuando este cambia, su humanidad parece desaparecer a los ojos de quienes toman decisiones.

En la Iglesia, la contradicción es aún más evidente. Se proclama un mensaje de acogida y solidaridad con los migrantes, pero muchas veces, en la práctica, se les trata con la misma rigidez que cualquier otra institución. La pastoral migrante existe, pero en muchas ocasiones, se queda en el discurso sin generar cambios estructurales que garanticen la dignidad de quienes sirven y trabajan en la Iglesia.

La burocracia actúa como una herramienta de exclusión. En lugar de buscar soluciones para retener el talento y la entrega de los trabajadores migrantes, las instituciones académicas prefieren aplicar normas inflexibles que terminan expulsándolos sin consideración. Estos procesos administrativos, carentes de flexibilidad y empatía, revelan una visión en la que las personas dejan de ser individuos con historias y contribuciones, para convertirse en meros expedientes.

El lenguaje también juega un papel fundamental en la deshumanización. Frases como "no la queremos aquí" no solo niegan una oportunidad laboral, sino que también despojan a la persona de su dignidad. Este tipo de discurso crea una narrativa donde la persona migrante es reducida a un problema, en lugar de ser reconocida por su trabajo y valor. El uso de un lenguaje frío y despersonalizado contribuye a la perpetuación de la exclusión.

El silencio institucional refuerza esta deshumanización. Muchas veces, los casos de exclusión no generan indignación dentro de la comunidad académica o religiosa, porque estas prácticas, aunque conocidas, no son ventiladas. La falta de protesta y cuestionamiento permite que estas estructuras sigan operando sin cambios, manteniendo un sistema que se ha vuelto experto en despojar a los migrantes de su dignidad y derechos.

Este tipo de prácticas contradicen los valores fundamentales del Evangelio. Jesús mismo se identificó con los rechazados y marginados, llamando a la construcción de un Reino donde la dignidad de cada persona fuera el centro. La exclusión sistemática de los migrantes en espacios que deberían ser de acogida y comunidad traiciona el mandato cristiano de justicia y solidaridad.

El Evangelio nos llama a ser una Iglesia en salida, no una que reproduzca los mismos mecanismos de marginación que el mundo secular impone. Cuando una institución eclesiástica o académica justifica la exclusión bajo el argumento de la burocracia, está eligiendo la comodidad del sistema sobre el mandato de la compasión y la justicia.

El mensaje cristiano no puede ser solo teórico. La fe sin acción es vacía, y una institución académica en la Iglesia que no cuestiona sus propias estructuras de exclusión está lejos del mensaje de Cristo.

Este episodio, que inicialmente fue una herida profunda, se transformó en un llamado a vencer el miedo y desafiar la indiferencia y la exclusión. Entiendo que no basta con denunciar, sino que es necesario construir nuevas posibilidades donde la dignidad de cada persona sea respetada y valorada. No podemos permitir que la deshumanización siga imperando en espacios que proclaman formar en justicia social y espiritualidad cristiana. Si realmente aspiramos a una transformación, estas instituciones deben reflejar en sus acciones los valores que predican.

El llamado es ineludible: la injusticia que persiste en la academia y la Iglesia no puede seguir siendo ignorada. No podemos permitir que el silencio legitime la exclusión y la marginación. La dignidad no es negociable.

 

REIMAGINAR UNA IGLESIA DE JESÚS MÁS ALLÁ DEL CLERICALISMO (PARTE I)


col arregi

 Son muchos los hombres y las mujeres cuya biografía e identidad más profunda está ligada a esta Iglesia católico-romana, pero que hoy se sienten en ella fuera de lugar. Entre ellos me cuento. No nos reconocemos en su forma actual. Vivimos en exilio. No es, sin embargo, ella, nuestra Iglesia, la que ha cambiado, sino nosotros. ¿Y cómo podíamos vivir sin cambiar en un mundo que cambia, en una vida que es permanente transformación? Hoy, después de décadas postconciliares de esperanzas frustradas, somos muchos los que nos hallamos en una delicada encrucijada vital, personal y colectiva a la vez: romper lazos o transformarlos en una Iglesia reimaginada. Opte cada uno como su aliento vital le inspire. Yo opto por reimaginar la Iglesia católico-romana y reimaginarme en ella.

La reimaginación no es un ejercicio artificioso, irreal, superficial y ficticio. Con todas las incoherencias y ambigüedades, reimaginar la Iglesia y reimaginarnos en ella puede ser también un ejercicio exigente de fidelidad a nuestra identidad profunda más allá de muchas –no necesariamente todas– las formas que la han sustentado. Y un ejercicio de fidelidad profunda a la Iglesia más allá de todas las formas en la que ya no la reconocemos ni nos reconocemos.

