FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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miércoles, 19 de febrero de 2020

CG28: Evaluando el sexenio


- Por: Samuel Segura


Jornada dura la de este primer día de Capitulo, 17 de febrero: una "sentada" en el Aula Magna de 09.00 a 13.00 y de 15:30 a 19.30, o sea, ocho horas con breves recesos.

 
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Y aún no se había terminado con el tema, a saber, la presentación de la relación del Rector Mayor sobre estado de la Congregación, que tuvo lugar el martes 18.

Por el podio de presidencia desfilaron casi todos los miembros del Consejo General: los consejeros de sector (Vicario, Formación, Pastoral Juvenil, Comunicación Social, Familia Salesiana) y algunos consejeros de Región. 

Todos procuraron hacer de la mejor manera: unos con un verbo fácil y ameno, otros siendo más breves, otros apoyándose en vídeos e imágenes.

La tarde se coronó con la grata visita del cardenal salesiano Cristóbal López, arzobispo de Rabat y administrador apostólico de Tánger. Tras las vísperas, nos dejó un buen recuerdo que le transmitió el Papa Francisco, cuando se le comentó la minoría de cristianos que había en Marruecos. El Papa dijo: "el problema no es la irrelevancia numérica, sino la irrelevancia significativa cuando se es sal sin sabor y luz que no ilumina". Y Mons. Cristóbal nos invitó a aplicarlo a nuestras comunidades y a cada salesiano, llamado a ser significativo con su testimonio de vida consagrada entre los jóvenes, a hablar menos de ellos y hablar más con ellos.
 

Adjuntos

DOMINGO 7 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,38-48)

José Antonio Pagola


INCLUSO A LOS ENEMIGOS

Es innegable que vivimos en una situación paradójica. «Mientras más aumenta la sensibilidad ante los derechos pisoteados o injusticias violentas, más crece el sentimiento de tener que recurrir a una violencia brutal o despiadada para llevar a cabo los profundos cambios que se anhelan». Así decía hace unos años, en su documento final, la Asamblea General de los Provinciales de la Compañía de Jesús.
No parece haber otro camino para resolver los problemas que el recurso a la violencia. No es extraño que las palabras de Jesús resuenen en nuestra sociedad como un grito ingenuo además de discordante: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen».
Y, sin embargo, quizá es la palabra que más necesitamos escuchar en estos momentos en que, sumidos en la perplejidad, no sabemos qué hacer en concreto para ir arrancando del mundo la violencia.
Alguien ha dicho que «los problemas que solo pueden resolverse con violencia deben ser planteados de nuevo» (F. Hacker). Y es precisamente aquí donde tiene mucho que aportar también hoy el evangelio de Jesús, no para ofrecer soluciones técnicas a los conflictos, pero sí para descubrirnos en qué actitud hemos de abordarlos.
Hay una convicción profunda en Jesús. Al mal no se le puede vencer a base de odio y violencia. Al mal se le vence solo con el bien. Como decía Martin Luther King, «el último defecto de la violencia es que genera una espiral descendente que destruye todo lo que engendra. En vez de disminuir el mal, lo aumenta».
Jesús no se detiene a precisar si, en alguna circunstancia concreta, la violencia puede ser legítima. Más bien nos invita a trabajar y luchar para que no lo sea nunca. Por eso es importante buscar siempre caminos que nos lleven hacia la fraternidad y no hacia el fratricidio.
Amar a los enemigos no significa tolerar las injusticias y retirarse cómodamente de la lucha contra el mal. Lo que Jesús ha visto con claridad es que no se lucha contra el mal cuando se destruye a las personas. Hay que combatir el mal, pero sin buscar la destrucción del adversario.

Pero no olvidemos algo importante. Esta llamada a renunciar a la violencia debe dirigirse no tanto a los débiles, que apenas tienen poder ni acceso alguno a la violencia destructora, sino sobre todo a quienes manejan el poder, el dinero o las armas, y pueden por ello oprimir violentamente a los más débiles e indefensos.

