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lunes, 16 de marzo de 2020

Consecuencias de la privatización y los recortes en Sanidad en Madrid

Dani Domínguez
Redes Cristianas
(La Marea)
La crisis del coronavirus ha provocado la agonía en la sanidad madrileña, la cual ya había tenido dificultades para abarcar la epidemia de gripe de este invierno. La política de recortes y de privatización de los sucesivos gobiernos de la Comunidad de Madrid se hace más visible todavía en estos casos extremos, donde la falta de personal es evidente. Según los datos del Servicio Madrileño de Salud, entre el año 2010 y el año 2018, la sanidad de la región ha perdido unos 3.300 profesionales, a pesar de que la población con derecho a la asistencia sanitaria pública de la Comunidad de Madrid ha crecido en casi 500.000 personas en ese mismo periodo.

“En cuanto al gasto, los principales recortes vinieron en los ámbitos de salud pública y en atención primaria. Pero ha sido en los hospitales donde más se ha recortado en profesionales”, explica Javier Padilla, médico de familia, número 7 en Madrid por las listas de Mas País y autor del libro ¿A quién vamos a dejar morir? Sanidad pública, crisis y la importancia de lo político (Capitán Swing, 2019). A pesar del progresivo crecimiento en el número de facultativos en los últimos años, en 2018 los números seguían por debajo de los de 2010. Todo ello con medio millón más de pacientes.
Según el catálogo nacional de hospitales, Madrid cuenta con 33 hospitales públicos y 50 privados. Una de las políticas más destacadas del PP en el gobierno de la región desde 2010 ha sido la privatización constante de sus centros hospitalarios, lo que han venido denominando como “libre elección” de los pacientes y que no ha hecho más que engordar los bolsillos de las compañías que los gestionan. De esta forma, de los 33 hospitales públicos, cinco tienen una gestión privada que, según ha quedado demostrado, sus tratamientos son hasta 6 veces más caros para las arcas públicas.
Estos hospitales, según denuncian sindicatos y profesionales de la salud, se ponen ahora de lado y derivan a los paciente a los centros públicos, donde la tecnología es mejor. “Aquí tenemos varias patas. Por un lado, los seguros privados han dicho que no se hacen cargo. Por otro, los hospitales puramente privados como La Milagrosa o La Moncloa están mandando pacientes a la pública. Y, finalmente, los hospitales públicos de gestión privada también se lavan las manos y los mandan a los otros. Esto es un claro ejemplo de parasitación público-privada: aquellos riesgos que no quieren asumir la privada se manda a la pública”, denuncia Padilla. Este experto señala que existen mecanismos legislativos para poner a trabajar a la iniciativa privada por el bien común.
«El consejo de gobierno ha autorizado algunas restricciones que siento comunicarles pero son imprescindibles», avanzaba la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso el pasado lunes 9 de marzo. Así, el colapso sanitario actual ha provocado que se suspendan citas para determinadas intervenciones ya programadas para poder dar así cobertura a los pacientes infectados con coronavirus, lo que va a provocar listas de espera todavía mayores. A esto se suman la posibilidad de aplazar las consultas externas no preferentes, las pruebas diagnósticas y los ingresos. La presidenta anunció la apertura de las camas de reservas de los centros de apoyo.
Limpieza y mantenimiento
El problema de la sanidad no solo afecta a los profesionales de la salud. Los protocolos de limpieza y desinfección también generan una presión mayor sobre unos servicios que, en la mayoría de los casos, se encuentran externalizados en grandes multinacionales. Así, según demostró la plataforma Audita Sanidad la principal adjudicataria de los contratos de la sanidad madrileña es Clece SA, la compañía de multiservicios de ACS, el grupo de Florentino Pérez, cuyos trabajadores se encargan del mantenimiento. Unos contratos que, según denunció la plataforma ciudadana, se otorgaron a dedo en el 99,7% de los casos.

Al preguntar a Javier Padilla sobre las posibilidades que tiene la Consejería de Sanidad madrileña para exigir a las compañías que incrementen sus servicios, el experto asegura que “es muy difícil que puedan hacer algo porque generalmente los contratos están blindados”. Así, el pasado miércoles 4 de marzo, trabajadores y trabajadoras del Hospital Clínico San Carlos se concentraban para denunciar falta de medios. En el San Carlos, es la empresa Garibaldi –la tercera que más contratos recibe– quien se encarga de los servicios de limpieza. Según los trabajadores de la compañía, los pliegos del contrato de externalización permiten un desabastecimiento de papel higiénico de casi una semana en cualquier momento y por cualquier circunstancia, sin que esto suponga un perjuicio para ella.

La pesadilla

Jaime Richart, Antropólogo y jurista
Redes Cristianas
Después de haber estado bombardeando desde los medios de comunicación la atención de la ciudadanía, haciendo casi cada hora un constante conteo de los contagiados, de los que están en cuarentena y de los fallecidos como si fuesen personajes famosos del cante, del toreo o de la política; sobre todo, atentando contra la frágil estabilidad psicológica de los mayores que en general se pasan el día pegados a la radio y la televisión, bajo pretexto del “deber de informar” que asume el periodismo, y después de cundir el pánico que ha llevado a tantos a vaciar los supermercados, ahora los medios dan paso a los sanitarios para que se esmeren en transmitir tranquilidad a la población. Bonita fórmula que me recuerda al juego de trileros de mala muerte…
Ya lo dije de otro modo en mi anterior artículo. Ahora insisto en que detrás de todo esto me sospecho que ha de haber una conspiración contra la Humanidad por razones varias y coordinadas. Me importa poco que la OMS haya declarado esta gripe pandemia. Hoy día no hay nada, absolutamente nada, que no esté falseado, manipulado o corrompido, o no sea sospechoso de serlo. Mi tesis es la siguiente: como en todo colectivo, sea de políticos, de jueces, de científicos o de comerciantes que ha de tomar una decisión, un sector de la OMS se impone a otra que disiente, y se abren las compuertas a una situación psicológica similar a la neurosis bélica… Lo que queda por saber es a qué ocultos motivos obedece. Tenemos que no dar crédito a bulos, se nos dice.
¿Cómo podemos distinguir lo veraz de lo manipulado? ¿A quién hemos de creer? ¿A quienes representan el poder establecido del momento? Pero ¡si los bulos, las mentiras, las verdades a medias pueden salir tanto de un ministerio como de las redes sociales! Los poderes de toda índole están completamente desacreditados para quienes ya tenemos una edad, hartos de asistir toda la vida, sea en el ámbito que sea, a trampas, conspiraciones y complots. A fin de cuentas es mi teoría que la “realidad”, las “realidades” del mundo, en todos los planos, no son más que el resultado de un consenso de reducidas minorías…
Cuando escribí Psicosis de la estupidez, sobre esa insania que ha provocado la “información”, todavía las autoridades no habían adoptado esas aparatosas medidas de prevención de cerrar centros de enseñanza, cancelar toda clase de espectáculos, etc. para encarar el virus gripal que, como siempre, afecta sobre todo a ancianos a quienes a falta de defensas las complicaciones se los lleva por delante. A diferencia de otras temporadas tan virulentas como ésta (Ébola, Aviar o Asiática, etc) la manera de tratar los medios de comunicación ha sido y es espeluznante. Y todavía ni siquiera la OMS se había pronunciado.
Pero sigo creyendo que la respuesta de esta sociedad occidental y especialmente la española (no sé cómo proceden los medios en otros países), quizá arrastradas por China que alberga casi un quinto de la población mundial y ese dato y su sistema sociopolítico pueden explicar más razonablemente sus registros de comportamiento muy diferente, pertenece a la hybris, como llamaban los antiguos griegos a la desmesura. Pues hoy día se desconoce qué es prudencia, qué es templanza y qué es moderación… salvo para pedírnosla a quienes oficialmente somos radicales porque no atendemos tanto a los efectos perniciosos como a la raíz de los males, es decir, la causa de la causa.
En la toma de Constantinopla, allá por los años 1453, tras haber intentado su conquista durante siglos los otomanos, consiguieron por fin traspasar sus dos murallas. No por los cañones y el arrojo de los soldados, sino porque en la fortaleza se habían olvidado sus cancerberos cerrar una pequeña puerta llamada kerkaporta, por la que se colaron poco a poco las fuerzas turcas. Así es la inteligencia humana que a tantos ufana y de la que tantos se vanaglorian.
Pues bien, eso pasa mucho más a menudo de lo que imaginamos al Poder, a los poderes. El poder suele pasar por alto lo grave y se ceba con lo insustancial. Bien está ser precavidos, evitar contactos físicos, lavarse, lo normal para evitar contagios. Pero es imposible no pensar que no se hayan calculado los efectos que a priori podía producir esa máquina de “información” sobre una gripe cuyas consecuencias distan muchísimo de los contagiados y fallecidos de la temporada anterior, por ejemplo. Por eso nos hace pensar si como desde siempre quienes han promovido las guerras son los que luego se han enriquecido hasta la náusea, en este caso no habrá oscuros propósitos entre los que se encuentra, entre otros, afectar a las Bolsas y enriquecer a muchos de muy distintas maneras. O bien desviar la atención que atrae las consecuencias desastrosas del cambio climático
Yo he estado al lado de griposos varías veces en mi vida y nunca he sufrido el contagio. Como no sufren contagio infinidad de médicos que tratan con sus pacientes. El contagio se produce en quienes están predispuestos, por vía de propensión. En otro tiempo hubo campañas para llevar a la gente a vacunarse contra la gripe. También estridentes, pero ni de lejos llegaron a estos extremos casi circenses. Luego resultó que la vacuna en muchos casos trajo complicaciones y en otros no sirvió de nada, se cogía a pesar de todo la gripe porque el virus, como el informático más reciente, es imposible de predecir. Hoy no creo que médicos que la aconsejen… Todo es igual. La ciencia médica es muy relativa. Tanto, que más allá de aconsejar higiene y evitar la cercanía de griposos o resfriados, no puede responder con ninguna garantía. Por lo que se infiere que lo único razonable que cabe es, además de la higiene, tomar las precauciones normales frente a cualquier enfermedad contagiosa que, por cierto se contraen a menudo en los propios centros de salud y en hospitales con eso que genéricamente llaman virus hospitalario pero tras lo que debe haber una panoplia variada de ellos…

En definitiva, una cosa es ser precavidos y atender especialmente a la higiene personal, y otra cosa es atosigar y abrumar a la población, como si estuviésemos ante la peste bubónica, hasta ser peor el remedio, es decir, la obsesión, la neurastenia, la psicosis o el pánico, que la enfermedad: la gripe. Pues, a menos que la gente se meta en la cama y haga por su cuenta una cuarentena, el peligro de contagio no se va a evitar por mucho que los medios cumplan con su abominable “deber de desinformar”. Cafés, supermercados, transporte público o el ascensor de tu casa pueden ser la kerkaporta por donde se cuele la gripe que, salvo complicaciones, lo único que va a suceder es que te obligue a permanecer en cama una semana a base de limón y paracetamol…

Contra aceleración, resonancia

José Arregui1José Arregi
Habíamos invitado a Esther para que nos hablara de cómo vive la juventud actual la espiritualidad, la interioridad, la sabiduría vital… como se la quiera llamar. Ella nos propuso algo mejor: el relato de su propia vida, ilustrada con poemas, canciones y danzas que, en momentos oscuros, reavivaron en ella la llama vacilante.
Como cuando, a sus 17 años, sintiéndose muy perdida, de pronto, en la radio de la cocina sonó el poema de Machado en la voz de Serrat: “Todo pasa y todo queda, / pero lo nuestro es pasar. / Pasar haciendo caminos, / caminos sobre la mar. / Caminante, son tus huellas / el camino y nada más. / Cuando el poeta es un peregrino, / cuando de nada sirve rezar, / caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Fue como un rito iniciático, una revelación. Nada estaba escrito. Se sintió mayor, libre, ella. La vida la llamaba. Llena de alegría, dijo “aquí estoy”, se decidió a caminar por sí misma y se acercó al yoga, que resonó armónicamente con su educación cristiana.
Sin embargo, durante largos e intensos años creyó que la vida le exigía ante todo engrosar su currículum: octavo de violín, idiomas, filología francesa, instituto, becas, docencia universitaria en Lyon, amores, rupturas, retornos, máster en musicoterapia, oposiciones, escuela de idiomas, tesis en cuatro meses, profesora en la UPV, siempre más y más. “Soy un ejemplo –de ninguna manera un modelo– de individuo posmoderno en esta sociedad vasca, occidental, capitalista y competitiva”. Cuanto más corría, más prisa le entraba. A más acopio, más vacío. A más esfuerzo, más fisuras.
La música, poema cantado, le salió siempre al encuentro, ha sido cada vez su lámpara, su ángel de la guarda en las encrucijadas más difíciles. Como cuando, en un concierto memorable en vivo y en directo, Leonard Cohen inundó el BEC de Bilbao con su sobrecogedor Anthem, torrente de esperanza en el drama: “Que doblen las campanas que aún pueden sonar. Olvida tu ofrecimiento perfecto. Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz”. Lágrimas incontenibles de luz y de consuelo la anegaron. Por nuestras grietas entra la luz, llenándolo todo de paz irresistible. O como cuando descubrió Christine de Christine and the Queens, la danza en su pureza, sin artificio ni postureo. Nueva epifanía del Infinito, del Fondo sin fin de todo cuanto existe, de su propio fondo verdadero hecho de libertad y de amor.
De modo que, mirando atrás, puede decir: “Tengo la impresión de que nunca he estado perdida”. Hay estelas en el mar. Hoy, su certera e inconfundible voz interior la llama a seguir caminando, sin miedo ni caminos trazados. Y siente la imperante necesidad de pararse un poco, reposar el ritmo, respirar a fondo, encontrar su equilibrio profundo. Basta de correr, basta de currículos. Es hora de ahondar, acoger, atender. De dejarse alcanzar por el espíritu que vibra en cuanto la rodea: las personas, las tareas, el arte, el campo y el mar. De vivir en resonancia.
Traía consigo justamente el último, voluminoso, libro del sociólogo Harmut Rosa, Resonancia, análisis de nuestra sociedad gravemente lesionada por la aceleración alienante, esa necesidad creciente de dominio que nos aísla, aliena, nos aleja de todos los demás y de nuestro ser profundo, haciéndonos perder contacto con la vida. El remedio de la aceleración, el camino para una “vida buena”, es la resonancia, una relación resonante con el mundo que no cesa de sonar, hablar, llamar. Todo habla.
Resonancia. Esther ha encontrado la palabra y la metáfora que mejor expresan la experiencia profunda que la ha guiado hasta aquí y el camino a seguir en adelante. Quiere vivir en resonancia: abrirse plenamente al Misterio fundante de la realidad que, en las encrucijadas más difíciles de su vida, se le ha revelado, se le revela en la música, la poesía, la danza, los paseos nocturnos junto al mar de Lekeitio, los encinares silenciosos de Ereño entre los que conduce de vuelta a Bilbao tras haber acompañado a su madre, viuda desde hace poco. Quiere ser receptiva, dejar que la realidad resuene. Dejar que todo hable. Escuchar y cuidar. Salir de sí y hacerse disponible: “Heme aquí”.
Hubiera querido preguntarle: “¿Qué es para ti Dios?”, y escuchar su respuesta. Pero en el aire resonaba la respuesta: “Todo lo dicho es una forma de decir DIOS”.

(Publicado en DEIA y en los Diarios del Grupo NOTICIAS el 15 de marzo de 2020)

Ha fallecido D. Félix Cantón Juan




Fallecía en León el 14 de marzo de 2020 a los 86 años de edad. El entierro tendrá lugar el 15 de marzo en el panteón salesiano del cementerio de León.
Valoración: 3/5
 
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Llevaba tres años en la Casa de Salud, proveniente de Venezuela, con un estado de salud delicado y una movilidad reducida.

La comunidad salesiana y su familia sentimos su muerte y creemos en lo que Jesús proclama en el Evangelio: “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto vivirá.” (Jn 11, 25)

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