Reimaginar la Iglesia es redescubrir más a fondo su realidad profunda, y la nuestra, en libertad crítica y creadora. Es un ejercicio vital (mental, cordial, práctico) de transfiguración de la Iglesia, de toda su teología, de su compromiso con la vida y con el mundo de hoy, de sus ideas, palabras y ritos. De liberación de la letra, para dejar que el espíritu vuelva a mover la mente, el corazón, la acción. De renovación de las instituciones y formas eclesiales, para que vuelvan a encender la emoción de la belleza, la llama creadora, el aliento vital del que todo nació.

1. Reimaginar la Iglesia de Jesús

“Reimaginar la Iglesia de Jesús” no quiere decir volver a la imagen o a la figura impresa en ella por Jesús. En realidad, Jesús no concibió ni estableció ninguna imagen, ningún modelo de Iglesia. Jesús no “fundó” ninguna Iglesia propiamente dicha, mínimamente organizada. Nunca elaboró un código cerrado de normas, ni unos rituales específicos, ni unas creencias vinculantes. Nunca organizó una autoridad orgánica, ni estableció una estructura de poder, ni impuso unas relaciones de sumisión, menos aún una “sucesión apostólica” para el futuro. Ni siquiera pensó en ninguna Iglesia futura, pues se consideraba como el “profeta de los últimos tiempos” y estaba convencido de que la transformación radical del mundo, la liberación de todas las opresiones, era inminente, es más, ya estaba haciéndose presente en él, en sus palabras y accionas sanadoras.

Jesús lo llamaba “reino” o “reinado” de Dios: el fin de la dominación y de toda desigualdad injusta, el nacimiento de un nuevo mundo en este mundo. Un mundo de hermanos y hermanas libres. Ese es el mundo que Jesús imaginó, reimaginó y anunció, soñó y anticipó en su esperanza activa, libre y arriesgada. Ese fue el mensaje, la causa, la opción de Jesús. Y para anunciar e impulsar ese mundo reimaginado, reunió en torno a sí un grupo de discípulos y -hecho insólito- también discípulas, que hacían vida itinerante con su maestro. Y, muy probablemente, nombró un grupo especial de doce, que no poseían poder sobre los demás discípulos, sino que constituían un símbolo de la reunión de las doce tribus judías dispersas (de todos los pueblos divididos y dispersos, diríamos). Nadie debía estar por encima de nadie. “A nadie llaméis maestro, padre, señor. Todos vosotros sois hermanas, hermanos” (Mt 23,8-10). La liberación de los cautivos, la sanación de los heridos, la comensalía abierta, la fraternidad-sororidad universal: he ahí los elementos constitutivos del reino de Dios, sin relación esencial con ninguna institución (credo, culto, código y autoridad establecida).

Para muchos hombres y mujeres afligidas, Jesús fue consuelo, sanación, fuerza liberadora, aurora de un nuevo tiempo, promesa de liberación definitiva. Así se formó un movimiento en torno a su persona y su mensaje. Un movimiento fraterno-sororal de esperanza activa, transformadora. Para la élite judía sacerdotal y laica, así como para la autoridad romana, Jesús era un hereje y un peligro, y muy poco tiempo -entre uno y tres años- después de comenzar su itinerancia profética, fue condenado a muerte por el tribunal romano, a instancias del Sanedrín judío. No obstante, el movimiento de Jesús no se detuvo. “Los que lo habían amado lo siguieron amando”, dirá Flavio Josefo. Lo reconocieron viviente en su memoria, en el espíritu que les seguía animando, en la fracción del pan, en el corazón de la esperanza activa, liberadora, de todas las opresiones.

Con el paso del tiempo, aquel movimiento fue adoptando formas institucionales propias, cada vez más fijadas y rígidas. Hasta finales del s. I, siguió siendo una corriente intrajudía, en tensión creciente con el judaísmo sacerdotal primero y con el judaísmo rabínico tras la destrucción del templo en el año 70. Hacia finales del s. I, se constituyó en “religión” cristiana (“cristianismo”). El movimiento escatológico de liberación se fue convirtiendo en "culto religioso" o "religión", un sistema religioso organizado. La Iglesia se fue "eclesiastizando" (E. Troeltsch), en torno a dos ejes fundamentales: la fijación de una “ortodoxia” y la organización de la autoridad. Al mismo tiempo, fue siguiendo un proceso de uniformización de acuerdo a la corriente eclesial “protocatólica romana” marcada por la tradición petrino-paulina, mientras la Iglesia judeo-cristiana iba desapareciendo y las Iglesias gnósticas eran duramente perseguidas.

