FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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jueves, 16 de abril de 2020

Nani Vall-llossera: “Sólo un sistema sanitario público y verdaderamente universal puede dar respuesta a una situación como esta”


Entrevista a Nani Vall-llossera, médica de atención primaria en el CAP Bon Pastor de Barcelona, es miembro del área social de Cristianismo y Justicia y ha sido presidenta del Foro Catalán de Atención Primaria (FOCAP).
Cuéntanos cómo se ha vivido la aparición del coronavirus en los centros de salud y como se ha reaccionado desde la atención primaria.
A principios de marzo hacía tiempo que se suponía que la gripe tenía que estar de bajada pero continuábamos viendo casos. Hacia la semana del 9 empezamos a ver muchísimos cuadros respiratorios, mucha gente con tos, febrícula, resfriados, … en ese momento el criterio era que sólo se consideraba caso de coronavirus alguien que hubiera estado en contacto directo con un infectado o que hubiera venido de alguna de las zonas de Italia señaladas ··· Ver noticia ···

Mi primera Semana Santa en Jerusalén


María Landi

María LandiToda la población palestina, autóctona de Tierra Santa, viviendo a pocos kilómetros de Jerusalén, debe pedir permiso para visitarla, debe soportar registros humillantes y atravesar muros y puestos de control militar, mientras que peregrinos de Alemania, Estados Unidos o Perú pueden llegar en avión para la Pascua. Para la mayoría de las personas palestinas −ya sean cristianas o musulmanas− Jerusalén es la ciudad que más amamos y la que menos visitamos. Rifat Kassis (coordinador de Kairós Palestina)
Cada año al llegar el tiempo de Pascua, igual que en Navidad, empiezan a llegarme desde Palestina saludos de mis amigas, colegas y compañeros; casi todas son personas musulmanas que, como es la tradición en esa tierra, respetan las festividades cristianas, al igual que en Ramadán reciben los saludos de sus vecinas y vecinos cristianos. Esos intercambios de saludos suelen ir acompañados de dulces o otros detalles. ··· Ver noticia ···

Teo, el encanto del amigo discreto


- Por: Carlos M. Voces


Hubo un hombre amante de lo divino: Teófilo. Teo, para familiares, amigos, hermanos de comunidad.

 
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Acaba de pasar a nuestro lado. Ha cruzado el umbral. En paz, sin molestar. Profundamente confiado en una Vida plena. Esa vida de la que tanto gustaba contar en sugerentes narraciones que a todos encandilaba y dejaba mudos de maravilla.

Teo ya había puesto un pie en ese pórtico infinito. Pero había vuelto, renacido, para contarnos que, cada minuto es estéril si no se convierte en gota que impregna la tierra tantas veces reseca. Y él miraba. Sonreía. Hablaba desde dentro, como un humilde y sabio conocedor, por experiencia, de que es imprescindible mirar dentro, pues lo esencial es invisible a los ojos, como decía Exupéry.

Ahora nos queda el dolor. Amargo dolor que quiebra las palabras, tan solo con recordarlo. Sin embargo, con él, hemos aprendido que esta queja silenciosa que nos derrumba es, al mismo tiempo, parte del amor que nos teníamos. Se hacía querer. Un cariño afable, entrañable, que Teo regalaba continuamente. Y, porque se hacía querer, ahora nos duele su ausencia hasta derrumbarnos por dentro. 

Su ternura discreta, sigue siendo expresión del Amor, con mayúscula, que ahora le ha llamado, como un día. Ese mismo Amor que ahora le abraza y abraza a quienes le han precedido tan de cerca. El mismo Amor que se regala en cada criatura, pasea al atardecer con nosotros y nos engalana con su Vida generosa.

Con Dios, Teo.

