FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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ATALAYA ENERO 2025

viernes, 2 de mayo de 2025

RELIGIOSIDAD POPULAR: UN POLIEDRO PARA DISCERNIR


col martell

 

La religiosidad popular actual, tan mezclada de la cultura consumista, es un espejo fracturado del Evangelio: refleja tanto la fe auténtica del pueblo como las distorsiones del poder y la alienación. Es un poliedro de luces y sombras que la Teología en la era de Francisco nos llama a discernir críticamente

Religiosidad Popular: ¿Opio o Semilla Redentora?

La religiosidad popular puede ser tanto un opio alienante y domesticador o una semilla de cambio personal y social, dependiendo de si despierta conciencia crítica o entretiene con un ritualismo que adormece a un Pueblo en el seguimiento de Cristo hacia el Reino de Dios.

La religiosidad popular sirve en tanto y en cuanto busca una identidad de Pueblo que recoge a los heridos del camino, que deja de ser sumisa y vivir de temores reverenciales para patear las mesas de los mercaderes del templo, que busca activamente la paz y el diálogo en vez de la callada aceptación del armamentismo y los tambores de guerra, que construye un mundo nuevo de justicia con las víctimas y descartados de la historia, en este momento especialmente con los migrantes del mundo, profetas de una nueva era de la historia.

Los riesgos actuales de una religiosidad popular que no evoluciona evangélicamente, incluyen el misticismo pasivo, el culto al sufrimiento y la manipulación política y clericalista. En cambio, su potencial liberador debe reencontrarse en la memoria que cambia las cosas, en la espiritualidad encarnada y en la teología desde los pobres, a quienes Jesús pone como centro de atención. A partir de Él, el centro está en las periferias y la actitud es la de hospital de campaña

Religiosidad Popular Actual: Luces y Contradicciones

  • La religiosidad popular actual refleja tanto la fe auténtica del pueblo como las distorsiones del poder y la alienación, necesitando un discernimiento crítico, una purificación y conversión, como todas las cosas que hacemos los seres humanos, aún las que iniciamos con la mayor nobleza.
  • Hay luces donde el Pueblo Encarna el Evangelio de Cristo pobre con los pobres. Expresiones en las que el Pueblo siente como suyas, no como propiedad clerical o del mercado turístico o de ideologías nacionalcatólicas nostálgicas. Es una memoria rebelde, como lo fue en los inicios y no un aburguesado espectáculo for export.
  • Es una celebración que genera comunidad, espacios festivos donde el pueblo recupera su identidad fraterna abierta, frente a la globalización deshumanizante e individualista. Es "el pueblo que lee la Biblia con los pies en la tierra y las manos en la masa". (Carlos Mesters)
  • Las contradicciones son la fe mercantilizada, el opio espiritual que adormece con magia barata y el moralismo burgués del cual dice Jesús ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello! (Mt 23). De este modo hay una religiosidad que puede convertirse fácilmente en un Sistema que secuestra la Fe y que incluso bendice teologías de la prosperidad para legitimar un orden social injusto o mesianismos políticos con presidentes y líderes que usan lo que les conviene de la Biblia para justificar al 1% que acapara la riqueza del mundo y sus atropellos a la dignidad de los pobres y de los pueblos.

Discernimiento Teológico: Preguntas Clave

Para discernir la autenticidad de la religiosidad popular, es crucial preguntar si acerca al pueblo a la opción por los pobres, si despierta conciencia crítica o adormece, y si es profética o funcional al sistema. La Religiosidad adormece cuando se encierra en un Misticismo pasivo: Peregrinaciones o fiestas patronales que se reducen a folclore sin compromiso (ej.: gastar millones en cohetes para la Virgen mientras hay tantas necesidades sociales).

También distrae con el Culto al sufrimiento, donde la imagen de un Cristo ensangrentado es usada para enseñar "resignación" pasiva en vez de lucha contra las causas de la cruz (pobreza, violencia). Finalmente, esteriliza cuando es un instrumento de manipulación política en la que Gobiernos o iglesias usan la fe popular para controlar al pueblo (ej.: el PRI en México con la Virgen de Guadalupe, o el fascismo católico en España). "La religiosidad puede ser usada para domesticar, si no se liga a la praxis liberadora" (P. Freire)

Religiosidad Popular y Migración: Una Crítica a la Xenofobia

La religiosidad popular puede ser manipulada para excluir a los migrantes. Se convierte así en parte de una idolatría nacionalista, traicionando el Evangelio y contradiciendo el ejemplo de Jesús como migrante. Las raíces idolátricas incluyen los actuales nacionalismos patrioteristas de moda que convierten la patria en un becerro de oro moderno y el uso de la Biblia para justificar la xenofobia, culpabilizando al pobre y al inmigrante, haciéndolos chivos expiatorios de sus proyectos egoístas e ignorantes.

Como gritaba Monseñor Romero: "Ningún gobierno tiene derecho a llamarse cristiano si hace de la frontera un muro de muerte". Una fe que no llora con los deportados, no celebra con los sobrevivientes y no lucha por la justicia con los migrantes, que renovarán nuestros países cansados y asqueados de consumismo, no es fe: es fascismo disfrazado de piadoso. Como escribió Casaldáliga: "El cielo tendrá fronteras abiertas o no será cielo".

Sanando la Religiosidad Enferma: Inclusión y Memoria

Hacen falta procesiones de Semana Santa que recuerden a los mártires actuales (ej.: en El Salvador, llevan fotos de Romero junto al Cristo yacente). Decía Gustavo Gutiérrez: "El pueblo no espera pasivamente su liberación: la celebra, la canta y la lucha en sus fiestas". Como ejemplos tenemos cómo en México, el Día de Muertos que honra a los caídos por la violencia del Estado, en Brasil, las romerías de la Tierra Sin Males mezclan fe y lucha por la reforma agraria.

Procesiones que no se vinculan a ninguna situación social de injusticia actual, son solo una anécdota pintoresca que entretiene, una vanidad identitaria que engaña. Para sanar las heridas del caminar y las enfermedades de la religiosidad popular, es necesario practicar la memoria subversiva, recordando que la Sagrada Familia fue pobre e inmigrante, y reformular ritos que los incluyan con sus bagajes de sabiduría. Hay que discernir si nuestras parroquias son albegues que incluyen o aduanas clericalistas y autorreferenciales.

¡El Pueblo de Dios es Teólogo, pero hay que Despertarlo! Porque La religiosidad popular no es inocente: puede ser instrumento del sistema o motor del Reino. La diferencia está en si lo mantiene de rodillas (adorando imágenes sin cuestionar ídolos del capital) o ayuda a levantar para caminar (como María, que tras la Anunciación "se fue de prisa" a servir – Lc 1:39). "Dios no quiere flores en los altares, sino justicia en las calles". (Frei Beto). El desafío es si nuestras comunidades viven una fe de adorno “identitario” o de lucha y si nos planteamos cómo convertir las tradiciones en herramientas de liberación permanente.

 

Guillermo Jesús Kowalski

Religión Digital

EL PAPA


 He visto en un periódico una fotografía del Papa difunto que me lo dice todo. Es el Papa Francisco. En la parte de su rostro pone este cartel “El hombre”. En la parte inferior le presenta con sotana blanca, toda llena de botones y un ancho fajín, y dice “La institución”.

Creo que el comentario es claro y sencillo. Podemos comentar la persona y su vida como Francisco y otra cosa distinta es su pertenencia a la institución.

Yo no me considero preparado para dar mi opinión sobre ninguno de los dos aspectos.

Siento que ha sido una persona enamorada de Jesús, creyente, solidaria, amiga de los pobres, cercana a los desvalidos, muy próxima a los marginados. Luchadora por un mundo nuevo, sobre todo en paz. Lo diría con una palabra: Un buen cristiano.

Su aspecto como parte de la institución, no lo juzgo, pero me gustaría un cambio muy fuerte en su misión y su título. Se me ocurre inmediatamente comparar la muerte de Jesús, que celebramos la semana pasada y la muerte del Papa. Sobre todo, por el tinglado que se monta en torno a su defunción, muerte, sepultura. No lo entiendo. Con multitud de trajes cardenalicios, autoridades de primera, miles de fieles... Miles de policías y seguridad política. Con comentarios sobre su sucesor y cábalas de la línea futura. Creo que se filtra un poco la papolatria.