En ese sentido, tenía razón Alfred Loisy (1857-1940): “Jesús anunció el reino de Dios y lo que vino fue la Iglesia”. Primero fue el reino de Dios, luego vino la Iglesia institucionalizada. Y a medida que se institucionalizaba, se fue apartando de la imaginación creadora de Jesús. La llama del reino nunca desapareció de la Iglesia, pero una y otra vez quedó amortiguada o ahogada por el peso de la institución.

Con siglos de retraso, es hora de reimaginar la Iglesia de Jesús. No para volver al pasado, sino para reavivar con la mayor libertad el fuego creador que ardió en el profeta Jesús y en el movimiento liberador que impulsó. Reimaginemos una Iglesia animada por la compasión liberadora, que promueva a la vez la “revolución de la ternura” y la revolución de todas las estructuras de opresión psíquica, social, sexual, política, laboral, económica. Una Iglesia inspirada por una memoria creativa y cohesionada en una comunión abierta, amplia, libre. Una Iglesia democrática, descentralizada, plural, siempre en camino. Una Iglesia que comparta las dudas y los interrogantes, los desgarros y amenazas de la humanidad planetaria en la comunidad de los vivientes. Una Iglesia que reciba del mundo de hoy la buena noticia de Jesús que les anuncia, despojada de toda pretensión de superioridad ad intra y ad extra. Una Iglesia guiada en sus palabras, opciones prácticas e instituciones por el clamor de los últimos, los migrantes forzados, los sin-casa ni pan, todos los marginados y olvidados. Una Iglesia itinerante, libre del significado literal de todo dogma y creencia, consciente de la relatividad y provisionalidad de todas las expresiones históricas, culturales, del pasado o del presente. Una Iglesia que haga sitio en su liturgia a textos, gestos, danzas y músicas inspiradas de ayer o de hoy, más allá de la Biblia, de la tradición y de las rúbricas canónicas. Una Iglesia fraterno-sororal, desacerdotalizada, desclericalizada, despatriarcalizada. Una Iglesia que sea “puesto de socorro”, “hogar de humanidad”, comunidad de respiro, de paz, de hambre y sed de justicia. Una Iglesia mística y liberadora.

Pero antes de proseguir este ejercicio de reimaginación de la Iglesia y de nuestro discipulado evangélico más profundo, querría dejar claro un criterio decisivo: aunque Jesús –hipótesis carente de toda verosimilitud histórica– hubiese fundado la Iglesia con un cuerpo bien organizado de dogmas y códigos, de sacramentos y ritos, y aunque hubiera instituido un orden sacerdotal clerical y masculino, y hubiera decretado que sus doce apóstoles fueran sucedidos por obispos y que éstos fueran presididos por un papa como sucesor de Pedro, aun en ese supuesto descabellado, hoy, 2000 años después, podríamos y deberíamos reimaginar la Iglesia de Jesús de otra manera muy distinta, siguiendo al espíritu que lo inspiró, más allá de toda letra y forma pasada o presente.

2. Reimaginar la Iglesia sin clérigos ni laicos[1]

El capítulo precedente ha mostrado que la “primavera eclesial” tan esperada por muchos tras la elección del papa Francisco y tras algunos de sus primeros gestos, se ha visto frustrada, prisionera del modelo clerical de Iglesia y de la teología en su conjunto. Bien por presiones o imposiciones ajenas –contradicción inherente a todo sistema de poder personal “absoluto”– o bien por propia voluntad y convicción teológica, el papa Francisco, tras doce años de pontificado, ha dejado intacto el viejo, milenario, edificio clerical de la Iglesia católica romana, con el papa a la cabeza.

A saber: una Iglesia de clérigos y laicos, de pastores que mandan y de rebaño que obedece. Una Iglesia de escogidos (“clérigos”) e investidos directamente por “Dios” del poder sagrado exclusivo de enseñar, de hacer realmente presente a Jesús en el pan y el vino y en la comunidad, de perdonar los pecados en nombre de “Dios” y de transmitir su poder sagrado por la imposición de las manos. Una Iglesia piramidal de autoridades ordenadas de arriba abajo, presidida por la figura de un “padre”, un papa plenipotenciario, cimiento, piedra angular y clave de bóveda de la entera edificación clerical. Una Iglesia masculina que reproduce la subordinación de sexo y de género. Una Iglesia cuyos lenguajes e instituciones reflejan todavía hoy una cosmovisión dualista, una sociedad jerárquica, una antropología patriarcal. Una Iglesia en ruinas.

