FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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jueves, 13 de diciembre de 2018

DE UN “A-DIOS” A UN “EN-DIOS”


col varios autores
  
¡Ven, asómate, celebra con nosotros! El 8 de diciembre serán beatificados los siete monjes cistercienses de la comunidad de Tibhirine (Argelia, 1996).
Su historia se difundió por los medios a nivel mundial en el 2010 a través de la película “DE DIOSES Y HOMBRES”, y nos acercó a los sucesos que marcaban el día a día en Argelia a mediados de los años 90, y a la vida de aquella comunidad monástica junto a sus vecinos musulmanes en medio de la violencia que se había desatado.
Los monjes contemplativos viven en el silencio y habitualmente sus vidas están muy lejos de quienes vivimos en medio del mundo. ¿Qué nos ha dejado aquella pequeña comunidad de monjes cristianos inmersa en un país musulmán?
Nos han donado un testimonio de Amor que ahora se hace universal. Amor por encima de dificultades, hostilidades, injusticias, despropósitos y violencia. Un Amor que se expande en el Tiempo, con mayúsculas, porque ese Amor ni caduca ni tiene fin.
Nos han entregado el testigo para ser mensajeros de su opción personal y comunitaria, discernida durante tres largos años, hasta llegar a la comprensión común de no abandonar esa tierra y las gentes a las que amaban.
Eligieron permanecer junto a sus vecinos musulmanes compartiendo vida y riesgo. No deseaban la muerte, eso hubiera sido patológico, pero la encontraron junto con otros que también van a ser beatificados, y muchos más (imanes, creyentes musulmanes, trabajadores extranjeros, periodistas, etc.) que nos han dejado sembradas semillas de paz en el complicado mundo en que vivimos.
Ahora nuestra responsabilidad es cuidar, regando y abonando, esas semillas para que crezcan como plantas fuertes que produzcan frutos de amor, paz, solidaridad y alegría en una humanidad sufriente y secuestrada por rivalidades e intereses que causan tanta desolación.
Vivimos en el mundo en que vivimos. Ese es uno de los mensajes más inmediatos que la comunidad de monjes de Tibhirine nos da. No hay escapatoria, no hay huida. Nunca la hubo. Ni entre los muros de un monasterio en el desierto. Porque no debe haberla. Porque Dios no nos quiere huyendo. Porque el amor no huye.
Y el mundo en que vivimos es un mundo en que la Mentira campa a sus anchas, fomentada por poderosísimos intereses y amplificada por cuasi todopoderosos medios de masas. Arrinconada, torturada, asesinada la Verdad. Así en el mismo Cristo; así también en Tibhirine.
Por eso no hemos de permitir -y ése quiere ser nuestro pequeño granito de arena- que la mentira hinque sus fauces en la historia de nuestros hermanos monjes. No hemos de permitir que nadie siembre semillas de destrucción, de confrontación, de división, de odio. Que nadie cuente, desde la sangre de los monjes, otra historia que no sea su verdadera historia de amor, de perdón, de reconciliación, de unidad, más allá de todas las barreras que nos ponemos unos a otros, más allá de todas las fronteras que dibujamos entre nosotros mismos, más allá de toda apariencia y de toda falsedad. Y más allá de todo riesgo, hasta ofrecer la vida por los que amas.
Antes de recurrir al Testamento que nos dejaron, salido del corazón y de la pluma de Christian, prior de la comunidad de Tibhirine, escrito tres años antes de su muerte, creemos imprescindible destacar dos nombres que llevan asociadas dos historias: Mohamed y Ribât- es-Salâm. Historias que ayudarán a comprender más profundamente la vida y mensaje de aquella comunidad: el amor es más fuerte que la muerte, nos gritan a siete voces. Esta es la propuesta que nos hacen para que la hagamos nuestra. ¿Nos atreveremos? Ellos sí se atrevieron. Para el Amor, para Dios, todo es único, irrepetible. El amor sólo conoce nombres propios. “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5-6).
Christian, que vivió algunos años en Argelia en su niñez, decía: “Por primera vez, vi hombres rezando de manera diferente a mis padres (…) Tengo un profundo reconocimiento hacia mi madre que nos enseñó, a mí y a mis hermanos, el respeto a los gestos y a la rectitud de la oración musulmana.(1)
Volvió en su juventud, durante la guerra de Argelia y “creará lazos de amistad con el guardia campestre de la ciudad, Mohamed, ‘un hombre maduro y profundamente religioso (…) Un día mientras los dos amigos paseaban y conversaban acerca de la oración, los nacionalistas argelinos quisieron poner fin a la vida del subteniente francés (Christian). En ese momento el guarda campestre se interpuso y salvo la vida de Christian. Dos o tres día más tarde, el guardia fue encontrado degollado cerca del pozo. Christian quedará marcado para siempre por este episodio que le reveló cómo un musulmán puede vivir el ‘único mandamiento”, dando su vida por amor a otro: ‘En la sangre de este amigo, supe que mi llamada a seguir a Cristo debería vivirla, tarde o temprano, en el país mismo donde me había sido dada la muestra más grande amor’. (2)
