FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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sábado, 4 de enero de 2014

La ley Galardón un anteproyecto injustificable


Lo primero que hay que decir del anteproyecto de ley del aborto es que parte de una visión de la mujer como un ser necesitado de tutela, ayuda y asesoramiento, como una persona voluble y vulnerable, incapaz de decidir sobre el desarrollo de su personalidad y sobre la maternidad.
Esta conclusión es fácil de alcanzar tras la primera lectura de un anteproyecto que, caso de aprobarse, nos devolverá a un régimen de interrupción voluntaria del embarazo anterior a la legislación de 1985.
El anteproyecto pretende derogar la ley de plazos instaurada en 2010 y volver a un sistema de indicaciones. Uno u otro sistema los hallamos en derecho comparado, pero lo importante no es tanto el sistema, como la medida en que se garantiza el derecho de la mujer a auto determinarse, a desarrollar su personalidad, su integridad física, intimidad, salud reproductiva y salud sexual y el modo en que se ponderan dichos derechos con la vida del no nacido como bien constitucionalmente protegido, aunque no titular del derecho a la vida, como dijera ya el TC en su STC 53/85.
La LO 2/2010 fijaba un sistema de plazos en que se partía de la tutela del bien jurídico de la vida del no nacido en el momento inicial de la gestación se articulaba a través de la voluntad de la mujer, y no contra ella, de forma que la decisión de interrumpir el embarazo era una decisión libre, sin interferencia de terceros en las 14 primeras semanas de gestación. (art.14 LO 2/10).
La LO 2/2010 recogía el espíritu de la doctrina constitucional norteamericana (Sentencia Roe v. Wade de 22 de enero de 1973), en la que se consideraba el derecho de las mujeres embarazadas a abortar como un derecho constitucional, (14ª Enmienda) aunque los poderes públicos pueden restringir este derecho. De esta forma, el TS de USA dividió el embarazo en tres períodos de tres meses cada uno. En los primeros tres meses la mujer tiene derecho a abortar libremente, tras obtener el visto bueno médico. En los segundos tres meses los Estados pueden reglar la cuestión, permitiendo abortar en caso de riesgo para la salud de la madre y sólo en el último trimestre, momento de viabilidad del feto, adquiere relevancia la potestad Estatal de protección de la vida humana potencial, prohibiéndose todo aborto, salvo riesgo vital para la gestante.
Las líneas maestras de la reforma parten de la vuelta a un sistema de indicaciones, lo cuál supone la supresión de la idea de que la interrupción voluntaria del embarazo es un derecho de la mujer a auto determinar su cuerpo y su futuro durante las primeras 14 semanas de gestación. Ahora la interrupción voluntaria del embarazo se concibe, en general, como un delito, y sólo en los casos indicados por la ley no se castiga.
Se ha dicho enfáticamente que el anteproyecto es el primero que suprime el castigo a la mujer por el aborto, sin embargo, como es evidente del redactado del texto que examinamos, le impone castigos aún peores que la pena.
En efecto, el anteproyecto, haciéndose eco de las demandas de los sectores más ultra católicos y radicales de la sociedad, suprime la indicación eugenésica, que se da cuando el feto presenta riesgo de graves anomalías o bien una enfermedad extremadamente grave e incurable en el momento del diagnóstico; lo cual supone obligar a la mujer y al otro progenitor/a a aceptar vivir en situación excepcional de permanente asistencia a un hijo/a con graves taras físicas o psíquicas, sin suficientes prestaciones sociales y con la angustia de la suerte que pueda aguardarle si les sobrevive. El legislador protege la vida del no nacido a costa de la vida de los padres y sin arbitrar medida económica alguna en la propia ley o mejorar el sistema de dependencia, en lo que podíamos definir como “caridad punitiva con la vida de los demás” e imposición de un modelo moral a costa de los derechos ajenos.
El tratamiento de la eugenesia por el anteproyecto es particularmente cínico, pues supone no sólo la supresión de la indicación, sino la penalización del aborto por motivos eugenésicos. Ello comporta una utilización desmesurada y desproporcionada del derecho penal, aunque sea sólo para castigar al médico que practica el aborto.
El anteproyecto regula un anacrónico sistema de indicaciones, es decir, de supuestos en que excepcionalmente el aborto no es un delito. Dentro de dichas indicaciones se mantiene la terapéutica, es decir cuando la vida o salud física o psíquica de la mujer corre peligro, pero incluso este supuesto se la limita en exceso, puesto que obliga a la mujer soportar los menoscabos no permanentes o poco duraderos en su salud, aunque sean intensos o graves, ya que los mismos no se consideran peligro para la salud física o psíquica suficientes para justificar el aborto, conforme define el propio anteproyecto el concepto de “riesgo grave para la salud”.
