FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Salesianos, pioneros en formación de mecanizado con licencias hyperMILL

 La inspectoría Salesiana Santiago el Mayor y Open Mind Technologies, empresa que desarrolla y distribuye soluciones innovadoras CAD/CAM en el desarrollo de programas de control numérico de fresado y torneado para máquinas a partir de modelos digitales, han firmado un acuerdo de colaboración con el que mejorar la formación en mecanizado. Mediante este acuerdo entre Salesianos y Open Mind se espera especializar a más de un centenar de alumnos de Formación Profesional.

Así lo recoge la web Interempresas en su sección de Metalmécanica: Canales Sectoriales.

La Fundación Tech Don Bosco ha mediado con el fin de que Open Mind pueda desarrollar su compromiso con la formación a través de un acuerdo con sus centros.

Open Mind ha cedido, de forma totalmente gratuita, licencias hyperMILL a los centros de Madrid ‘Domingo Savio’ y ‘Salesianos Atocha’, León ‘Centro Don Bosco’, ‘Salesianos Pamplona’, Logroño ‘Los Boscos’, Burgos ‘Padre Aramburu’, Aranjuez ‘Loyola’ y Bilbao ‘Salesianos Deusto’. 

Gracias a este acuerdo, estos centros serán pioneros en cuanto a la formación de Mecanizado con licencias hyperMILL, solución CAM completa de Open Mind con la que se pueden programar de forma precisa y perfecta tareas de fresado 2, 5D, 3D, de 5 ejes y de fresado – tornado.

Además, tanto profesores como alumnos, podrán utilizar las licencias fuera del centro para realizar tareas externas (la cesión se realizará con un servidor de gestión de licencias, que estará ubicado en las instalaciones de Open Mind Technologies).

Los centros dispondrán de las licencias de hyperMILL, de forma gratuita, en la versión que considere oportuna, con el número de licencias que sean necesarias para los alumnos y además contarán con asistencia técnica y asesoramiento de proyectos por parte del equipo de Open Mind Technologies. Los centros contarán además con formación específica para el correcto funcionamiento de los postprocesadores 3X y 5X e invitación a cursos durante el año, tipo mecanizados en 3X, 4X, 5X, Electrodos, Acabados, entre otras especialidades

 

Rufo González

Redes Cristianas

Esta frase ilumina el sacerdocio común (no sólo el ministerial o jerárquico)
El libro del Deuteronomio (10,8; 18,5-8), dice, inspira la plegaria eucarística II: “Te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia”. El Papa emérito lo aplica sólo al sacerdocio ministerial, como si fuera la única participación sacerdotal cristiana. “Estar en la presencia del Señor y servirle es la esencia del sacerdocio”. El problema está en aplicar esa definición sólo al sacerdocio del ministerio ordenado. Todo cristiano puede decir que “está en la presencia del Señor y le sirve”.

Para entender esta frase hay que saber que está extraída del Deuteronomio: “En aquella ocasión destinó el Señor la tribu de Leví para portar el arca de la alianza del Señor, para estar en la presencia del Señor, servirle y dar la bendición en su nombre” (Dt 10,8). “Por que el Señor, tu Dios, lo ha elegido de entre todas las tribus para que él y sus hijos permanezcan siempre ejerciendo el ministerio en nombre del Señor” (Dt 18,5). “Estar en la presencia del Señor y servirle”, dice Benedicto XVI, es “definir la esencia del sacerdocio”, según el Deuteronomio. Se incorpora a la plegaria eucarística, “como medio de expresar la continuidad y la novedad del sacerdocio de la Nueva Alianza” (p. 59). No hay continuidad alguna entre el sacerdocio del Antiguo y Nuevo Testamento. Jesús no continuó dicho sacerdocio ni fundó una casta sacerdotal para continuarlo. El sacerdocio de Jesús es nuevo: ha sido “ungido” por el Espíritu para evangelizar… (Lc 4, 18ss), y bautiza a los suyos haciéndolos sacerdotes existenciales como él. Los que se han apropiado de la palabra “sacerdote”, son una participación peculiar de su sacerdocio. Se les ha conferido en exclusiva la potestad sagrada de presidir la eucaristía y reconciliar a los extraviados (PO 2). Los cristianos todos tienen potestad sacerdotal para administrar el matrimonio, bautizar, evangelizar…

“Lo que antes se decía de la tribu de David… se aplica ahora a los sacerdotes y obispos de la Iglesia” (p. 60). No es cierto. “Lo que antes se decía de la tribu de David” se dice ahora de Cristo, único sacerdote y de su pueblo sacerdotal, animado con su mismo Espíritu: “Cristo, Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (cfr. Heb 5,1-5), a su nuevo pueblo `lo hizo reino y sacerdotes para Dios, su Padre´ (cfr. Ap 1,6; 5,9-10)” (LG 10). El Vaticano II nos traslada el mensaje revelado: “Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa” (1Pe 2,9; Ap 1,6; 5,10).

