miércoles, 23 de junio de 2021
Cuba. Bloqueo de Estados Unidos alcanza nivel de hostilidad superior
Estados Unidos bloquea las vacunas del covid para Venezuela
María Páez Victor
Mensaje del Papa Francisco para la V Jornada Mundial de los Pobres
Pagola: “En la Iglesia, los varones seguimos sospechando de todo movimiento feminista”
No son suicidios, son asesinatos
Sergi Raventós
Anne Burghard, secretaria general de la Federeación Mundial luterana
El machismo mata, el negacionismo mata, el patriarcado mata
Ángela González, Itziar Prats, Ruth Ortíz
Para recrear la justicia y restablecer la sociedad: Perdón sabático, jubileo (e indultos)
Xavier Pikaza, teólogo
A Andrés Ortiz-Osés. In memoriam
José Arregui
‘Con la crisis, los últimos tienen que ser los primeros’
José A. Pagola
P. José Antonio Pagola, licenciado en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma, en Sagrada Escritura por el Instituto Bíblico de Roma y diplomado en Ciencias Bíblicas por la Escuela Bíblica de Jerusalén, ha sido profesor en el Seminario de San Sebastián y en la Facultad de Teología de Vitoria.
Una Iglesia con sensibilidad, incluso crítica nos lleva a una Iglesia más evangélica y más humana.
Vamos a tener que aprender a vivir una vida más austera y sin duda más sana, aprendiendo a renunciar y a ser solidarios, desde la familia al propio entorno.··· Ver noticia ··
Obispos con olor a petróleo
José Carlos Enríquez Díaz
Domingo 27 de Junio 13º Ordinario Cirilo de Alejandría (444)
En el evangelio vemos que Jairo viene de vuelta de la sinagoga. A pesar de ser jefe de esa institución no ha encontrado en ella la salvación para su hija; el judaísmo, representado por la institución más importante después del templo, no conduce a la vida; la hija de Jairo, imagen del pueblo, está abocada a una muerte irremediable. Por eso Jairo, tal vez desesperado y desilusionado con aquel viejo sistema, acude a Jesús, buscando vida para su hija. Y estando con él se entera de que su hija ha muerto: ¿Para qué molestar más al maestro?, le dicen. La gente piensa que se molesta al maestro pidiéndole que dé vida. No saben que “él ha venido para que tengan vida y vida abundante”, como dice el evangelista Juan. Jesús, en estas circunstancias extremas, no se arredra: “No temas, ten fe y basta...”. Para quien cree la muerte es un sueño del que se puede despertar. IR A LA PÁGINA
DOMINGO 13 Tiempo ordinario – B (Marcos 5,21-43)
José Antonio Pagola
UNA «REVOLUCIÓN IGNORADA»
Jesús adoptó ante las mujeres una actitud tan sorprendente que desconcertó incluso a sus mismos discípulos. En aquella sociedad judía, dominada por los varones, no era fácil entender la nueva postura de Jesús, acogiendo sin discriminaciones a hombres y mujeres en su comunidad de seguidores. Si algo se desprende con claridad de su actuación es que, para él, hombres y mujeres tienen igual dignidad personal, sin que la mujer tenga que ser objeto del dominio del varón.
Sin embargo, los cristianos no hemos sido todavía capaces de extraer todas las consecuencias que se siguen de la actitud de nuestro Maestro. El teólogo francés René Laurentin ha llegado a decir que se trata de «una revolución ignorada» por la Iglesia.
Por lo general, los varones seguimos sospechando de todo movimiento feminista, y reaccionamos secretamente contra cualquier planteamiento que pueda poner en peligro nuestra situación privilegiada sobre la mujer.
En una Iglesia dirigida por varones no hemos sido capaces de descubrir todo el pecado que se encierra en el dominio que los hombres ejercemos, de muchas maneras, sobre las mujeres. Y lo cierto es que no se escuchan desde la jerarquía voces que, en nombre de Cristo, urjan a los varones a una profunda conversión.
Los seguidores de Jesús hemos de tomar conciencia de que el actual dominio de los varones sobre las mujeres no es «algo natural», sino un comportamiento profundamente viciado por el egoísmo y la imposición injusta de nuestro poder machista.
¿Es posible superar este dominio masculino? La revolución urgida por Jesús no se llevará a cabo despertando la agresividad mutua y promoviendo entre los sexos una guerra. Jesús llama a una conversión que nos haga vivir de otra manera las relaciones que nos unen a hombres y mujeres.
