FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

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viernes, 5 de septiembre de 2014

Leonardo Boff o D’Escoto colaboran con el Papa en su encíclica sobre Ecología

Religión Digital


Francisco supera la fractura con la Teología de la Liberación
El trabajo con los más pobres y los desheredados, claves para esta “rehabilitación”
¿Cuenta la teología de la liberación con el respaldo del Papa? Más que una rehabilitación, Francisco pretende superar una fractura del pasado cercano de América Latina entre partidarios y adversarios, tendiéndoles la mano a los más pobres, según los observadores del Vaticano. ··· Ver noticia ···

Rouco impone silencio sobre Osoro Jesús Bastante


La diócesis de Madrid todavía no ha dado la bienvenida a su nuevo arzobispo
El cardenal se reúne hoy con el arzobispo electo en el Delta del Ebro para hablar del relevo
Hace seis días, la Santa Sede anunciaba el nombramiento de Carlos Osoro como arzobispo de Madrid, sustituyendo al cardenal Rouco. Casi una semana después, la diócesis continúa en un silencio absoluto. Al menos públicamente, ni el Arzobispado como institución, ni el cardenal de Madrid, han dirigido el más mínimo saludo de bienvenida al que será, en las próximas semanas (todavía no hay fecha de toma de posesión), su nuevo pastor. ··· Ver noticia ···

Domingo 7 de septiembre, 23 del tiempo ordinario: Está entre nosotros José Antonio Pagola


Aunque las palabras de Jesús, recogidas por Mateo, son de gran importancia para la vida de las comunidades cristianas, pocas veces atraen la atención de comentaristas y predicadores. Esta es la promesa de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Jesús no está pensando en celebraciones masivas como las de la Plaza de San Pedro en Roma. Aunque solo sean dos o tres, allí está él en medio de ellos. No es necesario que esté presente la jerarquía; no hace falta que sean muchos los reunidos.
Lo importante es que “estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan “en su nombre”: que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.


Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las pequeñas comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar su oración, sus celebraciones, proyectos y actividades. Esta presencia es el “secreto” de toda comunidad cristiana viva.
Los cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de cualquier manera: por costumbre, por inercia o para cumplir unas obligaciones religiosas. Seremos muchos o, tal vez, pocos. Pero lo importante es que nos reunamos en su nombre, atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un mundo más humano.


Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos reunimos para escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu, para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia.
El futuro de la fe cristiana dependerá en buena parte de lo que hagamos los cristianos en nuestras comunidades concretas las próximas décadas. No basta lo que pueda hacer el Papa Francisco en el Vaticano. No podemos tampoco poner nuestra esperanza en el puñado de sacerdotes que puedan ordenarse los próximos años. Nuestra única esperanza es Jesucristo.

Somos nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe nueva en estos tiempos de incredulidad. La renovación de las instancias centrales de la Iglesia es urgente. Los decretos de reformas, necesarios. Pero nada tan decisivo como el volver con radicalidad a Jesucristo.



El día 9 de Septiembre, T V E, después del Telediario, a las 10 de la noche, pasará la versión en español de “DESCALZO SOBRE LA TIERRA ROJA
Pies descalzos en la tierra roja.
La miniserie de dos capítulos de una hora ”Descalzo sobre la Tierra Roja”, basada en el libro homónimo del periodista catalán Francesc (Paco) Escribano, es una co-producción de TVE (educativa de España), de TV3 de Catalunya, de la productora Minoría Absoluta, de la TV Brasil y de la productora paulista Raíz Producciones Cinematográficas. Descalzos sobre la Tierra Roja se estrenó en TV3 en marzo y está programado para ser exhibida en TV Brasil, durante el segundo semestre.


Aborda la vida de don Pedro Casaldáliga, desde su llegada a Brasil hasta su visita ad Limina al Vaticano, cuando se presentó al Papa João Paulo II y al cardenal Joseph Ratzinger, entonces al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde debía explicar su acción a favor de los pobres teológica y los oprimidos.
La película, una bellísimo y bien cuidada producción, contó con la participación de más de mil extras de pueblos y ciudades de Luciara y São Félix do Araguaia, lugares donde se construyeron verdaderas ciudades escenográficas, representando cómo eran estos lugares en los años 1970.


