FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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martes, 21 de marzo de 2023

Colonos israelíes asaltan la Iglesia del sepulcro de María y atacan la tumba de la Virgen en Jerusalén ocupada

 palestinalibre

Este domingo, a lo menos dos colonos asaltaron la iglesia del sepulcro de María que se encuentra a los pies del monte de los Olivos, cerca de la Basílica de Getsemaní en Jerusalén ocupada, con el objetivo de dañar la tumba de la Virgen María que se encuentra al interior de la iglesia. Es el sexto ataque por parte de colonos israelíes a un recinto de culto cristiano en Jerusalén en lo que va de este año. Ver noticia

Burke y Müller exigen a Roma que sancione a los obispos alemanes por 'bendecir' a las parejas homosexuales

 Religión Digital

Les acusan de «herejía» y «apostasía» en la ‘cadena del diablo’ (EWTN)
«Ya se trate de un alejamiento, de una enseñanza herética y de la negación de una de las doctrinas de la fe -o de apostasía en el sentido de simplemente alejarse de Cristo y de su enseñanza en la Iglesia católica- con el fin de abrazar alguna otra forma de religión, se trata de delitos», afirma el estadounidense en EWTN Ver noticia

Una escalada en la guerra Rusia-Ucrania puede poner en peligro la vida sobre la Tierra

 


Leonardo Boff

Se oye hablar cada vez más de una escalada en la guerra entre Rusia y Ucrania, provocada por el propio Putin al admitir, eventualmente, el uso de armas nucleares tácticas. No destruyen mucho pero la radioactividad emitida podrá volver la región inhabitable durante muchos años. La razón básica es que Rusia no puede perder la guerra.

Esta situación se agravó cuando la OTAN, por presión de Estados Unidos, extendió su acción ofensiva del Atlántico al Pacífico con la adhesión de Japón, de Corea del Sur, de Australia y de Nueva Zelanda. La OTAN se sometió vergonzosamente a la voluntad imperial de los USA. Parece que no aprendió nada de las dos guerras del siglo XX en Europa que causaron 100 millones de víctimas.

Hoy se sabe que detrás de la guerra que sucede en Ucrania está el enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia/China para ver quien se hace con el dominio geopolítico del mundo. Hasta ahora existía un mundo unipolar con total predominio de los Estados Unidos.

Nuestro maestro en geopolítica Luiz Alberto Moniz Bandeira (1935-2017) en su minucioso libro El desorden mundial:el espectro de la dominación total (Civilização Brasileira,RJ 2016), señaló claramente los tres mantras fundamentales del Pentágono y de la política exterior norteamericana: (1) un mundo-un imperio (USA); (2) full spectrum dominance: dominar todo el espectro de la realidad, en la tierra, en el mar y en el aire con cerca de 800 bases militares repartidas por todo el mundo; (3) desestabilizar todos los gobiernos de los países que resisten o se oponen a esta estrategia imperial, como ocurrió en Honduras, en Bolivia y en Brasil con el golpe contra Dilma Rousseff en 2016 y posteriormente con la injusta prisión de Lula.

Los USA no desisten de su propósito de ser la única potencia mundial. Pero ocurre que el imperio norteamericano está a la deriva por más que apele todavía a su excepcionalidad y al “destino manifiesto”, según el cual Estados Unidos sería el nuevo pueblo de Dios que llevará a las naciones la democracia, la libertad y los derechos (entendidos siempre dentro del código capitalista).

Sin embargo, Rusia se ha armado con potentes armas nucleares, con misiles inatacables, y disputa formar parte del liderazgo en el proceso de globalización. China ha irrumpido con proyectos nuevos como la ruta de la seda y como una potencia económica que ya ha superado a la norteamericana. Paralelamente, ha surgido el Sur Global, un grupo de países BRICS en el que Brasil participa. En otras palabras, ya no existe un mundo unipolar, sino un mundo multipolar.

Este hecho exaspera la arrogancia de los supremacistas neocons que afirman que es necesario continuar la guerra en Ucrania para sangrar y eventualmente arrasar a Rusia y neutralizar a China para enfrentarse a ella en una fase posterior. De esta forma se volvería al mundo unipolar.

He aquí los elementos que podrían conducir a una tercera guerra mundial, que será terminal. El Papa Francisco con su clara intuición ha dicho repetidas veces que ya estamos en una “tercera guerra mundial por partes”. Por eso insiste en tono casi desesperado (aunque personalmente esperanzado) que “todos estamos en el mismo barco; o nos salvamos todos o no se salvará nadie” (Fratelli tutti n.32). Es la razón que se ha vuelto irracional y enloquecida. Y António Guterres, Secretario General de la ONU, ha repetido a menudo: “la única alternativa es la cooperación entre todos o el suicidio colectivo”.

¿Por qué el Occidente europeo optó por la voluntad de poder y no por la voluntad de vivir de los pacifistas como Albert Schweitzer, Leon Tolstói, Mahatma Gandhi, Luther King Jr y Don Helder Câmara? ¿Por qué Europa que ha producido una gran cultura y muchos genios, santos y santas, ha escogido este camino que puede devastar todo el planeta y hacerlo inhabitable? ¿Por qué ha dejado irrumpir, sin control, el más peligroso de los arquetipos, según C.G.Jung, el del poder, capaz de autodestruirnos? Es un misterio de la historia humana a ser descifrado.

En Dios vivo y fuente de vida ponemos nuestra última esperanza. Esto sobrepasa los límites de la ciencia y de la razón instrumental-analítica. Es el salto de la fe que es también una virtualidad presente en el proceso global cosmogénico. La alternativa a esta esperanza son las tinieblas. Pero la luz tiene más derecho que las tinieblas. En esa luz creemos y esperamos.

*Leonardo Boff ha escrito En busca de la justa medida: el pescador ambicioso y el pez encantado,Vozes 2022 y Habitar la Tierra:¿cuál es el camino para la fraternidad universal?, Vozes 2021.

Traducción de Mª José Gavito Milano

¿QUÉ HACES CON TUS MUERTOS? LO IMPORTANTE ES LO QUE "VIVE EN TI" DEL QUE SE FUE Y NO EL FUNERAL O LA TUMBA


col agua

fe adulta

Los muertos que te duelen son aquellos con los que tienes un vínculo de afecto, muy particular o generalizado por tu compasión humana.

La separación definitiva de ese "ser querido" es lo que duele. A la "aceptación y cura" de ese dolor lo llamamos duelo.

Es ancestral el "culto a los muertos" y la arqueología lo ha demostrado con creces. Es el intento de conservar los vínculos con el que se fue. La raíz de esa reacción humana ante la muerte está en el amor (esencia del hombre).

Por eso nos preocupa si sufrió o no, si estaba acompañado y asistido, dónde y cómo murió. Por eso queremos estar, ver, acompañar, tocar, despedir… Algo que a tantísimos miles de personas se les está negando en estos días.

En nuestro corazón el silencioso deseo de que todo sea o haya sido como lo hubiéramos querido para nosotros. Es la expresión más cristiana del amor: "amar al prójimo como a uno mismo".

¿Y cómo es el "culto a los muertos" en nuestra práctica católica? Pues paradójicamente al revés, echando sal en la herida: Cargamos al muerto de cadenas, deudas y pecados para convertirnos en "salvadores", que pagan por su rescate, y así sentirnos aliviados. Es decir, acudimos a "ritos funerarios externos" que, según la ideología que nos inculcaron, son remedio santo para aliviar al muerto. Y a los vivos sufrientes que los zurzan, que se conformen con el rito y paguen.

La fuerza real de un funeral (de cualquier religión) es el "acompañamiento" a los vivos y las "muestras de afecto". Es el "acto social y fraterno" lo que vale, el rito no vale nada, solo es el motivo para coincidir con los que lloran.

