Isidoro Moreno, catedrático emérito de la Universidad de Sevilla
Rebelión
El pasado jueves, un grupo de intelectuales y activistas andaluces mostraron su solidaridad con los dirigentes soberanistas presos en Lledoners, invitados por la Fundación Irla y acompañados de su presidente, Joan Manuel Tresserras. Uno de ellos es Isidoro Moreno, catedrático emérito de la Universidad de Sevilla y uno de los antropólogos andaluces más prestigiosos. Nacido en Sevilla en 1944, estudioso de la identidad cultural andaluza, hizo su tesis doctoral sobre “Propiedad, clases sociales y hermandades en la Baja Andalucía”. Intelectual comprometido, fue cofundador de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía. En esta entrevista opina sobre la situación política en Cataluña y en su propio país, y de cómo desde el Estado se ha querido banalizar y absorber la fuerza popular de la cultura andaluza.
– ¿Ha venido a Cataluña a visitar a los presos políticos en Lledoners. Como los encontró?
Muy fuertes y serenos. Con gran entereza. Salimos impresionados de la dimensión política y humana de los compañeros.
– ¿Pudieron conversar con todos?
Sí. Primero estuvimos con Oriol Junqueras y Raül Romeva, y después pudimos conversar con el resto, escuchar y tocarlos, ya que nos pudimos reunir en una sala. Pudimos expresar nuestra solidaridad, una solidaridad que en este caso va mucho más allá de Cataluña. Hay demócratas y soberanistas presos en otros lugares del Estado.
– ¿Cómo ve la situación política a las puertas del juicio?
– El juicio comenzará en un momento de restricción de los derechos democráticos en todos los ámbitos. Nuestra visita coincidió con las detenciones de una serie de personas en Cataluña, incluidos dos alcaldes, por el hecho de manifestarse. Pero la amenaza contra derechos y libertades va más allá de Cataluña. En Andalucía estamos asistiendo también a una regresión. Sevilla es una de las provincias con más multas gubernativas en base a la “Ley Mordaza”. El juicio del 1-O no afecta sólo al derecho a decidir de Cataluña sino que se inscribe en un marco de restricción de libertades en todo el Estado.
– Su visita ha venido poco después de un cambio político en su país. ¿Qué está pasando en Andalucía?
– Cuando se habla de resultados electorales, hay que ir con cuidado. Las noticias sobre unas elecciones siempre giran en torno a los resultados sobre votantes efectivos. Pero hay que tener en cuenta otros elementos. En Andalucía hubo una abstención muy alta, de cerca de un millón de ciudadanos censados que retiraron su apoyo a partidos como el PSOE y Adelante Andalucía. El PSOE perdió unos 400.000 votos y el espacio de Podemos-IU unos 300.000. Esto dio la vuelta a los porcentajes. Pero es interesante señalar que el voto sumado de las tres fuerzas de la derecha dura fue inferior al que obtuvieron en las anteriores elecciones. En los resultados también hay una clara responsabilidad de las políticas de derechas llevadas a cabo por los gobiernos “socialistas” en Andalucía durante casi cuarenta años.
– ¿Es el fin de un régimen, en cierto modo?
– Sí. El PSOE de Andalucía construyó su poder con el modelo del PRI mexicano y unas gotas de peronismo. Se abre ahora un periodo diferente que, al menos, puede servir para que algunos abran los ojos. Pero las políticas no cambiarán mucho, salvo que será un giro más hacia la derecha que puede hacer que muchos andaluces vean la naturaleza de estas políticas y su continuidad respecto a la que ya se estaba haciendo (que en ningún modo eran de izquierda). Ahora, Susana Díaz ya se presenta como supuesto dique “contra la derecha”, cuando ella y su partido no han hecho sino políticas derechistas.
– ¿Cuál será el efecto más evidente de la presencia de Vox en el Parlamento andaluz?
– Creo que lo más grave es que su sola presencia “blanquea” a los demás partidos. No solo al PP y Ciudadanos, que pasan a tener una imagen “moderada”, sino también al PSOE, porque le da pie a seguir intentando aparecer como de izquierda (con la inestimable ayuda de IU y de Podemos que se resisten a calificarlo como de derecha). La segunda Restauración borbónica, como la primera en el siglo XIX, se ha basado en el turnismo, en la alternancia entre dos grandes partidos –uno claramente de derecha y otro supuestamente de izquierda- tanto a nivel del Estado como en los diferentes territorios, con las excepciones de Catalunya y Euskadi por la fuerza de sus partidos nacionalistas. Andalucía ha sido otra excepción: siempre ha gobernado el mismo partido, con mayoría absoluta o apoyado en partidos-muleta cuando lo ha necesitado (el Partido Andalucista en una época, IU o, más recientemente, Ciudadanos.
– Usted es uno de los antropólogos más reconocidos de su tierra. ¿Qué peso tienen todavía los tópicos sobre la identidad andaluza?