Dirigida por Oriol Ferrer, con Eduardo Fernández, galardonado actor catalán, en el papel de Casaldáliga, contó con un elenco de grandes actores españoles y brasileños.
Filmada como una especie de western teológico, retrata con gran fuerza y sensibilidad la violencia y tensión existentes en los conflictos entre propietarios de tierras, los invasores de tierras indígenas, colonos y la acción pastoral de la Prelatura de São Félix, con Don Pedro al frente, quien siempre estuvo al lado de los desposeídos.

Según la descripción que aparece en la Página Web de Minoría Absoluta, la serie combina acción y misticismo “en el escenario exuberante de Mato Grosso, en contraste con un paisaje humano y social impactante”. La historia de Pedro Casaldáliga se desarrolla “alrededor de los valores universales”, en el contexto de la teoría filosófica y teológica de la liberación y la situación geopolítica de los años 1970, bajo la dictadura brasileña.

El periodista y productor ejecutivo Francesc Escribano destaca que la producción se convirtió en “su corazón” para contar “una historia notable de un catalán universal”.
Durante la realización, impresionó como la historia y especialmente la persona del mismo don Pedro, tuvo impacto en la vida de todos los involucrados en la producción. Confirmé la impresión que tuve la primera vez que viajé con él, hace de 30 años: Estar en la presencia de un espíritu muy elevado, sin exageración, ante un verdadero santo del pueblo

Una hermosa y urgente tarea para nuestros obispos Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

