Tenemos que luchar sin desanimarnos, con los oprimidos de la tierra,
por un mundo más justo, porque los grandes y poderosos “ni temen a Dios
ni les importan los hombres”.
“Hazme justicia”, ese es el grito angustioso que nos llega a los países
desarrollados desde los empobrecidos del Tercer Mundo. No nos piden
limosnas ni ayudas (aunque les hagan mucha falta), nos piden ante todo
justicia, porque injustos hemos sido con ellos en la colonización de América Latina,
de África o la India, pero aún más injustos somos ahora, porque
nuestras multinacionales les quitan sus tierras, sus materias primas y
subvencionando nuestros productos les impedimos vender los suyos. Además
de quitarles tierras, y materias primas, usamos su mano de obra, pagada
al mínimo, muchas veces esclava.
Pocas veces los occidentales (Europa,
EE.UU., Canadá, Rusia, Japón…) y ahora China, hemos dado muestras
mayores de incomprensión, cinismo e indiferencia ante los sufrimientos
de los empobrecidos del Tercer Mundo, como estamos dando ahora. Nos
justificamos dándoles ayudas para tapar goteras, pero no les dejamos
cambiar el tejado, es decir, el sistema neoliberal capitalista que los
empobrece.
Producimos miles de muertos de hambre cada día. No queremos ver el
gran daño que estamos causando al resto de la humanidad. Estamos sordos,
no oímos sus gritos. Huyen de la muerte por hambre en pateras desde el
África subsahariana a Europa, como hace pocos días hacia Lampedusa con
más de 200 muertos y desaparecidos, o en camiones de doble fondo desde
América del Sur hacia Norteamérica.
La culpa es nuestra porque los obligamos a marchar por empobrecerlos cada vez
más con nuestras multinacionales en su tierra, pero cuando llegan les
damos la vuelta, policial y militarmente si hace falta, obligados a
regresar, multados, a sus países de origen. Les cerramos la puerta para
que no entren pero que las tengan bien abiertas para entrar nosotros a
quitarles lo que tienen. Con nuestro comportamiento encendemos su odio
hacia nosotros. Por aquí no puede ir el futuro de la humanidad.
Multinacionales de Occidente
En el año 2009 las 500 mayores multinacionales de occidente
controlaron el 53 % del PIB mundial. De las 200 multinacionales más
grandes del mundo, el mayor
número está en EE.UU. Le siguen por este orden: Inglaterra, Japón,
Alemania y Francia y más recientemente China. Y de las 50 más grandes
del mundo, el 70 %, o sea 35, son norteamericanas. Por eso tenemos que
decir que los EE.UU son el poder hegemónico mundial, son el imperio del
capitalismo más cruel para la humanidad empobrecida.
Dicho esto, también mucha atención a China, que es algo más que tiendas de bajo coste,
ubicadas en nuestras calles. En la actualidad, China es el mayor
productor del mundo de más de 170 productos, (acero, aluminio, cemento,
ordenadores, teléfonos móviles…) Su PIB ya alcanza los 6,24 billones de
dólares, que la convierte en la segunda economía mundial y ha acumulado
unas reservas que ya superan los 3 billones de dólares (con las cuales
podría adquirir compañías enteras incluso en los viejos países
imperialistas).
China cuenta ya con un
nutrido grupo de multinacionales de primera fila mundial y está
invirtiendo en numerosos proyectos en países pobres, especialmente en
África, que facilitan la penetración de sus corporaciones mineras y
petroleras, pero causando un daño enorme a millones de pobres africanos a
los que deja sin tierras, desplazados, sin medios de vida, y todo en
connivencia con los gobiernos locales a los que sobornan y compran hasta
tal punto que estos ponen a su disposición la policía y el ejército del
país.
China se ha convertido en el mayor emisor mundial de gases nocivos a
la atmósfera de nuestro planeta (según la dirección del viento, en los
Ángeles respiran polución made in China).
El neoliberalismo capitalista no tiene corazón
No tiene sentimientos, su dios es el dinero, y a él sacrifica a todos
y a todo. Provoca crisis cuando le conviene y siempre sale ganando de
ellas, pero perdiendo todos los demás.
Como dice Jesús del juez “no temen a Dios ni les importan los
hombres”. El dinero tiene tal poder, y cada día más, tanto que ya está
muy por encima de los gobiernos: estos tienen el gobierno, pero no
tienen el poder: de hecho gobiernan a gusto del 1% de la humanidad y en
contra del 99% restante. Ahora no gobierna el poder político, sino que
es el capital el que gobierna sobre los políticos y sobre el pueblo.
Las estructuras criminales del mundo
Es evidente que hay que ayudar el Tercer y Cuarto Mundos, porque el
hambre no puede esperar. Pero el verdadero problema son las estructuras
del orden criminal del mundo que no paran de cocinar cada día más y más
hambre, más y más violencia. El problema ya no es solo dar más para
socorrer la miseria, sino robar menos a los países empobrecidos.
Se derrochan millones de toneladas de trigo, maíz y otros productos
producidos en el Tercer Mundo para biocombustibles, mientras allí mismo
las personas se mueren de hambre: es un asesinato, es un crimen contra
la humanidad. Además, así hicieron subir los precios de los alimentos
básicos para la alimentación y en 2009, metieron bajo el umbral de la
pobreza a más de 250 millones de personas.
La FAO dice que la agricultura actual podría alimentar a 12.000
millones de personas, casi el doble de la humanidad actual. Es evidente
que el problema del hambre no es un problema económico. Una vez más hay
que decir que es un problema politico. Tal vez estamos ciegos y no lo
vemos. Tal vez no nos damos cuenta de que el día en que los empobrecidos
del mundo abran los ojos políticamente, puedan pagarnos con la misma
moneda con la que les pagamos nosotros ahora.
Corrupcion y soborno
Las multinacionales en los países desarrollados y democráticos,
aunque son el poder principal, y a favor de las cuales gobiernan todos
los gobiernos del mundo, aún respetan un poco a la ciudadanía, cada vez
menos, pues se deslocalizan como y cuando quieren para ganar más con la
mano de obra esclava del Tercer Mundo, donde son pura y dura dictadura
fascista. Entran a saco, corrompen gobiernos y administraciones. En 2005
pagaron en sobornos 315.000 millones de euros.
No respetan el medio ambiente, destruyen, contaminan, desplazan a la
gente, usan paramilitares, pagan a sicarios. Con tal de ganar dinero
todo vale. La multinacional inglesa Mal-Mart, la más importante del
mundo en venta minorista, llegó a pagar (año 2012) más de 20 millones de
€ en sobornos en México para abrir nuevos almacenes. Siemens Argentina y
Siemens Venezuela, llegaron a un acuerdo con el Departamento de
Justicia de los Estados Unidos y la Securities & Exchange Commission
para el pago de una sanción de 450 millones de dólares por sobornos
múltiples.
Sin irnos tan lejos, en España no hay telediario en que no aparezcan
día tras día relatos de corrupción de ‘sobornantes’ y sobornados, con
implicación de administraciones públicas, políticos, empresarios,
sindicatos, etc. Aparte del daño económico, está el daño moral que causa
a la ciudadanía: descrédito de la política, desconfianza en los
políticos, desprestigio de los empresarios, desánimo y pesimismo social y
sensación de que todo vale con tal de hacer dinero mucho y rápido.
En el peor de los casos, unos años de cárcel y el resto de la vida a
vivir de lo robado porque la justicia actúa tarde, mal y a veces nunca,
fruto de unas leyes que parecen hechas por los defraudadores para
favorecerse a sí mismos. A muchos ciudadanos no les importa únicamente
que vayan a la cárcel, lo que más les importa es que devuelvan lo
defraudado y robado, paguen además una sanción muy ejemplarizante y
después de eso vayan también a la cárcel. No hay derecho a dañar a un
país material y moralmente de manera tan grave.
La ONU que debería ser el árbitro imparcial del mundo ya no solo no
sirve para nada, sino que está al servicio del imperialismo como el BM,
el FMI, la OMC, etc. Los países empobrecidos quieren relaciones
internacionales justas, quieren igualdad y solidaridad mundiales,
quieren una nueva humanidad, fruto de la unión de los movimientos
solidarios del Norte con los del Sur para romper la estructura del
neoliberalismo, salvaje y depredador del hombre y de la Madre Tierra.
Todos, creyentes y no creyentes, preocupados por el futuro de la
humanidad, hagamos causa común, creando conciencia crítica y luchando
por decisiones políticas justas para un mundo mejor, presente y futuro.
Jesús nos dice que lo hagamos sin desanimarnos.
Desearlo fervientemente con Dios, que respeta la libertad del hombre,
y luchar tenazmente para que así sea, es la mejor oración: que venga a
este mundo el Reino de Dios: igualdad, justicia, amor, fraternidad,
solidaridad, paz, esperanza, vida… para todos los hombres y toda la
creación.