El modelo clerical de esta Iglesia forma parte de un mundo jerárquico de dominio y sumisión: lo material bajo espiritual, lo sagrado bajo lo profano, la naturaleza bajo el ser humano, la mujer bajo el hombre, el laico bajo el clérigo, el presbítero bajo el obispo, el obispo bajo el papa, el mundo bajo Dios. ¿Puede ser esta Iglesia hogar de humanidad, signo de la nueva tierra habitable de la comunidad de los vivientes?

No creo exagerado afirmar que el clericalismo es la raíz de los peores males de la Iglesia católico-romana y la razón fundamental de su insignificancia cultural en el mundo actual: patriarcalismo, autoritarismo, división entre clérigos y laicos, sacralismo, estancamiento dogmático y ritual… Y la primera víctima del clericalismo, me atrevería a decir, es el propio clero: excesiva dependencia de su rol, distorsión entre las necesidades psico-afectivas y las exigencias de la función, represión de la sexualidad, soledad, insignificancia y falta de reconocimiento, sensación de fracaso…

El pasado nunca es criterio determinante de lo que debe ser hoy, pero es bueno recordar que durante los dos primeros siglos no hubo clérigos en la Iglesia, y en consecuencia tampoco hubo “laicos”. Es en el s. III cuando ya se aplica el término “clero” a los obispos, sacerdotes y diáconos.

La derogación de este modelo clerical de la Iglesia fue poderosamente reclamada e impulsada en el movimiento reformador del s. XVI provocado por Lutero, y ya antes en los siglos XIII-XIV por Juan Wiclef (1324-1384) y por Jan Hus (1369-1415), y mucho antes incluso en el movimiento valdense inspirado por Pedro Valdo (1140-1218). Honramos su memoria y la de todos los hombres y mujeres (como Marguerite Porete) que les inspiraron y apoyaron. El Concilio Vaticano II ni siquiera remotamente planteó la posibilidad de superar la distinción entre “ministerios ordenados” (obispo, sacerdote, diácono) y ministerios o servicios ordinarios. Tampoco el papa Francisco, a pesar de sus reiteradas críticas del “clericalismo” (como talante), ha dado ningún paso para la derogación del modelo clerical de la Iglesia que preside.

La tarea es decisiva, sigue en pie y emplaza a todas las Iglesias: reimaginar una Iglesia sin clérigos y laicos, más allá de la distinción entre ministerios clericales (“sacramentales”, “ordenados” o “sagrados”) y laicales, más allá de la potestad exclusiva reservada a obispos y presbíteros para presidir la eucaristía, “absolver pecados” (¡qué expresión!). No basta con exigir un estilo clerical más amable, ni con nombrar laicos e incluso laicas para altas responsabilidades curiales o sinodales, ni con ordenar sacerdotes a viri probati (hombres casados de conducta virtuosa), ni con la derogación del celibato obligatorio, y ni siquiera con la ordenación de mujeres como sacerdotisas u obispas dándoles acceso al estado clerical. Es el estado clerical el que es preciso derogar. El Evangelio pone en labios de Jesús: “No ha de ser así entre vosotros” (Mt 20,26), y“Todos vosotros sois hermanas, hermanos” (Mt 23,8).

3. Reimaginar una Iglesia de Jesús sin papado

Aquí ya no se trata de “reimaginar el papado” en la Iglesia católico-romana, sino de reimaginarla sin papado. El papado es la piedra angular y la clave de bóveda del constructo de la Iglesia clerical, y responde a su vez al viejo paradigma teológico, patriarcal y piramidal: Dios Padre en lo alto, el Hijo encarnado en el hombre Jesús, el apóstol Pedro investido de poder sobre los demás apóstoles, el papa sucesor de Pedro en la Iglesia y vicario de Cristo en la tierra. Un solo Dios, un solo Hijo encarnado, un solo papa que lo representa (en oportuna alianza con el rey de turno).

La institución católico-romana, con el papa al frente, es un enorme embrollo de buena voluntad, de creencias y prejuicios ancestrales, de lucha de intereses y de ambiciones contrapuestas de poder. Un inmenso círculo vicioso que apresa el Evangelio y oscurece el futuro: la teología legitima el sistema clerical, y el sistema clerical con un papa plenipotenciario defiende la teología. Al final del pontificado del papa Francisco, esta Iglesia católico-romana clerical sigue enteramente vigente, y así seguirá en el próximo pontificado y en todos los siguiente mientras no se rompa el círculo vicioso. En cualquier caso, no bastará con que un papa sea buena persona, ni con reformar las curias, ni con exponer a la luz del día el oscuro mundo de las finanzas (cosa en la que no se ha avanzado…), ni con escribir para otros encíclicas y exhortaciones económico-políticas y ecológicas de enorme urgencia, ni con organizar sínodos, ni con nombrar cardenales afines para mejor preparar el próximo cónclave.