Es decir, la respuesta religiosa ante la muerte no solo es insuficiente y desenfocada, además es incoherente. Se limita a "pedir a Dios" que sea bueno con el muerto y le proporcione la paz cuanto antes. Lo que es absurdo, porque Dios no puede ser más que Bondad y Paz infinitas. Es tanto como pedirle a la luz que ilumine.

Se perdió la ocasión de ocuparse de los vivos, de consolar su llanto, de reconocer la "presencia silenciosa del Abba de Jesús" abrazando a los sufrientes como ya ha abrazado al que pasó a la eternidad. Él sí estuvo presente en su lecho de muerte y en todo momento. Puedes relajar tu ansiedad y el dolor de tu ausencia en el último suspiro: Estuvo siempre acompañado y amado.

Se perdió la ocasión de recordarnos que ante el "misterio de la muerte" no cabe más que ACEPTAR nuestra limitación, nuestro "no saber". No se nos ha revelado cómo es el desembarco. Solo sabemos -por revelación y certeza interior- el destino: Amor Infinito en el que "somos, nos movemos y existimos" (He 17,28), también tras la vida física.

Hay demasiada ficción novelada y siniestra imaginación sobre la muerte y los muertos. Todos los cuentos míticos sobre purgatorios e infiernos son incoherentes con el Abba revelado por Cristo. Lo único que sabemos es que no sabemos nada sobre el viaje al otro lado y los horizontes luminosos de la eternidad. Nadie volvió para contarlo. Y las llamadas apariciones y revelaciones particulares no son más que proyecciones de lo que esas personas ya tenían dentro por aprendizaje o imaginación.

El gran consuelo para los que sufren es la SEGURIDAD de la ESPERANZA que mana del Padre amante del que nos fiamos por fe y experiencia interior. Pero nuestros ritos funerarios discurren por la incoherencia de la "obsesión por los pecados y la necesidad de expiarlos", herencia del judaísmo que no hemos conseguido superar. Por eso insisten en pedir y pedir perdón y un buen destino para el viajero, a quien ya abrazó el Padre en la "Estación Termini".

Quienes hablan de los "méritos de Cristo", aplicados en la Misa al rescate del muerto, no saben lo que es amor. Hablan teóricamente del amor divino, su misericordia, su ternura… Y olvidan su esencia: la GRATUIDAD, sin la cual NO hay verdadero amor.

Por eso sobran las indulgencias (qué pretensión tan necia de "ser como dioses"), los sufragios, responsos, sacrificios y expiaciones que nos hemos inventado para minorar el temor ante un justiciero "jefecillo tribal", figura humanoide a la que hemos reducido al Abba.

Si crees que me equivoco, cógete el Evangelio y relee pasajes como los de la "adúltera", el "hijo pródigo", la "oveja perdida", el "perdón a los enemigos", etc. Y escucha a Pablo: "Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza…" (1Tes 4,13).

No, no hay que preocuparse por los muertos. Pasado el umbral de la eternidad ya están en brazos de la Misericordia y la Paz. No hay oraciones ni rescates que aplicar y muchísimo menos si son de pago (puro pecado de simonía).

Son los vivos, son las personas que sufren las que nos deben preocupar. ¿Y qué mejor remedio para el dolor que saber que tu ser querido ya llegó a la resurrección y la paz?

Los funerales deberían ser para los "vivos" que sufren el desgarro de la despedida, sobre todo si fue inesperada. El apoyo firme sería la ESPERANZA cierta que acabo de describir.

Deberíamos empezar por convencernos de que la muerte, para los cristianos, es una liberación, una meta, una pascua, el paso a la tierra prometida. NO un motivo de tristeza y, menos aún, de penitencia reparadora. Los que mueren, mueren para vivir.

¿Podemos hacer algo por los difuntos? ¿Ellos pueden hacer algo por nosotros? La respuesta es un rotundo NO. La eternidad es inalcanzable para nosotros y ellos tampoco pueden alcanzarnos porque viven en el Amor Infinito que no necesita influencias ni intermediarios porque lo llena todo con su Plenitud.

Las "preces" por los difuntos y la mayoría de nuestras "oraciones de petición" no son más que un intento infantil de alumbrar con linternitas el sol o las estrellas.

La acción de los difuntos sobre nosotros se reduce a la "vida de ellos" que permanece en nosotros. El único y universal remedio, lo que realmente puedes hacer "aquí y ahora" es: "Vencer el mal con abundancia de bien" (Rom 12,21) con el impulso y experiencia de los que partieron. Únicamente puedes ensanchar el bien que pugna por inundar tu vida.

Te propongo estos tres avances como los tres efectos de un funeral cristiano:

1. Rectificar los malos funcionamientos que heredaste, muy sutiles a veces, porque suelen ser subconscientes y no nos hemos parado a concienciarlos.

2. Perdonar, perdonar de corazón las posibles heridas que te causaron, hasta que no quede ni rastro de resentimiento. No porque necesiten tu perdón, sino porque ese perdón es la medicina que necesitan tus heridas.

Y recuerda: Perdonar NO es apretar los dientes y olvidar el dolor de tus heridas. Perdonar es comprender y desistir de vengarte (hay terribles venganzas sicológicas contra los muertos). Comprendiendo tu propia fragilidad (conociéndote a ti mismo) entrarás en la comprensión de la limitación de los que te hirieron y se fueron sin aliviar tus heridas.

3. Imitar el buen ejemplo que te dejaron. Es la mejor forma de amar y honrar a tus difuntos. Tiene sentido nombrarles en la santa Misa para sentirnos orando "CON ellos", pero NO "POR ellos", para seguir sintiendo su aliento y ejemplo de vida, para concienciar que pertenecen a tu misma Iglesia y siguen viviendo en ella.

Amar es admirar y admirar nos lleva a imitar lo que admiramos. Si admiramos (amamos), es que esa persona nos atrae. Si nos atrae, es porque ya tenemos en nosotros algo de eso que admiramos.

La "presencia interior" de tus difuntos (más que su recuerdo cerebral) estimulará eso que pugna por crecer en ti. Esa sería la gran finalidad de honrar a los muertos.

¿Qué admiraste y qué sigues amando en tus difuntos? Si no hay amor, solo queda sensiblería, obligación mental o rutina externa. Nada de su "vida" te ha quedado, solo recuerdos muertos.

Si lo que te queda es amor, es un disparate hacer cambalaches con el Cura o con Dios. Tus difuntos no necesitan estipendios. Ya han desembarcado en las manos del Padre. Dedica tus dineros a los pobres vivos o a las necesidades de la Iglesia caminante. Los que ya pasaron no los necesitan.

Lo que ellos desean -con toda seguridad- es que aproveches bien su buen ejemplo y rectifiques sus errores, que sigas tu camino y despliegues todos tus dones. ¡Eso es lo urgente, realista y espiritualmente eficaz! Lo otro, los negocios clericales y el "dios negociador", son pura idolatría.

MATRIMONIO HOMOSEXUAL: NI DELITO, NI PECADO

religión digital

col masia

Cuando Papa Francisco se opone a las leyes que criminalizan la homosexualidad y no se opone a las leyes que admiten el matrimonio homosexual, algunos obispos homófobos protestan, en nombre de su creencia en la supuesta pecaminosidad de toda relación homosexual.

Con razón Francisco se ve obligado a hacer varias aclaraciones:

· Hay que aclarar: la orientación homosexual como tal no es delito ni mal moral o injusticia, sino una condición de la persona.

· Pero insisten los  homófobos en argüir contra Francisco, (con citas doctrinales de Catecismo o CDF), diciendo: “esa relación es pecado”. Y se ve obligado Francisco a aclarar: Hay que distinguir, ante todo, entre delito y pecado.

