FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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martes, 12 de marzo de 2013

Le llaman democracia, pero… Pedro Serrano

Enviado a la página web de Redes Cristianas
¿Se puede llamar democracia a un sistema político que permite que la jefatura del Estado esté representada por una monarquía hereditaria colmada de privilegios e inmunidades que le son negados al resto de los ciudadanos?
¿Se puede llamar democracia a un sistema político donde la ley Electoral permite las listas cerradas que dan lugar a que no sean los ciudadanos quienes elijan a los más aptos, sino a que sean los partidos políticos quienes impongan, según sus intereses particulares, a nuestros cada vez más cuestionados representantes?
¿Se puede llamar democracia a un sistema político, en un Estado aconfesional, que sustenta, salvaguarda y colma de privilegios económicos, culturales e ideológicos a una poderosa y antidemocrática Iglesia católica?
¿Se puede llamar democracia a un sistema político en el que la participación de los ciudadanos consiste, básicamente, en votar cada cuatro años para otorgar el poder, casi ilimitado, al partido ganador -o ganadores si pactan- y convertir así la legislatura en una caricatura democrática?
¿Se puede llamar democracia a un sistema político en el que no es real la separación de poderes; donde las instituciones muestran graves síntomas de parcialidad, sumisión y connivencia con el partido en el poder; donde el poder político está supeditado al poder económico?
Valladolid

Comunicado de la Comisión Permanente del Foro de Curas de Bizkaia: “Compartimos con José Antonio Pagola su alegría por esta resolución definitiva favorable”

Denuncia “el sufrimiento y los sinsabores injustamente padecidos por el teólogo”
Ante la resolución definitiva favorable a José Antonio Pagola por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre su libro “Jesús. Aproximación histórica”, la Comisión Permanente del Foro de Curas de Bizkaia quiere manifestar lo siguiente:
1.- Compartimos con José Antonio Pagola su alegría por esta resolución definitiva favorable, le expresamos nuestra satisfacción porque se ha evidenciado lo inconsistente de las denuncias presentadas y le agradecemos el inestimable servicio que nos ha prestado en el conocimiento del misterio de Dios entregado en Jesús. Muchos de nosotros, leyendo su libro, no sólo hemos conocido mejor a Jesús, al contextualizar debidamente lo que Él dijo e hizo en su tiempo, sino que, sobre todo, nos hemos sentido más estimulados para seguirle en nuestros días.
2.- La alegría compartida no nos hace olvidar el sufrimiento y los sinsabores injustamente padecidos por Jose Antonio Pagola a lo largo de todo el tiempo que ha durado este contencioso. Somos muchos los que creemos que el dolor se habría evitado si se hubiera activado una lectura presidida por la “empatía crítica”: “empatía” para leerle y entenderle desde el acento y metodología que siempre ha querido resaltar y poner en juego. Y “crítica” para valorar su aportación, una vez leído y comprendido desde sí mismo, propiciando de esta manera el progreso de la investigación teológica.
3.- No dudamos de la buena voluntad de quienes han levantado su voz en contra de la ortodoxia de este libro. Tampoco cuestionamos su legitimidad para pedir un dictamen a quienes tienen la responsabilidad ministerial de autentificar las aportaciones teológicas. Sin embargo, no podemos obviar algo que, al parecer, no siempre ha sido tenido en cuenta por los denunciantes y por quienes les han prestado atención (incluidos algunos obispos): que si es legítimo aproximarse al misterio de Dios manifestado en Jesús con el auxilio de la exégesis canónica (sin descuidar las aportaciones fundadas de la investigación histórica), también lo es acercarse a dicho misterio con la ayuda del método histórico-crítico (sin descuidar la fe en el Resucitado). Tan legítima es una aproximación como la otra. Y, se opte por la que se opte, las dos son, además de legítimas, necesarias.
4.- Queremos recordar, de manera particular, que a lo largo de estos últimos años hemos asistido a la publicación de dos aportaciones en las que se muestran la legitimidad y necesidad de estas maneras complementarias de acercarse al misterio de Dios revelado en Jesús: la del papa emérito Benedicto XVI (más atenta a la exégesis canónica) y la de Jose Antonio Pagola (más sensible a la investigación histórico-crítica). Ambas aproximaciones expresan magníficamente la pluralidad que anida en la entraña misma del misterio de Dios entregado en Jesús y se complementan en la singularidad que subrayan.
5.- Cuando no se tienen debidamente presentes estas diferentes y complementarias maneras de acercarse y hablar del misterio de Dios revelado en Jesús se corre un alto riesgo de entender lo que es una legítima aproximación al mismo como la única correcta, apropiándose, indebida y erróneamente, de la patente de ortodoxia.
6.- Esperamos y deseamos que lo vivido y padecido en esta ocasión propicie -como pedía Benedicto XVI para su cristología- lecturas más “simpáticas” (sin aparcar la ineludible y necesaria crítica teológica) y que haga más cautos no solo a quienes denuncian, sino también a quienes (como es el caso de algunos obispos) dan crédito a dichas imputaciones ocasionando un sufrimiento innecesario.

