FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

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ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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viernes, 3 de febrero de 2017

Domingo 5 de febrero de 2017, 5º del tiempo Ordinario



5 del tiempo ordinarioAJosé María de Yermo y Parres (1904), Felipe de Jesús, mártir (1597), Águeda, mártir (251)
Las lecturas de hoy tienen como tema central la justicia de Dios, expresada plenamente en el amor misericordioso para con el prójimo. El relato que leemos del profeta Isaías se enmarca en el contexto del ayuno, en donde se realiza una fuerte crítica al pueblo de Israel por sus prácticas religiosas desarticuladas de la fe y la justicia con los pobres. El profeta llama a realizar el verdadero culto a Yahvé, ligado íntimamente con la justicia y la misericordia. Las prácticas religiosas deben salir del corazón y deben dar como fruto una verdadera justicia social, concretizada en el compartir del pan con el hambriento, en la solidaridad con los que sufren, en preocuparse visceralmente por los hermanos pobres, pues en ellos, en los abatidos, en los mal vistos, es donde el mismo Dios se revela; es en ellos donde la luz de Dios se hace presente; es donde el Dios de Israel verdaderamente habita. ··· Ver noticia ···

LUZ Y SAL


col salome
  
Con todo cariño... para José Enrique Ruiz de
Galarreta, que fue cada día de su vida, luz y
sal en la construcción del Reino.
Gracias José Enrique.


Quiero aprender a ser luz
quiero aprender a ser sal
que mi presencia callada
ilumine colores y afine sabores
de vida y de paz

Luz para iluminar caminos
sal para despertar sentidos
luz y sal, sal y luz
luz para ver con claridad
sal para saber y saborear

Somos del mundo luz y sal.

Salomé Arricibita


Para descargar la canción pinche el siguiente enlace: Luz y Sal.mp3 y dele al botón derecho del ratón y guardar como...

