FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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miércoles, 2 de enero de 2013

Si Kiko dice ven, lo dejo todo Juan G. Bedoya

El movimiento nacido entre chabolas es situado por sus críticos en el ala ultraconservadora
Lamentaba Erasmo que no bastase el nombre de cristiano, en una época en la que jesuitas, dominicos, franciscanos, bernardos, brigitinos, agustinos y tantos otros monjes competían por lucir mejor y mandar más en la Iglesia romana. “Su ambición no estriba en parecerse a Cristo, sino en no parecerse entre ellos”, les arreó el famoso ilustrado.
No han cambiado las cosas, pero sí los protagonistas. Hoy no luce ser monje (o no tanto: monje quiere decir solitario, y se les ha visto demasiado por todas partes), sino que se lleva más pertenecer a alguno de los nuevos movimientos: Opus, Legionarios, Camino Neocatecumenal, Focolares, Comunión y Liberación… En España suman un millón de personas, o casi, y poseen escuelas, universidades, seminarios y hasta obispos. “Difícilmente se entenderá a la Iglesia y al catolicismo contemporáneo sin los nuevos movimientos”, les piropeó el polaco Juan Pablo II. No es oro todo lo que reluce. Los nuevos movimientos, efectivamente, le llenaron estadios al papa Wojtyla, siempre viajero, pero también sembraron desunión y cizaña en parroquias e iglesias de base, adonde llegaron con sus nuevos aires, con sus nuevas liturgias, formando capilla propia, como queriendo comer aparte.
En ese conglomerado de nuevos católicos, los kikos son punto y aparte y los más numerosos, de la mano de un fundador extravagante en el mejor sentido de la palabra, Kiko Argüello. Ni siquiera quieren que se les llame movimiento. Una vez lo hizo en público Juan Pablo II y la cofundadora del Camino, Carmen Hernández, cortó al Papa. “Santo Padre, no somos un movimiento”. Wojtyla aceptó la interrupción y prosiguió. Poco después, volvió con lo del movimiento. Y Carmen: “Que no, Santo Padre, que no somos un movimiento”. Y el Papa: “A ver, Carmen, en el Camino andáis, ¿verdad? Pues si andáis, os movéis; y si os movéis, sois un movimiento”.
Laico, burgués —hijo de abogado, nieto de inglés y con un segundo apellido suizo-alemán, Wirtz—, pintor premiado ya joven, Kiko era un señorito perdido en los vicios cuando se tituló en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Lo cuenta él mismo con el mismo salero con que san Agustín presume en sus Confesiones de haber probado todos los pecados de la carne antes de caerse del caballo para abrazar santidades. “Si Dios no existe, yo estoy muerto”, concluyó una tarde Kiko después de hacerse preguntas. La decisión que tomó entonces pudo convertirlo en cura obrero, y en carne de cárcel, como a su maestro Mariano Gamo, entonces párroco en una de las barriadas de chabolas al sur de Madrid, muy cerca de donde prosperaba otra comunidad revolucionaria, la del padre Llanos en el Pozo del Tío Raimundo.
Kiko vivió él mismo en una chabola de Palomeras Bajas y se curtió de retórica, pero tomó un camino más místico (es un decir), con la fundación, hacia 1964, de la primera comunidad de neocatecúmenos. Hoy son decenas de miles, y Kiko se ha instalado en Roma con todas las bendiciones oficiales. El movimiento nacido entre chabolas es situado ahora por sus críticos, que son legión, en el ala ultraconservadora del catolicismo. Es el riesgo que asume el cardenal Rouco cuando fía al fundador del Camino un protagonismo tan estelar en la jornada de las familias. Ayer, Kiko estuvo sembrado, en su salsa, en medio de su gente. Lo proclamaba uno de sus seguidores, que había acudido con mujer y nueve hijos. “Si Kiko me dice ven, lo dejo todo”.

