Faustino Vilabrille
Redes Cristianas
PAGINA OFICIAL DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Aula Social don Bosco
Redes Cristianas
Redes Cristianas
Jaime Richart
Me veo, nos veo ridículos “firmando” con el “acepto” páginas y más páginas, consintiéndolo todo sin haber leído una batería de condiciones y de falsas protecciones redactadas por juristas pagados para contribuir a la ceremonia de la confusión y del sometimiento. Pues estamos todos metidos en un carrusel absurdo de absurdos derechos y de una protección inexistente, porque es notorio que el mundo entero, el de sus dueños, nos tiene localizados en cualquier momento. Quizá lo peor de toda esta ridiculez es que va cosida al entorpecimiento de la vida cotidiana para tanta gente mayor que no sabe a quién recurrir y llegará un momento que se dejará ir, que se dejará morir, impotente ante tantos obstáculos, tantos embrollos y tanta gilipollez…
Fe Adulta
Me ocurrió ayer. Murió un señor y celebré la eucaristía. Me acordé del documento de Roma donde se insiste en no hacer alabanzas al difunto, ni que se convierta la homilía en una loa al muerto.
Pero sí me di cuenta de que se puede usar la vida del difunto (su trabajo, sus costumbres, sus cualidades…) como trampolín para transmitir el mensaje cristiano desde ahí.
Mira, se trataba de un señor que se había dedicado a vender y sobre todo, a instalar cortinas por las habitaciones. Y hete aquí que el evangelio del día nos decía “Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y se las has revelado a la gente sencilla”. Jesús es quien ha corrido la cortina, quien nos ha revelado al Padre. Se trata de aprender a correr las cortinas de la fe para descubrir a Dios a través del mensaje de Jesús. Por eso ha sido una misión tan bonita el trabajo de este señor que ha montado cortinas para no ver lo negativo, los fallos de los demás, y a cambio ha aprendido a descorrer las bondades de Dios.
Por pedagogía, para captar la atención, conviene partir de hechos de vida, con virtudes o con fallos y a poder ser con algo visual en las manos o delante de nuestros ojos. Una cualidad, un hecho, una profesión nos da lugar para hacer una lectura creyente y descubrir el Mensaje de Jesús a través de él. Lo importante es saber leer el evangelio y la vida a la par. Siempre he pensado que podríamos leer a la par el periódico y el evangelio. Es cuestión de leer, de profundizar, de dejar que Jesús nos hable a través de esos hechos.
Por supuesto que no se trata de hacer un panegírico del difunto, porque cada uno tenemos nuestros fallos y virtudes. Pero Dios se ha manifestado y se manifiesta de mil formas en la vida de cada uno y es cuestión de, aunque sea con retraso, releer los signos de Dios en cada vida humana.
Lo importante en el funeral es celebrar la resurrección de nuestr@ herman@ en Jesús vivo y resucitado Resucitado que ya ha ido viviendo en pequeñas dosis a lo largo de su vida. Poniendo cortinas, sin duda la vida ha sido un ensayo de la eternidad.
Jesús de Nazaret dedicó su vida a correr las cortinas de la vida y manifestar el Amor del Padre a todas las personas. “Te doy gracias Padre, porque has manifestado estas cosas y se las has revelado a la gente sencilla”.
No se trata de alabarlas cualidades del difunto y canonizarlo, sino de hacer una lectura creyente de su vida, su trabajo, sus aficiones, sus cualidades. Y dar gracias por ello al Padre.
Religión Digital
Religión y Evangelio generan intereses opuestos. La Religión atrae “capital” y “poder”, mientras que el Evangelio se identifica con el sufrimiento de “pobres” y “enfermos”.
Redactando mis “Memorias”, he caído en la cuenta de que, desde hace muchos siglos y sin ver la importancia que tiene este asunto, la pura verdad es que, en los países reconocidos como “cristianos”, está más presente y es más determinante la Religión que el Evangelio.
No exagero. Ni saco las cosas de quicio. El problema está en que mucha gente no puede ni pensar en esto. Por la sencilla razón de que, para esa gente (que es mucha, muchísima…), Religión y Evangelio son dos palabras y dos hechos, que se refieren a lo mismo. A fin de cuentas, para quienes piensan así, el Evangelio es uno de los elementos de la Religión. Por eso, en el acto religioso más importante (la misa), la gente que asiste a ese acto, cuando se lee el Evangelio, se pone de pie. Según los sacerdotes de la Religión, el Evangelio es el hecho litúrgico que merece más respeto.
Pero ocurre que, quienes ven así las cosas de la Iglesia, no se dan cuenta de la enorme contradicción que existe en todo esto. ¿Qué contradicción? Pues muy sencillo: el Evangelio (o los cuatro Evangelios) es una recopilación de breves relatos en los que el argumento central y determinante es un enfrentamiento, que termina en conflicto. Un conflicto mortal. El conflicto de Jesús – centro y eje del Evangelio – con la Religión.
En efecto, si con alguien se enfrentó Jesús de Nazaret, fue precisamente con los “hombres de la Religión” y sus instituciones: el templo, los sacerdotes, los ritos, las leyes litúrgicas, los fariseos, fieles observantes de la normativa religiosa. Un enfrentamiento que llegó al conflicto mortal. Cuando Jesús le devolvió la vida a Lázaro (Jn 11, 41-44), el Sanedrín (supremo órgano de gobierno de la Religión) vio que tenía que matar a Jesús (Jn 11, 53).