Tienes la llave - 5º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

LUZ Y SAL DE SALOMÉ ARRICIBITA

ESPIRITUALIDAD TRANSRELIGIOSA

Fe Adulta 
La comprensión de la diferencia que hay entre “religión” y “espiritualidad” permite comprender que “existe una alternativa entre el ateísmo materialista y la religión tradicional, entre la concepción científico-técnica del mundo y una visión mítica preilustrada”.
Quien así se expresa es el filósofo Feliciano Mayorga, en un libro que acaba de publicar, en la editorial Kairós, con título provocativo y sugerente: “El ateísmo sagrado. Hacia una espiritualidad laica”.
Parece innegable que el imaginario colectivo de nuestro entorno sociocultural se mueve, efectivamente, en un “credo materialista”, cuyo dogma fundamental afirma que solo existe aquello que podemos experimentar. Poco importa que tal “creencia” ignore cuestiones hoy científicamente irrebatibles, como el hecho de que apenas conocemos un 4% de la realidad existente, o que, como se viene afirmando desde la física cuántica, el origen de la materia es inmaterial. Sabemos bien que cuando un dogma se asienta en el imaginario colectivo es difícil tomar distancia del mismo, someterlo a crisis y abrirse a una verdad mayor. Parece que el cerebro humano justifica con facilidad aquello a lo que previamente se ha aferrado…, por más que resulte objetivamente insostenible. Esto suele ocurrir en todo tipo de creencias –en la religión hay casos notables de dogmas “increíbles”–, y el nuevo “credo” materialista o cientificista no es una excepción. La ironía consiste en que el materialismo moderno crítica el dogmatismo religioso y su carácter mítico, sin ser consciente de sus propios pre-juicios que le mantienen encerrado en el mismo error de fondo.
Para el cientificismo materialista, todo lo que suene a espiritualidad solo se sostiene en el delirio narcisista –proyectarse en lo eterno–, que escapa al control humano. No advierte que lo que realmente constituye un delirio narcisista es la reducción de la realidad a lo que puede ser controlado por el ser humano. Este es el delirio de la razón absolutizada o del racionalismo patológico, causa de un efecto hipnótico, que obliga a creer que solo existe lo que, bajo tal hipnosis, es posible percibir. Junto con sus logros extraordinarios –entre ellos, la emergencia de la “razón crítica”–, esa fue la más triste y empobrecedora herencia de la Ilustración: la razón fascinó y hechizó al ser humano, hasta el punto de quedar hipnotizado por ella, con la consecuencia de no aceptar absolutamente nada que la propia razón no comprobara.    
Nos hallamos así ante una paradoja: por una parte, la no asunción de la modernidad condena a las personas religiosas a posiciones fundamentalistas –no parece desacertado afirmar que esa es precisamente una de las carencias graves de la religión islámica, aunque no solo de ella–; por otra, su absolutización desemboca en la “cultura chata”, nihilista, vacía y carente de sentido que parece haberse enseñoreado de no pocos sectores de nuestra sociedad.
Entre ambas “creencias” –la religión preilustrada y el materialismo dogmático, dos formas “gemelas” de hipnosis mental–, la espiritualidad muestra un camino de apertura incondicional a la verdad de lo que somos.
En la auténtica espiritualidad no hay dogmas ni creencias –se valora la razón y, sin absolutizarla, se la integra y trasciende–, sino apertura lúcida a la comprensión de lo real. Así, ofrece “instrucciones”, pautas o caminos para ir más allá de la mente y, de ese modo, responder adecuadamente a la única pregunta que realmente importa: ¿Quién soy yo?
Cada vez somos más conscientes que la mente nunca podrá atrapar la verdad. Por lo que tampoco es capaz de otorgarnos certezas definitivas. Todo lo que nace de ellas son –no puede ser de otro modo– “construcciones mentales”, es decir, creencias de todo tipo, religiosas o no.
Necesitamos, por tanto, aprender a acallar la mente para poder “ver” en profundidad.
Y, dado que no tiene nada que ver con las creencias, la espiritualidad es transreligiosa, por el simple hecho de que es transmental. En esta línea, son de agradecer los intentos que están surgiendo en los últimos años favoreciendo la llamada “espiritualidad laica” o “espiritualidad atea”. En esta línea, además del libro de Mayorga, ya citado, y que me ha dado pie a esta reflexión, es obligado mencionar otros dos:
Marià CORBÍ, Una espiritualidad laica. Sin religiones, sin creencias, sin dioses, Herder, Barcelona 2007.
André COMTE-SPONVILLE, El alma del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios, Paidós, Barcelona 2006.
Finalmente, a quien esté interesado en una visión más de conjunto de toda esta cuestión de la “espiritualidad transreligiosa”, me permito reenviarle a dos libros míos:
La botella en el océano. De la intolerancia religiosa a la liberación espiritual, Desclée De Brouwer, Bilbao 2009.
Vida en plenitud. Apuntes para una espiritualidad transreligiosa, PPC, Madrid 32013.

Domingo 5 de febrero, 5 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,13-16): Salir a las periferias

 
José Antonio Pagola

Mt 5, 13-16
Jesús da a conocer, con dos imágenes audaces y sorprendentes, lo que piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la «sal» que necesita la tierra y la «luz» que le hace falta al mundo.
«Vosotros sois la sal de la tierra». Las gentes sencillas de Galilea captan espontáneamente el lenguaje de Jesús. Todo el mundo sabe que la sal sirve, sobre todo, para dar sabor a la comida y para preservar los alimentos de la corrupción. Del mismo modo, los discípulos de Jesús han de contribuir a que las gentes saboreen la vida sin caer en la corrupción
«Vosotros sois la luz del mundo». Sin la luz del sol, el mundo se queda en tinieblas: ya no podemos orientarnos ni disfrutar de la vida en medio de la oscuridad. Los discípulos de Jesús pueden aportar la luz que necesitamos para orientarnos, ahondar en el sentido último de la existencia y caminar con esperanza.
Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve en la comida puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.
El papa Francisco ha visto que la Iglesia vive encerrada en sí misma, paralizada por los miedos y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecer la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: «Hemos de salir hacia las periferias existenciales».
El papa insiste una y otra vez: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos».
La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos: «No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos». «El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro». El papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama la «cultura del encuentro». Está convencido de que «lo que necesita hoy la Iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones.