La sangre de Mohamed colmó la medida de la sangre de Christian. Las dos fueron vertidas en la misma copa, en el mismo cáliz. La historia de Mohamed completa la historia de Christian. El amor de Mohamed es el mismo amor que el amor de Christian.
La sangre y la vida de Mohamed irán para siempre unida a la sangre y la vida de Christian. Hasta el punto final del martirio.
“Dar la vida por los demás” (Jn 15,13) está escrito, está dicho. Es lo que hizo Mohamed y lo que hicieron los monjes de Tibhirine. Es la cosecha que recogió, en sus manos amorosas, el Padre de todos los hombres.
Por eso, porque es justo, porque es lo que quieren Christian y los demás desde la Luz, recordamos, con el corazón y la fe, a los monjes del Atlas. Junto a ellos, apoyado en el hombro del prior, reconocemos a un anciano musulmán cuyo nombre es Mohamed y cuya sangre fue derramada por su amigo Christian. La prueba más grande de amor. No deberíamos olvidarlo nunca.
El otro nombre es Ribât-es-Salam, que significa Vínculo de la Paz, un grupo de cristianos y musulmanes que inició su andadura en marzo de 1979 y que se reunían periódicamente en el monasterio de Tibhirine con el objetivo de orar juntos:
“Nuestros hermanos Alawiyines (…) ya nos habían dicho: ‘No queremos comprometernos con ustedes en una discusión dogmática. En el dogma o la teología, hay muchas barreras que está hechas por el hombre. Nosotros nos sentimos llamados a la unidad. Deseamos dejar que Dios cree cosas nuevas entre nosotros. Esto se puede hacer sólo con la oración. Por eso hemos querido este encuentro de oración con vosotros”.
Descubrir y descifrar “los signos de Dios, en el “horizonte” de los mundos y los corazones, simplemente ubicándonos en la escucha y en la escuela del otro, musulmán en este caso” (3).
Ribât es-Salam fue el ideal de paz y oración, (“somos orantes en medio de un pueblo de orantes” decía Christian) desde el que los monjes quisieron fundar un nuevo modo de convivir y relacionarse unos con otros, musulmanes y cristianos. Christian tenía costumbre de hacer lectio divina también desde el Corán, y dejó consignado que había tenido experiencia de la Palabra de Dios entre las palabras del Corán.
Mientras muchos empuñan las armas, ayer como hoy, e invocan lo que nos divide, aquellos monjes y aquellos creyentes musulmanes apostaron por invocar el amor, la oración y la paz, que nos une a todos. Apuesta firme, apuesta hasta las últimas. Somos soldados derrotados de una Causa invencible.
Cuando nuestro corazón dude, cuando los altavoces de propaganda de la Mentira llenen nuestras mentes de imágenes y gritos inhumanos, recordemos a los hermanos del Atlas. Recordemos Ribât es-Salam, el vínculo de paz. Recordemos que la apuesta de Jesús fue la paz y el amor que nos conducen a Dios. “Mi paz os dejo, mi paz os doy” (Jn 14, 27)
Tres miembros de Ribât también murieron violentamente en aquellos años y serán beatificados el 8 de diciembre: Henri, hermano marista (+8 mayo 1994); Christian, misionero padre blanco (+27 diciembre 1994) y Odette, hermana del Sagrado Corazón (+10 noviembre 1995). (4)
Libros, artículos, poemas, documentales, fotos, pinturas, esculturas, una gran película… nos han permitido adentrarnos en quienes fueron aquellos monjes que, durante casi tres años - desde que el 24 de diciembre de 1993 fueron sobresaltados por un grupo armado que asaltó el monasterio hasta la noche de su secuestro el 28 de marzo de 1996 -
discernieron, personal y comunitariamente y eligieron, apoyados unos y otros en la oración y la confianza en Dios, quedarse en Tibhirine junto a sus vecinos musulmanes.
Podríamos seguir escribiendo, dando datos, animando saber, compartiendo lo que para nosotros fue el descubrimiento de nuestros hnos. monjes de Tibhirine… ¡déjalo, no te entretengas más! ¡Id directos a saborear la fruta que ya era antes de que talaran los árboles: el Testamento de Christian de Chergé, prior de la comunidad y regalo para la posteridad de la comunidad de Tibhirine.
 “Cuando un A-Dios se vislumbra…” ¡Sigue, adéntrate en clave de silencio y oración, y contempla “el testimonio de entendimiento y entrega, que aúna las muertes no arrebatadas sino donadas; aúna todos los perdones concedidos antes de ser infringido el daño; previene del peligro de culpabilizar –por extensión- a todo un pueblo, a un grupo, a un país; da testimonio de la visión del pecador más allá de su pecado (amigo del último instante”). Sus palabras son el último gemido de tantos mártires anónimos de Argelia, del mundo y de la historia de todas las religiones” (5).
Y cuando digas con ellos al final del Testamento: ¡AMEN! IN SHALLAH!, habrás comprendido como se pasa de un “A-Dios” a un “En-Dios”.