La frase de la Plegaria eucarística II, en plural, puede decirla toda comunidad con pleno sentido, pues “el sacerdote ministerial.. confecciona el sacrificio eucarístico y lo ofrece a Dios en nombre de todo el pueblo; los fieles, en virtud de su sacerdocio real, concurren a la ofrenda de la Eucaristía” (LG 10). “Concurren” no es sólo “asistir” o “arracimarse” externamente. Ellos “se ofrecen a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (cf. Rm 12.1)” (LG 10), y, a través del presidente, ofrecen a Dios la vida de Jesús, la Eucaristía. Si el sacerdote ministerial lo “ofrece en nombre del pueblo”, puede decirse que lo ofrece el pueblo, pues su representante no es más que el titular oferente. Lo que ha pasado en la Iglesia es que los “representantes” (servidores) se han hecho “señores, dueños, jefes”, y han anulado al pueblo de Dios, llamándose ellos “Iglesia, clero -pueblo adquirido, herencia de Dios…-”, y otras lindezas mundanas, aberrantes desde el Evangelio (santidad, beatitud, eminencia, monseñor…). Hasta tal punto que el Pueblo de Dios no puede echarles del ministerio, si ellos -servidores corporativistas- no quieren. Han interpretado el Evangelio desde el patriarcalismo más absoluto, elaborado su teología, construido su Código más decisivo que el Evangelio.

Para el Concilio, el sacerdocio de los fieles es “primario” ontológicamente, pues es la esencia de la que participa todo el Pueblo de Dios. Cristo, “ungido” por el Espíritu Santo, nos ha hecho a todos “ungidos” (“Cristos”) en el bautismo. Nos ha constituido en sacerdocio santo. El sacerdocio “ministerial” -adjetivo- es “funcional, servicial” del Pueblo de Dios. Todos los ministerios están en el Pueblo sacerdotal, y, lógico, son sacerdotales. Lo ocurrido es que los ministerios “jerárquicos”, se han apropiado del carácter “sacerdotal” de toda la Iglesia. En todo el Nuevo Testamento, se les llama por su función: supervisores (epíscopos), diáconos (servidores), presbíteros (ancianos para presidir la unidad), “dirigentes”… Con el tiempo, dada la importancia de su función en la Iglesia, conferida en el “sacramento del Orden”, la llaman “potestad sagrada” para presidir la Eucaristía, perdonar pecados y representar “públicamente” el oficio sacerdotal (PO 2). Su sacerdocio es una participación peculiar del de Cristo. Pero también los bautizados, ungidos por el Espíritu, tienen consagración y misión, tienen “potestad sagrada”. Como Cristo sentimos que “el Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido, y me ha enviado a evangelizar a los pobres..” (Lc 4,18s).

Para Benedicto XVI sólo el sacerdocio ministerial es sacerdocio. “Estar en la presencia del Señor y servirle”, dice, es un punto de unión entre ambos Testamentos: describen la esencia del sacerdocio. Interpretó el texto en su homilía del Jueves Santo de 2006 en San Pedro de Roma. A los sacerdotes, les hizo estas preguntas: “A qué hemos dicho sí? ¿Qué es ser sacerdote de Jesucristo?”. Y les contestaba: “el Canon II del Misal… describe la esencia del ministerio sacerdotal con las palabras que usa el libro del Deuteronomio (Dt 18, 5.7) para describir la esencia del sacerdocio del Antiguo Testamento: `astare coram te et tibi ministrare´” (p. 61). “Esta afirmación debe entenderse en el contexto de que los sacerdotes no recibían ningún lote de terreno en la Tierra Santa, pues vivían de Dios y para Dios…

Su profesión era `estar en presencia del Señor´, mirarlo a él, vivir para él.., mantener el mundo abierto hacia Dios…” (p. 61-62). Al incluirla en el Canon, tras la consagración, con el Señor ya presente, “indica la Eucaristía como centro de la vida sacerdotal” (p. 62). El himno del Oficio de Lectura, en Cuaresma, propone como tarea cuaresmal: “estemos de guardia de modo más intenso”. La tradición siria monacal define a los monjes como “los que están en pie”. Esto es “misión sacerdotal y la interpretación correcta de las palabras del Deuteronomio: el sacerdote tiene la misión de velar” (p. 63). Implica: mantener despierto al mundo para Dios; de pie frente a las corrientes mundanas; de pie en la verdad y en el compromiso por el bien. “Estar en presencia del Señor” es hacerse cargo de los hombres ante el Señor, que a su vez se hace cargo de nosotros ante el Padre; hacerse cargo de Cristo, de su palabra, de su verdad, de su amor hasta sufrir por ello (He 5,41).

