FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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martes, 20 de diciembre de 2011

Montesinos y Romero, profetismo y política



JESÚS ESPEJA  (Religión digital)


Responden al mismo espíritu
 evangélico

"La iglesia no puede cruzarse de brazos cuando se niega la dignidad de las personas"


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¡Qué ocurrencias! dirá alguno: ¿qué tiene que ver el famoso sermón de Montesinos hace quinientos años que hoy se celebra por todo lo alto, con la figura de Mons Romero en la segunda mitad del siglo XX que va quedando en el silencio incluso dentro de la Iglesia? “Profetismo y política” es un título que puede vincular a estas dos figuras y de algún modo abre camino para el compromiso de los cristianos en un mundo que, con sus deslumbrantes progresos, sufre la injusticia social y la exclusión de los más débiles.
El sermón de Montesinos fue la expresión de unos misioneros que, viendo las vejaciones inhumanas de los colonizadores contra los indígenas, se dejaron impactar y levantaron su voz: “¿acaso éstos no son hombres? ¿cómo los tenéis tan opresos y fatigados? ¿no estáis obligados a amarlos como a vosotros mismo?” Lógicamente su denuncia tenía una incidencia política; exigía un cambio de mentalidad y de estructuras en la organización de la sociedad. El cambio ponía en peligro los intereses económicos de los encomenderos españoles que reaccionaron tratando de silenciar por todos los medios a la voz profética; por mucho tiempo se mantuvo en los manuales de historia una leyenda negra sobre aquel gesto de los dominicos en La Española que después plasmó en su práctica evangelizadora fray Bartolomé de Las Casas.

Hace años fue noticia el asesinato de Oscar Arnulfo Romero
, arzobispo de San Salvador, a quien un día del 1980, eliminaron premeditadamente mientras celebraba la eucaristía. Cuando leí sus homilías y escritos detenidamente, ya conocía un poco la situación en El Salvador y en otros pueblos de América Latina; ese conocimiento me ayudó a entrar pronto en sintonía con la preocupación y pensamiento del obispo mártir. Especialmente me impresionó su lucidez sobre la dimensión política de la fe en una conferencia que dio en la Universidad de Lovaina poco antes de que le arrancaran la vida. Sin embargo poco después de aquel crimen lamentable, asistí a una conferencia donde un alto cargo eclesiástico hacía este comentario: “es una pena la muerte sacrílega de Mons Romero que era un obispo; pero el problema fue que se metió en política”. No sé si hice bien guardando silencio, pero no pude digerir aquel diagnóstico tan simplista y falso.
Pasados ya varios años, viendo cómo tanto en América Latina como en el mismo corazón de nuestra sociedad española, los pobres son cada vez más irreverentemente cosificados y excluidos, veo que la denuncia de Montesinos y la de Mons Romero, si bien en distinta situación histórica y cultural, responde al mismo espíritu evangélico: “¿acaso estos no son hombres” gritaba Montesinos; “la dignidad humana ante todo”, “¡ cese la represión!”, era la demanda profética de Mons Romero. La Iglesia sigue proclamando que “el profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del ser humano se llama evangelio”. Pero la práctica de acuerdo con esa convicción necesariamente debe tener una incidencia política. Es verdad que la misión de la Iglesia no es directamente política sino religiosa. Pero ¿cómo ser testigos del Dios revelado en Jesucristo cuya imagen es todo ser humano, sino escuchando la voz víctimas, defendiendo su dignidad como personas, y entrando así en conflicto con estructuras y con quienes provocan la situación injusta o no hacen lo posible por cambiarla? La Iglesia que nunca debe ser identificada con ningún partido político, no puede quedar con los brazos cruzados cuando se niega la dignidad y los derechos fundamentales de las personas. Y la cuestión no es sólo que hablen los obispos; ni que algunos cristianos desde su escaño en el Congreso, traten de gestionar la política buscando que todos puedan gozar de esa dignidad. El desafío es para todos los bautizados. Una conducta, desenganchada de la codicia insaciable, cuyos valores máximos son la diversión y el consumo. Una conducta que respire los sentimientos de Dios manifestados en Navidad: profundo estupor ante la dignidad del ser humano, compasión eficaz ante el sufrimiento de las víctimas, actitud del buen samaritano que se juega todas las seguridades por levantar a los humillados y ofendidos. En esa conducta es ineludible la incidencia política de la fe cristiana.

Sermón de Fray Antonio Montesinos predicado en la Isla La Española el 21...

