FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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miércoles, 13 de junio de 2018

JESÚS SE ACOMODABA A SU ENTENDER

col marife
Marcos 4, 26-34
El evangelio de hoy, es sencillo y muy sugerente. Resaltaremos tres claves:
1º El reino de Dios también crece cuando dormimos: Jesús nos habla de un hortelano que sabe hacer bien su trabajo: duerme cuando hay que dormir, y trabaja por el día, a su tiempo.
Cuando contemplamos el Reino desde nuestro ego, creemos que crece debido a nuestro trabajo, que fácilmente se convierte en activismo enfermizo. El ego nos confunde: nos hace creer que somos dueñ@s del campo, en lugar de hortelan@s; en consecuencia, no distinguimos el día de la noche, ni el trabajo del descanso. Como si nos jugáramos todo a una sola cosecha.
Un joven seminarista de Buenos Aires, Santi María Obiglio, nos ayuda a comprender la parábola a través de su reflexión sobre “El Dios del agotamiento”. Copio algunos párrafos, pero recomiendo vivamente leer su artículo completo[1]:
¡Hay tantos jóvenes comprometidos de corazón con la civilización del amor! Yo los admiro… Cuando veo su modo de trabajar, me asombra su entrega y su celo pastoral, y quiero un poco de todo su entusiasmo, inteligencia y esfuerzo. Pero junto a la admiración, también siento como hermano un poco de temor y preocupación.
Ellos viven apasionados por Jesús y por su Reino. Generosos en tiempo y esfuerzos, se dedican al trabajo pastoral casi 24/7 horas de servicio en encuentros, reuniones, en la soledad de sus computadoras planificando o activos en el WhatsApp y otros medios para organizar y comunicar eventos, procesiones, misiones, vigilias, retiros…
Lo que me preocupa es ¿dónde se encienden estos fuegos?, ¿cómo se cuidan estos fuegos?, ¿dónde acaban estos fuegos?...
¡Basta ver cómo explotan sus agendas! Y me pregunto si a veces estos fuegos que encienden otros fuegos no terminan destruidos por las llamas. No puedo creer que sea este el fuego de Jesús. Quiero decir: el fuego de Jesús no destruye. Sí consume, pero, misteriosamente, dando más vida…
La necesidad –siempre urgente e inagotable– sumada al exitismo y al activismo, a veces cambian al Dios de la vida por el dios del agotamiento…
No creo en un Maestro explotador de sus discípulos, creo en un Maestro que vino a que tengamos vida, todos, en abundancia; no sólo que el resto tenga vida, también nosotros, que “trabajamos” en sus cosas…
¿Estamos pudiendo encontrar el amor de Jesús en la oración, para descansar en él nuestras tareas y preocupaciones? ¿Tenemos con quien acompañarnos, quien nos consuele en nuestras luchas, quien nos escuche? ¿Celebramos la vida, los logros, la fraternidad? ¿Dormimos bien? ¿Comemos bien? ¿Tenemos tiempo para vivir “humanamente”?...
Tal vez sólo cada uno pueda discernir dónde está su límite entre el don de sí, que es regalo, y la sobre-explotación, que es muerte...
2º Tengamos siempre en cuenta a quien dirigimos la Palabra. El evangelio de hoy nos dice que Jesús se dirige “al gentío”, acomodándose a su entender; es decir, hace el esfuerzo de que el mensaje llegue con claridad a la mente y al corazón de sus oyentes. Mejor con parábolas que con sermones.