Rouco apela a la familia para afrontar la crisis y evitar el aborto

El cardenal defiende “la verdad del matrimonio”, criticando las bodas gais
Era, otro año más, la misa de las familias católicas. Miles de ellas, muchas venidas de diferentes puntos de España y congregadas en la madrileña plaza de Colón, escucharon ayer al cardenal Antonio María Rouco ensalzarlas como pilar fundamental y “cauce de auténtico amor” para afrontar la crisis. Un amor llamado también a terminar con la “estremecedora tragedia del aborto”.
El presidente de la Conferencia Episcopal, cuya misa concelebrada estuvo precedida por la alocución de Kilo Argüello —impulsor del Camino Neocatecumenal, de tinte conservador— hizo elogio de la familia tradicional, como siempre en esta cita.
“Solo la familia concebida y vivida en la plenitud de su verdad, como la enseña el lenguaje inequívoco e indestructible de la naturaleza humana, despeja el horizonte de la esperanza para el hombre y la sociedad de nuestro tiempo”, señaló Rouco, también arzobispo de Madrid. Calificó el año que ahora concluye como “crítico y doloroso” y aseguró que “las familias cristianas serán y son la esperanza para hoy”. En su homilía, apuntó la necesidad urgente de actualizar “la doctrina de la fe sobre la verdad eterna del matrimonio y de la familia”. “Ignorarla y, más aún, despreciarla es poner en juego su misma viabilidad histórica. Sin la verdad del matrimonio, el organismo vivo que es la sociedad se desintegraría. Se pondría en peligro el hombre mismo”, añadió el jefe de los obispos españoles. Era su forma de poner sobre el tapete su crítica a las bodas entre personas del mismo sexo, avaladas finalmente por el Tribunal Constitucional.
El cardenal afirmó que la fe “clarifica y dignifica las relaciones humanas, y las convierte en cauce de auténtico amor”. “Amor que una a los hombres como hijos de Dios en la familia, en la sociedad y, por supuesto, en la Iglesia. El amor que hará posible terminar con esas dramáticas situaciones que se derivan de la extrema facilidad con que se llega al divorcio, se rompen las familias y se somete a sus miembros más débiles, a los niños, a una dolorosísima tensión interior”, añadió. Un sentimiento, continuó, “dispuesto al socorro y a la ayuda sacrificada y generosa de las familias entre sí y entre sus miembros en las circunstancias tan frecuentes y dolorosas del paro, de las dificultades económicas, morales y espirituales”. Un amor, en fin, que “perseverantemente vivido al calor y con la fuerza de la fe cristiana, hará posible terminar con la estremecedora tragedia del aborto practicado masivamente desde los años setenta del pasado siglo en la práctica totalidad de los países europeos, incluida España, al amparo de una legislación, primero despenalizadora del mismo y, luego, legitimadora”.
El jefe de los obispos denuncia un deterioro histórico de la fe
Frente a millares de fieles, incluidas muchas familias numerosas, el cardenal proclamó: “Sería una gravísima responsabilidad pastoral y apostólica dejaros solos en esta situación tan dramática, producida por una crisis que os afecta muy directamente en lo económico; pero, sobre todo, en el reconocimiento social, cultural y jurídico que se os debe”. A su juicio, ahora se vive “una crisis de fe con pocos precedentes en la historia de Europa y de España”.
En una fría mañana, Rouco estuvo acompañado en el blanco altar por otros prelados concelebrantes. Entre ellos, el cardenal y arzobispo de Barcelona, Luis María Sistach y el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio Cañizares. Los asistentes pudieron seguir la misa a través de pantallas gigantes desde las que se emitió el mensaje del Papa. Antes de la ceremonia, Kiko Argüello se dirigió a ellos para denunciar que la sociedad “ha renegado de Dios”. “Divorcios, adulterios, fornicaciones, la televisión, las películas… cómo podemos vivir en una sociedad así que está destruyendo el amor y la familia”, se preguntó el líder de los neocatecumenales.