Ya está bien de constitución monárquica


Comisión de Movimientos sociales. Cristianos de Base de Madrid

Durante muchos años los españoles hemos disfrutado del llamado “puente de la Constitución”, del 6 al 8 de diciembre y esto requiere una reflexión. En primer lugar, se trata de una Constitución que está lo suficientemente vacía de contenido legal, al no cumplirse elementales derechos de los ciudadanos, tales como el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda, el derecho a un salario justo, etc.
Una Constitución aprobada por la mayoría de los españoles, fruto del pacto de la transición entre las fuerzas sociales agrupadas en torno al franquismo y los partidos y sindicatos de izquierda, a los que se unieron sectores progresistas de la burguesía. La esencia de este pacto fue instalar una monarquía parlamentaria de corte liberal, manteniendo y reforzando el sistema económico capitalista preexistente. Es una herencia del franquismo, régimen de hace más de 40 años.
Tras un cuarto de siglo de farsa parlamentaria, resulta más evidente que nunca que no es posible avanzar sin acometer al mismo tiempo la tarea de superar un régimen monárquico que, a lo largo de todos estos años, ha demostrado ser el principal obstáculo para romper definitivamente con el franquismo. Sin unas mínimas conquistas democráticas que garanticen un marco de respeto a la soberanía popular, las necesarias mejoras sociales no pueden ser más que una ilusión permanentemente defraudada.
La Casa Real detenta hoy la máxima magistratura del Estado por designio de uno de los mayores criminales que ha conocido nuestra historia. El Jefe del Estado fue impuesto por Franco, y es el resultado de ser hijo de su padre, propio de una dinastía borbónica, no de una decisión democrática. El caso de la Casa Real es emblemático: además de recibir 8,5 millones de euros anuales, pagados por todos nosotros, la monarquía borbónica detenta una fortuna de 1.800 millones de euros, que la sitúa en el sexto lugar entre las mayores de Europa. Los millones robados a la hacienda pública por el Duque de Palma, Iñaki Urdangarin, son sólo la punta del iceberg del pillaje de una dinastía que está llamada a desaparecer.
La reciente reforma de la Constitución llevada a cabo por el gobierno del PSOE, con el apoyo del PP y de las derechas nacionalistas, han pisoteado cualquier resto de soberanía popular, como establece el art. 1 de la citada Constitución. Esta reforma establece la prioridad absoluta del pago de la deuda y de sus intereses sobre cualquier otra partida de gasto: las prestaciones por desempleo, las pensiones, la sanidad, la educación, etc.
Por otra parte, no se tiene en cuenta que vivimos en un estado aconfesional y, por tanto, laico, por lo que las fiestas religiosas, como es el caso de la Inmaculada, no deberían ser consideradas fiestas laborales. A pesar de ello, seguimos de “puente” año tras año.
No están los tiempos para hacer muchas filigranas laborales. La situación de pobreza y desigualdad social es alarmante: el 25 % de la población adinerada posee un patrimonio 51 veces superior al 25% más pobre de nuestro país. El expolio a que nos están sometiendo los poderes económicos, y que no ha hecho más que empezar, tiene proporciones dantescas. Mientras llegan a cuenta gotas los datos del latrocinio, se están poniendo de manifiesto los ingentes repartos de beneficios de las empresas privatizadas, las jubilaciones millonarias de sus ejecutivos y del robo de dinero público por parte de empresarios y políticos, con la complicidad de los gobiernos de turno.
Proponemos algo fundamental: la derogación de la Constitución de 1978. Hay que convocar un referéndum para que el pueblo decida la clase de Estado que desea, Monarquía o República. A continuación, habría que elegir un Parlamento, con carácter constituyente, que garantizara la laicidad del Estado, la democracia participativa, el derecho a la autodeterminación, el control social y la nacionalización de los sectores económicos estratégicos, la reforma agraria, así como un control social efectivo de los medios de comunicación que impidiera su concentración en manos privadas.
Sólo la articulación de las luchas puede ofrecer una salida diferente a la que nos preparan. El malestar es creciente y la movilización social está tomando las calles, pero hay que seguir avanzando. Hay que pararles los pies. Hay que seguir resistiendo. Creemos que es necesario construir una alternativa política. Estimamos que es necesario unir las luchas obreras junto a las del movimiento popular. El juego está cada vez más claro: el capital y los gobiernos a su servicio tratan de salir de la crisis reactivando las finanzas y el modelo de producción y consumo anterior a la crisis, en lugar de diseñar una economía productiva, no especulativa y socialmente justa, menos destructora del medio ambiente y más solidaria a nivel internacional.

CELEBRACIÓN DE DESPEDIDA DE D. FERMÍN GOIKOETXEA EN BARAKALDO


Debe terminar una Iglesia de los noes y del miedo, donde no hay pluralismo


El periodista, sociólogo y teólogo José Manuel Vidal, el pasado miércoles en el IES Plaza de la Cruz, donde impartió su charla.
José Manuel Vidal, doctor en Ciencias de la Información y licenciado en Sociología y Teología, dirige ‘Religión Digital’, portal de referencia para la información religiosa en lengua castellana, habló en el Foro Gogoa sobre 50 años de recepción y distanciamiento del Concilio Vaticano II.LEER ENTREVISTA