Las diferencias entre los sexos, además de su función en el origen de una nueva vida, han de ser encaminadas hacia la cooperación, el apoyo y el crecimiento mutuos. Y, para ello, los varones hemos de escuchar con mucha más lucidez y sinceridad la interpelación de aquel de quien, según el relato evangélico, «salió fuerza» para curar a la mujer.
CONVERTIR EL CORAZÓN O LA CONCIENCIA
FE ADULTA
DOMINGO 13º T.O. (B)
(Mc 5, 21-43) Contigo hablo, niña, levántate.
Según Jesús, el corazón o la conciencia es el centro de la vida moral o el lugar donde se decide la voluntad de Dios. No se trata de cumplir unos preceptos legales sino de llevar a cabo la nueva justicia del Reino, que es defender a los vulnerables de la sociedad. De ahí la exigencia de convertir el corazón o la conciencia.
La referencia a la palabra de Dios no es en Jesús algo abstracto o individual sino referido a la comunidad creyente en medio de las situaciones históricas de injusticia en el “tiempo presente” a través de la lectura de los signos de los tiempos. El “amaros unos a otros” es la clave para afrontar los desamparos y los desvalimientos de las personas concretas.
La conciencia es el acontecimiento central de la interioridad o subjetividad cristiana, mediante la cual la persona creyente se siente relacionada íntimamente con Dios (aunque no siempre caiga en la cuenta de ello) en Jesucristo por medio de la fe. La fe genera energía para dar un paso adelante en momentos concretos, para abandonar la poltrona, las seguridades, la comodidad alienante, la indolencia interesada; en realidad, la fe mueve endorfinas, esa sustancia que elabora el cerebro para ponerse en acción, que dirían los entendidos. De la conciencia brotan las decisiones, el discernimiento, los juicios, etc., en el ámbito de las conductas, guiados por la palabra y la acción de Jesús que libera a las personas y proclama la buena noticia de que las cosas pueden cambiar.
Dice Esperanza Borús[1], que la primera de las curaciones que el alma necesita es no perderse en las identificaciones o enredos que nos ofrece engañosamente el mundo a fin de que el flujo de sangre (sangre = espíritu) sea cortado y todas esas energías vuelvan de nuevo a su fuente que es el Ser. El relato nos dice que la mujer había gastado sus bienes sin resultado alguno e incluso había empeorado. Esto es, el camino verdadero es aquel que nos lleva al núcleo mismo de nuestro Ser esencial. Los demás caminos nos desvían, nos desorientan y nos alejan de la íntima unión del alma con la Divinidad.
Mas cuando el alma roza, aun levemente, y experimenta la verdad del corazón, fuente de vida inagotable, y la fuerza necesaria para despertar, es cuando el Cristo oculto en nuestro interior reconoce al alma que lo busca; esa unión se profundiza y se abisma en el Amor.
Jesús al llegar a la casa de Jairo, echa a esos “egos” que no nos permiten acceder a la Verdad plena. Es entonces cuando el alma “despierta” y se levanta. Que el tiempo se ha cumplido viene expresado por el número doce, que indica perfección, y que el evangelista Marcos señala que es la edad de la niña y los años de búsqueda de la mujer que perdía sangre. Cuando buscamos fuera lo que llevamos en nuestro interior el encuentro íntimo no se produce.
Con frecuencia en los relatos donde se narran milagros de sanación o resurrección Jesús insiste en no divulgar lo sucedido. “Les insistió en que nadie lo supiera”, advertencia a ser prudentes y no exponer la Verdad a los extraños que puedan pisotearla, manipularla. El alma ha de nutrirse para fortalecerse. Por eso Jesús les pide que “le dieran a ella (al alma) de comer”.
Mas, ¿cuál es el vínculo entre corazón, conciencia y alma en búsqueda de la Verdad, del Amor? Esos signos o señales que la sociedad y el mundo actual nos ofrecen cada día. Para Jesús, el Reino de Dios era ante todo remediar el sufrimiento humano en todas sus formas y hacer posible la felicidad en cada circunstancia. Algo no siempre fácil y hasta arriesgado en determinadas ocasiones.