· Pues no, señor, siguen sin conformarse los obispos homófobos  y  siguen arguyendo contra Francisco, apoyados en la supuesta "doctrina tradicional de la iglesia". Y tiene que hacer Francisco la tercera y más decisiva aclaración y precisión: Sí, efectivamente, esos textos que ustedes citan son doctrina tradicional (que yo no cambio por decreto, sino caminando hacia el cambio por la vía de la sinodalidad...), pero... en esa tradición de la iglesia y en la de la Biblia  ha habido, hay y habrá necesidad siempre de evolución, revisión y reinterpretación..., actualmente la práctica pastoral de acoger en la Iglesia a personas que hasta ahora eran discriminadas es un modo de preparar la evolución y revisión de la doctrina, ( se faltaba y se falta gravemente contra la caridad hacia esas personas, hay que llamar a conversión a los homófobos...).

· Por cierto, se están debatiendo de cara al Sínodo estas cuestiones,  hasta el mismo obispo emérito Ratzinger (q.e.p.d.) ya tuvo que reconocer el error de la iglesia al confundir los problemas de la condición homosexual con los de agresiones sexuales o pederastia y por eso llevó cuidado de que en el catecismo se evitase esta confusión.

· La teología moral revisionista desde el Vaticano II ya viene más de medio siglo aclarando esta confusión, rechazando toda agresión sexual y poniendo el criterio para evaluar la moralidad de una relación sexual, no en la heterosexualidad u homosexualidad, ni tampoco en si es  extramatrimonial o intra matrimonial), sino en los criterios de amor y justicia, consentimiento libre,  y respeto a la dignidad y derechos de la persona).

· El paso mayor de cambio en la doctrina fue la tajante afirmación de oponerse a cualquier discriminación por razón de la condición homosexual. Hasta ahí se llegó en el Catecismo. Comparado con lo anterior, un paso grande. Pero ante la situación actual el paso  diminuto del catecismo en la evolución de la doctrina (comparado con la tradición discriminadora durante siglos) es todavía muy insuficiente. Tendrá que ser modificado, tanto lo que dice el catecismo como las más recientes declaraciones de la CDF sobre este tema (¡Qué difícil lo tiene el amigo y hermano Cardenal Ladaria! Oremus ad invicem).

· Admitir en la práctica pastoral la acogida de esos matrimonios civiles y la bendición de esos matrimonios en la iglesia es la manera de preparar el camino para que llegue (como siempre con retraso) la evolución de la doctrina a nivel de sus expresiones magisteriales y canónicas.

· Si le preguntamos a Francisco si bendeciría ese matrimonio, seguro que nos contesta: Canónicamente no podría, pero... ¿Quién soy yo para negar una bendición evangélica, pastoral y misericordiosa, a esa pareja que da fe con su amor del amor Dios?

¿QUEMAR PARÍS?

fe adulta

col koldo

 

Los chavales que hoy queman París no saben si alcanzarán los 62 años, tampoco si entonces querrán seguir trabajando. Ignoran aún en qué se emplearán…, pero ya están quemando y llevando el caos a las calles. Ahora estamos bien lejos de esas llamas. Su fatuo fuego nunca nos resultó tan ajeno, pero en su día muchos quisimos quemar nuestro particular París, sacar nuestra rebeldía juvenil en la más cercana oportunidad de confrontación callejera.

En los años ochenta, Donosti no estaba en llamas todos los días, pero había jaleo asegurado muchos, muchos atardeceres. Como buenos “revolucionarios” nos habíamos mudado al extrarradio obrero a vivir y la pregunta de cada noche de vuelta al hogar comunero era: "¿Hay hoy autobús?". Las compañías de transporte los quitaban al menor incidente, pues no querían perder unidades.

Cuando mi padre me decía que un día quien suscribe sería bombero y no incendiario, por dentro me mofaba. "!Qué poco sabía mi progenitor de la firmeza y fortaleza de mi espíritu revolucionario!", me decía para mis adentros. En realidad, mi padre siempre tuvo razón en todo lo que me sugirió, que nunca ordenó. Lo que ocurría es que jamás levantaba la voz y yo venía de gritar por las calles. No atendía las voces bajas, maduras y por lo tanto urgidas de respeto.

Mi “aita” sabía que un día yo escribiría estas letras de "bombero". No tengo su dirección. Desconozco en qué gloriosa estancia descansa su alma cargada de tan profunda como discreta sabiduría. Si supiera de sus pistas correría a devolverle la razón que le negué. Vivimos la cultura de la queja, pero nuestros mayores vivieron la del esfuerzo, la superación y la entrega y a nosotros se nos ha olvidado todo eso. La gasolina y los cristales rotos sobran siempre, pero más aún cuando la reivindicación puede hallar sus justos, ordenados  y legales cauces.

La mente superior va tomando felizmente con los años gobierno sobre una emocionalidad inferior más primaria. La cuestión es entonces no haber hecho estragos, no haber quemado París, ni haber derivado en drama la catarsis juvenil. Todos tenemos nuestro voto, aunque no escondamos "cócteles molotovs" en el garaje. Nuestro mundo está en exceso condicionado por quienes gritan, queman y volatilizan valores compartidos y sin embargo no atienden a cabales argumentos. No escuchan, como no lo hizo servidor, a sus mayores. Tengo más de 62 y no quisiera nunca jubilarme. Ojalá Dios no me quite el teclado de los dedos, ni el delantal de la cintura. Me gustaría seguir cocinando para los yoguis, conspirando para el alba y escribiendo en la clave de esperanza hasta el día del último aliento.

Seguramente nunca debimos quemar París, ni alterar la vida de nuestros tranquilos barrios. A este "bombero" las llamas de estos días sólo le producen pena, su fulgor no tienta ninguna nostalgia, ni prende ningún rescoldo revolucionario. No termino de entender esa Francia encendida. Encendernos, si es caso, contra nosotros mismos, si estamos desde primera hora de la mañana en un tajo ajeno, en un quehacer que no nos llena. No debiera ser que aguantemos toda la vida trabajando en algo que nos desagrada. No debiera ser que pongamos al país patas arriba porque no queremos trabajar hasta los 64 años si disponemos de salud.

Salvo en actividades que impliquen un especial desgaste físico o mental, no debiera mediar tanta prisa. ¿Dónde queda el gozo de trabajar y por lo tanto de donarnos a los demás, de emplearnos en su beneficio? En vez de reivindicar y pedir siempre al Estado, por qué no nos demandarnos a nosotros poder servir a la comunidad más tiempo y mejor. No debiera ser que pensemos tanto en nosotros mismos y tan poco en los demás. No debería ocurrir que no reparemos en las pensiones del prójimo, de los que han de venir, de quienes aún no están llegando.

Vamos demasiado a lo nuestro y la botella incendiaria nos vuelve aún más individualistas. Adolecemos de compromiso con lo colectivo. ¿Por qué no reformar las pensiones, tal como pretende el gobierno galo, para que así llegue para todos? El Estado no es necesariamente ese ente abstracto y lejano que siempre está enfrente y que es preciso a toda costa combatir. El Estado somos cada uno de nosotros y de nosotras y podemos imbuirlo de un espíritu de responsabilidad, integración y solidaridad.

CELEBREMOS EL FEMINISMO COMO UN SOPLO DE AIRE FRESCO


col gonsalves

 

El tema del Día Internacional de la Mujer – “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible” – celebrado en marzo de 2022 me recordó a la ya fallecida Kamla Bhasin, una icónica científica social, india y feminista socialista por convicción. Su famosa cita se me ha quedado grabada para siempre: “¡Los hombres de calidad no temen a la igualdad!”.

Trabajó con las Naciones Unidas durante 27 años en temas como la igualdad y la justicia de género, los medios de vida sostenibles, el patriarcado, el feminismo, las políticas de identidad y la militarización, y -con un programa de propiedad compartida llamado Sangat, una red feminista- por los derechos humanos.