En realidad, el edificio está agrietado por todos sus lados. No puedo menos de evocar aquella tarde silenciosa en la semiderruida ermita de San Damián, a las afueras de Asís, donde el joven Francisco escuchó la voz que brotaba de lo más profundo de su búsqueda personal y de los labios llagados de los hermanos leprosos: “Francisco, reconstruye mi Iglesia, ¿no ves que amenaza ruina?”. Al hermano pobre de Asís nunca se le pasó por la cabeza que alguien pudiera ni siquiera pensar en la derogación del papado, pero a muchas cristianas y cristianos de hoy nos parece una condición necesaria, aunque insuficiente, para reimaginar una Iglesia de Jesús que aporte aliento y levadura para la transformación del mundo.

En los dos últimos pontificados encontramos dos propuestas de reforma del papado: la Enciclica Ut unum sint de Juan Pablo II (1995)[2] y el documento El obispo de Roma del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos (2023). El obispo de Roma se limita prácticamente a recoger las reacciones de las diferentes Iglesias cristianas a la Encíclica Ut unum sint et a extraer como conclusión la necesidad de la sinodalidad ad intra y ad extra de las diferentes Iglesias, pero una sinodalidad bajo el primado del papa. Son, pues, la misma propuesta, dos veces nacida muerta, ahogada en su propio cordón umbilical: la imposibilidad de reformar el papado definido por el primado.

En Ut unum sint, Juan Pablo II expresó la voluntad de buscar una nueva manera de ejercer el primado del obispo de Roma como ministerio de comunión de todas las Iglesias. La propuesta suscitó interés en todas las Iglesias, pero muy pronto quedó relegada al olvido. El ministerio del obispo de Roma, reconoce, “constituye una dificultad para la mayoría de los demás cristianos” (UUS, n. 88).

Todos los esfuerzos ecuménicos postconciliares han encallado una y otra vez debido a la reivindicación por parte de Roma de un primado entendido como poder jurisdiccional sobre las demás Iglesias. Inesperadamente, el propio Juan Pablo II, el papa conservador e inflexible, vino por fin a reconocerlo en la Encíclica. Y afirma: "Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva” (UUS 95). Pero ¿en qué consiste, justamente, “lo esencial” del primado o de la misión del obispo de Roma? He ahí el nudo de la cuestión que la Encíclica deja intacto, pues afirma: “La Iglesia católica es consciente de haber conservado el ministerio del Sucesor del apóstol Pedro, el Obispo de Roma, que Dios ha constituido como principio y fundamento perpetuo y visible de unidad” (UUS, n. 88). Una afirmación a todas luces excesiva.

Ut unum sint propone volver a la relación entre las Iglesias de Oriente y Occidente durante el primer milenio, antes de la división de 1054, pero dando a entender que durante ese tiempo todas las Iglesias reconocían al obispo de Roma como garante último de la plena comunión. Cosa que no es verdad. De hecho, ninguna Iglesia del Oriente aceptaba que el obispo de Roma tuviera la última palabra en caso de discrepancia.

Por otro lado, Ut unum sint afirma taxativamente que “la función del Obispo de Roma responde a la voluntad de Cristo” (n. 95). Pero entre los exégetas hay un amplísimo consenso en que Jesús no confió a Pedro ningún “poder jurisdiccional” sobre las diversas comunidades, cuánto menos un poder heredable. Por lo demás, me permito señalar una vez más: aunque Jesús hubiera dado a Pedro un poder jurisdiccional sobre todas las Iglesias, poder heredable por sus “sucesores”, de ningún modo estaríamos obligados a secundar la norma 2000 años después. El “así fue” nunca significa “así debe seguir siendo”. De modo que ni histórica ni teológicamente se sostiene la declaración solemne de la Encíclica en el n. 81: “La autoridad docente tiene la responsabilidad de expresar el juicio definitivo” (UUS, n. 81).

Pasemos al largo documento de estudio El obispo de Roma de 2023 del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos. Tras una prolija recopilación de las reacciones de las diversas Iglesias a la Encíclica Ut unum sint desde su publicación en 1995 hasta el año 2023, el documento se cierra con una proposición titulada “Hacia un ejercicio del primado en el siglo XXI”, aprobada por la asamblea plenaria del Dicasterio. La novedad consiste en que apela al principio de la sinodalidad, el camino en común, entre el obispo de Roma y todas las Iglesias o confesiones cristianas.

Pero la novedad acaba encallada en la roca del papado. En efecto, la mencionada proposición del Dicasterio cita el discurso pronunciado por el papa Francisco al grupo de trabajo mixto ortodoxo-católico San Ireneo, del 7b de octubre de 2021, en el que dijo: “Hemos llegado a comprender mejor que en la Iglesia primacía y sinodalidad no son dos principios contrapuestos que hay que mantener en equilibrio, sino dos realidades que se establecen y sostienen mutuamente al servicio de la comunión. Así como la primacía presupone el ejercicio de la sinodalidad, la sinodalidad implica el ejercicio de la  primacía” (n. 5). Perdura el círculo vicioso.

Habría que decir más bien: donde hay primado, donde un papa es elegido por unos cardenales elegidos por él y posee la última palabra no es posible una auténtica sinodalidad (“caminar juntos”) entre todas las Iglesia. Un papa investido de un poder superior otorgado directamente por un “Dios” de lo alto no solo no es “principio de la comunión de las Iglesias”, sino que es un obstáculo decisivo para la sinodalidad, el ecumenismo, la comunión de Iglesias hermanas y libres. Mientras no se derogue el papado junto con los dos dogmas del Vaticano I (1870) que lo sostienen (el primado de jurisdicción y la infalibilidad), un verdadero ecumenismo de todas las Iglesias seguirá siendo un sueño vano. No son las diferencias, por numerosas e importantes que sean, las que rompen o impiden la comunión, sino la intolerancia de las diferencias. Y no es la autoridad primacial de un papa la que garantizará la comunión, sino el respeto y el reconocimiento mutuo en la diversidad. El papado es hoy un atolladero. Por todo ello, la razón de que hoy podamos y debamos derogar el papado no es que Jesús no lo instituyera –que no lo instituyó–, sino que hoy no tiene sentido.

En el sistema canónico de la Iglesia católica romana, solo un papa podría dictar y sellar canónicamente la abolición del papado y de la teología que la sustenta. Y sería necesario que lo hiciera inteligentemente, y sin que hayamos de esperar otros 12 años. Es más que dudoso que quiera hacerlo. Pero aun cuando quisiera, ¿lo podría? Sabe que, si lo hiciera, sería acusado de herejía por muchos cardenales, obispos y teólogos, que reclamarían su destitución. Y se produciría un cisma. Esa amenaza o el miedo que la imagina o la propia convicción teológica impiden a este papa e impedirán al siguiente dar este paso. Todo ello pone de manifiesto que el papado es una institución constitutivamente contradictoria: hace que un hombre limitado se sienta investido de un poder absoluto que no puede ejercer ni puede dejar de querer ejercerlo, y todo ello por voluntad divina. Todo papa es rehén de su poder absoluto.

Es hora de deshacer ese artificio malsano. ¿Será eso una herejía? ¿Surgirá por ello un cisma? Y ¿qué importan todavía y a quién unas “herejías” doctrinales y unos “cismas” intracatólicos a estas alturas del siglo XXI, en estos tiempos tan críticos en los que el futuro de la comunidad humana planetaria se halla gravemente amenazado y en los que la capacidad inspiradora del cristianismo y de la memoria de Jesús se desmorona?

Los puntos 4, 5 y 6 se pueden leer en la parte segunda, publicada en los artículos de esta misma semana

 

José Arregi, Aizarna, 6 de enero de 2025
www.josearregi.com

(Publicado en Robert Ageneau, José Arregi, Gilles Castelnau, Paul Fleuret y Jacques Musset, Réformer ou abolir la papauté. Un enjeu d’avenir pour l’Église catholique, Karthala, febrero de 2025, pp. 111-132.

 

[1] Cf. José Arregi, « Cléricalisme ou Evangile ? Comprendre les enjeux. Vers une église sans clercs ni laïcs » (Assemblée Générale de NSAE, Paris 2-3 février 2019)https://www.pretresmaries.eu/pdf/fr/609-Vers-une-Eetn769;glise-sans-clercs-ni-laietn776;cs_1.pdf?PHPSESSID=3918e4b0cbac89c5668ed631bdf73352

[2] Cf. https://josearregi.com/es/otro-papado-para-el-siglo-xxi/

MADUREZ HUMANA - MADUREZ ESPIRITUAL

fe adulta

col labrador

 Uno de los pasos importantes de la madurez humana es llegar a comer por sí mismo, sin necesidad de que nos acerquen el alimento a la boca.

El pueblo de Israel en su caminar por el desierto, después de la huida de Egipto, tuvo que descubrir por propia experiencia que la auténtica liberación no era solo la del opresor, hay otra mucho más profunda que es la de liberarnos de nosotros mismos.

Su inmadurez, reflejada en las quejas constantes a sus líderes por las dificultades del camino, era evidente también en sus reproches a un Dios que no cubría sus necesidades básicas. El desierto les ayudó a una auténtica transformación de su imagen de Dios.