CREER O NO CREER EN DIOS


col arregi

Hoy y aquí, ¿podemos todavía creer en Dios? Preferirás sin duda que formule la pregunta en primera persona, y que te diga, con todos los riesgos, si hoy todavía yo creo en Dios. Pues sí y no. Todo depende de lo que entiendas por creer y por Dios. Y no es por eludir la cuestión. No la eludiré.
No inventamos las palabras con las que nos entendemos, y es aventurado atribuirles un sentido diferente al que tienen para el común de la gente. Por ejemplo: “creer” y “Dios”, ¡qué palabras! Pero las palabras tienen vida y, por lo tanto, historia: nacen, crecen, cambian; se estrecha o se dilata su sentido. No podemos repetirlas, como si siempre significaran lo mismo o como si no apuntaran mucho más allá de lo que significan, al Infinito Indecible. ¿Qué digo, pues, cuando digo “creer en Dios”?
Por creer no entiendo tener algo por cierto, verosímil o probable, sin prueba científica. Asimismo, cuando digo “creer” en Dios”, no me refiero a tener por cierto o probable que Dios existe, sea cual fuere el significado que se le dé. Vayamos al origen, al fondo de la palabra. Creer viene del latín credere, pero éste a su vez se compone de una doble raíz indoeuropea: kerd (corazón, cordial, acuerdo, coraje…) y dheh (poner, dejar, donar, entregar…). ¿Dónde pongo el corazón, es decir, el centro o el fondo verdadero de mi ser? ¿A dónde me lleva mi ser? ¿Qué me llena vaciándome del todo? He ahí la cuestión.
“Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”, dijo Jesús. Tu tesoro, tu perla preciosa, la belleza que te arrebata de la superficie y te sumerge en tu Fondo y te alza a tu altura, el Misterio, el Amor creador y liberador, el “Reino de Dios” oculto y presente, presente y activo en todo: en la flor de San José, en el zorzal que canta, en la sonrisa de un bebé, en las lágrimas de un desahuciado, en el drama de un refugiado, en la acción de un profeta. Esa Presencia te llama. Entrégale tu corazón, tu ser verdadero, libre de miedos, ambiciones y rencores, hecho de compasión activa y feliz. “Misericordia quiero, no sacrificios”, dijo también Jesús. Misericordia feliz, no templos ni dogmas ni instituciones religiosas. Misericordia feliz presente en el corazón de todo lo real: he ahí el tesoro que vale por todo y al que podemos entregar el corazón del todo. Eso es Dios.
La palabra “Dios”, derivada de la raíz indoeuropea deiv (luz, resplandor), es, sin embargo, la más equívoca y oscura de todas. Su historia es tan compleja y contradictoria como la historia humana, como el corazón humano, o como su cerebro. Comprendo muy bien que tanta gente diga no creer en Dios tal como lo ha entendido y entiende todavía la inmensa mayoría: un Señor omnipotente, bueno y justo, anterior y superior al universo, creador y regidor del cosmos que somos. Un Ente Supremo, distinto de todos los entes del mundo, de modo que Dios y mundo serían dos, Dios y yo seríamos dos. Esa imagen de Dios fue creada hace 5000 años allá por Irak, con sus templos y su numeroso clero, y ha servido para explicar la existencia del mundo y para mantener el orden, para promover la bondad y evitar el daño mutuo. “Dios”, tal como la mayoría lo entiende, nació hace 5000 años en una tierra floreciente, hoy desgarrada por los peores intereses de los más poderosos.
Ese Dios que apareció en un tiempo hoy está desapareciendo, algún día, no demasiado lejano, desaparecerá del todo o sobrevivirá en los museos, simplemente porque ya no sirve. Ya no explica el Big Bang: y a quien sostenga, no sin alguna razón, que todo necesita una causa para ser, cualquiera podrá responderle que ello no justifica que recurramos a una Causa Primera extramundana y eterna para explicar el comienzo del mundo temporal, que un Dios Causa explicativa no deja de ser un constructo lógico humano, y que tan lógico o más que pensar en un Dios autosuficiente y eterno es pensar en un universo o multiverso autosuficiente y eterno (sea como fuere, cualquier niño le podrá preguntar con razón “¿y a Dios quién lo creo?”, y no podrá responderle sino con evasivas).
Por lo demás, salta a la vista que no hay ni más orden y bondad ni menos mentira e injusticia entre quienes mantienen la creencia en la existencia de Dios que entre quienes la han abandonado, y si ha habido más creyentes buenos que no creyentes buenos, es simplemente porque los “creyentes en Dios” han sido hasta hoy muchísimo más numerosos que los “no creyentes”. Simplemente por eso, de ningún modo porque la creencia en la existencia de un Dios haga a nadie mejor que quien no cree en ese Dios. Basta mirar al pasado y al presente. Y basta leer, por ejemplo, a Confucio, a Mencio y Lao-Zi, o la parábola del Buen Samaritano, en la que un samaritano, considerado en aquel tiempo por los judíos piadosos como hereje o ateo es presentado por Jesús –¡qué provocación para los creyentes presuntuosos de entonces y de hoy!– como modelo de persona buena, de quien mira al herido, se compadece, se acerca, derrama aceite y vino sobre las heridas y cuida de él. Se vuelve ángel bueno.
También yo dejé de tener por cierta o probable la existencia de un Dios Ente Supremo. Pero eso no cambia nada esencial en lo que entiendo en el fondo por “creer” y por “Dios”, pues quiero (sigo queriendo) poner mi corazón en el Tesoro, el Vacío, la Plenitud, la Nada, el Todo, el Ser o el Corazón indiviso de todos los seres, que se esconde y se revela y ES en todo. En Dios, el Misterio oscuro y sensible como una entraña materna que engendra y da a luz todas las formas. La Llama de la Consciencia universal de la que todos los seres son chispas, chispitas del mismo Fuego sin forma. El amor de todos los amantes y de quienes no llegamos a amar como el corazón quisiera. La Amante de todos los abandonados.
Entregar el corazón, confiar en la Realidad, hacerse samaritano compasivo de toda criatura doliente, y ser lo que SOMOS eternamente: eso es creer en Dios, independientemente de las creencias. Y es como crearlo en todo, y recrear el mundo.