Quedó patente que Religión y Evangelio son incompatibles. Y el Sanedrín condenó a Jesús a muerte. ¿Por qué esta incompatibilidad? Religión y Evangelio generan intereses opuestos. La Religión atrae “capital” y “poder”, mientras que el Evangelio se identifica con el sufrimiento de “pobres” y “enfermos”. A san Ambrosio lo hicieron obispo de Milán cuando era catecúmeno (no estaba bautizado). Era un hombre rico y poderoso. Y fue frecuente, en tiempo de Ambrosio y siglos siguientes, elegir para obispos a quienes tenían dinero y poder, aunque no estuvieran bautizados (Peter Brown, Por el ojo de una aguja, Acantilado, 2016).
Así, el papado y su teología se convencieron de que la Iglesia poseía la riqueza y el poder que le otorgaban la “plenitudo potestatis”, lo que hizo posible el colonialismo de Europa en casi todo el mundo. Por ejemplo, en 1454, el papa Nicolás V le regaló al rey de Portugal, Enrique IV de Castilla, todos los reinos de África. Y además hizo, a todos los habitantes de ese continente, “esclavos” del rey (Bullarium Rom. Pont., vol. V, pg. 113).
Pero no todo ha sido negativo en la Iglesia. Ni mucho menos. La Iglesia nos ha conservado y transmitido el Evangelio, que aporta a este mundo, lo que es más decisivo que el dinero y el poder. La Iglesia ha hecho posible que llegue hasta nosotros la seducción y la fuerza del Evangelio. En este momento, la cultura que se impone no es el “poder opresor”, sino el “poder seductor”. La “horizontalidad” está derrotando a la “verticalidad” (Peter Sloterdijk).
Por eso, la tarea urgente de la Iglesia, en este momento, consiste en darse cuenta de que el mayor disparate, que ha cometido en su larga historia, ha sido fundir y confundir el Evangelio con la Religión. San Francisco de Asís ha sido el hombre más genial que ha tenido la Iglesia porque se dio cuenta de este disparate. Y le puso el remedio que él podía ponerle. No se centró en ortodoxias y autoritarismos, sino en la ejemplaridad del Evangelio.
Religión Digital
En estos tiempos en lo que estamos mirando movimientos extraños en nuestra América Central y del Sur, en la mayoría de los casos con retóricas de sus dirigentes hablando de supuestas medidas sociales para beneficiar al pueblo y los más con teorías extranjerizantes que solo llevan a luchas fratricidas, enriquecimiento ilícito de sus dirigentes y a los pueblos a pasar hambre y carecer de los principios elementales del hombre.
¿Qué ofrecen estos dirigentes cuando tratan de imponer justicia social en los pueblos y terminan con la libertad en primer lugar, van a la cárcel todos los opositores, acaban con la propiedad privada, haciéndose el estado dueño de todo y poniendo a dirigir estas empresas a personal que desconoce todo lo relacionado con la fábrica o la función del negocio? Lo único que estos señores interventores tienen es un carnet de seguidores del régimen a costa de engañar a sus hermanos.
Desde hace más de cien de años la iglesia católica creó la Doctrina Social de la Iglesia y, si yo llevo en mi iglesia 80 años, yo me pregunto ¿por qué tuve que esperar tanto para leerla y la busqué por referencia de un hermano que había leído partes de ella y había quedado anonadado con las enseñanzas que allí había? ¿Por qué nadie me habló de semejante obra? Perdonen pero yo creo que esto ha sido un gran fallo de nuestros dirigentes y de los curas de no haber llevado estas enseñanzas a los púlpitos, desde hace muchos años. Si nuestra América conociera nuestra Doctrina Social no mirarían hacia la izquierda, creyendo que ellos son los únicos que saben de cambios sociales.
Lean esto, no es obra mía, es tomado de la Doctrina Social de la Iglesia:
DESTINO UINIVERSAL DE LOS BIENES Y PROPIEDAD PRIVADA
Dios ha destinado la tierra y sus bienes en beneficio de todos. Esto significa que cada persona debería tener acceso al nivel de bienestar necesario para su pleno desarrollo. Este principio tiene que ser puesto en práctica según los diferentes contextos sociales y culturales y no significa que todo está a disposición de todos. El derecho de uso de los bienes de la tierra es necesario que se ejercite de una forma equitativa ordenada, según un específico orden jurídico. Este principio tampoco excluye el derecho a la propiedad privada (Compendio de DSI, 171-84).
La propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario. (Populorum Progressio, num. 23).
Cuando leí esta parte y muchas más, comprendí que teníamos un As en nuestro bolsillo y no lo hemos utilizado; vamos a hacerlo ahora. Yo someto a consideración, respetuosamente a todas las ramas vicentinas, que en todas nuestras reuniones y en particular con nuestros miembros, se haga el estudio completo de la Doctrina Social de la Iglesia, que utilicemos nuestros fondos para imprimirla y regalarla a todos nuestros hermanos, que en las iglesias en los distintos ministerios se divulgue esta Doctrina llevándola al pueblo, a los católicos y a los no católicos para que todos la conozcan. Que las radios católicas de todo el mundo divulguen y dediquen programas a estudiar esta doctrina y se traduzca a todos los idiomas que sea necesario. Que todos los hermanos tienen derecho a que se les respete y tengan libertad de hablar, que no tienen que abrazar el comunismo para tener verdaderas reformas sociales en sus países, solo falta que obliguen a sus dirigentes a que utilicen esta Doctrina Social que, olvídense de la lucha de clases, lo que hay que proteger es al pobre, al que necesita y que todos tengan derecho a recibir lo que les pertenece.