Mientras preparo las actividades para el próximo Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2023, la primera actividad que se me ocurrió fue escribir a Global Sisters Report sobre el tema del feminismo. Kamla Bhasin dijo: “Conozco a bastantes mujeres que son totalmente patriarcales, que están totalmente en contra de las mujeres; que hacen cosas desagradables a otras mujeres, y he conocido a hombres que han trabajado por los derechos de las mujeres toda su vida. El feminismo no es biológico: el feminismo es una ideología”.

Creo que para que el Día Internacional de la Mujer tenga impacto hay que entender qué es el feminismo.

Según la página web del Día Internacional de la Mujer, “Gloria Steinem, feminista, periodista y activista de renombre mundial, explicó una vez: ‘La historia de la lucha de las mujeres por la igualdad no pertenece a una sola feminista, ni a una sola organización, sino a los esfuerzos colectivos de todas las personas que se preocupan por los derechos humanos’. “

Quiero ir más allá; no sólo trabajar colectivamente por los derechos humanos, sino por los derechos de cada ser. El feminismo exige que acabemos con los estereotipos y la discriminación entre “nosotros” y “ellos” y adoptemos una espiritualidad de “ambos” en la que se valore y celebre la diferencia.

Al educar a sus nueve hijas, mi padre adoptó una postura contracultural a favor de la educación femenina; era una opción feminista que iba contra las corrientes de la sociedad patriarcal. Nos hizo valernos por nosotras mismas, haciendo de la educación una alternativa a la dote. 

La crianza familiar y la educación que recibí me hicieron consciente de mi dignidad como persona creada a imagen y semejanza de Dios, y encendieron la chispa divina del feminismo.

Más tarde, mientras servía a los indígenas desfavorecidos, especialmente a las niñas y las mujeres de las remotas zonas tribales de Gujarat, Rajastán, Odisha y Maharashtra; y más tarde, mientras ejercía como presidenta del Consejo de Religiosos de la India en la diócesis de Vasai, fui profundamente consciente de la desigualdad arraigada en la sociedad india y de la actitud discriminatoria hacia las niñas/mujeres.

Por el camino aprendí que el feminismo no consiste en cambiar las manos que sostienen el poder, sino en cambiar la definición del poder. 

Existe el malentendido generalizado de que las feministas son contrarias a la iglesia y a los hombres. Que no van regularmente a misa y que reaccionan ante los sacerdotes; que son personas airadas y rebeldes que adoptan una postura de confrontación y que son demasiado críticas y hacen demasiadas preguntas. Algunos tienen aversión incluso al uso de la palabra feminismo. Aunque en realidad las feministas están en contra de la desigualdad y no en contra de los hombres, ¡para muchos la palabra “feminismo” es una mala palabra!

Yo veo el feminismo como pro-iglesia, pro-humanidad y pro-ecología, en resumen, pro-todo ser. Aunque algunas feministas en sus inicios adoptaron posturas antipatriarcales extremas, también es bueno ser conscientes de que quienes quieren aferrarse al patriarcado tienen un gran interés en etiquetar y difamar a todas las feministas. 

El feminismo es una visión del mundo. Al ver la vida desde abajo, critica los sistemas construidos sobre el poder de unos pocos y la impotencia de la mayoría. La cosmovisión feminista promueve el pensamiento y la vida compasivos. Es holística y fomenta la conexión íntima con la Madre Tierra. Considera la carne como una bendición.

El feminismo celebra cualquier movimiento que sea no jerárquico, igualitario en cuanto a la distribución de los recursos, el cuidado del planeta y la dignidad de la vida para cada ser, y se centra en promover la paz cósmica.

Una cultura patriarcal entrena a los hombres para ser agresivos y altamente competitivos, por lo que no es de extrañar que tengamos tanta violencia y tantas guerras. Las personas heridas siguen hiriendo a otras, perpetuando así la cadena de violencia. Todos tenemos que pagar un alto precio por ignorar o suprimir la dimensión femenina.

Gloria Steinem dijo: “Una feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y la plena humanidad de mujeres y hombres”. El feminismo reclama un equilibrio saludable de lo racional y lo emocional tanto en las mujeres como en los hombres. Definir los sexos por rasgos estereotipados, y limitarlos por motivos físicos a papeles separados, debería sustituirse por la noción de “ser” cósmico.

La diferencia básica entre los sexos es un ejemplo de cómo la naturaleza crea la diversidad. Las feministas son hombres y mujeres con una orientación diferente, con capacidad intelectual y valor heroico para desafiar con audacia a los poderes religiosos y políticos. En una sociedad sexista, las feministas no buscan la igualdad absoluta (que es prácticamente imposible), sino el derecho a ser tratadas en pie de igualdad con los demás seres humanos. El feminismo es una lucha por el reconocimiento del valor de cada ser.

En su libro Corazón de carne, Joan Chittister expone claramente una cosmovisión alternativa:

El feminismo es una nueva visión del mundo… y una espiritualidad, que el mundo y la iglesia ignoran para peligro de todos nosotros y también para sí mismos… [no] se trata simplemente de feminidad. Se trata de otra forma de ver la vida, de otro conjunto de valores destinados a nutrir un planeta moribundo y a rescatar a las personas demasiado tiempo pisoteadas, demasiado tiempo ignoradas, no vistas, invisibles. El feminismo trata de una nueva forma de pensar tanto para las mujeres como para los hombres que están cansados de la carnicería, asqueados por la explotación del planeta, desilusionados por las luchas de poder y buscando… un corazón de carne en un mundo de piedra.

Defender la igualdad y la justicia hará que seamos rechazados, desestimados y amenazados por hombres y mujeres con una mentalidad patriarcal. Sólo los hombres y mujeres con valor, integridad e intelecto contribuirán a salvar la brecha de la desigualdad.

Vandana Shiva, ecofeminista india, activista medioambiental y defensora de la soberanía alimentaria y la antiglobalización dijo: “O defendemos los derechos de las personas y de la tierra, y para ello tenemos que desmantelar los derechos que las corporaciones se han asignado a sí mismas, o las corporaciones destruirán en las próximas tres décadas este planeta, en términos de posibilidades humanas.”

En resumen, el feminismo es un movimiento hacia la igualdad política, económica y social de todos los seres, incluido el medio ambiente.

Si usted es feminista, es un soplo de aire fresco, la vivacidad misma de la vida, y parte de la solución.

 

Margaret Gonsalves, SFCC

Margaret Gonsalves es una Hermana Para la Comunidad Cristiana y teóloga feminista activa en la Ecclesia de Mujeres de Asia y en el Foro de Teólogas Indígenas. Como fundadora de ANNNI Charitable Trust, trabaja en red en solidaridad con organizaciones no gubernamentales para llevar a cabo programas residenciales gratuitos de inglés intensivo hablado para empoderar a las niñas y mujeres indígenas. Organiza talleres de MADness para poner en práctica los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas, así como la espiritualidad de la  Laudato Si' y Fratelli Tutti.

Traducido por Magda Bennásar SFCC y Carmen Notario SFCC de Espiritualidad Integradora Cristiana

https://www.globalsistersreport.org/news/international-womens-day-celebrate-feminism-breath-fresh-air

CURA Y SEÑORA CON HIJO

ECLESALIA

col rollan

 

Sacerdocio en familia de oriente a occidente

Iba en zapatillas por los pasillos del Vaticano, somnoliento, sin afeitar y andando de forma acelerada. Llegaba tarde a su oficina pontificia pues se quedó dormido después de apagar el despertador. Había pasado una mala noche porque el peque no consiguió soltar los gases hasta muy tarde y permaneció en sus brazos hasta que consiguió dormirse. Llevaba unos papeles en una mano y en la otra la llave de su despacho. No había podido desayunar y eso le hacía estar en inferioridad de condiciones. Caminaba serio pero seguro de que iba a conseguir llegar a tiempo cuando, sin esperarlo, se cruzó con Francisco a pocos metros de poder fichar. Se paró, claro está, respetuoso pero sin mayor protocolo después de que el propio papa le dijera, la primera vez, que no hacía falta. El Sumo Pontífice le preguntó qué tal estaba, apercibido por su rostro fatigado; Jorge Mario entendió rápidamente que no había descansado suficientemente. Luego se interesó por su señora y su hijo y así pasaron unos minutos antes de continuar su marcha y, por fin, llegar con retraso a su puesto de trabajo.

