FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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jueves, 23 de marzo de 2017

SENTIMIENTOS Y CRECIMIENTO PERSONAL (V)


col enrique art

Gestionar los sentimientos y escuchar a quien comparte
El psiquiatra y psicodramatista Enrique Saracho –director de EDIREN Cooperativa de Salud– suele decir, al hablar de los sentimientos y emociones, que son una “moneda de dos caras”. No solo no es extraño, sino más bien al contrario, que sentimientos aparentemente “contradictorios” aparezcan simultáneamente en la persona. Así, ante el mismo acontecimiento, podemos experimentar, a la vez, alegría y tristeza, amor y odio, excitación y temor…
Nuestra formación racionalista puede llevarnos a pensar que no es posible que convivan dos sentimientos opuestos; sin embargo, así es como suelen aparecer. Esa misma formación recibida nos hace también etiquetar lo que sentimos, catalogando nuestras emociones como “positivas” o “negativas”. Sin embargo, todas ellas tienen un porqué y un para qué: todas tienen una causa y todas tienen una “misión” que cumplir en nuestro proceso de crecimiento.
Comprender cómo aparecen sentimientos y emociones nos ayuda a gestionarlos adecuadamente. Si no comprendemos su naturaleza, fácilmente podemos confundirnos, culpabilizarnos, ofuscarnos… Con ello, es probable que no logremos sino añadir sufrimiento inútil y tomar decisiones equivocadas.
Aquella misma formación racionalista ha podido grabar en nosotros el mensaje de que “querer es poder”. Y que basta una decisión consciente para modificar un sentimiento. Pero no es así. Los sentimientos tienen su propia “vida”, con una dinámica y un “tempo” que no dependen de nuestras decisiones mentales. Los pensamientos podemos cambiarlos con cierta rapidez; elaborar los sentimientos hasta que se “resuelvan” suele ser un proceso más prolongado, que requiere, de entrada, mucha paciencia. Como alguien ha dicho, “los pensamientos van en avión; los sentimientos en burro”.
¿Cuáles son los pasos que ayudan en ese proceso?
Esquemáticamente, podrían nombrarse los siguientes:
Sentir lo que aparece en nuestro psiquismo, en lugar de “llevarlo a la cabeza” y racionalizarlo. Sabemos bien que la racionalización es un mecanismo de defensa con el que solemos alejarnos de lo que realmente sentimos. Pero tal mecanismo, inevitable quizás en un primer momento, al ocultar lo que sentimos, termina volviéndose contra nosotros: todo lo ocultado, antes o después, reaparecerá, probablemente con una carga mayor. El olvido –como la represión– oculta el sentimiento, pero no lo elimina. 
Nombrar el sentimiento y emoción, porque de ese modo lo delimitamos. Ya no es “algo” borroso que parece ocuparlo todo, sino un objeto bien preciso ya identificado.
Aceptar (legalizar) el sentimiento, otorgándonos el derecho a sentir lo que sentimos. Entre la resistencia y la resignación, la aceptación significa reconocer lo que en este momento ha aparecido. No implica que eso me agrade o no; sencillamente reconozco que está ahí.
Compartir lo que sentimos. Necesitamos un “interlocutor” válido –luego diré algunas condiciones que se requieren para ello- ante quien verbalizar lo que se está moviendo en nosotros. El hecho de verbalizarlo, sobre todo ante alguien “válido”, facilita que podamos tomar una distancia sana que nos hará ganar en libertad interior.
Elaborar todo lo que se ha removido en nosotros. Respetando su propio proceso, integramos todo lo que el sentimiento o emoción tenía que decirnos. De ese modo, ha sido para nosotros un mensajero o una oportunidad para crecer y madurar como personas.
¿Qué rasgos caracterizan una escucha válida? ¿Qué actitudes vivir cuando alguien nos comparte sus sentimientos?
También de manera esquemática, podría decirse que un interlocutor válido:
Escucha y no da soluciones;
no minimiza ni trivializa los problemas;
no compara con otros casos o personas;
no hace juicios de valor;
no “positiviza” la situación, porque eso implica no aceptar lo que la persona está viviendo;
no se altera ni se hunde por lo que escucha, porque puede hacer pie en su propia consistencia interior;
no está todo el tiempo pendiente de la persona: está presente y disponible pero no invade ni agobia.
Es sabia la persona capaz de gestionar sus sentimientos y emociones adecuadamente. No podemos hacer nada para que aparezcan o dejen de aparecer; nuestro poder está en el modo de gestionarlos. Y es esto lo que será decisivo en el camino de nuestro crecimiento personal.
Sabiduría se requiere también para pedir ayuda, siempre que es necesaria, y para escuchar eficazmente a quienes nos comparten lo que viven.