Ya es hora de que aprendamos que nuestra iglesia quiere lo mejor para ustedes y perdonémosla por no habernos enseñado hace mucho tiempo lo que tenían escrito hace cientos de años.
Leandro Sequeiros (Presidente de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta (Asinja)
Publicado en Ideal.es / Martes, 27 julio 2021
El problema no es la escasez sino su mala gestión y distribución para atender las demandas humanas y de los demás seres vivos.
Los medios de comunicación están alertando de que estamos a las puertas de una etapa de sequía en Andalucía. Los recursos hídricos se agotan y es necesario hacer previsiones de ahorro para que no falte agua para el consumo humano y también para la agricultura y la industria.
Se suscita otra vez el problema del derecho al agua para la humanidad y para el mantenimiento de la vida en nuestro hogar, la Tierra.
Hoy hay dos cuestiones principales que afectan a toda la humanidad: el calentamiento global y la creciente escasez de agua potable. Ambas obligan a profundos cambios en nuestro modo de vivir, pues pueden producir un colapso de nuestra civilización y afectar profundamente el sistema-vida.
Atengámonos aquí hoy a la cuestión del agua, codiciada por las grandes corporaciones para privatizarla y lucrarse enormemente. Ella puede ser tanto motivo de guerras como de solidaridad social y cooperación entre los pueblos. Ya se ha dicho que las guerras del siglo XX eran por petróleo y las del siglo XXI serán por agua potable. No obstante, ella puede ser referencia central para un nuevo pacto social mundial entre los pueblos y los gobiernos con vistas a la supervivencia de todos.
Consideremos los datos básicos acerca del agua. El agua es extremadamente abundante y al mismo tiempo escasa. Hay cerca de 1.360 millones de kilómetros cúbicos de agua en la Tierra. Si tomáramos toda esa agua que está en los océanos, lagos, ríos, acuíferos y cascos polares y la distribuyésemos equitativamente sobre una superficie terrestre plana, toda la superficie sólida de la Tierra quedaría sumergida bajo el agua a tres km de profundidad.
El 97% es agua salada y el 3% es agua dulce. Pero solamente el 0,7% de esta es directamente accesible al uso humano. De este 0,7, el 70% va para la agricultura, el 22% para la industria y lo que queda para el uso humano y animal.
La renovación de las aguas es del orden de 43.000 kilómetros cúbicos al año, mientras que el consumo total está estimado en 6.000 km³ al año.
Hay por lo tanto superabundancia de agua, pero desigualmente distribuida: el 60% se encuentra en sólo 9 países, mientras otros 80 enfrentan escasez. Poco menos de mil millones de personas consumen el 86% del agua existente, mientras que para 1.400 millones es insuficiente (en 2020 serán tres mil millones) y para dos mil millones no es tratada, lo que genera un 85% de las enfermedades comprobables. Se presume que en 2032 cerca de 5.000 millones de personas se verán afectadas por la crisis del agua.
El problema no es la escasez de agua sino su mala gestión y distribución para atender las demandas humanas y de los demás seres vivos. Brasil es la potencia natural de las aguas, con el 13% de toda el agua dulce del planeta, con un total de 5,4 billones de metros cúbicos. A pesar de la abundancia, se desperdicia el 46%, lo que daría para abastecer a toda Francia, Bélgica, Suiza y el Norte de Italia. Carecemos aún de una cultura del agua.
Por ser escasa, el agua dulce se ha convertido en un bien de alto valor económico. Como hemos pasado de una economía de mercado a una sociedad de mercado, todo se transforma en mercancía. En función de esta “gran transformación” (que escribió Karl Polanyi), hoy en día hay una carrera mundial desenfrenada para privatizar el agua y obtener grandes lucros de ello.
Así han surgido empresas multinacionales como las francesas Vivendi y Suez-Lyonnaise, la alemana RWE, la inglesa Thames Water y la americana Bechtel, entre otras. Se ha creado un mercado de las aguas de más de 100.000 millones de dólares. Ahí están fuertemente presentes Nestlé y Coca-Cola, buscando comprar fuentes por todas partes del mundo.
El gran debate hoy se presenta en estos términos: ¿el agua es fuente de vida o fuente de lucro? ¿El agua es un bien natural, vital, común e insustituible, o un bien económico a ser tratado como recurso hídrico y como mercancía?
Para empezar es importante reconocer que el agua no es un bien económico como cualquier otro. Está tan ligada a la vida que debe ser entendida como algo vital y sagrado. La vida no puede ser transformada en mercancía. Es uno de los bienes más excelentes del proceso evolutivo y unos de los mayores dones divinos. Además, el agua está ligada a otras dimensiones culturales, simbólicas y espirituales que la hacen preciosa y cargada de valores que en sí no tienen precio.