En la Biblia hay tres colectivos que aparecen como los más desprotegidos, de tal modo que en muchas ocasiones Dios mismo se reserva su defensa. Son los extranjeros, los huérfanos y las viudas. ¡Ay de quién se meta con ellos!, se las verá con la cólera de Dios. En nuestro país, y en casi todos, esos tres colectivos se resumen en uno: los pobres. Todavía diremos mejor, los miserables, aquellos a quienes la opulenta sociedad de consumo usa como fundamento del sistema del mantenimiento de lo que llamamos “calidad de vida”. Uno de sus pilares, como diría el gran Karl Marx, y no por eso deja de ser verdad, es la explotación del trabajo por el capital, de tal modo que el producto final, un determinado, y cada vez más alto, estilo de vida, resulte tan barato que el sistema lo pueda sostener sin quebranto. A este resultado van dirigidas las políticas económicas denominadas liberales, que lo serán exacta, y solamente, para sus reales beneficiarios: las clases altas y una clase media entregada y sumisa porque su participación en el banquete de la riqueza le garantiza unas migajas que, en ciertos casos, pueden ser muy interesantes y, sobre todo, darán la impresión de que está también subida al buen sentido de la fortuna.
Pero de ahí para abajo, nada. Cada vez más oscuridad, más vacío, más silencio, más incertidumbre, más desprotección. Este es el panorama de los seis millones de parados entre nuestros conciudadanos. Su futuro es tan incierto, y solución socio-económica de su porvenir tan improbable, que aboca a millones de españoles a una situación que puede llegar a ser, si es que ya no lo es, desesperante. Una de las principales tareas del Estado, que provoca y hace necesario el pacto social, es la justicia distributiva, es decir, el reparto de bienes, lo más equitativo, ajustado y universal que sea posible, de tal modo que las riquezas, producidas entre todos, con la colaboración estrecha y fecunda entre la iniciativa del capital empresarial, y el trabajo de los asalariados, alcancen, de manera efectiva, a todas las clases implicadas en ese proceso.
Todos los indicadores socio económicos, a nivel mundial, y en el ámbito interno de nuestro país, señalan, sin ninguna duda, que el reparto de la riqueza, en vez de mejorar y alcanzar cada vez a más beneficiarios, ha ido reduciendo, no la tarta a repartir, sino los pedazos que tocan a cada uno. Es decir, ese reparto se ha deteriorado, de tal manera que la distancia entre los más pobres y los más ricos se acrecienta de manera alarmante, obscena e indignante. El viejo señuelo de la teoría capitalista liberal de que la riqueza crecería cada vez más, y llegaría a ser universal, se ha quedado obsoleto, como una meta utópica. Porque ese reparto implicaría una rebaja de la dichosa calidad de vida de los poderosos.
Después de esta introducción socio-económico-filosófica me gustaría insinuar una tarea noble, necesaria, y como he dicho al principio, urgente a nuestros obispos. Se entiende muy fácilmente. Consiste en que se erijan en defensores de estos tres colectivos: los trabajadores, los inmigrantes, y los huelguistas. No es la primera vez que obispos bien mentalizados, sobre todo en América Latina, o en España en la época franquista, han levantado sus autorizadas voces en su defensa.
1) La mal llamada reforma laboral ha dejado en una gran indefensión a los asalariados, facilitando el despido, y propiciando contratos temporales, es decir, atentando contra la seguridad y la dignidad de los trabajadores. Cuando se produjo el gran atentado, con el rollo de la mayoría parlamentaria del PP haciendo oídos sordos a todas las sugerencias y críticas de todos los demás partidos de la oposición, excepto el CIU, cuyo gran referente estaba en esos momentos cocinando una fortuna, a la que de ninguna manera afectaba ni esa, ni ninguna reforma laboral, cuando todo eso pasaba, ¿alguien oyó el grito de los obispos, de algún obispo, en auxilio de tantos de sus fieles, fulminados con esa medida? Y para mayor inri, sí que hubo un informe crítico y certero de Caritas, que fue silenciado por los jefes, y denomino así a los obispos para que se contraste la flagrante contradicción de sus comportamientos autoritarios con la palabra de Jesús en el Evangelio.
2) Los inmigrantes: no voy a decir nada de los que llegan desesperados a nuestra valla, y son recibidos a palos, y, contra toda la normativa internacional, desviados “en caliente” hacia Marruecos. No. Me voy a referir a los que ya están asentados en nuestro país, y que, poco a poco, están asegurando la propia existencia del culto católico, pues en las parroquias de barrios, como en el que trabajo pastoralmente, Vallecas, cada vez los bancos de nuestros templos se ven ocupados por los latinos, como son llamados por los que les tienen un poco de respeto, que si no, los “sudacas”. Pues bien, organizaciones de médicos, y ONGs de todo tipo e ideología, están clamando contra la norma que decretó este nefasto Gobierno para los asuntos sociales: la negación de asistencia sanitaria para los inmigrantes sin papeles. Además, nos hemos ido enterando de que si atendidos en urgencias, que en teoría tienen obligación de hacerlo, deben firmar un papel con el compromiso de que, después, pagarán un tanto establecido, y no siempre se trata de una cifra de poca monta.
3) Los que he llamado huelguistas, para simplificar, pero me refiero a todos los muchísimos descontentos e indignados que un día podrán ser alcanzados por el proyecto de ley de “Seguridad ciudadana” (como si los que protestan no fueran ciudadanos, y esa categoría se reservara solo para los que no necesitan salir a la calle para gritar sus derechos, ya muy bien protegidos y defendidos por un Gobierno compadrado con las clases altas y los empresarios más poderosos de nuestro país), que casi nos retrotrae a épocas franquistas, colocando de una tacada inicua a una buena parte de la ciudadanía, crítica e incómoda, pero que paga sus impuestos y colabora en la Seguridad Social, a punto de ser amenazados con el Derecho Penal, por comportamientos que deberían ser no solo protegidos por la autoridad, sino fomentados, para ir consiguiendo una ciudadanía madura democráticamente. Pero, ¿les interesa, de verdad, la Democracia a nuestros gobernantes?
Estos tres colectivos, entre los que se encuentran muchos fieles, ovejas del rebaño de los pastores de la Iglesia, están seriamente amenazados no ya en su dignidad, pisoteada y conculcada por un Estado insensible al dolor y la tragedia de su pueblo, preocupado solo por sacar buena nota en el Aula Magna de los mercados, en la prima de riesgo, y en los indicadores de la Bolsa; sino también amenazados en su integridad física, en su salud, todavía más que en su bienestar, al que tienen tanto derecho como los ciudadanos de primera. ¿O no amenaza al integridad física el hambre, la desnutrición de la infancia, el abandono de los dependientes, el copago sanitario que provoca la desatención médica y farmacéutica de tantos pacientes?
Para todos ellos pido, desde este humilde blog, auxilio, preocupación y responsabilidad a los obispos. Pues el Señor Jesús no solo se preocupó de las almas, esas realidades fantasmales, carentes de sentido y existencia sin su acomodo en un cuerpo. Y así vemos en el evangelio de hoy, miércoles de la 22ª semana del tiempo ordinario, como Jesús se preocupa de la gente; “Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando… Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: “También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado. (Mt 4, 40.42-43) Para Jesús, en el anuncio del Reino también entraba la preocupación por la salud, la dignidad y el bienestar de sus seguidores.

