FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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lunes, 14 de mayo de 2018

España se resigna a vivir con un Estado del Bienestar cada vez más ajustado


José M. Camarero


El gasto social caerá del 24% del PIB a medio plazo, por el declive de los servicios básicos y a pesar del envejecimiento
Si las consecuencias de la crisis se miden por el dinero que el Estado dedica a los servicios públicos básicos, España no saldrá nunca de la depresión. O vivirá en un reformulado Estado del Bienestar que seguirá existiendo, sí, pero de forma mucho más constreñida con respecto a lo que la mayor parte de la ciudadanía había vivido hasta hace poco más de una década.
En la ecuación formada por un sistema económico abierto y dotado con protección pública, esta última proporción perderá peso a medida que pasen los años. El propio Gobierno lo asume en su Programa de Estabilidad presentado esta semana a la Comisión Europea. El documento incluye predicciones hasta 2070 en las que se atisba una merma del Estado del Bienestar.
La sufrirán los pensionistas, quienes precisen de cobertura sanitaria, necesiten acudir a colegios públicos u obtener becas o demanden cuidados permanentes y especiali­zados en su última etapa vital. El conjunto del gasto social descenderá en las próximas décadas hasta el 23,8% del PIB. Se trata de una cifra inferior a la actual -en el entorno del 25%-, ante una población más envejecida y con muchas más necesidades de las que tienen ahora.
Una de las partidas que más sufrirán será la dedicada al pago de las pensiones de la Seguridad Social. El Gobierno anticipa que ese presupuesto seguirá subiendo en los pró­ximos años, y lo hará en una media de 2,2 puntos porcentuales anuales hasta 2045, no porque se incremente el dinero destinado a pensiones, sino por evolución de la población.
El peso de los jubilados
El Plan de Estabilidad anticipa que la mayor cuantía destinada a pensiones se incrementará «por el envejecimiento de la población», con una tasa de mayores de 65 años frente a los mayores de edad que pasará del 29% actual a más del 61% dentro de 27 años. Este envejecimiento se «compensará» -reza el documento- por «la menor proporción que supone la pensión media sobre el salario». Aunque el Ejecutivo ha retrasado la aplicación del factor de sostenibilidad -el recorte de la primera prestación al jubilarse con respecto al último sueldo cobrado- al año 2022, las medidas puestas en marcha en las dos reformas (2011 y 2013), como subida de la edad de jubilación hasta los 67 años en 2027, así como la necesidad de cotizar más tiempo para calcular la prestación final relajarán las cuentas de la Seguridad Social. Además, el incremento del gasto en pensiones se verá compensado por la caída del paro -lo que reducirá el pago de prestaciones- y el aumento de la tasa de actividad laboral.
El Gobierno también es consciente de que aunque no pueda contener el tsunami del envejecimiento, sí puede actuar para controlar, en parte, el gasto derivado de otras pres­taciones que abona la Seguridad Social, como las de incapacidad que pasarán de representar un 1,2% sobre el total actual a caer hasta el 0,8% dentro de 20 años. También se prevé una reducción en el gasto en otras pensiones como las de viudedad y las destinadas a favor de familiares, cuyo peso se irá reduciendo desde el 2,3% actual al 1,8%.
Gasto educativo
Tampoco la educación se librará de los ajustes. El gasto educativo sobre el PIB caerá de cerca del 4% actual al 3,5% en apenas 12 años y solo después se iría recuperando, pero siempre con el límite del 4%. España seguirá siendo uno de los países de la UE que menos porcentaje de riqueza nacional destinan a su sistema educativo. El último dato de Eurostat indicaba que la media de los estados miembros destinaba el 4,9% de su gasto a la educación. En ese mismo informe, España ocupaba la-posición número 15, solo por delante de territorios como Rumania, Bulgaria, Irlanda o Italia.
No mejorarán en los futuros Presupuestos las partidas destinadas a Sanidad con respecto a la situación actual y ello a pesar de que el Gobierno asume que este gasto aumentará por el envejecimiento de la población. Pero lo hará 0,5 puntos sobre el PIB entre 2016 y 2070 situándose entre el 6,5% y el 6,8% a largo plazo. Se trata de un ratio muy inferior al de la media europea actual -un 7,2%- sin visos de que haya más dinero para los recursos en medicina o para evitar los colapsos habituales en los hospitales.
Cada vez más Dependencia
Solo uno de los últimos pilares incorporados al Estados del Bienestar, el de la Dependencia, podría salvarse de los ajustes durante las próximas décadas. Pero vendrá impuesto por el envejecimiento de la población, una situación que es imparable. En consecuencia, España gastará hasta un 4,1% de su PIB en servicios de ayuda para mayores frente a menos del 1% que destinaba a finales de 2016.
Ese incremento no estará exento de ajustes. De hecho, el Gobierno recuerda en su Plan de Estabilidad cómo las medidas aprobadas entre 2012 y 2014 ayudaron a ahorrar unos 2.300 millones. También se prevén mecanismos para controlar y reducir el gasto farmacéutico, que con las actuales se han ahorrado ya 7.300 millones en seis años.