PUEBLO DE DIOS EN SALIDA Y CON SANDALIAS


col paz santos
El Congreso Nacional de Laicos, que se celebra en Madrid, los días 14, 15 y 16 febrero 2020, es un acontecimiento en el que nos debemos implicar, de forma presencial quienes puedan asistir y de forma virtual por los medios habituales de las redes.
Me sale dar las gracias, lo primero, a tantos laicos y laicas de comunidad, asociaciones, parroquias, etc. que llevan trabajando muchos meses el documento que se llevará al Congreso. Hay amplia información en www.pueblodediosensalida.com
El lema del Congreso, “Pueblo de Dios en salida” nos remite al Papa Francisco en la Exhortación Evangelii Gaudium (46):
“La Iglesia ‘en salida’ es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencia para acompañar al que se quedó al costado del camino”.
Creo que los laicos ya estamos ahí, afuera, que no es lo mismo que en las afueras existenciales de tantos que viven en las cunetas. Ese es otro tema.
Me gusta que el lema hable del Pueblo de Dios, que ya en el Concilio Vaticano II quedó confirmada una mayoría de edad en la Lumen Gentium (LG,II,12- LG,IV,30-38) así como en el Catecismo de la Iglesia que se hace eco de la Encíclica.
Decía Jean Guitton (“El silencio sobre lo esencial”, EDICEP, Valencia,1988, pp.13 y 14), filósofo y laico católico, que participó en el Concilio Vaticano II, amigo personal del Papa Pablo VI:
“¡Cuántas veces habré oído al Papa Pablo VI decirme (él que fue posiblemente el primer papa de espíritu laico) que la tarea de un laico no es transmitir la verdad revelada a la manera de un sacerdote, sino que el laico debe brindar un testimonio personal, fundado sobre su propia historia, sobre su propia experiencia, sobre su propia conciencia!”.
Así nos vemos en la realidad del mundo actual como Pueblo de Dios en salida y con sandalias. Así podremos ir acompañados de cardenales, arzobispos, obispos, sacerdotes y religiosos, como hermanos juntos en lo mismo… y también con sandalias, deportivas o botas de montaña según donde la tarea por el Reino nos lleve. Cada vez con mayor conciencia de nuestra identidad laical y más reconocimiento por parte de los estamentos de la Iglesia.
Después del tema del Congreso, leí lo que creo que es un deseo convertido en tema: “Un laicado en acción. Vivir el sueño misionero de llegar a todas las personas”.
Efectivamente, laicos en acción, pero para salir por ahí y vivir sueños misioneros hace falta antes revisar interiormente nuestra propia vida espiritual. Hay tanto trabajo por hacer en todos sitios que el refuerzo interior del día a día es imprescindible.
Cuando los laicos hablamos de esto, enseguida se nos dice que hay que formarse; efectivamente, tema muy importante el de la formación teológica, bíblica, etc. y en los diferentes carismas de la Iglesia a la que los laicos y laicas nos asociamos pero, aún antes de la formación hay que cuidar la vida de dentro, la vida espiritual. No podremos dar de lo que no tenemos.
Es necesaria la oración personal, el tiempo privado de lectura del evangelio escrutando el camino de Jesús, donde ponía los pies… con sus sandalias, para no ir haciendo lo que pensamos, sino lo que Él haría en este justo momento de la historia de la Humanidad.
Y como la palabra sueño está en el tema, me atrevo a soñar en lo que me gustaría que fuéramos creciendo en el camino como Pueblo de Dios en salida:
Fomento de la oración, meditación y silencio personal
Implicarnos en que la comunión de los diferentes grupos y carismas sea real.
Pedir que la liturgia sea revisada. Cuidar especialmente en los sacramentos que son los espacios donde se acercan quienes se alejaron o no son creyentes. Incluir poco a poco espacio de silencio en las celebraciones, en donde los micrófonos están permanentemente en acción.
Tomarnos en serio la belleza en la vida de la Iglesia (música, pintura, teatro, redes, etc.) que es un camino de acogida. La belleza la entiende el ser humano sea quien sea.
Poner en práctica en todo momento el “cuidado de la Casa Común”, como dice el Papa Francisco, en los pequeños detalles de cada día. Por ejemplo: nos reunimos para tratar cientos de cosas, en charlas, coloquios, mesas redondas, conferencia, clases magistrales, etc. y habría que hacer desaparecer definitivamente el uso de miles de pequeñas botellas de plástico en todo tipo de eventos eclesiales. Hemos de ser activos, contemplativos y prácticos.
Podría seguir soñando, pero espero a los resultados del Congreso que seguro llegarán dando cuerpo a los sueños.
Gracias a todas y todos los que habéis trabajado duro y con ilusión; estaréis en mi oración de forma muy especial en los días del Congreso.