El Vaticano reconoce su “preocupación” por el veto de Trump a refugiados y musulmanes


C. Doody/Agencias

Trump
Angelo Becciu le recuerda que el Papa aboga por la acogida y la integración
Parolin recuerda al presidente de EEUU que “donde existe la soberbia existe siempre la guerra”
El Vaticano denuncia “la construcción de muros cada vez más altos”
Los obispos de México y Estados Unidos, unidos contra la construcción del muro en la frontera
Un sacerdote recomienda a los descontentos con Trump a que se suiciden
“Preocupado”. Así ha quedado el Vaticano tras los vetos de Trump a los refugiados y a los viajeros musulmanes, según el subsecretario de Estado, Angelo Becciu. Medidas que también ha criticado indirectamente el cardenal Pietro Parolin, quien ha advertido al presidente de EEUU que “donde existe la soberbia existe siempre la guerra”. ··· Ver noticia ···

La cruz y el crucificado


Gabriel Mª Otalora

JESUCRISTOAquí estamos acostumbrados a referirnos indistintamente para expresar lo mismo. Lo hacemos en la liturgia y en la manifestación pública de lo cristiano. De hecho, la cruz es el signo cristiano por el que nos reconocen como seguidores de Cristo; también en esto del seguimiento hemos herrado pues tener fe en el Dios cristiano no es creer que Dios existe sino más bien el seguirle con nuestro ejemplo en forma de actitudes y conductas. Ser practicante no es ir a misa -solo- sino actuar a diario conforme al evangelio.


Pero a lo que iba. La cruz y el crucificado los empleamos como sinónimos cuando no deberían serlo. No es en el madero donde ponemos nuestro corazón y nuestra fe sino en Jesús que por amor acabó colgado en él. Su persona es quien nos atrae, como dice Juan: cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos sobre mí (Jn 12, 32) dando entender de qué muerte iba a morir.
La cruz es signo de muerte, efectivamente, y fuente de muchos equívocos sobre el sufrimiento cristiano. Dios no quiere sufrir ni que suframos. Murió contra su voluntad, asesinado por mantenerse en su denuncia profética contra quienes impedía la explosión de su Reino de amor para todos. Su sufrimiento fue la consecuencia no querida del lado más oscuro del ser humano al que respetó en su libertad. Pero Jesús predicó la alegría, la solidaridad, el amor; nunca buscó el sufrimiento como una bendición; al contrario, se dedicó en cuerpo y alma a salvar del sufrimiento a los demás, aunque no se sintieran de los suyos.


Salva el crucificado en un madero y lo hace con su amor. El madero es santo por el personaje al que se clavó en él. Curiosamente, los protestantes en cambio, no entienden la exaltación del crucificado si Jesús ya ha resucitado. Pero esta es otra discusión.
Cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó en Estrasburgo que la presencia de un crucifijo en las aulas era una violación de los derechos humanos (2009), no rechazaron la cruz. Lo que rechazaron fue al crucificado. Podrán quitarlo de aulas y lugares públicos pero nadie rechaza o se abraza a un madero. No, no es la cruz, es el crucificado. Él es quien nos sigue invitando a remar con audacia hacia el amor que, en definitiva, supone crecer en plenitud humana. Apostar por el bien sobre el mal, la verdad sobre la mentira, la solidaridad frente a la indiferencia egoísta. Nada que ver con la exaltación del sufrimiento.
La vida cristiana es un largo aprendizaje para centrarnos en Cristo crucificado y en lo que significa la Salvación como liberación de las cadenas que atrapan lo mejor del ser humano, siguiendo siempre la senda del evangelio que, como todo el mundo sabe, significa buena noticia; misericordia quiere Dios, no otros sacrificios.  

Trump: ¿una nueva etapa de la historia?