La comunicación sigue siendo una tarea pendiente en la Iglesia actual. Se han dado pasos, pero todavía queda un ingente trabajo que hacer. Es importante que la Palabra se comprenda, resuene, toque, mueva, conmueva y convierta. No necesitamos grandes oradores en las iglesias ni en el trabajo pastoral, sino predicadores y predicadoras “sobrecogidos” por el Misterio.
No necesitamos que en las homilías algunos sacerdotes intercalen frases en latín, para humillar a los oyentes y lucirse como pavos reales; necesitamos escuchar testimonios de vida, a corazón abierto.
No necesitamos que se alce la voz cuando se habla de moral. Ni estamos sord@s ni el comportamiento moral cambia por imposición, con gestos que a veces rayan con la mala educación.
¿Quién es el “gentío” que encontramos hoy en las iglesias? las personas que acuden puntualmente a una celebración religiosa, como acto social. Están alejadas, muy alejadas de la Buena Noticia. En la celebración de los sacramentos miran de reojo a los demás, porque no saben o no recuerdan cuando es oportuno levantarse o sentarse. No mueven los labios para orar o cantar.
Puede que la homilía de esa celebración sea la única que escuchen en muchos años. ¿Es una homilía preparada y orada? ¿La comunicación es fluida, cercana y ayuda a comprender los textos bíblicos? ¿Ofrece ejemplos claros de la vida cotidiana? Todo nuestro cuerpo habla ¿qué expresión corporal tiene el sacerdote?
Más vale un buen silencio que una mala homilía.
3º Dejemos que las parábolas nos rompan los esquemas. Jesús tuvo dificultad para explicar lo que era el reino de Dios. El “gentío” tenía en mente unas ideas sobre el reino y Jesús recurrió a una serie de ejemplos y parábolas que les rompían los esquemas. ¿Cómo leer la parábola de hoy para que también rompa los nuestros?
Muy sencillo: con un bolígrafo marca un punto en la palma de tu mano. Solamente un pequeño punto, como la cabecita de un alfiler. Ahora, ponte de pie y extiende tus brazos como si fueran las ramas abiertas de un gran arbusto.
Muchas semillas de mostaza, de las variedades que se cultivaban en tiempos de Jesús, eran tan pequeñas como el punto que te has marcado y al crecer llegaban a ser tan grandes como el arbusto que has representado con tu cuerpo.
Si no nos sobrecoge el proceso de crecimiento de algo tan minúsculo no podremos entender el ejemplo que puso Jesús. La semilla tiene tal vitalidad en su interior que cuando recibe el agua, el sol y la riqueza de la tierra, despliega todo su potencial.
Hoy diríamos: el reino de Dios se parece a la tarjeta SIM de un móvil. Aunque es minúscula, puede almacenar multitud de documentos, fotos, vídeos… Parece increíble que tanta información valiosa quepa en un dispositivo tan pequeño. Lo importante no es el tamaño o la apariencia de la tarjeta, sino su capacidad.
Hemos recibido las semillas del reino. Son un don gratuito. Con nuestro trabajo, compromiso, oración, denuncia, etc. ayudamos a que desplieguen su potencial, pero la vitalidad está en la semilla, no en nuestras manos.
La Palabra me invita a recuperar el asombro, sembrar sin estrés y cuidar la comunicación. ¿A qué te invita? ¿A qué invita a las comunidades cristianas?