Por la tarde, ya en casa, se enteró de que había salido en todos los medios después de que Infobae entrevistara al papa. Resulta que, entre la cantidad de asuntos por los que Daniel Hadad preguntó a Francisco estuvo, una vez más, el de la posibilidad de que los sacerdotes estuvieran casados. El periodista orientó la pregunta hacia la necesidad de que más gente se sume al sacerdocio, algo nada original y muy manido, que enseguida el papa se encargó de redirigir para constatar la existencia de sacerdotes casados: “Todo el rito oriental. Acá en la Curia tenemos uno —hoy mismo me lo crucé— que tiene su señora, su hijo. No hay ninguna contradicción para que un sacerdote se pueda casar”.

Mientras cambiaba el pañal a su pequeño, escuchó toda la entrevista para ver “dónde salía”. Sí, ahí estaba; Francisco había hablado de él y todo el mundo se había enterado. “El celibato en la iglesia occidental es una prescripción temporal: no sé si se resuelve de un modo o de otro, pero es provisoria en este sentido; no es eterna como la ordenación sacerdotal, que es para siempre, te guste o no te guste”. Hacía tiempo que no entendía cómo podía ser tan cuestionada una vida como la suya en occidente. Recordó los primeros días en la Santa Sede, cuando paseaba en familia y era observado de forma diferente a los demás curas. No parecía normal, se sentía, en cierto modo, juzgado; en más de una ocasión le tocó dar explicaciones y no siempre fue comprendido.

El sacerdocio no es una prescripción temporal, es eterna; la obligación del celibato es algo que puede terminar, había explicado Francisco. Sus palabras despertaron en él la esperanza de que su forma de vivir pronto se haría costumbre. Le vino a la memoria alguna de las conversaciones con compañeros de la curia sobre la relación entre su estado civil y su vocación religiosa, que cómo podía entregarse totalmente a los demás estando casado, que hasta qué punto le suponía una distracción atender a la familia, que cómo podía vivir su sexualidad y la entrega incondicional a la obra de Cristo…

Él siempre tuvo claro, como aquella mañana, que las cosas de Dios van en zapatillas, que Dios es, sobre todo, familia y que, como había sentenciado el papa en la entrevista “el celibato es una disciplina” solamente. Esta vez albergó la posibilidad de que pronto tendría nuevos compañeros con los que compartir también las cosas de casa y, por qué no, compañeras con las que entender que su ordenación sacerdotal hace tiempo que era también para siempre.

Hadad había añadido a la respuesta del Pontífice la cuestión sobre la revisión de la norma disciplinaria y Francisco, sin dudarlo, había respondido “Sí. Sí. De hecho todos los de la iglesia oriental están casados. O los que quieren. Ahí hacen una opción. Antes de la ordenación la opción por casarse o por ser célibes”; él mismo le había contado al papa cómo se conocieron y vivieron su amor antes de casarse y ser ordenado sacerdote. Sí. Sí. Es cuestión de tiempo. ¡Llegará!

 

YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA (Jn 11,1-45) DOMINGO 5º CUARESMA (A)

fe adulta

col paret

 ¿Hay algo más valioso que la vida para el ser humano? La amamos y cuidamos con ahínco, la buscamos ante cualquier anomalía o temor de perderla, incluso hay quienes arriesgan su vida (a veces con temeridad) y hasta quienes dan su propia vida. La muerte física, nos angustia, nos descoloca. Pero hay otra muerte que nos ronda sin cesar, al menos en determinadas épocas de nuestra existencia: la ausencia del sentido de la vida. ¿Para qué vivimos, luchamos y morimos? ¿Es una oportunidad, un don, o más bien, algo inevitable y aun insoportable?

Y, sin embargo, queremos seguir viviendo. Del núcleo mismo del ser humano surge un anhelo que nos mueve a desearla, a amarla, a cuidarla, a aceptarla. Y es tan valiosa que el centro mismo de la revelación cristiana es el anuncio de la salvación como vida ofrecida a todo ser humano. Dios nos ofrece y nos garantiza la salvación de nuestra propia vida. El creyente sabe que la existencia no acaba con la muerte, en la nada, en el absurdo. Confiamos en que Dios recoge y abraza la vida de toda criatura y la lleva a su plenitud. Son como dos modos de experimentarla: la precaria y de paso abocada al olvido, y la esperanzada y bendecida.

Es lo que proclama el profeta Ezequiel: “Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis” (37,12-14). El Salmo 129 lo canta con júbilo: “Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa”. Y Pablo, frente a miedos y angustias, nos recuerda: “El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros” (Rom 8,8-11). No es una espiritualidad cristiana de espaldas al cuerpo que somos, ni al mundo, ni a la historia o a las realidades que experimentamos, sean alegrías o desgracias. Se trata de que mi alma, mi “Yo soy” profundo, descubra la piedra angular sobre la que descansa mi existencia, mi vida entera, más allá de acontecimientos secundarios, aparentes.

El episodio de la resurrección de Lázaro, que hemos escuchado cientos de veces, se encuadra dentro de un numeroso conjunto de milagros que Jesús realiza durante su itinerario evangelizador. Milagros que son signo del poder de Jesús sobre el aspecto corporal pero que, salvo excepciones, no implica a la persona receptora del mensaje, que pasa por alto el poder del Espíritu de Jesús en lo que concierne a la salvación de las almas, de la mía en concreto, cuando asumo mi existencia como dormida, enferma o muerta. “Había un cierto enfermo, Lázaro…” (11,1).

Dejando a un lado la historicidad de los hechos, que no es objeto de nuestro comentario, urge adentrarse en una reflexión paralela que nos arroje luz para percibir los signos que el texto presenta y nos sirva de referencia y de guía fiable.

Jesús va a visitar a sus amigos a los que quiere mucho. Pero los datos que leemos en el evangelio de Juan tienen un hondo significado y nos revela la búsqueda del alma con la Verdad y los vínculos de Amor que se establecen entre ella y el Espíritu. Sin embargo, corremos el riesgo de desatender lo esencial de nosotros mismos, dejarnos llevar por la mundanidad, la cultura de lo efímero que nos rodea, la superficialidad que atraviesa nuestra sociedad… Las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús: “Tu amigo está enfermo”, pero él dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte” (11,3-4). Más adelante les dice: “Nuestro amigo Lázaro está dormido, voy a despertarlo”.

¿De qué sueño/enfermedad habla Jesús? Quien ignora, desdeña o niega su Luz esencial, quien después de haber descubierto la Verdad se desentiende y se olvida de alimentarla, fortalecerla. Así pues, el ego toma ventaja, las dependencias se van adueñando de la existencia, ¿para qué molestarse en buscar, en ir contra corriente? Es entonces cuando el alma, aun en la noche oscura, cuando experimenta el vacío, grita su dolor, su impotencia, con la esperanza de ser escuchada (Señor, ¿por qué a mí?). Solo la acogida del Espíritu, quien se deja iluminar por su Luz, incluso en medio del vaciamiento, del quebranto, de la kénosis, puede proporcionarnos ser receptivo a la voluntad de Dios. “Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado” (11,17). Marta le dijo: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano" (11,21). Jesús le respondió: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y el que vive y cree en mí no morirá jamás” (11,25-26).