REFLEXIÓN SOBRE EL DE LA RECONCILIACIÓN


col gayon

El sacramento de la Reconciliación o Confesión, es un sacramento que nos permite descubrir, a través de nuestros errores, la fuente de la Gracia.
Sabemos que hemos cometido un error y muchas veces este se manifiesta con un malestar llamado culpa. ¡Qué incómodo es sentirnos culpables! Entonces corremos al confesionario para “confesar” el error y tratar de quitarnos esa culpa.
Ver la reconciliación bajo esa perspectiva, es caer en la superficialidad y por muy arrepentidos que estemos y por mucha penitencia que hagamos, no lograremos llegar al fondo, al origen del error y por lo tanto no podremos experimentar y tocar la fuente de la Gracia. Por consecuencia, el error seguirá repitiéndose ad infinitum.
La palabra ´re-conciliación´ significa, volver a conciliar. Es como en la contabilidad, tenemos que conciliar las cuentas –el saldo deudor y el saldo acreedor–. Si algo no se concilia, tenemos que buscar la cifra que hace la diferencia. Puede ser que no sumamos bien las cantidades, o nos faltó añadir alguna factura, o que escribimos mal una cifra, o tenemos un duplicado. Revisamos cada factura o entrada contable y de pronto encontramos dónde está el error, lo corregimos y conciliamos las cuentas.
Cuando reconciliamos las cuentas no buscamos a los culpables; ni tampoco nos flagelamos diciendo que no somos buenos; tampoco tratamos de añadir una cifra falsa para que al final todo sume correctamente. Buscamos detenidamente qué fue lo que faltó o qué fue lo que sobró.
La re-conciliación debe ser con nosotros mismos: encontrar la cifra que no permitía tener las cuentas claras.
Cuando cometemos un error, debemos reconciliar los elementos que nos llevaron a ese error. A veces son muy simples –distracción, olvido, cansancio, no estar en el momento presente, no poner atención–. A veces son más complejos –un dolor profundo que no sabemos por qué o por dónde viene–.
Cuando se trata de algo complejo, requerimos buscar el tiempo para reflexionar y tratar de llegar al origen del dolor. Tuvimos una experiencia en el pasado en que fuimos profundamente heridos y no pudimos entender o manejar ese dolor. Tal vez la reacción a ese dolor fue de enojo, de incomodidad, de una falsa prudencia o de una humildad contenida y el dolor quedó enterrado en nuestro corazón.
Creo que casi todos los errores humanos se derivan de una situación de dolor –de una ruptura, de un mal trato, de un desprecio, de violencia, de ser olvidado o ignorado–.
Entonces cuando hay frustraciones o enojos enterrados, –estos no se pueden contener– tarde o temprano emergen en forma de ira, de soberbia, de arrogancia, de celos, de deseo de poseer o de avaricia, de necesidad de llamar la atención, necesidad de llenar los huecos afectivos en situaciones desmedidas como se da con la lujuria o con la gula, o también con el consumismo. Otro efecto es la pereza e incluso la enfermedad de la tristeza. Se manifiesta en una falta de control –se pierde el respeto a uno mismo y al otro; se insulta, se denigra, se humilla– tal vez de la misma forma en que nosotros fuimos agredidos o humillados. Ciertos dolores son tan profundos, que cuando surgen los convertimos en mentiras y fantasías que creamos para distorsionar, apaciguar o anestesiar el dolor.
El camino de la reconciliación es un camino que no frecuentamos mucho; implica tener valentía para encontrar ese punto doloroso que cuando lo tenemos que enfrentar tememos que vuelva a doler como fue la primera vez. El miedo nos hace correr de nuevo a la “seguridad” de lo conocido, aunque implique subirnos a esa rueda de la fortuna que da vueltas sin parar y que solo nos marea, creando un vértigo espiritual.
Cuando optamos por tener la valentía de buscar ese punto doloroso, algo maravilloso ocurre: nos percatamos que no estamos solos en ello. Jesús nos acompaña, nos sigue, está ahí justo para darnos la luz para poder ver el origen del error. Está ahí para darnos fuerza, para permitirnos ver con claridad, enfocando a lo importante. Sabemos que Él no nos juzga, como en el Evangelio cuando Él ama a la mujer adúltera. Él nos enseña con su ejemplo a no juzgarnos, sino a tener la mirada comprensiva compasiva de aquello que nos hirió.
Él nos abraza, abraza nuestro dolor, sin interrogatorios, sin castigos, sin recriminaciones. Nos abraza y hace suyo nuestro dolor.
Descubrir la verdad de lo que nos duele podría llevarnos a recorrer un camino larguísimo de interpretaciones y análisis. Pero cuando hacemos este recorrido en la presencia de Jesús, llegamos a ese punto del dolor de una forma rápida y precisa –no más atajos o caminos sin sentido–. Es ahí que vamos en el Camino con Él, que nos lleva a la Verdad, al punto exacto, y que como resultado nos abre la perspectiva a la Vida absolutamente colorida, a la Libertad de ser amados.
El sacramento de la Reconciliación debe ser un proceso personal de introspección valiente. La meditación cristiana es de gran ayuda para emprender este camino de interioridad al centro de nuestra alma, donde Dios es, donde se da la fuente de la Gracia; donde ocurre el entendimiento y el discernimiento para luego, como consecuencia, entrar al proceso del perdón.
¿Qué es exactamente el perdón?
El perdón es un regalo de Dios; es el premio de haber logrado una reconciliación, como el reconocimiento del origen del dolor y del error. Tocar ese punto doloroso a la luz de Jesús, nos libera, nos da paz, nos reconstituye.
¿Cómo entender la penitencia?
Es una pena usar esta palabra para un proceso de auto-conocimiento y de conocimiento de Dios a la luz de su Amor. La palabra penitencia quiere decir “pena, expiación, castigo, corrección”. Es muy común que la oración (Rosarios, Padre Nuestros, Ave Marías) se utilice como un castigo o como una penitencia por haber cometido un error o un pecado.
Creo que habría que substituir esta palabra por la palabra “Alabanza”. Cuando ha ocurrido una reconciliación luminosa, con un perdón interior –de mí mismo y de Dios–, tenemos que festejar, tenemos que alabar a Dios –surge de forma natural–. Mi alegría es el resultado de saberme y sentirme libre. En alegría canto al Señor, lo abrazo, me siento a-graciada y agradecida y me percato de todos los regalos que me hace para que yo lleve a cabo su plan divino.
El proceso de reconciliación dejaría de ser un acto de pre-muerte, o la vestidura para el calvario. La reconciliación es un proceso de Vida Eterna, de alegría en conciliar mi condición humana con mi condición divina. Un retorno al hogar, un re-crearme en todo mi potencial –sabiendo que todo lo que parece ser mío, es el trabajo del Espíritu de Jesús, de su Espíritu Santo– que me da el honor de manifestarse en mi persona.