¡DEJA CRECER LA SEMILLA QUE HAY EN TI!

col fraymarcos

Mc 4, 26-34
Todos los exégetas están de acuerdo en que el “Reino de Dios” es el centro de la predicación de Jesús. Lo difícil es concretar en qué consiste esa realidad tan escurridiza. La verdad es que no se puede concretar, porque no es nada concreto. Tal vez por eso encontramos en los evangelios tantos apuntes desconcertantes sobre esa misteriosa realidad. Sobre todo en parábolas, que nos van indicando distintas perspectivas para que vayamos intuyendo lo que puede esconderse en esa expresión tan simple.
Podíamos decir que es un ámbito que abarca a la vez materia y espíritu. Todo el follón que se armó el primer cristianismo a la hora de concretar la figura de Jesús, nos lo armamos nosotros a la hora de definir qué significa ser cristiano. El Reino es a la vez, una realidad divina que ya está en cada uno de nosotros y una realidad humana, terrena, que se tiene que manifestar en nuestra existencia de cada día. Ni es Dios en sí mismo ni se puede identificar con ninguna situación política, social o religiosa.
No debemos caer en la simplicidad ingenua de identificarlo con la Iglesia. Como dice el evangelio: “no está aquí ni está allí”. Tampoco está solamente dentro de cada uno de nosotros. Si está dentro, siempre se manifestará fuera. Esa ambivalencia de dentro y fuera, de divino y humano es lo que nos impide poder encerrarlo en conceptos que no pueden expresar realidades aparentemente contradictorias. Para nuestra tranquilidad debemos recordar que no se trata de comprender sino de vivir y ese es otro cantar.
Las parábolas no se pueden expli­car. Solo una actitud vital adecuada puede ser la respuesta a cada una. Como nuestra actitud espiritual va cambiando, la parábola me va diciendo cosas distintas a medida que avanzo en mi camino. Tampoco las dos parábolas de hoy necesitan aclaración alguna. Todos sabemos lo que es una semilla y como se desarrolla. Si acaso, recordar que la semilla de mostaza es tan pequeña que es casi imperceptible a simple vista. Por eso es tan adecuada para precisar la fuerza del Reino.
El crecimiento de la planta no es consecuencia de una acción externa sino consecuencia de una evolución de los elementos que ya estaban en ella. Este aspecto es muy importante, por dos razones: 1ª porque nos advierte de que lo importante no viene de fuera; 2ª porque nos obliga a pensar, no en algo estático sino en un proceso que no tiene fin, porque su meta es el mismo Dios. El Reino que es Dios está ya ahí, en cada uno y en todos a la vez. Nuestra tarea no es producir el Reino, sino hacerlo visible.
Las dos parábolas tienen doble lectura. Se pueden aplicar a cada persona, en cuanto está en este mundo para evolucionar hasta la plenitud que debe alcanzar a través de su vida. Y también se puede aplicar a las comunidades y a la humanidad en su conjunto. Hoy estamos muy familiarizados con el concepto de evolución y podemos entender que los seres humanos no hemos dejado de avanzar hacia una mayor humanidad.
Tampoco podemos pensar en una meta preconcebida. Desde lo que cada uno es en el núcleo de su ser, debe desplegar todas las posibilidades sin pretender saber de antemano a donde le llevará la experiencia de vivir. En la vida espiritual es ruinoso el prefijar metas a las que tienes que llegar. Se trata de desplegar también una Vida y como tal, es imprevisible, porque toda vida es, ante todo, respuesta a las condiciones del entorno. No pretendas ninguna meta, simplemente camina hacia delante.
En cada una de las dos parábolas se quiere destacar un aspecto de esa realidad potencial dentro de la semilla. En la primera, su vitalidad, es decir, la potencia que tiene para desarrollarse por sí misma. En la segunda quiere destacar la desproporción entre la pequeñez de la semilla y la planta que de ella surge. Parece imposible que de una semilla apenas perceptible, surja en muy poco tiempo, una planta de gran porte.
Cada uno de nosotros debemos preguntarnos si, de verdad, hemos descubierto y aceptado el Reino de Dios y si le hemos rodeado de unas condiciones mínimas indispensables para que pueda desplegar su propia energía. Si no se ha desarrollado, la culpa no será de la semilla, sino nuestra. La semilla se desarrolla por sí sola, pero necesita humedad, luz, temperatura y nutrientes para poder desplegar su vitalidad latente. La semilla con su fuerza está en cada uno, solo espera una oportunidad.
Con frecuencia olvidamos que no somos nosotros los que desarrollamos el Reino, sino que él se desarrolla en nosotros. Incluso los que tenemos como tarea hacer que el Reino se desarrolle en los demás olvidamos ese dato fundamental. No tenemos paciencia para dejar tranquila la semilla, o intentamos tirar de la plantita en cuanto asoma y en vez de ayudarla a crecer la desarraigamos, o damos por perdida la semilla antes de que haya tenido tiempo de germinar. El tiempo no es el mismo para todos.
Puede frustrarnos el ansia de producir fruto sin haber pasado por las etapas de crecer como tallo, luego la espiga y por fin el fruto. La vida espiritual tiene su ritmo y hay que procurar seguir los pasos por su orden. La mayoría de las veces nos desanimamos porque no vemos los frutos del esfuerzo. Debemos tener paciencia. Cada paso que demos es un logro y en él ya podemos apreciar el fruto, aunque no lo parezca.
El Reino no es ninguna realidad distinta de Dios manifestado. Es la semilla divina la que está sembrada en cada uno de nosotros. El Reino de Dios no es nada que podamos ver. Es una realidad espiri­tual. Si está o no está en nosotros lo descubriremos, mirando las obras. Si mi relación con los demás es adecuada a mi verdadero ser, demostrará que el Reino está en mí. Si es inadecuada, demostrará que el Reino no se ha desarrollado.
Jesús experimentó dentro de sí mismo esa Realidad y la manifestó en su vida. Toda su predicación consistió en proclamar esa posibilidad. El Reino de Dios está dentro de nosotros pero puede que no lo hayamos descubierto. Jesús hace referencia a esa Realidad. Creo que, aún hoy, nos empeñamos en identifi­car el Reino de Dios con situaciones externa. La lucha por el Reino tiene que hacerse dentro de nosotros mismos.

Meditación
El Reino de los cielos no se parece a nada.
Solo tú puedes descubrirlo y mantenerlo.
Dios en ti será siempre único e irrepetible.
La manera de manifestarlo será siempre origina.
El Reino nunca será el fruto de una programación

EL ENIGMA, LA MOSTAZA Y EL CEDRO

col sicre

En el evangelio del domingo pasado vimos cómo se formaba una pequeña comunidad en torno a Jesús: su familia, sus hermanos, sus hermanas y su madre. Inmediatamente después introduce Marcos una serie de parábolas contadas por Jesús. Algo que el lector esperaba desde hace tiempo, porque el evangelista ha insistido en que Jesús enseñaba, pero no decía qué enseñaba. De ese largo discurso (34 versículos), la liturgia ha elegido dos parábolas (una que solo se encuentra en Marcos, y la conocida del grano de mostaza) y el final del discurso.
El campesino y la tierra (1ª parábola)
Lo que dice la primera parece una tontería: que el campesino siembra y luego se olvida de lo que ha sembrado hasta llegar el momento de la siega; la que trabaja es la tierra, es ella la que hace crecer los tallos, las espigas y el grano. Eso lo saben todos los galileos que escuchan a Jesús. ¿Dónde radica la novedad de esta parábola? En que Jesús compara la actividad del campesino con lo que ocurre en el reino de Dios. También aquí la semilla termina dando fruto sin que el campesino trabaje, mientras duerme.
Quedan preguntas difíciles de responder: ¿quién es el campesino? ¿Es Jesús? No parece lógico, porque el campesino de la parábola no sabe lo que ocurre. ¿Son los apóstoles y misioneros que anuncian el evangelio, y éste da fruto, aunque ellos no se den cuenta? ¿Quién es la tierra? ¿Es cada cristiano, en el que la semilla va dando fruto mientras el que ha sembrado duerme?
La explicación hay que buscarla en otra línea: la parábola habla del proceso misterioso por el que crece el reino de Dios, la comunidad cristiana, semejante al de la simiente que crece sin que el campesino intervenga ni se dé cuenta. Cuando uno piensa en la forma misteriosa en que la simiente plantada por Jesús y sus discípulos en una región remota y sin importancia del imperio romano ha terminado produciendo fruto en todos los países del mundo, el sentido de la parábola resulta más claro. Es una invitación a confiar en la acción misteriosa de Dios en la iglesia y en cada uno de nosotros, renunciando a considerarnos los protagonistas de la historia, y a pensar que todo depende de lo que hacemos.
Sin embargo, parece que la parábola resultó demasiado extraña y difícil de entender, y quizá por eso Mateo y Lucas (por motivos pastorales, como ahora se dice) no la copiaron.
La mostaza y el cedro (2ª parábola y lectura de Ezequiel)
La segunda comparación es más clara y de enorme actualidad, sobre todo en muchos países occidentales, donde el cristianismo parece andar de capa caída. Jesús compara a la comunidad cristiana, el reino de Dios en la tierra, con la semilla de mostaza; algo diminuto, pero que, al cabo del tiempo, se convierte en árbol y puede acoger a los pájaros del cielo. No hay que desanimarse si la iglesia es un arbolito pequeño, poco mayor que las hortalizas.
Quien conoce el Antiguo Testamento, advierte que esta parábola recoge una comparación de Ezequiel modificándola radicalmente. Este profeta se dirige a los judíos de su tiempo, desanimados por tantas desgracias políticas, económicas y religiosas. Para infundirles esperanza, compara al pueblo con un árbol. Pero no con el modesto arbolito de la mostaza, sino con un majestuoso cedro, del que Dios arranca un esqueje para plantarlo «en un monte elevado, en la montaña más alta de Israel».
Todo es grandioso en Ezequiel; en el evangelio, todo es modesto. Pero el resultado es el mismo; en ambos árboles pueden anidar los pájaros. La comparación de Ezequiel recuerda la imagen de una iglesia universal dominante, grandiosa, respetada y admirada por todos. La de Jesús, una comunidad modesta, sin grandes pretensiones, pero alegre de poder acoger a quien la necesite.
Final
Marcos ha querido cerrar su discurso con una nota sobre el modo de enseñar de Jesús, sin caer en la cuenta de que se contradice. Comienza diciendo que hablaba en parábolas para acomodarse al entender de su auditorio. Pero la gente no debía de entenderlas, porque sus discípulos tenían necesidad de que se las explicara en privado. Podemos decir, resumiendo mucho, que Jesús utilizaba dos tipos de parábolas: las muy fáciles de entender (hijo pródigo, buen samaritano…) y las que pretendían que la gente pensase; si ni siquiera los discípulos encontraban la respuesta, él se la explicaba (estas son la mayoría).
El destierro y la patria (2 Corintios 5,6-10)
El tiempo ordinario nos devuelve también a la problemática realidad de la segunda lectura, sin relación con la primera ni con el evangelio. Un inciso que dificulta más que ayuda. Eso no significa que no contenga mensajes importantes.
El breve fragmento de la segunda carta a los Corintios nos permite conocer los sentimientos más íntimos de Pablo. La conversión supuso para él un cambio radical con respecto a la persona de Jesús. De perseguirlo pasó a estar tan entusiasmado con él que, por su gusto, preferiría morir para estar con el Señor. Su situación le recuerda a la de tantos contemporáneos suyos, que por motivos políticos eran desterrados, lejos de Roma o de otra ciudad importante. Él también se siente desterrado, lejos del Señor. Y le gustaría morir, porque solo con la muerte se puede volver a la verdadera patria y estar cerca del Señor. (Siglos más tarde santa Teresa diría algo parecido: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero porque no muero».) Pero Pablo acepta la realidad. En el destierro o en la patria, debemos esforzarnos por agradar a Dios.
comentario editorial

La mostaza es altamente beneficiosa para la salud (Plinio el Viejo)
17 de junio. Domingo XV del TO
Mc 4, 26-34 
Después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra (v34)
Las parábolas son la manera como enseñaba Jesús y cuando las leemos con atención nos siguen provocando, desafiando e inspirando y nos ayudan a plantearnos cuestiones importantes acerca de cómo vivir en comunidad, cómo determinar lo que en última instancia importa, cómo vivir la vida que él quería que vivamos. Sirven de llave para abrir nuestra mente y nuestro corazón a los misterios, y así poder comprenderlos y amarlos.
“La parábola, dice Arland J. Huldren en ‘The parables of Jesus. A Comentary’, proporciona un mensaje de aliento… Los datos aparentemente insignificantes, acciones y testimonios, de los discípulos de Jesús, son de una importancia trascendental”
Dicha lectura me trae a la memoria –como se la trae a Frédéric Lenoir en su obra Le miracle Sipnoza– las figuras de Johannes Vermeer y de su paisano Baruch Spinoza: el primero pintor, el segundo filósofo. “La calidad de la luz de los interiores de Vermeer se hace eco de las luminosas demostraciones de Spinoza, las cuales nos hacen ver al hombre y al mundo de otra manera”Filosofía del uno y pintura del otro, que muestran tanto la armonía que revela la luz de sus cuadros como el efecto profundamente tranquilizador de su pensamiento.
Descubrimiento que otro ilustre judío de hace dos mil años, también pintor de imágenes y cuadros, y filósofo del pensamiento, nos sigue manteniendo en vilo con la luz de su evangélica doctrina.
La parábola del grano de mostaza nos presenta varios aspectos de patente interés: una pequeña semilla de mostaza, ramas y pájaros que se cobijan en ellas. Recurre a veces a un huerto y otras a un campo, a una semilla que crece hasta convertirse en un enorme árbol.
Ami-Jill Levine -nuestra historia de hoy va de judíos-, feminista judía norteamericana y profesora bíblica en la Vanderbilt University Divinity School, escribe en su obra Relatos cortos de Jesús, que “De estas ramas hay especialmente dos que sobresalen. La primera contempla en la parábola el tema del contraste entre la semilla pequeña y la planta grande o bastante grande (tanto si es un árbol como si es un arbusto impresionante). La segunda, que es más especulativa, se concentra no en tamaño, sino en las imágenes: el valor simbólico de la mostaza, el árbol, los pájaros y las ramas. Las dos ramas producen a la vez distintas hojas”.
En las fuentes griegas y romanas que hablan de la semilla y de la mostaza se nos informa sobre los beneficios medicinales de dicha planta y Plinio el viejo afirma también en su Historia Natural que la mostaza es “altamente beneficiosa para la salud”.
En todo ello, la invitación a compartir es universal, como demuestra con claridad la presencia de los pájaros. “El Reino está presente cuando la humanidad y la naturaleza trabajan conjuntamente y cuando hacemos aquello para lo que hemos sido puestos aquí, es decir, para arriesgarnos y aportar cuanto podamos a los demás y también a nosotros mismos”, termina diciendo Ami-Jill.

POEMA
Y cuando llegue un día mi momento,quiero entonar mis cantos,como los pajarillos en el árbol,mientras se bañanen la luz del Sol común.
Sencilla alegría del vivir,dando gracias a Dios por su gran gloria.
Sueño con vuestros cantos,con los colores de Johannesy el pensamiento de Espinoza.
Y tú, Jesús, filósofo y pintorde los caminos de mi vida…¡¡Acuérdate de mí!!

Padre Numa Molina rechazó doble moral de jerarquía eclesiástica


Óscar Fortín

venezuelaNota: El padre Numa Molina, jesuita bien conocido en Venezuela, pone de relieve, en esta entrevista que me permito difundir en mi blog, la doble moral del episcopado venezolano de que no se habla mucho en RD. Me parece importante que sepamos lo que piensa este jesuita que respeta mucho al papa Francisco con el cual tiene una relación de amistad.··· Ver noticia 

Obispos españoles siguen cerrando filas solidarias con los refugiados del Aquarius

José Manuel Vidal

barco akuariusMONSEÑOR JIMÉNEZ: “POR ENCIMA DE LAS DISPOSICIONES LEGALES ESTÁ LA DIGNIDAD DE LAS PERSONAS”
Cardenal Sistach: ” Quizás Europa vive de espaldas a África. Es preferible exportar capitales que personas”
Primero fueron los cardenales Osoro y Cañizares, seguidos del Pare Ángel y del secretario del episcopado, Gil Tamayo. Sigue, ahora, el goteo de obispos españoles que cerran filas con los refugiados del ‘Aquarius’, siguiendo las indicaciones del Papa y del Evangelio: ‘Fui forastero y me acogísteis”. Y, por supuesto, Cáritas.··· Ver noticia ··

Podemos tacha de criminal a Israel y pide su boicot en España


El líder de Podemos llama al régimen israelí ‘ilegal’ y ‘criminal’ y exige que todas las ciudades de España boicoteen a Israel como lo hizo Valencia.
El secretario general del tercer partido más grande de España, Pablo Iglesias, en una entrevista dedicada el jueves a la cadena televisiva estatal RTVE, al ser preguntado sobre la medida del Gobierno de España en condenar la construcción de 2000 viviendas en los territorios palestinos por el régimen de Israel, celebró la actitud del Gobierno.··· Ver noticia

“Fui extranjero y me acogísteis”

José M. Castillo, teólogo

Castillo2El recién estrenado Gobierno de España ha tomado la humanitaria decisión de acoger, en nuestro país, a más de seiscientos inmigrantes, perdidos en el Mediterráneo y a los que ningún otro país de la UE quería recibir.
El día 8 de enero de 1454, el papa Nicolás V, mediante la bula “Romanus Pontifex”, le regaló al rey de Portugal todos los reinos de África, añadiendo además la facultad de hacer esclavos de dicho rey a todos los habitantes del continente africano (“Bullarium … Romanorum Pontificum”, vol. V, 113). Y el 4 de mayo de 1493, el papa Alejandro VI, por la Bula “Inter caetera”, les concedió a los reyes de España y Portugal la conquista, invasión y posesión de todos los reinos, riquezas, oro, aromas y otras muchísimas cosas preciosas…, que se acababan de descubrir en América (“Bullarium…”, vol. V, 362). No hace falta ponderar lo mucho que Europa ha robado en África y América. Se sabe mucho de eso. Aunque no lo sabemos todo.
Pero, con lo que sabemos, tenemos de sobra para que se nos caiga la cara de vergüenza cuando ahora resulta un hecho ejemplar que el actual Gobierno de España tome la decisión de acoger a poco más de seiscientos inmigrantes, que huyen del hambre y de la muerte, por causa de guerras que se organizan y se hacen posibles gracias a la venta de armas con las que España, sin ir más lejos, se embolsa cantidades importantes de millones de euros cada año.
Nuestros obispos ponen el grito en el cielo cuando el Gobierno permite el matrimonio entre personas homosexuales, por ejemplo. Yo me pregunto por qué nuestros obispos no ponen el grito en la tierra cuando el Gobierno toma una decisión, que es un acto humanitario. Y que, además, cumple al pie de la letra lo que dice el Evangelio: “Fui extranjero y me acogisteis” (Mt 25, 35).
El Evangelio – que yo sepa – no dice ni palabra sobre la homosexualidad. De la acogida a los perdidos y extraviados, Jesús habló muy claro. ¿estaré yo perdiendo la cabeza cuando me viene la idea de que nuestros gobernantes están más cerca del Evangelio que algunos de nuestros obispos?