FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA ENERO 2025

lunes, 21 de abril de 2025

El Vaticano desarma la fe ideologizada de Vance y reafirma la Iglesia de puertas abiertas -- José Manuel Vidal


Religión Digital

Las lecciones que Vance no esperaba del Papa Francisco
«Vance buscaba en Roma una legitimidad espiritual para su proyecto político. Sin embargo, el aire del Vaticano, impregnado de Evangelio y universalidad, le devolvió un espejo distinto: el de una Iglesia que no se deja domesticar por ideologías ni por cálculos de poder» Ver noticia 

El Papa en el Urbi et Orbi: ¡No más estruendos de armas! -- Sebastián Sansón Ferrari


Vatican News

En el mensaje pascual, leído por Monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias, Francisco reitera su llamado al alto el fuego en Gaza, pide la liberación de los rehenes israelíes y el envío de ayuda humanitaria a los hambrientos. Repasando diversas realidades conflictivas en el mundo, recuerda que la paz no es posible sin un verdadero desarme. Ver noticia

La herencia inconclusa del papa Francisco: entre reformas frustradas y un futuro incierto


El reciente fallecimiento del papa Francisco no sólo marca el fin de un pontificado singular, sino que también abre un período de incertidumbre respecto al rumbo que tomará la Iglesia Católica en los próximos años. Más allá del duelo y los homenajes, su muerte deja sobre la mesa una serie de cuestiones profundas sobre el papel de la Iglesia en la sociedad contemporánea y los desafíos internos que siguen sin resolverse.

Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio se presentó como un pontífice dispuesto a romper moldes. Su estilo cercano, su énfasis en una Iglesia “pobre para los pobres” y su lenguaje directo generaron esperanzas en amplios sectores, tanto dentro como fuera del mundo católico. Sin embargo, su intento de impulsar reformas sustanciales se vio constantemente frenado por la compleja estructura institucional del Vaticano, la resistencia de los sectores más conservadores del clero y la indiferencia o desconcierto de buena parte de la base laical.

Los temas que Francisco intentó colocar en el centro del debate eclesial no eran nuevos, pero sí urgentes: el cuestionamiento al clericalismo y al modelo de poder jerárquico tradicional, la necesidad de revisar ciertos dogmas a la luz de los signos de los tiempos, la crítica a un ritualismo vacío desconectado de la vida real, y, sobre todo, el llamado a retomar el mensaje original de Jesús de Nazaret como proyecto liberador y transformador.

Estas cuestiones han sido planteadas, en distintas formas, desde hace décadas —incluso siglos—, pero los sínodos y concilios no han logrado darles una respuesta a la altura de su importancia. Francisco quiso abordarlas de manera frontal, consciente de las tensiones que ello implicaba. No obstante, su propuesta reformista se encontró con un aparato eclesial profundamente aferrado a sus tradiciones, que percibió sus intenciones como amenazas más que como oportunidades. A esto se suma una comunidad de fieles laicos educada durante siglos en una religiosidad pasiva, centrada en el cumplimiento y la obediencia, más que en la reflexión y la participación activa.

En este contexto, los esfuerzos del papa Francisco por abrir espacios de diálogo y renovación terminaron siendo, en muchos casos, simbólicos más que estructurales. De hecho, su proyecto puede evocarse con la imagen evangélica de “poner un remiendo nuevo en un vestido viejo”: una metáfora que ilustra la dificultad —y tal vez la imposibilidad— de reformar una institución sin cuestionar de raíz sus fundamentos.

El fallecimiento del papa, por tanto, no cierra un ciclo, sino que pone en evidencia las tensiones no resueltas que atraviesan a la Iglesia. En los próximos meses, la atención estará puesta en el perfil del sucesor y en la orientación que asumirá el nuevo pontificado. ¿Se consolidará una línea de continuidad reformista, aunque moderada, o se optará por una restauración conservadora que cierre las puertas a los debates abiertos?

Más allá de las respuestas inmediatas, lo cierto es que la Iglesia Católica se encuentra en un momento trascendental, no solo por lo que ocurre en su interior, sino también por su papel en un mundo atravesado por crisis sociales, éticas y ecológicas. La figura de Francisco, con sus luces y sombras, ha dejado una huella: la de haber intentado, al menos, remover las aguas estancadas de una institución que necesita con urgencia repensarse. El futuro dirá si ese intento fue sólo un paréntesis, o el comienzo de un cambio más profundo.

Faustino Castaño, miembro de Cristianos de Base de Gijón y del Foro Gaspar García Laviana

Ha muerto el Papa, comunicado de Redes Cristianas


Como una tormenta de verano, la noticia ha irrumpido en nuestras vidas: rápida, inesperada, conmovedora. “Ha muerto el Papa” —se repite en el bar, en el autobús, en la calle.

Las redes sociales, los correos, los grupos de WhatsApp bullen con la misma frase, como si el mundo entero hubiera contenido la respiración.

Desde Redes Cristianas, nos unimos a esa conmoción con un corazón sentido y, al mismo tiempo, agradecido. Tristes por la pérdida de una figura profundamente humana; gozosos por la esperanza que sembró en medio de esta Iglesia y este mundo fragmentado.

Ha partido un hombre que, sin dejar de ser frágil y limitado, supo abrir rendijas importantes en los muros de la Iglesia. Un hombre que no se proclamó dueño de la verdad, sino peregrino en la búsqueda; que cambió el trono por la silla del encuentro; que prefirió los gestos al boato; que abrazó a los descartados como si abrazara al mismo Cristo.

Francisco —como eligió llamarse, en un guiño profético al poverello de Asís— deja tras de sí una estela de palabras y signos profundamente evangélicos. Nos regaló textos memorables que marcarán un antes y un después en el pensamiento eclesial y social.

En Evangelii Gaudium nos llamó a una Iglesia “en salida”, que no tenga miedo de ensuciarse en las periferias. Con Laudato Si’ elevó la ecología a categoría espiritual, denunciando con fuerza profética el modelo económico que devasta la tierra y descarta a los pobres. En Fratelli Tutti puso sobre la mesa la fraternidad universal como camino de paz frente a los muros del odio y del nacionalismo. Y con Amoris Laetitia se atrevió a mirar con ternura la complejidad de las relaciones humanas, proponiendo una moral del acompañamiento, más que del juicio.

Francisco no lo cambió todo. No pudo, o no quiso. Su acercamiento a las mujeres en la Iglesia fue tímido, y muchas reformas estructurales quedaron pendientes. Pero sembró preguntas, removió conciencias, reabrió caminos.

Sus silencios frente a ciertas tensiones internas despertaron incomprensiones. Pero también fue firme frente a los abusos, implacable con el clericalismo, y valiente al afrontar una reforma de la Curia que otros solo soñaron.

Nos queda su estilo pastoral, cercano, directo, profundamente humano. Y nos queda su testimonio de vida: un pastor que no se retiró del mundo, sino que lo abrazó; que no impuso, sino que propuso; que no condenó, sino que acogió.

Hoy, desde Redes Cristianas, sentimos su partida, con el alma llena de agradecimiento y esperanza.

Sabemos que su pontificado será evaluado con el tiempo, con la serenidad que permite ver los frutos más allá de las apariencias. Pero hoy, simplemente, damos gracias a Dios por su vida, por su palabra, por su coraje evangélico.

Y, como él tantas veces dijo, oramos: «Recen por mí».