Vivimos en una sociedad enferma que da la espalda al dolor de las víctimas y sigue aplazando los temas de fondo que sacarían a muchos de situaciones de riesgo, especialmente las mujeres, sujetos seculares de explotación y sufrimiento. Francisco, en la Fratelli Tutti, nos recuerda que en la base de todo está la caridad que transforma e invita al compromiso por el Bien Común y el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos. A pesar de que la comunidad internacional ha adoptado acuerdos para poner fin a la esclavitud y a todo desamparo, todavía hay millones de personas privadas de su libertad y obligadas a vivir en condiciones de esclavitud (FT 24).
En todo caso, la oración viene en nuestro auxilio para tener fuerza, para perder el miedo, para no sentirnos solos/as, para transformar la realidad. Cuando las noticias de cada día nos dejan helada la sangre, cuando el corazón se nos rompe de dolor, de impotencia, cuando los “por qué” quedan sin respuesta sólo nos queda la confianza de “Aquel que sustenta nuestra fe” pues “ahora” es Él quien está sosteniendo todas las cosas. Eso no es sólo cierto del universo físico, incluso nuestros cuerpos y todo lo que somos, sino que abarca las otras fuerzas y poderes en el mundo: psicológicos, sociales, espirituales y cuantos acontecimientos ocurren en él. Algo que solemos olvidar los cristianos tan acostumbrados a ver las cosas a través de los medios de comunicación sin caer en la cuenta de la fuerza que todo lo Unifica, por incomprensible que nos parezca.
Jesús se retiraba a orar una y otra vez. En Getsemaní agobiado por una angustia mortal, en la cruz, envuelto en tinieblas por el silencio de Dios, reza por todos incluso por aquellos que lo han condenado. Ora sin renunciar nunca a la confianza en su Abbá-Dios. Porque “incluso en el más doloroso de nuestros sufrimientos, nunca estamos solos”.
¡Contigo hablo, levántate! ¡No tengas miedo!
¡Shalom!
¡BASTA QUE TENGAS CONFIANZA!
FE ADULTA
Mc 5,21-42
Del final del c. 4 de Mc pasamos al final de c. 5. En este capítulo, antes del relato que vamos a leer, Jesús cura a un endemoniado y permite que los espíritus inmundos se metan en una piara de cerdos que se precipita en el mar. Jesús vuelve a atravesar el lago en dirección a Galilea, y allí encuentra de nuevo a la multitud que le busca. El domingo pasado nos hablaba del “poder” de Jesús sobre la naturaleza. Continúa el evangelio con la manifestación de “poder” sobre los espíritus inmundos. Hoy damos dos pasos más: “Poder” sobre la enfermedad; Y “poder” sobre la muerte (la hija de Jairo). No cabe una síntesis más clara, ordenada y progresiva de la actividad salvadora de Jesús.
En el doble relato de hoy, descubrimos un mensaje muy profundo. Por una parte, la niña y su padre son imagen de los sometidos a la institución. Jairo es un cargo público, aunque no estrictamente religioso. La mujer enferma representa a los marginados y excluidos por una interpretación demasiado legalista de la Ley. Este simbolismo se hace más claro por el anonimato de las dos mujeres, y los doce años de enfermedad de la mujer y los doce años de vida de la niña. El número doce es símbolo de Israel.
Jairo (símbolo de la institución) no encuentra salida en la religión y busca la salvación en Jesús, que había sido rechazado por sus jefes. La decisión es tan difícil que espera hasta el último momento para ir en busca de Jesús. La mujer enferma también se había gastado toda su fortuna en buscar salvación. Tampoco le quedaba otra salida. La religión no solo no le daba solución, sino que la excluía hasta límites inimaginables hoy. Uno viola formalmente la Ley acudiendo a un proscrito. La otra viola literalmente la Ley tocando a Jesús. En ambos casos, Jesús apela a la fe-confianza como motor de salvación.
Para descubrir la importancia del relato hay que tener en cuenta las leyes de pureza que afectaban a la mujer. El Levítico dice: "La mujer permanecerá impura cuando tenga su menstruación o hemorragias. La mujer considerada impura y causante de impureza. Podemos imaginar la tara psicológica que dejaba en la mujer esta consideración de impura. La hemorroísa tenía prohibido tocar y ser tocada. Ella sabe que el acto que puede salvarle está prohibido por la Ley. Sin embargo, doce años de sufrimiento la empujan. Esta valentía no está exenta de temor; se acerca por detrás. Tocar a Jesús no solo manifiesta la confianza en él, sino en sí misma. Su valentía le devuelve la salud.