EL PECADO ECOLÓGICO EN LA EXHORTACIÓN PAPAL


col otalora
Francisco ha deshojado la margarita con su Exhortación Querida Amazonia, una vez que el Sínodo de obispos de esa región aprobara un documento sinodal en la línea de lo solicitado por él mismo, al expresar  públicamente su deseo de "propuestas audaces" con un nuevo impulso misionero de los laicos en las comunidades eclesiales ante la escasez de sacerdotes.
Querida Amazonia se centra principalmente en cuestiones culturales y ambientales sin respaldar los principales cambios solicitados por los obispos locales, mayoritariamente, para satisfacer graves necesidades, centrados en los laicos (viri probati) y mujeres (diaconado). Muchos católicos esperaban que el Papa fuera por el mismo camino en su Exhortación. No lo ha hecho, pero ha dejado la puerta abierta a estos temas para una mejor ocasión, quien sabe si por evitar un cisma. A ver cómo reacciona el Sínodo de la Iglesia alemana, tan en línea con los postulados del Sínodo amazónico.
El Papa lo que sí reitera es que la Iglesia debe estar al lado de los pobres ante las operaciones económicas que alimentan la devastación, los asesinatos, la corrupción, y que merecen el nombre de “injusticia y crimen”. Es necesario luchar contra la “colonización postmoderna” subrayando que la “visión consumista del ser humano” tiende a “homogeneizar las culturas” y esto repercute especialmente en los jóvenes. De hecho, se refiere al sueño ecológico de unir el cuidado del medio ambiente y el de las personas enlazando esto con la Encíclica Laudato sí.
Se nos pide "liberarnos del paradigma tecnocrático y consumista que destroza la naturaleza”. Debemos escuchar el grito de que el desarrollo debe ser sostenible ante el problema de la supervivencia de la selva tropical y sus pueblos, que es donde hay que poner el foco ya que la ecología no es una cuestión meramente técnica. En este contexto, el pecado ecológico ya está definido para entrar en el catecismo de la Iglesia católica, tal y como dijo Francisco durante su discurso en el XX Congreso Internacional de la Asociación de Derecho Penal.
Los 184 padres sinodales del Amazonas también dejaron clara la necesidad de incluir “el pecado ecológico” entre la lista de pecados católicos e insistieron en la necesidad de definirlo "como una acción u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente" que se manifiesta en actos y hábitos de contaminación y destrucción de la armonía del ambiente así como con la transgresión de los "principios de interdependencia y la ruptura de las redes de solidaridad entre las criaturas" y "contra la justicia".
Sin embargo, la exhortación papal que acaba de ver la luz nada dice de dicho pecado, quitando valor moral a conductas que generan pandemias y atentan contra la Creación. No se entiende su no inclusión, después de denunciar el Papa las actividades del modelo utilizando durísimos términos con un lenguaje de denuncia profética, reiterándose en los contenidos de la encíclica Laudatio Sí y de la exhortación amazónica.
Tras la denuncia del comportamiento "suicida" de parte de un sistema económico mundial que convierte al planeta en un "depósito de porquería" por "el estilo de vida actual insostenible" y el "mecanismo consumista compulsivo" que contribuye a la destrucción del ecosistema del planeta, no aparece la guinda de llamar pecado al ecocidio que vivimos contra el bien común, máxime cuando el Papa ha manifestado que "introducir el pecado ecológico contra la casa común en el catecismo de la Iglesia católica es una obligación".