Reflexión para terminar el año


Juan Torres López (Vídeo de 3´36´´)

No se puede expresar mejor que este video lo que estamos haciendo con la naturaleza. Lo dejo para terminar el año con una reflexión sobre la agresión más bárbara, irracional y cruel de todas las que llevamos a cabo los seres humanos: la que destruye nuestro medio natural porque, de esa forma, no solo destruimos a todo lo demás, sino a nosotros mismos. ¿Hasta cuándo lo permitiremos?
Para ver el vídeo pulsar ene ls iguiente enlace: http://juantorreslopez.com/impertinencias/reflexion-para-terminar-el-ano/

La otra Iglesia: “La jerarquía eclesiástica tiene su voz hipotecada por miedo a perder sus privilegios” Rodrigo Carretero

En el verano de 2011, el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Antonio María Rouco Varela, posó en una foto con empresarios del Ibex 35 antes de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Para muchos miembros de la Iglesia Católica, el retrato fue la prueba más evidente de la excesiva cercanía de la jerarquía eclesiástica al poder.
“Fue lamentable”, asegura Javier Oñate, sacerdote y director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao, para quien la imagen de una Iglesia con excesivos privilegios tiene que ver también “con una cercanía excesiva a los poderes políticos o financieros”. Oñate pertenece a esa parte de la Iglesia que no acapara tantos titulares en la prensa pero que reivindica otra forma de dirigir la institución.
Por eso, se muestra crítico con la cúpula de la Iglesia y lamenta el “miedo” con el que se comporta a menudo la jerarquía, que, en su opinión, se refleja en muchos detalles: “Hay una cierta resistencia a la creatividad, la novedad, el cambio, que se miran con recelo o muy pronto se descartan. En consonancia, se da una querencia por lo antiguo: vuelta a formas litúrgicas olvidadas, un recorte de la pluralidad interna, retorno a fórmulas teológicas repetidas insistentemente aun sin que se pueda entender su contenido…”

PRIVILEGIOS
En la misma línea apunta Evaristo Villar, sacerdote y portavoz de Redes Cristianas, una organización que se preocupa más “por las personas, por los sujetos, y por la suerte que está corriendo el mensaje de Jesús que por la institución”. Villar lamenta el “silencio demasiado largo” de los obispos acerca de temas como los desahucios, los recortes o la reforma laboral. “Da la impresión de que la Iglesia no tiene ninguna palabra y es algo que la Iglesia de base denunciamos constantemente. Denunciamos ese silencio, el temor, el miedo a herir a los poderes públicos cuando lo que está sucediendo hiere en realidad a la sociedad y a las clases más desfavorecidas”.
Villar cree que ese miedo se debe al interés de la jerarquía por no perder sus privilegios. “Tienen su voz hipotecada, cuando la Iglesia debería tener una voz limpia y profética, por miedo a perder unos privilegios discriminatorios a su favor frente a otras instituciones privadas y públicas”, subraya, a la vez que señala que “lo más escandaloso” es que esos privilegios los están manteniendo “cuando se está obligando a la sociedad a apretarse el cinturón”. “Da la impresión de que hay una cierta conveniencia entre la jerarquía y el PP”, explica.