Domingo 19, 2 Pascua – A (Juan 20,19-31)

José A. Pagola

ALEGRÍA Y PAZ

No les resultaba fácil a los discípulos expresar lo que estaban viviendo. Se les ve acudir a toda clase de recursos narrativos. El núcleo, sin embargo, siempre es el mismo: Jesús vive y está de nuevo con ellos. Esto es lo decisivo. Recuperan a Jesús lleno de vida.
Los discípulos se encuentran con el que los ha llamado y al que han abandonado. Las mujeres abrazan al que ha defendido su dignidad y las ha acogido como amigas. Pedro llora al verlo: ya no sabe si lo quiere más que los demás, solo sabe que lo ama. María de Magdala abre su corazón a quien la ha seducido para siempre. Los pobres, las prostitutas y los indeseables lo sienten de nuevo cerca, como en aquellas inolvidables comidas junto a él.
Ya no será como en Galilea. Tendrán que aprender a vivir de la fe. Deberán llenarse de su Espíritu. Tendrán que recordar sus palabras y actualizar sus gestos. Pero Jesús, el Señor, está con ellos, lleno de vida para siempre.
Todos experimentan lo mismo: una paz honda y una alegría incontenible. Las fuentes evangélicas, tan sobrias siempre para hablar de sentimientos, lo subrayan una y otra vez: el Resucitado despierta en ellos alegría y paz. Es tan central esta experiencia que se puede decir, sin exagerar, que de esta paz y esta alegría nació la fuerza evangelizadora de los seguidores de Jesús.
¿Dónde está hoy esa alegría en una Iglesia a veces tan cansada, tan seria, tan poco dada a la sonrisa, con tan poco humor y humildad para reconocer sin problemas sus errores y limitaciones? ¿Dónde está esa paz en una Iglesia tan llena de miedos, tan obsesionada por sus propios problemas, buscando tantas veces su propia defensa antes que la felicidad de la gente?
¿Hasta cuándo podremos seguir defendiendo nuestras doctrinas de manera tan monótona y aburrida, si, al mismo tiempo, no experimentamos la alegría de «vivir en Cristo»? ¿A quién atraerá nuestra fe si a veces no podemos ya ni aparentar que vivimos de ella?

Y, si no vivimos del Resucitado, ¿quién va a llenar nuestro corazón?, ¿dónde se va a alimentar nuestra alegría? Y, si falta la alegría que brota de él, ¿quién va a comunicar algo «nuevo y bueno» a quienes dudan?, ¿quién va a enseñar a creer de manera más viva?, ¿quién va a contagiar esperanza a los que sufren?

Domingo 19 de Abril, 2º Domingo de Pascua


2 de PascuaAExpedito, mártir (303)
Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo, es decir, si la Resurrección no tuviera como sentido final la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo orden, entonces eso de la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso, tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la Resurrección. ··· Ver noticia ···

¿HEMOS VISTO AL SEÑOR?