NO PRIVARLES DE LA SANTA MISA


col koldo

He vuelto al templo, en realidad lo he hecho a menudo a lo largo de los últimos años. Voy de acompañante, primero de un padre, ahora de una madre en edad de agradecer filial compañía. Acompaño pero también canto a pleno pulmón, me arrodillo, doy la mano en señal de paz y me arranco sin dudar a comulgar cuando suena aquello de "Tú has venido a la orilla..." Lo paso peor con una "señal de la cruz que nos libra de nuestros enemigos..." y cuyos gestos lamentablemente ya he olvidado.
También he orado, con no menos fe, en los templos budistas, hinduistas, en sinagogas, en mezquitas..., sobre todo en templos universales de los diferentes continentes. En los templos de unos y otros países viví similar devoción, en todos observé gentes rendidas al mismo Dios "que los hombres distintos llamamos con distintos nombres, pero que es el Uno, el Único y el Mismo..." (Lanza de Vasto) De vuelta a mi ciudad natal, he visto a tantas personas de edad y buena voluntad remontar con sus bastones las escaleras de la parroquia del barrio, que me he visto inundado de un hondo y reconvertido aprecio por su íntima esfera religiosa. Deseo en este sentido expresar mi disenso ante la solicitud de "Podemos" de retirar la misa de la programación de TVE. 
Sí, es cierto, el Estado y sus medios de comunicación han de hacer gala de aconfesionalidad, pero ello no contradice el hecho de mantener una escasa hora semanal de misa, mientras otros credos tengan asegurada su ventana a los televidentes, como ahora es el caso. En este sentido también esperamos que el ente público no tarde en abrirse a otras tradiciones espirituales que aún no tienen cabida en la parrilla. 
Es preciso respetar la laicidad en la educación, en el ejército, en los actos oficiales... El Estado ha de mantenerse neutro ante una creciente pluralidad confesional, pero el Estado ha de servir también a los ciudadanos a través de sus medios de comunicación. La cesión en la tele pública de espacios a los diferentes credos en razón de su arraigo es un servicio nada desdeñable. Por lo demás, si la misa retransmitida reconforta a muchas personas de edad, ¿por qué precipitar su apagón? Tantos programas deberían desaparecer de la programación antes que ese oficio religioso. Sobran primero las series en las que se dispara y sangra,  las tertulias en las que se falta y ofende, las corridas en las que se tortura y mata gratuitamente...
Ha de prevalecer una cierta amabilidad intergeneracional. Hemos de honrar a nuestros mayores, hemos de preservar sus referentes culturales y espirituales aunque no coincidan plenamente con los nuestros. Hemos de ser considerados con lo que tiene importancia y relieve para las generaciones que nos precedieron. Barrer la misa es olvidarnos en alguna medida de ellas. Hemos de unir a los pueblos, a las clases, a las razas y tradiciones..., pero hemos de empezar más cerca y tratar de enlazar también a las generaciones.
Por más que puedan aburrir sus fórmulas repetidas hasta la saciedad, por más que nos sorprenda que la mujer no ocupe aún su debido lugar en la presidencia del altar..., la misa es momento sagrado. En realidad todo lo que adquiere vital importancia para el otro es algo sagrado. Somos privilegiados, pues participamos de un mundo rico y diverso en el que se reúnen muy diferentes momentos y territorios sagrados. La consigna de manual de la emergente formación política puede ser poco considerada con el universo vital de quienes nos dieron vida. La necesidad  de superar los antagonismos civiles, nos invita también a ser respetuosos con los mayores y su misa de las once ya en vivo, ya a través de la pantalla.
Nadie nos obliga a sentarnos el domingo por la mañana al televisor, pero pienso en nuestros ancianos, muchos de ellos enfermos o impedidos, que en ese programa encontrarán consuelo y confort del alma. Nunca arrasar, nunca llevarse lo que es significativo para un importante colectivo, más al contrario intentar hacer nuestro algo de su universo. Para muchos de nuestros padres un domingo sin misa no es un verdadero domingo. Honrar a nuestros mayores no significa que tengamos que arreglarnos corriendo y salir al toque de sus campanas, que debamos arrodillarnos ante sus mismos iconos, que debamos necesariamente  oír el sermón de sus sacerdotes..., pero sí intentar facilitar la expresión de su fe, su legado, sus tradiciones.  
Ninguna generación que nos precede ha debido de hacer  tamaño  esfuerzo para adecuarse a los nuevos tiempos como la de nuestros progenitores. Privarles de sus imprescindibles referentes, de sus anclajes, es un flaco reconocimiento a ellos y a cuanto nos dieron. No hay nada más revolucionario que el sincero agradecimiento y en ello debiera también reparar la formación morada.

OTROS OJOS, OTRO CORAZÓN, OTRA LUZ


col Dolores L Guzman

Jn 9, 1-41
¡Cuántas veces habremos hecho levantarse a nuestra madre para comprobar que “de verdad” la sudadera que buscábamos no estaba en su sitio, y sin embargo, qué cara de asombro e incredulidad se nos quedaba al ver que, efectivamente, nada más abrir el armario ahí estaba! Ella lo sabía, por eso iba directa, sin dudar, al lugar adecuado, mientras nosotros, aun teniéndola delante, no éramos capaces de encontrarla.
“Arreglamos el mundo” con los amigos, en conversaciones con mucha pasión, pero olvidando que a nuestro lado tenemos un compañero al que prácticamente ignoramos. Mucha ideología; poca sensibilidad hacia lo real. Pero en este caso, a diferencia de la anécdota anterior, ya no se nos dibuja una sonrisa al recordarlo sino que produce pesar reconocer nuestras incoherencias y caer en la cuenta del bien que podíamos haber hecho y que, sin embargo, quedó sin hacer.
Y todo por estar demasiado centrados en nosotros mismos. Así es imposible ver.
El Señor lo sabe. Porque Él es esa Madre que nos devuelve la mirada animándonos a pensar por qué no logramos encontrar lo más valioso “a primera vista”; o ese Padre pendiente de cada ser, de los cercanos y los lejanos, que no se pierde en discursos baldíos, sino que lleva a la práctica el amor de forma radical. Será porque nunca se detiene en sí mismo y se desvive por los demás.
Mientras estemos “en lo nuestro” será complicado que veamos algún día, más allá. Necesitamos otros ojos, otro corazón, otra luz.
Las lecturas de este domingo nos llaman la atención sobre la importancia de ver mejor para vivir en la verdad, con mayor plenitud. Cada una de ellas supone un paso que nos ayudará a avanzar en la curación de nuestra ceguera:
La primera lectura, rememora la unción de David. Contra todo pronóstico fue el elegido para ser el nuevo rey de Israel. Al Señor no le importaba que fuera el pequeño y el más insignificante de sus hermanos. Él aprecia cosas que nosotros pasamos por alto. Porque el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira al corazón (1Sm 16,7).
Para ver mejor tenemos primero que aprender cómo mira Dios. Que sus ojos sean nuestros ojos.
En la siguiente lectura san Pablo nos recuerda que solo el Señor ilumina la vida porque Él nos puede enseñar a reconocer dónde están la bondad, la justicia y la verdad, es decir, todo aquello que nos hace crecer en humanidad.
Para ver, por tanto, es necesario buscar lo que agrada al Señor (Ef 5,10). Dejarnos guiar por su saber. Que su corazón sea nuestro corazón.
En el evangelio, el relato de la curación del ciego de nacimiento nos pone ante la ceguera más difícil de sanar: la que ha sido provocada no solo por uno mismo sino por los demás. Pues, a veces nos condenamos unos a otros a no ver. Menos mal que ahí está Jesús, aportando luz donde la oscuridad se ha adueñado de la persona. Pero su mensaje es claro: He venido al mundo para que los que no ven, vean (Jn 9,39).
Para ver hay que dejarse iluminar por el Señor. Hacer nuestra su Luz. Y entonces sí: con sus ojos, su corazón y su luz nunca volveremos a estar en situación de incurabilidad y la realidad aparecerá ante nosotros de un modo nuevo.

