FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

miércoles, 1 de febrero de 2012

Uriarte invita a asumir el mensaje cristiano de la reconciliación


"Alentar la cultura de la paz y curar las heridas"

Uriarte invita a "asumir el mensaje cristiano de la reconciliación"

"Estar preparados ante las resistencias que despierta el mensaje y la acción reconciliadora"

Geolocalización de la noticia
Redacción, 01 de febrero de 2012 a las 16:55
 Los consejeros del Presbiterio propusieron al obispo crear una comisión de paz y reconciliación "atenta a la nueva situación"
El último Consejo del Presbiterio en Bilbao, bajo la presidencia del Obispo monseñor Mario Iceta, centró su trabajo sobre la paz y la reconciliación. Invitaron a este encuentro al Obispo emérito de San Sebastián, monseñor Juan María Uriarte y al profesor de derecho penal de la UPV-EHU y anterior director de Derechos Humanos del GV, Jon Mirena Landa. Ambos expusieron algunas reflexiones sobre el tema principal tratado en la sesión.
En la reunión, celebrada el pasado día 30 de enero, los consejeros propusieron al obispo crear una comisión de paz y reconciliación "atenta a la nueva situación", después de la decisión de ETA de no atentar, tal y como publica la página web de la Diócesis de Bilbao.
Ambos, Uriarte y Jon Landa, centraron sus intervenciones en la reconciliacióncon el fin de orientar al Consejo de Presbíteros sobre este asunto. Monseñor Uriarte planteó diez propuestas. Entre ellas, que se cultive la fiabilidad de la Iglesia "ante toda suerte de víctimas de la confrontación". También propuso "distinguir, sin separarlas, las dos vertientes de la reconciliación", que sitúa en la "resolución de los problemas que generan los conflictos y la reconstrucción de las relaciones personales y grupales".
Propuso, asimismo, "asumir el mensaje cristiano de la reconciliación que enriquece la recta concepción humana de esta realidad" y "estar preparados ante las resistencias que despierta el mensaje y la acción reconciliadora", así como "alentar la cultura de la paz y curar las heridas".
Jon Landa, por su parte, se refirió a la actitud potencial de la Iglesia por su capacidad de liderazgo de la comunidad eclesial en la reconciliación del tejido social, actuando "de forma integral y no de modo reactivo".
Entre sus propuestas, recomendó "canalizar y promocionar el establecimiento deencuentros entre diversas víctimas"; hacer un "diagnóstico a partir de la situación de las víctimas y de los encarcelados"; "la conveniencia de una carta pastoral y declaraciones adecuadas, reflexionadas y analizadas", así como realizar actos públicos, marchas y jornadas de oración "con calendario propio y no reactivo a los acontecimientos puntuales".
En su opinión, se debe actuar desde una perspectiva de un lenguaje evangélico y no político y mencionó el derecho internacional y los derechos humanos que "se encuentran en el horizonte y la perspectiva de esta cuestión".
Los consejeros del Presbiterio propusieron al obispo crear una comisión de paz y reconciliación "atenta a la nueva situación". (RD/Agencias)


Lo humano y lo divino


ATRIO

Una de las equivocaciones más torpes, que ha cometido la teología cristiana, ha sido presentar la relación del ser humano con Dios de tal manera que, para que esa relación sea correcta, al ser humano no le basta ser plenamente humano, sino que, además de eso, necesita divinizarse. Es decir, al hombre no le basta la “condición humana”, sino que, además de eso, necesita también la “condición divina”. Por eso y para eso, el ser humano necesita eso que los  entendidos en los asuntos de la religión cristiana llaman la “gracia santificante”.

Se discute en qué consiste esta “gracia santificante”. En cualquier caso, y se entienda como se entienda, los teólogos insisten en que, mediante la gracia divina, es como se obtiene su propia divinización.
Es verdad que, para los teólogos antiguos y medievales, “divinizar” al hombre no es lo contrario de “humanizarlo”, sino hacer que alcance su plenitud y su destino definitivo. Pero también es cierto que, al explicar este complicado asunto, los teólogos daban a entender, que si el hombre no alcanza se propia “divinización”, por eso mismo queda frustrado en su ser.
El problema que, sin darse cuenta, plantearon los teólogos mediante esta teoría está en que, en la mentalidad de muchos cristianos, la gente se veía ante un dilema terrible: “o Dios o el hombre”. Lo que, en definitiva, equivalía a integrar en la propia vida dos ideas aterradoras. Primera idea: la “distinción” radical entre “lo divino” y “lo humano”. Segunda idea: la “contraposición” e incluso el “enfrentamiento” entre “lo divino” y “lo humano”.
Ahora bien, desde el momento en que se vieron así las relaciones entre el hombre y Dios, desde ese mismo momento los hombres y las mujeres, que hemos pretendido ser religiosos, creyentes y practicantes…, nos hemos visto expuestos a situaciones extremadamente desagradables y erizadas de dificultades, que han llevado a mucha gente a tomar distancias en relación a Dios, a la religión y a todo cuanto se refiere a lo divino y lo sagrado. Por la sencilla razón de que, en todo eso, somos  muchos los que hemos visto un peligro o una amenaza para su propia humanidad.
¿Por qué? La cosa se comprende enseguida. Los teólogos, los moralistas, los obispos, basándose en estas teorías, al contraponer y al enfrentar “lo divino” a “lo humano”, se han sentido con el derecho y en el deber de presentar y exigir que todo “lo humano” se someta y se acople a todo cuanto se le ha presentado como decisión o imposición de “lo divino”. De ahí que, con frecuencia, las religiones imponen obligaciones, renuncias y sacrificios, que, en nombre de Dios y como voluntad de Dios, exigen a los humanos aceptar dogmas y presuntas verdades que no se entienden, privarse de cosas que todos naturalmente apetecemos o imponerse renuncias, privaciones y sacrificios que resultan sumamente costosos.
Yo entiendo, por supuesto, que una persona (por motivaciones religiosas o simplemente sociales) se prive de algo que le apetece, si, de esa privación, se sigue un bien para alguien, para otro ser humano, sea quien sea. Pero lo que no me cabe en la cabeza es que se pueda creer en un Dios al que le agrada (y se siente más satisfecho cuando ve) que sus fieles se privan de lo que les gusta, de lo que les proporciona bienestar y felicidad. De forma que se trata de un Dios que, en la medida en que ve a la gente sufrir, Él se pone más contento. ¿No es eso un “dios peligroso”, un “dios sádico”, un “dios indeseable”, que no merece sino nuestro desprecio?
Esta teoría según la cual “lo profano” tiene que someterse a “lo sagrado”, “lo laico” a “lo religioso”, “lo humano” a “lo divino”, está en la base de los incesantes conflictos (grandes y pequeños) que surgen en la sociedad entre las autoridades religiosas y los poderes civiles. Es la teoría que, en el fondo, explica la extraña contradicción en la que incurren los dirigentes religiosos cuando hablan elogiosamente de los derechos humanos, pero, al mismo tiempo, no los aplican en sus normas y prácticas de gobierno religioso. Y hacen esto basándose en la teoría según la cual la verdad divina no es armonizable con los derechos humanos. En virtud de este argumento, sin ir más lejos, en la Iglesia, las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres. ¿Estamos seguros de que Dios quiere que eso sea así? No podemos estarlo. En cualquier caso, de lo que sí podemos estar seguros es que, si no queremos presentar a Dios como un esperpento, no podemos ir por la vida diciendo que Dios no quiere que se pongan en práctica los derechos humanos. Y, sin embargo, por más esperpéntico que resulte, esto es lo que la teología católica va diciendo por el mundo entero cuando se empeña en defender que hay colectivos enteros, como es el caso de las mujeres o el de las personas homosexuales que no tienen los mismos derechos que el resto de los mortales.
Y que nadie me venga enarbolando un crucifijo y recordando los textos de san Pablo en los que se habla de la muerte de Cristo como un “sacrificio expiatorio” por nuestros pecados (Rom 3, 25; 8, 3; Gal 3, 13; 2 Cor 5, 21….). Está bien demostrado que esos textos son inseparables de la idea de “resurrección”. Es decir, esos textos, por sí solos, pierden su verdadero sentido. San Pablo se vio en la terrible situación de tener que presentar el cristianismo como la religión que predicaba un “Dios Crucificado”, una idea tan espantosamente inaceptable para cualquier ciudadano del Imperio, que no tuvo más remedio que echar mano de la teología del “sacrificio” y de la “expiación” del Antiguo Testamento, para presentar una “interpretación” aceptable en su tiempo. Pero, sobre todo, lo decisivo en este asunto es saber que el Nuevo testamento modificó de raíz la idea y la experiencia del “sacrificio”. Tal como se nos dice al final de la carta a los Hebreos, la cosa está clara: “No os olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que esos sacrificios son los que agradan a Dios” (Heb 13, 16). El sacrificio religioso, que hoy más le agrada a Dios, es que aliviemos penas y sufrimientos, que ayudemos a las familias que no tienen trabajo, a los que se ven desamparados y sin esperanza. No puedo creer en un cristianismo que no ve así las cosas.

Los obispos y las asociaciones católicas aplauden la supresión de Ciudadanía


El Foro de la Familia y la Fundación San Pablo CEU, junto a los obispos, valoran que el PP haya complido con su promesa electoral. Diferentes asociaciones de familia han aplaudido la eliminación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos (EpC) anunciada por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados y han mostrado su agradecimiento a los padres y alumnos objetores de esta materia por su “esfuerzo”.
El presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco, ha asegurado que la noticia le ha provocado “una satisfacción” por lo que supone desde el punto de vista de la defensa de las libertades, aunque ha admitido que “ya estaba cantado” que se suprimiría la asignatura porque “era un compromiso expreso” del PP.
El presidente de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU, Raúl Mayoral, ha celebrado la decisión del Ministerio de Educación de eliminar la asignatura de Educación para la Ciudadanía (EpC), decisión con la que se ha mostrado “en sintonía total” porque, en su opinión, “tenía una carga ideológica muy acentuada”.
Mayoral ha incidido en lo “evidente” de dicha carga ideológica que a su juicio “vulnera” el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme sus creencias y principios, además de suponer una “vulneración de la objeción de conciencia”.
Por su parte, el jefe del departamento jurídico y portavoz de la Federación Española de Religiosos de Enseñanza-Titulares de Centros Católicos (FERE-CECA), Luis Centeno, ha valorado que se modifique la EpC “tanto en su nombre como en su contenido”.
Obispado
Los obispos españoles han acogido como una “buena noticia” la supresión de la asignatura. Los obispos ya se pronunciaron sobre la asignatura de EpC en una nota con motivo de la Comisión Permanente de la CEE de 20 de junio de 2007.
En ella, advierten de que EpC, tal como resulta articulada en los Reales Decretos, tiene como objetivo “la formación de la conciencia moral de los alumnos”, algo que consideran “una lesión grave del derecho originario e inalienable de los padres y de la escuela, en colaboración con ellos, a elegir la formación moral que deseen para sus hijos”.