Él quiso transformar muchas de las costumbres de la Iglesia: hacerla más sencilla, menos jerarquizada, menos tinglado. Un Vaticano que dejara de ser un imperio y que pasase a ser una comunidad de cristianos, viviendo la pobreza, con muy pocas personas, con menos instituciones, dejando de ser ciudad del Vaticano y pasando todos sus palacios y organizaciones a ser una institución sencilla, en comunión con toda la Iglesia en el mundo entero. En pocas palabras: “Como Jesús de Nazaret y sus discípulos”.

En las grandes decisiones por la paz, la sinodalidad, o en la vivencia del Vaticano, siento que no ha podido hacer lo que él quería. Son muy fuertes las ataduras de la institución.

Destaco su esfuerzo por la paz en un mundo tan revuelto y ha dado un gran paso en la vivencia en la sencillez, aunque me gustaría que el Papa no fuese la figura de gran jefe, viéndose metido en las exigencias de una gran institución.

El pueblo sencillo le queremos y sentimos su cercanía. Ha dado un paso en la vivencia institucional del evangelio. Gracias al Padre Dios por su hijo Francisco, testigo de la Resurrección. Porque sé que el Padre Dios le ha acogido: Descansa en la paz de Dios.

 

CARDENAL BALDO REINA: "¿QUÉ SERÁ DE LOS PROCESOS INICIADOS?"


col koldo

A las 17:00 horas de esta tarde, en la Basílica Vaticana, tendrá lugar la Celebración Eucarística en sufragio del Romano Pontífice Francisco, en el tercer día de Los Novendiales. Está invitada a la celebración, en particular, la Iglesia de Roma. La concelebración está presidida por el em. Card. Baldassare Reina, vicario general de Su Santidad para la diócesis de Roma, "un pueblo que llora a su obispo" y que está "como ovejas sin pastor".

En su emotiva homilía, recordando la figura, la vida y hasta el último gesto de Francisco, bendiciendo a la gente, el día antes de morir, el cardenal Reina se preguntó: "¿Qué será de los procesos iniciados?"

A juicio del cardenal de Roma, "la gente le ha reconocido (a Francisco) como un pastor universal y la barca de Pedro necesita esta navegación amplia que traspasa fronteras y sorprende". Por eso, "no podemos quedar sometidos al miedo" y "este no puede ser un tiempo de equilibrios, de tácticas, de prudencia, un tiempo que favorezca el instinto de volver atrás o, peor aún, de venganzas y alianzas de poder".

Hay que buscar un nuevo pastor y eso "significa sobre todo buscar un guía que sepa gestionar el miedo a las pérdidas ante las exigencias del Evangelio"

Homilía del em. Card. Baldassare Reina

Mi débil voz está aquí hoy para expresar la oración y el dolor de una parte de la Iglesia, la de Roma, cargada de la responsabilidad que la historia le ha asignado.

En estos días, Roma es un pueblo que llora a su obispo, un pueblo junto a otros pueblos que se han puesto en fila, encontrando un espacio entre los lugares de la ciudad para llorar y rezar, como ovejas sin pastor.

Ovejas sin pastor: una metáfora que nos permite recomponer los sentimientos de estos días y atravesar la profundidad de la imagen que nos ha transmitido el Evangelio de Juan, el grano de trigo que debe morir para dar fruto. Una parábola que narra el amor del pastor por su rebaño.

En este tiempo, mientras el mundo arde y pocos tienen el valor de proclamar el Evangelio traduciéndolo en una visión de futuro posible y concreta, la humanidad aparece como ovejas sin pastor. Esta imagen sale de la boca de Jesús, posando la mirada sobre las multitudes que lo seguían.

A su alrededor están los apóstoles que le cuentan todo lo que han hecho y enseñado. Las palabras, los gestos, las acciones aprendidas del Maestro, el anuncio del reino de Dios que viene, la necesidad de un cambio de vida, unidos a signos capaces de dar carne a las palabras: una caricia, una mano tendida, discursos desarmados, sin juicios, liberadores, sin temor al contacto con la impureza. Al realizar este servicio, necesario para despertar la fe, para suscitar la esperanza de que el mal presente en el mundo no tendría la última palabra, de que la vida es más fuerte que la muerte, ni siquiera habían tenido tiempo de comer.

Jesús siente el peso de esto, y esto nos conforta ahora.

Jesús, el verdadero pastor de la historia que necesita su salvación, conoce el peso que pesa sobre cada uno de nosotros al continuar su misión, sobre todo cuando nos encontremos buscando al primero de sus pastores en la tierra.

Como en los tiempos de los primeros discípulos, hay resultados y también fracasos, cansancio y temor. La tarea es inmensa, y se insinúan las tentaciones que velan lo único que importa: desear, buscar, trabajar esperando «un cielo nuevo y una tierra nueva».

Y este no puede ser un tiempo de equilibrios, de tácticas, de prudencia, un tiempo que favorezca el instinto de volver atrás o, peor aún, de venganzas y alianzas de poder, sino que se necesita una disposición radical para entrar en el sueño de Dios confiado a nuestras pobres manos.

Me impacta en este momento lo que nos dice el Apocalipsis: «Yo, Juan, vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia adornada para su esposo».

Un cielo nuevo, una tierra nueva, una nueva Jerusalén.

Ante el anuncio de esta novedad, no podemos ceder a la pereza mental y espiritual que nos ata a las formas de experiencia de Dios y a las prácticas eclesiales conocidas en el pasado y que deseamos que se repitan infinitamente, sometidos por el miedo a las pérdidas que conllevan los cambios necesarios.

Pienso en los múltiples procesos de reforma de la vida de la Iglesia iniciados por el papa Francisco, que trascienden las pertenencias religiosas. La gente le ha reconocido como un pastor universal y la barca de Pedro necesita esta navegación amplia que traspasa fronteras y sorprende.

Esta gente lleva en su corazón inquietud y me parece vislumbrar una pregunta: ¿qué será de los procesos iniciados?

Nuestro deber debería ser discernir y ordenar lo que se ha iniciado, a la luz de lo que nos exige nuestra misión, en dirección a un cielo nuevo y una tierra nueva, adornando a la Esposa para el Esposo. Mientras que podríamos intentar vestir a la Esposa según las conveniencias mundanas, guiados por pretensiones ideológicas que desgarran la unidad de las vestiduras de Cristo.

Buscar un pastor, hoy, significa sobre todo buscar un guía que sepa gestionar el miedo a las pérdidas ante las exigencias del Evangelio.

Buscar un pastor que tenga la mirada de Jesús, epifanía de la humanidad de Dios en un mundo que tiene rasgos inhumanos.

 

Buscar un pastor que confirme que debemos caminar juntos, componiendo ministerios y carismas: somos pueblo de Dios constituido para anunciar el Evangelio.

Jesús, mirando a la gente que le sigue, siente vibrar en su interior la compasión: ve mujeres, hombres, niños, ancianos y jóvenes, pobres y enfermos, y nadie que se ocupe de ellos, que pueda saciar el hambre de la vida que se ha vuelto dura, y el hambre de la Palabra. Él, ante esas personas, se siente su Pan que no defrauda, su agua que sacia sin fin, el bálsamo que cura sus heridas.

Siente la misma compasión que Moisés al final de sus días, desde lo alto del monte Abarim, frente a la tierra que no podrá pisar, mirando a la multitud que había guiado, y rogando al Señor que ese pueblo no se reduzca a ser un rebaño sin pastor, un pueblo que no puede retener consigo, un pueblo que debe seguir adelante.

Esa oración es ahora nuestra oración, la de toda la Iglesia y de todas las mujeres y hombres que piden ser guiados y sostenidos en la fatiga de la vida, entre dudas y contradicciones, huérfanos de una palabra que les oriente entre cantos de sirenas que halagan los instintos de auto redención, que rompa las soledades, recoja los desechos, que no se rinda ante la prepotencia y tenga el valor de no doblegar el Evangelio a los trágicos compromisos del miedo, a la complicidad con lógicas mundanas, a alianzas ciegas y sordas a los signos del Espíritu Santo.

La compasión de Jesús es la de los profetas que manifiestan el sufrimiento de Dios al ver al pueblo disperso y maltratado por los malos pastores, por los mercenarios que se sirven del rebaño y huyen cuando ven llegar al lobo. A los malos pastores no les importan nada las ovejas, las abandonan en peligro, y por eso serán raptadas y dispersadas.