EL CASO DEL TESTIGO CONDENADO


col sicre

«A mi hijo lo citaron como testigo, lo estuvieron interrogando más de dos horas y al final lo condenaron como culpable». De esto podrían haberse quejado los padres del ciego de nacimiento, en voz baja, por miedo a los fariseos. Pero sería erróneo limitarse a la queja de los padres, porque el ciego terminó muy contento.
Una discusión absurda
Todo empezó por una discusión absurda entre los discípulos cuando se cruzaron con el ciego: ¿quién tenía la culpa de su ceguera?, ¿él o sus padres? Si hubieran leído al profeta Ezequiel, sabrían que nadie paga por la culpa de sus padres. Y si supieran que el ciego lo era de nacimiento, no podrían haberlo culpado a él. Jesús zanja rápido el problema: ni él ni sus padres. Su ceguera servirá para poner de manifiesto la acción de Dios y que Jesús es la luz del mundo.
Una forma extraña de curar
En el evangelio de Juan, igual que en los Sinópticos, la palabra de Jesús es poderosa. Lo demostrará poco más tarde resucitando a Lázaro con la simple orden: «sal fuera». Sin embargo, para curar al ciego adopta un método muy distinto y complicado. Forma barro con la saliva, le unta los ojos y lo envía a la piscina de Siloé. Un volteriano podría decir que no cabe más mala idea: le tapa los ojos con barro para que vea menos todavía, y lo manda cuesta abajo; más que curarse podría matarse.
¿Qué pretende enseñarnos el evangelista? No es fácil saberlo. San Ireneo, en el siglo II, fijándose en la primera parte, relacionaba el barro con la creación de Adán: Dios crea al primer hombre y Jesús crea a un cristiano; pero esto no explica el uso de la saliva ni el envío a la piscina de Siloé. San Agustín, fijándose en el final, relacionaba el lavarse en la piscina con el bautismo; tampoco esto explica todos los detalles.
Una cosa al menos queda clara: la obediencia del ciego. No entiende lo que hace Jesús, pero cumple de inmediato la orden que le da. No se comporta como el sirio Naamán, que se rebeló contra la orden de Eliseo de lavarse siete veces en el río Jordán. Como Abrahán, por la fe sale de su mundo conocido para marchar hacia un mundo nuevo.
Un anacronismo intencionado
La antítesis del ciego la representan los fariseos. El evangelista deforma la realidad histórica para acomodarla a la situación de su tiempo. En la época de Jesús los fariseos no podían expulsar de la sinagoga; ese poder lo consiguieron después de la caída de Jerusalén en manos de los romanos (año 70), cuando el sacerdocio perdió fuerza y ellos se hicieron con la autoridad religiosa. A finales del siglo I, bastante después de la muerte de Jesús, es cuando comenzaron a enfrentarse decididamente a los cristianos, acusándolos de herejes y expulsándolos de la sinagoga.
El miedo y la osadía
El relato de Juan refleja muy bien, a través de los padres del ciego, el pánico que sentían muchos judíos piadosos a ser declarados herejes, impidiéndoles hacerse cristianos.
El hijo, en cambio, se muestra cada vez más osado. Tras la curación se forma de Jesús la misma idea que la samaritana: «es un profeta»; porque el profeta no es sólo el que sabe cosas ocultas, sino también el que realiza prodigios sorprendentes. Ante la acusación de que es un pecador, no lo defiende con argumentos teológicos sino de orden práctico: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Luego no teme recurrir a la ironía, cuando pregunta a los fariseos si también ellos quieren hacerse discípulos de Jesús. Y termina haciendo una apasionada defensa de Jesús: «si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder». 
La verdadera visión y la verdadera luz
Hasta ahora, el ciego sólo sabe que la persona que lo ha curado se llama Jesús. Lo considera un profeta, está convencido de que no es un pecador y de que debe venir de Dios. El ciego ha empezado a ver. Pero la verdadera visión la adquiere en la última escena, cuando se encuentra de nuevo con Jesús, cree en él y se postra a sus pies. Lo importante no es ver personas, árboles, nubes, muros, casas, el sol y la luna… La verdadera visión consiste en descubrir a Jesús y creer en él. Y para ello es preciso que Jesús, luz del mundo, ilumine al ciego poniéndose delante, proyectando una luz intensa, que deslumbra y oculta los demás objetos, para que toda la atención se centre en ella, en Jesús.
No hay peor ciego que quien no quiere ver
Los fariseos representan el polo opuesto. Para ellos, el único enviado de Dios es Moisés. Con respecto a Jesús, a lo sumo podrían considerarlo un israelita piadoso, incluso un buen maestro, si observa estrictamente la Ley de Moisés. Pero está claro que a él no le importa la Ley, ni siquiera un precepto tan santo como el del sábado. Además, nadie sabe de dónde viene. Resuena aquí un tema típico del cuarto evangelio: ¿de dónde viene Jesús? Pregunta ambigua, porque no se refiere a un lugar físico (Nazaret, de donde no puede salir nada bueno, según Natanael; Belén, de donde algunos esperan al Mesías) sino a Dios. Jesús es el enviado de Dios, el que ha salido de Dios. Y esto los fariseos no pueden aceptarlo. Por eso lo consideran un pecador, aunque realice un signo sorprendente. Dios no puede salirse de los estrictos cánones que ellos le imponen. Ellos tienen la luz, están convencidos de que ven lo correcto. Y este convencimiento, como les dice Jesús al final, hace que permanezcan en su pecado.
La samaritana y el ciego
Hay un gran parecido entre estas dos historias tan distintas del evangelio de Juan. En ambas, el protagonista va descubriendo cada vez más la persona de Jesús. Y en ambos casos el descubrimiento les lleva a la acción. La samaritana difunde la noticia en su pueblo. El ciego, entre sus conocidos y, sobre todo, ante los fariseos. En este caso, no se trata de una propagación serena y alegre de la fe sino de una defensa apasionada frente a quienes acusan a Jesús de pecador por no observar el sábado.