Elección de nuevo papa: no nos hagamos ilusiones Faustino Vilabrille

Enviado a la página web de Redes Cristianas
Estos días vemos abundantes escritos de personas describiendo el perfil del Papa que desearían: comprometido con los pobres, con la justicia, con la democracia en la Iglesia, con la reforma en profundidad del Vaticano y de la misma Iglesia, con la incorporación más plena de los seglares en la misma, la incorporación de las mujeres en SU estructura jerárquica, etc. Nos parecen muy bien esos buenos deseos y ojalá surgiese un Papa que caminase decididamente en esa dirección.
Pero no nos hagamos ilusiones. La Iglesia lleva muchos siglos encaramada en la estructura piramidal verticalista de poder que hoy ostenta, en connivencia, en formas y en fondo, con muchos poderes de este mundo, con planteamientos absolutistas de intransigencia doctrinal y disciplinaria, y esto no solo desde la Curia Vaticana, sino también desde la práctica de la gran mayoría de Cardenales y Obispos, conferencias Episcopales, e incluso de no pocos clérigos y otras instituciones eclesiásticas y religiosas.
Hasta estos mismos días tenemos algún cura asturiano haciendo ridículamente quinielas sobre el posible papable, incluso si sale elegido su preferido ir a celebrarlo a Roma, y lo dice en la TV autonómica sin el menor rubor. Hasta ahí hemos llegado. Por eso seguirán existiendo los fastos, los contactos con los ricos y poderosos de este mundo, con los mitos mediáticos del neoliberalismo. Seguirán los capisayos papales, cardenalicios y episcopales. Cada Cardenal que entra al Conclave lleva sobre su cuerpo, entre ropas, anillos, cruces, etc. el equivalente a unos 6000 €. ¿Por qué hay que hacer al papable zapatos rojos de piel de ternero neonato, con entronque en las tradiciones de los emperadores de Bizancio? ¿Por qué atuendos de piel de armiño? ¿Podemos imaginarnos a Jesucristo de esta guisa?
La cosa es mucho más seria que todas estas superficialidades de las modas de la sociedad de consumo. Si el Concilio Vaticano II, con todos los Obispos del mundo presentes, dio formulación a una serie de Documentos muy importantes pero luego la estructura de la cúpula vaticana de la Iglesia de Roma dio al traste con la mayoría de las directrices allí trazadas y hemos no solo olvidado la mayor parte de ellas, sino que hemos retornado, en aspectos muy importantes, a planteamientos claramente preconciliares, no es de esperar que un Papa sea capaz por si solo, con mucha buena voluntad que tenga, de remover la estructura de una maquinaria tan grande y pesada para alcanzar los cambios tan profundos, de todo orden, que la Iglesia necesita y muchos anhelados, para estar a la altura y en coherencia con los graves problemas, necesidades y aspiraciones que tiene el mundo actual, y así ser para todos y para todo Buena Noticia, como lo fue Jesús de Nazaret.
Tenemos, pues, que seguir luchando por Jesucristo y su Mensaje, que es tanto como luchar por la justicia, la igualdad entre todos los hombres y mujeres de este mundo y también al interior de la estructura de la Iglesia; luchar por el amor, la fraternidad, el compromiso con los empobrecidos y hambrientos de este mundo, los encarcelados, los desnudos; luchar por el sentido auténtico de la vida de las personas y de toda la creación; luchar por la libertad de opción en todo momento, de cualquier estado de vida de todo aquello que Jesús dejó como opción libre del hombre; luchar por el descubrimiento de la dimensión transcendente de la vida de todo ser humano, incluida también la vida de los animales, los peces, las aves, las plantas, etc., pues Dios creó a todos y a todo para la plenitud definitiva y eterna.

Benedicto XVI, verdadero y principal responsable de todo lo que se le quiere liberar Juan José Tamayo, teólogo