Mientras que el buen pastor da la vida por sus ovejas.

De esta disposición radical del pastor habla la página del Evangelio de Juan proclamada en esta liturgia eucarística, que nos presenta el testimonio de cómo Jesús consigue ver más allá de la muerte, cuando llegara la hora de glorificar su misión. La hora de la muerte en la cruz que manifiesta el amor incondicional por todos.

«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo». El grano de trigo que buscó la tierra con la encarnación del Verbo, que cayó para levantar a los que caen, que vino a buscar a los que se habían perdido.

Su muerte es una siembra que nos deja suspendidos en ese momento en el que la semilla ya no se ve, envuelta por la tierra que la oculta y nos hace temer que se haya desperdiciado. Una suspensión que podría angustiarnos, pero que puede convertirse en umbral de esperanza, rendija en la duda, luz en la noche, jardín de Pascua.

La fecundidad prometida pertenece a la disposición a la muerte; convertirse en trigo masticado, rehén de la infidelidad y la ingratitud a la que Jesús, el buen pastor que ofrece su vida por sus ovejas, responde con el perdón pedido al Padre, mientras muere abandonado por sus amigos.

El buen pastor siembra con su propia muerte, perdonando a sus enemigos, prefiriendo su salvación, la salvación de todos, a la suya propia.

Si queremos ser fieles al Señor, al grano caído en tierra, debemos hacerlo sembrando con nuestra vida.

Y cómo no recordar el Salmo: «¡El que siembra con lágrimas cosechará con alegría!».

Hay tiempos como los nuestros en los que, al igual que el agricultor al que se refiere el salmista, sembrar se convierte en un gesto extremo, impulsado por la radicalidad de un acto de fe.

Es tiempo de hambruna, la semilla arrojada a la tierra es la que se ha sustraído de la última reserva sin la cual se muere. El agricultor llora porque sabe que este último acto le está pidiendo que arriesgue su vida.

Pero Dios no abandona a su pueblo, no deja solos a sus pastores, no permitirá, como en el caso de su Hijo, que sea abandonado en el sepulcro, en la tumba de la tierra.

Nuestra fe guarda la promesa de una cosecha gozosa, pero que deberá pasar por la muerte de la semilla que es nuestra vida.

Ese gesto extremo, total, agotador, del sembrador me hizo pensar en el día de Pascua del papa Francisco, en ese derramamiento sin reservas en la bendición y el abrazo a su pueblo, el día antes de morir. Último acto de su sembrar sin reservas, el anuncio de las misericordias de Dios.

 

Gracias

Gracias, papa Francisco.

María, la Virgen Santa que nosotros, en Roma, veneramos como Salus populi romani, que ahora acompaña y vela sus restos mortales, acoja su alma y nos proteja para seguir su misión. Amén.

 

José Manuel Vidal, enviado especial al Vaticano

Religión Digital

LA LECCIÓN NO ESCUCHADA (?) DE JN 21,18-19 EN LOS FUNERALES DE FRANCISCO


col kowalski

 

El texto evangélico proclamado el sábado 26 de abril de 2025 ante una multitud inmensa fue el final del Evangelio de Juan, cuya verdad no es histórica, sino poderosamente simbólica. En esta gran producción literaria de finales del siglo I d.C., en la que no se menciona a la Iglesia católica ni al papado (contrariamente a las lecturas espontáneas de muchos católicos), el autor medita sobre lo que significa ser discípulo de Jesús, cualquiera que sea el papel que se desempeñe en la comunidad. En este relato, fruto de su meditación, Jesús resucitado se despide de sus discípulos y les asegura que, si tienen fe en él y en su palabra, su testimonio será inesperadamente fecundo (21,4-6). Pero, ¿de dónde procede esa fe confiada y segura que les sostendrá a lo largo de los siglos, a pesar de las pruebas, las dudas y la noche?

En los versículos 15 a 19, Jesús interroga a Pedro, el dirigente, el todoterreno del grupo, pero que, desde la traición de su maestro en los días oscuros de su pasión, es consciente de sus fragilidades y limitaciones. Jesús no le pide que sea el más erudito, el más fuerte, el más astuto de los hombres, sino que le pregunta por lo que para él es la condición esencial para dar verdadero testimonio del camino evangélico: «¿Me amas?». Pedro, el bocazas que siempre se apresura a jurar su adhesión a Jesús, pero que es consciente de sus debilidades por sus muchas meteduras de pata, no responde con ruidosas protestas de adhesión, sino que dice sencilla y humildemente: «Sí, tú sabes que te quiero». Y como si Jesús quisiera poner a prueba su fidelidad, que había vacilado en varias ocasiones, le hace dos veces más la misma pregunta: «¿Me amas?», hasta el punto de que Pedro se entristece por esta insistencia. Pero abandona sus defensas y sólo puede balbucear: «Sabes muy bien que te quiero».

En este punto, el «Paz, ovejas mías» de Jesús, que sigue a la confesión de amor de Pedro, no es una orden militar, sino un reconocimiento de la capacidad de su discípulo para acompañar y estimular a los futuros discípulos en el camino evangélico. Pero, ¿qué significa amar a Jesús, condición necesaria y suficiente para ser testigo de su palabra y de su práctica liberadora? En la parábola del Buen Pastor, con la que Jesús se identifica (Jn 10,1-19), leemos: «El buen pastor se despoja de su vida por sus ovejas». Despojarse es una dura exigencia. En efecto, el testimonio de Jesús es incompatible con el afán de poder sobre los demás, ya que implica dedicar las propias energías a ayudar al prójimo a crecer en madurez y responsabilidad. Esto es lo que Jesús entiende por promover «la vida en abundancia». Más adelante, en Jn 14,12, el Jesús de Juan nos recuerda la fecundidad sin precedentes de este despojo: «El que cree en mí hará las obras que yo hago; hará obras mayores». Esto significa que el verdadero testigo encarna el Evangelio en formas desconocidas y hasta ahora inexploradas.

Es fácil decirlo, pero para ello hay que rechazar viejos reflejos, los de reproducir lo que conocemos tal como es, viejos miedos que hay que exorcizar, los de acabar, por ejemplo, con lo que ya no es fuente de vida y de futuro. Se trata, sin duda, de una de los despojos más duros. Y, sin embargo, es necesario. El final del Evangelio del funeral del Papa lo expresa sin rodeos: en el versículo 18, aparece esta frase enigmática que Jesús dirige a Pedro: «Cuando eras joven, te atabas el cinturón e ibas adonde querías; cuando seas viejo, extenderás las manos, y otro te ceñirá el cinturón y te llevará adonde no quieras ir». Jesús habló así para indicar la muerte con la que Pedro debía glorificar a Dios». Más allá del suplicio de la cruz que sufrió el apóstol, podemos leer este texto como una invitación a todos los discípulos de Jesús, y por tanto al Papa, a consentir en su propia maduración dejándose despojar de aquello que les impide inventar nuevas formas de hacer vida el Evangelio, y a abrirse al reconocimiento de la presencia evangélica en lugares donde antes era ignorada. ¿A qué sacrificios de representaciones y enfoques tradicionales no están llamados los discípulos de Jesús?

En vísperas de la elección del sucesor de Francisco, leer y meditar el texto de Juan, capítulo 21, en su totalidad y sin omitir el final, no es un programa preciso, ni para él ni para cada uno de nosotros, católicos, sino un recordatorio de lo que es esencial para cualquiera que quiera ser discípulo de Jesús, sea cual sea su lugar en la Iglesia. Podríamos imaginar que el futuro Papa, cristiano como todos los demás, que ha escuchado con atención y meditado el texto del Evangelio de Juan, capítulo 21, decide despojarse de las tradicionales pretensiones de poder absoluto del Papado, herencia envenenada de siglos, para inventar o más bien redescubrir una figura papal que sea signo de unión entre las Iglesias locales, autogestionarias en su gran diversidad. En el siglo XXI, los desarrollos del mundo moderno en términos de democracias liberales, de exigencias de libertad de pensamiento, de revoluciones científicas que sacuden las expresiones de fe de ayer, de búsqueda de la verdad a través de la confrontación y el debate, ¿no parecen ser, para el papado católico, «el otro que os llevará adonde no queréis ir» (Jn 21,18), y que es, sin embargo, la forma de Iglesia en la que mejor podrás dar testimonio del Evangelio hoy? Sólo puedo esperar que su futuro representante electo escuche este mensaje exigente pero liberador.