Todo esto está muy bien, pero referido a toda la Iglesia, a todo cristiano, que vive en presencia del Señor e intenta servirle con el mismo Espíritu de Jesús. “Servirte en tu presencia”, en el Antiguo Testamento, tiene significado ritual. Ahora debe aplicarse al culto cristiano. Sobre todo a la Eucaristía. Supone celebración correcta, “alma de nuestra vida diaria” (oración, anuncio de la Palabra, conocer al Señor y darlo a conocer), cercanía con el Señor sin acostumbrarse ni arrutinarse, obediencia (“no se haga mi voluntad sino la tuya” -Lc 22,42-), comunión con la Iglesia, dejarnos llevar (Jn 21,18), servidor de Dios y de todos (lavatorio de los pies). La Eucaristía nos abaja y nos eleva con Cristo, y nos remite a otros modos de servicio al prójimo. Todo esto son actitudes cristianas, propias de todos los cristianos.

Leganés, 19 noviembre 2020

Jornaleros agrícolas, esclavos en la modernidad global

 

Juan Danell Sánchez

Redes Cristianas

Ciudad de México.- Son seres humanos sin tierra, y la tierra quedaría infecunda sin ellos. Llevan los pies descalzados, no necesitan el frío, porque tampoco tienen abrigo. No distinguen el hambre de entre sus grandes carencias, lo que llegue a sus estómagos es una bendición suprema. Visten remiendos con largas historias de fregadero y detergentes elementales. Y sin ellos, hombres, mujeres, niños, ancianos: ni siembra, ni cosecha. Y sin cosecha las ciudades colapsarían, y los sistemas financieros dejarían de existir, y la industria pararía sus máquinas y sus chacuacos se apagarían también, los parásitos de las bolsas de valores quedarían secos.
 

Esos seres humanos se cuentan por millones en el globo terráqueo, cada uno con la desgracia clasista lacrada en su existencia que es ignorada y está proscrita de la justicia social, política y económica del mundo capitalista.
 
Las estadísticas burdas de los organismos internacionales calculan la existencia de 450 millones de jornaleros agrícolas, como se les denomina a los trabajadores sin derecho alguno para tener una vida digna, son el último eslabón de la cadena de explotación de la fuerza de trabajo y, sin embargo, conforman el pilar fundamental, el más importante, en el proceso de la producción de alimentos para el abasto global.
 
“(…) 450 millones de mujeres y hombres que trabajan como asalariados en la agricultura y que están en el corazón mismo del sistema de producción alimentaria para el comercio, han sido ignorados hasta la fecha. Estos trabajadores asalariados representan más del 40% de la fuerza de trabajo agrícola en el mundo (1,125 millones de personas) y, tanto ellos como sus familias, están dentro de la población rural pobre en muchos países. Los trabajadores agrícolas asalariados no poseen ni arriendan las tierras en las que trabajan, ni las herramientas ni equipos que utilizan. En este aspecto, son un grupo distinto al de los campesinos”.
 
Esto es sólo un fragmento de un informe elaborado en conjunto por la FAO, la OIT y la UITA con la finalidad de promover el reconocimiento de este grupo de trabajadores por quienes establecen las políticas y toman las decisiones en los Estados y gobiernos del mundo.
 
Ellos, quienes trabajan la tierra en jornadas miserables de Sol a Sol, conocidas así en México porque empiezan la labranza al despuntar el alba y la terminan con el ocaso en los surcos, habitan en viviendas sin drenaje, no conocen las tuberías de agua potable, carecen de los servicios fundamentales, duermen en camastros en el mejor de los casos, porque para muchos la tierra misma cobijada por petates desnudos es el único aposento que conocen.
 
Se les ha recluido a ser como los cultivos y las cosechas: estacionales por sistema. Así los contratan; por ciclos agrícolas, en el primavera-verano para labrar la tierra, preñarla y realizar labores culturales; en otoño-invierno para levantar las cosechas, en promedios de 30 a 60 días por periodo. El resto del año regresan a sus comunidades remontadas en el olvido de la sociedad local y global, con los morrales repletos de esperanza y desencanto, las talegas vacías y con frecuencia con enfermedades profesionales, incurables, causadas por la prolongada exposición a que se someten al contacto con los agroquímicos utilizados en la agricultura industrial. Ya cobijados por la querencia de su oriundez, tendrán que producir lo propio en superficies que se miden por metros cuadrados, de los que obtienen kilos de granos, siempre insuficientes para calmar el hambre. Pero su trabajo garantiza el abasto mundial de más de dos mil 800 millones de toneladas de alimentos.
 
Organismos como la Unicef los han definido como “las personas jornaleras agrícolas son aquellas trabajador[a]s eventuales del campo que se emplean, a cambio de un salario, en labores que van desde la preparación del terreno, hasta el cuidado y cosecha de los cultivos”. Que en el caso de México se estima que junto con sus familias representan alrededor de seis millones de personas, equivalentes a 5% de la población total del país, y que sobreviven en esas condiciones miserables.
 