•Problemas en nuestro Estado aconfesional

Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Es un tema reiterada e intermitentemente recurrente. Yo he escrito varias veces en este blog, y normalmente he mostrado mi inconformidad con el asiduo estado de cosas en este tema. Los funerales de Estado, la presencia de autoridades, como tales, en celebraciones litúrgicas, algunos de ellas sacramentales, donde una autoridad, como tal, no tiene ni sitio ni cabida. Otra cosa es como miembros de una comunidad parroquial, sin destaques ni rimbombancias, ni fotos, ni imágenes en los telediarios. Y esa flagrantes anormalidad la tiene que solucionar no las autoridades políticas, sino las clericales. Si alguien de mis lectores ha leído “El Principe”, de Maquiavelo, sabe perfectamente que el poder político se expande, como los gases, y ocupa todo el espacio que puede, por las buenas, o, con excesiva frecuencia, por ls malas. Así que si las autoridades religiosas no solo reciben con buena cara, se irritan por la ausencia, y hasta invitan a las autoridades políticas, es lógico, y racional, que éstas acudan de muy buen grado. Que sean creyentes, practicantes, y no digamos, que pauten su vida y sus políticas por el evangelio, eso no importa nada. Pero esa connivencia impide, obviamente, como comprobamos por desgracia, que la Iglesia cumpla su deber profético en beneficio de sus fieles, que son también, ciudadanos.

El propio presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal Ricardo Blázquez Pérez, que acaba de ser reelegido esta semana para un trienio más, aseguró el otro día, a raíz de la polémica de la misa los domingos en la TVE 2, que él siempre estaría atento, y acudiría, a defender que se cumplan en España los Derechos Humanos, y uno de ellos es el Derecho de libertad religiosa. Claro que anterior a éste es el derecho de “Libertad de conciencia”, y nos gustaría que la Iglesia lo defendiera con el mismo ímpetu. Parece, por sus palabras, que en nuestro país no se respetara la libertad Religiosa, que no haya hábitos, sotanas y alzacuellos por las calles, que no se vean imágenes con sus pasos, con los hermanos vistiendo los hábitos de la correspondiente Hermandad, tapados hasta la coronilla, excepto los ojos, (¿alguien se atrevería, por seguridad, prohibir esos atuendos en Semana Santa?), siendo muchas veces escoltados por soldados, guardias civiles, o policías municipales con traje de gala, y otros funcionarios de seguridad del Estado.
Así como que, creo recordar, este mismo Estado favorece, en la declaración de la renta, que se beneficie a la Iglesia. Etc., etc. O facilitarle la adquisición de canales de comunicación, como frecuencias radiofónicas, y señales de televisión. Insinuar que retirar de un canal público, como es la “Dos de Televisión española”, la retransmisión de la misa dominical, atentaría contra la libertad religiosa, es confundir a la gente. Mucho más cuando el Estado respeta, y hasta privilegia, la posesión, por parte de la Iglesia, de medios de comunicación que pueden, perfectamente, hacerse cargo de esas retransmisiones, que no serían pagadas con dinero público, sino que correrían a cargo de la propia administración de los medios de comunicación eclesiásticos. ¿Tan complicado es que el canal 13 tv, propiedad de la CEE, retransmita la misa dominical? Ganaría en audiencia y en calidad. Me gustaría que alguien que lo sepa, o se lo figure, me responda a esta pregunta: ¿por qué, y quienes, tienen tanto interés en que la retransmisión de la misa dominical se realice desde una medio de comunicación público? ¿No será por mostrar poder en el espacio público nacional, (en la mejor línea del Evangelio (¡!)?)
Lo que es insoportable para una mentalidad medianamente cristiana es que este tipo de cuestiones se diluciden más por ideología que por convicciones eclesiales. Ayer oía yo afirmar, en un programa de televisión, a un periodista tertuliano, que “él era ateo por la gracia de Dios”, pero que no podía consentir en que unos desaprensivos, (lo que decía de ellos se puede resumir en este término), por menosprecio a la Iglesia, solicitaran algo tan fuera de tono. Que si los que presentaban este proyecto desconocían la maravillosa tarea da Caritas. Y cosas por este estilo.
Pero no oigo a muchos tertulianos intentar enjuiciar las incesantes, -y algunas de ellas, desproporcionadas-, inmatriculaciones de propiedades que la jerarquía de la Iglesia hace en su beneficio. En una reacción parecida a la de la denuncia de Podemos por parte de la APM, en la que los periodistas eran los acosados, en este caso me parece que el carburante que alimenta las llamas de la crítica no es tanto el aprecio de la Eucaristía, y los derechos conculcados de la Iglesia, sino la oportunidad que se ofrece de lanzar diatribas y descalificaciones a un partido que se siente peligroso y problemático para la colectividad. Sigo recordando, por si alguno lo ha olvidado, que no me cae simpático el tono, y el estilo, algunas veces faltón y sobrado de un partido joven que parece creer que solo él se acerca con las manos limpias y el corazón incontaminado a la Democracia. Pero ni en éste, ni en otros casos, de política, religión, sociología o deporte, procuro no dejarme llevar por el argumento tan frágil e inconsistente, tan frecuente entre nuestros conciudadanos, de “me gusta, no me gusta”. Hay también muchas cosas en otros partidos y agrupaciones que no me gusta nada. Pero eso no lo convierto en argumento contrario y, mucho menos, concluyente,

