FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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miércoles, 16 de junio de 2021

Papa Francisco: Quien no reconoce a los pobres traiciona a Jesús

 


Reflexión y Liberación

Papa46

Mensaje del Papa Francisco
para la V Jornada Mundial de los Pobres
14 de noviembre de 2021, Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
“A los pobres los tienen siempre con ustedes” (Mc 14,7).
1. “A los pobres los tienen siempre con ustedes” ( Mc 14,7). Jesús pronunció estas palabras en el contexto de una comida en Bethany, en la casa de tal Simón, llamado “el leproso”, unos días antes de la Pascua. Según narra el Evangelista, una mujer entró con un frasco de alabaster lleno de un perfume muy valioso y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Este gesto despertó un gran asombro y dio lugar a dos interpretaciones diversas.
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El rey sabrá lo que hace


Javier Pérez Royo

eldiario

La derecha ha interiorizado que con su política furibundamente anti nacionalista es muy difícil que consiga la mayoría parlamentaria para formar gobierno y ha decidido utilizar como elemento compensatorio la figura del rey
Mientras el bipartidismo estuvo operativo, ninguno de los dos partidos que se alternaban en el poder cayó en la tentación de intentar patrimonializar la figura del rey. Se impuso sin que nadie sintiera que hubiera necesidad de buscarlo, una suerte de consenso tácito acerca de la neutralidad política de La Corona, independientemente del partido que ocupara el Gobierno.

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Francisco ‘purga’ a los cardenales ultras de la Curia antes de remodelar la cúpula vaticana

 


Jesús Bastante

eldiario

cardenal sarah1

Tras defenestrar a Becciu y desembarazarse de Sarah y Müller, el Papa ordena una investigación de la Congregación para el Clero, el ‘Ministerio’ vaticano que gestiona a medio millón de curas y seminaristas católicos: “No va a parar”, cuentan los que despachan con Bergoglio a diario
— El Papa contraataca y expulsa de la Curia al cardenal ‘ultra’ Robert Sarah, el ‘papable’ de Vox, Salvini y Trump
“Francisco no va a parar. Este tiempo de pandemia le ha convencido de que las cosas tienen que cambiar, también en la Iglesia. Y es ahora o nunca. Aunque le cueste la salud”. Una de las personas que despacha prácticamente a diario con Bergoglio asegura a elDiario.es que este octavo año del pontificado del primer Papa jesuita y americano de la historia es clave.
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Domingo 20 de Junio 12º Ordinario Silverio (537)

 KOINONIA

En la primera lectura vemos cómo el Señor le contesta a Job desde un torbellino, una forma muy común en el Antiguo Testamento para las apariciones de Dios. Le muestra lo que el Señor es capaz de hacer por el ser humano, hasta frenar el mar para que no irrumpa contra él. Las comunidades cristianas crecen en medio de dificultades y conflictos. Se encuentran asediadas por muchas amenazas internas y externas. Son como una pequeña barca navegando en altamar, en aguas turbulentas. Cunde la desesperación y el desencanto. Job es el símbolo de la paciencia y la resistencia. Se siente asediado por todas partes. Dios lo interpela haciéndole caer en cuenta de que él es el Señor de la historia. Las dificultades de la vida no podrán derrotar a quien pone toda su confianza en Dios. IR A LA PÁGINA

12 Tiempo ordinario – B (Marcos 4,35-41) CONFIAR

 José Antonio Pagola


Apenas se oye hablar hoy de la «providencia de Dios». Es un lenguaje que ha ido cayendo en desuso o que se ha convertido en una forma piadosa de considerar ciertos acontecimientos. Sin embargo, creer en el amor providente de Dios es un rasgo básico del cristiano.

Todo brota de una convicción radical. Dios no abandona ni se desentiende de aquellos a quienes crea, sino que sostiene su vida con amor fiel, vigilante y creador. No estamos a merced del azar, el caos o la fatalidad. En el interior de la realidad está Dios, conduciendo nuestro ser hacia el bien.

Esta fe no libera de penas y trabajos, pero arraiga al creyente en una confianza total en Dios, que expulsa el miedo a caer definitivamente bajo las fuerzas del mal. Dios es el Señor último de nuestras vidas. De ahí la invitación de la primera carta de san Pedro: «Descargad en Dios todo agobio, que a él le interesa vuestro bien» (1 Pedro 5,7).

Esto no quiere decir que Dios «intervenga» en nuestra vida como intervienen otras personas o factores. La fe en la Providencia ha caído a veces en descrédito precisamente porque se la ha entendido en sentido intervencionista, como si Dios se entrometiera en nuestras cosas, forzando los acontecimientos o eliminando la libertad humana. No es así. Dios respeta totalmente las decisiones de las personas y la marcha de la historia.

Por eso no se debe decir propiamente que Dios «guía» nuestra vida, sino que ofrece su gracia y su fuerza para que nosotros la orientemos y guiemos hacia nuestro bien. Así, la presencia providente de Dios no lleva a la pasividad o la inhibición, sino a la iniciativa y la creatividad.

No hemos de olvidar por otra parte que, si bien podemos captar signos del amor providente de Dios en experiencias concretas de nuestra vida, su acción permanece siempre inescrutable. Lo que a nosotros hoy nos parece malo puede ser mañana fuente de bien. Nosotros somos incapaces de abarcar la totalidad de nuestra existencia; se nos escapa el sentido final de las cosas; no podemos comprender los acontecimientos en sus últimas consecuencias. Todo queda bajo el signo del amor de Dios, que no olvida a ninguna de sus criaturas.

Desde esta perspectiva adquiere toda su hondura la escena del lago de Tiberíades. En medio de la tormenta, los discípulos ven a Jesús dormido confiadamente en la barca. De su corazón lleno de miedo brota un grito: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». Jesús, después de contagiar su propia calma al mar y al viento, les dice: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».


¿MIEDO A LA TEMPESTAD O A QUE LA BARCA ECLESIAL SIGA HACIENDO AGUAS? Marcos (4, 35-41)

FE ADULTA

col marife

 


En aquellos tiempos, Jesús invitó a sus discípulos a pasar a la otra orilla. No se trataba de remar un poco más lejos, sino de ir a la Decápolis, que se consideraba un lugar muy peligroso. Era territorio pagano, y se creía que no era Yahvé, sino las fuerzas del mal quienes "gobernaban" en aquel lugar y provocaban tempestades en el mar de Galilea.

Hoy, experimentamos algo semejante en la barca eclesial. Intentamos navegar hacia las decápolis actuales pero muchas veces estamos a punto de naufragar. 

Echamos la culpa a las tempestades de la sociedad. Por ejemplo, la tempestad que provocan los hombres y mujeres que se burlan del bien común, llenan su caja fuerte con dinero que le corresponde al pueblo y hacen retroceder la laboriosa conquista de los derechos humanos. 

Pero, además de las tempestades, nos cuesta mucho reconocer que la propia nave eclesial hace aguas por muchas partes. 

Una plaga de termitas voraces va destruyendo la madera de la barca. No es fácil liquidar esta plaga cuando no se fumigan a fondo las termitas del clericalismo, del miedo al diálogo, de la cobardía para atajar con prontitud situaciones lamentables, de la ambición y un largo etcétera.

¿Seguiremos echando incienso para que haga de cortina de humo y no veamos la situación real  que provocan las termitas en muchas parroquias? 

Actualmente se habla mucho de sinodalidad y del papel del laicado, pero el diálogo se centra en los grupos y movimientos afines. Cuando otros colectivos piden sentarse en torno a una mesa a dialogar con la jerarquía y que haya un manual de buenas prácticas en la Iglesia, las termitas de la indiferencia se multiplican..., y se pasan los meses esperando un diálogo que no llega.

En fin, si leemos el evangelio de este domingo de manera literal, podemos asombrarnos ante una tempestad calmada. 

Si dejamos que la catequesis de este evangelio nos interrogue, podremos fumigar las termitas que hay en la nave y las que hay en nuestra propia vida, sin miedo y con energía. Con la energía de la fe, vivida y compartida.

 

JESÚS DORMÍA CONFIADO EN MEDIO DE LA TORMENTA Mc 4 35-40

FE ADULTA

col fraymarcos


Leemos hoy el final del c. 4. Podemos tener la sensación de tomar un tren en marcha sin saber de donde viene ni a donde va. Después de enseñar en Cafarnaúm, dejando clara la reacción de los jefes religiosos, narra Marcos varias parábolas y termina con el relato de la tempestad calmada. Los milagros, llamados de naturaleza, son los que menos visos tienen de responder a hechos reales. Son todo simbolismo.

La Biblia utiliza varias palabras para expresar lo que hoy llamamos milagro. El concepto de milagro que tenemos hoy (hecho en contra de la naturaleza) es reciente. No tiene sentido preguntarnos si los evangelios nos hablan de milagros con este significado. Lo que nos importa es descubrir el sentido de esa manera de hablar. El milagro era un modo de expresarse, comprensible para todos los que vivían en aquel tiempo.

Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra orilla. Está haciendo referencia al paso del mar Rojo. Aquel paso les llevó a la tierra prometida. La otra orilla de mar de Galilea era tierra de gentiles. Es una invitación a la universalidad, más allá del ámbito judío, que se opone a la apertura. La primera “tormenta” que se desató en el seno de la comunidad cristiana fue precisamente por el intento de apertura a los paganos.

La tempestad está haciendo referencia a Jonás (fue increpado por el capitán por estar durmiendo mientras ellos estaban muertos de miedo). El mar es, en la Biblia, símbolo del caos, lugar tenebroso de constantes peligros. Dominar el mar era exclusivo de Dios. De ahí podemos sacar la enseñanza simbólica. El mensaje de Jesús tiene que llegar a todos los hombres, pero no se conseguirá si no se abandona la falsa seguridad de pertenecer a un pueblo elegido sino a través de la lucha contra las fuerzas del mal.

Mientras todos estaban muertos de miedo, él dormía... Hay que tener en cuenta que se llamaba también “cabezal” a la especie de almohada donde se colocaba la cabeza de un muerto. Están haciendo clara referencia a una situación pos-pascual. La primera comunidad tiene claro que Jesús está con ellos pero de una manera muy distinta a cuando vivía. Aunque no lo vean, tienen que seguir confiando en su presencia.

¿No te importa que nos hundamos? La necesidad extrema les obliga a pedir ayuda a Jesús como último recurso. Las palabras que le dirigen indican su estado de ánimo. No dudan que Jesús pueda salvarlos, dudan de que esté interesado en hacerlo, lo cual es el colmo de la desconfianza. Es dudar de su amor. Es lo que Jesús reprocha a los discípulos. Siguen necesitando de la acción externa para encontrar la seguridad.

Increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! Son las mismas palabras que Jesús dirige a los espíritus inmundos. Además en singular, como queriendo personalizar al viento. Recordad que la palabra “ruah” (viento) es la misma que significa espíritu. Viento que perjudica equivale a mal espíritu. El “poder” de Jesús se dirige contra la fuerza del mal, no contra los elementos, que aunque sean hostiles nunca son malos.

¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe? No son preguntas, sino constataciones de una evidencia. Ni confiaban en sí mismos ni confiaban en él. Aquí tenemos otra clave para la reflexión. Confiar en un Dios que está fuera y actuará desde allí nos ha llevado siempre al callejón sin salida del infantilismo religioso. Una vez más queda manifiesto que la fe no es la aceptación de unas verdades teóricas, sino la adhesión confiada a una persona. Jesús les acusa de no confiar ni en Dios ni en él ni en ellos.

¿Quién es este? El miedo y la pregunta final dejan claro que no habían entendido quién era Jesús. El relato no tiene en cuenta que Marcos ya había adelantado varios títulos divinos aplicados a Jesús desde la primera línea de su evangelio: “Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”. Queda demostrado que no vale una respuesta intelectual. Lo que es Jesús, no hay manera de mostrarlo ni demostrarlo. El descubri­miento tiene que ser experiencia personal de la cercanía de Jesús.

A todos nosotros el evangelio nos invita hoy a cruzar a la otra orilla. Estamos tan seguros en nuestra orilla que no será fácil que nos arriesguemos a cruzar el mar. Ni siquiera estamos convencidos de que exista otra Orilla, más allá de las comodidades y las seguridades que ambicionamos. Sin embargo, nuestra meta está al otro lado del riesgo y del peligro. La falta de confianza sigue siendo la causa de que no nos atrevamos a dar el paso. No terminamos de creer que Él va en nuestra propia barca.

El mensaje de Jesús es que debemos confiar, aunque nos parezca que Dios no se preocupa de nosotros. El enemigo del hombre no es la naturaleza, sino una falsa visión de la misma. La naturaleza es siempre buena. Dios no tiene que rectificar su obra para que los hombres confíen en Él. Flaco favor haría Jesús a sus discípulos si accediera a entrar en la dinámica de un Dios que pone su poder al servicio de los buenos. Jesús les habla de un Dios que se identifica con ellos en todas las circunstancias.

Job plantea una cuestión muy seria, pero la solución que da no es la adecuada. Dios tiene que devolver a Job lo que supuestamente le había quitado para que su fidelidad sea creíble. El Dios en quien Jesús confió fue el Dios escondido, en quien hay que confiar aunque no le veamos actuar. Dios está siempre dormido. Su silencio será siempre absoluto. Ni tiene palabras ni instrumentos para hacer ruido. Mientras no busquemos a Dios en el silencio, nos encontraremos con un ídolo fabricado a medida.

No son las acciones espectaculares de Dios las que nos tienen que llevar a confiar en Él. El maestro Eckhart decía que tomamos a Dios por una vaca de la que podemos sacar leche y queso. Pero también decía: utilizamos a Dios como una vela para buscar algo; y cuando lo encontramos, la tiramos. La idea de un Dios que pone su poder a mi servicio, es nefasta. No se trata de confiar en otro, si no de confiar en que Él está más cerca de mí que yo mismo. Solo si siento a Dios en mí, me sentiré seguro.

 

Meditación

¿Quién es éste? Nunca podrás saberlo
si en tu vida no reflejas la suya.
Lo importante no es encontrar respuestas
sino vivir la Vida verdadera.
Lo que es Jesús, es lo que tú también eres.
Jesús ha desplegado todas sus posibilidades.
Tú tienes esa tarea aún por hacer.

 

¿QUIÉN ES ESTE? ¿QUIÉNES SOMOS NOSOTROS? DOMINGO XII

col sicre art


 FE ADULTA

Si en la liturgia se leyera el evangelio de Marcos tal como lo escribió su autor, no a saltos, trompicones y omisiones, habríamos advertido que la popularidad creciente de Jesús suscita tres reacciones muy distintas: desconfianza por parte de su familia, rechazo por parte de los escribas, aceptación por parte de su nueva familia («estos son mis hermanos, mis hermanas y mi madre»). A esa nueva familia, Jesús la instruye en el capítulo de las parábolas (de las que sólo leímos dos el domingo pasado) e, inmediatamente después, la salva.

