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lunes, 31 de marzo de 2014

Carta del exsecretario general del sindicato unifiado de la policía José Manuel Sánchez Fornet dirigida al ministro del interior

 
Enviado a la página web de Redes Cristianas


TE RECOMIENDO ESTA CARTA.
Tras la manifestación de este fin de semana los antidisturbios se concentran solicitando la dimisión de los mandos policiales responsables de estos dispositivos. Algo histórico.
A las pocas horas de esta concentración, sindicatos policiales se suman a la petición de dichas dimisiones.

Pero les recomiendo esta carta firmada de puño y letra por el que era Secretario General del Sindicato Unificado de Policía, José Manuel Sánchez Fornet, dirigida al ministro del Interior.
En ella pueden leerse extractos muy, muy graves relacionados con la irresponsabilidad y falta de lealtad (y agresión) del gobierno hacia la ciudadanía, incluida la policía:
…”se dieron instrucciones de vulnerar el protocolo de actuación no disparando al suelo sino directamente a los escudos para que en futuro se haga sobre los ciudadanos”…
…”es una barbaridad que pretende establecer prácticas de actuación ilegales y peligrosas para los ciudadanos, pudiendo conducir a lamentables consecuencias en el futuro tanto con graves lesiones físicas para las personas como en desprestigio del Cuerpo Nacional de Policía. Si siguen ustedes y algunos mandos en la dinámica actual nos situarán más cerca de la Policía franquista que de la Policía democrática que tanto trabajo nos costó construir (a unos más que a otros), y como entonces, los policías tendrán que ocultar a sus vecinos e hijos su profesión por el reproche social que se producirá contra nosotros, y eso no ocurrirá si podemos evitarlo”.
Consideramos en el SUP que su Gobierno, usted, el director general y algunos mandos policiales están actuando desde la estrategia de que la Policía sea el escudo, soporte y receptora de una parte del gran malestar social existente por las políticas que aplica el Gobierno, porque solo así cabe entender determinadas actuaciones, y ya solo falta que instruyan a los miembros de las UIPs para que actúen al margen del protocolo en los conflictos sociales. Señor ministro, ¿está usted y su Gobierno buscando un muerto en España, sea ciudadano o policía, que distraiga la atención y justifique actuaciones futuras de más contundencia hacia quienes se manifiestan contra su Gobierno? Pues si no es así, por su ignorancia de lo que ocurre en este Ministerio, lo parece. Le pedimos que deje de dar órdenes para colocar a comisarios de su organización religiosa en determinados puestos de trabajo para los que no han acreditado capacidad profesional suficiente y preocuparse de la actuación de la Policía, de la seguridad de sus miembros y del respeto a los derechos de los ciudadanos.
Observen el subrayado.
Ya el 28 de noviembre de 2012, Sánchez Fornet avisaba de lo que efectivamente ocurre (tanto en perjuicio de la ciudadanía como de la policía) cuando un gobierno pone a dedo para asumir “responsabilidades” a comisarios que no han acreditado capacidad profesional suficiente.
Comisarios cuyo mérito es pertenecer a la organización religiosa a la que pertenece el ministro.
Sánchez Fornet ha sufrido toda clase de medidas y sanciones. Dejó su puesto de Secretario General tras 21 años al frente del SUP.
Juan Luís Rodríguez. juanitolui@yahoo.es