Leonardo Boff


Leonardo Boff2Ya hace años se notaba, un poco en todas partes del mundo, la ascensión de un pensamiento conservador y de movimientos que se definían como de derechas. Con eso se apuntaba a un tipo de sociedad en la cual el orden prevalecía sobre la libertad, los valores tradicionales se imponían a los modernos, y la supremacía de la autoridad se sobreponía a la libertad democrática.
Este fenómeno se deriva de muchos factores, pero principalmente por la erosión de las referencias de valor que daban cohesión a una sociedad y proporcionaban un sentido colectivo de convivencia. El predominio de la cultura del capital con sus propósitos ligados al individualismo, a la acumulación ilimitada de bienes materiales y principalmente a la competición dejando de hecho escaso espacio para la cooperación, contaminó prácticamente a toda la humanidad, generando confusión ético-espiritual y pérdida de pertenencia a una única humanidad, habitando una Casa Común. Emergió la sociedad líquida, en el lenguaje de Bauman, en la cual nada es sólido, a lo que hay que añadir el espíritu posmoderno del every thing goes, del vale todo, en la medida en que lo que cuenta es realizar el objetivo buscado por cada uno, de acuerdo a sus preferencias.



Ante esta dilución de estrellas-guía surgió su opuesto dialéctico: la búsqueda de seguridad, de orden, de autoridad, de normas claras y de caminos bien definidos. En la del conservadurismo y de la derecha en política, en ética y en religión se encuentra este tipo de visión de las cosas. Está a un paso del fascismo como se verificó en la Alemania de Hitler y en la Italia de Mussolini.
En Europa, en América Latina y en Estados Unidos estas tendencias han ido ganando fuerza social y política. En Brasil este espíritu conservador, derechista fue el que moldeó el golpe de clase jurídico-parlamentario que destituyó a la Presidenta Dilma Rousseff. Lo que siguió ha sido la implantación de políticas claramente de derechas, anti-pueblo, negadoras de derechos sociales y retrógradas en términos culturales.
Pero esa tendencia conservadora ha alcanzado su dimensión más expresiva en la potencia central del sistema-mundo, Estados Unidos, confirmada por la elección de Donald Trump como presidente de ese país. Aquí el conservadurismo y la política de derechas se muestran sin metáforas y de forma descarada e incluso áspera.


En sus primeros actos, Trump ha empezado a desmontar las conquistas sociales alcanzadas por Obama. Nacionalismo, patriotismo, conservadurismo, aislacionismo son sus características más claras.
Su discurso inaugural es aterrador: “de hoy en adelante una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este momento Estados Unidos será lo primero”. Lo “primero” (first) aquí debe ser entendido como “sólo (only) Estados Unidos va a contar”. Radicaliza su visión al término de su discurso con evidente arrogancia: ”Juntos haremos que Estados Unidos vuelva a ser fuerte. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser própero. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser orgulloso. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser seguro de nuevo. Y juntos haremos que Estados Unidos sea grande de nuevo”.


Subyacente a estas palabras funciona la ideología del “destino manifiesto”, de la excepcionalidad de Estados Unidos, siempre presente en los presidentes anteriores inclusive en Obama. Es decir, Estados Unidos posee una misión única y divina en el mundo, la de llevar sus valores de derechos, de la propiedad privada y de la democracia liberal al resto de la humanidad.
Para él, el mundo no existe. Y si existe es visto de forma negativa. Rompe los lazos de solidaridad con los aliados tradicionales como la Unión Europea y deja a cada país libre para eventuales aventuras contra sus contendientes históricos, abriendo espacio al expansionismo de potencias regionales, incluyendo eventualmente guerras letales.
De la personalidad de Trump se puede esperar todo. Habituado a negocios tenebrosos como son, de modo general, los negocios inmobiliarios neoyorquinos, sin ninguna experiencia política, puede desencadenar crisis enormemente amenazadoras para el resto de la humanidad, como por ejemplo, una eventual guerra contra China o Corea del Norte, donde no se excluiría la utilización de armas nucleares.


Su personalidad denota características psicológicas desviadas, narcisista y con un ego superinflado, mayor que su propio país.
La frase que nos asusta es esta: de hoy en adelante una nueva visión gobernará la tierra. No sé si está pensando solo en Estados Unidos o en el planeta Tierra. Probablemente las dos cosas para él se identifican. Si fuera verdad, tendremos que rezar para que no ocurra lo peor para el futuro de la civilización.

*Leonardo Boff es articulista del JB online y ha escrito: Convivencia, respeto y tolerancia, Sal Terrae 2006.

Traducción de Mª José Gavito Milano