Siempre digo que hemos sufrido cuarenta años de franquismo y cuarenta de cloroformo. Si hiciéramos un análisis de lo que, por ejemplo, ha sido Canal Sur, la televisión andaluza, veríamos que ha sido un motor de alimentación de tópicos para que fueran asumidos por los andaluces en un perverso juego de espejos. De hecho, muchas expresiones culturales andaluzas ya habían sido vampirizada, eliminando su significación popular y los elementos que pudieran tener de cuestionamiento del orden social, incluso reconvirtiéndolas en genéricamente españolas. De esta manera se negaba la existencia de una cultura propia andaluza. Y también la plurinacionalidad del Estado. Si analizamos la política educativa de la Junta, salvo una etapa inicial, Andalucía no está prácticamente en los currículos escolares. Incluso la celebración del 28 de febrero, Día oficial de Andalucía (para los soberanistas lo sigue siendo el 4 de Diciembre), en la mayoría de centros escolares su celebración solo consiste en que los niños desayunan pan con aceite,
– ¿Ha habido una voluntad de aguar una conciencia de ser andaluza?
– Yo diría que desde el día siguiente del famoso referéndum del 28 de febrero de 1980, cuando los andaluces le ganan la partida al partido que entonces gobernaba el Estado, la UCD, y votan por ser una autonomía de primer nivel, hubo una planificación organizada desde la propia Junta para desmontar y desacelerar la dinámica de fortalecimiento de la conciencia de identidad andaluza, no solo en el ámbito político sino también en el cultural y el histórico.
– Cuando dice que se han desactivado expresiones culturales andaluzas, póngame algún ejemplo destacado.
– Por ejemplo el flamenco. Ya en el siglo XIX, algunos de los más importantes folcloristas (una palabra que tenía entonces un significado muy diferente de lo que tendría después), como el padre de los Machado, se acercaron al fenómeno flamenco como expresión de la experiencia vital de los sectores populares andaluces. El flamenco -que es un complejo cultural mestizo, resultado de la fusión de elementos de las diversas fuentes de la identidad andaluza actual- fue banalizado, desactivado de sus significaciones profundas, hasta convertirlo en un entretenimiento para las clases acomodadas. Valga la escena de los señoritos medio borrachos que pagaban a bailaoras y cantaores para prolongar sus fiestas. Y ni se enteraban del significado de las coplas, ni del taconeo que expresa autoafirmación y rabia popular. Esto es así, aunque a menudo muchos flamencos no sean conscientes de ello, debido a lo que Franz Fanon llamó “síndrome del colonizado”. A finales del franquismo y durante la “Transición política” si hubo una reactivación consciente del flamenco Figuras como Moreno Galván, Morente y otras señalaron su relevancia cultural: su carácter de clase y nacional andaluz. Y también se han tergiversado otras expresiones y rituales que contenían elementos de contestación y rebeldía contra el orden social dominante
– ¿Cuál sería el caso más emblemático?
– Podríamos hablar del Rocío, que pasa por ser la síntesis de los tópicos andaluces pero que es un fenómeno muy complejo. En realidad, históricamente se trata, en el fondo, de un ritual de rebelión de los campesinos pobres y jornaleros sin tierra de los pueblos cercanos a las marismas, que adoptaron el símbolo religioso como emblema para su reivindicación del uso comunitario de un territorio que ha estado monopolizado por la nobleza, luego por la monarquía y después por el Estado… Otro ejemplo podría ser el mito de Carmen. Esta suele ser presentada como una folclórica casquivana andaluza. Otra lectura, alternativa, es verla como una proletaria liberada, una mujer que decide por sí misma en un en el que todo el poder lo tienen los hombres… Detrás de muchos tópicos andaluces late una fuerza popular profunda, de una enorme potencialidad, que ha sido neutralizada por los poderes dominantes mediante el monopolio de su interpretación.
– Ha habido también muchos tópicos en cuanto a la relación entre catalanes y andaluces.
– Aquí habría muchos elementos a considerar. Cientos de miles de andaluces tuvieron que emigrar en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Gran parte de ellos fueron a Catalunya. Incluso, a veces, hubo verdaderos trasplantes poblacionales. Se cuentan que, en algunos casos, se llevaron allí incluso a la patrona del pueblo. Ellos, con su trabajo, han contribuido de manera importante a hacer de ese país lo que es ahora. Frente a la tentación de construir guetos, por un lado, y a la de sentirse “invadidos”, por el otro, la realidad es que la gran mayoría de los andaluces se integraron socialmente, sin demasiadas dificultades, en la sociedad catalana aunque conservando casi siempre, o incluso reafirmando, sus expresiones culturales propias. Esto fue facilitado por el hecho de que tanto Cataluña como Andalucía son culturas mestizas, muy plásticas y con capacidad para los procesos adaptativos. Lo que ocurre es que ha interesado a los poderes dominantes del Estado, y también a los de Catalunya y Andalucía, que no se diferencie entre integración social, identidad cultural y pertenencia a un sujeto político nacional. Es una estrategia para dividir al pueblo de Catalunya y volver a negar la plurinacionalidad cultural y política del Estado.