En el texto del informe de los organismos internacionales se argumenta “que la contribución de los trabajadores agrícolas y sus sindicatos, para hacer que la producción y la seguridad alimentarias sean sostenibles, tiene un potencial enorme y poco explotado. Los trabajadores agrícolas son un grupo con talento y motivación que, con el apoyo adecuado y con sus sindicatos, pueden trabajar para mejorar sus propios medios de vida y los de sus comunidades, pueden garantizar la seguridad alimentaria y la inocuidad de los alimentos para la comunidad mundial y pueden ayudar a poner a la agricultura en condiciones verdaderamente sostenibles desde el punto de vista económico, social y ambiental”.
 
Y en esa vorágine de la inopia mundial, las estadísticas revelan que “más de 150 millones de niños, menores de 18 años, trabajan en las tareas peor pagadas y a menudo las más peligrosas. Muchos pequeños agricultores dependen también de ingresos salariales, trabajando para ello con regularidad en explotaciones y plantaciones que les permitan complementar sus ingresos básicos”.
 
Los organismos internacionales coinciden en que este sector social vive situaciones de discriminación asociadas a sus altos niveles de marginación, su alta movilidad migratoria, el carácter informal de la mayor parte de sus relaciones laborales, así como por su origen étnico.
 
La explicación que de alguna forma se pretende dar para analizar la permanencia de los llamados jornaleros agrícolas a través del tiempo, la ubican en que las personas jornaleras tienden a trabajar por estaciones, por lo que hay períodos del año en que no reciben ingresos.
 
“Por otra parte, dicen, una proporción considerable no cuenta con un empleador fijo, por lo que cambia de lugar de trabajo frecuentemente (incluso tras un período de semanas o días) atendiendo necesidades temporales en cada uno. Lo anterior dificulta su acceso a contratos que formalicen sus actividades, prestaciones de seguridad social, e incluso condiciones de trabajo decente, por ejemplo, jornadas de máximo 8 horas; pago de horas extra y salario justo”.
 
A lo cual se suma que el acceso a derechos como salud, educación, alimentación y vivienda son extraordinariamente limitados. Y en esto resulta inadmisible que, en casos como México, no se cuente con un padrón confiable y único del número de personas que laboran como jornaleros agrícolas. INEGI (2016) reporta 3 millones 885 mil trabajadores agropecuarios en el país, 2.5 millones de los cuales son peones o jornaleros en la agricultura.
 
Sin embargo, en el Diario Oficial de la Federación (2016), se estima que la población impactada por esta actividad laboral alcanza los 5.9 millones de personas. En lo que si están de acuerdo es que el origen de estos trabajadores se concentra en Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Puebla y Veracruz.
 
Y un dato más que revela esa realidad de este sector del campo mexicano: de cada cien personas que se dedican al trabajo agrícola de apoyo (peones o jornaleros), 66 son remuneradas, 34 no reciben ningún ingreso, sólo pago en especie, y solo cuatro cuentan con acceso a servicios de salud, dicen los números del INEGI.
 
Y son parte de este núcleo mundial de trabajadores que sin duda se pueden considerar pilares en los procesos productivos del campo, lamentablemente también se les puede identificar como los esclavos del campo en la modernidad industrial, que han jugado un papel fundamental para que no falten los alimentos en las mesas de las ciudades, aún en tiempos tan críticos como los actuales de la pandemia provocada por un virus liberado de su hábitat para desgracia de la humanidad.
 
Juan Danell Sánchez, reportero mexicano, director de la revista electrónica sostenible.com.mx y autor del libro Campanas Rotas. jdanell1@hotmail.com

¿Santificado demasiado pronto? Informe del Vaticano somete a Juan Pablo II a un nuevo escrutinio severo

 


Jason Horowitz

Enviado a la página web de Redes Cristianas

juan-pablo-ii

This article originally appeared in The New York Times.
Los obispos llegan para la ceremonia de beatificación del papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, el 1 de mayo de 2011. (Ruth Fremson/The New York Times).
ROMA — En el funeral del papa Juan Pablo II, en la Plaza de San Pedro, se vieron pancartas entre el mar de dolientes que decían “Santo súbito” o “Santo inmediato”. Juan Pablo II fue un gigante de la iglesia en el siglo XX que llegó a todas partes del mundo —inspirando a generaciones de creyentes con su magnetismo juvenil, que luego envejeció con dificultades— y que, como “el papa polaco”, ayudó a derribar el comunismo durante sus más de 26 años de reinado.

··· Ver noticia ···

¿Qué ha pasado con la guerra comercial de Estados Unidos contra China?

