Ariel Valdés, teólogo
Comunidad eclesial de base San Felipe y Santiago
PAGINA OFICIAL DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Aula Social don Bosco
Comunidad eclesial de base San Felipe y Santiago
Redes Cristianas
Estamos amenazados de regresión. Su excusa es sentirse amenazados por el comunismo, por el pasado del “movimiento nacional de liberación” y por la ruptura de España. Pero ese pretexto esconde el propósito de reformar la Constitución para adaptarla, sin disimulo, a los principios del Movimiento Nacional franquista (por si no fuese notorio que ése es justamente el espíritu de quienes interpretan su texto desde la magistratura). Eso, o reinstaurarlos como establishment…
Desde que tomé conciencia de lo que es la sociedad española organizada políticamente, cuando yo ya no podía solucionar mi vida fuera de este país, he maldecido para mis adentros pertenecer a ella. Han sido y siguen siendo demasiadas las taras que observo en la colectividad dominante (por otro lado sin evolucionar), como para que una persona medianamente lúcida no las sufra material o moralmente, o de ambas formas…
Cuando los países europeos, aun perteneciendo a un sistema político de mercado radicalmente injusto, evolucionan a golpe de historia y de grandes guerras que les han producido efectos catárticos, España, su lastre, sus rémoras, han impedido que apenas evolucione y se resisten a entrar en el milenio que vivimos. España, siempre en manos más o menos de los mismos (a los que, por interés material y por comodidad ideológica y psicológica, se van uniendo buena parte de ex dirigentes ahora septuagenarios que han ido desvirtuando su ideología progresista hasta renegar de los principios del socialismo), no ha experimentado esa catarsis; una catarsis que, desde su guerra civil, y precisamente por ser intestina, debiera haberse producido a lo largo de estos últimos 80 años, casi un siglo. Pero es que no sólo no ha pasado por la catarsis (la depuración del espíritu; en este caso colectivo), es que los responsables políticos en su mayoría descendientes de los vencedores de dicha guerra, desde el tránsito de la dictadura a una democracia tutelada y pergeñada por sus mayores, no han hecho otra cosa que menospreciar a los descendientes de los perdedores de la misma y vilipendiar la memoria de sus ascendientes, represaliados una vez terminada la guerra.
Pero no les basta. Ahora, cada día que pasa, con actitudes cada vez más chulescas y desafiantes, se muestran agresivamente resueltos a no ceder ni un sólo palmo en su posición privilegiada económica, social e ideológica heredada del franquismo, ante más de la mitad de la población española. Y cuando ese talante belicoso propio del fascismo y sus variantes hace acto de presencia en una sociedad, no hay obstáculos para él. Su determinación a cualquier precio de adueñarse del poder a pesar de que virtualmente ya es su virtual poseedor del judicial y del militar, es tan manifiesta como ahora sabemos que fue la de Hitler en sucesivas elecciones, para luego convertirse en lo que fue.
En estas condiciones y vista la deriva de los acontecimientos, todo hace temer que el ánimo enardecido, enloquecido, de militares retirados y ex políticos septuagenarios de los dos partidos políticos que se han alternado en la gobernanza durante cuarenta años dispuestos a que España no avance, acabe influyendo lo bastante en el ánimo de los representantes de mediana edad en activo homologados a ellos, como para conseguir que a corto plazo España vuelva a regirse por los principios de la ideología franquista. Ni siquiera van a detenerse ante el hecho de que el Estado español pertenece orgánicamente a la Unión Europea: lo que supondría que España sería expulsada de la Unión; algo que, por otra parte, la chusma va diciendo en sus mítines que es lo que desea…
Redes Cristianas
Este tiempo prenavideño debiera serlo para la preparación a la venida del Mesías (adventus, venida) para centrarnos en el Misterio que supone que todo un Dios se haga de condición frágil como la nuestra, sin ostentar poder ni rango alguno excepto la fuerza del amor. Pero, ¿qué debemos hacer de especial en este tiempo? Escuchar. Se trata de hacer sitio a la Palabra mediante una especial actitud de escucha para una mejor evangelización cada uno en su entorno.