Creyentes sin religión, la tendencia que má crece en el Mundo Miguel Pastorino


Adital Joven 
Reproducimos un interesante artículo del experto uruguayo Miguel Pastorino, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), sobre la metamorfosis actual del panorama religioso a nivel mundial.*
Los sociólogos de la religión, desde los años 90 advierten que la tendencia religiosa de mayor crecimiento en el mundo, especialmente en occidente, y más concretamente en los países tradicionalmente cristianos, son los “creyentes sin adscripción religiosa”, o “creyentes sin religión”. Muchas veces son calificados por las encuestas como “no creyentes”, por no identificarse con ninguna religión, y se cae así en un error conceptual importante, ya que no adherir a ninguna institución religiosa, no significa no tener creencias religiosas.


Metamorfosis de la religión
La crisis de la modernidad, de las instituciones, de las iglesias históricas, especialmente las más burocratizadas y amalgamadas con los esquemas modernos, ha hecho creer que la experiencia religiosa estaba desapareciendo. Sin embargo estaba solamente cambiando de lugar. Lo que desaparece es un modo de vivir y practicar la fe.


En una cultura dominada por la lógica instrumental y consumista, ha crecido lo que los sociólogos franceses llamaron “religiosidad a la carta”, donde cada uno compone y reconfigura su propio menú religioso, tomando de cada tradición lo que mejor le viene a su necesidad y resignificando símbolos y contenidos según el propio parecer.
El descenso de la práctica religiosa tradicional no significa un retroceso de la religión sino un cambio del espacio religioso y sus manifestaciones, por el cual se pasa de una fe social y culturalmente heredada, a una fe asumida como camino personal de búsqueda y experiencia particular. Asistimos a una metamorfosis de lo religioso, donde no solo cambian las creencias y prácticas, sino la misma cosmovisión, y, por consiguiente, la misma imagen de la divinidad.


Un canasto espiritual
Muchos creyentes no solo eligen los trozos de su credo que mejor se adaptan a su sensibilidad – sin aceptar la totalidad de su tradición o de las orientaciones de sus líderes-, sino que toman de todo aquello que conocen lo que mejor se aviene a sus intereses particulares. En una situación “de mercado religioso” el creyente sin religión se sitúa en actitud de comprador o consumidor: elige como si tuviera ante sí una variedad de productos para consumir y selecciona su canasto según su preferencia, necesidad y gusto. Se conforma de este modo una yuxtaposición de creencias, una múltiple pertenencia a diversos credos y prácticas religiosas, donde el sincretismo no es mala palabra, sino signo de apertura mental y libertad.
El presupuesto es que todas las tradiciones religiosas son igualmente valiosas y verdaderas, por lo que el ideal no es seguir un camino religioso preestablecido, sino tomar los elementos más convenientes de cada una de ellas como camino personal de autorrealización.


Según los resultados del año 2010 de Research Center’s Religion and Public Life Project, los “creyentes sin religión” son en Europa son un 18 %, en Asia, 21 %, y en América Latina un 8 %. En el mundo los cristianos son el 31,4 %, los musulmanes el 23,2 %, y los creyentes sin religión ascienden al 16,4 %.
La primacía de la experiencia y las vivencias espirituales
La religiosidad postmoderna privilegia la experiencia antes que la doctrina, los itinerarios personales antes que las grandes tradiciones, las vivencias espirituales antes que los contenidos doctrinales. Y el creyente de hoy es un buscador, un peregrino que quiere decidir cómo, cuándo y a quién creer.


El peso del testimonio emocional, la vivencia y la interioridad en los movimientos neopentecostales y en las espiritualidades neoesotéricas de la Nueva Era, muestran los nuevos rumbos de la religión y presentan un gran desafío a las religiones clásicas y a las Iglesias históricas.
Se rechaza la experiencia reglamentada sobre todo mediante ritos y actos válidos por sí mismos -ex opere operato-. La interioridad es el lugar donde lo sagrado es encontrado y actualizado. Sin experiencia íntima, personal y emocional no hay experiencia de lo sagrado. De aquí la tendencia a buscar en la psicología un mediador cualificado para la profundización e incluso para las terapias de mediación corporal y emocional. Se busca un mundo de unidad interior, de certeza y de misterio descifrado. La emoción abraza sus dos polos: la fuerte exteriorización y la concentración interior.