Día Mundial del Agua Agua, un derecho del que aún se ven privados 663 millones de personas



La Asamblea General de la ONU reconoce el derecho humano al agua y al saneamiento y admitie que ambos son esenciales para el cumplimiento de todos los Derechos Humanos.
El 28 de julio de 2010, la Asamblea General de la ONU reconoció de forma explícita el derecho humano al agua y al saneamiento y admitió que ambos son esenciales para el cumplimiento de todos los Derechos Humanos. Sin embargo, aún hay en el mundo 663 millones de personas sin acceso a agua potable mejorada. ··· Ver noticia 

La corrupción del sistema financiero es una tragedia


Ann Pettifor


Es hora de restaurar una autoridad democrática y regulatoria que controle las finanzas mundiales y levante el velo de secretismo que rodea el sector
La reciente sentencia a Rodrigo Rato y a otros directivos por malversación de fondos de Bankia no es más que un ejemplo de la corrupción a gran escala del sistema financiero español, aunque también mundial. El sector financiero privado ha conseguido secuestrar, y en efecto saquear, el bien público que supone el sistema monetario y, posteriormente, ha conseguido subordinar a los gobiernos y a los contribuyentes a los intereses del 1%. Los financieros mundiales, que no rinden cuentas ante nadie, ya no actúan como siervos de la economía real de España, por ejemplo. En vez de eso, se comportan como los “amos del planeta”. ··· Ver noticia ···

Pobreza en España. La pobreza se cronifica y se extiende en la sociedad española


  • pobreza infantil
    El Informe sobre el Estado Social de la Nación 2017 propone derogar la reforma laboral; una renta mínima; atender a las 340.000 personas dependientes que no reciben atención, y el rescate de los parados de más de dos años.
    El Informe sobre el Estado Social de la Nación 2017, elaborado por la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales (asociación encargada de proponer ideas y soluciones a la administración y a las empresas del sector en materia de servicios sociales) advierte de una “extensión y persistencia” de la pobreza, precariedad, exclusión e incremento de desigualdades en la sociedad española; y propone a los políticos: derogar la Reforma Laboral para acabar con la precariedad; una renta mínima; atender a las 340.000 personas dependientes que no reciben atención, y el rescate de los parados de más de dos años. ··· Ver noticia ···
  • •Este futuro no es el que esperábamos

    Jaime Richart, Antropólogo y jurista

    ¿Qué esperaba ayer el ser humano que pudiese ocurrir hoy, después de un siglo de arrojar a la biosfera trillones de toneladas de partículas contaminantes? ¿Cómo es posible que creyéndose capaz de calcularlo todo no calculase, ni calcule, lo más importante para la humanidad: su supervivencia? ¿Cómo ha sido tan necio que no ha calculado las consecuencias de la violación sistemática de la Naturaleza, como una y otra vez un proxeneta viola a una mujer o a otro hombre? ¿Cree que es posible compensar semejante miserable falta de inteligencia con los logros de la tecnología y de la ciencia?

    De acuerdo, la ciencia y la tecnología avanzan con la velocidad de vértigo, y la electrónica aporta toda clase de pasatiempos y utilidades. Pero ¿para qué? De los pasatiempos el humano se acabará cansando. Y las utilidades se volverán contra él, porque ¿de qué le servirá al ser humano que la Ciencia y la Medicina le reparen la cadera o el corazón rotos o le extirpen estupendamente un tumor, si lo que luego le espera es eso cada vez más estructural: soledad, tedio, tristeza y quizá desesperación por sus míseras condiciones de vida y por haberle alejado tanto los dirigentes y los explotadores de cada sociedad y del mundo, de la naturaleza?
    ¿Cuánto tiempo estará contento por satisfacer fácilmente su curiosidad en las enciclopedias y cuánto durará la excitación de compartir su soledad en las redes sociales? ¿Cuánto puede durarle la sensualidad del dinero, la que proporciona el dinero y la acumulación de dinero… si es que tiene acceso al dinero?
    El ser humano está sacrificando la cultura, la filosofía, las humanidades y los valores más antiguos del espíritu y de la mente. Y todo para venerar al coche y a la electrónica. Y todo para rendirse a una comodidad que ya no sabe disfrutar y que le irá conduciendo a la molicie colectiva y al embrutecimiento antes de perder la capacidad de pensar y antes de adquirir la destreza de pensar por cuenta propia.
    A diferencia del ave, que no se jacta de saber volar, se ufana el humano de su inteligencia. Y sin embargo no ha conseguido averiguar cuál es el sentido de la vida ni hacia dónde se dirige él, ni hacia dónde camina la civilización a la que pertenece. Hoy día, precisamente gracias a la tecnología conocemos hasta qué punto en el animal están presentes la compasión, la solidaridad y la inteligencia, mientras los dirigentes del mundo carcen de compasión, de sentimiento de solidaridad y de inteligencia natural llevando al planeta y a la humanidad hacia el abismo.
    Pase que en los primeros 50 años no reparase en las gravísimas consecuencias de los excesos cometidos contra la Naturaleza. Pero cuando años después el caos climático, que sólo los cretinos niegan, es manifiesto y manifiestos los estragos que causa, el humano pone también a prueba su escasa inteligencia respecto a las capacidades que la ciencia le atribuye y de las que él se pavonea.

