Otro síntoma penoso es la vulgaridad, el lenguaje desvergonzado y hasta procaz. Hay quienes no pueden expresarse sin aludir de forma irreverente a lo sagrado, o sin utilizar términos groseros e indecentes. No está de moda el lenguaje amable o las palabras educadas. Impacta más el mal gusto y la transgresión.
No ha perdido actualidad la advertencia de Jesús pidiendo a sus seguidores no insultar al hermano llamándolo«imbécil» o «renegado» Cuando se tiene un corazón noble y una actitud digna, se habla de otra manera más respetuosa y pacífica.
Hay en el evangelio de Jesús un mensaje que tampoco hoy deberíamos olvidar: los seres humanos caminan hacia la salvación, cuando convierten su «agresividad», no en ataque destructor al hermano sino en energía positiva, orientada a construir una sociedad más justa y fraterna. LEER MÁS