 


Sergio Rodríguez Gelfenstein

sergioro07

En marzo del próximo año se cumplirán tres años desde que el presidente Donald Trump desatara la llamada “guerra económica” contra China. Los resultados están a la vista y no son halagadores para Estados Unidos. El fracaso del gobierno es ostensible.
··· Ver noticia ···

Domingo 29 de Noviembre 1º Adviento Saturnino de Tolosa (250)

KOINONIA

 La comunidad judía que retorna del exilio enfrenta un gran desafío: reconstruir los fundamentos de la nación, la ciudad y el Templo. No era una tarea fácil. La mayoría de los exiliados ya se habían organizado en Babilonia y en otras regiones del imperio caldeo. La mayor parte de los que habían llegado desde Judea cincuenta años antes ya habían muerto y los descendientes no sentían gran nostalgia por la tierra de sus padres. Los profetas los habían invitado continuamente a reconocer los errores que habían conducido a la ruina, pero la mayor parte de los exiliados ignoraban a los mediadores de Yahvé.

IR A LA PÁGINA

DOMINGO 1 Adviento – B (Marcos 13,33-37)

 José Antonio Pagola

SIEMPRE ES POSIBLE REACCIONAR

No siempre es la desesperación la que destruye en nosotros la esperanza y el deseo de seguir caminando día a día llenos de vida. Al contrario, se podría decir que la esperanza se va diluyendo en nosotros casi siempre de manera silenciosa y apenas perceptible.

Tal vez sin darnos cuenta, nuestra vida va perdiendo color e intensidad. Poco a poco parece que todo empieza a ser pesado y aburrido. Vamos haciendo más o menos lo que tenemos que hacer, pero la vida no nos «llena».

Un día comprobamos que la verdadera alegría ha ido desapareciendo de nuestro corazón. Ya no somos capaces de saborear lo bueno, lo bello y grande que hay en la existencia.

Poco a poco todo se nos ha ido complicando. Quizá ya no esperamos gran cosa de la vida ni de nadie. Ya no creemos ni siquiera en nosotros mismos. Todo nos parece inútil y sin apenas sentido.

La amargura y el mal humor se apoderan de nosotros cada vez con más facilidad. Ya no cantamos. De nuestros labios no salen sino sonrisas forzadas. Hace tiempo que no acertamos a rezar.

Quizá comprobamos con tristeza que nuestro corazón se ha ido endureciendo y hoy apenas queremos de verdad a nadie. Incapaces de acoger y escuchar a quienes encontramos día a día en nuestro camino, solo sabemos quejarnos, condenar y descalificar.

Poco a poco hemos ido cayendo en el escepticismo, la indiferencia o «la pereza total». Cada vez con menos fuerzas para todo lo que exija verdadero esfuerzo y superación, ya no queremos correr nuevos riesgos. No merece la pena. Preocupados por muchas cosas que nos parecían importantes, la vida se nos ha ido escapando. Hemos envejecido interiormente y algo está a punto de morir dentro de nosotros. ¿Qué podemos hacer?

Lo primero es despertar y abrir los ojos. Todos esos síntomas son indicio claro de que tenemos la vida mal planteada. Ese malestar que sentimos es la llamada de alarma que ha comenzado a sonar dentro de nosotros.

Nada está perdido. No podemos de pronto sentirnos bien con nosotros mismos, pero podemos reaccionar. Hemos de preguntarnos qué es lo que hemos descuidado hasta ahora, qué es lo que tenemos que cambiar, a qué tenemos que dedicar más atención y más tiempo. Las palabras de Jesús están dirigidas a todos: «Vigilad». Tal vez, hoy mismo hemos de tomar alguna decisión.


EL ADVIENTO ES FICCIÓN, ÉL VIENE EN CADA INSTANTE

FE ADULTA

col fraymarcos

Mc 13,33-37

Estamos en el primer día del Nuevo Año litúrgico. Comenzamos con el Adviento, que no es solamente un tiempo litúrgico, sino toda una filosofía de vida. Se trata de una actitud vital que tiene que atravesar toda nuestra existencia. No habremos entendido el mensaje de Jesús si no nos obliga a vivir en constante búsqueda de lo que ya tenemos. Lo importante no es recordar la primera venida de Jesús; eso es solo el pretexto para descubrir que ya está aquí. Mucho menos prepararnos para la última, que solo es una gran metáfora. Lo importante es descubrir que está viniendo en este instante.

Todo el AT está atravesado por la promesa y por la espera. Según el relato bíblico, Dios les va prometiendo lo que ellos en cada momento más ansían. A Abrahám, descendencia; a los esclavos en Egipto, libertad; a los hambrientos en el desierto, una tierra que mana leche y miel; cuando han conquistado Canaán, una nación fuerte y poderosa; cuando están en el Exilio, volver a su tierra; cuando destruyen el templo, reconstruirlo; etc. En el AT siempre les promete cosas terrenas porque es lo único que ellos esperan. Jesús promete algo muy distinto. "He venido para que tengan Vida y la tengan abundante."