Guillermo Oroz y Mari Paz López Santos

Gracias a Christian, Christophe, Luc, Celestin, Paul, Michel y Bruno, monjes cistercienses de Tibhirine y a todos los que también dieron su vida y juntos son beatificados: Henri (Marista), Hélene (Pequeñas Hermanas de la Asunción), Esther y Caridad (españolas, Agustinas Misioneras); Jean, Alain, Charles y Christian (Misioneros Padres Blancos); Angéle Marie y Bibiane (Hnas. N. S. de los Apóstoles); Odette (Pequeñas Hnas. Sagrado Corazón de Charles de Foucauld); y Mons. Pierre Claverie (Dominico y obispo de Orán)

(1)     LA ESPERANZA INVENCIBLE – Escritos esenciales del monje mártir de Argelia, Christian de Chergé (Ed. Lumen, pág. 12)
(2)     Íd. (Págs. 12-13)
(3)     Íd. (Pág. 120)
(4)     Íd. (Pág. 145)
(5)     Mari Paz López Santos (web Familia Cisterciense, 2003)

LOS PEDERASTAS Y LOS CORRUPTOS SE OS ADELANTARÁN EN EL REINO DE LOS CIELOS


col faus

Comprendo bien el escándalo y la indignación que puede suscitar ese título. Según y cómo, yo soy el primer indignado. Pero ese escándalo puede ayudarnos a comprender el impacto de la misma frase cuando Jesús la dijo referida a "publicanos y prostitutas".
La terminología de Jesús ya no nos escandaliza: hoy no hay publicanos (al menos con ese nombre), y las prostitutas son hoy, en un 90 %, víctimas de la trata de blancas, cosa que no ocurría entonces: mientras que la meretriz de Lucas 7, parece ser una prostituta de aquellas "de alto standing". (Prescindiendo ahora de si se identifica o no con "la Magdalena" del capítulo siguiente, pregunta que en mi opinión no tiene respuestas científicas sino sólo sentimentales)
Por ambas razones, los términos de la denuncia de Jesús ya no hieren nuestros oídos. Pero si situamos esa terminología de Jesús en su época, resultan ser dos de los calificativos moralmente más escandalosos. Se comprende así la reacción de "ganas de acabar con él", que provocaba Jesús en los doctores y cumplidores. Y la que nos puede provocar a nosotros hoy, su parodia en mi título.
Porque, por otro lado, las víctimas son para Dios más sagradas y más dignas de cuidado de lo que puedan serlo para el mejor de nosotros. Y los pederastas y los corruptos le provocan a Dios más dolor y más indignación de la que pueden provocar a cualquiera de nosotros y a todos los bien-pensantes de nuestros días. Aquí aparece lo que el japonés Kazoh Kitamori califica como el dolor de Dios y que define así: "el amor de Dios triunfando sobre su ira".
En nosotros, tan incapaces de amar, es casi imposible que nuestro amor triunfe sobre nuestra ira. Tenemos tanta capacidad para condenar como incapacidad para compadecer al que condenamos. Aquello de "odiar al pecado y amar al pecador" nos lo aplicamos a nosotros y a nuestras pequeñas (o grandes) infidelidades. Pero si intentáramos llevarlo a la práctica, tendríamos que añadir a todo cuanto estamos condenando (¡y con plena razón!), otra palabra dirigida a esos ejemplos de bajeza moral: pederastas y corruptos. Una palabra más o menos como ésta:
Condenamos vuestros actos pero no queremos condenar a vuestras personas. No sabemos cuántas veces se cumple aquello de que el verdugo de hoy fue una víctima ayer. No podemos ser jueces de nadie porque eso sería erigirnos en dioses. También para pederastas y corruptos sigue habiendo hoy una posibilidad y una oferta de rehabilitación y de perdón. También para vosotros sigue vigente la palabra bíblica: "aunque vuestros pecados sean rojos como la grana (y lo son) pueden volverse blancos como la nieve".
En los mundos de ETA y de las FARC colombianas se han dado historias estremecedoras de reconciliación y de abrazo entre víctimas y verdugos. Que no han tenido publicidad: porque el bien no hace ruido y la publicidad del mal genera muchos más ingresos. Pero que devuelven al género humano una calidad humana y una posibilidad de admiración, mayores que todo el desprecio que merecemos con tanta frecuencia. Y si somos cristianos, sabemos que por un pederasta o un Bárcenas arrepentido habrá en el cielo más alegría que por todos nosotros.
Tomar en serio las palabras de Jesús no significaba, por tanto, cohonestar a los publicanos y las prostitutas. Pero sí que es una llamada a no sentirnos superiores a ellos. Cuentan que el gran Francisco de Asís, ante cualquier crimen o atrocidad moral de que tenía noticia solía exclamar: "yo en su lugar quizás habría hecho lo mismo". Era una manera de no sentirse mejor sino, simplemente, privilegiado, más afortunado y, precisamente por eso, más responsable. Y solo si intentamos acercarnos a esa manera de sentir, evitaremos ponernos por encima de ellos.
Algo de eso lo intuía el genio de Nietzsche en su denuncia de la moral como hipocresía. Pero esas palabras del loco de Basilea nosotros las aplicamos solo cuando los otros nos hablan de moral. No cuando moralizamos nosotros. Con lo que acabamos dándole la razón sin querer.
Y dejando a Nietzsche, eso mismo es lo que quiere decir Pablo de Tarso en los capítulos 9-11 de su carta a los romanos, hablando de la relación entre judíos y paganos. No niega nada de la bondad y de cierta superioridad de aquellos ("de ellos son las promesas etc."). Pero al aplicarse esa superioridad a sí mismos y no a la elección de Dios, se han quedado por detrás de los paganos, y Dios se ha valido de ese pecado suyo para abrir las puertas a los de fuera: se creyeron hijos de Jacob y han acabado siendo hijos de Esaú, dice Pablo aludiendo a esos dos hermanos bíblicos. Para añadir en seguida que si ahora los paganos se sienten superiores a los judíos, dejarán de ser la iglesia de Jacob para pasar a ser la iglesia de Esaú. Y Dios se vuelve entonces a los judíos. Y así se vale Dios del pecado de todos, para salvarlos a todos.
Pablo no tenía el don de la expresión clara: era demasiado impetuoso para ser diáfano. Por eso se enreda algo en sus explicaciones y prefiere terminar con mil exclamaciones de asombro sobre los designios y la sabiduría de Dios, las cuales le permiten callar. Pero creo que al menos podemos intuir por dónde va. Y me permito añadir, por si a alguien le es útil, que el comentario a esos capítulos 9-11, en el libro de Xavier Alegre sobre la carta a los romanos, me parece de lo mejor, no solo de ese libro de Alegre sino de cuanto se ha escrito sobre esos capítulos.
En cualquier caso, no debemos sentirnos mejores sino solo más agradecidos y más responsables. Y ¿no parece que, si intentáramos sentir algo de eso, será mucho más fácil la convivencia humana que hoy se está degradando a niveles alarmantes?