Con una aguda sensibilidad, más que humana, percibe que le han tocado (todos le están apretujando). Cuando Jesús pregunta “¿Quién me ha tocado?”, está dando a entender que alguien ha llegado hasta él buscando una respuesta a su opresión. Aceptando ser tocado, más allá de la norma, entra en la dinámica que la mujer había iniciado. Se abre a la comunicación profunda y sanadora a través del cuerpo. Los dos están expresando lo mejor de sí mismos. El cuerpo “impuro” de la mujer es reconocido y aceptado como normal. Dejándose tocar, Jesús se coloca por encima de los códigos sociales y religiosos. Una relación que abarca todos los aspectos del ser: el físico, el psíquico y el religioso. La mujer se salta la Ley, pero Jesús va más allá y reacciona como si la Ley no existiera.
El milagro se produce sin que intervenga la voluntad de Jesús. La fe-confianza de la mujer desencadena la curación. Este relato es una mina para tratar de descubrir qué es lo que sucedía de verdad cuando el evangelio habla de “milagros”. No significa una acción en contra de las leyes de la naturaleza. Todo lo contrario. Es dejar libre la naturaleza para que pueda desarrollar su ‘ley’ sin las trabas que le pone la racionalidad. Porque esa armonía es lo normal. Llamamos milagro a procesos que serían los más naturales: Un ser humano liberado de sus complejos, de sus miedos, de una religión opresora; Un ser humano que puede empezar a ser él mismo, a valorarse porque se siente apreciado.
Se reanuda el relato de la hija de Jairo con la llegada de los emisarios, que traen noticias de muerte. Jesús es portador de vida y le dice a Jairo: basta que tengas fe. La multitud se pone de parte de los emisarios de muerte y se pone a llorar; pero Jesús no hace ningún caso y sigue adelante. Cogió de la mano a la muchacha, pero a diferencia de la suegra de Pedro, no la levanta, sino que le dice: ¡levántate!, el mismo verbo que Mc emplea para hablar de resurrección. En contra de lo que dice expresamente la Ley, toca a un muerto, y en vez de quedar contaminado de muerte, da la vida al cadáver.
No nos engañemos, la importancia de estos relatos no está en el hecho de curar o de resucitar, sino en el simbolismo que encierran. Pensar que la obra de Jesús se puede encerrar en tres resurrecciones y en una docena de curaciones, es ridiculizar su figura. Objetivamente, los curados volverán a enfermar y entonces no estará allí Jesús para curarlos. Los resucitados volverán a morir sin remedio. Jesús no puso el objetivo de su misión en una solución de los problemas. La salvación de Jesús es para todos y en cualquier circunstancia; También para los enfermos, marginados, explotados. Si no tengo esto en cuenta, puedo pensar que la salvación de Jesús no es para mí.
En el AT queda claro que Dios no hizo la muerte. Jesús va más allá y nos dice que Dios no quiere nada negativo para el hombre. Las limitaciones son inherentes a nuestra condición de criaturas. La salvación está siempre en un plano superior y más pleno que toda limitación. Se puede dar en plenitud, a pesar de cualquier limitación, incluida la muerte. La salvación, la que propone Jesús, libera siempre. No se trata de un premio para privilegiados sino de una oferta absoluta de Dios para todos. Esa fuerza, que Jesús era capaz de poner en marcha, está disponible para todos; lo único que tenemos que hacer, es dejar que actúe. Nos puede salvar, de la misma manera que tiene poder para bloquear los procesos naturales y causar así un daño a su propio ser y/o a los demás.
En los dos casos, la multitud queda al margen de la salvación. Para Jesús, los entes de razón (multitud, pueblo, iglesia) no pueden ser objetos de salvación. Lo que le importa es la persona, porque es lo único real. Esto lo hemos olvidado y hemos cometido el disparate de sacrificar a la persona en aras de la institución. También hoy tendría que ser nuestra principal tarea el liberar a tantos seres humanos atrapados en las interpretaciones aberrantes de Dios y de su Ley. La religión seguirá oprimiendo y esclavizando mientras seguimos dando más importancia a la institución que a la persona.
Meditación
En el orden espiritual, es imprescindible la fe-confianza.
Sin confianza en el OTRO no daremos un paso.
Tu lámpara está capacitada para iluminarse.