De hecho, el Gobierno destina en los Presupuestos Generales del Estado de 2013 la misma cantidad que este año para la financiación de la Iglesia Católica. En concreto, el Estado dará cada mes a la Iglesia más de trece millones de euros. Además, Europa Laica calcula que la Iglesia Católica recibe cada año de todas las administraciones públicas (central, autonómica y local) hasta 11.000 millones de euros, incluyendo el impago del IBI y de otros impuestos municipales.
AL LADO DE LOS PODEROSOS
Villar no es el único dentro de la Iglesia que piensa que las cúpulas no están actuando correctamente frente a la crisis. Jesús López, miembro del Foro de Curas de Madrid, lamenta que la jerarquía esté provocando que las clases populares abandonen la Iglesia o se alejen de sus templos.
“No sienten que ese tipo de católicos, los que mandan, comprenda sus alegrías y sus penas, sus carencias y sus esperanzas, sino que las desconoce y, aunque constantemente les hacen llamadas para que retornen, no les ofrecen nada que consideren útil para hacer más digna, llevadera y feliz su vida”, señala.
El 57,1% de los españoles que se declaran católicos reconoce que “casi nunca” va a misa, un porcentaje que se situaba en el 47% en el año 2005 y que apenas superaba el 40% hace una década. Sólo el 15,9% señala que acude a un oficio religioso casi todos los domingos y festivos, según datos del CIS.
López compara el tiempo que las cúpulas han gastado en “crear mala conciencia en quienes sostienen posturas distintas a las suyas en el terreno de las relaciones afectivas o en el de la transmisión de la vida” con el que están destinando a paliar los efectos de las crisis: “No están empleando ni la décima parte de tiempo en hacer algo semejante con quienes, sin escrúpulo alguno, han desatado la crisis ni con quienes tratan de solucionarla pensando únicamente en salvar los intereses de los grandes prestamistas”.
LOS JÓVENES, CADA VEZ MÁS LEJOS
Según datos del Instituto de la Juventud, solo el 10% de los jóvenes españoles se declara católico practicante, un porcentaje que en el año 2002 alcanzaba el 30%. Ese alejamiento de los jóvenes también preocupa en las bases de la Iglesia católica, aunque muchos de sus miembros se muestran resignados en este aspecto.
López lamenta que “no cabe esperar otra cosa” porque la jerarquía pretende que las nuevas generaciones sigan “creyendo como verdad afirmaciones que se sabe no son ciertas”. “Mientras que la dogmática, la moral y el sistema organizativo de la Iglesia siga siendo el que es, lo raro no es la carencia de jóvenes en sus filas, sino que todavía queden algunos en ellas”, lamenta.
Oñate propone pasar a la acción y “salir al encuentro de los jóvenes, de todos los jóvenes y no solo de algunos ambientes sobre todo para conocerles y escucharles de verdad”. Villar va más allá y reconoce que ciertas posturas de las cúpulas no hacen atractiva la institución a muchas personas: “La voz de la jerarquía se mueve con libertad en cuestiones relativas a la familia, la bioética… y lo hace de una forma reaccionaria que va en contra de la legislación, que tampoco es tan avanzada”. Califica estas posturas de “medievalistas” y asegura que dan la imagen de una Iglesia que no está en la sociedad actual. “Por eso, hay que distinguir el mensaje de Jesús de la institución”, señala.