col labrador
Juan 20,19-31
Jesús, el crucificado, ha salido a nuestro encuentro, está vivo, en medio de nosotros. Esta experiencia ha cambiado nuestra vida, somos personas nuevas, distintas… porque “hemos visto al Señor”.
Hoy se nos regala un texto evangélico que podemos leer en primera persona sin mucho esfuerzo. Juan nos hace descubrir en estas dos escenas, como en todas las que llamamos de “apariciones”, una experiencia profunda de los apóstoles, la experiencia que sostiene su fe: Jesús, el que había muerto, ha salido a su encuentro, está vivo en medio de ellos. Esta experiencia ha cambiado su vida, son personas nuevas, distintas… porque “han visto al Señor”. Esta experiencia de encuentro es fundamental para los primeros cristianos, y lo es también para nosotros. ¿No narra este evangelio, de alguna forma, nuestro caminar hasta el encuentro con Jesús vivo a nuestro lado?   
En estos días en los que hemos aprendido a mirar hacia dentro y reflexionar, en que nos hemos preguntado tantas cosas, en los que hemos parado y hemos estado solos tantos ratos, seguro que nos va a costar muy poco descubrir que cada uno de nosotros somos miembros de esta comunidad y, con frecuencia, cada uno de nosotros somos Tomás.
¿A quién no le resulta familiar eso de estar en casa, con las puertas cerradas porque…? Sí, ese “#yo me quedo en casa,” tan repetido estos días, acompaña aún nuestro “Aleluya”. Y me quedo en casa con muchos miedos, con mucho dolor, con muchas inseguridades y preocupaciones por la propia vida y la de los míos, por el trabajo, por los proyectos, los sueños... Y nos preguntamos: ¿ahora qué?
Una experiencia semejante es la de los discípulos. Jesús ha muerto, lo han matado, todo se perdió, ¿que les va pasar? su vida peligra, no ven futuro... ¡y tienen tantos miedos! Y los miedos nos cierran, a ellos y a nosotros. Nos cerramos, nos paralizamos, perdemos toda perspectiva y capacidad de reaccionar. ¿No es una experiencia que compartimos?
“Y en esto…”, sin que nosotros sepamos cómo, Jesús se hace presente. Está en medio de la casa y de nuestras vidas, aunque las puertas sigan estando cerradas. Y a nosotros, cómo a ellos, nos cuesta reconocerle y miramos pasmados, asombrados... ¿De verdad eres tú? Pero nosotros te vimos clavado en la cruz, muerto en la cruz… Nosotros te creíamos muerto, ya no pensábamos encontrarte más, fíjate en todo lo que está pasando, estamos tan tristes… Y Jesús con una ternura y paciencia sobrecogedoras les muestra las manos, las heridas, “sus marcas” y los saluda. Nada de reproches ni de preguntas sobre su miedo y falta de fe. Les habla, nos habla, para tranquilizarlos y darles su Paz.
Y entonces le reconocen y todo cambia. La alegría, que es expansiva e invita a abrir puertas y ventanas, se apodera de ellos, casi no les cabe en el corazón. La razón, la suya y la nuestra: ¡Hemos visto al Señor!
Jesús hace un gesto muy significativo para ellos y para nosotros hoy: sopla sobre ellos. Ya lo sabemos, el aliento de Dios es signo de vida (Gen 2, 7) ¡Cómo valoramos estos días no tener dificultades para respirar, sentir que el aire llena nuestros pulmones! Para un enfermo de coronavirus es como volver a la vida, estar curado…  Y con este gesto Jesús les da su Espíritu, el que les comunica una vida nueva, el que les va a consolidar en la alegría, esa alegría que nadie ya les podrá quitar, el que les empuja y sostiene en esta nueva misión encomendada por Jesús: salid, id, predicad, perdonad...
La comunidad ha quedado transformada. La experiencia profunda de haber descubierto que Jesús está vivo y está con ellos en el centro de su comunidad, es definitiva. Ya están preparados para todo, ya no tienen miedo. Ya son en verdad discípulos del Resucitado.
¿No hemos sentido eso nosotros alguna vez? ¿No nos hemos sentido transformados sin saber muy bien cómo, después de una experiencia fuerte en la que el Señor se ha hecho presente? A veces oímos a alguien decir: soy otra persona... después de esto en mi vida hay un antes y un después. El encuentro personal con el Resucitado es el fundamento de nuestra fe, muy bien lo sabían las primeras comunidades que aún vivían en medio de persecuciones, pero que “habían visto al Señor”. Sí, nosotros también somos esa comunidad.
Pero resulta que, entonces y ahora, falta uno... alguien que no está cuando llega el Señor, cuando pasa algo decisivo para la comunidad… Y al que falta le suele pasar lo que a Tomás, que el testimonio de los demás no le sirve para creer: “Si no veo y no meto mi dedo...”
Y ocurre algo que nos sorprende, Jesús vuelve. Vuelve porque falta uno, ya nos lo había dicho con aquella oveja que se perdió y era solo una entre cien (Lc 15, 4-6). Vuelve, buscando al que no estaba y le llama por su nombre: ¡Tomás! Vuelve y le dice: trae tu dedo. Le enfrenta con su situación, con sus dudas, con su manera desconfiada de ser... Y Tomás no solo comprueba que es Jesús. Se encuentra cara a cara, corazón a corazón, con Él. Con quien desde ese momento, será “su Señor y su Dios”.
Tras la experiencia de Tomás, en la que podemos vernos reflejados, termina el evangelio diciendo cómo Jesús se acuerda de nosotros, de ti y de mí, de los que creemos “sin haber visto” y nos llama dichosos, bienaventurados.
Es verdad, no somos de esa primera generación. No hemos “comido y bebido con Él”. Pero también hemos sentido que, cómo a Tomas, el Señor nos ha llamado y nos ha dicho, trae tu dedo, trae tu dolor, trae tu fracaso... Y algo se nos ha movido por dentro y caemos en la cuenta de que solo Él es nuestro Dios y Señor, nuestro Salvador. Porque encontrarse con Él no es solo verle con los ojos, es abrirse a reconocerlo en tantas presencias en las que él nos espera y transforma nuestra vida. Por eso, porque somos capaces de decir: “Señor mío y Dios mío” somos bienaventuradas, somos bienaventurados.