LOS FRUTOS DE LA ATENCIÓN


col lozano art

“La atención –ha escrito el monje benedictino y maestro zen Willigis Jäger– es el punto de partida y el corazón de todos los caminos espirituales. La vida atenta se basa en el reconocimiento de que la realidad solo puede experimentarse en el aquí y ahora. La práctica de la atención es indispensable para llegar a tener contacto con la realidad. La atención es la práctica más importante y, al mismo tiempo, la más difícil en el camino espiritual. Es expresión de la sabiduría suprema”.
Y una antigua historia zen narra el siguiente diálogo: 
— Maestro, ¿cuáles son las reglas fundamentales de la sabiduría suprema?
El maestro escribió: “Atención”.
— ¿Alguna más?
El maestro escribió: “Atención, atención”.
— ¿Eso es todo?, preguntó de nuevo el discípulo ya impaciente.
Sin perder la calma, el maestro anotó: “Atención, atención, atención”.
Se cuenta también que a la pregunta: “¿Puedes resumir toda tu enseñanza en una sola palabra?”, Ramana Maharshi contestó: “Atención”.
La atención hace posible que se produzca un “paso” decisivo, que podemos ver desde diferentes perspectivas y nombrar de modos diversos.
De marionetas de los movimientos mentales y emocionales a la libertad interior, libertad que únicamente garantiza la atención.
De la reactividad a la ecuanimidad: la mente (el yo) nos lleva a reaccionar ante los estímulos; la atención permite “tomar distancia” para no reaccionar, sino responder.
De la creencia de la separación a la comprensión no-dual, de la consciencia de separatividad a la consciencia de unidad: la mente nos hace creer que todo es una suma de objetos separados; la atención nos muestra la realidad de la no-separación.
De la resistencia a la aceptación: la mente se resiste contra aquello que la frustra; la atención acepta, posibilitando la acción adecuada.
Del juicio a la bendición: pensar significa juzgar y rechazar lo que no le agrada; la atención, alineada con lo que es, bendice.
De la avidez a la gratitud: la mente es apropiación y el “yo” insatisfacción, de donde brota la avidez insaciable para tratar de compensar el vacío; la atención, al revelarnos que somos plenitud, hace vivir en gratitud.
De estar “perdidos” a “volver a casa”: la mente es radicalmente incapaz de comprender qué somos, por lo que desde ella resulta imposible salir de la ignorancia; la atención nos hace comprender que somos esa misma atención –en cuanto estado de consciencia– y que esa es nuestra “casa”, de la que nunca nos habíamos alejado.
Del “yo” a la Vida: para la mente soy solo este “yo separado” que ella puede delimitar y percibir, un yo que, momentáneamente, tiene vida; la atención me muestra que soy Vida, expresándose en la forma de este “yo”.
Del estado mental al estado de presencia: esta es la clave que explica todos los “pasos” mencionados en los números anteriores; la atención, al silenciar la mente pensante, posibilita que sea transcendido el estado mental y que emerja el estado de presencia, con las consecuencias –los “frutos”– antes señalados.