Toda la energía está a tu disposición.
Solo tienes que dejar que fluya la corriente.
DOMINGO XIII EN BUSCA DE LA MEJOR MEDICINA
FE ADULTA
Los relatos de milagros son como contenedores bien cerrados, unos juntos a otros, sin que se mezcle su contenido. El pasaje de Marcos que leemos hoy recuerda, en cambio, a las muñecas rusas: un milagro dentro de otro. Jesús va a curar a una niña y se cuela por medio una enferma con flujo de sangre. Esa mezcla da gran dramatismo e interés al conjunto.
En busca de la mejor medicina (Mc 5,21-43)
La medicina tradicional: imposición de manos
El comienzo parece normal: un padre preocupado por su hija gravemente enferma. Lo que no es normal es su convencimiento de que Jesús pueda curarla con sólo ponerle la mano encima. En nuestra cultura, el enfermo agradece que el médico no le hable a distancia; que lo ausculte y lo palpe, si es preciso. En la cultura antigua, el hombre santo y el curandero ejercen su poder mediante el contacto físico. En el evangelio de Lucas se dice que «toda la gente intentaba tocarlo, porque salía de él una fuerza que curaba a todos» (Lc 6,19). En efecto, Jesús cura a la suegra de Pedro tomándola de la mano; imponiendo las manos cura a diversos enfermos (Mc 6,5; Lc 4,40), a un sordomudo (Mc 7,32), a un ciego (Mc 8,23.25), a la mujer tullida (Lc 13,13); poniendo barro en los ojos del ciego de nacimiento le devuelve la vista (Jn 9,15); y a los discípulos les concede el poder de curar enfermos imponiendo las manos (Mc 16,18). Quien se haya fijado en las citas, habrá visto que casi todas son de Marcos y Lucas. Parece que a Mateo y Juan no les entusiasmaba el procedimiento, podría causar la impresión de un poder mágico.
Una nueva receta: tocar el manto
Si Jairo está convencido de que la imposición de manos de Jesús basta para salvar a su hija, la mujer con flujo de sangre va mucho más lejos: le bastaría tocar su manto. La idea del manto milagroso se encuentra también en otro relato posterior del mismo Marcos: «En cualquier aldea, ciudad, o campo adonde iba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejara tocar al menos la orla de su manto. Y los que lo tocaban se sanaban» (Mc 6,56 = Mt 14,36).
El relato acentúa la gravedad y persistencia de la enfermedad (¡doce años!), el fracaso de los médicos y el dineral gastado en buscarle solución. De repente, a la mujer le basta oír hablar de Jesús para depositar en él toda su confianza; ni siquiera en él, en su manto. ¿Fe o desesperación? Algunos de los primeros cristianos, amantes de aplicarse los relatos evangélicos, podrían identificarse fácilmente con la mujer. «Yo también estaba desesperado, oí hablar de Jesús, y todo cambió.»
La verdadera medicina: la fe
La mujer se cura al punto. Pero el relato toma un sesgo dramático. Jesús nota que una fuerza especial ha salido de él y quiere saber quién la ha provocado. Pregunta, rechaza la excusa de los discípulos, mira con atención a su alrededor, hasta que la mujer se presenta temblorosa y asustada. (Marcos describe a Jesús de forma tan humana, tan poco ortodoxa, que Mateo suprimió toda esa parte en su evangelio: Jesús no necesita indagar, sabe perfectamente lo que ha pasado).
El lector termina poniéndose en contra de Jesús y a favor de la mujer. ¿Por qué le está haciendo pasar un rato tan malo? Es un recurso genial de Marcos, el mismo que utiliza en la curación de la hija de la mujer cananea: poner al lector en contra de Jesús y a favor del quien le suplica. ¿Para qué? Para que Jesús ofrezca al final la verdadera enseñanza.
Imaginemos que la mujer se cura y Jesús no pregunta nada. El lector se dice: «Llevaba razón la mujer. Bastaba con tocarle el manto.» Quizá añadiría: «En realidad, quien cura es Jesús, no el manto.» Pero todo el teatro montado por Jesús sirve para llegar a una conclusión muy distinta: «Hija, tu fe te ha curado.» Ni Jesús ni el manto, «tu fe». Esta afirmación podrá parecer atrevida, casi herética, a algunos teólogos. Pero, en este caso, Mateo y Lucas coincidieron con Marcos al pie de la letra: «Hija, tu fe te ha curado.»
Una medicina que, además de curar, resucita
La acción vuelve a su origen, pero de forma trágica: la niña ha muerto. No hay que molestar al Maestro. Pero Jesús le recomienda al padre la medicina usada por la hemorroisa: «No tengas miedo; tú ten fe, y basta». Siguen hasta la casa y se sumergen en un mundo de llantos y lamentos.
La gente es lista, no se deja engañar por Jesús
Cuando yo era joven, me indignaba leer que la gente se ríe de Jesús cuando dice que la niña no está muerta, sino dormida. Me parecía una tremenda falta de respeto. Pero estaba equivocado. La risa de la gente demuestra que Jesús no puede engañarlos. Él quiere pasar desapercibido, presentar lo que hace como algo normal, sin importancia; pero la gente sabe muy bien que la niña ha muerto, que Jesús ha realizado un gran milagro. El detalle final de darle a la niña de comer sirve para demostrar la realidad de la resurrección.
Resurrecciones en esta vida y fe en la vida futura
La resurrección de la hija de Jairo (contada por Marcos, Mateo y Lucas) trae a la memoria otros relatos parecidos, pero peculiares: la resurrección del hijo de la viuda de Naín, que sólo cuenta Lucas; y la resurrección de Lázaro, que sólo cuenta Juan. ¿Cómo es posible que estos dos hechos tan famosos no se encuentren en los cuatro evangelios? Es cierto que la tradición oral olvida a menudo cosas y detalles. Pero resulta extraño que un evangelista no los conozca. Como un biógrafo de Beethoven que no ha oído hablar de la 9ª Sinfonía.
A los evangelistas no les preocupaba, como a nosotros, el hecho histórico en cuanto tal, sino la realidad de lo que contaban. Lo importante no es que Jesús resucitase a Lázaro (que al cabo de los años volvería a morirse), sino que nos resucitará a todos a una vida sin fin. «Yo soy la resurrección y la vida» es también el gran mensaje de la resurrección de la hija de Jairo.
La victoria sobre Satanás (Sabiduría 1,13-15; 2,23-24)
La 1ª lectura, tomada del libro de la Sabiduría, afirma que la muerte no es algo querido por Dios, entró en el mundo por envidia del diablo. Aunque esto resulte discutible desde un punto de vista científico moderno, así lo interpretaban los judíos del siglo I. Con ello, la resurrección de la hija de Jairo adquiere un sentido nuevo. Marcos enfoca su evangelio como una lucha entre Jesús y Satanás. Y este es un ejemplo de su victoria sobre el que introdujo la muerte en el mundo por envidia.
Solidaridad en tiempos de migración (2 Corintios 8,7.9.13-15)
Aunque no tenga relación con el evangelio, el fragmento de Pablo es de enorme actualidad en una época en la que miles de personas (hermanos nuestros) se encuentran en grave necesidad de acogida, comida, vestido, trabajo…
Pablo anima a los corintios a ayudar económicamente a la comunidad madre de Jerusalén, que sufre la terrible hambruna del tiempo del emperador Claudio. Su mejor argumento es recordarles el ejemplo de generosidad de nuestro Señor Jesucristo.
Domingo XIII del Tiempo Ordinario 27 de junio Mc 5, 21-43 LEVÁNTATE
FE ADULTA
Para el autor del evangelio, tanto la mujer gravemente enferma como la niña fallecida son imagen del pueblo, al que considera “agonizando”. Y, en tal situación, quiere proponerle que se adhiera a Jesús, a quien muestra como fuente de salud y de vida.
En el nivel de consciencia mítico es lógico atribuir la salvación y la vida a alguna fuerza exterior -los dioses o héroes de que hablan las mitologías- que posee ese poder. Trascendido ese nivel, se hace manifiesto que la vida no es “algo” que se pueda comunicar desde “fuera”, sino que constituye justamente la identidad última de todo lo que es. Somos vida…, aunque con frecuencia lo olvidemos o incluso vivamos ignorándolo.
Afirmar que la salvación no viene de “fuera” no es una muestra de autosuficiencia o de orgullo espiritual, ya que el sujeto de aquella afirmación (“soy vida”) no es el yo particular, sino la propia Vida, nuestra verdadera identidad. Bien entendida, por tanto, esa afirmación implica una total desidentificación del yo, al que reconocemos solo como una “forma” en la que nos estamos experimentando, pero no como el “sujeto” de lo que somos.