Se escriben ríos de tinta sobre la decisión del papa de no tocar en la Exhortación los temas candentes con el laicado y las mujeres, pero en lo que ha sido su santo y seña contra los excesos neoliberales denunciando el modelo sin ambages, poco se dice sobre no haberlo definido como pecado. Qué más querían algunos para justificar ciertas prácticas sistemáticas, que no serán para tanto, moralmente hablando, porque ya vemos que no son pecado… Al menos, ningún Papa había llegado tan lejos en la rotundidad de sus condenas ni en los términos utilizados contra los ecocidas; al menos, su rotundidad hace difícil mirar para otro lado.

LOCURAS Y ARREBATOS


col aleixandre art

Imagina que te has mudado de casa, es tu primer fin de semana en ella y el sábado, muy temprano, te despierta el jaleo de los vecinos de arriba. Te pones de mal humor, no consigues dormir, el ruido sigue y encima te asomas a la ventana y la ropa que han tendido está mojando la tuya. Subes a protestar indignada pero te abre una chica vestida de novia que te pide disculpas: se casa esa misma mañana, sus amigas le están ayudando a vestirse y hay agitación: sonríe y te asegura que te pagará con creces la tintorería. Al verla tan emocionada y radiante, se te derriten las quejas, se te contagia su alegría y termináis brindando juntas.
Este sería un contexto posible para entender algo de las imágenes del evangelio de hoy: intentan decir algo de la desmesura, la esplendidez y la ruptura de límites de quien se siente bajo el impacto de una novedad asombrosa y poseído por la exaltación y el júbilo. Y ese acontecimiento excesivo consigue que lo que antes parecía intolerable, ahora resulta insignificante y desaparece bajo esa alegría torrencial.
En el fondo es la consecuencia de ese estado de éxtasis y arrebato que produce el enamoramiento: quien está viviendo esa experiencia de enajenamiento, se siente empujado más allá del umbral de la lógica y no se detiene ante lo que parece imposible: saltar tapias, andar sobre telas de araña, escuchar en plena noche el canto de los pájaros. Son imágenes que emplea el Romeo de Shakespeare para describir la exaltación de su amor y solo el Evangelio supera su audacia: sonreír después de recibir un bofetón, hacer un regalo al que acaba de despedirte, ofrecer también el reloj al que acaba de robarte la cartera.
Encontrar el Reino, según Jesús, desencadena toda clase de locuras e incongruencias: perdedores que ganan, granitos de mostaza convertidos en árboles, céntimos entregados que valen una fortuna, últimos que resultan primeros, caminantes descalzos que pisan escorpiones. Esa desmesura parece corresponder a las costumbres de Dios según cuenta la Biblia: el éxodo no fue un vadear arremangados el Mar de los Juncos buscando la orillita, sino un paseo triunfal sobre lo seco entre murallas de agua; llovió tanto maná que, como dicen los gallegos, “no daban acabado”; las codornices cayeron en modo diluvio; las murallas de Jericó se vinieron abajo solo con tocar las trompetas; la abundancia de peces casi hundió la barca en el lago, no sabían qué hacer con las sobras del banquete en el desierto y la abundancia de vino en Caná hubiera bastado para emborrachar a los paisanos de media Galilea.
Si en vez de en Israel Jesús hubiera nacido en Escandinavia o en Pomerania Occidental, su discurso hubiera sido probablemente más contenido y circunspecto y no hubiera usado imágenes tan disparatadas como las que de vez en cuando se le ocurrían. Pero era un judío de imaginación calenturienta y ahora nosotros pagamos las consecuencias.
Pero muy contentos, la verdad.