No puede desvincularse de los escándalos de corrupción, abusos sexuales, pederastia, autoritarismo, falta de democracia, mal gobierno, discriminación de las mujeres, persecución de los teólogos y las teólogas…
Por mor de su dimisión, Benedicto XVI ha pasado, de la noche a la mañana, de ser uno de los más criticados de los últimos papas dentro y fuera de la Iglesia, de ser acusado de inquisidor de la fe y considerado el látigo intelectual de la modernidad, a convertirse en un respetado y venerable anciano que decide renunciar al pontificado por falta de fuerzas y cuyo pasado se olvida, se pone entre paréntesis, se oculta o se disculpa.
A partir del 12 de febrero, día en que anunció su renuncia, las críticas hacia su persona y sus actuaciones se han tornado elogios, y los análisis objetivos de su pontificado se han convertido en ditirambos (“alabanza entusiasta y exagerada de algo o alguien”, María Moliner, Diccionario de uso del español).
La dimisión ha tenido un efecto balsámico y autorredentor. Lo que no deja de ser llamativo tratándose de una persona que está a punto de cumplir 86 años y ha ejercido el poder durante más de siete lustros en puestos de máxima responsabilidad en la cúpula de la Iglesia católica: cinco años como arzobispo de Múnich, una de las diócesis más importantes de Alemania, 23 años como presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y casi ocho años de Papa. Lo único que parece quedar de su pasado es el gesto ciertamente inusual, y quizá ejemplar, de la dimisión, que no se había producido en el catolicismo desde hacía seis siglos.
Se pretende eximir a Benedicto XVI de toda responsabilidad en los errores, escándalos, deslealtades, corrupción, abusos sexuales, pederastia, autoritarismo, falta de democracia, irregularidades económicas, robo de documentos, mal gobierno, discriminación de las mujeres y persecución de los teólogos y las teólogas, cuando es el verdadero y principal responsable. Las culpas tienden a cargarse sobre sus más inmediatos colaboradores y sobre Juan Pablo II. Se olvida que, durante buena parte del pontificador anterior, el cardenal Ratzinger fue su ideólogo, su mentor, su brazo derecho y el autor o inspirador de buena parte de los documentos más conservadores de aquel pontificado. Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger eran almas gemelas en plena sintonía, en perfecto entendimiento, sin desacuerdos, con un reparto consensuado de papeles.
Se ha dicho que los colaboradores de Benedicto XVI en el gobierno de la Iglesia, el secretario de Estado, el administrador, el director del Instituto para las Obras de la Iglesia (Banco Vaticano) y otros, han actuado a sus espaldas, le han traicionado, le han sido desleales. Pero se olvida que fue él quien los nombró, en un gesto de plena responsabilidad, entre las personas de su confianza y quien los ha mantenido en sus puestos hasta el último momento.
Se ha desvinculado a Benedicto XVI de las intrigas vaticanas y de las luchas por el poder, incluso se le ha presentado como víctima de las mismas. Pero se olvida que ha sido él, por acción u omisión, quien ha fomentado dichas intrigas y luchas, ha podido atizarlas o, al menos, ser cómplice de las mismas por no detenerlas a tiempo. En apenas dos semanas, desde que anunció su dimisión hasta que se hizo realidad, ha adoptado más decisiones y medidas correctivas sobre la Curia que durante los ocho años de gobierno. ¿Por qué no las tomó antes?
Se le ha presentado como prisionero de la Curia romana que, se dice, le ha puesto todo tipo de zancadillas y le ha impedido llevar a cabo los cambios que deseaba. Pero se olvida que, lejos de ser prisionero, lo que hizo fue, en continuidad con Juan Pablo II, cerrar las puertas y las ventanas del Vaticano a cal y canto a los aires de la modernidad y de la liberación. Puertas y ventanas que Juan XXIII abrió de par en par. Lo propio es que antes de dimitir hubiera hecho público el documento que saca a la luz los escándalos de todo tipo en el Vaticano elaborado, a petición suya, por tres cardenales. Los cardenales que van a elegir al nuevo Papa han pedido conocerlo y su petición no ha sido atendida.
Se ha elogiado su firmeza en la solución de los problemas de la pederastia y en el retiro de Marcial Maciel a la vida privada y a la oración, y se ha contrapuesta dicha actitud a la permisividad o, al menos, la inacción de Juan Pablo II y a la complicidad y encubrimiento de algunos de sus colaboradores, como el cardenal Sodano. Y ciertamente, responsabilidad, y muy grave, en los casos de pederastia tienen el Papa polaco y su secretario de Estado. Pero no debe diluirse la del cardenal Ratzinger, sino que ha de compartirla ex equo con los otros responsables.
Siendo arzobispo de Múnich, una de las archidócesis más importantes de Alemania, según informaciones aparecidas en los medios de comunicación, se limitó a cambiar de lugar a algún sacerdote que había cometido abusos sexuales contra los niños, en vez de sancionarlo canónicamente y poner el caso en manos de la justicia. Siendo máximo y todopoderoso responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, silenció, archivó y ocultó los casos de pederastia que llegaban a la Congregación e incluso aprobó un decreto que imponía silencio tanto a las víctimas como los culpables bajo sanciones canónicas muy severas si hablaban en público, para que no cundiera el escándalo. Algo parecido hizo con las reiteradas denuncias que le llegaban sobre el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel
Se ha recordado el cambio de actitud de Benedicto XVI en relación con el uso del condón en situaciones excepcionales en una conversación con el periodista alemán Peter Seewald, publicada como libro bajo el título el libro La Luz del mundo, donde todas son cautelas. Pero se olvida el escándalo mundial que produjeron sus declaraciones en África contra el uso del condón afirmando que lejos de evitar el SIDA, lo extendía más, hasta el punto de ser acusado de atentar contra la vida y de ser declarado persona non grata por algún parlamento nacional.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones en la Universidad Carlos III de Madrid. Autor de ‘Otra teología es posible’ (Herder) e ‘Invitación a la utopía’ (Trotta). Es, además, secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII