No me gustan las condenas. Y menos, en la Iglesia, madre y no madrastra, instrumento de bendición y nunca de maldición. Y menos todavía cuando las condenas se producen por supuestos delitos relacionados con la libertad de opinión y expresión en la institución. Pues, en Roma piensan de otra manera y pasan a la acción. Con condenas sin contemplaciones. Y dos en pocos días a dos beneméritos sacerdotes. La primera, a Roy Bourgeois y la segunda,a Helmut Schüller.
[Schüller] Dos curas beneméritos, famosos, reconocidos en sus respectivos países. Con capacidad de liderazgo entre sus compañeros. Y con capacidad mediática para llegar a la gente de la calle. Y defensores de causas justas. Tanto ad intra como ad extra.
Bourgeois es un prestigioso defensor de los derechos humanos en USA. Y Schüller, defiende los derechos humanos en el seno de la propia institución. Con una campaña que pide, entre otras cosas, el celibato opcional o el sacerdocio de la mujer. Una campaña a la que se han sumado, sobre todo en Centroeuropa, miles de curas, que secundan sus peticiones.
Y fíjense, además, las razones de sendas condenas. Al primero le asestan un castigo sin precedentes, que yo recuerde. En efecto, el Vaticano expulsó de su congregación de Maryknoll y redujo al estado laical a Roy Bourgeois. Por el inmenso delito de defender la legitimidad y la necesidad del sacerdocio femenino. Una condena, pues, contra la libertad de expresión y de opinión. Ésas que ya Pío XII declaró “sagradas” en la Iglesia.
El castigo al segundo ha sido mucho más leve. Y eso que, en teoría, el delito es el mismo: defender el sacerdocio femenino y el celibato opcional. Pero, mientras a Bourgeois le reducen al estado laical (¡qué mal suena esta expresión!), a Schüller simplemente le retiran un par de títulos honoríficos que tenía de monseñor. Dos varas de medir.
En cualquier caso, no entiendo ninguna de las dos condenas. ¿Por qué no se puede sostener y apoyar el sacerdocio femenino? ¿Es, acaso, un dogma? No. ¿Entonces? ¿Ni siquiera en lo accidental se puede discrepar?
La reacción de los condenados también ha sido distinta. Me sorprende que Bourgeois no haya pleiteado su caso ante los tribunales eclesiásticos. ¡Sería inaudito que no lo hubiera ganado!
Antes, por delitos de opinión, iban a la hoguera. Hoy, van a la hoguera de la expulsión y del intento de taparles la boca. Les queman en sus sacrosantos derechos. ¡No hay derecho! Decisiones de este tipo duelen y abochornan. ¿Con qué autoridad se atreve Roma a predicar el respeto a los derechos humanos fuera, si no los respeta dentro? Como dice San Agustín: “En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”