Es verdad que durante un tiempo dependieron del maná que se les proporcionaba cada día y que recogían de manera gratuita, como nos lo cuenta la primera lectura de hoy. Añoraban las cebollas de Egipto, a pesar de la dura vida que tenían que soportar allí. Ante su insistencia Dios les proveyó durante un tiempo de un alimento que se les venía dado y por el que no se tenían que preocupar.

Pero llegó un momento en el que ya instalados en la tierra de Caná como fruto de su trabajo y esfuerzo pudieron comer  los productos de la tierra que ellos mismos habían cultivado y trabajado: panes ácimos y semillas tostadas.

La travesía por el desierto de nuestra vida es también un aprendizaje, un proceso de madurez en el que no podemos estar siempre culpando a los otros de lo que no funciona. Llegar a alimentarme para vivir en plenitud mi llamada a ser hija de Dios supone buscar una relación con Dios que no me la dará nadie: ni la jerarquía, ni la teología, ni los grupos cristianos, se trata de una experiencia personal que se va dando día a día a través de la oración, del silencio y de la Palabra, de la lectura de la realidad desde otra perspectiva, eso sí, contrastado con la comunidad cristiana.

La parábola del evangelio nos describe la inmadurez de dos hijos que no han descubierto su identidad. El pequeño busca fuera lo que ya tenía dentro de casa, pero quiere experimentar por sí mismo hasta que reconoce que se ha equivocado de camino y ha obviado que, en su casa, había alimento en abundancia y que había dado todo por supuesto.

El mayor, tan preocupado por cumplir la ley, creyendo que así agrada al padre, no entiende que el plan de Dios no es que se cumpla su voluntad, sino que desarrolle al máximo los talentos que se le han regalado gratuitamente y, siendo feliz, pueda también hacer felices a los demás. Por eso no se alegra con la vuelta a casa de su hermano, y solo le sale el reproche a ambos por no reconocer el trabajo realizado a lo largo de su vida para ser “reconocido y valorado”.

Ninguno de los dos ha entendido la llamada a ser personas maduras que se alimentan solas, porque han encontrado la fuente en casa, y es el Dios que Jesús nos presenta, el Abba, quien tiene que explicarles que hay más que de sobra para compartir y celebrar y que el auténtico gozo está, no solo en descubrir quién soy sino en que mis hermanos lo descubran y lo disfruten de la misma manera.

Claro que esta parábola es una llamada a la conversión; pero no como nos la han intentado interpretar, la vuelta del pecado a la gracia, sino algo mucho más profundo: un encuentro con el verdadero rostro de Dios y un conocimiento personal que me lleva a cambiar mi estilo de vida. En otras palabras, apuntar a una madurez personal cuando lo que se ha practicado en la Iglesia es ser dirigidos y dependientes de la jerarquía. No podemos por más tiempo echar balones fuera, hay que asumir esa relación filial a la que estamos llamados.

Me preocupa mucho que a la vez que se nos llena la boca con la palabra “sinodalidad” y se buscan maneras de crear una Iglesia más participativa están surgiendo, sobre todo dirigidos a personas jóvenes, movimientos que no van en esa dirección de buscar una maduración personal, sino otra vez una vuelta a un infantilismo en el que las personas son felices cuando les aseguran que, si cumplen con ciertas normas se van a “salvar”, y no se tienen que preocupar más que de obedecer.

Estos días participando de un webinar de mujeres teólogas con un gran recorrido y una  vida con muchas dificultades provocadas por el patriarcado, constataba una vez más que la institución no quiere que las cosas cambien, sino mantener unas estructuras que siguen siendo opresoras y que no ayudan a las personas a conseguir la madurez plena. Temen perder el poder, el control que han tenido siempre e intentan acomodar el evangelio a sus intereses. Por eso tanta gente queda tirada en el camino. 

 Para poder aclamar como el salmista: “Gustad y ved que bueno es el Señor” desde lo más profundo del corazón, supone querer hacer experiencia de ese Dios vivo que actúa en la historia, en mi historia. Dar razón de esa verdad me llevará por caminos por donde quizá no encontraré a mucha gente ya que supone mucho esfuerzo, tenacidad y resiliencia, pero tendré la certeza de que el Dios que me guía me llevará a la madurez humana y espiritual a la que estoy llamada.

CUANDO TODAVÍA ESTABA LEJOS, SU PADRE LO VIO

 fe adulta

En su aparente sencillez, las parábolas son un pozo de espiritualidad sin fondo. Contienen mucha “metralla”. Por más que las leamos una y otra vez, siempre son útiles.