Por otro lado, destaca la ausencia de indicación social, es decir cuando exista una grave situación socioeconómica de la mujer. Los embarazos no deseados afectan especialmente a las mujeres con pocos recursos, en situación de exclusión social y con pocas perspectivas de futuro, por lo que en tales casos la maternidad viene a agravar la situación de penuria preexistente y truncan toda posibilidad de progreso social de la mujer. No poder decidir en las primeras semanas de gestación libremente sobre la interrupción de ese embarazo no deseado es tanto como convertir a esas mujeres en meros instrumentos de maternidad con el coste psíquico y físico que ello comporta y todo en aras de satisfacer las exigencias de una concepción religiosa o moral de la vida que no tiene por qué compartir ni la afectada ni el resto de la sociedad.
Son principalmente países de tradición católica los que ni contemplan sistema de plazos ni contemplan la indicación social, como Polonia, Irlanda o Vaticano; a los que ahora parece que España se unirá con el anteproyecto.
La regulación del consentimiento de la mujer menor de edad o incapaz para la realización del aborto es particularmente victimizador y estigmatizante por las siguientes razones:
1) somete a la menor con un problema grave como el embarazo no deseado a un proceso contencioso en el que ha de afrontar a sus padres, al fiscal, e incluso al padre del embarazo no deseado.
2) porque no existe una contienda entre partes, por lo que mejor sería, por su menor formalismo y mayor agilidad, someterlo a un procedimiento de jurisdicción voluntaria.
En definitiva, al trauma del embarazo no deseado el legislador añade el trauma del proceso, parece que con la velada intención de que baste la oposición de uno de los padres para que el sistema invite encarecidamente a la menor a que desista de interrumpir su embarazo y así “quede todo en familia”, de lo contrario se arriesga a un proceso contencioso donde habrá de revelar su problema a varias personas ajenas a su núcleo familiar: juez, fiscal, forense, secretario, abogados, padre del embarazo…
En el caso de las mujeres mayores de edad, la información y asesoramiento que la ley prevé que se les preste antes de la interrupción voluntaria del embarazo va claramente dirigida a su estigmatización, culpabilización e intento de hacerlas desistir de su decisión, como se evidencia cuando se obliga a informarles de que la vida es un bien jurídico, ofreciéndoles más formal que realmente, alternativas a la interrupción voluntaria, acogiéndose ayudas que no precisa ni cuantifica económicamente o acudiendo a la guarda administrativa, acogimiento o adopción.
Así mismo se contempla una retórica actuación directa de la administración con una “intervención especializada”, cuando las prestaciones no sean suficientes, por lo que se evidencia que el propio legislador confía poco en las ayudas sociales que la Administración vaya a proporcionar a estas mujeres.
En fin, la diversidad de centros y establecimientos que prestan la información y asesoramiento a la mujer respecto de los que practican la interrupción voluntaria supone un innecesario peregrinaje de la mujer, que si es menor de edad se verá dolorosamente agravado por el proceso judicial al que se la somete para verificar la validez de su consentimiento.
Todo ello, junto a la denegación de interrupción voluntaria por el sistema público de salud fuera de los casos restringidos previstos en las indicaciones, provocará un incremento de los abortos clandestinos y del turismo abortista, en un retroceso inasumible para las mujeres españolas.
En conclusión, lo mejor que puede hacerse con este anteproyecto es retirarlo, puesto que su aprobación supondrá para las mujeres la asunción de situaciones de riesgo, la denigración y deterioro de su dignidad y la obligación de sufrir la merma de sus derechos a consecuencia de concepciones morales ajenas, no compartidas e impuestas por un legislador que emplea las leyes para satisfacer al clero en contra de las mujeres.
Carlos Hugo Preciado Domènech es magistrado y profesor asociado de la URV

Revelaciones sobre el recate del Vaticano

Ni dios ni el diablo. Lo que impulsó al Papa a cambiar las cosas en el Banco del Vaticano (IOR) fue la irresistible presión del Deutsche Bank, actuando en yunta con los yanquis del JP Morgan. Ambos jugaron un rol clave para imponer una suerte de intervención sobre el mentado IOR, envuelto en los crímenes más diversos y no sólo financieros. El dato acaba de ser revelado por el diario más importante del capital financiero, el Financial Times.