El agua se debería considerar como un bien común natural, como fuente y nicho donde hace 3.800 millones de años surgió la vida en la Tierra. El agua es un bien común público mundial. Es patrimonio de la biosfera y vital para todas las formas de vida. No existe vida sin agua.
La ONU declaró el día 28 de julio de 2010 que el agua limpia y segura, así como el saneamiento básico, constituye un derecho humano fundamental. Pero ella demanda, sí, una compleja estructura de captación, conservación, tratamiento y distribución, lo que implica una innegable dimensión económica.
La visión predominante mercadotécnica distorsiona la correcta relación entre el agua como fuente de vida y el agua como recurso hídrico. Esto se debe fundamentalmente a la exacerbación de la propiedad privada que hace que se trate al agua sin el sentido de compartir ni de considerar las demandas de los demás y de toda la comunidad de vida. Un mundo con hambre cero, preconizado desde hace años por los Objetivos del Milenio de la ONU debería incluir la sed cero, porque el agua es alimento y no hay nada que pueda vivir y ser consumido sin agua.
Esta frase no es mía. La ha repetido varias veces el Papa Francisco al ver cómo cristianos rechazan a refugiados famélicos y desesperados que buscan en Europa salvar sus vidas. Quien tiene a Dios en los labios pero está lejos de la sensibilidad humana y de la justicia mínima, está lejos de Dios y su Dios es más un ídolo que el Dios amante de la vida y de la ternura de los oprimidos.
Quien vive los valores de la justicia, de la solidaridad, de la compasión y del cuidado de unos a otros, incluyendo a la naturaleza, está más próximo a Dios que el piadoso que frecuenta la iglesia, hace sus rezos y comulga, pero pasa de largo ante los pobres que encuentra en la calle.
El presidente norteamericano Busch Jr usaba frecuentemente a Dios así como Bin Laden. En nombre de su Dios hicieron guerras y promovieron atentados aterradores. Era un Dios belicoso, enemigo de la vida y destructor despiadado de ciudades enteras con innumerables víctimas, particularmente niños inocentes.
Entre nosotros, el presidente Jair Bolsonaro pone a Dios por encima de todo, pero en la práctica lo niega en todo momento con su odio a los negros, a los quilombolas, a los indígenas, a los homoafectivos y a sus adversarios políticos, a los que transforma de adversarios en enemigos a quienes se debe perseguir y difamar. Se ha acostumbrado a la mentira directa, a las fake news hasta el punto de que nunca sabemos cuándo dice la verdad o simplemente está diciendo otra mentira.
Lo más grave, sin embargo, es que el Dios que tiene continuamente en sus labios no le ha movido a tener un gesto de solidaridad con los miles de familias que lloran a sus seres queridos, parientes y amigos. Nunca ha visitado un hospital para ver la dramática situación de la falta de oxígeno y la muerte por asfixia de cientos de personas, como ocurrió en Amazonas. Si por lo menos hiciese una obra de misericordia que es visitar a los enfermos. Su práctica niega a Dios y le convierte en un ateo práctico, anti-ético y perverso.
El odio que destila, la falta de respeto y veneración ante la sacralidad de la vida incorpora rasgos que las Escrituras atribuyen al anti-Cristo. Es propio del anti-Cristo usar el nombre de Dios y de Jesús para engañar y seducir a las personas hacia el camino de la perversidad. Marca del anti-Cristo es su desprecio por la vida y su pulsión por la muerte.
El odio que destila, la falta de respeto y veneración ante la sacralidad de la vida incorpora rasgos que las Escrituras atribuyen al anti-Cristo
Pero ese Dios es un ídolo porque no es posible que Dios vivo y verdadero quiera lo que él quiere. El ateísmo ético tiene razón al negar este tipo de religión con su Dios que justificó en otro tiempo las cruzadas, la caza de brujas, la Inquisición, el colonialismo, la Shoah judaica y actualmente el genocidio provocado por la Covid-19, particularmente entre los indígenas y los pobres, sin protección en las grandes periferias de las ciudades.
¿Es posible aún creer en Dios en un mundo que manipula a Dios para atender a intereses perversos del poder? Sí, es posible, a condición de que seamos ateos de muchas imágenes de Dios que entran en conflicto con el Dios de la experiencia de los practicantes religiosos sinceros y consecuentes y de los puros de corazón.
Entonces la cuestión hoy es: ¿Cómo hablar de Dios, sin pasar por la religión? Porque hablar religiosamente como Jair Bolsonaro, y antes como Bin Laden y Busch hablaron, es blasfemar de Dios. Pero podemos hablar secularmente de Dios sin mencionar su nombre. Como bien decía el gran profeta ya fallecido, don Casaldáliga: si un opresor dice Dios, yo le digo justicia, paz y amor, pues estos son los verdaderos nombres de Dios que él niega. Si el opresor dice justicia, paz y amor, yo le digo Dios, pues su justicia, paz y amor son falsos.
Podemos hablar secularmente de Dios a partir de un fenómeno humano que, analizado, remite a la experiencia de aquello que llamamos Dios. Pienso en el entusiasmo. En griego, entusiasmo se deriva de enthusiasmós. Esta palabra se compone de tres partes: en (en) thu (abreviación de theós=Dios), y mos (terminación de sustantivos). Entusiasmo significa, pues, tener un Dios dentro, ser tomado por una Energía singular que nos hace luchar por la vida, por los derechos y por los empobrecidos.
