“Israel” y Estados Unidos se escandalizan por los dichos contundentes de Lula y Petro; la jauría de Miami tilda de extremista al militar estadounidense que se quitó la vida en solidaridad con el pueblo palestino; el joven documentalista israelí ganador del Berlinale con su retrato de la tragedia en Cisjordania denuncia amenazas de muerte de la derecha sionista contra él y su familia, mientras el ministro de Justicia de Alemania acusa a los organizadores del famoso festival de cine de antisemitismo y amenaza con consecuencias legales.

Pero entre tanta hipocresía y falsedad, hay golpes que estremecen como puños. La masacre cometida ayer por el ejército israelí contra mujeres y hombres desesperados de hambre y sufrimiento es la más gráfica y dramática demostración del genocidio que se comete contra el pueblo palestino, del carácter asesino del gobierno israelí, de la desvergüenza política de Estados Unidos y de las principales potencias europeas y de la desfachatada complicidad de una buena parte de los principales medios de comunicación occidentales, incapaces de nombrar las cosas tal cual son en aquel dantesco escenario.

Es GENOCIDIO. No hay otro nombre para el asesinato a mansalva de miles de niños y mujeres; para el bloqueo de ayuda humanitaria que ha provocado la muerte por hambre ayer mismo de siete pequeños infantes y la desesperación de más de un millón de personas reconcentrados en la bombardeada ciudad de Rafah; para la aniquilación selectiva de médicos y periodistas, para las imágenes virales en redes sociales de las burlasde los soldados israelíes por los bombazos y la destrucción en Gaza o por los vejámenes que cometen contra el pueblo palestino.

Ante tanto odio, sólo la solidaridad y el humanismo, la denuncia y la condena pueden cambiar el curso de los acontecimientos. Este 2 de marzo, el mundo dará una respuesta de paz y de fuerza moral a los genocidas y sus cómplices. Palestina Libre será un grito que se multiplique por millones en todos los rincones del planeta.

Randy Alonso / Periodista