    Sea como fuere, lo cierto es que poniendo muy en duda la inteligencia útil para todos, algunos sociobiólogos pronostican precisamente que el suicidio de la humanidad será su último avatar…

    •Obras de justicia, no obras de misericordia

    José María Álvarez Rodríguez, Miembro del Foro Gaspar García Laviana

    Tenemos que agradecer a los investigadores y a los pensadores que nos vayan pasando los resultados de sus trabajos. El artículo de Xabier Picaza sobre “las obras de misericordia” me ha  resultado sumamente interesante. Hemos reflexionado sobre él en la reunión del mes de Marzo del Foro Gaspar García Laviana. Es verdad que uno ya sabía que no había que confundir lo que es exigencia de la justicia con lo que es de caridad y también que, aunque se llegasen a paliar algunas necesidades desde esta instancia, ello no nos exoneraba de luchar por un mundo más justo donde los seres humanos no se viesen obligados a “vivir de la caridad”, recibiendo por esos cauces lo que se les debiera dar en justicia.


    Sin embargo creo que es sumamente importante el llamamiento a no confundir al personal llamando “obras de misericordia” lo que en realidad son “obras de justicia”, al menos visto el asunto desde la perspectiva del evangelio. El camino que nos señala el evangelio de Mateo 25, 31-46 para entrar en el Reino no son “obras de misericordia”, sino más bien “obras de justicia”. A aquellos que dan de comer al hambriento, de beber al sediento, a los que acogen a los extranjeros, visten al desnudo, visitan-cuidan a los enfermos y a los cautivos, “Dios” los llama “justos”. Ello será debido a que han hecho lo que es “de justicia”.
    La verdad es que es muy distinto valorar tales obras como “de misericordia” a valorarlas como “de justicia”. La misericordia parece que está más bien en el nivel de lo personal y que ser misericordioso, o serlo más o menos, es algo voluntario en uno. Por consiguiente, al ser una exigencia que incumbe a las personas se descarta que sea obligación de los Estados.  Son obras de misericordia: es cosa de la gente, o de Cáritas, o de tal o cual ONG.


    La cosa cambia si esas obras las consideramos de justicia. Si ello es así, el principal responsable de satisfacer esas necesidades fundamentales es el Estado y a él hay que exigírselo. Si no lo hiciere, subsidiariamente, todos estaríamos obligados a ello, pero sin dejar de denunciar la dejadez de quien es responsable de que todos los ciudadanos tengan qué comer, qué vestir, dónde vivir… etc.
    Por otra parte, si son obras de justicia los beneficiarios tienen derecho a esos servicios que son todos de primera necesidad y si no se satisfacen no podemos decir que estamos en un Estado de Derecho, sino al contrario sería un Estado injusto porque no se satisfacen derechos importantes de mucha gente. Esta es la calificación que hay que aplicar a nuestro Estado: no estamos en un Estado de Derecho, pues en él hay gente que, por las causas que sean, no puede satisfacer sus necesidades vitales, tal como parados, extranjeros, algunos enfermos, huérfanos, incapacitados en determinadas funciones, viudas, jubilados…

    Para justificarse se suele decir que “no hay dinero para todo”. Y es verdad, pero hay que responderles a los que argumentan de esa manera que lo que hay que hacer es una escala de necesidades, pues no todas son iguales. Entre las primeras a satisfacer habrán de estar precisamente las relacionadas con la vida, como son “las obras de justicia” de las que habla el texto de Mateo: la comida, el agua, la vivienda, la salud. Lo que no es de recibo es que se dé prioridad a otras mil cosas que ni de lejos son de justicia. Se subvencionan actividades relacionadas con el deporte, el arte, la diversión… El dinero público debe atender antes las necesidades vitales de los ciudadanos y otras que, aunque no lo sean, se han de priorizar a otros muchos gastos del Estado, de las Autonomías y de los Ayuntamientos.
    Cualquiera puede informarse del problema del hambre en el mundo, del problema del agua. ¡Cuánta gente vive en unas condiciones de vivienda denigrantes! Mirando a la situación mundial, estos problemas se agrandan y se agravan, pero existen en todos los países, aún en los más desarrollados.
    Es evidente que, en cuanto al reparto de los recursos, la economía está organizada injustamente, pues se está marginando, no ocasionalmente sino ininterrumpidamente, a un grupo muy importante de gente que no es atendida. Quizás las instituciones encargadas de los servicios públicos hayan de tener más ingresos, pero también es verdad que el dinero que tienen lo han de gastar de manera muy distinta. En muchas partes del Estado hay ejemplos escandalosos de gastos públicos millonarios que no han servido para nada o que se hacen para atender necesidades secundarias de los que mejor viven.
    Hasta ahora esta reflexión ha tenido por objeto hablar de quién es responsable de dar respuesta inmediata a las necesidades vitales, pero hay que analizar más profundamente estas situaciones y ver sus causas para poder llegar a dar soluciones radicales. Habrá que hablar del paro, de los salarios y pensiones de miseria… Habrá que mencionar la férrea dictadura del neocapitalismo ante cuya fuerza nos sentimos anonadados y la desunión de quienes por principio tendrían que combatirle. También habría que poner entre las causas de que las cosas no cambien nunca “el aburguesamiento”, como decíamos antes, de quienes se han situado en los niveles medios de la sociedad.
    También es una causa de que nuestra sociedad sea tal como es el hecho de que la clase dominante ha logrado poner a su servicio todas las fuerzas del Estado: las leyes, las distintas fuerzas públicas, los tribunales de justicia. Se obliga a cumplir sólo las leyes que interesa. Y no a todos. Últimamente muchos han visto lo que ya era una realidad antes: la ley no es igual para todos. Lo percibimos bien los que entramos en las cárceles. En octubre de 2014 el Presidente del Tribunal Supremo y del consejo general del Poder Judicial, Carlos Lesmes reconocía que la actual Ley de enjuiciamiento Criminal estaba “pensada para el roba gallinas”, no para el gran defraudador”.
    Después de ver y analizar el panorama de las necesidades vitales, tendremos que pensar qué hacer. Dado que las cosas no son así accidentalmente, sino que se suceden ininterrumpidamente y casi podríamos decir que necesariamente, pues parecen ineludibles para muchos, tendremos que declararnos anti-este-sistema que engendra situaciones inhumanas tan generalizadas. Que a algunos nos vaya mejor no es razón para darlo como válido y apoyar esta organización social donde hay tanta desigualdad, con el agravante de que cada vez el desequilibrio es mayor.
    Estos Estados, como el nuestro y otros, que son habitualmente injustos. No vivimos en un Estado de Derecho. En ellos hay un grupo mayoritario de privilegiados, protegidos por las leyes existentes, pero hay otro grupo, también grande pero más pequeño, abandonado a su suerte, desprotegido. Este desorden establecido se mantiene gracias a las fuerzas del Estado: el poder ejecutivo, legislativo y judicial (ejército, fuerzas de seguridad, leyes, tribunales, cárceles…), pero también gracias a que cerramos los ojos para no ver la realidad de los sufrientes, cerramos nuestra razón para no pensar sobre ella y no saber qué es lo de verdad está pasando. También sucede lo contrario: que lo vemos, pero hacemos poco o nada para que las cosas cambien. A nosotros nos va bien o relativamente aceptable y no nos importan, al menos suficientemente, aquellos a los que les va mal o muy mal en la vida. No somos solidarios y por eso no podemos estar satisfechos con nuestro comportamiento. Y, por último, hay que decir, muy alto y muy claro, que son muy pocos los cristianos que entienden que el compromiso político es también una expresión de la solidaridad con los empobrecidos para cambiar de raíz su suerte.

