FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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sábado, 7 de noviembre de 2020

Cuando un presidente sabotea su propio país

 Redacción de Atrio

Resulta que la mayor injerencia en las elecciones estadounidenses no ha venido de Rusia o China, sino del mismo inquilino de la Casa Blanca, que ha sembrado confusión y desconfianza en el sistema

Por NICHOLAS D. KRISTOF, El País, 05 NOV 2020
 A la hora de la verdad, la mayor injerencia en las elecciones de Estados Unidos no ha sido obra de Rusia, China, Irán ni Corea del Norte. Ha sido obra del presidente de Estados Unidos.

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Arturo Lona, mucho más que el obispo de los pobres

 


Luis Hernández Navarro

La Jornada

Envalentonado, Arturo Lona tocó la puerta de la casa del cacique de Huejutla. Él era por aquellos años adjunto de don Bartolomé Carrasco, obispo de esa diócesis desde 1963. La campaña en su contra crecía día a día auspiciada por el señor de horca y cuchillo de esa región de la Huasteca hidalguense. Su vida corría peligro. Pero él, en lugar de arredrarse, entró a la casa de su enemigo, se sentó y de su sotana sacó una pistola calibre .45, que puso sobre la mesa.
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Assange libre

 


Luiz Inácio Lula da Silva

Rebelión

Quisiera decirte a ti, a todos los líderes del mundo, a Trump, al primer ministro inglés, al primer ministro francés y al mundo entero lo siguiente:
Assange debería, en este momento, ser definido como un héroe de la democracia, como un héroe de la libertad, como un héroe de la comunicación, como alguien que ha prestado un bien enorme a la humanidad, denunciando los crímenes de guerra cometidos por los Estados Unidos de América del Norte.
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Arturo Lona, el “obispo de los pobres”

 Fernando Bermúdez

 Redes Cristianas

Arturo Lona Reyes nació en Aguascalientes (México) el 1 de noviembre de 1925, fue
ordenado sacerdote el 15 de agosto de 1952 y consagrado obispo de Tehuantepec el 15
de agosto de 1971 por el Papa Paulo VI. Lona fue un obispo del Concilio. Conocido como
el “Obispo de los pobres” y uno de los últimos exponentes de la Teología de la
Liberación en México, murió de Covid-19 a los 95 años. Fue obispo de Tehuantepec,
estado de Oaxaca, uno de los más pobres del país, donde trabajó por décadas.

Su casa siempre estaba abierta a todos y todas. Sus padres vivían con él. En la casa
entraban campesinos y campesinas, jóvenes y mayores, sacerdotes, laicos y religiosas, y
siempre había una acogida para todos. El Padre Obispo, como se le llamaba, casi nunca
estaba en su despacho. Un sacerdote, con la ayuda de una laica o una religiosa, atendían
a los que solicitaban alguna ayuda del obispado. El despacho del Padre Obispo era el
pueblo, las aldeas de la montaña o de la selva, las comunidades indígenas y los barrios de las ciudades. Vestía muy sencillamente, como los campesinos, guaraches, camiseta y un
pantalón vaquero. Su lenguaje era muy popular, ameno, pero profundo. Lo entendía todo
el mundo. Revestido siempre de buen humor.

El obispo Lona fue presidente de la Comisión Episcopal de Indígenas en 1972-74 y
fundador del Centro de Derechos Humanos Tepeyac de Tehuantepec En 2008 fue
galardonado con el XVI Premio Nacional de Derechos Humanos “Don Sergio Méndez
Arceo” como “reconocimiento a toda una vida entregada en la defensa y promoción de los
derechos humanos de los pobres e indígenas”.

Lona Reyes destacó, junto con el arzobispo de Oaxaca Bartolomé Carrasco y el obispo
de San Cristóbal de las Casas Samuel Ruiz, por defender los derechos humanos, los
derechos de los campesinos e indígenas y por practicar la teología de la liberación. Estos obispos hablaban poco sobre la teología de la liberación, pero la vivían y llevaban a la práctica pastoral. Arturo Lona Impulsó la creación de comunidades cristianas de base en toda la diócesis. Decía que las comunidades son la Iglesia en movimiento y que la diócesis debe ser una gran comunidad de comunidades. Fue un gran admirador de monseñor
Óscar Romero, San Romero de América, con frecuencia hablaba de él en sus homilías.

Para posibilitar que el campesinado salga de su situación de pobreza promovió la creación
de cooperativas de producción de café orgánico y de ajonjolí, cuyas exportaciones tiene
como destino Europa, y cuyas ganancias se reparten entre los productores originarios de
la zona que el obispo convirtió en socios. Asimismo logró la creación de varios institutos de bachillerato a cargo de los Hermanos Maristas y una universidad indígena que ya cuenta seis generaciones de egresados.

A causa de su defensa de los pobres, igual que Don Sergio y Don Samuel, el obispo Arturo
Lona fue objeto de represalias y acoso de autoridades eclesiásticas y civiles e incluso
amenazado de muerte. Sufrió más de un decena de atentados contra su vida por liderar
protestas promigrantes y refugiados, resistir a los grandes proyectos de infraestructura
como embalses o por defender las selvas y luchar contra el cacicazgo en zonas indígenas.
En una ocasión Juan Pablo II envió al Delegado Apostólico para controlar e interrogar al
Obispo, pero éste dijo: “Vamos a las comunidades campesinas y después hablamos”. Allí
el delegado del Papa vio cómo vivían los campesinos e indígenas, muchos de ellos en
una situación de pobreza extrema, la gente habló y él los escuchó en silencio. Después
Arturo Lona le dijo al Delegado papal: Ahora vaya a Roma y dígale al Papa lo que ha visto
y oído.

Después de cumplir los 75 años, aceptada su renuncia por el Vaticano, se retiró a una
humilde parroquia en la selva de Cintalapa, apoyando al párroco. Allí vivió casi veinte años hasta que se enfermó y murió el 31 de octubre de 2020.

El Padre obispo Arturo Lona fue nuestro obispo durante dos años (1982-83), recién salidos
Mari Carmen y yo de Guatemala. Nos acogió en su diócesis de Tehuantepec con la
esperanza de conformar un centro de acogida de refugiados guatemaltecos. Pero el
gobernador de Oaxaca lo prohibió tajantemente y a nosotros se nos controló e incluso
tuvimos problemas con la migración. El obispo nos apoyó. Siempre encontramos en él un
padre y un amigo. Reconocemos en Arturo Lona a un gran profeta de la Iglesia
latinoamericana.
Fernando Bermúdez