La puerta giratoria Jaime Richart


Enviado a la página web de Redes Cristianas

Las orgías que se corrían la corte francesa y las favoritas del rey mientras el pueblo pasaba hambre, y una de ellas, María Antonieta, respondía a quienes le decían que el pueblo no tenía pan: “pues que coma bollos”, tiene su equivalente hoy día en España en la orgía de dinero que se embolsan grupos nutridos de políticos y dirigentes y asociados. La ya famosa “puerta giratoria” no es ni más ni menos que otra infamia más cometida contra el pueblo, que se une a otras muchas de las que sufre este país donde grandes sectores de población si no pasan hambre en sentido literal pasan graves necesidades y carencias de bienes básicos.
La “puerta giratoria” es una práctica rampante en cuya virtud un diputado, gobernante o no, terminada su carrera política pasa a percibir retribuciones millonarias en poltronas de oligopolios privatizados por él mismo, por su partido o por el partido principal de la oposición. Las empresas relacionadas con energía y banca son principalmente su destino.
Pero, ¿qué cometido tienen esas sanguijuelas sociales en emporios que gestionan bienes básicos, como electricidad, gas, agua o dinero? ¿qué aspectos de su listeza -que no su sospechosa inteligencia reducida a menudo a labia- interesa de ellos a esos monopolios con blindada explotación de lo que venden? Ninguno que pueda justificarse. Tan es así que alguno, como el ex presidente de gobierno Felipe González, sin duda ha sentido verguenza al decir: “dejé Endesa… porque me aburría”.
Es decir, para que esos personajillos se embolsen cuantiosas cifras de dinero por nada salvo engrosar una nómina de parásitos que paga el pueblo con sus recibos, millones de españoles han de vivir deprimidos, perdida la esperanza de un empleo, perdida su dignidad como trabajadores y, en incontables casos, mendigando una toma de luz o debiendo agradecer un hogar prestado, familiar o no.
Es tal el número de casos de esta naturaleza que la calle ya es un clamor. España es una vergüenza mundial, un país plagado de corruptos, con un Estado semi fallido lleno de políticos y de gobernantes afanados exclusivamente en resolver su presente o a enriquecerse y en todo caso a asegurarse su futuro y el de su descendencia pero en absoluto servir a la sociedad para lo que se postularon.
Ya no se habla sólo de indignación. Abunda tanto en todas partes y en todas las instituciones la manipulación, la injusticia, los abusos, el nepotismo feroz, el amiguismo inmundo, el despilfarro y el latrocinio oportunista que la indignación del pueblo deriva rápidamente en el odio de las revoluciones…

“No querían abrir los telediarios con las Marchas, y por eso crearon la violencia” Alejandro López de Miguel


Sus impulsores denuncian malos tratos y vejaciones a los detenidos, identificaciones masivas y una “campaña de criminalización” contra los manifestantes. Están estudiando emprender acciones legales contra Cifuentes y la Policía
Una semana después de que cientos de miles de personas tomaran las calles de Madrid en las Marchas de la Dignidad, la imagen que los españoles asocian a estas reivindicaciones originariamente pacíficas son las de la violencia que interrumpió la protesta. “Lo que ha sucedido estos días es un montaje surgido de las cloacas del Estado, asegura Rafael González, de la coordinación estatal de las Marchas. “No querían abrir los telediarios con las Marchas, y por eso crearon la violencia”, asegura. SEGUIR LEYENDO

•José Ignacio González Faus: “Es obligatorio que la Iglesia piense cómo los objetos del culto pueden servir a los pobres”

El jesuita José Ignacio González Faus, uno de los dos o tres grandes teólogos españoles, advierte de las presiones en las que se mueve el Papa Francisco y defiende que la Iglesia se desprenda de sus bienes en favor de los pobres. González Faus dictó ayer, sábado, la conferencia “De Romero a Francisco, y los pobres de Cristo”, promovida por el Comité Óscar Romero de Asturias. SEGUIR LEYENDO

Cuando llegue la gran tribulación la tierra tendrá al fin su merecido descanso Leonardo Boff, teólogo



Me parecen muy oportunas las reflexiones de este autor, que trabaja la ecología con pequeños productores rurales junto al río Surui, en la Baixada Fluminense. Este es su texto:
«Nadie sabe con seguridad el día ni la hora. Y es que, casi sin darnos cuenta, estamos ya en medio de ella. Pero que está viniendo, lo está, cada vez con más intensidad y nitidez. Cuando suceda el gran vuelco, todo va a parecer como si fuese por sorpresa.

Aunque haya datos seguros que apuntan a la inevitabilidad de los cambios globales debidos al clima, con consecuencias que los científicos tratan de adivinar, pero que seguramente serán para peor, los intereses económicos de las grandes naciones y la falta de visión de sus dirigentes no les permiten tomar las medidas necesarias para mitigar los efectos y adaptar su modo de vida al estado febril de la Tierra.
Podemos imaginar un escenario plausible en el que los huracanes barrerán regiones enteras. Olas gigantescas se tragarán ciudades y civilizaciones, yendo a morir a los pies de las montañas. Sequías prolongadas harán que se cambien todas las riquezas por un simple vaso de agua sucia. El calor y el frio extremos harán que recordemos con nostalgia las historias de las abuelas que hablaban de la brisa de la tarde y del cálido fuego del hogar en el invierno, siempre previsible, y de los frutos madurados al calor de un sol de verano benéfico. Se comerá solo para sobrevivir, siempre poco y de dudoso gusto.
Pero todo esto no será lo peor. La madre, enflaquecida, no conseguirá enterrar a la hija, y el nieto matará al abuelo por un cacho de pan. El perro y el gato, amigos del hombre, serán buscados por todas partes como última posibilidad de saciar el hambre. Lo vivos envidiarán a los muertos y no habrá quien llore la muerte de los niños. El hambre llegará a tal punto que, como en la Jerusalén sitiada, los hambrientos aguardarán la próxima víctima de la muerte para disputarle la carne flácida.
“El país será devastado y las ciudades se convertirán en escombros. Durante el tiempo que quede devastada, la Tierra descansará por los sábados que no descansó cuando habitabais en ella” (Lev 26,33-35).
¿Pero será el fin de toda la biosfera? No. Por causa de los justos y sensatos, Dios abreviará esos días y no destruirá toda la vida sobre la Tierra, manteniendo la promesa que hiciera a nuestro padre Noé. Pero es necesario que el ser humano pase por esa tribulación para que despierte de su egocentrismo y reconozca en definitiva que él es parte de la comunidad de la vida y su principal guardián.
¿Qué hacer para prepararnos para esos tiempos? Primeramente, reconocer que ya vivimos en ellos. Hoy ya no se sabe cuando vendrá la primavera o el otoño. Ya no contamos con los meses de frío y de calor. Ya no sabemos cuándo habrá lluvia o hará sol.
Después, es importante quedarse en silencio, vigilando y observando las señales que indican la aceleración de los procesos de cambio. Y sobre todo es imprescindible convertirse, cambiar de hábitos de vida, un cambio personal, profundo y definitivo. Solo entonces estaríamos en condiciones morales de pedir a otros que hicieran lo mismo. Pero, como en tiempo de los profetas, pocos oirán, algunos escarnecerán y la mayoría se mantendrá indiferente permitiéndose toda suerte de libertades como en los tiempos de Noé.
Deberíamos también volver a las raíces, volver a empezar, como tantas veces lo hizo la humanidad arrepentida, reconociendo que somos apenas criaturas y no Creador, que somos compañeros y no señores de la naturaleza; que para ser felices es indispensable someternos a las grandes leyes de la vida y oír con atención la voz de nuestra conciencia. Si obedecemos a esas leyes mayores, recogeremos los frutos de la Tierra y la alegría del alma. Si las desobedecemos, heredaremos una civilización como esta en la que estamos viviendo, llena de avidez, guerras y tristezas.
Para los tiempos de carestía que vendrán es fundamental recuperar las artes y técnicas ancestrales de plantar, recoger, comer; cuidar de los animales y servirse de ellos con respeto; hacer utensilios y herramientas con arte y tecnología local; seleccionar y plantar las hierbas que curan y los granos que nutren; recoger para tejer; preservar las fuentes de agua, encontrar los lugares apropiados para cavar los pozos y aprender a guardar las aguas de lluvia. Es entrar en la facultad de la economía de la escasez, de la sobriedad compartida y de la belleza despojada. De ese saber recuperado y enriquecido surgiría la civilización del contentamiento, una biocivilización, la Tierra de la buena esperanza.
Después de esa larga temporada de lágrimas y esperanzas, superaremos esa estúpida guerra de religiones, esa intolerable disputa de dioses. Más allá de los profetas y tradiciones, más allá de las morales y liturgias, quien sabe, volveremos a adorar bajo múltiples nombres y formas al único Creador de todas las cosas y Padre-Madre de todos los vivientes en el gran Espíritu que une e inspira todo, entrelazados amorosamente en una única fraternidad universal. Y podremos en fin organizar verdaderamente la unión de todos los pueblos del mundo y un auténtico parlamento de todas las religiones».
Waldemar Boff se graduó en filosofía y sociología en Estados Unidos, anima el SEOP (Servicio de Educación y Organización Popular) en la Baixada Fluminense.
Traducción de Mª José Gavito Milano