    •A la cultura de la violencia oponemos la cultura de la paz

    Leonardo Boff

    Leonardo Boff2Mi sentimiento del mundo me dice que vivimos dentro de una violencia mundial sistémica. Seria largo enumerar todos los tipos de violencia. Pero está tan globalizada que el obispo de Roma, el papa Francisco, ha afirmado tres veces que estamos ya dentro de la tercera guerra mundial. No es imposible que la nueva guerra-fría entre Estados Unidos, Rusia y China acabe provocando un conflicto nuclear.

    Si sucede esta tragedia será el fin del sistema-vida y de la especie humana. Este estado de permanente beligerancia se deriva de la lógica del paradigma civilizatorio que se ha ido formando lentamente durante siglos hasta llegar a su paroxismo en nuestros días: la ilusión de que el ser humano es un “pequeño dios” que se sitúa sobre las cosas para dominarlas y acumular beneficios, a costa de la naturaleza y de naciones enteras. Hemos perdido la noción de pertenecer a la Tierra y de que somos parte de la naturaleza. Esa conciencia nos llevaría a confraternizar con todos los seres de este bello planeta.
    Es urgente una nueva relación con la Tierra y con la naturaleza, compuesta de sinergia, respeto, convivencia, cuidado y sentido de responsabilidad colectiva.
    Esta relación convivial ha estado siempre viva en todas las culturas de Occidente y de Oriente, especialmente en nuestros pueblos originarios que muestran hacia la Tierra un profundo respeto.
    En nuestra cultura tenemos la figura paradigmática de San Francisco de Asís, actualizada hoy por el obispo de Roma, Francisco, en su encíclica Laudato Si: cuidando de la Casa Común. Proclama al poverello de Asís «santo patrón de todos los que estudian y trabajan en el campo de la ecología… pues para él toda criatura era una hermana, unida a él por lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar de todo lo que existe» (n.10 y 11). Con cierto humor recuerda «que san Francisco pedía que en el convento se dejase siempre una parte del huerto para las hierbas silvestres» (n.12), pues ellas a su modo también alaban a Dios.
    Esta actitud de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para que no fueran pisadas. Para san Francisco todos los seres son animados y personalizados. Por intuición espiritual descubrió lo que sabemos actualmente por vía científica (Crick y Dawson que descifraron el DNA): que todos los vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, porque tenemos el mismo código genético de base. Por eso trataba a todos como hermanos y hermanas: al sol, a la luna, al lobo de Gubbio y hasta a la muerte.
    Esta visión supera la cultura de la violencia e inaugura la cultura del cuidado y de la paz. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «es la plenitud creada por relaciones correctas consigo mismo, con las otras personas, otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16).
    El Papa Francisco parece haber realizado las condiciones para la paz que predica por todas partes y que personalmente irradia. Él expresó emotivamente un pensamiento que vuelve una y otra vez en la encíclica: «todo está relacionado, y todos nosotros, seres humanos, caminamos juntos como hermanos y hermanas en una peregrinación maravillosa, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también con tierno afecto al hermano Sol, a la hermana Luna, al Hermano rio y a la Madre Tierra» (n. 92).
    En otro lugar aparece la siguiente formulación, ahora crítica: «Es preciso fortalecer la conciencia de que somos una única familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, por eso mismo, tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia» (n.52).
    De esta actitud de total apertura, que a todos abraza y a nadie excluye, nace una imperturbable paz, sin miedo y sin amenazas, paz de quien se siente siempre en casa con sus padres, hermanos, hermanas, y con todas las criaturas.
    En lugar de la violencia coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón, la misericordia y la reconciliación más allá de cualquier presuposición o exigencia previa.
    Al abordar el tema de la paz en su encíclica, el obispo de Roma, Francisco, repite lo que Gandhi y otros maestros han dicho antes: «la paz no es ausencia de guerra. La paz interior de las personas tiene mucho que ver con el cuidado, con la ecología y con el bien común, porque cuando es auténticamente vivida, se refleja en un equilibrado estilo de vida, aliado con la capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida; la naturaleza está llena de palabras de amor» (n.225). En otro momento afirma: «la gratuidad nos lleva a amar y a aceptar el viento, el Sol y las nubes, aunque no se sometan a nuestro control; así podemos hablar de una fraternidad universal» (n.228).
    Con esta visión suya de paz y de gratuidad él representa otro modo de ser-y-de-estar-en-el-mundo-con-los-otros, una alternativa al modo de ser de la modernidad que es estar fuera y encima de la naturaleza y de los otros y no junto con ellos, conviviendo en la misma Casa Común.
    El descubrimiento y la vivencia de esta hermandad cósmica nos ayudará a salir de la crisis actual, nos devolverá la inocencia perdida y hará que añoremos el paraíso terrenal cuyas señales podemos anticipar.
    *Leonardo Boff es articulista del JB online y ha escrito: Francisco de Asís y Francisco de Roma: una nueva primavera en la Iglesia, 2015.
    Traducción de Mª José Gavito Milano