Es una fuerza misteriosa que está en nosotros pero que es también mayor que nosotros. Nosotros no la poseemos, es ella la que nos posee. Estamos a merced de ella. El entusiasmo es eso, el Dios interior. Viviendo el entusiasmo, en este sentido radical, estamos vivenciando la realidad de aquello que llamamos Dios. Esta representación es aceptable porque Dios se ha vuelto íntimo y dentro de nosotros, aunque también siempre más allá de nosotros. Bien decía Rumi, el mayor místico del Islam: “Quien ama a Dios, no tiene ninguna religión, a no ser Dios mismo”. Dios mismo no tiene religión.
En estos tiempos de idolatría oficial hay que recuperar este sentido originario y existencial de Dios. Su nombre es amor, es justicia, es solidaridad, es gratuidad, es capacidad de renunciar para el bien del otro, es tener compasión e infinita misericordia. Quien vive en esta atmósfera de valores, está sumergido en Dios. Somos habitados por el Dios interior a través del entusiasmo que da sentido a nuestras luchas.
Sin pronunciar su nombre, lo acogemos reverentemente como entusiasmo que nos hace vivir y nos permite la alegre celebración de la vida.
Jn 6,41-52
Seguimos en el c. 6 de Juan. Aumenta la tensión entre los judíos y Jesús. A medida que Jesús va profundizando en la enseñanza y ellos creen entender lo que quiere decir, se hace más insoportable su mensaje. La propuesta sigue siendo la misma, pero va apareciendo la enorme diferencia que existe entre lo que ellos han aprendido y lo que Jesús les quiere trasmitir. El balance final es desolador; de los cinco mil quedaron doce, y uno es Judas.
Lo criticaban porque había dicho: yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Bajar del cielo es una de las claves para comprender a Jesús en este evangelio. Siguen las alusiones al AT. “Criticaban” es el mismo verbo que la versión de los LXX utiliza para hablar de las murmuraciones en el desierto. Los israelitas murmuraron contra Moisés en el desierto por no darles de comer como comían en Egipto. Les recuerda que el pueblo estuvo contra Moisés en los momentos difíciles. Aquellos no confiaron en Moisés y estos no confían en él.
¿No es este el hijo de José? En los sinópticos hacen el mismo comentario los vecinos de su pueblo. El mayor obstáculo para acercarse a Jesús es conocerlo demasiado. Para su mentalidad la lógica es aplastante. Si es hijo de José, no puede ser hijo de Dios. Hoy apreciamos el ridículo que supone contraponer la paternidad de Dios y la de José. Son realidades de naturaleza distinta. Hemos caído en la trampa al revés: Jesús no puede ser hijo de José, porque es hijo de Dios.
Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae. Más de 90 veces hace Juan referencia al Padre, Pero lo entendemos mal. Nuestro concepto de padre tenemos que cambiarlo por el de principio, origen, fundamento, germen, comienzo, razón de ser, realidad última. La última realidad no se puede expresar con palabras ni con imágenes, por eso encontramos en los evangelios tantas aparentes contradicciones. El mismo Jesús dice en otro lugar: “Nadie va al Padre si no es por mí”. Para llegar a la Verdad, tenemos que ir más allá de los contrarios.
Y yo lo resucitaré el último día. Debemos tener mucho cuidado con esta frase. Lo que normalmente hemos entendido por resurrección no sirve para descubrir el sentido. Es una manera de decir que está tratando de una Vida a la que no afecta la muerte. “Hemos pasado de la muerte a la vida, lo sabemos porque amamos a los hermanos”. La Vida definitiva tiene alimento trascendente. Ese alimento tiene el mismo origen que tiene esa Vida: Dios. “El último día” esa Vida permanecerá idéntica a hoy.
Serán todos discípulos de Dios. También Jesús es discípulo, el mejor; por eso puede ser a la vez maestro. Ir a Jesús, ir al Padre, es conocerlos, no por vía racional, sino por vía vivencial. La fe es actitud vital y no asentimiento a verdades teóricas. “Esta es la salvación, que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado, Jesucristo”. Solo la persona que ha tenido experiencia de Dios, puede comprender lo que otra diga de Él. Ellos estaban incapacitados para comprender a un Dios que está al servicio del hombre. Para ellos Dios es el Soberano, el Señor. La única relación que cabe con Él es un servilismo de toma y da acá.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto, pero murieron. Una nueva referencia al maná para dejar clara la diferencia. El maná alimenta el cuerpo que tiene que morir. Jesús alimenta el espíritu, dando una Vida a la que no afecta la muerte. Esa es la diferencia. La expresión "pan de Vida" no se encuentra en ninguna otra parte de la Biblia; eso indica la originalidad de Juan. La VIDA, con mayúsculas, es el tema fundamental del evangelio de Juan. Se trata de la misma Vida de Dios. Más adelante nos dirá: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre”. Se trata de la VIDA que es el mismo Dios.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que come este pan vivirá para siempre. Jesús es alimento de la verdadera Vida. Este es el mensaje de Juan. Dios lo es todo para Jesús, y seguirá siéndolo para todo cristiano. Jesús no puede suplantar en ningún momento a Dios. En este capítulo, más de quince veces se hace referencia a Dios, para dejar claro que el verdadero protagonista es Él, no Jesús. Ya en las primeras comunidades se pasó del Jesús que predica, al Cristo predicado. En Juan se ha dado ya este paso.