La religiosidad actual se ha convertido en una religiosidad sin Dios, pero se manifiesta emocionalmente potente y tiene una amplísima difusión, inclusive a nivel editorial, como vemos en la aplastante proliferación de libros de autoayuda de corte esotérico y gnóstico.
Es bastante evidente que el momento presente se caracteriza por una extensa psicologización, no solo de la idea de lo divino y de la religión, sino del conjunto de los sistemas sociales y de las relaciones. La “emoción” ocupa un lugar no sólo importante, sino excepcional en la vida de muchos de nuestros contemporáneos, los cuales dedican muchas energías a una afanosa búsqueda –en algunos casos enfermiza- de novedades y experiencias fuertes, dando lugar a lo que se ha llamado “sociedad de la vivencia”.


Sólo vale la religión que se experimenta
En la cultura de las sensaciones solo vale lo que se experimenta interiormente, emocionalmente. Si no hay un acercamiento emocional, afectivo a la religión, esta es considerada inútil. Frente al énfasis en las convicciones, aquí prima la afectividad sentida. Sin un toque afectivo, sensible, de lo sagrado, éste no existe o no se le concede credibilidad.
El individuo actual quiere expresar lo que siente. No le interesa tanto especular sobre Dios o la comprensión doctrinal cuanto el compartir vivencias. Está más atento a la experiencia que siente, en cómo la siente e imagina, que en el modo en que la piensa o justifica racionalmente.


Ya no se puede presuponer que quien se presenta con una determinada comprensión de la realidad –sea cristiana, o socialista o liberal…-, necesariamente posee una especie de estructuración mental y existencial de la vida en conformidad con lo que dice creer. Asistimos cada vez más a la visión de personalidades descompuestas, fragmentadas, incoherentes: por un lado está su creencia, por otro su comportamiento moral, por otro sus vivencias espirituales, etc.
En la actual situación en que está fragmentado el hombre de hoy, se busca desesperadamente la integración y la armonía interna, una experiencia de salvación “aquí y ahora”, y que casi siempre no aspira a llegar más allá de lo que se viva al interior de la propia experiencia de paz y gratificación subjetivas.

La experiencia salvífica es un momento más en la vida de las personas, y no aspira a ser un elemento configurador de la existencia, ni promete una salvación más plena, ni para la persona concreta ni mucho menos para la sociedad. La idea de Dios sufre grandes cambios, transformándose en una fuerza cósmica, impersonal, vaga y difusa, como un “conjunto de vibraciones energéticas” que son la esencia de toda la realidad.

Técnicas y más técnicas “espirituales”
En este contexto sociocultural, se produce una gran proliferación de todo tipo de métodos de autoayuda vinculados al esoterismo, lo parapsicológico y a las religiones orientales. Emerge así una religiosidad de tipo mágica, donde lo divino es en realidad un medio para alcanzar el bienestar, no una persona con la que entramos en relación. Lo importante es alcanzar el conocimiento (gnosis) para vivir este tipo de experiencias salvíficas que se quedan en la pura inmanencia, es decir, del lado del más acá.
¡Si no es cristiano, mejor!


Si la propuesta espiritual no es cristiana es recibida con mayor ingenuidad y simpatía, hasta en los medios de comunicación. En este contexto nos encontramos con un fuerte deseo de recuperar lo pagano precristiano: celtas en Europa, chamanismo en América, etc.
Se hace sentir el atractivo de las religiones orientales, porque sus dogmas parecen más flexibles, porque están teñidas de aspectos místicos, de profundización, de búsqueda personal, son más respetuosas del misterio inefable, y favorecen la experiencia interior. Son ajenas a la burocratización y la juridificación tan fuertes en las Iglesias cristianas deudoras de la herencia grecorromana.
En este clima alérgico al cristianismo surge un neognosticismo y un abanico de tendencias mágicas de diversa índole. Religiones precristianas, pseudociencias, esoterismo y tendencias herméticas van configurando una imagen eclipsada de Dios: “¡espiritualidad sí, pero no queremos ni Dios ni religiones!”.