La repetición de ambos versículos: “Cuando María llegó… le dijo: Si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto” (11,32), muestran con claridad que solo la Presencia del Espíritu es signo de vida y salud verdaderas para toda persona, mientras que sin la consciencia del Espíritu, el ser humano permanece enfermo, ignorante, abocado al sepulcro, aprisionado por la losa de su abandono, su falta de búsqueda, su in-consciencia, su indiferencia, lo cual le impide estar atento, despierto y tener acceso a una vida plena, real, verdadera. A veces, nos metemos en cuevas, egos, estados emocionales insanos o nos dejamos vencer por la rutina, “los pies y las manos atados con vendas y la cara envuelta en un sudario” (11,44), por la inercia, las apariencias.

Cuando quitaron la piedra, Jesús mirando al cielo exclamó: “Padre, te doy gracias por haberme escuchado” (11,41). Desde lo hondo de nuestra alma escuchamos su voz: “Desatadlo y dejadle andar” (11,44) y así despertamos de la no-vida, del sueño alienante, del letargo inútil, vacuo.

Somos humanos. Todos/as vivimos situaciones que nos ocultan la Luz, la Presencia del Espíritu-Ruah que nos habita, nos alienta y nos impulsa a ver la gloria de Dios. Atrévete a salir fuera: somos resurrección y vida. “Muchos judíos que habían ido a visitar a María, al ver lo que Jesús había hecho, creyeron en él” (11,45). Los creyentes sabemos por la fe que el que muere “vivirá”, “no morirá para siempre”.

¡Shalom!

DOMINGO 5 Cuaresma – A (Juan 11,1-45)

 


JOSÉ ANTONIO PAGOLA

El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a Jesús tan humano, frágil y entrañable como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos. Por otra, nunca se nos invita tan directamente a creer en su poder salvador: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá... ¿Crees esto?».

Jesús no oculta su cariño hacia estos tres hermanos de Betania que, seguramente, lo acogen en su casa siempre que viene a Jerusalén. Un día Lázaro cae enfermo, y sus hermanas mandan un recado a Jesús: nuestro hermano «a quien tanto quieres», está enfermo. Cuando llega Jesús a la aldea, Lázaro lleva cuatro días enterrado. Ya nadie le podrá devolver la vida.

La familia está rota. Cuando se presenta Jesús, María rompe a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver los sollozos de su amiga, Jesús no puede contenerse y también él se echa a llorar. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte. ¿Quién nos podrá consolar?

Hay en nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos puede curar.

Tampoco nos serviría vivir esta vida para siempre. Sería horrible un mundo envejecido, lleno de viejos, cada vez con menos espacio para los jóvenes, un mundo en el que no se renovara la vida. Lo que anhelamos es una vida diferente, sin dolor ni vejez, sin hambres ni guerras, una vida plenamente dichosa para todos.

Hoy vivimos en una sociedad que ha sido descrita por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman como «una sociedad de incertidumbre». Nunca había tenido el ser humano tanto poder para avanzar hacia una vida más feliz. Y, sin embargo, tal vez nunca se ha sentido tan impotente ante un futuro incierto y amenazador. ¿En qué podemos esperar?

Como los seres humanos de todos los tiempos, también nosotros vivimos rodeados de tinieblas. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo hay que morir? Antes de resucitar a Lázaro, Jesús dice a Marta esas palabras, que son para todos sus seguidores un reto decisivo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque haya muerto, vivirá... ¿Crees esto?».

A pesar de dudas y oscuridades, los cristianos creemos en Jesús, Señor de la vida y de la muerte. Solo en él buscamos luz y fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte. Solo en él encontramos una esperanza de vida más allá de la vida.

COMO JESÚS, POSEO LA VERDADERA VIDA DOMINGO 5º DE CUARESMA (A) Jn 11,1-45


col fraymarcos

 fe adulta


Hoy en Juan se va más allá que los domingos pasados. No hay agua que pueda dar Vida definitiva. No hay ningún barro que pueda dar la visión trascendente. Pero sobre todo no hay ningún poder ni divino ni humano que pueda devolver la vida a un cadáver ya corrompido. Son tres grandes metáforas que intentan lanzarnos más allá de toda lógica. Si nos empeñamos en seguir entendiéndolas al pie de la letra, estamos distorsionando el texto y nos quedamos en ayunas del verdadero mensaje.

Todo es simbólico. Los tres hermanos representan la nueva comunidad. Jesús está totalmente integrado en el grupo por su amor a cada uno. Unos miembros de la comunidad se preocupan por la salud de otro. La falta de lógica del relato nos obliga a salir de la literalidad. Cuando dice Jesús: “esta enfermedad no acabará en la muerte sino para revelar la gloria de Dios”; y al decir: “Lázaro está dormido: voy a despertarlo”, nos está indicando el verdadero sentido de todo el relato.

Si nos preguntamos si Lázaro resucitó físicamente, es que seguimos muertos. La alternativa no es, esta vida aquí abajo u otra vida después, pero continuación de esta. La alternativa es: vida biológica sola, o Vida definitiva durante esta vida, física y más allá de ella. Que Lázaro resucite para volver a morir unos años después, no tiene sentido. Sería ridículo que ese fuese el objetivo de Jesús. Es sorprendente que ni los demás evangelios ni ningún otro escrito del NT, mencione un hecho tan espectacular como la resurrección de un cuerpo ya podrido.

Jesús no viene a prolongar la vida física, viene a comunicar la Vida de Dios. Esa Vida anula los efectos catastróficos de la muerte biológica. Es la misma Vida de Dios. Resurrección es un término relativo, supone un estado anterior de vida física. Ante el hecho de la muerte natural, la Vida que sigue aparece como renovación de la vida que termina. “Yo soy la resurrección” está indicando que es algo presente, no futuro. No hay que esperar a la muerte para conseguir la Vida.

Para que esa Vida pueda llegar al hombre, se requiere la adhesión a Jesús. A esa adhesión responde él con el don del Espíritu-Vida, que nos sitúa más allá de la muerte física. El término “resurrección” expresa solamente su relación con la vida biológica que ya ha terminado. “Quién escucha mi mensaje y da fe al que me mandó, posee Vida definitiva” (5,24). Todo aquel que tenga una actitud como la que tuvo Jesús, participa de esa Vida. Esa Vida es la misma que vive Jesús.

Jesús corrige la concepción tradicional de “resurrección del último día”, que Marta compartía con los fariseos. Para Juan, el último día es el día de la muerte de Jesús, en el cual, con el don del Espíritu, la creación del hombre queda completada. Esta es la fe que Jesús espera de Marta. No se trata de creer que Jesús puede resucitar muertos. Se trata de aceptar la Vida definitiva que Jesús posee. Hoy seguimos con la fe para el más allá, que Jesús declara insuficiente.

¿Dónde le habéis puesto? Esta pregunta, hecha antes de llegar al sepulcro, parece insinuar la esperanza de encontrar a Lázaro con Vida. Indica que son ellos los que colocaron a Lázaro en el sepulcro, lugar de muerte sin esperanza. El sepulcro no es el lugar propio de los que han dado su adhesión a Jesús. Al decirles: “Quitad la losa”. Jesús pide a la comunidad que se despoje de su creencia. Los muertos no tienen por qué estar separados de los vivos. Los muertos pueden estar vivos y los vivos, muertos.

Ya huele mal. La trágica realidad de la muerte se impone. Marta sigue pensando que la muerte es el fin. Jesús quiere hacerle ver que no es el fin; pero también que sin “muerte” no se puede alcanzar la verdadera Vida. La muerte solo deja de ser el horizonte último de la vida cuando se asume y se traspasa. “Si el grano de trigo no muere...” Nadie puede quedar dispensado de morir, ni Jesús. Jesús invita a Nicodemo a nacer de nuevo. Ese nacimiento es imposible sin morir antes.

Al quitar la losa, desaparece simbólicamente la frontera entre muertos y vivos. La losa no dejaba entrar ni salir. Era la señal del punto y final de la existencia. La pesada losa de piedra ocultaba la presencia de la Vida más allá de la muerte. Jesús sabe que Lázaro había aceptado la Vida antes de morir, por eso ahora sigue viviendo. Es más, solo ahora posee en plenitud la verdadera Vida. “El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá”. La Vida es compatible con la muerte.

Es muy importante la oración de Jesús en ese momento clave. Al levantar los ojos a “lo alto” y “dar gracias al Padre”, Jesús se coloca en la esfera divina. Jesús está en comunicación constante con Dios; su Vida es la misma Vida de Dios. No se dice que pida nada. El sentido de la acción de gracias lo envuelve todo. Es consciente de que el Padre se lo ha dado todo, entregándose Él mismo. La acción de gracias se expresa en gestos y palabras, pero manifiesta una actitud permanente.

Al gritar ¡Lázaro, ven fuera! está confirmando que el sepulcro donde le habían colocado no era el lugar donde debía estar. Han sido ellos los que le han colocado allí. El creyente no está destinado al sepulcro porque, aunque muere, sigue viviendo. Con su grito, Jesús muestra a Lázaro vivo. Los destinatarios del grito son ellos, no Lázaro. Deben convencerse de que la muerte física no ha interrumpido la Vida. Entendido literalmente, sería absurdo gritar para que el muerto oyera.

Salió el muerto con las piernas y los brazos atados. Las piernas y los brazos atados muestran al hombre incapaz de movimiento y actividad, por lo tanto, sin posibilidad de desarrollar su humanidad (ciego de nacimiento). El ser humano, que no nace a la nueva Vida, permanece atado de pies y manos, imposibilitado para crecer como tal. Una vez más es imposible entender la frase literalmente. ¿Cómo pudo salir, si tenía los pies atados? Parecía un cadáver, pero estaba vivo.

Lázaro ostenta todos los atributos de la muerte, pero sale él mismo porque está vivo. La comunidad tiene que tomar conciencia de su nueva situación, que escapa a toda comprensión racional. Por eso se utiliza la gran metáfora “desatadlo y dejadlo que se marche”. Son ellos los que lo han atado y ellos son los que deben soltarlo. No devuelve a Lázaro al ámbito de la comunidad, sino que le deja en libertad. También ellos tienen que desatarse del miedo a la muerte. Ahora, sabiendo que morir no significa dejar de vivir, podrán entregar su vida como Jesús.

FE EN LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA Domingo 5º de Cuaresma. Ciclo A

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Decía Miguel de Unamuno: «Con razón, sin razón, o contra ella, lo que pasa es que no me da la gana de morirme». Palabras que estaría dispuesta a firmar la inmensa mayoría de la gente y también el cuarto evangelio, aunque a su autor no le obsesiona la muerte sino la vida.

En el prólogo ha presentado a Jesús, Palabra de Dios, como poseedor de la vida. En un discurso programático afirma Jesús, anticipando la resurrección de Lázaro: «Os aseguro que llega la hora, ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán» (Juan 5,25). Y el evangelio termina: «Estas cosas quedan escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida por medio de él» (Juan 20,31). Esta obsesión por la vida halla su punto culminante en la resurrección de Lázaro, que se encuentra en la mitad del evangelio (cap. 11 de 21).

De nuestro corresponsal en Jerusalén

Gran conmoción ha despertado la orden promulgada por las autoridades de que quien sepa el paradero de Jesús lo denuncie de inmediato para poder apresarlo. La causa no es la pretendida curación de un ciego de nacimiento realizada en sábado, sino un nuevo milagro que se le atribuye, esta vez más sorprendente: la resurrección de un hombre llamado Lázaro, natural de Betania, a quince estadios de la capital. Según dicen, llevaba ya cuatro días muerto cuando Jesús lo hizo salir del sepulcro y le devolvió la vida. Algo más grande que lo realizado por los profetas Elías y Eliseo. Aunque las opiniones sobre este hecho difieren, los fariseos consideran muy peligroso que se extienda la fama de este individuo, sobre todo estando próxima la fiesta de la Pascua, con el riesgo de manifestaciones contra Roma. Hasta el momento nadie ha denunciado su paradero y muchos creen que se ha ido de Jerusalén.

Cinco facetas de Jesús

El relato de la resurrección de Lázaro es otro ejemplo magnífico de narración, con un final tan seco como inesperado, y distintas facetas de la persona de Jesús.

¿Un mal amigo?

El relato comienza hablando de Lázaro de Betania y de sus dos hermanas. No es un simple conocido de Jesús. Es alguien a quien Jesús «ama», como le recuerdan las hermanas. Sin embargo, su reacción ante la noticia no tiene la empatía de un amigo, sino la reacción, aparentemente fría, de un teólogo: «Esta enfermedad no provocará la muerte, sino la gloria de Dios, la gloria del hijo de Dios». La misma reacción que antes de curar al ciego de nacimiento: «Este no ha nacido ciego por culpa suya o de sus padres, sino para que se manifieste la obra de Dios en él». El evangelista añade de inmediato que no se trata de frialdad. «Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro». Pero no acude de inmediato a curarlo. Permanece donde está.

Un amigo decidido y arriesgado.

Al cabo de cuatro días decide subir a Jerusalén. Una decisión arriesgada, porque poco antes han intentado apedrearlo. La objeción de los discípulos no le hace cambiar: debe ir despertar a Lázaro. Expresión desconcertante, que le obliga a decir claramente: Lázaro ha muerto. Jesús piensa en resucitarlo, pero Tomás está convencido de lo contrario: no va a resucitar a nadie, sino que va a morir. Y habla en nombre de todos: «Vamos también nosotros y muramos con él».

Jesús y Marta: el teólogo

Cuando llegan a Betania, Jesús no se dirige directamente a la casa, permanece en las afueras del pueblo. ¿Una más de sus rarezas? No. Será allí, lejos de la multitud que ha acudido a dar el pésame, donde podrá entrevistarse a solas con Marta y transmitirle el mensaje fundamental para todos nosotros, y la reacción que debemos tener ante sus palabras. Marta debe de ser la hermana mayor, porque es a ella a quien dan la noticia de la llegada de Jesús.

Marta comienza con un suave reproche («Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano»), pero añade de inmediato la certeza de que cualquier cosa que pida a Dios, Dios se la concederá. ¿En qué piensa Marta? ¿Qué pedirá Jesús a Dios y este le concederá? ¿Qué su hermano vuelva a la vida, como el hijo de la viuda de Sarepta que resucitó Elías, o como el niño de la sunamita que revivió Eliseo? 

La respuesta de Jesús («Tu hermano resucitará») no parece satisfacerla. Aunque la idea de la resurrección no estaba muy extendida entre los judíos, Marta forma parte del grupo que cree en la resurrección al final de la historia, como profetizó Daniel. Pero eso no le sirve de consuelo en este momento. Ella no quiere oír hablar de resurrección futura sino de vida presente.

Y eso es lo que le comunica Jesús en el momento clave del relato: «Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre». Jesús es resurrección futura y vida presente para los que creen en él. Los que hayan muerto, vivirán. Los que viven, no morirán para siempre. Algo rebuscado, muy típico del cuarto evangelio, pero que deja claro una cosa: quien ha creído o cree en Jesús tiene la vida futura y la presente aseguradas. Todo depende de la fe. Por eso, termina preguntando a Marta: «¿Crees eso?».

Su respuesta sorprende, porque no tiene nada que ver con la pregunta: «Sí, Señor. Yo he creído que tú eres el Mesías, el hijo de Dios que ha venido al mundo». Esta falta de conexión entre pregunta y respuesta esconde un importante mensaje para nosotros. La idea de la resurrección y de la inmortalidad puede provocar dudas incluso en un buen cristiano. Quizá no se atreva a afirmarla con certeza plena. Pero puede confesar, como Marta: «Yo he creído que tú eres el Mesías, el hijo de Dios que ha venido al mundo».