Según el AT Dios les puso la zanahoria delante de las narices o el palo en el trasero para hacerles caminar según su voluntad. Tomado al pie de la letra sería ridículo. Dios no hace promesas para el futuro, porque ni tiene nada que dar ni tiene futuro. Las promesas de Dios son hechas por los profetas, como una estratagema, para ayudar al pueblo a soportar momentos de adversidad, que ellos interpretaban como castigo por sus pecados. Nada de lo que anunciaron los profetas se cumplió en Jesús. Gracias a Dios, porque todos los textos están encaminados hacia una salvación de seguridades materiales. Hoy podemos entender aquellas imágenes como metáforas de la verdadera salvación.

La clave del relato evangélico está en la actitud de los criados. Nos quiere decir que Dios está siempre viniendo. Él es “el que viene”. La humanidad vive un constante adviento, pero no por culpa de un Dios cicatero que se complace en hacer rabiar a la gente obligándola a infinitas esperas antes de darle lo que ansía. Estamos todavía en Adviento, porque estamos dormidos o soñando con logros superficiales, y no hemos afrontado con la debida seriedad la existencia. Todo lo que espero de Dios, lo tengo ya dentro de mí.

Vigilad. Para ver no solo se necesita tener los ojos abiertos, se necesita también luz. No se trata de contrarrestar el repentino y nefasto ataque de un ladrón. Se trata de estar despierto para afrontar la vida con una conciencia lúcida. Se trata de vivir a tope una vida que puede transcurrir sin pena ni gloria. Si consumes tu vida dormido, no pasa nada. Esto es lo que tenía que aterrarte; que pueda transcurrir tu existencia sin desplegar las posibilidades de plenitud que te han dado. La alternativa no es salvación o condenación. Nadie te va a condenar. La alternativa es o plenitud humana o simple animalidad.

Pues no sabéis cuándo es el ‘momento’. En griego hay dos palabras que traducimos al castellano por “tiempo”: “kairos” y “chronos”. Chonos significa el tiempo astronómico, relacionado con el movimiento de los cuerpos celestes. Kairos sería el tiempo psicológico, el momento oportuno para tomar una decisión. Por no tener en cuenta esta sencilla distinción, se han hecho interpretaciones descabelladas. En el evangelio que acabamos de leer, se habla de kairos. Naturalmente que el hombre, como criatura se encuentra siempre en el chronos, pero lo verdaderamente importante para él es vivir el kairos.

El punto clave de nuestra reflexión debe ser: ¿Esperamos nosotros esa misma salvación que esperaban los judíos? Si es así, también nosotros hemos caído en la trampa. Jesús no puede ser nuestro salvador. La mejor prueba de que los primeros cristianos, verdaderos judíos, no estaban en la auténtica dinámica para entender a Jesús, es que no respondió a sus expectativas y creyeron necesaria una nueva venida. Esta vez sí, nos salvará de verdad, porque vendrá con “poder y gloria”. ¿No os parece un poco ridículo? La médula de su mensaje es que la salvación, que Dios nos ofrece, está en la entrega y el don total.

Las primeras comunidades oraban: “Maranatha” (ven Señor). Vivieron la contradicción de una escatología realizada y otra futura. “Ya, pero todavía no”. “Ya” por parte de Dios, que nos ha dado ya la salvación. “Todavía no” porque seguimos esperando una salvación a nuestra medida y no hemos descubierto la verdadera salvación, que ya poseemos. Aquí radica el sentido del Adviento. Porque “todavía no” ha llegado la verdadera salvación, tenemos que tratar de adelantar el “ya”. Eso no lo conseguiremos, si seguimos dormimos.

Luchar por un mayor consumismo y creyendo que en él está la verdadera salvación sería una trampa. Descubrir ese engaño sería estar despiertos. El ser humano sigue esperando una salvación que le venga de fuera, sea material, sea espiritual. Pero resulta que la verdadera salvación está dentro de cada uno. En realidad, Jesús nos dijo que no teníamos nada que esperar, que el Reino de Dios estaba ya dentro de nosotros. En este mismo instante está viniendo. Si estamos dormidos, seguiremos esperando.

La falta de encuentro se debe a que nuestras expectativas van en una dirección equivocada. Esperamos un Dios que llegue desde fuera. Esperamos actuaciones espectaculares por parte de Dios. Esperamos una salvación que se me conceda como un salvoconducto, y eso no puede funcionar. Da lo mismo que la espere aquí o para el más allá. Lo que depende de mí no lo puede hacer Jesús ni lo puede hacer Dios. Esta es la causa de nuestro fracaso. Seguimos esperando que otro haga lo que solo yo puedo hacer.

La religión me ofrece salvación, pero solo me salva de los lazos que ella misma me ha colocado. Dios es la salvación y ya está en mí. Lo que de Dios hay en mí es mi verdadero ser. No tengo que conseguir nada ni cambiar nada en mi auténtico ser, simplemente tengo que despertar y dejar de potenciar mi falso yo. Tengo que dejar de creer que soy lo que no soy. Esta vivencia me descentrará de mí mismo y me proyectará hacia los demás. Me identificaré con todo y con todos. Mi falso ser, mi individualidad, será disuelta.