El informe de marras, divulgado días antes de las fiestas, puso de relieve que los banqueros alemanes dejaron prácticamente fuera de juego al IOR en enero pasado, al suspender servicios de asistencia financiera que provocaron de hecho una interrupción de sus operaciones. Una medida sin precedentes, que provocó un “shock” en el Vaticano al punto de paralizar toda su operatoria económica, según puntualiza el medio inglés. Y algo más, si se tiene en cuenta la renuncia de Ratzinger y la operación de emergencia que llevó a Bergoglio a la jefatura de la Iglesia.
No había pasado un mes del flamante reinado de Francesco, cuando en abril fue eyectado de su puesto el presidente del “Banco de Dios” -Ettore Gotti Tedeschi-, en medio de un escándalo sobre las disputas por el manejo delictivo de la institución por parte de los clanes rivales del alto clero italiano. Se ve que la mano del Deutsche Bank se había movido con rapidez: al frente del IOR fue colocado un poderoso aristócrata y banquero… alemán, Ernest Von Freyberg.
La alusión del Financial Times al papel protagónico que tuvo en este tumultuoso proceso el JP Morgan tiene su interés, porque el episcopado norteamericano fue uno de los grandes electores de don Francisco. No sólo esto: para el llamado saneamiento de las finanzas vaticanas fueron convocadas poderosas consultoras financieras… norteamericanas: la auditoría Ernst and Young y el Promotory Financial Group. Ahora, sobre el final de diciembre, se anunció que se integra al pelotón de banqueros “controladores” otra de las mayores consultoras del planeta: la KPMG.
Lo que plantea todo esto es que la gran banca, capitaneada por el Deutsche Bank, se abocó a una verdadera operación de “bail out” (rescate, en inglés) del Vaticano, en línea con el panorama de crisis que recorre de conjunto al capitalismo mundial. Sin demasiadas vueltas, los banqueros teutones plantearon que, frente a las reestructuraciones bancarias que se vienen en la vieja Europa, la puesta en caja del IOR era impostergable. El Vaticano y sus negocios son parte de la bancarrota general.
Los hombres de la banca ya han cerrado centenares de cuentas del IOR, sospechosas por sus vínculos con el lavado de dinero, la mafia y el narcotráfico. Por supuesto, en todo esto se guarda el “secreto” profesional y se aseguran los negocios que corresponden. Banqueros y hombres de sotana saben que los trapos sucios se lavan en casa.
La operación de rescate del Vaticano operó sobre el filo de la navaja. La descomposición en la cúpula de la Iglesia había llegado a tal punto que, como recuerda un suplemento especial de La Nación de este 22 de diciembre, “la Iglesia se encaminaba al suicidio”, tornando imprescindible la novedad de un “reformador”. Bergoglio, el Deutsche Bank y el JP Morgan abordaron, entonces, un rescate impostergable. Al modo inglés, la revista Time, que designó a Bergoglio “el hombre del año”, sintetizó: “Sin cambiar la letra, logró cambiar la música”. Gatopardismo, dicen los italianos, como recordamos alguna nota en estas páginas.
Los “bail out” de la gran banca no han logrado sacar al capitalismo del marasmo. Tampoco el del Vaticano sacará a la Iglesia de su pantano histórico, que es, asimismo, el del capital. Días atrás, una de las órdenes más reaccionarias de la Iglesia, el Opus Dei, llamó a darle todo el apoyo a Francisco. Poco antes lo había hecho otra orden del mismo tenor, Comunidad y Liberación. Así estamos con el Papa “revolucionario”.
(especial para ARGENPRESS.info

El funesto imperio de las corporaciones multilaterales


Los buenos deseos de un año feliz son rituales. No pasan de ser simples deseos, pues no consiguen cambiar el curso del mundo donde los superpoderosos siguen su estrategia de dominación global. Sobre esto necesitamos pensar y hasta rezar, pues las consecuencias económicas, sociales, culturales, espirituales y para el futuro de la especie y de la naturaleza pueden ser nefastas.
Muchos como J. Stiglitz y P. Krugman esperaban que el legado de la crisis de 2008 sería un gran debate sobre qué tipo de sociedad queremos construir. Se equivocaron de medio a medio. La discusión no se dio. Al contrario, la lógica que provocó la crisis ha sido retomada con más furor. Richard Wilkinson, uno de los mayores especialistas sobre el tema desigualdad, estuvo más atento y dijo hace ya tiempo en una entrevista al periódico Die Zeit de Alemania: “la pregunta fundamental es ésta: ¿queremos o no queremos realmente vivir según el principio de que el más fuerte se apropia de casi todo y el más débil se queda atrás?