EL OTRO LLEGA A TI COMO OLA


col fraymarcos
Mt 5,38-48
Sigue Mt en el sermón del monte con la intención de armonizar el AT con la predicación de Jesús. Ante la lectura de este evangelio, uno se queda sin aliento. “No hagáis frente al que os agravia”. “Ama a tu enemigo y reza por él”. “Sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto”. Si repaso detenidamente estas exigencias, descubriré lo que me falta por andar. Tal vez Nietzsche tenía razón cuando decía: "Solo hubo un cristiano y ese murió en la cruz."
Sinceramente creo que la verdadera dimensión cristiana está aún por inaugurar. Hemos construido miles de templos; hemos llevado la cruz a todos los rincones del orbe; hemos elaborado sumas teológicas como para parar un tren; hemos creado leyes que regulan todos los ámbitos de nuestra existencia; pero el único principio esencialmente cristiano, el amor al enemigo, está olvidado y sin repercusión alguna en nuestra vida. Somos muy cristianos pero no seguidores de Jesús.
En los evangelios se percibe la lucha por asumir el mensaje de Jesús. Cuando Pedro pregunta a Jesús: ¿cuántas veces tengo que perdonar, hasta siete veces? Jesús le responde: setenta veces siete. Es decir siempre. Pero aún se acepta que hay algo que perdonar. Lo que está insinuando Jesús es que no tienes nada que perdonar. Nadie tiene capacidad de ofenderte si tú no recibes voluntariamente el regalo envenenado que alguien te ofrece.
Está mandado: “ojo por ojo y diente por diente" Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. El ‘ojo por ojo’, fue un intento de superar el instinto de venganza que nos lleva a hacer el máximo daño posible al que me ha hecho algún daño. Tenemos asumido que la meta es la justicia, identificada con el ojo por ojo. Creo que la racionalidad al servicio del ego y el juridicismo occidental, que nos envuelve, nos impiden la comprensión del mensaje cristiano.
Creemos estar muy identificados con la justicia, pero si examinamos esa justicia que exigimos, descubriremos con horror que lo que intentamos todos es hacer de la justicia un instrumento de venganza. Se utilizan las leyes para hacer todo el daño que se pueda al enemigo; eso sí, dentro de la legalidad y amparados por el beneplácito de la sociedad. Considera que los buenos abogados son aquellos que son capaces de ganar los pleitos cuando la razón está de parte del contrario.
Las frases tan concisas y profundas pueden entenderse mal. No nos dice Jesús que no debamos hacer frente a la injusticia. Contra la injusticia hay que luchar con todas la fuerzas. Tenemos obligación de defendernos cuando nos afecta personalmente, pero sobre todo, tenemos la obligación de defender a los demás de toda clase de injusticia. Lo que nos pide el evangelio es que nunca debemos eliminar la injusticia con violencia.
Si utilizamos la violencia para eliminar una injusticia, estamos manifestando nuestra incapacidad de eliminarla humanamente. No convenceré al injusto si me empeño en demostrarle que me hace daño a mí o a otro. Pero si fuera capaz de demostrarle que con su actitud se esta haciendo un daño irreparable a sí mismo, sin duda cambiaría de actitud.
Habéis oído que se dijo: “amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo" Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. La dificultad mayor para comprender este amor está en que confundimos amor con sentimiento. El amor evangélico no es instinto ni sentimiento. Por lo tanto no podemos esperar que sea algo espontáneo. El verdadero amor, sea al enemigo o a un hijo, no es el instinto que nace de mi ser biológico. El amor de que estamos hablando es algo mucho más profundo y humano. Ni siquiera nuestra razón nos puede llevar a ese nivel.