El verdadero problema está en la división que encontramos en nuestro ser. En cada uno de nosotros hay dos fieras luchando a muerte: Una es mi verdadero ser que es amor, armonía y paz; otra es mi falso yo que es egoísmo, soberbia, odio y venganza. ¿Cual de los dos vencerá? Muy sencillo y lógico. Vencerá aquella a quien tú mismo alimentes.

Como los judíos, seguimos esperando una tierra que mane leche y miel; es decir mayor bienestar material, más riquezas, más seguridades de todo tipo, poder consumir más... Seguimos pegados a lo caduco, a lo transitorio, a lo terreno. No necesitamos para nada, la verdadera salvación o, a lo máximo, para un más allá. Si no sientes necesidad no habrá verdadero deseo, y sin deseo no hay esperanza. Hoy ni los creyentes ni los ateos esperamos nada más allá de los bienes materiales. También Dios sigue esperando.

 

Meditación

Para ver se necesita tener los ojos abiertos,
pero también se necesita la luz.
Para nosotros la luz es Jesús.
Despertar solo depende de mí.
Puedo pasarme la vida entera dormido,
pero entonces no podré culpar a nadie.

SÚPLICA, ADMIRACIÓN, VIGILANCIA

FE ADULTA

col sicre

 

Domingo 1º de Adviento. Ciclo B

Súplica (Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7)

La primera lectura nos sitúa unos cinco siglos antes de la venida de Jesús, cuando la situación en Jerusalén y Judá dejaba mucho que desear desde todos los puntos de vista: político, social, religioso. El pueblo de Israel se ve como un trapo sucio, un árbol de ramas secas y hojas marchitas. La situación no sería muy distinta de la nuestra. Pero el pueblo, en vez de culpar a los políticos, a los independentistas, a los banqueros, al FMI, a los Presidentes de las grandes potencias, se reúne en asamblea litúrgica y entona una lamentación.

Las palabras del pueblo ofrecen un curioso contraste al hablar de Dios. A veces destaca sus rasgos positivos: es «nuestro padre», «nuestro redentor», «sales al encuentro del que practica la justicia», «somos todos obra de tu mano». Otras se quejan de que «nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón», «estabas airado y nosotros fracasamos», «nos ocultabas tu rostro». Pero el pueblo reconoce que la culpa no es de Dios, sino suya: «todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado, nuestras culpas nos arrebataban como el viento, nadie invocaba tu nombre, ni se esforzaba por aferrarse a ti».

¿Cuál es la solución? Sorprendentemente, que Dios se convierta: «vuelve por amor a tus siervos», «ojalá rasgases el cielo y descendieses», «aparta nuestras culpas». Los profetas anteriores (Amós, Isaías, Jeremías…) habían concedido gran importancia a la conversión, al hecho de que el pueblo volviese a Dios y cambiase su forma de actuar. Quienes rezan esta lamentación no confían en ellos mismos. Debe ser Dios quien vuelva y, como buen alfarero, moldee una nueva vasija.

En el contexto del Adviento, la frase que más llama la atención y ha motivado la inclusión de este texto en la liturgia es: «¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!». Aunque el profeta piensa en la venida de Dios, la liturgia nos hace pensar en la venida de Jesús. Pero ese recuerdo debe ir acompañado del reconocimiento de nuestra debilidad y de la necesidad de ser salvados.

Admiración por los bienes recibidos (1 Corintios 1,3-9)

La respuesta de Dios supera con creces lo que pedía el pueblo en la lectura de Isaías, aunque de modo distinto. Dios Padre no rasga el cielo, no sale a nuestro encuentro personalmente. Envía a Jesús, y desde el momento en el que lo aceptamos, nuestra vida cambia por completo. Pablo habla de nuestro pasado, futuro y presente.

En el pasado, Dios nos ha enriquecido en todo; nos ha llamado a participar de la vida de su Hijo, Jesucristo. La imagen es potente y extraña. Recuerda a la experiencia de un hijo con su madre, de la que recibe la vida. Pero esa relación vital no termina cuando se corta el cordón umbilical, perdura siempre.

Con respecto al futuro, aguardamos la manifestación de Jesucristo, la segunda y definitiva venida del Señor, tema esencial para los primeros cristianos y que debería serlo para nosotros en este tiempo de Adviento.

En el presente, «no carecemos de nada». Cuando tanta gente se lamenta, a veces con razón, de las muchas cosas de que carece, estas palabras pueden resultar casi hirientes: «No carecéis de ningún don». Buen momento, este del Adviento, para pensar en qué cosas valoramos: si los materiales, que a menudo faltan, o la riqueza espiritual que proporciona Jesús.

Esta enseñanza de Pablo no se produce en un contexto de fría reflexión teológica, sino de oración y acción de gracias al pensar en sus cristianos de Corinto, la más complicada y problemática de sus comunidades.