Sobre la principal misión que tenemos, es decir, evangelizar, José Antonio Pagola recuerda que no es accidental que en el Evangelio hable en primer lugar de la curación de los enfermos antes que de la predicación del Reino de Dios. Curación en forma de convivencia más justa y solidaria; sanación de las relaciones haciéndolas más fraternas; curación de las patologías religiosas poniendo la religión al servicio del ser humano; cura de la culpabilidad ofreciendo el perdón gratuito de Dios; cura de la relación entre varones y mujeres restaurando la igualdad; liberación del miedo a la muerte desde la confianza en Dios…
El Adviento es tiempo de esperanza, pero también de escucha que nos abra al compromiso, más aun cuando el coronavirus nos ha destrozado la existencia y está poniendo a prueba los verdaderos resortes de nuestra fe. Sin embargo, esta época del año estamos lastrados por el consumismo más materialista, apoyados confortablemente en el bombardeo por tierra, mar y aire de la publicidad para gastar y comprarlo todo.
En este año, el Aviento litúrgico está inseparablemente unido al adviento de los miles de refugiados que vienen a nosotros y sus hermanos que somos nosotros, no les recibimos. Mansamente nos vamos olvidando del drama que tenemos ahí, en la puerta de una Europa que ha echado sus valores solidarios por la borda renunciando a visualizar los tres millones de sirios retenido en Turquía, o los sursaharianos retenidos a conveniencia de Marruecos, previo pago de la Unión Europea para que no sigan su camino hacia el cogollo europeo tan encastillado en su egoísmo.
No podemos ningunear el Adviento pasando sin pena ni gloria por encima de estas cuatro semanas para plantarnos ante las llamadas fiestas navideñas cada vez más centradas en el gran gasto al dios Mamón mientras nos centramos en la liturgia navideña. Necesitamos abrirnos a la escucha.
Si la Navidad ha perdido su significado, el Adviento todavía más al quedarnos con el oropel del envoltorio en lugar de centrarnos en la experiencia. Teresa de Calcuta lo expresó muy bien cuando dijo que es Navidad cada vez que sonrío a mi hermano y le ofrezco mi mano. Desde este enfoque, abiertos a lo que nos pide Dios hoy y aquí, es desde donde debemos trabajar el Adviento, unido siempre a la experiencia pascual de Cristo resucitado. La sociedad de consumo nos quiere borrar del corazón que los regalos más importantes no se pueden comprar con dinero. Y el más grande de todos, es el gran regalo de Dios dándonos a su propio Hijo. Cada nuevo Aviento navideño supone un signo de confianza de Dios en el ser humano, a pesar de nuestras contradicciones y de una fe contagiada de materialismo pagano.
Nos encantan los fastos incluidos los litúrgicos, pero lo que nos demanda este tiempo de preparación pascual en plena crisis es centrarnos en el meollo del problema, que no es otro que arreglar nuestro interior para recibir a Jesús con la actitud que tuvo María, abierta y a la escucha, agradecidos por este inmenso regalo que debemos anunciar a otros con el amor como ejemplo; esto exige esfuerzo. Como recordaba el teólogo y poeta Ángelus Silesius: “Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón…” la liturgia será un signo más bien vacío, añado yo.
José A. Pagola
Es curioso cómo presenta el cuarto evangelio la figura del Bautista. Es un «hombre», sin más calificativos ni precisiones. Nada se nos dice de su origen o condición social. Él mismo sabe que no es importante. No es el Mesías, no es Elías, ni siquiera es el Profeta que todos están esperando. Solo se ve a sí mismo como «la voz que grita en el desierto: Allanad el camino al Señor». Sin embargo, Dios lo envía como «testigo de la luz», capaz de despertar la fe de todos. Una persona que puede contagiar luz y vida. ¿Qué es ser testigo de la luz?
El testigo es como Juan. No se da importancia. No busca ser original ni llamar la atención. No trata de impactar a nadie. Sencillamente vive su vida de manera convencida. Se le ve que Dios ilumina su vida. Lo irradia en su manera de vivir y de creer.
El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz. Vive algo inconfundible. Comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia «algo». No enseña doctrina religiosa, pero invita a creer. La vida del testigo atrae y despierta interés. No culpabiliza a nadie. No condena. Contagia confianza en Dios, libera de miedos. Abre siempre caminos. Es como el Bautista, «allana el camino al Señor».
El testigo se siente débil y limitado. Muchas veces comprueba que su fe no encuentra apoyo ni eco social. Incluso se ve rodeado de indiferencia o rechazo. Pero el testigo de Dios no juzga a nadie. No ve a los demás como adversarios que hay que combatir o convencer: Dios sabe cómo encontrarse con cada uno de sus hijos e hijas.
Se dice que el mundo actual se está convirtiendo en un «desierto», pero el testigo nos revela que algo sabe de Dios y del amor, algo sabe de la «fuente» y de cómo se calma la sed de felicidad que hay en el ser humano. La vida está llena de pequeños testigos. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos solo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el amor. Ellos nos «allanan el camino» hacia Dios. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia.