FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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martes, 7 de febrero de 2017

ESPIRITUALIDAD Y NARCISISMO (I)

col enrique art

Siempre son de agradecer las voces que alertan del riesgo de narcisismo que puede acechar a la espiritualidad, en este resurgir del que estamos siendo testigos. Todo sin excepción es susceptible de ser apropiado por el yo en beneficio propio, y a ello no escapa la espiritualidad. Con todo, me parece obligado reconocer que el problema no está en la espiritualidad, sino en la apropiación que el ego pueda hacer de la misma, para construirse un paraíso narcisista en el que busca su bienestar por encima de cualquier otra cosa.
Ahora bien, la lucidez requiere añadir algunas puntualizaciones para seguir abriéndonos a una verdad mayor que nos permita vivir más conscientes.
Es indudable que el narcisismo puede estar presente en cualquier ámbito de la existencia humana: desde las relaciones interpersonales a la relación de pareja, desde la política a la religión… Porque todo puede vivirse desde el ego.
A veces, entre quienes acusan a la espiritualidad de ser intimista y de “mirar hacia dentro”, parece producirse un fenómeno curioso: parecieran confundir la insistencia en el compromiso con el compromiso mismo. Lo cual rechina particularmente cuando se utiliza el “compromiso” para afirmar la supuesta “superioridad” moral de una religión determinada sobre la espiritualidad que critican.
La espiritualidad invita ciertamente a mirar hacia “dentro”. Pero ese “dentro” del que habla la espiritualidad no es el “dentro narcisista o egoico” de quien vive conjugando permanentemente el “yo, mi, me, conmigo”, sino aquel “Dentro” que constituye nuestra “casa común” y que todos compartimos. Es precisamente ahí donde brota el compromiso ajustado, gratuito y sin pretensiones, porque nace de la comprensión de que somos no-separados y que, por ello mismo, “tu bien es mi bien”. “Dentro” es compasión y disolución del ego, es desapropiación y desapego, es Nada.
Decía más arriba que todo puede vivirse desde el ego: la espiritualidad, pero también el compromiso. Lo vivimos así cuando, en la forma que sea, “presumimos” de ello o lo utilizamos para compararnos con otros. Esa manera de vivirlo ofrece ventajas al ego: mejora la (auto)imagen, refuerza la sensación de ser “alguien comprometido”, canaliza la necesidad de ser reconocido, compensa de posibles culpabilidades ocultas…, en definitiva, lo sostiene y reafirma: ¡un “yo comprometido” es un ego muy poderoso!
Me parece que la salida de la trampa narcisista, que puede tentarnos a todos, se halla justamente en la respuesta a esta pregunta: ¿desde dónde me vivo? Lo cual remite, una vez más, a la pregunta central de la espiritualidad: ¿quién soy yo?
Si me creo un “ser separado” (yo o ego, reducido a mi “personalidad”), no podré evitar que todos mis comportamientos sean egocentrados, es decir, giren en torno a mí, trátese de la espiritualidad o del compromiso.
Solo en la medida en que crezco en comprensión experiencial de que no soy ese “yo” que busca autoafirmarse, sino la única Consciencia o Vida que alienta en las diferentes formas que tenemos, crecerá también de su mano una actitud y un comportamiento des-egocentrados, gratuitos y entregados. De hecho, el compromiso auténtico es aquel que no tiene a ningún “yo” por sujeto, ningún yo que presuma de lo realizado: nace de la gratuidad, porque brota de lo que somos, sin rastro de apropiación egoica.

POR UN MUNDO SIN LA BARBARIE DE LA MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA

col faustino

La ablación o mutilación genital femenina es una práctica abominable que todavía se practica en bastantes países y culturas. Hoy, 6 de febrero, se celebra el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, porque ninguna mujer debe ser víctima de una violación tan brutal y absurda.
Según la Organización Mundial de la Salud, además del riesgo de muerte, enfermedades y dolor extremo, el trauma y las lesiones creadas por el procedimiento en sí mismo, muchas veces realizado en penosas condiciones higiénicas, deja secuelas graves e irreparables de por vida.
Hay más de 200 millones de mujeres y niñas que están sufriendo actualmente esta atrocidad, según la OMS. Si este mundo es duro, muy duro, para mucho millones de personas, mucho más lo es aún para las mujeres y las niñas. El hambre y las peores desgracias tienen nombre de mujer.
Cada año, más de 3 millones de mujeres y niñas menores de 15 años sufren la ablación total o parcial de sus genitales externos en países de África, Asia, Oriente Medio y la Península Arábiga, con el hecho muy lamentable de que las que logran escapar de este suplicio son socialmente rechazadas en su entorno. En los campos de refugiados de Kenia, muchas niñas somalíes tienen incluso que dejar la escuela debido a los insultos y agresiones de sus compañeras.
En algunos países de Africa esta práctica alcanza al 75 % de las mujeres. De Nigeria, Somalia (donde esta práctica alcanza al 98 %), Eritrea, Guinea, Costa de Marfil, Etiopía, Congo, Mali, Camerún y Ghana proceden el mayor número de mujeres que huyen a otros países, Europa principalmente, para librarse de esta práctica. En menor medida lo hacen también huyendo de Benin, Burkina Faso, República Centroafricana, Chad, Yibouti, Egipto, Gambia, Guinea, Guinea-Bissau, Kenia, Liberia, Mauritania, Níger, Senegal, Sierra Leona, Sudán, Tanzania, Togo, Uganda, etc.
Desde el punto de vista cultural la mutilación se presenta como un ritual tradicional que no es otra cosa que un modo para controlar la vida sexual de la mujer. Su propósito es impedir que sienta placer, domesticar su cuerpo y asegurarse la fidelidad marital para que la mujer solo mantenga relaciones con fines reproductivos.
Afortunadamente la UA (Unión Africana), que engloba a 50 países miembros prohibió la ablación, pero falta que cada país legisle adecuadamente para erradicarla. Lo han hecho Nigeria, Gambia, y Guinea, pero aún así, en zonas aisladas se sigue practicando.
Además de que Africa, llena de riquezas naturales, es sin embargo el continente más pobre del Planeta, explotado por los países Occidentales (Europa), EE.UU., China y Japón; si nos fijamos en el IDH de los países africanos, comprobamos que están entre los más pobres y retrasados del planeta en todos los aspectos.
¿Cómo no hay más voces e Instituciones que denuncien una tragedia tan horrible para tantos millones de personas?
¿Para cuándo podremos contemplar un mundo un poco más humano?

Pocos perdonarán a nuestro Gobierno una postura neutral entre Méjico y los Estados Unidos

Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Hoy me siento bastante orgulloso como europeo, no tanto como español, y otra vez bastante como madrileño. Estos días el punto de referencia no es otro que el nuevo presidente de los Estados Unidos de norte América, como no puede ser menos, a raíz de la triste, pobre, enfermiza y peligrosa originalidad que está demostrando en sus actuaciones. No en sus palabras, que en la campaña electoral ya se encargó, en una secuencia verborreica, de anunciar a bombo y platillo lo que todos pensábamos que no iría a realizar. Suponíamos, efectivamente, que el sr. Trump pretendía convencer a sus posibles electores de los Estados Unidos más profundos, gente apegada a su tierra, y más todavía a su terruño y a sus granjas, vacas y tractores, de lo sustancialmente provechoso que resultaría para ellos el cambio que su elección acarrearía, en relación a las políticas del anterior presidente Obama, que ellos, por lo visto, detestaban. Pero no creíamos, ni casi nadie imaginaba, que fuera tan irresponsable, o inconsciente, de ni siquiera intentar aplicar los programas que anunciaba y prometía. Es decir, pensábamos que el aguerrido Donald sería el típico político que prometía para ilusionar, pero, después, no cumpliría.

Y aquí radica la primera, y, tal vez, decisiva y catastrófica equivocación de todo el mundo, y, sobre todo, principalmente, y primariamente, de sus votantes. De alguna manera en los países democráticos nos vamos acostumbrando a un tipo de político que nos puede gustar más o menos, pero del que sospechamos o imaginamos todo menos que nos pueda asustar si elegido. Nos podrá caer más o menos bien, o tal vez lo aborrezcamos y nos caiga antipatiquísimo, pero todo dentro de un orden ya visto y controlado. Pero nunca que las “boutades” (“tontas barbaridades”) expresadas sin freno ni censura no solo las intente cumplir, sino que, de hecho, las cumpla, a partir del primer minuto de su elección. Solo esta insistencia en lo absurdo, independiendo del contenido de las actuaciones, ya nos llamaría a rebato y a emergencia, y a pulsar todas lasa alarmas. Pero es que el contenido es, si cabe, todavía peor que las formas, que si éstas pueden ser catalogadas de burdas, inadecuadas y hasta procaces, el resultado final merece los calificativos de peligrosos, catastróficos, por muy apocalípticos que éstos resulten.
El presidente del Consejo de Europa, Donald Tusk, caprichosamente con las mismas iniciales que el presidente norteamericano DT, así los has catalogado. Define a Trump como “una grave amenaza exterior para la Unión Europea”, y continúa: “Particularmente el cambio en Washington pone a la UE en una situación difícil; parece que la nueva Administración cuestiona los últimos 70 años de política exterior americana”, calificando la política del mandatario americano de “nacionalista, proteccionista y xenófoba”.
Choca esta claridad y valentía en la calificación del presidente del Consejo Europeo, rayando casi con la falta de cortesía necesaria en todas las relaciones internacionales, con la tibieza, poca claridad, o miedo, como ha afirmado Felipe González, pues todos imaginan que se ha referido a nuestro Gobierno, con que nuestros gobernantes están tratando el tema Trump. El otro día escuche a un ministro, no recuerdo realmente cual, tal vez el de Justicia, o quizá fue el de Exteriores, afirmar que en el contencioso EE.UU.<> Méjico, -provocado al 100% por el Gobierno de Donald, no olvidemos-, nuestro Gobierno se mantendría neutral. ¿De verdad piensa un ministro español, o el propio Presidente del Gobierno, que podemos ser neutrales en un enfrentamiento social y comercial entre esos dos contendientes? Todos los parroquianos a los que he preguntado se han alineado, con claridad y contundencia, con Méjico. Y si un Gobierno no representa los sentimientos y las inclinaciones de su pueblo comienza a poner en solfa su verdadera representación política. Soy de los que pienso que en el presente caso España cometería un error tremendo, y una ingratitud escandalosa, no dando la cara por nuestros hermanos mejicanos, a los que la venalidad del presidente norteamericano pretende humillar con el abuso despreciable de su fuerza.

La dictadura mediática en la era de lapos-verdad

Ignacio Ramonet


ALAI AMLATINA
La muerte de Fidel Castro ha dado lugar -en algunos grandes medios occidentales- a la difusión de cantidad de infamias contra el Comandante cubano. Eso me ha dolido. Sabido es que lo conocí bien. Y he decidido por tanto aportar mi testimonio personal. Un intelectual coherente debe denunciar las injusticias. Empezando por las de su propio país.
Cuando la uniformidad mediática aplasta toda diversidad, censura cualquier expresión divergente y sanciona a los autores disidentes es natural, efectivamente, que hablemos de ‘’represión’. ¿Cómo calificar de otro modo un sistema que amordaza la libertad de expresión y reprime las voces diferentes? Un sistema que no acepta la contradicción por muy argumentada que sea. Un sistema que establece una ’verdad oficial’ y no tolera la transgresión. Semejante sistema tiene un nombre, se llama: ‘tiranía’ o ‘dictadura’. No hay discusión. Como muchos otros, yo viví en carne propia los azotes de ese sistema… en España y en Francia. Es lo que quiero contar.


La represión contra mi persona empezó en 2006, cuando publiqué en España mi libro «Fidel Castro. Biografía a dos voces» -o «Cien horas con Fidel»- (Edit. Debate, Barcelona), fruto de cinco años de documentación y de trabajo, y de centenares de horas de conversaciones con el líder de la revolución cubana. Inmediatamente fui atacado. Y comenzó la represión. Por ejemplo, el diario «El País» (Madrid), en el que hasta entonces yo escribía regularmente en sus páginas de opinión, me sancionó. Cesó de publicarme. Sin ofrecerme explicación alguna. Y no sólo eso, sino que –en la mejor tradición estalinista- mi nombre desapareció de sus páginas. Borrado. No se volvió a reseñar un libro mío, nise hizo nunca más mención alguna de actividad intelectual mía. Nada. Suprimido. Censurado. Un historiador del futuro que buscase mi nombre en las columnas del diario «El País» deduciría que fallecí hace una década… 
Lo mismo en «La Voz de Galicia», diario en el que yo escribía también, desde hacía años, una columna semanal titulada «Res Publica». A raíz de la edición de mi libro sobre Fidel Castro, y sin tampoco la mínima excusa, me reprimieron. Dejaron de publicar mis crónicas. De la noche a la mañana: censura total. Al igual que en «El País», ninguneo absoluto. Tratamiento de apestado. Jamás, a partir de entonces, la mínima alusión a cualquier actividad mía.

 Como en toda dictadura ideológica, la mejor manera de ejecutar a un intelectual consiste en hacerle ‘desaparecer’ del espacio mediático para ‘matarlo’ simbólicamente. Hitler lo hizo. Stalin lo hizo. Franco lo hizo. Los diarios «El País» y «La Voz de Galicia» lo hicieron conmigo.  
En Francia me ocurrió otro tanto. En cuanto las editoriales Fayard y Galilée editaron mi libro «Fidel Castro. Biographie à deux voix» en 2007, la represión se abatió de inmediato contra mí. 
En la radio pública «France Culture», yo animaba un programa semanal, los sábados por la mañana, consagrado a la política internacional. Al publicarse mi libro sobre Fidel Castro y al comenzar los medios dominantes a atacarme violentamente, la directora de la emisora me convocó en su despacho y, sin demasiados rodeos, me dijo: «Es imposible que usted, amigo de un tirano, siga expresándose en nuestras ondas».  Traté de argumentar. No hubo manera. Las puertas de los estudios se cerraron por siempre para mí. Ahí también se me amordazó. Se silenció una voz que desentonaba en el coro del unanimismo anticubano. 


En la Universidad París-VII, yo llevaba 35 años enseñando la teoría de la comunicación audiovisual. Cuando empezó a difundirse mi libro y la campaña mediática contra mí, un colega me advirtió: «¡Ojo! Algunos responsables andan diciendo que no se puede tolerar que ‘el amigo de un dictador’ dé clases en nuestra facultad… » Pronto empezaron a circular por los pasillos octavillas anónimas contra Fidel Castro y reclamando mi expulsión de la universidad. Al poco tiempo, se me informó oficialmente que mi contrato no sería renovado… En nombre de la libertad de expresión se me negó el derecho de expresión. 
Yo dirigía en aquel momento, en París, el mensual « Le Monde diplomatique », perteneciente al mismo grupo editorial del conocido diario «Le Monde». Y, por razones históricas, yo pertenecía a la ‘Sociedad de Redactores’ de ese diario aunque ya no escribía en sus columnas. Esta Sociedad era entonces muy importante en el organigrama de la empresa por su condición de accionista principal, porque en su seno se elegía al director del diario y porque velaba por el respeto de la deontología profesional.
 
En virtud de esta responsabilidad precisamente, unos días después de la difusión de mi biografía de Fidel Castro en librerías, y después de que varios medios importantes (entre ellos el diario «Libération») empezaran a atacarme, el presidente de la Sociedad de Redactores me llamó para transmitirme la «extrema emoción» que, según él, reinaba en el seno de la Sociedad de Redactores por la publicación del libro. «¿Lo has leído?», le pregunté. « No, pero no importa -me contestó- es una cuestión de ética, de deontología. Un periodista del grupo ‘Le Monde’ no puede entrevistar a un dictador».  Le cité de memoria una lista de una docena de auténticos autócratas de África y de otros continentes a los que el diario había concedido complacientemente la palabra durante décadas.


«No es lo mismo -me dijo- Precisamente te llamo por eso: los miembros de la Sociedad de Redactores quieren que vengas y nos des una explicación». «¿Me queréis hacer un juicio? Un ‘proceso de Moscú’? Una « purga » por desviacionismo ideológico? Pues vais a tener que asumir vuestra función de inquisidores y de policías políticos, y llevarme a la fuerza ante vuestro tribunal. » No se atrevieron.  
No me puedo quejar; no fui encarcelado, ni torturado, ni fusilado como les ocurrió a tantos periodistas e intelectuales bajo el nazismo, el estalinismo o el franquismo. Pero fui represaliado simbólicamente. Igual que en «El País» o en «La Voz», me «desaparecieron» de las columnas del diario «Le Monde». O sólo me citaban para lincharme.
 
Mi caso no es único. Conozco -en Francia, en España, en otros países europeos-, a muchos intelectuales y periodistas condenados al silencio, a la ‘invisibilidad’ y a la marginalidad por no pensar como el coro feroz de los medios dominantes, por rechazar el ‘dogmatismo anticastrista obligatorio’. Durante decenios, el propio Noam Chomsky, en Estados Unidos, país de la «caza de brujas», fue condenado al ostracismo por los grandes medios que le prohibieron el acceso a las columnas de los diarios más influyentes y a las antenas de las principales emisoras de radio y televisión. 
Esto no ocurrió hace cincuenta años en una lejana dictadura polvorienta. Está pasando ahora, en nuestras ‘democracias mediáticas’. Yo lo sigo padeciendo en este momento. Por haber hecho simplemente mí trabajo de periodista, y haberle dado la palabra a Fidel Castro. ¿No se le da acaso, en un juicio, la palabra al acusado? ¿Por qué no se acepta la versión del dirigente cubano a quien los grandes medios dominantes juzgan y acusan en permanencia?  


¿Acaso la tolerancia no es la base misma de la democracia? Voltaire definía la tolerancia de la manera siguiente: «No estoy en absoluto de acuerdo con lo que usted afirma, pero lucharía hasta la muerte para que tenga usted el derecho de expresarse».  La dictadura mediática, en la era de la post-verdad, ignora este elemental principio.  
Ignacio Ramonet ,Director de “Le Monde diplomatique en español”

Con el auténtico Comandante Chávez no hay quien pueda


Carlos Aznárez

Enviado a la página web de Redes Cristianas
Resumen Latinoamericano
Lo que hoy se está viviendo en Latinoamérica y el Caribe no es solo una ofensiva política y económica neoliberal con el derivado de la instalación, por vías diversas, de gobiernos derechistas, sino que en realidad avanza a paso firme por el continente una gigantesca contrarrevolución cultural. No es de ahora sino que ya lleva años modelándose, y que puede provocar tanto o más daño que una embestida militar reaccionaria. Esta iniciativa deformante del pensamiento se cuela por todos los huecos que le ofrece el sistema y también aprovecha, claro está, las debilidades y carencias formativas de los propios ciudadanos y ciudadanas. A la cultura popular, liberadora y revolucionaria que puja por consolidarse allí donde pudo hacer pie en las últimas décadas, el aparato distorsionador y alienante manejado desde las entrañas mismas del pensamiento imperial, trata de oponerle (con una persistencia y continuidad apabullantes) un discurso disociador, anestesiante, plagado de mentiras. Para ello, utiliza dosis de meta-lenguaje que genera confusión, desencanto, desunión, parálisis, desmovilización. Todo vale para envilecer o desprestigiar cualquier avance anti colonial y antiimperialista en la región.