El episodio de hoy supone un gran paso adelante en la revelación de Jesús. Al principio, cuando la gente lo oye hablar y actuar en la sinagoga de Cafarnaúm, se pregunta asombrada: «¿Qué es esto?» (Mc 1,27). Más tarde, cuando cura al paralítico, exclama: «Nunca hemos visto nada igual» (Mc 2,12). Ahora, tras manifestar su poder sobre la naturaleza, calmando la tempestad, los discípulos se preguntan: «¿Quién es este

El mar como símbolo de las fuerzas caóticas (Job 38,1.8-11)

En el mito mesopotámico de la creación (Enuma elish) el dios Marduk debe luchar contra la diosa Tiamat, que representa el mar, para poder crear el universo. El mar simboliza el peligro, la amenaza a la vida. (En términos modernos, el tsunami que devora y destruye la tierra firme.)

La primera lectura, tomada del libro de Job, recoge este tema, despojándolo de sus connotaciones politeístas. El mar no es una diosa, es una fuerza caótica que amenaza con cubrirlo todo. El Señor no le machaca el cráneo ni la descuartiza, como hace Marduk con Tiamat; se limita a encerrarlo con doble puerta, a fijarle un confín en el que «se romperá el orgullo de tus olas».

El peligro del mar (Salmo 106)

El mar no es sólo una amenaza para la tierra firme, lo es también cuando se intenta cruzarlo en una pequeña nave como las antiguas. En el momento más inesperado se oscurece el cielo, estalla la tormenta, la nave sube y baja al ritmo frenético del oleaje. Sólo cabe la posibilidad de encomendarse a Dios. Esta es la experiencia que recoge el fragmento del Salmo 106, al que quizá mucha gente no preste atención, pero esencial para entender el evangelio de hoy.

Jesús, los discípulos y el mar (Mc 4,35-41)

El pasaje del evangelio podemos dividirlo en cinco partes: 1) introducción: Jesús y los discípulos se embarcan hacia la otra orilla; 2) la tormenta: reacción opuesta de Jesús, que duerme, y de los discípulos, que lo despiertan asustados; 3) Jesús calma la tormenta; 4) Palabras de Jesús a los discípulos; 5) reacción final de éstos.

Tres de estas partes tienen especial relación con los textos de Job y el Salmo.

La segunda (la tormenta) recuerda la situación de grave peligro descrita en el Salmo. Pero, en este caso, los discípulos no se encomiendan a Dios, acuden a Jesús; no creen que pueda resolver el problema, simplemente les asombra que duerma tan tranquilo mientras están a punto de hundirse.

La tercera, en cambio, recuerda la lectura de Job, no por el tono poético, sino por el poder y la autoridad suprema que Jesús manifiesta sobre el mar, semejante a la de Dios en el Antiguo Testamento.

La quinta, que habla de la reacción de los discípulos, recuerda la reacción de los navegantes en el Salmo, pero con un cambio fundamental: los marineros del salmo se llenan de alegría y dan gracias a Dios, los discípulos sienten gran miedo y se preguntan quién es Jesús. Curiosamente, Marcos no ha dicho que los discípulos tuvieran miedo durante la tormenta, pero ahora sí lo tienen; es el miedo que provoca el contacto con el misterio.

Prescindiendo de la introducción, la parte que queda sin paralelo es la cuarta, las palabras de Jesús a los discípulos, que les interroga sobre su miedo y su fe. Estas dos preguntas son esenciales en el relato. De hecho, el pasaje dice al lector dos cosas: 1) el poder de Jesús es semejante al que se atribuye a Dios en el Antiguo Testamento; poder para dominar el mar y poder para salvar. 2) Al escuchar la lectura, el cristiano debe reconocer que sus miedos son muchos y su fe poca. Conocer a Jesús no es saberse de memoria unas fórmulas de antiguos concilios. El evangelio debe sorprendernos día a día y hacer que nos preguntemos quién es Jesús.

Desde antiguo se valoró el aspecto simbólico del relato: la nave de la iglesia, sometida a todo tipo de tormentas, es salvada por Jesús. Un aspecto que también podemos valorar a nivel individual.

¿Quiénes somos nosotros? (2 Corintios 5,14-17)

Aunque, en el Tiempo Ordinario, la segunda lectura carece generalmente de relación con las otras, el fragmento de hoy podemos verlo como un complemento al evangelio de Marcos.

«¿Quién es este?», se preguntan los discípulos, sorprendidos por su poder sobre el viento y el mar. La respuesta de Pablo sobre quién es Jesús no se basa en el poder sino en la debilidad: «el que murió por nosotros». Pero esta aparente debilidad tiene un enorme poder transformador: convierte a los cristianos en criaturas nuevas. Ya no deben vivir para ellos mismos, «sino para quien murió y resucitó por ellos.»

Vivir para Cristo es la mejor síntesis de lo que fue la vida de Pablo después de su conversión. Viajes continuos, peligros de muerte, fundación de comunidades, persecuciones de todo tipo, prisiones, redacción de cartas… todo estaba motivado por el deseo de servir a Cristo y vivir para él. Un buen espejo en el que mirarnos.

CONTRASTES Domingo XII del Tiempo Ordinario 20 de junio Mc 4, 35-40

col lozano art

 

FE ADULTA


Las imágenes de contrastes suelen ser muy evocadoras de lo que es la condición humana, marcada con el sello de la paradoja.

El relato de hoy dibuja dos contrastes notables: por un lado, la “gran calma” contrasta con el oleaje huracanado; por otro, la paz de Jesús “dormido” en medio de la tempestad choca con el miedo y la impotencia de los discípulos.

En nuestra existencia experimentamos todo ello: oleajes de todo tipo, miedo e impotencia. Pero nada de eso niega que somos paz y fortaleza. Es cierto que, por diferentes motivos de nuestra psicobiografía, la paz y la fortaleza han podido quedar “sepultadas” hasta el punto incluso de haber llegado a ignorarlas, por lo que puede ser necesario un trabajo psicológico que las desbloquee. Pero están ahí y, aun con dudas y altibajos, algo en nuestro interior nos lo hace saber. Algo en nosotros sabe que, en lo profundo, somos paz y fortaleza.

Decía que la paradoja constituye el sello de lo humano. Y eso es así porque no hace sino reflejar el “doble nivel” que nos constituye: el de la personalidad (nivel psicológico) y el de la identidad (nivel espiritual o profundo). El primero se caracteriza por la impermanencia y la fragilidad; el segundo, por la estabilidad y la ecuanimidad.

La sabiduría consiste en reconocer ambos niveles y vivirlos de manera armoniosa, lo cual significa desplegar la personalidad en conexión consciente con nuestra identidad. Es vivir los altibajos de la existencia desde el “lugar” de la paz.

En la práctica, eso significa desarrollar la capacidad de tomar distancia de la mente pensante y situarnos en el Testigo ecuánime que observa. Al ser observada, la mente se detiene y entramos en contacto con aquella realidad profunda donde nos reconocemos como plenitud de vida. Las circunstancias difíciles continuarán sucediendo, pero nosotros habremos cambiado de “lugar” y podremos vivirlas de otro modo. Desde este lugar –nuestra identidad–, se desvanecen las “burbujas” mentales de miedo, preocupación o impotencia, se calma el “oleaje” y nos abraza la paz.

¿Desde dónde me vivo habitualmente? ¿Cómo –desde dónde– afronto los “oleajes” que aparecen en mi existencia?

JESÚS, ESE DESCONOCIDO Domingo XII del TO Mc 4, 35-40

FE ADULTA

comentario editorial

 

¿Has entrado por los hontanares del mar o paseado por la hondura del océano? (Job 38, 16)


Él dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron:
-Maestro, ¿no te importa que naufraguemos?

De Jesús no tenemos un conocimiento real mientras no le reconozcamos mostrando un cristianismo de acción en nuestras obras. Hasta que, como a Pablo, se nos caigan de los ojos las escamas en Damasco (Hch 1, 18) y trabajemos más que nadie (1 Cor 15, 10) al servicio de los otros. Curada nuestra ceguera física y espiritual, empezaremos a ser verdaderos discípulos suyos y podremos decir con Juan que nos consta que conocemos a Dios y a Jesús si cumplimos sus mandamientos (1 Jn 2, 3), si desplegamos en nosotros y en los demás su vida plenamente.

"Un personaje ante el que la historia no ha sabido nunca ser indiferente, y que por ello entra en la aventura del tercer milenio vivo y controvertido". Es la respuesta que Juan Arias, teólogo y escritor almeriense da al título de su best seller Jesús, ese gran desconocido (Edit. Maeva 2001) El que mayor repercusión ha tenido en la historia de los últimos veinte siglos, que ha condicionado profundamente la vida, el arte, la cultura, las costumbres de más de mil millones de personas que creen en él, explica. Un Jesús que ya Pablo en Colosenses 1, 15 reconocía ser en sus obras, en sus palabras y vida, el "rostro humano de Dios", la "imagen de Dios invisible".

Y que sin embargo, podríamos añadir, uno de los menos considerados por el pensamiento laico en nuestros días. Ya Don Ramón del Valle Inclán puso en boca de uno de los protagonistas de Luces de bohemia con lenguaje de su época, que "la religiosidad de España –y podrían legítimamente derribarse Pirineos- es como la de una tribu en el centro de África".

El telón de esta obra trágico-cómica del desconocimiento se corre ya en el Antiguo Testamento"En mi lecho, por las noches / he buscado al que ama mi alma; / lo busqué, mas no lo hallé" (Cant 3, 1), se lamentaba ya la bienamada en el Cantar de los Cantares. Marcos nos dice que pocos le conocen realmente en su pueblo: "De dónde saca éste todo eso?" "¿No es éste el artesano, el hijo de María?" (Mc 6, 2-3). Natanael, sentado bajo la higuera, le replica a Felipe que de Nazareth no puede salir cosa buena (Jn 1, 46). María Magdalena pensó que era el hortelano al verle detrás de ella, sin reconocerle (Jn 20, 14-15). Los de Emaús caminaron y cenaron con él ignorando su identidad. Y ya en el Cenáculo, los discípulos acaban tomándole por un fantasma.

San Juan de la Cruz lamenta su desorientación en estos versos:

"Entréme donde no supe
y quedeme no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo"

El verdadero conocimiento lo da el amor. Serán los ojos y el corazón de Juan y María de Magdala los que antes, mejor y más profundamente, reconocerán al Jesús resucitado. María, con su "¡Maestro"! (21, 16), Juan  diciéndole a Pedro: "Es el Señor" (Jn 21, 7). Los místicos, empedernidos buscadores de Dios, no han cesado en su búsqueda desde la noche obscura del alma. Ya el monje Simeón, siglo X, se lamentaba: "A menudo veía la luz. A veces se me aparecía en el interior de mí mismo, cuando mi alma poseía paz y el silencio, o bien no aparecía más que a lo lejos, e incluso se escondía del todo".

Como a Job, nos interroga hoy Dios a nosotros: "¿Has entrado por los hontanares del mar o paseado por la hondura del océano?" (Job 38, 16). Un entrar o pasear por hontanares y mares que llevan al conocimiento en profundidad de uno mismo, de los otros, de Dios y de Jesús. Quien así vive, es una nueva creatura y nuestro interior se va renovando cada día, como apunta Pablo en 2 Cor 4, 14-17. Simplemente mentalizándonos que para conseguirlo, la mejor imagen de Dios y de Jesús la tenemos en el rostro del hombre, haciendo que la mirada suya y nuestra se fundan "en un divino-humano mutuo abrazo".

 

SANDALIAS DE DIOS

No hurtes tus sandalias peregrinas
a mis desnudos pies llenos de llagas.

Lucieron dos en los divinos tuyos.
En los míos,
todos los astros se encendieron.

Tus ojos y los míos,
en cómplice ambiloquio las miraron,
y las miradas tuya y mía se fundieron
en un divino-humano mutuo abrazo.

(SOLILOQUIOS, Ediciones Feadulta)