Jesús y María: el amigo profundamente humano

Esta escena representa un fuerte contraste con la anterior. El encuentro de Jesús y María no será a solas. Ella acudirá acompañada de todos los que han ido a darle el pésame, y serán testigos de la reacción de Jesús. María dirige a Jesús el mismo suave reproche de Marta («Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano»). Pero no añade ninguna petición, ni Jesús le enseña nada. El evangelista se centra en sus sentimientos. Dice que Jesús, al ver llorar a María y a los presentes, «se estremeció» (evnebrimh,sato), «se conmovió» (evta,raxen) y «lloró» (evda,krusen). Sorprende esta atención a los sentimientos de Jesús, porque los evangelios suelen ser muy sobrios en este sentido.

Generalmente se explica como reacción a las tendencias gnósticas que comenzaban a difundirse en la Iglesia antigua, según las cuales Jesús era exclusivamente Dios y no tenía sentimientos humanos. Por eso el cuarto evangelio insiste en que Jesús, con poder absoluto sobre la muerte, es al mismo tiempo auténtico hombre que sufre con el dolor humano. Jesús, al llorar por Lázaro, llora por todos los que no podrá resucitar en esta vida. Al mismo tiempo, les ofrece el consuelo de participar en la vida futura.

Jesús y Lázaro: la gloria del enviado de Dios

Cuando llegan al sepulcro, Marta demuestra que, a pesar de lo que ha dicho, no cree que su hermano vaya a resucitar. Han pasado ya cuatro días, más vale no abrir la tumba. Jesús le insiste: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?».

Cuando se compara este relato con las resurrecciones de la hija de Jairo o del hijo de la viuda de Naín se advierte una interesante diferencia. En esos dos casos, Jesús no reza; no necesita dirigirse al Padre para impetrar su ayuda, como hicieron Elías y Eliseo. En cambio, el cuarto evangelio introduce de forma solemne una oración de Jesús: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas. Pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Esta oración no pretende disminuir el poder de Jesús. Se inserta en la línea del cuarto evangelio, que subraya la estrecha relación de Jesús con el Padre y la idea de que ha sido enviado por él. De hecho, el milagro se produce con una orden tajante suya («¡Lázaro, sal fuera!»).

El relato termina de forma sorprendente. No se cuenta la reacción de las hermanas, el asombro de la gente, la admiración de los discípulos. No vemos a Lázaro liberado de sus vendas, agradeciendo a Jesús su vuelta a la vida. Como si todo fuera un sueño y, al final, solo nos quedara la certeza de que Lázaro resucitó, de que todos resucitaremos un día, aunque ahora no tengamos la alegría de ver y abrazar a los seres queridos.

Nota sobre la fe en la resurrección

La idea de resucitar a otra vida no estaba muy extendida entre los judíos. En algunos salmos y textos proféticos se afirma claramente que, después de la muerte, el individuo baja al Abismo (sheol), donde sobrevive como una sombra, sin relación con Dios ni gozo de ningún tipo. Será en el siglo II a.C., con motivo de las persecuciones religiosas llevadas a cabo por el rey sirio Antíoco IV Epífanes, cuando comience a difundirse la esperanza de una recompensa futura, maravillosa, para quienes han dado su vida por la fe. En esta línea se orientan los fariseos, con la oposición radical de los saduceos (sacerdotes de clase alta). El pueblo, como los discípulos, cuando oyen hablar de la resurrección no entiende nada, y se pregunta qué es eso de resucitar de entre los muertos.

Los cristianos compartirán con los fariseos la certeza de la resurrección. Pero no todos. En la comunidad de Corinto, aunque parezca raro (y san Pablo se admiraba de ello) algunos la negaban. Por eso no extraña que el evangelio de Juan insista en este tema. Aunque lo típico de él no es la simple afirmación de una vida futura, sino el que esa vida la conseguimos gracias a la fe en Jesús. «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.»

Pero el tema de la vida en el cuarto evangelio requiere una aclaración. La «vida eterna» no se refiere solo a la vida después de la muerte. Es algo que ya se da ahora, en toda su plenitud. Porque, como dice Jesús en su discurso de despedida, «en esto consiste la vida eterna: en conocerte a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús, el Mesías» (Juan 17,3).

Primera lectura

Culmina la síntesis de la Historia de la salvación, recordada por las primeras lecturas durante los domingos de Cuaresma. En este caso existe estrecha relación entre la promesa de Dios de abrir los sepulcros del pueblo y volver a darle la vida, y Jesús mandando abrir el sepulcro de Lázaro y dándole de nuevo la vida. Ambos relatos terminan con un acto de fe en Dios (Ezequiel) y en Jesús (Juan). Pero conviene recordar que el texto de Ezequiel no se refiere a una resurrección física. El pueblo, desterrado en Babilonia, se considera muerto. Babilonia es su sepulcro, y de esa tumba lo va a sacar Dios para hacer que viva de nuevo en la tierra de Israel.

Reflexión final

Nos queda poco para celebrar la Semana Santa. Recordar el sufrimiento y la muerte de Jesús es relativamente fácil. Aceptar que resucitó, y que en él tenemos la resurrección y la vida, es más difícil, un regalo que debemos pedir a Dios.

MORIR A LA IDENTIFICACIÓN CON EL YO V Domingo de Cuaresma 26 de marzo Jn 11, 1-45

col lozano art

 

fe adulta

En un nuevo relato catequético, el evangelista presenta a Jesús como “resurrección y vida”, constituyendo esa frase el centro nuclear de todo el texto: “Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto?”.

Progresivamente, a lo largo del texto, el autor del evangelio va presentando a Jesús con varias metáforas: pan de vida, agua viva, luz del mundo, puerta, pastor, resurrección, vid, camino, verdad y vida…

Todas ellas tienen un elemento común: Jesús es reconocido como portador y dador de vida. Y todas pretenden un mismo objetivo: que la comunidad de discípulos se asiente sobre esa creencia. De ahí, la pregunta alrededor de la cual giran todas esas catequesis: ¿crees esto?

“Creer” significa, en el evangelio, adhesión cordial y efectiva a la persona de Jesús, con lo que subraya la dimensión de confianza y entrega. Sin embargo, aún sigue considerando la vida como una realidad separada, que tiene que ser dada “desde fuera”. Porque toda esa presentación se basa en el apriorismo que hace del yo nuestra identidad.

Superada esa falsa identificación, venimos a comprender de modo más profundo la proclamación que el cuarto evangelio pone en boca de Jesús: “Yo soy la vida”. Caemos en la cuenta de que, con esas palabras, está nombrando nuestra verdadera identidad, que es una con la suya. De hecho, cuando una persona sabia habla, lo que dice es válido, no solo para ella, sino para todo ser humano.

Más allá de la persona -cuerpo, mente, psiquismo- en la que nos estamos experimentando, podemos decir que en nuestra verdad más profunda somos vida.

Ahora bien, el sujeto de esa afirmación no es en ningún caso el yo separado, sino la propia vida. Es de Perogrullo: solo la vida puede decir “yo soy la vida”. Con otras palabras: la vida es una realidad transpersonal, que el yo no se puede apropiar sin caer en el engaño.

Por ese motivo, las voces de los teólogos que acusan de “orgullo” a la postura de quienes no esperan una salvación -la vida- de “fuera”, carecen de sentido y, en el fondo, denotan ignorancia. Porque en ningún caso se afirma que el sujeto de aquella expresión sea el yo, sino la vida misma.

De hecho, todo es vida -no hay nada que no lo sea- y solo la vida es lo único realmente real. Somos vida. Pero únicamente podremos verlo y vivirlo en la medida en que, paradójicamente, vayamos soltando la identificación con el yo. Solo quien sabe experiencialmente que no es el yo, puede escuchar a la vida en él que dice: “Yo soy la vida”. En concreto: no te busques como yo, no sueñes con la perpetuación del yo -sería como Lázaro saliendo de la tumba-; reconócete en la vida… y deja que la vida sea.

¿Qué sentido tiene para mí la expresión “Yo soy la vida”?