EN EL DÍA INTERNACIONAL DEL VOLUNTARIADO


col zapatero

Creo que hoy resultaría muy difícil entender nuestro mundo y nuestra sociedad en general sin tener en cuenta el mundo del voluntariado. Por eso pienso que no solamente es necesario, sino de justicia que la Asamblea General de las Naciones Unidas declarase el año 1985 que el día 5 de diciembre fuera dedicado a esta realidad social tan maravillosa. Lo quiero decir a voz en grito a todas y todos cuantos gobiernan y rigen los destinos de los pueblos: sin estos hombres y mujeres sus decisiones se quedarían demasiado cortas; y, lo que aún es peor, serían los más pobres quienes pagarían más duramente las consecuencias de dichas decisiones.  
En primer lugar, quiero decir que se hace cada vez más necesario ir con mucho cuidado para no tragarnos las patrañas y los embustes de quienes nos gobiernan y están al frente de Organismos Internacionales, para decirles que dejen de mentir ya de una vez por todas. En nuestro mundo global hay muchísima gente, más de la que los medios de comunicación acostumbran a sacar en primera página, que, pasa hambre; sí, hambre de pan o de arroz, porque no solamente no se les ayuda, no con las mejores técnicas, que sería lo ideal, sino con algunos medios menos rudimentarios que los que tienen para que sus campos produzcan un poco más y en mejores condiciones. O, lo que aún es peor, como es el hecho que esos campos sean dedicados a cultivar productos que no tienen nada que ver con aquellos que servirían para erradicar el hambre de sus habitantes, sino para cultivar otros productos que producen pingües ganancias para las grandes multinacionales de los países ricos, amparadas por sus respectivos gobiernos.
Muchos millones de hombres y de mujeres que pasan también sed, porque no solamente carecen de agua potable, sino porque lo que les llega contiene una contaminación extrema en la mayor parte de los casos. Lógicamente la consecuencia es clara y patente: una mortalidad cada vez más grande, cuando precisamente podría evitarse, si quienes poseemos los mecanismos les diéramos, aunque solamente fueran las migajas que nos sobran en este sentido. Y así podríamos seguir hablando de la educación, de la sanidad, y de otros muchos factores necesarios para poder tener una vida mínimamente digna.
Dicho esto, quisiera traer a colación, en primer lugar, la solidaridad y la generosidad de la gente en general. Sí, de esa gente que no aparece nunca en ningún medio de comunicación social, que coge un transporte público o que sencillamente va andando cuando tiene que trasladarse de un lugar a otro; de esos hombres y mujeres que pasan por la vida en el más absoluto anonimato; que no discuten en palestras ni en tertulias, porque no pueden, no saben o simplemente porque no encuentran interés en ello. Esas personas sinceras de corazón que es lo que a la postre importa, porque luchan con su pequeñez, con su escasez o hasta con su pobreza de cara a erradicar la mayor de las mentiras que existen, consistente en llamar ciudadano/a de un país concreto o del mundo a quien carece de los derechos más elementales, como es el alimento, la vivienda, el trabajo, la educación, la sanidad, etc. De esos hombres y mujeres también que dedican parte de su tiempo al día, a la semana, al mes, etc., para dedicarse a colaborar con un grupo, asociación, entidad o sencillamente por si mismos para hacer algo por quienes menos tienen y más padecen. Si miramos a pequeña distancia, realidades como podrían ser los comedores sociales, los albergues para personas sintecho, visitar cárceles o a personas mayores que viven solas; o ponerse de manera anónima detrás de un teléfono para escuchar a personas que no tienen nadie con quien hablar o a quien contar sus males y sus problemas, etc. Echando la vista un poco más lejos, tendríamos que pensar en todas y todos los que, teniendo en cuenta los tiempos en que vivimos, echan el “resto” por atender a inmigrantes y refugiados. Son nuestros voluntarios y voluntarias, la mayor parte de veces anónimos y anónimas.  ¿Qué queréis que os diga? A ¡mí esta gente me emociona y me pone la piel de gallina!
Al llegar aquí, me gustaría desmontar un tópico o aclarar un prejuicio, tan incrustado a veces en muchas y muchos de nosotros, que me parece totalmente injusto. Un tópico que, afortunadamente, ya está prácticamente superado; ¡ya era hora, por cierto! Me refiero concretamente al clásico de siempre que, a lo mejor por una cierta deformación, nos viene a la mente a muchos y muchas con demasiada frecuencia. Normalmente eso del voluntariado acostumbra a estar más cerca de las personas que creen. ¡Por favor! Lo primero que debiéramos hacer es preguntarnos quién cree y quién no cree; qué significa creer o no creer; por qué solemos decir con tanta facilidad “soy creyente, agnóstico o ateo, o, tal vez, aquella otra persona lo es o no lo es”. Yo me pregunto, ¿cuál es el baremo que mide la creencia o la increencia de una persona? Pues bien; os puedo asegurar, desde mi más que pequeña experiencia, que he llegado a la conclusión de que eso de creer no consiste en aceptar unos dogmas o asumir, con más o menos firmeza, unas verdades; o en su caso lo contrario. Que la verdadera creencia solamente tiene una identificación y que a ella solamente se llega por un camino que no es otro que el de la ética y el de las obras. Y, por lo mismo, que poco se puede creer en Dios (el que sea) si antes no se ha hecho o no se hace una opción sincera y generosa por el ser humano. Por ese ser humano próximo y cercano, anónimo la mayor parte de veces, que se encuentra despojado de lo más elemental para poder sentirse mínimamente digno. Porque es precisamente la ética y las obras las que deben distinguir a toda persona que se dice, se presta o la consideran voluntaria, en mayor o menor medida.