Hay que aclarar que para ellos el prójimo era el que pertenecía a su pueblo, a su raza, a su familia. El “enemigo” era siempre el extranjero, que atentaba real o potencialmente contra la seguridad el pueblo. Para poder subsistir, no tenían más remedio que defenderse de las agresiones. Jesús da un salto de gigante y podemos apreciar que la diferencia entre ambas propuestas es abismal.
¿Por qué tengo que amar al que me está haciendo la puñeta? El camino para la comprensión de esta norma es largo y muy penoso. Tenemos que llegar a él a través de un proceso de maduración, en el que debemos tomar conciencia de que todos somos una sola cosa, y que en realidad, no hay enemigo. No debo hacerlo por hacer al otro un favor sino por alcanzar yo mi plenitud. El amor al enemigo no es más que una manifestación del verdadero Ser, que por ir en contra del instinto de conservación, se ha convertido en la verdadera prueba de fuego del AMOR.
Enemigo es el que tiene una actitud de animadversión, no el que la sufre. El enemigo no tiene por qué obtener una respuesta de la misma categoría que su acción. Alguien puede considerarse enemigo mío, pero yo puedo mantenerme sin ninguna agresividad hacia él. En ese caso, yo no convierto en enemigo al que me ataca. Si le constituyo en enemigo, he destrozado toda posibilidad de poder amarle. Esa armonía con todos es lo que daba tanta paz y felicidad a los místicos.
Un ejemplo puede aclarar lo que quiero decir. En el mar siempre habrá olas, de mayor o menor tamaño. Al llegar al litoral, la misma ola puede encontrar la roca o puede encontrar arena. ¡Qué diferencia! Contra la roca estalla en mil pedazos. Con la arena se encuentra suavemente. Incluso si la ola es muy potente, en la arena rompe sobre sí misma y pierde su fiereza.
¿Necesitas explicación? Pues voy a dártela. Los que pretenden incordiarte y convertirte en enemigo van a estar siempre ahí. Pero la manera de encontrarte con ellos dependerá siempre de ti. Si eres roca el encuentro se manifestará estruendosamente y ambos quedaréis dañados. Si eres playa toda agresividad quedará neutralizada y no percibirá la más mínima agresión. Un detalle, la roca y la arena, están hechas de la misma materia, solo cambia su aspecto exterior.
Así seréis hijos de vuestro Padre… Aquí encontramos una de las mejores muestras de lo que se entendía por hijo en tiempo de Jesús. Hijo era el que salía al padre, el que era capaz de imitarle en todo. Viendo al hijo, uno podía adivinar quién era su padre. También podemos descubrir la idea de Dios que tenía Jesús. Un Dios que ama a todos por igual porque su amor no es la respuesta a unas actitudes o unas acciones sino anterior a toda acción humana. El AMOR que nos pide Jesús es el mismo amor que es Dios y está desplegándose en mí en todo instante.
En contra de lo que se nos ha repetido hasta la saciedad, Dios no ama a los buenos, sino que Él es Ágape para todos y a todos nos unifica en Él. De la misma manera, el amor que yo tengo a los demás, no puede estar originado ni condicionado por lo que el otro es o tiene, sino por el amor de Dios que ya está en mí. El amor no es respuesta a las actuaciones o cualidades de un ser; su origen tiene que estar en mí, y solo afecta al otro como objetivo, como meta.
Si somos incapaces de amar a otro porque le considero enemigo, podemos tener la certeza de que todo lo que hemos llamado amor, no tiene nada que ver con el evangelio, y por lo tanto con el amor que nos ha exigido Jesús. El evangelio no es ciencia ni filosofía ni moral ni teología ni religión. El evangelio es Vida. El evangelio no intenta enriquecer la inteligencia sino a todo el ser. Tu felicidad, tu plenitud de humanidad radica en ti y nadie te la puede arrebatar.

Meditación
No pretendas ir a nadie como ola agresiva.
Pero al que venga hacia ti con violencia,
acógele con suavidad y quedará frustrado en su actitud.
No pretendas amar a otro mientras le veas enemigo.
Descubre, más bien, que no tienes ningún enemigo,
porque eso depende exclusivamente de ti.