 

Jacques Musset, la noche del funeral de François, 26-IV-2025

(Texto original en francés, traducido por José Arregi)

COBO: "EL NUEVO PAPA ESTÁ LLAMADO A ENSAMBLAR LA DIVERSIDAD DENTRO DE LA IGLESIA Y DEL MUNDO, QUE ESTÁ MUY DIVIDIDO"


col kowalski

 

Poco a poco se va respirando la proximidad del Cónclave. Un Cónclave diferente, dado que 108 de los 134 electores participan por primera vez, a lo que se une la disparidad de procedencias. Un camino que llevará a elegir un nuevo Papa llamado a “saber acoger los procesos que Francisco ha insertado en la Iglesia”, en palabras del arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo.

Después de un pontífice que ha promovido la unidad en la diversidad, el próximo es llamado a “ensamblar la diversidad dentro de nuestra Iglesia y de nuestro mundo, que está muy dividido”. Para ello, tendrá que ver los nuevos desafíos, sin olvidar los pasos dados.

Un Cónclave que más que un parlamento es un ejercicio de diálogo, que lleve a “atinar la decisión que ha tomado el Espíritu, no la que hacemos nosotros”, afirma Cobo. Un camino que debe conducir a encontrar a alguien que tenga “un recorrido de visión global de la Iglesia”, así como de la Curia vaticana, cuyo proceso de reforma fue uno de los pilares de Francisco.

Después del funeral de Pablo Francisco, ya podemos decir que empieza el ambiente del cónclave. ¿Cómo afrontar un cónclave en el que casi la totalidad, 108 de los 134 electores nunca han participado de un evento así?

Esto también cambia un poco las previsiones y lo que conocemos de otros cónclaves. Primero, porque este es un cónclave muy universal, con cardenales de todos los rincones del mundo, no de las grandes ciudades, ni de los grandes centros, sino también de muchas de las periferias. Y eso supone que también tienen voz y que necesitamos conocernos.

Por otro lado, gracias a Dios Francisco ha sido un Papa que no ha tapado las diversidades, sino que ha permitido que se hable, y existen también diversidades. La tarea de escucha y conocimiento es un reto que vamos a tener por delante en este cónclave.

¿Cuáles son los desafíos que enfrenta el nuevo Papa tras el pontificado de Francisco?

El primero es saber acoger los procesos que Francisco ha insertado en la Iglesia, que son procesos mucho más profundos de lo que parece, que son procesos que se verán dentro de unos años. Y también veremos cómo van dando frutos. Y, por otro lado, la valentía de afrontar un cambio de época, que es la que le ha tocado a Francisco y la que le va a tocar también al próximo Papa.

Es un cambio de época donde la Iglesia tiene que ajustar el lenguaje, y donde la Iglesia tiene que dar pasos para dar luz a realidades que antes no habíamos previsto. Y a novedades que realmente están exigiendo una respuesta.

¿Y cómo puede ayudar el pontificado de Francisco al próximo Papa?

La primera ayuda la teníamos ayer en su funeral. El respaldo de todo el pueblo de Dios, el santo pueblo de Dios, como decía el Papa Francisco. El respaldo de las autoridades y de los grandes de la tierra, que también han querido estar aquí, y el respaldo de todos los sectores de la Iglesia.

Francisco, si algo ha hecho es que el Ministerio de la Unidad lo ha ejercido, y se ha demostrado justo en su funeral. El próximo tiene que asumir también esta siembra de unidad, y es un ministerio de ensamblar la diversidad dentro de nuestra Iglesia y de nuestro mundo, que está muy dividido.

Sinodalidad, misericordia, acogida a los emigrantes, a los pobres, a los descartados, el protagonismo de la mujer, la ecología integral, han sido los principales pilares del pontificado de Francisco. ¿Qué se le pediría a este nuevo pontificado?

En primer lugar, mirar al futuro con estos ojos. Hemos aprendido a mirar a la Iglesia y al mundo con los ojos de Francisco, que nos ha ayudado a mirarlo. Y el nuevo tendrá que aportar lo suyo. Quizás el nuevo tendrá que ver otros desafíos, tendrá que hacer otros subrayados, pero desde sin olvidar los del anterior.

Francisco nos ha enseñado a mirar al mundo y a la Iglesia con ojos decididos, que son los ojos de Pedro, y ahora tendremos que mirarlo con los ojos de Pedro, pero sin olvidar el paso que se ha dado anteriormente.

Y en un mundo tan polarizado, incluso una actitud que a veces está presente en la Iglesia, entre los propios católicos, ¿cómo ayudar a la gente a entender que elegir un nuevo Papa significa ir más allá de la polarización? ¿Cómo podemos vivir este proceso en comunión?

Es difícil de entender, porque la elección de un Papa parece que es como en un parlamento, donde cada uno tiene que votar y donde un partido se impone sobre el otro. Creo, y esta es la sensación que muchos tenemos, aquí no se trata tanto de imponer como de saber que el Espíritu ya tiene una elección hecha. Lo que todos tenemos que hacer es atinar la decisión que ha tomado el Espíritu, no la que hacemos nosotros.

Ese es el gran reto, y eso es lo que nos impulsa, y es la gran responsabilidad que tiene un cardenal. No se trata de decir que ganan los míos, que sería una mala mirada, una mirada parlamentarista, sino que gana el Espíritu, es decir, quien generosamente creemos que es el que puede tomar las sandalias del pescador. Quién podría ser, quién es el nuevo Pedro en estos tiempos. Y eso lo decide el Espíritu más que nosotros, y por eso es tan necesario que nos escuchemos, que dialoguemos, porque dialogar supone dar un paso, pero que el otro también dé un paso. Y este es el ejercicio que vamos a hacer en estos días y luego también en el cónclave.

Usted habla del nuevo Pedro y podría ser uno de esos nuevos Pedros, aunque sabemos que, en la teoría eclesiástica, sería difícil por su edad, por sus pocos años como cardenal. ¿Cómo enfrentaría esa posibilidad?

Es que ni se me pasa por la cabeza. Ahora mismo, dentro de los cardenales, hay cardenales que tienen un recorrido de visión global de la Iglesia, que tienen un recorrido de algo también muy necesario, que es la Curia vaticana. Uno de los pilares de Francisco fue afrontar el proceso de reforma de la Curia, que es una asignatura que todavía hay que implementar y desarrollar. Creo que también tiene que ser alguien que conozca y que esté el día de la reforma de Francisco en torno a la Curia.

 

Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe

Religión Digital

LA PASCUA Y MARÍA DE MAGDALA

 

Estamos en tiempos de Pascua, es decir en tiempos de resurrección y tenemos que contribuir a que a nuestro alrededor todo florezca como en la primavera… La Pascua y la primavera siempre han tenido mucho que ver. Pues bien, esta mujer de Magdala, discípula y compañera de caminos de Jesús de Nazaret es -lo descubrimos cada año en las lecturas- la primera testigo de la Resurrección, nos lo dicen los evangelios canónicos y algunos no canónicos. Sus cuidados y cercanía al Maestro la llevan a la tumba temprano en la mañana y en ella tiene su especial experiencia: Jesús de Nazaret ha resucitado, lo va a decir a todos, directamente encargada por él de hacerlo.

Muy pronto sin embargo se inician en la iglesia los intentos de ocultar esta realidad clara. Pablo en sus cartas habla de que Jesús resucitado se le aparece a Cefas, a los 12 y a él mismo y omite la aparición a las mujeres. Posteriormente a finales del

Siglo VI, Gregorio Magno en una homilía pascual de 591 señala a María Magdalena como una prostituta arrepentida. Vienen luego los siglos, las artes, las pinturas y sobre todo las homilías a repetir esta calumnia infame. En 1969, el Papa Pablo VI aclara que esta afirmación fue fruto de un error y que no hay en la Biblia seña alguna que apunte hacia la demostración de esta falsa teoría, que es necesario corregirla. En 2016 el Papa Francisco, establece que la memoria de María Magdalena el 22 de Julio tendrá la categoría de fiesta.

Sin embargo los varones eclesiales se niegan a reconocer en esta mujer la grandeza e importancia del papel que tiene en el seguimiento a Jesús. ¿Qué fantasma habita sus conciencias y sus imaginarios? El día 13 de Abril de 2025, el párroco de la Parroquia Santa María Reina en el barrio Meléndez de Cali, en lugar de señalar el valor de las mujeres que siguieron a Jesús hasta el calvario, según los evangelios, señaló lo siguiente: En la cruz estaban María la madre de Jesús, María la de Cleofás y dos chismosas. Esta aseveración -como es lógico- generó risa en los asistentes.

Me pregunto: ¿Qué hay detrás de esta afirmación de mal gusto? No creo que haya otra respuesta distinta a la incapacidad machista de asumir seriamente la importancia de una mujer que en su actitud demuestra grandeza, fidelidad, amor y valentía. Francisco, el Papa recientemente fallecido, en varias declaraciones dijo que en la iglesia había mucho machismo y que era necesario corregir eso. Él se ocupó de intentar esa corrección en el nivel de lo administrativo… pero lo que subyace realmente, lo que permanece a través de los siglos, es la Gino-fobia en el terreno de lo simbólico.

La celebración de la Pascua cristiana no puede eludir esa imponente figura que es María de Magdala, una mujer testigo por antonomasia de la resurrección. Desde un buen deseo se le ha llamado muchas veces “apóstol de los apóstoles”… pero esto no ha mermado la necesidad imperante de tanto varón eclesial para demeritarla, de ahí tantos intentos: prostituta, penitente arrepentida… y ahora “chismosa”. En el contexto de la iglesia: un mundo de varones (véase sino el Conclave), el miedo de los hombres hacia las mujeres se agranda, se agiganta.

La Pascua del 2025, una buena oportunidad para resucitar a la auténtica María de Magdala, seguidora y apoyo del Maestro Jesús.

 

Carmiña Navia Velasco, en Cali

Fines del mes de Abril del 2025

EL DÍA A DÍA DE LOS 'PAPABLES': SUBEN PREVOST, AVELINE Y BO, BAJAN PAROLIN Y ERDO... ATENTOS A LAS SORPRESAS


col bastante

 

Sexta congregación general. Los cardenales siguen debatiendo sobre el presente y el futuro de la Iglesia, las claves del nuevo pontificado y algunos perfiles a tener en cuenta. El temor a la desinformación, de un lado, y la necesidad de que los cardenales se conozcan en profundidad, son las dos caras de la moneda en un precónclave que se alargará algo más de lo previsto. Tal vez, apuntan nuestras fuentes, para lograr que el cónclave sea corto, y que en no más de 5 votaciones (las mismas por las que se eligió a Bergoglio) pueda haber fumata blanca. Esto es: el 8 por la noche, a lo sumo el 9 por la mañana.

Las conversaciones se están llevando a cabo con ritmo, aunque por el momento quienes más alzan la voz son los eméritos, que no participarán en el cónclave. Algo normal en este tipo de escrutinios, según aseguran los más avezados, que ya han participado en al menos otra elección papal. No se habla directamente de candidatos, pero sí es cierto que algunos de los nombres que emergen a través de los medios (y otros convenientemente escondidos por estos) también son objeto de las conversaciones informales de los purpurados.

El escándalo Becciu, la presencia indeseada de Cipriani en las reuniones del Aula Pablo VI o la difusión de vídeos como el que pretende descabalgar a Tagle, así como movimientos para enfrentar a Parolin, Pizzaballa y Zuppi de cara a desmontar la posible candidatura italiana, forman parte de los ritos del precónclave. ¿Qué nombres comienzan a sonar? Se mantienen los de Zuppi, Turkson, Erdo y Tagle, pese a las maledicencias, mientras que la figura de Parolin continúa siendo la más subrayada, aunque ello pueda jugar en su contra llegado el caso. Pizzaballa, Artime o Vesco son otros de los nombres que aparecen en las 'quinielas', aunque su edad les imposibilitaría para una elección, al igual que en el caso del cardenal de Toronto, Leo, con apenas 53 años y candidato de algún sector del bloque conservador.

La sorpresa podría venir de Marsella, con el ascendiente del cardenal Aveline, sin descartar al cardenal de Birmania, Bo. Ya no se habla (en realidad, las posibilidades sólo existen en la imaginación de algunos) de Sarah, Burke o Müller como candidatos, pero sí como instigadores del cambio. La imagen de Dolan podría haber caído en desgracia en los últimos días, aunque es pronto para saber. Aguiar podría ser visto como un candidato de consenso en el caso de que el cónclave durara más de lo pensado, aunque todo está demasiado abierto. Sin olvidar a Arborelius, al que muchos tratan de vender como un hombre de Francisco... Tal vez por ello los cardenales han decidido ampliar el espacio de las conversaciones discretas, pero no secretas, escuchando otras voces (las de los eméritos pero, también, las del resto del mundo) y, sobre todo, sin estar encerrados. 

Y es que éste será un cónclave multipolar, no dividido en los dos bloques clásicos (conservador y progresista), sino más bien en las diferencias geográficas, culturales y teológicas. Aunque, en el trazo grueso, no hay candidatos 'estrella', y sí una necesidad de, más allá de los exabruptos de algunos, ofrecer una imagen de unidad. Y es que el sucesor de Francisco tiene que ser el de todos, todos, todos. ¿Lo lograrán?

 

Jesús Bastante

Religión Digital

CONSIDERACIONES ENTRE LA MUERTE DEL PAPA FRANCISCO Y EL CÓNCLAVE


col arregi

 

El papa Francisco descansa en paz.  Lo de menos es que su maltrecho cuerpo repose en la Basílica de San Pedro o en la de Santa María la Mayor o en un humilde nicho de cualquier cementerio romano.

Descanse en paz, en la paz profunda de la madre tierra, en la eterna paz creadora que sostiene y mueve el universo eterno.

Resultaba demasiado penoso e inhumano ver cómo lo exhibían impúdicamente, urbi et orbi, en aquel estado físico de dolor y asfixia, y escuchar de boca de fuentes supuestamente enteradas y sinceras que aún le quedaba un largo pontificado por delante para coronar el gran proyecto de su reforma eclesial franciscana. En todo ello se reflejaba la impiedad de un sistema tan anacrónico como insostenible, inflexible y ajeno al dolor y a la limitación de un hombre, Jorge Bergoglio, anciano y doliente. La noticia de su fallecimiento fue para mí, pienso que para muchos, un verdadero alivio.

Pero el espectáculo siguió. Todavía sigue. Tras los fastos funerarios, los panegíricos eclesiásticos de rigor, las cumbres políticas de paso, las tertulias sin fin de los medios entre la banalidad y el morbo, el sistema católico reemprende el mismo vuelo, como el Ave Fénix de sus propias cenizas. Mientras en nuestras sociedades del conocimiento y del cambio acelerado el número de católicos practicantes disminuye un punto porcentual por año, mientras la incertidumbre y las amenazas globales aumentan, mientras el Homo Sapiens parece decidido a desistir de su potencial de sabiduría vital, mientras la inteligencia artificial va adquiriendo a ritmo vertiginoso poderes inquietantes (¿para provecho de quién?), el sistema católico del papado absoluto, jerárquico, masculino, se encierra en Cónclave. Y todo ello en nombre del profeta Jesús, libre y subversivo, en nombre del Espíritu transformador que lo inspiró, del Aliento vital que lo movió.

El Conclave cerrado bajo llaves clericales ilustra bien el sinsentido del papado y de la entera institución católica que en él se sustenta. El papado, como el Cónclave, es un enorme galimatías hecho de buena voluntad, de creencias y prejuicios ancestrales, de intereses contradictorios y de ambiciones de poder en rivalidad. Un inmenso círculo vicioso que aprisiona el Evangelio. El papado, un sistema fundado sobre el poder absoluto de una sola persona, es una gran contradicción en los términos, pues todo poder es relativo a otro poder, de modo que nadie puede ejercer un poder absoluto. El papado se debate entre los barrotes del querer y el no poder absolutos.

El papa Francisco, que descansa en paz, no ha podido romper el nudo de esa contradicción. Mi evaluación de su pontificado se resume justamente en ese término: contradicción. Tal vez quiso reformar radicalmente el sistema piramidal, pero no pudo. Tal vez no pudo ni siquiera quererlo realmente. No es ningún reproche, sino la mera constatación del sistema cerrado y contradictorio en que se vio atrapado. Valgan unos pocos ejemplos significativos. Hace doce años, al atardecer del día de su elección, inclinándose ante la multitud de la plaza de San Pedro, dijo: “Antes de bendeciros, quiero que pidáis a Dios que me bendiga”; podría haber dicho simplemente: “Antes de bendeciros, quiero que me bendigáis”. Desde el primer día se llamó “obispo de Roma” y se mostró sencillo y afable, pero nunca dejó de ejercer una fuerte autoridad ante todas las Iglesias. Su mensaje socio-económico y político fue valiente y subversivo, pero su teología (doctrina sobre Dios, Jesús, la “redención”, el ser humano, la moralidad en cuestiones como la sexualidad, la eutanasia, el aborto…) ha sido muy conservadora. Invitó a “acoger con misericordia” a las personas LGTBIQ+, pero patologizó su condición y condenó como pecado su conducta sexual (y hace pocos meses calificó como “sicarios” a los médicos asistentes del aborto). Aprobó la bendición de las parejas homosexuales, pero a condición de que tuviera lugar en privado, sin liturgia ni rito, como en secreto. Exaltó la figura de la mujer y subrayó sus cualidades, y le confió altas funciones eclesiásticas: subsecretaria del último sínodo sobre la sinodalidad, prefecto del dicasterio sobre la Vida Religiosa, gobernadora de la Ciudad del Vaticano…; pero señaló claramente, de principio a fin, que las mujeres no pueden ejercer ningún “ministerio ordenado” o “sagrado” (diaconado, sacerdocio, episcopado), sino ministerios exclusivamente “laicos” subordinados, dando como razón que las mujeres carecen constitutivamente, por voluntad divina, del poder de representar a Jesús presidiendo la eucaristía o dando la absolución. Advirtió constantemente contra el clericalismo, pero, tras 12 años y cuatro sínodos, no cambió ninguna iota ni tilde de ningún artículo del Derecho Canónico para una superación real, presente o futura, del clericalismo patriarcal que divide a la Iglesia en clérigos y laicos y que margina gravemente a las mujeres. Un clericalismo cuya piedra angular es el papado.

Pues bien, acabado el pontificado del papa Francisco, o por falta de voluntad o de poder real por su parte, el papado con su poder absoluto, divino, contradictorio, sigue enteramente en pie. Y Francisco, como todos los papas, ha sido rehén de su papado. Ha sido un hombre humano, con todas las contradicciones humanas. Lo que no es humano es el papado vigente desde hace 1000 años, reforzado por Trento (siglo XVI) y dotado por el Concilio Vaticano I (siglo XIX), por definición dogmática, de pleno poder de jurisdicción sobre todas las Iglesias y de infalibilidad del papa en sus enseñanzas ex cathedra. Este papado no puede ser reformado, sino simplemente abolido, en nombre de la humanidad y de la Iglesia. En nombre de Jesús, del Jubileo liberador que proclamó, de la comensalía abierta que practicó, de la energía sanadora que emanó, de la fraternidad-sororidad universal que soñó y encarnó.

 

José Arregi

Aizarna, 29 de abril de 2025

www.josearregi.com

TÚ SABES QUE TE QUIERO DOMINGO 3º Pascua (C) Jn 21, 1-19

fe adulta

col labrador

En el mundo globalizado en que vivimos, ¿qué sentido damos a la fe?, ¿qué prioridad otorgamos en nuestra existencia a confiar en lo Divino? ¿Qué significa hoy, celebrar la Pascua en una sociedad materialista, donde predominan la inmediatez, la increencia y la indiferencia religiosa? ¿Dónde están nuestros jóvenes y adultos después del paréntesis de la Semana Santa? ¿Y aquellos que recibieron una educación en la fe en el seno de una comunidad parroquial cristiana comprometida y, sin embargo, se han desvinculado o se han alejado de las celebraciones y muestran un total desinterés en transmitir la fe recibida? De lo que no tenemos duda es que Abbá Dios sigue llamando a toda persona por caminos insospechados, a través de otras mediaciones que, afortunadamente, trascienden todas nuestras expectativas.

Pero, por otra parte, ¿es la Iglesia católica coherente y creíble manteniendo una estructura patriarcal, misógina, donde priman las relaciones de poder, de privilegio de unos en detrimento de otras, las mujeres? Aunque ha habido avances significativos en comparación con la opacidad de otros pontificados, el legado de Francisco es complejo y un futuro incierto. La persistencia de esta desigualdad condiciona la capacidad de la Iglesia para conectar con una gran parte de la población. Sería de esperar una conversión, un cambio más inclusivo que reconozca plenamente el potencial y la dignidad de las mujeres. Superar las barreras, las divisiones seculares, los obstáculos derivados de una teología dogmática, de una interpretación literal de las Escrituras o una tradición desfasada y volver una y otra vez al Evangelio del Reino como el papa Francisco ha iniciado y puesto en práctica en su pontificado. Asimismo, esperamos en una renovación teológica, litúrgica y pastoral que responda a los desafíos que tiene planteado el mundo actual.

Este tiempo pascual nos invita a replantearnos nuestra fe, el encuentro con Cristo que acontece y se desarrolla en la vida cotidiana, en la brega diaria de nuestros quehaceres. Lo que significa que la resurrección debe vivirse en el presente que nos toca vivir. Por eso en las apariciones pascuales tienen gran importancia las comidas donde el pan se parte, se reparte y se comparte, todo se pone en común y se presta servicio a los más necesitados, a quienes se encuentran en dificultad. El Resucitado se hace también presente en el trabajo que, con espíritu de solidaridad, realizan los discípulos y discípulas de manera sencilla, sin declaraciones altisonantes, en el duro camino de la vida. El Señor “se aparece” en la historia humana para ayudarnos a hacer de nuestros pasos una historia de salvación.

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (5,27b-32. 40b-41) nos muestra cómo en las primeras comunidades se ven en la necesidad de desobedecer formalmente una orden de autoridad, porque iba en contra de la radical exigencia del Evangelio. ¿Somos testigos cualificados: “testigos de esto somos nosotros/as y el Espíritu Santo”, frente a cualquier autoridad que nos pida ser serviles, complacientes con sus exigencias, cómplices de sus engaños?

“Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado”. ¿En qué mesas hacemos presente al Resucitado hoy? ¿Qué signos externos revelan la autenticidad de “mi resurrección” interior, el encuentro real en que Jesús me cuestiona si le quiero?

¿Qué claves nos pueden ayudar a vivir la resurrección como un camino de renovación, vivencial, apasionante?

- Acoger y agradecer las pequeñas cosas de cada día como un regalo: cada amanecer/atardecer, el aire que respiro, un plato de comida en la mesa, la casa en la que habito, el nacimiento de cada ser humano, la plantita o el árbol que rebrotan de nuevo…

- Vivir el presente, que me pone en contacto con la eternidad, me hace mirar más allá de las limitaciones vengan de donde vengan…

- Contemplar los acontecimientos, situaciones, noticias como oportunidad para ver la trama, la urdimbre de la vida, el misterio que nos envuelve, la mano misteriosa que nos guía en lo escondido…

- Dejar de rumiar los fallos del pasado, el bien que no hice, la culpa que me angustia, los pensamientos que me enredan…

- No inquietarme por la inseguridad del futuro: el trabajo, la salud, la familia, la situación del mundo; no hay miedo si confío en que estoy en manos de Dios.

- Mirar a todo hombre o mujer sin hacer distinciones por razón de apariencia, sexo, raza, estatus social… porque todos somos hermanos e incluso considerar a aquellos que provocan dolor en los más necesitados, en los inocentes… y pedir al Señor por ellos para que cambien de actitud…

- Alimentarme cada día de la Palabra de Dios que me nutre, me sostiene, me transforma, me impulsa a seguir sus pasos aun en las adversidades de la existencia.

- Encontrar espacios de contemplación y silencio que me ayuden a saborear el genuino diálogo de Dios en mí y yo en él.

- Caminar cada día teniendo en cuenta las bienaventuranzas de Jesús y la subversión de valores que conlleva para mi vida. Y si no tengo fuerza para cambiar, le pediré a Abbá Dios que no me suelte de su mano.