SOLO EN LA COMUNIDAD PODEMOS DESCUBRIR A JESÚS VIVO


col fraymarcos
Jn 20,19-31
Es esclarecedor que en los relatos pascuales Jesús solo se aparece a los miembros de la comunidad. O como es el caso de hoy, a la comunidad reunida. No hace falta mucha perspicacia para comprender que están elaborados cuando las comunidades estaban ya constituidas. No tiene mucho sentido pensar, como sugieren los textos, que el domingo a primera hora de la mañana o por la tarde ya había una comunidad establecida. Los exégetas han descubierto algo muy distinto.
“Todos lo abandonaron y huyeron”. Eso fue lo más lógico, desde el punto de vista histórico y teológico. La muerte de Jesús en la cruz perseguía precisamente ese efecto demoledor para sus seguidores. Seguramente lo dieron todo por perdido y escaparon para no correr la misma suerte. La mayoría de ellos eran galileos, y se fueron a su tierra a toda prisa. La muerte en la cruz no pretendía solo matar a la persona sino borrar completamente su memoria.
Hoy tenemos claro que en el origen del cristianismo, existieron dos comunidades, una en Judea (Jerusalén) y otra en Galilea. La de Jerusalén, parece ser que sustentada por sus familiares más cercanos y la de Galilea por sus discípulos que se volvieron a su tierra, decepcionados por la muerte de su maestro. Las dos siguieron trayectorias distintas y tenían muy diversas maneras de interpretar a Jesús. Más tarde surgió la de Pablo, que no procedía de ninguna de las dos y que se desarrolló en la diáspora. Él mismo afirma que lo que enseña lo aprendió por revelación.
Cómo se fueron estructurando esas primeras comunidades es una incógnita. Ese proceso de maduración de los seguidores de Jesús no ha quedado reflejado en ninguna tradición. Los relatos pascuales nos hablan ya de la convicción absoluta de que Jesús está vivo. Es una falta de perspectiva histórica el creer que la fe de los discípulos se basó en las apariciones. Los evangelios nos dicen que para “ver” a Jesús después de su muerte, hay que tener fe. El sepulcro vacío, sin fe, solo lleva a la conclusión de que alguien lo ha robado y las apariciones, a pensar en un fantasma.
Esa experiencia de que seguía vivo, y además, les estaba comunicando a ellos mismos Vida, no era fácil de comunicar. Antes de hablar de resurrección, en las comunidades primitivas, se habló de exaltación y glorificación, del juez escatoló­gico, del Jesús taumaturgo, de Jesús como Sabiduría. Estas maneras de entender a Jesús después de morir, fueron condensándose en la cristología pascual, que encontró en la idea de resurrección el marco más adecuado par explicar la vivencia de los seguidores de Jesús. En ninguna parte de los escritos canónicos del NT se narra el hecho de la resurrección. La resurrección no puede ser un fenómeno constata­ble empíricamente.
La experiencia pascual sí fue un hecho histórico. Cómo llegaron los primeros cristianos a esa experiencia no lo sabemos. En los relatos se manifiesta la dificultad del intento de comunicar a los demás esa vivencia, que está fuera del tiempo y el espacio. Fueron elaborando unos relatos que intentan provocar en los demás lo que ellos estaban viviendo. Para ello no tuvieron más remedio que encuadrarlos en el tiempo y el espacio que por sí no tenía.
Reunidos el primer día de la semana. Jesús comienza la nueva creación el primer día de una nueva semana. La práctica de reunirse el domingo se hizo común muy pronto entre los cristianos. Los que seguían a Jesús, todos judíos, empezaron a reunirse después de terminar la celebración del Sábado, que seguían manteniendo como buenos judíos. Al reunirse en la noche, era ya para ellos el domingo. El texto se ve que estaba ya consolidado el ritmo de las reuniones litúrgicas.