Hemos leído esta parábola un tanto desenfocadamente: la llamamos la “parábola del hijo pródigo” porque creemos que esa es la figura central del relato. Pero no lo es porque ese personaje es alguien inimitable tanto en su fuga de la casa paterna como en su vuelta, ya que no vuelve por arrepentimiento, sino porque tiene hambre.

El personaje principal es el padre que perdona siempre. Así deberíamos llamar esta parábola. Subrayemos un detalle: dice que CUANDO TODAVÍA EL PRÓDIGO ESTABA LEJOS, SU PADRE LO VIO. Lo que quiere decir que salía todos los días (no estaba avisado de su llegada) y que oteaba el lejano horizonte esperando verle aparecer. O sea: esperaba siempre y perdonaba todo.

Así es el Dios de Jesús: ama y perdona sin condiciones. Hemos puesto muchas condiciones al amor y al perdón de Dios, pero no hay tal. Es preciso que volvamos al origen del pensamiento de Jesús: Dios espera, ama y perdona siempre sin condiciones.

¿Cómo dar cuerpo a esa espiritualidad en nuestra vida cotidiana? ¿Cómo acercarnos a ese amor que perdona, espera y ama incondicionalmente?

· Aleja la cerrazón: porque en las mentes y corazones cerrados no entra el perdón y la compasión.

· Aleja la sospecha: porque la sospecha es un frío que hiela el alma y entonces el perdón, que necesita calor, no puede entrar ahí.

· Aleja la superioridad: porque creerte por encima del otro te hace duro y el perdón necesita una ternura que lleve a la igualdad.

Mirando a Jesús, podríamos decir sin temor a equivocarnos que Dios no necesita nuestro arrepentimiento para perdonarnos, le basta con nuestra necesidad. El Dios de Jesús se alegra de que el pecador se convierta. Pero si no hay conversión, sigue amándonos y nuestra necesidad le conmueve. Este es el abismo de generosidad inmensa del Dios que, según el evangelio, perdona siempre.

Hay un autor (André Gide) que tiene un librito donde cuenta la vuelta del hijo pródigo. Y viene a decir que en la casa de este había, además del hermano mayor, otro más chiquito que perseguía al prodigo preguntándole por las ciudades que había visto, las mujeres que había conocido, etc. Quería saber cosas, porque él no había salido del pueblo. El padre veía esto y habló con el pródigo. Este le explicó que no le agradaba que le preguntara cosas, pero que el pequeño le asediaba. Y al final se dirigió a su padre: -Padre, ¿qué harías si este pequeño se va de casa como yo me marché? El padre respondió: -Esperarlo, como te esperé a ti.

 

CÓMO EXPERIMENTA JESÚS A DIOS José Antonio Pagola

 

No quería Jesús que las gentes de Galilea sintieran a Dios como un rey, un señor o un juez. Él lo experimentaba como un padre increíblemente bueno. En la parábola del «padre bueno» les hizo ver cómo imaginaba él a Dios.

Dios es como un padre que no piensa en su propia herencia. Respeta las decisiones de sus hijos. No se ofende cuando uno de ellos le da por «muerto» y le pide su parte de la herencia.

Lo ve partir de casa con tristeza, pero nunca lo olvida. Aquel hijo siempre podrá volver a casa sin temor alguno. Cuando un día lo ve venir hambriento y humillado, el padre «se conmueve», pierde el control y corre al encuentro de su hijo.

Se olvida de su dignidad de «señor» de la familia, y lo abraza y besa efusivamente como una madre. Interrumpe su confesión para ahorrarle más humillaciones. Ya ha sufrido bastante. No necesita explicaciones para acogerlo como hijo. No le impone castigo alguno. No le exige un ritual de purificación. No parece sentir siquiera la necesidad de manifestarle su perdón. No hace falta. Nunca ha dejado de amarlo. Siempre ha buscado para él lo mejor.

Él mismo se preocupa de que su hijo se sienta de nuevo bien. Le regala el anillo de la casa y el mejor vestido. Ofrece una fiesta a todo el pueblo. Habrá banquete, música y baile. El hijo ha de conocer junto al padre la fiesta buena de la vida, no la diversión falsa que buscaba entre prostitutas paganas.

Así sentía Jesús a Dios y así lo repetiría también hoy a quienes viven lejos de él y comienzan a verse como «perdidos» en medio de la vida. Cualquier teología, predicación o catequesis que olvida esta parábola central de Jesús e impide experimentar a Dios como un Padre respetuoso y bueno, que acoge a sus hijos e hijas perdidos ofreciéndoles su perdón gratuito e incondicional, no proviene de Jesús ni transmite su Buena Noticia de Dios.