- Tener presente la muerte, no como el final del camino sino como el principio de la Vida, el ‘yo soy’ definitivo, la entrada de mi Ser en plenitud, es decir, el encuentro definitivo con Cristo en la otra orilla de la eternidad.

El encuentro final pasa por los encuentros de cada día en esta orilla de la vida. ¿Somos los/as cristianos/as signo auténtico de la presencia del Resucitado hoy?

¡Shalom!

NINGUNO SE ATREVÍA A PREGUNTARLE

 


La Pascua es vida nueva, renovación. La lectura detenida y detallada de la Palabra nos ayuda siempre a alimentar nuestra espiritualidad y, con ello, a renovar nuestra fe.

El evangelio de hoy añade explícitamente una bienaventuranza a las ya conocidas: BIENAVENTURADOS LOS QUE CREAN SIN HABER VISTO. Es, sin duda, algo que apunta a los seguidores y seguidoras de Jesús del futuro, a nosotros.

La misma Biblia dice que la Palabra es “lámpara para nuestros pasos” (Sal 118,105). Si nos detenemos en ella con deseo, la Palabra es luz para nuestro caminar diario.

En la escena de resurrección que hemos leído se dice, como de paso, que NINGUNO DE LOS DISCÍPULOS SE ATREVÍA A PREGUNTARLE QUIÉN ERA. Y da la razón: sabían bien que era el Señor. Si lo sabían, ¿por qué no les daba miedo? ¿Por qué les quedaba dentro la comezón de saber si era el resucitado o no? En Jn 16,5 se dice que los discípulos no preguntan nada porque la tristeza había invadido su corazón. Ahora no preguntan por el asombro. En cualquier caso, una fe que no pregunta es síntoma de una fe débil.

Se nos ha enseñado y empujado a una fe que asiente sin necesidad de hacer preguntas. En el viejo catecismo de Astete que muchos de nosotros estudiamos de niños todas las preguntas tenían respuesta. Y si no la tenían se recurría a aquel subterfugio de “Doctores tiene la santa Iglesia que lo sabrán responder”. Preguntar era una debilidad cuando, en realidad, una fe que nunca pregunta es una fe poco adulta.

¿Qué beneficios para la fe conlleva el preguntar?

· Preguntar nos ayuda a ahondar: porque la superficialidad es el enemigo número uno de la fe y de la vida y los esfuerzos por recuperar la profundidad son los más humanizadores.

· Preguntar ayuda escapar de la rutina: porque es un peligro grande para la fe vivirla en los modos de la rutina religiosa. Quedar atrapado en la rutina es algo que llega a sofocar la fe.

· Preguntar ayuda a amar: porque un amor lúcido, y una fe lúcida, no abandona las preguntas ya que quiere conocer mejor a aquel a quien se ama. Preguntar al Jesús del evangelio lleva a amarle con más pasión.

Preguntar se puede hacer con soberbia y con humildad. Las preguntas de la fe pueden hacerse con una humildad capaz de no apartarse de Dios aunque no se hallen respuestas satisfactorias. Porque quizá lo interesante de preguntar no sea el logro de la respuesta, sino el mismo hecho de preguntar. Una fe que pregunta es una fe de calidad.

En la oscarizada película “Cónclave” que algunos de vosotros habréis visto y tan de actualidad por las circunstancias que estamos viviendo, se dice que la certeza es uno de los peores pecados de la humanidad, ya que puede ser un obstáculo para la comprensión, la tolerancia y la colaboración. Cuando nos aferramos demasiado a nuestras propias opiniones como verdades absolutas, nos cerramos a las perspectivas de los demás, sofocando el crecimiento, la empatía y el progreso colectivo. Preguntemos con humildad para vivir la fe con novedad.

CUALQUIERA NO SIRVE José Antonio Pagola

 

Después de comer con los suyos a la orilla del lago, Jesús inicia una conversación con Pedro. El diálogo ha sido trabajado cuidadosamente, pues tiene como objetivo recordar algo de gran importancia para la comunidad cristiana: entre los seguidores de Jesús, solo está capacitado para ser guía y pastor quien se distingue por su amor a él.

No ha habido ocasión en que Pedro no haya manifestado su adhesión absoluta a Jesús por encima de los demás. Sin embargo, en el momento de la verdad es el primero en negarlo. ¿Qué hay de verdad en su adhesión? ¿Puede ser guía y pastor de los seguidores de Jesús?

Antes de confiarle su «rebaño», Jesús le hace la pregunta fundamental: «¿Me amas más que estos?». No le pregunta: «¿Te sientes con fuerzas? ¿Conoces bien mi doctrina? ¿Te ves capacitado para gobernar a los míos?». No. Es el amor a Jesús lo que capacita para animar, orientar y alimentar a sus seguidores, como lo hacía él.

Pedro le responde con humildad y sin compararse con nadie: «Tú sabes que te quiero». Pero Jesús le repite dos veces más su pregunta, de manera cada vez más incisiva: «¿Me amas? ¿Me quieres de verdad?». La inseguridad de Pedro va creciendo. Cada vez se atreve menos a proclamar su adhesión. Al final se llena de tristeza. Ya no sabe qué responder: «Tú lo sabes todo».

A medida que Pedro va tomando conciencia de la importancia del amor, Jesús le va confiando su rebaño para que cuide, alimente y comunique vida a sus seguidores, empezando por los más pequeños y necesitados: los «corderos».

Con frecuencia se relaciona a jerarcas y pastores solo con la capacidad de gobernar con autoridad o de predicar con garantía la verdad. Sin embargo, hay adhesiones a Cristo, firmes, seguras y absolutas, que, vacías de amor, no capacitan para cuidar y guiar a los seguidores de Jesús.

Pocos factores son más decisivos para la conversión de la Iglesia que la conversión de los jerarcas, obispos, sacerdotes y dirigentes religiosos al amor a Jesús. Somos nosotros los primeros que hemos de escuchar su pregunta: «¿Me amas más que estos? ¿Amas a mis corderos y a mis ovejas?».

EL RELATO ES FANTÁSTICO Y SIMBÓLICO DOMINGO 3º DE PASCUA (C) Jn 21, 1-19

fe adulta

 Se trata de una vivencia interior que, o se tiene, y entones no hay que explicar nada, o no se tiene y entonces no hay manera de explicarla. Esta simple constatación es la clave para afrontar los textos. No hay palabras para expresar la vivencia, por eso usan símbolos.

El objeto de estos textos no es explicar ni convencer, sino invitar a la misma experiencia que hizo posible la absoluta seguridad de que Jesús estaba vivo. Descubriremos la fuerza arrolladora de esa Vida y podremos intuir la profundidad del cambio operado en ellos. Las autoridades religiosas y romanas pretendieron borrarle de la memoria de los vivos.

En el relato que hoy leemos, nada es lo que parece. Todo es mucho más de lo que parece. Responde a un esquema teológico definido, que se repite en todas las apariciones. No pretenden decirnos lo qué pasó, sino transmitirnos la experiencia de una comunidad. En aquella cultura, la manera de transmitir ideas era a través de relatos elaborados ad hoc.

Se manifestó (ephanerôsen) significa “surgir de la oscuridad”. “Al amanecer”, cuando se está pasando de la noche al día, los discípulos pasan de una visión terrena de Jesús a través de los sentidos, a una experiencia interna que les permite descubrir en él lo que no se puede ver ni oír ni tocar. Sigue el esquema que se da en todas las apariciones.

1º Situación dada. Habían vuelto a su tarea habitual. Lo que les va a pasar, ni lo esperan ni lo buscan. Los discípulos están juntos, forman comunidad. No se hace alusión a los doce sino a los siete, signo de plenitud. Misión universal de la nueva comunidad. La noche significa la ausencia de Jesús. Sin él, la misión es estéril. Con él todo es posible.

 Se hace presente. Toma la iniciativa, sin que ellos lo esperen. La primera luz de la mañana es señal de la presencia de Jesús. Continúa el lenguaje simbólico. Jesús es la luz que permite trabajar y dar fruto. No los acompaña; su acción se ejerce por medio de los discípulos. Cuando siguen sus instrucciones, encuen­tran pesca y le descubren a él mismo.