Vigilancia (Marcos 13, 33-37)

No deja de ser irónico que precisamente el evangelio no hable de Dios Padre ni de Jesús. Se centra en nosotros, en la actitud que debemos tener: «vigilad», «velad», «velad». Tres veces la misma orden en pocas líneas. Porque el Adviento no solo pretende recordar la venida del Señor, sino también prepararnos para el encuentro final con Él.

La actividad pública de Jesús termina con un discurso sobre el fin del mundo y su segunda venida, que no está dirigido a todos los discípulos, como sugiere la introducción del evangelio de hoy, sino solo a los cuatro primeros llamados por Jesús: Pedro, Santiago, Juan y Andrés (Mc 13,3-37). Jesús ha dicho poco antes que de los grandes edificios del templo no quedará piedra sobre piedra. Para estos cuatro, el fin del templo de Jerusalén equivale al fin del mundo, y desean saber cuándo ocurrirá y qué señales lo precederán. Un tema que a nosotros nos parece más propio de los Testigos de Jehová, pero que creaba enorme preocupación en las primeras comunidades cristianas.

El discurso responde a estas cuestiones, pero termina con esta exhortación a la vigilancia, que la liturgia, con pleno sentido, aplica a todos los discípulos y a todos nosotros.

¿En qué consiste la vigilancia? Se sugiere con muy pocas palabras: «dio a cada uno de sus criados su tarea». Esa es, en parte, la misión del Adviento: reflexionar sobre la propia tarea recibida de Dios y examinar si la cumplimos debidamente.

 

DESPERTAD

FE ADULTA

comentario editorial

“Ciertas cosas son tan importantes que necesitan ser descubiertas solas” (Paulo Coelho)

Mc 13, 33-37 Que, al llegar de repente, no os sorprenda dormidos”

En el inicio del nuevo año litúrgico, Isaías clama a Dios: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases! (Is 63) Muy extraviado debía andar el visionario profeta en las terrestres brumas, al reclamar con tanta fuerza la luz dal cielo. En el mismo Do mayor lo invoca el Salmista: Restáuranos, que brille tu rostro y nos salve (Sal 79).

Dante abre con estas líneas su Divina Comedia:

"En medio de este camino que llamamos nuestra vida
me encontré en un oscuro bosque
sin un camino claro para atravesarlo"...

Probablemente el poeta florentino se vio simplemente perdido. Y quizás como él también nosotros nos vemos dando palos de ciego en nuestra historia porque no nos encontramos del todo despiertos. Porque hemos hecho de ella una mala noche en duermevela, sin tomarnos en serio el consejo de Jesús: Velad, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa.

Pablo Neruda lo cantó también de esta manera:

“Tengo deberes de mañana.
Trabajos de mediodía.
Debo abrir ventanas, echar abajo puertas,
romper muros, iluminar rincones.
Debo repartirme hasta que todo sea día,
hasta que todo sea claridad
y alegría en la tierra”.

Y quizás también porque nos falte la sabia disposición a estar siempre donde realmente estamos y vivir allí con plenitud, en la oscuridad o en la luz, sin que necesitemos ir a ningún otro lugar, como aconsejan los sabios.

El Evangelio propone la vela como una actitud básica del cristiano. Como la herramienta adecuada para encontrar a Jesús "aquí y ahora", en medio de nuestra vida cotidiana. En medio de ese bosque oscuro del místico, que respira, que escucha. Que nos responde cuando le preguntamos, como sugiere David Wagoner (Ohio 1926) en su poema titulado Perdido, inspirado en la tradición de los indios americanos.

Otro ilustre rastreador de sí mismo, astrofísico de formación, Jeff Foster, aborda en sus conferencias la búsqueda espiritual –que califica de diversión cósmica- y la Claridad presente en el Centro de todo. Su libro Despierta del sueño de la separación: La vida sin centro, señala en el Prólogo que tiene como objetivo desvelar lo que hay de extraordinario en lo ordinario, lo que hay de espiritual en lo material, y apuntar hacia la libertad y la iluminación que nos esperan, permanentemente, en los entresijos de la vida.

"¡Velad!" quiere significar ser yo mismo, ser la expresión del amor que soy y ver la perfección en mí mismo, en los demás y en el mundo que nos rodea

PERDIDOS

Párate quieto, los árboles hacia delante y los árboles por detrás.
No están perdidos. Cualquier lugar en donde te encuentres se llama Aquí.
Y deberás tratarlo como a un poderoso extraño.
Deberás pedir permiso para conocerlo y para hacerte conocer.

El bosque respira. Escucha. Responde.
He construido este lugar a tu alrededor.
Si lo abandonas, puedes volver de nuevo, diciendo Aquí.
Ni siquiera dos árboles son iguales para Cuervo.
Ni dos ramas son las mismas para Reyezuelo.

Si lo que hace un árbol o un arbusto pasa desapercibido por ti,
estás verdaderamente perdido.
Párate quieto. El bosque sabe
donde estás. Deja que te encuentre.

David Wagoner