El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. No pueden comprender que su Dios se pueda manifestar en la carne. Recordemos que “carne” para los judíos era el mismo ser humano pero en su aspecto más bajo; lo que le hacía limitado y contingente; aquello por lo que le venían todos sus “males”: dolor, enfermedad, muerte... Es tal vez la afirmación más rotunda sobre la encarnación en todo el NT. Para ellos, Dios era lo contrario de cualquier limitación. Para ellos un Dios-carne, un Dios ‘limitado’ es inaceptable. Jesús quiere hacerles ver que el Espíritu se manifiesta siempre en la carne.
La grandeza de la carne consiste en que está informada por el Espíritu sin dejar de ser carne. Desde ahora, solo se puede encontrar a Dios en la materia y en el Hombre. Esa transformación es la que está manifestando el evangelio de Juan. Pensemos en el diálogo con Nicodemo: “Hay que nacer de nuevo”. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. La carne es neutral; puede ser la base de lo más bajo y de lo más sublime. Nuestro error es pensar que para acercarse a Dios hay que alejarse de la carne.
Un Dios involucrado en la carne, sigue siendo inaceptable. Nosotros seguimos sin aceptarlo. Por eso hemos descarnado la persona misma de Jesús. La Escritura dice que el Verbo se hizo carne, pero nosotros nos empeñamos en decir que la carne se hizo Dios. El Dios identificado con la carne no interesa a los dirigentes, porque hace imposible la manipulación de los intermediarios. Pero es inaceptable también para los cristianos de a pie, porque nos impide la relación intimista que no pasa por el encuentro con los demás.
Hemos convertido la eucaristía en cosa sagrada, olvidándonos de que es signo de la unidad y del amor. El fin de la eucaristía no es hacer sagrado a todo ser humano, identificándolo con Dios mismo y haciéndole objeto de nuestra adoración. Cada vez que nos arrodillamos ante Dios, estamos creando un ídolo. Dios no es objetivable. Cuando me arrodillo estoy poniendo a Dios de rodillas ante mi falso yo, que intento potenciar. Seguimos empeñados en convertir el pan en Jesús, pero el evangelio dice que Jesús se convierte en pan. No tengo que adorar a Jesús convertido en pan, sino convertirme yo en pan.
Meditación
La vida biológica no tiene más remedio que acabar.
Si hago mía la misma Vida de Jesús,
ya estoy en la eternidad, aquí y ahora,
porque he integrado la Vida de Dios en mí.
Solo tengo que descubrir y vivir lo que ya soy.
Fe Adulta
“El que cree tiene vida eterna”. Al hilo del comentario del domingo pasado, cabe “traducir” tal expresión de este modo: Quien comprende sabe que es vida y vive en plenitud. Vayamos por partes.
La “comprensión” -entendida en el sentido más profundo, experiencial o vivencial: en este sentido, es sinónimo de “sabiduría”, que viene de “saborear”- es fuente de claridad y de confianza. Si por “creer” entendemos “confiar”, tal como hace el cuarto evangelio, está claro que únicamente puede confiar quien comprende. Ahora bien, si por “creer” se entiende adhesión mental a algún contenido, eso es lo opuesto a “comprender”. Porque la creencia es solo un constructo mental; la comprensión, por el contrario, es certeza. La creencia se apoya en algo recibido -en definitiva, es un conocimiento “de segunda mano”-; la comprensión viene como fruto de la experiencia y de la autoindagación.
Comprender significa caer en la cuenta de que, más allá de la persona en la que nos estamos experimentando, somos Aquello que es consciente, cualquiera que sea el nombre que le demos: consciencia, ser, vida… Comprender, por tanto, equivale a saber que somos vida.
Y es esta comprensión la condición para vivir en plenitud. Lo cual no significa que vayan a desaparecer de nuestra existencia los condicionamientos, límites y carencias que palpamos a diario -y que forman parte ineludible de nuestra condición humana-, sino que hemos saboreado el “lugar” donde todos nos hallamos a salvo, más allá de este “juego” temporal que estamos representando.
Ese es el “lugar” de la comprensión. Y para acceder a él precisamos acallar la mente y situarnos en el Testigo, conectar con la sensación profunda de presencia y permanecer ahí. Poco a poco, en el saboreo de esa sensación de presencia, se nos irá regalando percibir que la presencia percibida no es “algo” que surge como fruto del silencio, sino que constituye nuestra más profunda identidad: somos presencia consciente. Eso es la comprensión.
Desde ese lugar, podremos observar y atender cualquier circunstancia que aparezca en nuestra existencia cotidiana. Desde esa distancia liberadora, es posible “desinflar” las burbujas mentales que antes nos agobiaban y saber que, en lo profundo, en toda circunstancia, somos plenitud.
¿En qué “lugar” vivo habitualmente: en la mente o en el Testigo?