Ahora mismo, desde Colombia, la maquinaria audiovisual infectada por el anti-chavismo lleva adelante un nuevo ataque. Se trata de un nauseabundo serial denominado “El Comandante”, producido por Moisés Naim, pseudo escritor y periodista venezolano residente en Colombia, gran amigo de fundaciones estadounidenses y colaborador activo de medios de comunicación que abominan de la Revolución Bolivariana. Es así que este escuálido de la Cuarta República, sostiene un guión de 60 capítulos donde de lo que se trata es de destruir la digna historia de rebeldía encarada públicamente por el Comandante Hugo Chávez. Para ello, parte de vulgares anécdotas, historias distorsionadas y una endeblez argumental que provocarían risa si no tuviera como objetivo querer ensuciar a uno de los grandes del continente. En realidad, desde el aliciente de una inversión millonaria gestada en entre Nueva York, Miami y Bogotá, se busca destruir el legado de Chávez y todo lo que su ejemplo libertario significa para Latinoamérica y el mundo. Primero lo fueron matando lentamente hasta lograr su desaparición física aquel fatídico 5 de marzo de 2005, ahora tratan de volver a asesinarlo a través de intoxicar su verdadera historia.
Es importante recordad que Naim es un gran amigo de Alvaro Uribe Vélez y que en una entrevista televisiva a quien viene monitoreando desde hace años el narcotráfico y el paramilitarismo colombiano, ambos convinieron en que “Venezuela es una dictadura con votos”. Se comprende, Uribe odiaba y odia al Comandante del 4F, esa gesta que el pueblo venezolano celebra por estos días y que marcó el puntapié inicial de una gesta aún inacabada. Nunca pudo, el creador de los “falsos positivos” y la motosierra, desde su mediocridad y altanería facciosa llegarle a la suela de las botas a quien no sólo se convirtió en jefe de miles de militares patriotas sino que supo enamorar a millones para enrrumbarlos en el camino maravilloso de la Revolución. Uribe es una excrecencia del Imperio, y lo único que sabe hacer es generar terror y muerte a través de sus paracos de las “Autodefensas”. Naím, por su lado, es peón de esa estrategia que no sólo aborrece la paz en Colombia sino que ahora trata, desde la mentira televisiva, burlarse del bravo pueblo bolivariano.
En esta versión Obama-Trumpista o Uribe-Santista (seguro que no le disgusta al reciente Premio Nobel) de “El Comandante”, producida por la multinacional Sony Pictures, Naim no está solo en su enaltecimiento del rencor y el revanchismo “cultural”, sino que ha recibido importante apoyo económico desde Estados Unidos, donde un traidor a la Revolución y al propio Chávez se movió para conseguir dólares a fin de que el engendro televisivo saliera al aire. Se trata del militar y ex ministro de Alimentación y también de Transporte Acuático y Aéreo, Hebert García Plaza, al que el Vicepresidente Diosdado Cabello acusó de estar ligado a actividades de la CIA contra Venezuela.
Si faltara algo para el menú de la serie, es la presencia en el rol de Chávez del actor colombiano Andrés Parra, al que todos en la calle conocían hasta ahora como “Pablo Escobar”, asociándolo con el papel protagonista que tuvo en otra serie en la que sibilinamente se ensalzaba la vida del narco. No es casualidad que lo hayan elegido a Parra ya que en el plan de destrozar el mensaje revolucionario del Comandante del Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 y de tantas otras patriadas, nada mejor que asociarlo con un asesino serial como Escobar.
De todas maneras, por más esfuerzo publicitario y gastadera de millones de dólares, lo que queda claro es que con Chávez no pudieron ni podrán. Su fuerza está en lo que hizo por los más humildes de su país pero también por los esfuerzos para rescatar la idea de la unidad nuestroamericana y caribeña. Eso no se borra de un día para el otro con falsas imitaciones. El estreno de la serie en Colombia, su plaza fuerte, donde la derechista RCN actuó de canal de emisión, fue un contundente fracaso. Quedó relegada al puesto 16 en las mediciones de audiencia, y los periodistas especializados se burlaron de la misma, expresando que si el primer capitulo “funcionó” de esa manera, cuando llegue al número 60 (altamente improbable) los espectadores se van a ver reducidos a un par de familiares de Parra y poco más.
Sin embargo, que sirva esta provocación en el campo mediático-cultural para que quienes están al frente de los estamentos populares de la cultura revolucionaria (al margen de que la anquilosada burocracia oficial mueva sus caderas y actúe) deberán apelar urgentemente a crear productos que den la batalla en este frente. Como dijo el Presidente Nicolás Maduro, se hace necesario contar una y mil veces la verdad sobre Chávez, defender su legado y mostrarle a las nuevas generaciones que el Comandante es hijo de Bolívar, de Ezequiel Zamora y Guacaipuro y no de Santander ni la oligarquía mantuana.

A Donald Trump

José Arregi


José Arregui1Sé que esta carta nunca llegará a sus manos y que, aun imaginando que eso tuviera lugar por algún extraño azar, Ud. no se dignaría a leerla. No le escribo porque eso pudiera suceder ni para que suceda, sino para mi propio desahogo, para poner palabra a mi angustia, para sumar mi voz al grito de la Tierra, para sostener la pancarta de Greenpeace que cuelga cerca de su Casa Blanca: RESIST, sí, para poder resistir.
Pensábamos que podría Ud. no ser el que nos temíamos que fuera, o llegamos a decir que, en el peor caso, más valía su insolente claridad que las calculadas maneras de la candidata demócrata, la favorita de Wall Street, de los especuladores y de la gran prensa. Durante ocho años, los encantos de Obama han engañado tanto las mejores esperanzas del mundo, que dudábamos de que lo que viniera con Ud. pudiera ser peor.


Desde luego, sus primeras decisiones auguran al mundo lo peor. Ha anunciado la construcción de un muro de 3.000 kilómetros en la frontera con Méjico, nuevos muros para dividir y separar a los ricos de los pobres, a los buenos de los malos. Y la construcción de dos oleoductos de 4.000 kilómetros con acero exclusivamente americano, para conducir el petróleo extraído por fracking, ¡y qué más da que tenga que atravesar el territorio tradicional de los sioux! ¡Qué más dan las fronteras del respeto a la Tierra! Siempre había negado el cambio climático debido a la acción humana y acaba de nombrar a un conocido negacionista al frente de la agencia norteamericana de Protección del Medio Ambiente, para acelerar el desastre. Ha anunciado la reapertura de cárceles secretas de la CIA extendidas por la Tierra. Ha defendido la utilidad de la tortura para la sinrazón de Estado. Se ha rodeado de asesores sionistas multimillonarios y ha expresado la intención de trasladar la embajada americana de Tel Aviv a Jerusalén, para reavivar un fuego que devore a todos sus enemigos del Oriente Medio. Ha prohibido la entrada en EEUU a todos los habitantes procedentes de “Estados musulmanes” que no sean sus aliados políticos y económicos, como si los Estados pudieran todavía ser definidos por una religión, y ha destituido fulminantemente a la Fiscal General de su país por haber expresado dudas sobre la legalidad de la medida y demostrar de paso su respeto a la división de poderes, base de la democracia.
Basta. Nos tiene espantados, Sr. Trump. Y avergonzados de quienes le han elegido. Solo nos queda el dudoso alivio del “cuanto peor, mejor”, pues tendremos que pensar que tanta maldad despertará la conciencia de los más dormidos, y que tanta inhumanidad no podrá ser aplicada, entre otras cosas porque lo que es malo para unos lo es para todos, como algún día sabrá. También, Sr. Trump, para los Estados Unidos, por mucho que el 65% de los ciudadanos se muestren satisfechos de sus primeros días de gobierno y los índices del Dow Jones hayan marcado máximos.
La tierra clama. Escuche el clamor de la Tierra, de los niños que lloran, de los refugiados que huyen de la guerra, de los inmigrantes que huyen del hambre. Son los mismos. No se lo pido por ningún castigo divino en que no creo, sino por el bien común de la tierra y de la humanidad entera. Por el futuro común. Por la belleza de su país, que durante más de 15.000 años fue la tierra de otras etnias, culturas y religiones hoy desaparecidas o exterminadas. Por la memoria del gran pueblo americano, cuya inmensa mayoría son hijos e hijas de inmigrantes y refugiados que fueron acogidos, de esclavos negros deportados, y también de conquistadores ilegales que impusieron su ley. Por la memoria de su abuelo que llegó a EEUU en 1885 en busca de oro; por su madre escocesa, por su padre hijo de inmigrantes alemanes, por su actual esposa eslovena.
Por su conciencia. Por la Biblia sobre la que juró su cargo y en la que se repite una y otra vez: “Si un emigrante se instala en vuestra tierra, no le molestarás; será para ti como un nativo más y lo amarás como a ti mismo, pues también vosotros fuisteis emigrantes en Egipto” (Levítico 19,34). Por Jesús, a quien Ud. ha dicho que reconoce como su Señor y Salvador, pues él dijo: “Tratad a los demás como queráis que ellos os traten; en esto consisten la Torá y los profetas” (Mateo 7,12), es decir todos los libros y profetas inspirados, sean religiosos o no. Por la Vida. ¿No le basta?
(Publicado en DEIA y en los diarios del Grupo Noticias)