 Saludo. Una conversación que pretende acentuar la cercanía. “Muchachos" (paidion) diminutivo de (pais) = niño. Es el “chiquillo de la tienda”. Al darles ese nombre, está exigiéndoles una disponibilidad total. Él tiene ya pan y pescado. Ellos tienen que seguir buscando y compartiendo el alimento. Jesús sigue en la comunidad, pero sin actuar.

 Lo reconocen. Solo uno lo descubre, el que está más identificado con Jesús. Reconoce al Señor en la abundancia de peces, es decir, en el fruto de la misión. Solo el que tiene experiencia del amor sabe leer las señales. El éxito es señal de la presencia del Señor. El fracaso delataba la ausencia del mismo. Juan Comunica su intuición a Pedro.

No ven primero a Jesús, sino el fuego y la comida, las expresiones de su amor a ellos. El alimento que les da se distingue del que ellos logran por su indicación. Hay dos alimentos: uno es don gratuito aportado por Jesús, el otro lo deben conseguir con el esfuerzo.

 La misión. Hoy se personaliza en Pedro. Con su pregunta, Jesús enfrenta a Pedro con su actitud. Solo él lo había negado, solo él tenía que rectificar. Jesús usa el verbo “agapaô” = amar, unidad. Pedro contesta con “phileô” =querer, amistad. Al preguntarle por 3ª vez, pone en relación este episodio con las tres negaciones. Espera una rectificación total.

LA APARICIÓN MÁS EXTRAÑA EN EL SITIO MÁS INESPERADO Domingo 3º de Pascua. Ciclo C.

 

fe adulta

El cuarto evangelio tuvo dos ediciones. La primera terminaba en el c.20. Más tarde, no sabemos cuándo, se añadió un nuevo relato, el que leemos hoy (Jn 21,1-19). El hecho de que se añadiese a un evangelio ya terminado significa que su autor le daba especial importancia.

Un comienzo sorprendente

Según el cuarto evangelio, cuando Jesús se aparece a los discípulos al atardecer del primer día de la semana, les dice: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Pero ellos no deben tener muy claro a dónde los envía ni cuándo deben partir. Vuelven a Galilea, a su oficio de pescadores; en todo caso, resulta interesante que Natanael, el de Caná, no se dirige a su pueblo; se queda con los otros. Pero no son once, solo siete. Pedro propone ir a pescar, y se advierte su capacidad de liderazgo: todos le siguen, se embarcan… y no pescan nada.

Algunos comentaristas han destacado las curiosas semejanzas entre los evangelios de Lucas y Juan. Aquí tendríamos una de ellas. En el momento de la vocación de los cuatro primeros discípulos, también han pasado toda la noche bregando sin pescar nada, y una orden de Jesús basta para que tengan una pesca abundantísima. Por otra parte, en la propuesta de Pedro: “Me voy a pescar”, resuenan las palabras de Jesús: “Yo os haré pescadores del hombres”.

Dos reacciones: el impulsivo y el creyente

El relato de lo que sigue es tan escueto que parece invitar al lector a imaginar la escena y completar lo que falta. El contraste más marcado es entre el discípulo al que Jesús tanto quería y Pedro. El primero reconoce de inmediato a Jesús, pero se queda en la barca con los demás. Pedro, al que no se le pasado por la cabeza que se trate de Jesús, se lanza de inmediato al agua… pero no sabemos qué hace cuando llega a la orilla. Tampoco Jesús le dirige la palabra. Espera a que lleguen todos para decir que traigan los peces, y de nuevo es Pedro el que sube a la barca y arrastra la red hasta la orilla. Hay dos formas de protagonismo en este relato: el de la intuición y la fe, representado por el discípulo al que quería Jesús, y el de la acción impetuosa representado por Pedro.

[La cantidad de 153 peces se ha prestado a numerosas teorías, pero ninguna ha conseguido imponerse. Según Plinio el Viejo, existían ciento cincuenta y tres variedades de peces. El evangelista habría querido decir que la pesca se extendió al mundo entero, abarcando a toda clase de personas. “Se non è vero, è ben trovato”.]

El misterio de la fe: seguridad sin certeza

Durante la comida, nadie dice nada, ni siquiera Jesús. En ese silencio resalta uno de los mensaje más importantes del relato: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.” Lo saben, pero no pueden estar seguros, porque su aspecto es totalmente distinto. Es otro de los puntos de contacto entre Lucas y Juan. Los dos insisten en que Jesús resucitado es irreconocible a primera vista: María Magdalena lo confunde con el hortelano, los discípulos de Emaús hablan largo rato con él sin reconocerlo, los once piensan en un primer momento que es un fantasma.

Frente a la apologética barata que nos enseñaban de pequeños, donde la resurrección de Jesús parecía tan demostrable como el teorema de Pitágoras, los evangelistas son mucho más profundos y honrados. Sabemos, pero no nos atrevemos a preguntar.

¿Un final eucarístico?

Jesús no dice nada, pero hace mucho. Los gestos de dar el pan y el pescado recuerda a la multiplicación de los panes y los peces, con su claro mensaje eucarístico. La escena también recuerda a la de los discípulos de Emaús, que no reconocen a Jesús, pero lo descubren al partir el pan, aunque aquí no se habla de reconocimiento. Lo esencial es que Jesús alimenta a sus apóstoles, dándoles de comer uno a uno.

Pedro de nuevo: humildad y misión

La última parte, que se puede suprimir en la liturgia, vuelve a centrarse en Pedro. Va a recibir la imponente misión de sustituir a Jesús, de apacentar su rebaño. Hoy día, cuando se va a nombrar a un obispo, Roma pide un informe muy detallado sobre sus opiniones políticas, lo que piensa del aborto, del matrimonio homosexual, el sacerdocio de la mujer… Jesús también examina a Pedro. Pero solo de su amor. Tres veces lo ha negado, tres veces deberá responder con una triple confesión, culminando en esas palabras que todos podemos aplicarnos: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. A pesar de las traiciones y debilidades.

Y Jesús le repite por tres veces la nueva misión: “pastorea mis ovejas”. Cuando escuchamos esta frase pensamos de inmediato en la misión de Pedro, y no advertimos la novedad que encierra “mis ovejas”. La imagen del pueblo como un rebaño es típica del Antiguo Testamento, pero ese rebaño es “de Dios”. Cuando Jesús habla de “mis ovejas” está atribuyéndose ese poder y autoridad, semejantes a los del Padre, de los que tanto habla el cuarto evangelio.

           

La alegría en la persecución (Hechos 5,27b-32.40b-41)

[Nota previa muy importante: La traducción litúrgica ha suprimido algo esencial: los azotes a los apóstoles. El texto griego dice: “llamando a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron”. En el leccionario, al faltar los azotes, no se comprende por qué se marchan “contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”].

En la lectura podemos distinguir tres secciones: 1) el sumo sacerdote interroga a los apóstoles y los acusa de seguir hablando de Jesús, haciendo responsables a las autoridades judías de su muerte. 2) Pedro responde que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, e insiste en que Dios resucitó a Jesús. 3) Final: los azotan, les prohíben nuevamente hablar de Jesús y ellos salen contentos de haber merecido ese ultraje.

Dos detalles llaman la atención: a) la necesidad que tienen los apóstoles de hablar de Jesús, aunque se lo prohíban y los castiguen; así se explica la difusión del cristianismo en el ámbito del siglo I por las regiones más distintas. b) La alegría en medio de las persecuciones, que no tiene nada que ver con el masoquismo, sino como forma de revivir el destino de Jesús.

Jesús exaltado (Apocalipsis 5,11-14)

Este tema lo ha tratado Pedro ante el sumo sacerdote cuando dice: “La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador”.  El Apocalipsis desarrolla este aspecto hablando del Cristo glorioso del final de los tiempos. «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.» 

Reflexión final

Las lecturas de este domingo son muy actuales. Además de la persecución sangrienta de Jesús a través de los cristianos, está el intento de silenciarlo, como pretendía el sumo sacerdote. Aunque a veces, el problema no es que nos prohíban hablar de Jesús, sino que no hablamos de él por miedo o por vergüenza.

Otras veces nos resulta difícil, casi imposible, identificarlo en la persona que tenemos delante. O admitir ese triunfo suyo del que habla el Apocalipsis. Las lecturas nos invitan a reflexionar y rezar para vivir de acuerdo con la experiencia de Jesús resucitado.