Se hizo presente en medio sin recorrer ningún espacio. Jesús había dicho: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Él es para la comunidad fuente de Vida, referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él. Jesús se manifiesta, se pone en medio y les saluda. No son ellos los que buscan la experiencia sino que se les impone. Después de lo que habían vivido, era imposible que pensaran en Jesús vivo.
Los signos de su amor (las manos y el costado) evidencian que ese Jesús que están viendo es el mismo que murió en la cruz. Este es el objetivo de todos los relatos pascuales. Lo que ven no es un fantasma ni una elucubración o alucinación mental de cada uno. El miedo, que les había atenazado al ser testigos de su muerte en la cruz, desaparece. Ahora descubren que la verdadera Vida nadie puede quitársela a Jesús ni se la quitará a ellos. La permanencia de las señales, indica la permanencia de su amor. La comunidad tiene la experiencia de que Jesús comunica Vida.
“Sopló” es el verbo usado por los LXX en Gn 2,7. Con aquel soplo se convirtió el hombre barro en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da la verdadera Vida. Queda completada así la creación del hombre. "Del Espíritu nace espíritu" (Jn 3,6). Ahora toman conciencia de lo que significa nacer de Dios. Se ha Hecho realidad, en Jesús y en ellos, la capacidad para ser hijos de Dios. La condición de hombre-carne queda transformada en hombre-espíritu.
La aclaración de que Tomás no estaba con ellos prepara una lección magistral para todos los cristianos. Separado de la comunidad, es imposible llegar a la experiencia de un Jesús vivo; está en peligro de perderse. Solo cuando se está unido a la comunidad se puede ver a Jesús, porque solo se manifiesta en el amor a los demás, que sería imposible si no hay alguien a quien amar. Nadie puede pensar en un amor intimista que pudiera existir sin hacerse efectivo en los demás.
Cuando los otros le decían que habían visto al Señor, le están comunicando la experiencia de la presencia de Jesús, que les ha trasformado. Les sigue comunicando la Vida, de la que tantas veces les había hablado. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que ahora brilla en la comunidad. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. De todos modos queda demostrado que los testimonios no pueden suplir la experiencia personal.
A los ocho días, es decir, en la siguiente ocasión en que la comunidad se vuelve a reunir, quiere dejar claro que Jesús se hace presente en cada celebración comunitaria. El día octavo es el día primero de la creación definitiva. La creación que Jesús ha realizado durante su vida, el día sexto, y que tiene su máxima expresión en la cruz, llega a su plenitud en la Pascua. Tomás se ha reintegrado a la comunidad, allí puede experimentar la presencia de Jesús y el Amor.
¡Señor mío y Dios mío! La respuesta de Tomás es tan extrema como su incredulidad. Se negó a creer si no tocaba sus manos traspasadas. Ahora renuncia a la certeza física y va mucho más allá de lo que ve. Al llamarle Señor y Dios, reconoce la grandeza, y al decir mío, el amor de Jesús y lo acepta dándole su adhesión. Naturalmente Tomás no es una persona concreta sino un personaje que representa a cada uno de los miembros de la comunidad que duda y supera esas dudas.
Dichosos los que crean sin haber visto. Todos tienen que creer sin haber visto. Lo que se puede ver no hace falta creerlo. Lo que Jesús le reprocha es la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomás quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Eso ya no es posible. Solo el marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo pero desde una perspectiva completamente nueva. Se trata de una presencia que renueva la persona.

EL TOMÁS INCRÉDULO Y LAS COMUNIDADES CREYENTES


col sicre

Domingo 2º de Pascua. Ciclo A.
Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes y diverso de los otros es el del próximo domingo.
Un relato con dos partes y un epílogo (Jn 20,19-31)
Lo que cuenta Juan se divide en dos partes, separadas por ocho días, y el final de su evangelio (al que más tarde se añadió otro final, el c.21).
Lo que ocurre al anochecer del primer día de la semana contiene un clímax y un anticlímax. El clímax lo representa la aparición de Jesús, que transforma el miedo de los discípulos en alegría, y el don del Espíritu Santo. El anticlímax, la reacción incrédula de Tomás, que no estaba presente en aquel momento y su exigencia de unas pruebas claras para creer en la resurrección de Jesús. No olvidemos que Tomás fue el que dijo, cuando Jesús decidió ir a curar a Lázaro: «Vamos también nosotros y muramos con él». Tomás quiere mucho a Jesús, pero la otra vida no entra en su perspectiva.
Al cabo de ocho días se presenta de nuevo Jesús y se dirige especialmente a Tomás, que nos representa a todos nosotros, para darle y darnos la gran lección: «Dichosos los que creen sin haber visto».
El epílogo insiste en la finalidad del evangelio. Todo lo escrito, que podría haber sido mucho más, pretende que creamos «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él». Este mensaje de fe y vida resulta muy adecuado en estos momentos, cuando estamos tan rodeados de noticias de enfermedad y muerte.
Las peculiaridades de este relato de Juan
  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Algún listillo podría presumir: «Normal; los judíos saludan shalom alekem, igual que los árabes saludan salam aleikun». Pero no es tan fácil como piensa. Este saludo, «paz a vosotros» sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas física y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  6. El don de Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.
Dos lecturas contra Tomás
Las dos primeras lecturas le quitan la razón a Tomás cuando piensa que para creer hace falta una demostración personal y científica. Las dos hablan de personas que creen en Jesús resucitado y viven de acuerdo con esta fe sin pruebas de ningún tipo.
La primera, de Hechos, ofrece un cuadro espléndido, quizá demasiado idílico, de la primitiva comunidad cristiana. Que en medio de numerosas críticas y persecuciones un grupo de gente sencilla desee formarse en la enseñanza de los apóstoles, comparta la oración, los sentimientos y los bienes, es algo que supera todo expectativa. Estas personas creen, sin necesidad de prueba alguna, que Jesús ha resucitado y las salva.
La segunda, tomada de la Primera carta de Pedro, alaba a Dios por su gran misericordia y destaca la fe de la comunidad en medio de diversas pruebas. Para terminar con unas palabras que también serían una gran lección para Tomás y lo son para nosotros: «No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y trasfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación».

ENTRAR EN LA INTIMIDAD DE JESÚS


comentario editorial
La intimidad es la cercanía con otra persona, al igual que la intimidad que se desarrolla entre amigos cuando le cuentas a otra persona la historia de tu vida y todos tus secretos y sueños (Aforismo)
19 de abril. DOMINGO II DE PASCUA
Jn 20, 19-31
Dicho esto, les mostró las manos y el costado, y los discípulos se alegraron de ver al Señor
Jesús nos invita a entrar en su intimidad cuando el evangelista Lucas nos dice en 24, 39:
“Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Tocadme y miradme. Los fantasmas no tienen carne ni huesos, como veis que yo tengo”
Una intimidad con la que nos sentimos renacidos al Espíritu, a través del fuego que ha quemado nuestros egoísmos, como expresó poéticamente san Juan de la Cruz:
¡Oh llama de amor viva,que tiernamente hieresde mi alma el más profundo centro! 
Razón por la cual, dice Lc en 6, 19: Toda la gente procuraba tocarle porque salía de él una fuerza que curaba a todos.
Y cuando en la zarzuela de José Serrano escuché esta canción se me saltaron las lágrimas:
"Mujer, primorosa clavelina / que brindas el amor, / yo soy caminante / que al pasar / arranca las hojas de la flor / y sigue adelante / sin recordar tu amor".
Me había percatado de lo que tan furtivamente había sentido tan preciosa clavelina, y nuevamente volvieron a saltárseme las lágrimas.
Dice un aforismo español:
“La intimidad es la cercanía con otra persona, al igual que la intimidad que se desarrolla entre amigos cuando le cuentas a otra persona la historia de tu vida y todos tus sueños y secretos.
amor beso
Y Jesús tuvo con nosotros la valentía de contárnoslos:
“El Padre y yo somos uno” (Jn 10, 30)
“Salí del Padre y he venido al mundo” (Jn 16, 28)
En mi libro de “El Legendario reino de los sentimientos” tengo un poema que hace referencia a la interconexión de corazones.