El camino de la comprensión nace exactamente donde se cruzan las dos palabras de Jesús: “Tu fe te ha curado” y “Levántate”. La “curación” está en nosotros, pero necesitamos “levantarnos”.
Levantarse significa salir de la ignorancia y de la postración, soltar la queja y el victimismo y reconocer nuestra verdadera identidad, la vida que somos. “Levántate” significa: “Comprende lo que eres”. Desde ahí -lo decisivo siempre es el desde donde hacemos las cosas-, conectando con lo que realmente solemos, podremos “levantarnos”, ponernos en pie y “resucitar”.
A partir de esa experiencia, vivida con gozo y gratitud, podremos ayudar a otros a “levantarse” de cualquier situación de postración. El compromiso nacerá de la comprensión y fluirá a través de nosotros de una manera gratuita y desapropiada.
¿Vivo en actitud de ponerme en pie y de ayudar a vivir?
fe adulta
"Escuchar con nuestros ojos y ver con nuestros oídos nos enseña cómo abrir nuestras orejas y mentes en un nivel más profundo de receptividad y escucha” (Mark Coleman)
Domingo XIII del TO
Mc 5, 21- 43 "Él miraba alrededor para descubrir a la que lo había tocado"
La hemorroísa del evangelio de este domingo no se atrevía a hablar y utiliza el lenguaje corporal expresando con un gesto lo que quería decirle a Jesús. Y él, sensible siempre a los problemas humanos, advirtió: “Alguien me ha tocado, yo he sentido que una fuerza salía de mí” (Lc 8, 46).
Quizás sabía que el Maestro de Nazaret, siguiendo el ejemplo del filósofo latino Lucio Anneo Séneca (4 a.C- 65 d.C) aconsejaba: “escucha aún a los pequeños, porque nadie es despreciable entre ellos” Y así como hay un arte del bien hablar, existe también un arte del bien escuchar.
Tu enfermedad se esfumó de tu cuerpo y se cumplió en ti lo que Gong Li, protagonista de la película china Adiós a mi concubina (1993) dirigida por Chen Kaige, exclamó: “La vida en este mundo es como una noche en primavera”. Y tú, querida hemorroísa, la viste florecer en tu cuerpo y tu espíritu. Y también te encontraste con Jesús, como Saulo en el camino de Damasco; en aquella ocasión fue él quien le miro, pero esta vez quien le miró fuiste tú. El poeta escocés Robert Burns (1759-1796), escribió un poema que comienza con unos versos referidos igualmente a floraciones estacionales:
“O my Luve’s like a red, red rose,
That’is newly sprung in June”.
Una imagen -en este caso una mirada- dice mucho más que mil palabras, asegura el refrán. El contacto visual apenas dura unos segundos, pero la información que podemos obtener de ellos es mucho más de lo que pudiéramos sospechar.
Tu vida, floreció como la del mundo, como la del camino, como la de la primavera y el verano. En el AT encontramos elocuentes imágenes varias de transformación. Por ejemplo: el cayado de Moisés en forma de serpiente (Éx 7, 10); la roca de Horeb que se convierte en fuente de agua fresca (Éx 17, 6). Imágenes bíblicas que nos muestran la posibilidad de transformar nuestro interior, sin dejar de ser nosotros mismos.
Vincent van Gogh (1853-1890), pintor holandés, lo expresó de este modo considerando su vida llena de nuevos comienzos, cambios de paisaje e ideas de cosas cada vez mejor: transformación constante. Y así lo quiso representar en su cuadro Rama de almendro en flor, sobre un cielo iluminado de azul: óleo sobre lienzo (Museo Van Gogh, Ámsterdam, Países Bajos).
Jesús te miró a ti y tú le miraste a él. Y así tu enfermedad se esfumó de tu cuerpo a no sabemos dónde, y amanecieron en ti sugerentes floraciones estacionales.
“Escuchar con nuestros ojos y ver con nuestros oídos nos enseña cómo abrir nuestras orejas y mentes en un nivel más profundo de receptividad y escucha” (Mark Coleman).
Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), religiosa mexicana de la Orden de San Jerónimo y escritora exponente del Siglo de Oro de la literatura en español, canta en el siguiente poema la relación amorosa entre Jesús y los necesitados:
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me viese deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el amor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.