Los super-ricos y super-poderosos decidieron que quieren vivir según el principio darwinista del más fuerte, y que los mas débiles se aguanten. Pero comenta Wilkinson: «creo que todos tenemos necesidad de mayor cooperación y reciprocidad, pues la personas desean una mayor igualdad social». Este deseo es negado intencionadamente por esos epulones.
Por lo general, la lógica capitalista es feroz: una empresa se come a otra (eufemísticamente se dice que se fusionaron). Cuando se llega a un punto en que sólo quedan algunas grandes, cambian de lógica: en vez de guerrear, hacen entre sí una alianza de lobos y se comportan mutuamente como corderos. Así articuladas detentan más poder, acumulan con más seguridad para sí y para sus accionistas, sin tener en cuenta para nada el bien de la sociedad.
La influencia política y económica que ejercen sobre los gobiernos, la mayoría de ellos mucho más débiles que ellas, es extremadamente coercitiva, interfiriendo en el precio de las commodities, en la reducción de las inversiones sociales, en la salud, educación, transporte y seguridad. Los miles de personas que ocupan las calles en el mundo y en Brasil intuyeron esa dominación de un nuevo tipo de imperio, cuyo lema es: «la avaricia es buena» (greed is good) y «devoremos lo que podamos devorar».
Hay excelentes estudios sobre la dominación del mundo por parte de las grandes corporaciones multilaterales. Es conocido el de David Korten Cuando las corporaciones rigen el mundo (When the Corporations rule the World) . Pero hacía falta un estudio de síntesis, y éste ha sido realizado por la Escuela Politécnica Federal Suiza (ETH), en Zurich, en 2011, que se cuenta entre los más respetados centros de investigación, compitiendo con el MIT. El documento ha implicado a grandes nombres, es corto, no más de 10 páginas, y otras 26 sobre su metodología, para mostrar la total transparencia de los resultados. Ha sido resumido por el Prof. de economía de la PUC-SP Ladislau Dowbor en su página web (http://dowbor.org). Nos basamos en él.
De entre los 30 millones de corporaciones existentes, el ETH seleccionó 43 mil para estudiar mejor su lógica de funcionamiento. El esquema simplificado se articula así: hay un pequeño núcleo financiero central que tiene dos lados: de un lado están las corporaciones que componen el núcleo y del otro, aquellas que son controladas por él. Tal articulación crea una red de control corporativo global. Ese pequeño núcleo (core) constituye una super-entidad (super entity). De él emanan los controles en red, lo que facilita la reducción de los costos, la protección de los riesgos, el aumento de la confianza y, lo que es principal, la definición de las líneas de la economía global que deben ser fortalecidas y dónde.
Ese pequeño núcleo, fundamentalmente de grandes bancos, detenta la mayor parte de las participaciones en las otras corporaciones. La cúpula controla el 80% de toda la red de corporaciones. Son apenas 737 actores, presentes en 147 grandes empresas. Ahí están el Deutsche Bank, el J.P. Morgan Chase, el UBS, el Santander, el Goldman Sachs, el BNP Paribas (entre otros muchos). Al final menos del 1% de las empresas controla el 40% de toda red.
Este dato nos permite entender ahora la indignación de los Occupies y de otros que acusan al 1% de las empresas de hacer lo que quieren con los recursos procedentes del sudor del 99% de la población. Ellos no trabajan ni producen nada. Solamente hacen más dinero con el dinero lanzado en el mercado de la especulación.
Fue esta absurda voracidad de acumular ilimitadamente la que gestó la crisis sistémica de 2008. Esta lógica profundiza cada vez más la desigualdad y hace más difícil la salida de la crisis. ¿Cuánto de inhumanidad aguanta el estómago de los pueblos? Todo tiene su límite y la economía no lo es todo. Pero ahora nos es dado ver las entrañas del monstruo. Como dice Dowbor: «La verdad es que hemos ignorado al elefante que está en el centro de la sala». Está rompiendo todo, los cristales, la vajilla y pisoteando a las personas. ¿Pero hasta cuándo? El sentido ético mundial nos asegura que una sociedad no puede subsistir por mucho tiempo asentada sobre la sobreexplotación, la mentira y la antivida