Desafíos para el catolicismo actual
El principal desafío que tienen las iglesias históricas consiste en recuperar su centro, su mística, y hacerla accesible a todos. Esto requiere la adopción de en un lenguaje más “fresco”, más testimonial, más iniciático, y de misioneros que sean personas de gran peso experiencial, como verdaderos gurús, maestros de vida espiritual. La insistencia y el estancamiento en los meros aspectos morales de los discursos, ya progresistas, ya conversadores, genera un resecamiento espiritual, un desgaste abrumador y un ámbito de tedio poco propicios para quien está sediento de un espacio de renovación espiritualidad y encuentro con el misterio.
Los cristianos necesitan recuperar el kerygma, el primer anuncio apasionado y testimonial de la fe, que incluye la propia experiencia vivencial para poder transmitirla. Se requiere de una pasión por Jesucristo y por el evangelio que transmita una experiencia digna de ser compartida con otros.

Esta recuperación puede verse en el pentecostalismo de origen protestante, y en los contextos sociales donde el catolicismo es una minoría que privilegia la experiencia de la comunidad antes que su organización en estructuras. Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco han insistido constantemente sobre la necesidad de simplificar estructuras y optar preferencialmente por la evangelización antes que por el mantenimiento de formas de organización caducas. Pero persiste la cómoda ilusión de creer que remodelando o añadiendo una nueva estructura se está inventando la renovación espiritual.

Benedicto tenía razón
Ya desde su juventud, y hasta su pontificado como Benedicto XVI, el profesor Ratzinger no ha dejado de insistir en que la Iglesia se encamina a transformarse en una minoría, y que debe volver a lo esencial para recuperar su fuerza.El Papa Francisco comenzó su pontificado poniendo en práctica esta prioridad: primero la fe, el amor, la misericordia, luego las enseñanzas, la moral, la doctrina. No despreciando nada de los contenidos de la fe cristiana, no dejando nada de lado, pero estableciendo una prioridad irrenunciable: primero el anuncio del amor de Dios manifestado en Jesucristo vivo, que hace nacer a una vida nueva a todo el que le abre su corazón.

En el año 2010, en Portugal, Benedicto XVI expresó con gran claridad: “A menudo nos preocupamos afanosamente por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, dando por descontado que esta fe exista, lo que por desgracia es cada vez menos realista. Se ha puesto una confianza excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones; pero ¿qué sucederá si la sal se vuelve sosa? Para que esto no suceda, es necesario anunciar de nuevo con vigor y alegría el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, corazón del cristianismo, fundamento y apoyo de nuestra fe, palanca poderosa de nuestras certezas, viento impetuoso que barre todo miedo e indecisión, toda duda y cálculo humano.
* Ha sido publicado en el blog que Pastorino tiene en el portal español Religión en Libertad

Dos encuestas y una miopía culpable Emilio Pizocaro, periodista

Las encuestas que se hicieron publicas este fin de semana vaticina un tiempo político tormentoso. Posiblemente la clave se encuentra en la lectura cuidadosa de un artículo publicado este domingo por el diario El País . Se trata del tercero de una serie escrita por el sociólogo J.M. Toharia, presidente de Metroscopia, que revela de manera rotunda y sin paliativos el rechazo masivo de los españoles contra la actual clase política.
La encuesta , producto de un largo trabajo que se transformará en libro, trasunta una realidad cada vez más evidente ; el actual régimen ha perdido legitimidad ante la ciudadanía. En palabras de Toharia “el nuevo tiempo político que se anhela debería suponer un giro radical en los modos y estilo de partidos y dirigentes”.
La cifras cantan por si solas:

- Más del 80 por ciento de los españoles piensan que los “partidos solo están centrados en mantener sus cuotas poder, no tienen programas a largo plazo y no eligen a las personas más competentes o mejor preparadas”.
- Un 93 por ciento cree que los candidatos deben ser elegidos en primarias, en listas abiertas y no por las directivas de los partidos.
- Nada espera la ciudadanía de los actuales dirigentes. Por eso nueve de cada diez exige que sean “expulsados de la vida pública” los cargos que han sido imputados por al justicia.
- Un 87 por ciento cree que los dos partidos mayoritarios manipula la justicia.
- El 82 por ciento exige que cambie el sistema electoral y que los diputados voten directamente los deseos de sus electores.
- Un 82 por ciento cree necesario una Reforma de la Constitución lo que expresa un deseo mayoritario por un cambio político radical.
Toharia es consiente que la pesquisa sociológica anticipa un momento de transformación intenso y profundo. Por eso disimula, con alambicado lenguaje, la radicalidad de las exigencias populares, y propone una tímida segunda transición. Sin embargo, pese al tamiz ideologizado de su propuesta , el sociólogo se ve obligado en reconocer que la investigación deja claramente establecido que el cambio no podrá ser encabezada por las actuales cúpulas partidarias .

En el fondo, la encuesta de El País perfila , a grandes trazos, el sentir más urgente de la población. El análisis de los datos expresan inequívocamente que la gente quiere un cambio de fondo . Las opiniones son contundentes . Ya no se trata de cambiar al gobierno sino de cambiar el régimen. La gente quiere un sistema que le permita la participación directa en los asuntos que le conciernen.
En resumen, la crisis económica y la corrupción han producido un divorcio sin vuelta entre la ciudadanía y la clase política. Todo indica que el “no nos representan” del 15M llego para quedarse. La mayoría de la población quiere una democracia real, participativa y directa. En otras palabras una revolución democrática. Ese es el consenso popular ,
Hasta el momento la respuesta de los políticos profesionales es de manual. Ha decidido seguir tratando de emborrachando la perdiz. Creen que una mentira más no se notará . Se equivocan . Las ostentosas declaraciones, tanto del PP y como del PSOE , apostando por una maloliente “regeneración democrática” ya no convence a nadie.
Lo que los políticos profesionales no quieren o no pueden aceptar es que la encuesta pone en evidencia que la mayoría absoluta de los ciudadanos ha perdido la confianza en su gestión de los asuntos públicos oscura y corrupta. Este nuevo sentido común es abrumadoramente mayoritario y va más allá de las diferencias partidarias tradicionales.
En esa misma línea están los datos de la reciente encuesta de El Mundo. La gran desilusión popular con los partidos de la constitución del 78 es la que explica el vertiginoso ascenso de Podemos. En pocos meses, esta nueva organización ciudadana embiste con éxito a todo el statu quo y llega, de hecho, a transformarse en la segunda fuerza política del país.
Ante el temporal que se viene encima resulta hasta lógico, que las cúpulas del bipartidismo monárquico se rebanen los sesos e inventen mil triquiñuelas para evitar el éxito de la ciudadanía auto-organizada.
Lo que no parece lógico es la reacción del dirigente máximo de Izquierda Unida que hace caso omiso de las encuestas y del sentir de sus militantes. En recientes declaraciones Cayo Lara repite que no es partidario de primarias en su organización y que prefiere que los lideres sean elegidos por consenso. En buen romance, que la cúpula elija y los militantes y simpatizantes se queden mirando la carnicería.
No se trata de hacer leña del árbol caído, pero la encuesta de El Mundo retrata una Izquierda Unida en caída libre. Mientras Podemos crece del 7.9 al 21,2 por ciento; Izquierda Unida cae a un 4,1 desde el 9.9 que obtuvo en las europeas .
Pero más allá de las cifras lo cierto es que, tal como lo hemos venido advirtiendo, Cayo Lara y su entorno no han querido entender los importantes cambios que se han producido en la conciencia popular desde el 15M.
La mochila que lleva Cayo Lara y los sectores más conservadores de IU pesa cada día más. La perdida de credibilidad entre sus votantes es la señal más importante. El daño hecho por la actual dirección partidaria a la organización, tiene por lo menos tres hitos que ciegan la razón por su insensatez; gobernar con el PSOE en Andalucía, cohonestar el gobierno del PP en Extremadura, haber apoyado en Madrid a un corrupto como Moral Santin, brazo derecho de Blesa.
Peor aún. Según fuentes periodísticas, es tal el arcaísmo político del líder de IU, que recientemente habría confesado que él sigue apostando por una alianza con el PSOE; el partido, sostén obligatorio de un régimen bicéfalo y viciado.
La gravedad del asunto exige un desmentido urgente. Y si no ocurre , habrá que dar por sentado que la postura del Coordinador Federal es firme y que su actitud seguirá carcomiendo las entrañas de sufrida militancia de Izquierda Unida.
Como acertadamente ha sentenciado Julio Anguita se trata de una “miopía culpable” . Tal como van las cosas esta “miopía” puede llevar a Izquierda Unida a una aguda crisis interna. Los militantes lo saben. Ya son muchos los que han perdido la paciencia. Están cansados de esperar una “refundación” que nunca llega.