Mi felicitación pública a Rafael Vez, párroco de Conil y a Juan Luís Torrejón, ex director de Caritas


Juan Cejudo, miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares

rafael vez2
La reciente declaración del párroco de Conil y canónigo de la catedral, Rafael Vez, en Religión Digital me ha producido una sensación de gran alegría.
Hace ya mucho tiempo que habíamos comentado en nuestro grupo el silencio cómplice de los sacerdotes de la diócesis ante muchas de las cosas que están pasando, desde la llegada de Zornoza a Cádiz como obispo y que Rafael Vez describe de forma clara y contundente en su escrito.
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Más de 70 organizaciones de todo el Estado clamarán que “no hay justicia” este 15D


María F. Sánchez

Al menos 70 organizaciones gritarán que “no hay Justicia” el próximo 15 de diciembre en una concentración frente al Tribunal Supremo en Madrid.
Algunos de los casos más polémicos han sido Castor, Palma Arena, La Manada, los presos catalanes, Altsasu o las condenas de tuiteros y raperos
“Jueces y tribunales están actuando de una manera absolutamente arbitraria, inconstitucional, partidaria y bajo control político del Gobierno”, critica Luis Blanco, de las Marchas de la Dignidad de Catalunya
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Atención presbíteros!! Habla Francisco


Papa Francisco7
Francisco dio consejos prácticos para evitar homilías soporíferas . “En primer lugar – dijo el Papa – prestar la debida atención, asumiendo las normas internas correctas, es decir, sin intenciones subjetivas, sabiendo que cada predicador tiene ventajas y limitaciones Si a veces no hay razón para aburrirse durante una larga homilía , que no es un foco incomprensible, otras veces es el prejuicio que actúa como un obstáculo. Y quien hace la homilía debe ser consciente de que él no está haciendo algo propio, está predicando, dando voz a Jesús, él está predicando la palabra de Jesús. la homilía debe estar bien preparado , debe ser corto “.
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