– Hace años se había intentado poner en peligro la cohesión social.
– Sí, es el peligro de lo que se llamó “las dos comunidades”, que no existen porque la inmensa mayoría de origen andaluz están plenamente integrados en Catalunya, lo que no quiere decir que muchos no se sigan sintiendo identitariamente andaluces. Esto, que es un enriquecimiento cultural dentro de una nación como la catalana, ha sido empleado históricamente para dividir a la sociedad catalana. La realidad es otra. Yo recuerdo que en la gran manifestación del 4 de diciembre del 77 en Barcelona –el día en que millones de andaluces salimos a la calle en las ciudades y pueblos de Andalucía y de la emigración, exigiendo autogobierno- muchas banderas de Catalunya acompañaron en Barcelona a la verde, blanca y verde de Andalucía a las de Andalucía, en gesto solidario. Nosotros, con nuestra visita a Lledoners, hemos rememorado aquella otra visita que el líder histórico del andalucismo Blas Infante hizo a Lluís Companys cuando este y algunos de sus ministros estaban confinados en el penal del Puerto de Santa María, en Cádiz, en 1935.
– En Cataluña, la líder de la oposición, Inés Arrimadas, es una persona de Jerez de la Frontera. ¿Cree que representa este encuentro entre la cultura andaluza y la catalana?
– Mire, esa señora yo no sé de dónde ha salido. En la campaña electoral andaluza se ha paseado por allí. Será andaluza de nacimiento pero, desde luego, no es andaluza de conciencia. Encarna el ultraespañolismo más anticatalán y también más antiandalucista. Utiliza la demagogia y un populismo barato agarrándose a determinados tópicos. Y parece que, hasta ahora, en Catalunya con éxito acogiéndose al paisanaje puramente administrativo que tiene con los andaluces de ahí. Cuando viene a Andalucía airea sus orígenes y, a la vez, nos quiere enseñar a los andaluces cómo debemos mirar a los catalanes. A esa señora, si la escucha hablar alguien que no sabe qué pone su DNI, difícilmente la situaría como jerezana.
– ¿Y eso?
– Ella no habla como la gente de Jerez. Y tampoco como la gente de Cataluña de origen andaluz que yo conozco. Practica una especie de castellano normalizado, de laboratorio, como es también de laboratorio el partido al que pertenece. En Andalucía, hasta que la publicitaron los medios, no la conocíamos de nada. Y ella muestra que de Andalucía no sabe nada.
– ¿Cómo es que el andalucismo político ha tenido tantas dificultades para consolidar un espacio propio?
– Han pasado muchas cosas. En la segunda mitad de los años setenta hubo una eclosión andalucista y el sentimiento andalucista se estaba traduciendo también en conciencia política. Hay que contextualizar que, a finales de la dictadura, el principal problema social a nivel del Estado era el andaluz y el principal problema político era el vasco. Si en Andalucía se hubiera fortalecido un nacionalismo de izquierda y soberanista, Andalucía se habría convertido en el principal problema a la vez social y político. Y esto el Estado no lo hubiera podido asumir. Sin esta clave no se entienden muchas cosas. Todos los partidos políticos estatales y no sólo los de derechas, incluido el PCE, colaboraron a partir de 1980 al proceso de desmontaje de la conciencia nacional andaluza. .
– El Partido Socialista Andaluz.
– Ese partido fue importante precisamente durante la Transición. Tuvo protagonismo en la reactivación de los símbolos de la nacionalidad pero fue muy ambiguo ideológicamente y tuvo una línea política muy errática. Por ejemplo, en las primeras elecciones democráticas municipales, en 1979, realizó un intercambio de cromos sacrificando las alcaldías de Granada y Huelva para obtener la de Sevilla. Luego apoyó a la UCD en el Congreso de los Diputados , lo que fue considerado una traición porque aquel partido, desde el gobierno, había pedido la abstención en el referéndum del 28F. Años después, en Sevilla pactaron con el PP y con el PSOE sucesivamente solo para conservar la concejalía de Urbanismo… También el PSOE les atacó de forma implacable para revestirse de un supuesto andalucismo. Se desarrollaron durísimas luchas internas… Perdió casi toda su credibilidad y su historia fue la crónica de una desaparición anunciada. Entretanto, la izquierda soberanista no pudimos –o supimos- ocupar ese espacio político, que continúa hoy descubierto. Pero esto mismo es hoy una gran oportunidad, si conseguimos que los movimientos sociales y políticos confluyan en la reivindicación de la soberanía como instrumento para la solución de nuestros problemas y la defensa de nuestra identidad como Pueblo.