SER Y DEBER SER
Estos grupos críticos lamentan en lo que se ha convertido la jerarquía. “No se ha puesto al frente de la Iglesia para hacerla caminar por delante de la sociedad abriendo caminos hacia un mayor bienestar físico y espiritual de la gente”, explica López, quien lamenta que las cúpulas quieren que la Iglesia “se sitúe en la retaguardia”.
“Se agobian si pierden la seguridad de lo ‘de siempre’. Y sufren la tentación de pensar que solo ellos quieren a la Iglesia, o que solo ellos están apasionados por el evangelio de Jesús. Me atrevería a decir que les cuesta asumir que también los demás ven los problemas, y también los demás tienen inteligencia y sentido cristiano”, apunta Oñate.
Esa afirmación la comparte Villar, quien critica la falta de dinamismo que desprende la jerarquía: “Debería ser un elemento dinamizador, que despertase el entusiasmo, la ilusión por la vida, que animase a todas aquellas acciones que apoyan a los indefensos…” Por ello, asegura que la jerarquía debería “repensar su imagen y ser más humilde, más sencilla”.

Balance anual de lo macro: vamos de mal en peor Leonardo Boff, teólogo

La realidad mundial es compleja. Es imposible hacer un balance unitario. Voy a intentar hacer uno referente a la realidad macro y otro a la micro. Si consideramos la forma en que los dueños del poder se están enfrentando a la crisis sistémica de nuestro tipo de civilización —organizada sobre la base de la explotación ilimitada de la naturaleza, la acumulación también ilimitada y la consecuente creación de una doble injusticia: la social con sus perversas desigualdades a nivel mundial, y la ecológica con la desestructuración de la red de la vida que garantiza nuestra subsistencia—, y si tomamos como punto de referencia la COP 18 realizada en este final de año en Doha (Qatar) sobre el calentamiento global, podemos sin exageración decir: estamos yendo de mal en peor. De continuar por este camino, vamos a encontrarnos delante, y a no tardar mucho, de un «abismo ecológico».
Hasta ahora no se han tomado las medidas necesarias para cambiar el curso de las cosas. La economía especulativa sigue floreciendo, los mercados son cada vez más competitivos —lo que equivale a decir cada vez menos regulados—, y la alarma ecológica, materializada en el calentamiento global, dejada prácticamente de lado. En Doha sólo faltó dar la extremaunción al Tratado de Kyoto. Irónicamente se dice en la primera página del documento final que nada resolvió, pues pospuso todo para 2015: «el cambio climático representa una amenaza urgente y potencialmente irreversible para las sociedades humanas y para el planeta y este problema necesita ser enfrentado con urgencia por todos los países». Y no está siendo enfrentado. Como en los tiempos de Noé, continuamos comiendo, bebiendo y recogiendo las mesas del Titanic que se hunde, escuchando todavía la música. La Casa está en llamas y mentimos a los otros diciendo que no lo está.
Veo dos razones para esta conclusión realista que parece pesimista. Diría con José Saramago: «no soy pesimista; la realidad es la que es pésima; yo soy realista». La primera razón tiene que ver con la premisa falsa que sustenta y alimenta la crisis: el objetivo es el crecimiento material ilimitado (aumento del PIB), realizado sobre la base de la energía fósil y con un flujo totalmente liberado de los capitales, especialmente especulativos.
Esta premisa está presente en los planes de todos los países, incluido el brasilero. La falsedad de esta premisa reside en la total falta de consideración de los límites del sistema-Tierra. Un planeta limitado no soporta un proyecto ilimitado. No tiene sostenibilidad. Es más, se evita la palabra sostenibilidad que viene de las ciencias de la vida; ella no es lineal, se organiza en redes de interdependencias de todos con todos, que mantienen funcionando todos los factores que garantizan la perpetuación de la vida y de nuestra civilización. Se prefiere hablar de desarrollo sostenible, sin darse cuenta de que se trata de un concepto contradictorio porque es lineal, siempre creciente, y supone la dominación de la naturaleza y la quiebra del equilibrio ecosistémico. Nunca se llega a ningún acuerdo sobre el clima porque los poderosos consorcios del petróleo influencian políticamente a los gobiernos y boicotean cualquier medida que les disminuya las ganancias, por eso no apoyan las energías alternativas. Sólo buscan el crecimiento anual del PIB.
Este modelo está siendo refutado por los hechos: ya no funciona ni en los países centrales, como lo muestra la crisis actual, ni en los periféricos. O se busca otro tipo de crecimiento, que es esencial para el sistema-vida, pero que debemos hacerlo respetando la capacidad de la Tierra y los ritmos de la naturaleza, o encontraremos lo innombrable.
La segunda razón es más de orden filosófico y por ella he venido luchando desde hace más de treinta años. Implica consecuencias paradigmáticas: el rescate de la inteligencia cordial o emocional para equilibrar el poderío destructor de la razón instrumental, secuestrada hace siglos por el proceso productivo acumulador. Como nos dice el filósofo francés Patrick Viveret «la razón instrumental sin la inteligencia emocional puede perfectamente llevarnos a la peor de las barbaries» (Por uma sobriedade feliz, Quarteto 2012, 41); recuérdese la remodelación de la humanidad proyectada por Himmler que culminó con la shoah, la liquidación de los gitanos y de los discapacitados.
Si no incorporamos la inteligencia emocional a la razón instrumental-analítica, nunca vamos a sentir los gritos de la Madre Tierra, el dolor de las selvas y los bosques abatidos, ni la devastación actual de la biodiversidad, del orden de casi cien mil especies por año (E. Wilson). Y junto con la sostenibilidad debe venir el cuidado, el respeto y el amor por todo lo que existe y vive. Sin esta revolución de la mente y el corazón iremos, sí, de mal en peor.
Ver mi libro: Proteger la Tierra-cuidar de la vida: cómo escapar del fin del mundo, Nueva Utopía 2011.