La criminalización de la solidaridad en el Mediterráneo


Juan Hernández Zubizarreta

Inmigrantes3“¿Por qué las instituciones europeas no regulan, de manera expresa y precisa, que la ayuda humanitaria y solidaria de quienes apoyen a las personas refugiadas y migrantes no puede sancionarse en ningún caso y en ningún país de la UE?”.
“Los defensores de las personas en movimiento se enfrentan a restricciones sin precedentes, incluidas amenazas y agresiones, denuncias en el discurso público y criminalización. En concreto, se ha detenido y acusado de contrabando de personas a defensores que han salido al mar para rescatar a otras personas en movimiento, y se les han embargado embarcaciones”. En su informe presentado al Consejo de Derechos Humanos de la ONU el pasado 23 de marzo, el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de las y los defensores de derechos humanos, Michel Forst, apuntalaba con estas palabras la preocupación que diferentes organizaciones sociales tienen frente a la creciente criminalización de la solidaridad con las personas migrantes y refugiadas en tierra europea.··· Ver noticia ··

El ‘Pacto de Toledo’ intenta retomar la iniciativa para doblegar al movimiento en defensa de pensiones públicas dignas


El movimiento en defensa de las pensiones públicas ha puesto en jaque con sus movilizaciones la esencia misma del Pacto de Toledo que, a partir de la premisa neoliberal de que las pensiones públicas son insostenibles, lleva más de dos décadas avalando con sus ‘recomendaciones’ el recorte de este derecho social en beneficio de los grandejs poderes financieros.··· Ver noticia

EnviadoEl Espíritu y el ocaso de las religiones


José Arregi

José Arregui1Dentro de una semana es Pentecostés, que en griego significa cincuenta. En la liturgia cristiana, es la fiesta del Espíritu o del aliento universal, alma de cuanto es, energía originaria que crea y une, mueve y transmuta sin cesar todas las formas. Todo, sin cesar. También las religiones, y a esto me referiré en particular.
Cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por el año 80, que cincuenta días después de la Pascua, estando las discípulas y discípulos de Jesús encerrados en su cenáculo, de pronto irrumpió el Espíritu, ardió como llama de fuego en sus corazones, disipó sus miedos, los lanzó afuera, “hasta el fin del mundo”. Hablaron nuevas lenguas, rompieron los límites de su religión judía, inventaron nuevas formas sin sujetarse a ellas, trascendieron fronteras, se hicieron hermanas y hermanos de todos, con un mensaje simple y hondo: el Evangelio de Jesús, liberador de opresiones, sanador de heridas. Sin embargo, no mucho tiempo después, los seguidores de Jesús se hicieron “cristianos”, construyeron templos, erigieron sacerdocios y jerarquías, definieron dogmas. El nuevo movimiento se volvió religión. Y así dos mil años hasta hoy.
Pero hoy vivimos, de nuevo, un tiempo singular y crítico. Un tiempo espiritual postsecular y postreligioso a la vez. Un nuevo tiempo en el que el Espíritu irrumpe y se postula más allá de las religiones, y éstas vuelven a revelarse como meras formas contingentes y pasajeras del Espíritu. Lo viejo se desvanece y lo nuevo no ha hallado aún su forma dinámica, mutante y transformadora, su forma fecunda. Todo indica que, para una mayoría creciente, ya no será una forma religiosa en el sentido tradicional: un sistema de creencias, ritos y normas inmutables, fundadas en seres “sobrenaturales” y sometidas a una autoridad sagrada, jerárquica, infundida de lo alto. Como nunca hasta hoy desde el origen de las grandes culturas religiosas, se dibuja en el horizonte el ocaso de este marco religioso tradicional que tomó cuerpo hace unos 8.000 años en el valle del Nilo, en los oasis de Palestina y Siria, en las fértiles llanuras del Tigris y del Éufrates en Irak, en los valles del Indo y del Ganges en la India, y a orillas del Chang Jiang (“el río largo”) y del Hohangho (“el río amarillo”) en China…
Es propio de las religiones, como de todas las formas, aparecer, evolucionar y pasar, dar paso –pascua– a otra forma que sostenga la vida, una forma que puede ser o no ser religiosa. Las religiones desaparecen cuando, por múltiples razones, fallan sus creencias, es decir, cuando sus credos y códigos pierden credibilidad cultural. A lo largo de los últimos milenios, incontables religiones, grandes y pequeñas, han desaparecido, a veces por evolución interna, a veces por asimilación, y no pocas veces por represión violenta.
Miremos, por ejemplo, la extinción masiva de las religiones indígenas del continente americano en los últimos 500 años. Y miremos el imparable proceso de desaparición que hoy mismo, desde hace 100 o solo 50 años, ante nuestra mirada apenada y resignada, están padeciendo tantas religiones tradicionales de América, África y Oceanía: ¿qué será muy pronto de la religión de los aborígenes australianos, de los maoríes de Nueva Zelanda, de los mapuches de la Araucanía chileno-argentina o de los rapanuis de la Isla de Pascua con sus imponentes Moáis que miran al mar, al Infinito en su horizonte? Y, más pronto que tarde, ¿qué será de la religión de los Akán de Ghana, Costa del Marfil y Togo, los zulús de Sudáfrica, Mozambique, Zambia y Zimbabue, o los masáis de Kenia y Tanzania?
Pero miremos más cerca, a nuestro propio continente europeo. El cristianismo, por su pujanza espiritual, por su creatividad cultural y por sus alianzas con el poder político, absorbió y reemplazó las viejas religiones griegas, romanas, eslavas, bálticas, escandinavas, germánicas, celtas y otras. Solo quedó el cristianismo. Pero hoy, a su vez, ¿no está quedándose el propio cristianismo solo y aislado, disociado del marco de lo “creíble” y practicable, perdida su credibilidad cultural? Stephen Bullivant, profesor de teología y sociología de la religión de la Universidad de Saint Mary (Londres), ha publicado recientemente un libro que describe la situación de la juventud europea en relación con la religión: “Adultos jóvenes de Europa y Religión”. Los datos concretos se han difundido y están a disposición de cualquiera en internet.
Por ejemplo: solo el 2% de los jóvenes adultos van semanalmente a misa en Bélgica, el 3% en Hungría y Austria, el 6% en Alemania, si bien es verdad que en Polonia lo hace todavía el 47%, (pero no nos engañemos: hace solo unas décadas eran mucho más). Lo vemos cada domingo con nuestros propios ojos. Y no es solamente que no asista ningún joven adulto, sino tampoco casi nadie por debajo de los 60-65 años. Una religión que no se practica está moribunda. El declive se extiende rápidamente.
Pero, dicen muchos sociólogos, eso sucede solo en Europa. Europa no es la regla, añaden, sino la excepción de la secularización y del ocaso de las religiones. Y aducen como prueba la situación de los Estados Unidos de América, una sociedad puntera en el conocimiento y muy religiosa a la vez. Pero mírese bien: no solo cada uno sigue allí libremente su propia religión, sino que cada uno la entiende y la vive a su propia manera (hasta la grotesca caricatura de Donald Trump, sedicente cristiano presbiteriano de no sé qué iglesia). Claro que la “herejía”, es decir, la elección individual, es inevitable, y en buena medida deseable, pero una vez que se llega a ese punto, cuando se pone en tela de juicio el principio de la autoridad religiosa constituida, empieza justamente la disolución de una religión sustentada en creencias y normas de conducta controladas por una autoridad exterior. La libre decisión personal y la individualización llevan derecho a la fragmentación y/o la disolución de la religión como sistema.
Así sucedió en Europa, y así sucederá, tarde o temprano, en América del Norte y del Sur y en todos los continentes. La razón crítica, la difusión de las ciencias y el principio de la libre decisión personal acarrean inevitablemente la superación de todas las religiones tradicionales, incluido el cristianismo. En esta situación nos hallamos. Ése es el horizonte que se abre ante nosotros. Pero no es un desierto sin vida. Nuevos horizontes nos abren al Infinito.
En esta situación planetaria, con tales horizontes abiertos, si no queremos resignarnos a la alternativa destructiva de Donald Trump ni a ningún tipo de fundamentalismo religioso igualmente destructivo, si aún queremos ser una humanidad hermanada y feliz en la comunión de todos los seres, tendremos que beber de la fuente interior universal, del Espíritu que nos une y nos hace respirar, libres de todas las formas, dogmas y autoridades, pero hermanos de todos los seres. El Espíritu es el ocaso de las religiones, pero nada habremos ganado si no respiramos a fondo Espíritu y Vida.
(Publicado en DEIA y en los Diarios del Grupo Noticias el 13 de mayo de 2018)