Fe adulta
Continuando el tema del maná y el verdadero pan de vida, la primera lectura y el evangelio nos hablan de tres clases de pan: el que alimenta por un día (maná), el que da fuerzas para cuarenta días (Elías) y el que da la vida eterna (Jesús). Pero comencemos recordando lo ocurrido en la sinagoga de Cafarnaúm.
Desarrollo de Juan 6,41-51
El pasaje es complicado porque mezcla diversos temas.
1. Objeción de los judíos: ¿Cómo puede este haber bajado del cielo?
2. Respuesta de Jesús: si creyerais en mí, lo entenderíais.
- Pero solo cree en mí aquel a quien el Padre atrae.
- Mejor dicho: Dios enseña a todos, pero no todos quieren aprender.
- Atención: El que Dios enseñe a todos no significa que lo veamos.
3. Jesús y el maná: el pan que da la vida y el pan que no la garantiza.
4. Final sorprendente: el pan es mi carne.j
Exposición del contenido
El domingo pasado, Jesús ofrecía un pan infinitamente superior al del milagro de la multiplicación. Ese pan es él, que ha bajado del cielo. El evangelio de este domingo comienza contando la reacción de los judíos ante esta afirmación. ¿Cómo puede haber bajado del cielo uno al que conocen desde niño, que conocen a su padre y a su madre?
Jesús no responde directamente a esta pregunta. Ataca el problema de fondo. Si los judíos no aceptan que ha bajado del cielo es porque no creen en él. Y si no creen en él, es porque el Padre no los ha llevado hasta él. Esta afirmación tan radical sugiere que todo depende de Dios: solo los que él acerca a Jesús creen en Jesús. Por eso, inmediatamente después se añade: «Dios instruye a todos… pero no todos quieren aprender». Solo el que acepta su enseñanza viene a Jesús, lo acepta, y cree que ha bajado del cielo. Ningún judío puede echarle a Dios la culpa de no creer en Jesús.
La idea de que Dios instruye a todos cabe interpretarla como si fuese un profesor sentado delante de sus alumnos, al que pueden ver. No. A Dios no lo ha visto nadie. Solo el que procede de él: Jesús.
Tras este paréntesis sobre la fe, la acción del Padre y la visión de Dios, Jesús vuelve al tema del pan que baja del cielo, el que da la vida, a diferencia del maná, que no la da. Pero termina añadiendo una afirmación más escandalosa aún: «el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». ¿Cómo reaccionarán los judíos? La solución, el próximo domingo.
Tres notas al evangelio
1. El auditorio cambia. Ya no se trata de los galileos que presenciaron el milagro, sino de los judíos. En el cuarto evangelio, los judíos representan generalmente a las autoridades que se oponen a Jesús. Sin embargo, lo que dicen («conocemos a su padre y a su madre») no encaja en boca de un judío, sino de un nazareno. Esto demuestra que no estamos ante un relato histórico, que recoge los hechos con absoluta fidelidad, sino de una elaboración polémica.
2. El tema de la fe interrumpe lo relativo a Jesús como pan bajado del cielo, pero es fundamental. Solo quien cree en Jesús puede aceptar eso. Lo curioso, en este caso, es cómo se llega a la fe: por acción del Padre, que nos lleva a Jesús. Normalmente pensamos lo contrario: es Jesús quien nos lleva al Padre. «Yo soy el camino… nadie puede ir al Padre sino por mí». Aquí se advierte, como en todo el evangelio de Juan, la acción recíproca del Padre y de Jesús.
3. Tras este inciso, Jesús vuelve a contraponer el maná y su pan. En la primera parte (domingo 18), adoptó una actitud muy crítica ante el maná. Cuando los galileos, citando el Salmo 78,24, dicen que Dios «les dio a comer pan del cielo», Jesús responde que el maná no era «pan del cielo»; el verdadero pan del cielo es él. Ahora añade otro dato más polémico: los que comían el maná morían; su pan da la vida eterna.
El pan del profeta Elías (1 Reyes 19,4-8).
El siglo IX a.C. fue de profunda crisis religiosa. El rey de Israel, Ajab, se casó con una princesa fenicia, Jezabel, muy devota del dios cananeo Baal. La gente ya era bastante devota de este dios, al que atribuían la lluvia y las buenas cosechas. Pero el influjo de Jezabel y la permisividad de Ajab provocaron que Yahvé dejase de tener valor para el pueblo. A esto se opuso el profeta Elías, denunciando a los reyes y matando a los profetas de Baal, lo que le habría costado la vida si no llega a huir hacia el sur, al monte Horeb (el Sinaí). El viaje es largo, demasiado largo, y Elías se desea la muerte. Un ángel le ofrece una torta cocida sobre piedras; la come dos veces, y con la fuerza de aquel manjar camina cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte en el que tuvo lugar la gran revelación de Dios a Moisés. Este relato se ha usado a menudo en relación con la eucaristía, y por eso se ha elegido para este domingo.
Tres clases de panes
Las lecturas de hoy sugieren una reflexión.
Antes de la reforma de Pío X, la comunión no era frecuente. Los cristianos más piadosos comulgaban una vez a la semana; normalmente, una vez al mes. La comunión era para ellos como el pan de Elías, que da fuerzas para vivir cristianamente durante un período más o menos largo de tiempo.
Con la reforma de Pío X, a comienzos del siglo XX, se difunde la comunión diaria, aunque no se oiga misa. (Recuerdo de joven, en la iglesia de los franciscanos de Cádiz, la gran cantidad de gente que iba a comulgar en un altar lateral mientras en el altar mayor se decía una misa que muy pocos seguían). Es como el maná, que da fuerzas para ese día, pero conviene repetirlo al siguiente.
El evangelio de Juan nos hace caer en la cuenta de que la eucaristía no solo da fuerzas para un día o un mes. Garantiza la vida eterna. Se comprende que Jesús interrumpa su discurso para hablar de la fe y de la acción del Padre.
La vida eterna en la vida diaria (Efesios 4,30-5,2)
Se cuenta en el libro del Éxodo que, en la noche de Pascua, los israelitas mojaron con la sangre del cordero el dintel y las dos jambas de la puerta de la casa para que el ángel del Señor, al castigar a los egipcios, pasase de largo ante las casas de los israelitas. Esta costumbre se remonta a los pastores, que al comienzo de la primavera sacrificaban un cordero y untaban con su sangre los palos de la tienda para preservar al ganado de los malos espíritus y garantizar una feliz trashumancia.
El autor de la carta a los Efesios recoge la imagen y la aplica al Espíritu Santo, que nos ha marcado con su sello para distinguirnos el día final de la liberación. Y añade una serie de consejos para vivir esa unidad en la que ha insistido en las lecturas de los domingos anteriores. Sirven para un buen examen de conciencia y para ver cómo podemos vivir, ya aquí en la tierra, la vida eterna del cielo.
FE ADULTA
Jn 6, 41-52
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo»
Estamos acostumbrados a las grandes síntesis teológicas de Juan; a su empeño en poner en boca de Jesús palabras que en realidad son suyas (de Juan), lo que nos impide saber si alguna vez Jesús dijo estas cosas. No obstante, la idea es preciosa y vamos a tratar de desarrollarla brevemente.
Somos caminantes. El libro del Éxodo es una excelente metáfora de nuestra vida: “Desde la cómoda esclavitud de nuestras pasiones, por el desierto de la vida hacia la casa del Padre”. Y es cierto que podemos decidir no caminar, o que, cansados, decidamos quedarnos en algún albergue confortable del camino, pero si decidimos seguir adelante, necesitaremos alimento para reponer las fuerzas.
Unos buscan ese alimento en los sacramentos, en la liturgia, en los ritos. Otros lo buscan en su interior; en la oración, en el silencio, en la meditación. Otros en la propia comunidad de creyentes... Y la experiencia nos dice que todo esto es eficaz, y que nos alimenta, pero lo que aquí dice Juan es que el pan es Jesús mismo: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si uno come de este pan vivirá para siempre...»
Tratando de descifrar el simbolismo de estas expresiones, podemos pensar que nuestro pan, nuestro alimento, es la propia praxis de Jesús, son sus criterios, es su proyecto colosal, lo que significa que nos alimentamos cuando perdonamos, cuando compadecemos, cuando damos de comer, cuando trabajamos por la paz y la justicia... Porque el compromiso con el Reino genera un círculo virtuoso que se alimenta a sí mismo, y así, cuanto más compromiso asumimos, mejor alimentados estamos para comprometernos más.
Y, lógicamente, podemos dudar del acierto de esta interpretación, pero tiene a su favor dos factores que casi podríamos calificar de empíricos. El primero nos viene de fuera de nosotros, pues vemos que las personas que han decidido apostar sin reservas por los criterios del Reino, lo hacen cada vez con mayor fuerza y convicción. La segunda la encontramos dentro de nosotros, pues cuando actuamos de este modo notamos que nuestro ánimo se conforta, y nos sentimos mejor.
Pero si esto es así, es decir, si es la acción lo que nos alimenta ¿para qué sirven la oración, los sacramentos, el silencio...? Pues siguen siendo cruciales porque evocan al Espíritu, y como decía Ruiz de Galarreta: «El camino de seguir a Jesús no es sin más una decisión humana, sino una obra del Espíritu; del viento de Dios en nosotros».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Cuántas veces lo hemos escuchado: «Lo que verdaderamente importa es saber vivir». Y, sin embargo, no nos resulta nada fácil explicar qué es en verdad «saber vivir». Con frecuencia, nuestra vida es demasiado rutinaria y monótona. De color gris.
Pero hay momentos en que nuestra existencia se vuelve feliz, se transfigura, aunque sea de manera fugaz. Momentos en los que el amor, la ternura, la convivencia, la solidaridad, el trabajo creador o la fiesta adquieren una intensidad diferente. Nos sentimos vivir. Desde el fondo de nuestro ser nos decimos a nosotros mismos: «Esto es vida».··· Ver noticia ·
María Mackillop (1909)
Domingo de Guzmán, fundador (1221)
La narración del primer libro de los Reyes está sumamente cuidada y llena de detalles que hacen de esta simple huida algo más profundo y simbólico. Para empezar, las alusiones al desierto, a los padres, a los cuarenta días y cuarenta noches de camino, al alimento, al monte de Dios, son demasiado claras y numerosas como para no reconocer en el camino de Elías el camino inverso al que realizó Israel en el éxodo. No se trata sólo de una huida; también hay una búsqueda de las raíces que terminará en un encuentro con Dios.··· Ver noticia