FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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jueves, 3 de junio de 2021

El Derecho y yo

 Redes Cristianas

Jaime Richart , Jurista y antropólogo

Nunca, pese a que he ejercido la abogacía durante años, he hecho de un artículo un alegato en los términos del árido, espeso y enrevesado lenguaje jurídico para contestar a tantos desafueros y prevaricación cometidos, a mi entender, por magistrados de altos tribunales a lo largo de los cuarenta y tres años de este ambiguo sistema político. Siempre he procurado englobar el sentido de mi denuncia en el contexto de la moral pública y del entendimiento del cabrero, y de otras disciplinas formales: sociología y antropología. Siempre tuve presente que, para el profano, la jerga jurídica es plomiza, y en ese terreno he procurado ser escueto.

Como ahora lo soy al recordar que, mientras el Tribunal Supremo español se acaba de “desmelenar” en el informe solicitado por el gobierno con una saña furibunda contra el indulto proyectado por el gobierno para los condenados políticos del procès, en su día se mostró favorable a indultar a Tejero por el golpe de estado frustrado cometido, pese a no estar arrepentido y no existir “razones de justicia”. “¡Manda güevos!”, como diría Trillo…

Lo cierto es que si hasta ahora me he negado a responder a tantos argumentos técnicos de patente insensatez, aunque estuviesen estéticamente bien construidos, ha sido porque veía detrás de los juzgadores la figura de quienes desde su poder decisivo, el del magistrado camuflado entre los varios que configuran un tribunal, se aferran al pensamiento sin evolucionar y justiciero del pasado dictatorial. Mentalidades muy alejadas de la mía que manejan el Derecho como les place y no tengo más remedio que aguantar, y con ellas este ordenamiento jurídico español; del mismo modo que hube de soportar a ambos durante toda la dictadura. Quizá en mis artículos, haya podido hacer alguna alusión breve estrictamente jurídica o latinajo a propósito de una situación dada, generalmente escandalosa, pero la cosa no ha pasado de ahí.

Quienes se dedican a la praxis jurídica o a la docencia del Derecho en las universidades, cuyo talante y sensibilidad estén muy lejos del talante y de la sensibilidad de los jueces y magistrados predominantes en un sistema político que parece rendido a un poder máximo -el judicial- pues al final todo la política de envergadura, todo cambio proyectado, terminan bajo su casi omnímoda voluntad, ya se encargan ellos del análisis y crítica certeros que técnicamente merecen muchas de sus sentencias… Las resoluciones de los altos tribunales, y principalmente el Constitucional y el Supremo, según a qué y a quienes afecten, nos resultan casi ordinariamente injustas por arbitrarias, bien por exceso o por defecto. En medio de la turbulencia de una sofisticada lógica sobresalen usualmente patrones de interpretación decantados por una ideología: la franquista.

Cuando nos hallamos ante la “cosa juzgada”, es decir, una sentencia firme y definitiva no apelable, salvo ahora, puesto que ahora España sometida al orden internacional ante los tribunales internacionales, siempre hay dos o tres juristas de gran predicamento y epidermis inusual por estos lares que se encargan de situar el epicentro de un asunto de calado en la epiqueya (la interpretación de la ley conforme a su espíritu y no a su literalidad). Juristas que argumentan de manera implícita, desde el iusnaturalismo y el ius cogens, ése que hace referencia a normas de Derecho imperativo. Me refiero a acreditados estudiosos que, con diplomacia y técnica, denuncian la arbitrariedad y la interpretación sesgada y prejuiciosa más fruto de la mentalidad involucionista que sigue subyaciendo en el ordenamiento jurídico español, que de la amplitud de miras que demandan los tiempos que vivimos. Interpretación cuyo fundamento puede a menudo encontrarse en cualquier rincón de la Constitución o de una ley orgánica.

Pues en materia de justicia, el fallo depende mucho más de la “voluntad” y mentalidad del juzgador que de la letra de la ley. Basta a menudo traer al primer plano el ius natural y/o el ius cogens. El ius cogens es ése que no admite ni la exclusión ni la alteración de su contenido de la norma, de tal modo que cualquier acto que sea contrario al mismo será declarado nulo (son las únicas normas que tienen una jerarquía superior a las otras). Pues bien, de la evidente mala fe que se filtra de bastantes magistrados estrella, se encargan esos estudiosos, entre los que destaca por encima de todos el profesor de derecho Constitucional de la universidad de Sevilla, Javier Pérez Royo.

Por lo dicho, no entro en los aspectos técnicos jurídicos de los asuntos judiciales cuyas sentencias me/nos resultan escandalosos. No me motivan. No tengo humor para contra-razonar, nunca, cuando advierto en el interlocutor que tiene una “sensibilidad” opuesta a la mía. A mi juicio no hay nada qué hacer mientras la “mentalidad” de los jueces de postín que en España están al frente material de los destinos del país.. sigan ahí.

Tanto a priori como a posteriori, todo en dirección contraria o tangencial será inútil. Pues, como he dicho tantas veces desde hace casi un siglo, no hay comunicación posible cuando no es la sensibilidad lo que puentea el pretendido entendimiento entre dos. Las palabras son traicioneras. La mayoría de las abstractas son equívocas, polisémicas, anfibológicas. En torno a ellas se han escrito y se escriben ríos de tinta sencillamente por atribuirles significados absolutamente diferentes. Por lo que si una parte usa un palabra con una acepción y la otra con otra, no hay posibilidad de acuerdo. Estoy pensando ahora, por ejemplo, en el concepto de “unidad”, político pero también filosófico.

Para un tribunal superior español de este tiempo, la unidad política sólo existe y sólo es posible si hay un poder central y es además híper centralista, de manera exacerbada. Y eso sólo se entiende así para superar el “orden político” de los reinos de Taifa, para evitar la forma de estado republicana y el estado federal, que es en lo que el dictador empeñó su vida. Pero estamos en el siglo XXI y, para millones de personas y de ciudadanos, también existe “unidad”, por ejemplo, si la sociedad se vertebra en estado federal… Pero para esa casta enjuiciadora todo lo que no sea el modelo de la “una, grande y libre” es hablar del demonio. Como lo era en tiempos de Franco.

Por eso no forcejeo en la dialéctica jurídica con seres primitivos. Por eso digo que siendo mis puntos de partida absolutamente divergentes de las resoluciones que a menudo ponen en pie a segmentos de la población o a poblaciones prácticamente enteras, así como a intelectuales y escritores (¿dónde están, por cierto?), no me molesto en razonar mi oposición. Porque son divergentes, no ya por la vía técnica acerca de la que, como acabo de decir, se ocupan otros juristas que están en la brecha, sino porque me es manifiesta una voluntad juzgadora viciada no sólo por la falta de epiqueya mencionada, sino también viciada por una falta absoluta de interés de los magistrados españoles por adaptar las normas a la realidad tal como la contemplan los magistrados de los Altos Tribunales europeos y especialmente el de Estrasburgo de los Derechos Humanos.

Partir hoy día de algo que no esté en línea con los derechos humanos, universales, es estrellarse contra la razón. Pues bien, a los altos tribunales españoles les trae esto sin cuidado. Y, por otra parte, siendo así que la razón por definición no es prolija, miles de folios componen los miles de legajos instruidos por los tribunales españoles, la prueba rotunda de su disparatar, de su rebuscamiento de un remedo de razón justo a través de la sinrazón… (a este respecto he de decir que en el ejercicio de la abogacía nunca empleé más de cuatro folios de los que al menos uno era formulario).

En todo caso, es cierto que la casuística nos presenta hechos y actos cuya comisión primero y su enjuiciamiento después, son sofisticados y exigen una minuciosa tarea de intelección (a esa clase de asuntos pertenecen los delitos económicos y tributarios, y también los relativos a herencias). Incluso la materia del derecho de gentes. Pero téngase la certeza de que la justicia no se imparte con argumentos prolijos, cosa de los tiempos barrocos de la dictadura, y que las Constituciones han de tener una redacción sencilla, al alcance de cualquier entendimiento. Y la española es un cúmulo de tecnicismos que encubren la voluntad espúrea del juzgador a la que constantemente hago referencia, como también encubrieron en su día los redactores de la Constitución su intención de sustraer la comprensión de alguno de los títulos del texto, a la ciudadanía en general. Y sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos y especialmente los de más resonancia pública, el derecho natural, tan próximo a la política, está tácitamente sobrevolando sobre ellos. Y en el derecho territorial, los argumentos del juzgador deben acoplarse mucho más cerca a la voluntad “política” de un pueblo manifestada de distintas maneras, que de moldes abstractos e ininteligibles por vía natural.

Pero al mismo tiempo, lejos de los que predeterminan el fallo una mentalidad totalitaria o dictatorial. Pues, un tribunal superior anulará después ese fallo, poniendo en evidencia que obedeció a una voluntad ideológica: en este caso a la franquista envuelta en viruta de prolijidad interpretativa.

Para terminar, el asunto catalán -el procès-, el referéndum solicitado al central por los gobiernos sucesivos catalanes (solicitud que nunca fue respondida), el posterior simulacro de referéndum celebrado en octubre de 2017 en Cataluña decidido por el Govern catalán, el encarcelamiento miserable de varios gobernantes catalanes, el indulto proyectado por el actual gobierno del estado español y la respuesta actual del Tribunal Supremo español a la consulta del gobierno… todo son luctuosos acontecimientos provocados por una primaria e involucionista mentalidad de la mayoría de los magistrados que componen los tribunales, tanto el constitucional como el supremo. Mentalidad que, desde el comienzo de la semifarsa democrática, desprenden el hedor de la mentalidad franquista que sigue gobernando virtualmente casi medio siglo después de fenecido el dictador. Por eso nunca me he molestado en expresar mi opinión técnico- jurídica acerca de una reata de sentencias impregnadas de criterios e intelección que, a mi juicio, no merecían ni merecen otra cosa que el mayor desprecio jurídico, político, antropológico, moral y filosófico…

LA ECUACIÓN QUE ESCRIBIÓ DIOS


col sampedro

 

El pais, 16 MAY 2021 - 05:30 CEST

 

 columpio renoir
'El columpio', de Renoir (1876).

Comparto con Renoir la fascinación por la luz filtrada entre los árboles, y admiro el talento y esfuerzo que dedicó a capturarla en su célebre Bal du moulin de la Galette, un fiestón celebrado en 1876 en un merendero de Montmartre que ahora nos daría envidia a todas las generaciones pandémicas. Como en La balançoire, otro cuadro de ese mismo año, la luz aparece proyectada sobre la gente y sobre el suelo como una salpicadura de círculos de claridad sobre un fondo de sombra ambigua. Cada uno de esos círculos es el Sol. Tuve la suerte de percibirlo durante la primera fase de un eclipse, cuando cada circulito de luz mostraba un mordisco en su flanco derecho, la sombra de la luna que se iba interponiendo entre nosotros y nuestra estrella. Siempre da gusto que las cosas encajen, pero ¿en qué sentido eso ayuda a entenderlas?

Dejemos pasar el eclipse, sentémonos debajo del árbol y miremos a su copa. Grandes ramas que se bifurcan en ramas menores que se dividen en ramitas, todas con la misma geometría, de modo que te da igual mirar al árbol entero que al último de sus brotes, porque siempre tiene la misma forma. Ese tipo de estructuras autosemejantes, o fractales, son comunes en la biología, porque se generan mediante un algoritmo repetitivo de crecimiento y generación de patrones que es inmensamente económico en información. Con repetir lo mismo 40 veces has hecho un árbol con cuatro genes. Parece la obra de un ingeniero muy hábil, y lo es, así que ¿da eso sentido a nuestra vida? No, porque el ingeniero se llama evolución, y genera diseños sin necesidad de un diseñador. Por más que avance, la biología es una improbable fuente de trascendencia. Para la evolución biológica, un ser humano no tiene más propósito que un árbol o que un virus. Creced y multiplicaos.

Pero la madre de todas las ciencias, la física, tiene aspiraciones más ambiciosas, casi teológicas. Es curioso, porque es esta ciencia la que, desde tiempos de Copérnico, nos ha expulsado del paraíso con saña y perseverancia. Ni la Tierra es el centro del Sistema Solar, ni el Sistema Solar es todo cuanto existe, ni la Vía Láctea tiene nada de especial en este cosmos abrumadoramente grande y preñado de galaxias como la nuestra. En el último siglo y medio, mientras los creacionistas se empeñaban en refutar a Darwin, la física les estaba lanzando los verdaderos torpedos en la línea de flotación. Si el mundo no ha sido creado para nosotros, las religiones se diluyen en este cosmos inabarcable donde pierde fuelle el negocio de la malversación de almas y el tráfico de vidas eternas.

Entre los físicos actuales, los más platónicos son seguramente los teóricos de cuerdas.

Pero el caso es que los físicos teóricos han vuelto a la arena teológica. Es lógico, puesto que su área de conocimiento está invadiendo el territorio tradicional de la clerigalla. ¿Por qué hay algo en lugar de nada? ¿Por qué el universo es comprensible? ¿Tenía Dios alguna opción al crear el mundo? Las dos últimas preguntas, por cierto, son de Einstein, que no creía en el Dios de los teólogos, pero sí en el de Spinoza: el que se revela en la armonía de todo lo que existe. Esta es la única religión de los científicos, la que sostiene que el mundo alberga regularidades ocultas, pautas simples y elegantes bajo su apariencia incognoscible. Los científicos estudian la naturaleza porque están convencidos de que hay algo que entender ahí abajo, en su lógica profunda. Una idea que podría suscribir Platón.

Entre los físicos actuales, los más platónicos son seguramente los teóricos de cuerdas. Proponen que los componentes básicos de la materia no son puntos, sino cuerdas que pueden vibrar a distintas frecuencias. Cada forma de vibración es una partícula elemental, como un quark o un electrón. Uno de los teóricos de cuerdas más destacados, Michio Kaku, lo describe con una metáfora: “Las leyes de la física se reducen a las armonías de esas cuerdas; la química son las melodías que se pueden tocar sobre ellas; el universo es una sinfonía, y la mente de Dios es música cósmica que resuena por el espaciotiempo”. Ese vuelve a ser el Dios de Einstein y Spinoza, el que se revela en la armonía de todas las cosas. El Dios de los científicos.

La teoría de cuerdas tiene críticas serias dentro de la ciencia. Todo el mundo admite que es una arquitectura matemática asombrosa y autoconsistente, pero ahora mismo no se puede someter a prueba, y por tanto es más una filosofía que una ciencia. Pero dos generaciones de físicos brillantes le han dedicado su vida, y están seguros de que les puede conducir a la unificación final que abarque toda la física, la ecuación que escribió el Dios de Spinoza para crear el mundo. Es toda la teología que nos queda.

NORMAN PÉREZ, EL JOVEN DE LA MOCHILA QUE CAMINABA CON LOS POBRES

RELIGIÓN DIGITAL

col jesus herrero

Norman Pérez Bello nació en Sogamoso (Colombia) el 29 de junio de 1967, tierra de dioses chibchas, hijo de la tierra, el maíz y el agua, guerrero por naturaleza. Cristiano y revolucionario por convicción.

Hizo sus primeros estudios y su bachillerato en establecimientos públicos. Se graduó de bachiller en el Instituto Integrado Joaquín González Camargo, de Sogamoso, en el año 1986.

Desde sus años de bachillerato manifestó una tendencia a la acción social y política. Primero se hizo parte de la asociación Estudiantil Sogamoseña (ASES). Luego se integró al movimiento juvenil Kigwe-Yacta (Tierra de Hermanos), cuya sede fue allanada y Norman con otro compañero fueron detenidos.

Norman se destacó por su espíritu de servicio y solidaridad. Familiares y amigos recuerdan como en esos tiempos, lideró a sus compañeros para que bloquearan la calle y le exigieran al alcalde que la arreglara, porque se inundaba cada vez que llovía. También ante la catástrofe de Armero organizó una campaña de solidaridad para enviar ropa y alimentos a los sobrevivientes.

En junio del 1988 ingresó a la Universidad Nacional a estudiar Psicología, al tiempo que trabajaba para sostenerse. Al final del 1989 se vinculó al trabajo pastoral de la parroquia San Bernandino, en el Barrio José Galán de Bosa. En esos años vivió en el barrio José Antonio Galán de Bosa. Allí, junto con los Misioneros Claretianos formaron una comunidad eclesial de base, de la cual él era el coordinador. Este compromiso cristiano lo mantuvo hasta el final de su vida.

Desde enero de 1990 vivió en Bosa, junto con otros compañeros, dedicado a estudiar Ciencias Sociales en la Universidad Distrital y animar diferentes grupos de pastoral.

En esa época el país terminaba con éxito un proceso de paz con el M19, pero también lamentaba el asesinato de varios dirigentes sociales y políticos. En 1991 se había hecho la Constitución y la esperanza se apoderaba de todos entre la muerte y las ilusiones. Es en ese contexto donde tiempo después, iban a asesinar a Norman Pérez, el líder juvenil de la mochila y de las comunidades eclesiales de base, el sensible hombre que caminaba con los pobres.

El 5 de junio de 1992 participó en la Asamblea Regional de las Comunidades Eclesiales de Base. Allí fue elegido para hacer parte de la delegación de Bogotá a la Asamblea Nacional que se celebraría al final del mismo mes en Cali. Este compromiso lo llenó de ilusión.

No alcanzó a participar en ese Encuentro porque el 10 de junio, hacia las 4 de la tarde, cuatro balas asesinas acabaron con su vida en la ciudad de Bogotá.

Al día siguiente se divulgó la noticia. Los habitantes de Bosa acudieron masivamente a una Eucaristía que se celebró en el templo parroquial. Sus familiares lo trasladaron esa misma noche a Sogamoso. Esto no fue obstáculo para que sus numerosos amigos fueran a acompañarlo con cantos y oraciones hasta su última morada. Así demostraron el inmenso cariño que le tenían. Sus familiares quedaron admirados al ver que el corto camino recorrido por Norman caló tan hondo, dejando a su paso una huella de amor, fraternidad y compromiso con la sociedad.

Norman fue una víctima más de la locura terrorista del Estado colombiano, que cometió el la represión y el exterminio de miles de compatriotas, sólo porque no eran parte de los partidos tradicionales y querían buscar nuevos caminos con justicia, paz y dignidad.

Lo más probable es que el asesinato de Norman no quepa dentro de los cánones normales que usa la Iglesia para calificar a alguien como mártir o santo. Sin embargo, en la Conferencia de Medellín (1968), se dice que: “América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada, cuando poblaciones enteras faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda promoción cultural y de participación en la vida social y política, violándose así sus derechos fundamentales… Allí donde encuentran injustas desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales, hay un rechazo del don de la paz del Señor, más aún, un rechazo del Señor mismo”.

Y en la Conferencia de Puebla (1979) se señala que: “Caminamos seguros de que el Señor sabrá convertir tanto dolor, sangre y muertes, que en el camino de la historia van dejando nuestros pueblos y nuestra Iglesia. Los últimos años han sido duros y violentos en América Latina. Esperamos que el Señor los convierta en semillas de resurrección”.

Es evidente que, para la Iglesia Latinoamericana, luchar contra un estado de cosas injustas es luchar por el Reino de Dios que Jesús anunció y practicó. Y eso es lo que hizo Norman Pérez, un santo del Pueblo.

 

EN LOS MONASTERIOS, EL SILENCIO Y LA ORACIÓN NOS HACEN VER QUE LO IMPORTANTE EN LA VIDA NO ES QUEDAR CENTRADO EN UN MISMO

RELIGIÓN DIGITAL

col bausset

Cada año la Iglesia dedica el domingo de la Santísima Trinidad, el llamado día Pro orantibus, a dar a conocer la vida contemplativa, un carisma muy desconocido en las comunidades cristianas y a orar por los monjes y por las monjas.

Lo que es más propio de la vida contemplativa es la oración. Por eso los monjes y las monjas evangelizamos nuestro mundo, más con lo que “somos” que con lo que “hacemos”. La vida contemplativa, en el silencio y la plegaria, está llamada hoy, como ayer y como siempre, a convertirse en testigo de la gratuidad del amor de Dios por medio de la belleza de la vida fraterna, la oración y la alegría de sentirnos acompañados por el Señor. Porque es Jesús mismo quien hace camino con nosotros, para abrir nuevas sendas de esperanza y de paz, en medio de tantos miedos y tantas desesperanzas e incluso de tantas desesperaciones.

Cabe recordar que en la audiencia general, el pasado 5 de este mes, el papa Francisco hablaba de “la dimensión contemplativa del ser humano”, ya que esta dimensión es como la “sal” de la vida, por el hecho que da sabor y gusto a nuestros días. En sus palabras, el papa recordaba la primera carta pastoral del cardenal Carlo Mª Martini, donde el que fue arzobispo de Milán, hablaba de la dimensión contemplativa en estos términos: “Contemplar no es en primer lugar una manera de hacer sino de ser”.

El papa Francisco nos recordaba que “ser contemplativo no depende de los ojos sino del corazón. Y aquí entra en juego la oración”, fundamental en la vida monástica (y en todos los cristianos), “como un soplo de nuestra relación con Dios”. Y es que “la oración purifica el corazón y, con él, también ilumina la mirada”, por el hecho que “la luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón”.

Como decía el papa, “hay una gran llamada en el Evangelio, y es la de seguir a Jesús en el camino del amor. Eso es el vértice, es el centro de todo”. Y por eso, “en este sentido, caridad y contemplación son sinónimos, dicen lo mismo” (Religión Digital, 6 de mayo de 2021). Estas palabras del papa Francisco están en la línea del lema de este año para esta Jornada Pro orantibus: “La vida contemplativa: cerca de Dios y del dolor del mundo”. Y es que la vida contemplativa nos hace amar a los demás sirviéndoles, mientras estamos cerca de los que más sufren.

Como nos recuerdan los obispos españoles con motivo de esta jornada Pro orantibus, este 2021 “no es un año cualquiera”, ya que “estamos atravesando una situación global que ha trastocado fuertemente nuestras vidas”, debido a la pandemia de la Covid-19 que estamos sufriendo desde hace más de un año. Cabe recordar, como dicen los obispos en esta jornada, que “la vida contemplativa sufre cuando el mundo sufre, porque su apartarse del mundo para buscar a Dios, es una de las formas más bellas de acercarse a él a través de Él”.

Si el mundo, en este año largo de pandemia que llevamos, ha sufrido mucho “y ha gritado su dolor de mil maneras”, este grito “recorre nuestra sociedad y atraviesa también los muros de los monasterios y conventos, donde hombres y mujeres del Espíritu elevan al Señor de la vida su himno y su plegaria”. Por eso los monjes y las monjas, como dicen los obispos, “en lo escondido de su corazón, donde están a solas con el Amigo, se unen a todos los seres humanos, especialmente, a los que están heridos, y desde ese lugar de encuentro sagrado, aprenden y enseñan a llamar a todos, amigos”.

La vida contemplativa manifiesta el misterio de comunión del Dios Trinitario, que es “un misterio de cercanía entrañable con el ser humano sufriente”. Por eso los monjes y las monjas hemos de encarnar en nuestras vidas el ejemplo del buen samaritano, que sensible al sufrimiento se hizo cargo del hombre herido y maltrecho.

Como dice la hermana Mª Pilar Avellaneda, del monasterio de las Huelgas de Burgos, “un corazón orante no vive de teorías y retóricas, sino que pisa la realidad que vivimos y sabe libar la miel en lo cotidiano de la vida, para darla a gustar a los demás”. Por eso y más con esta pandemia, “los cenobios de vida contemplativa hemos sido despertados del sueño de la inercia, de la rutina cotidiana, y hemos compartido con todos los hombres, el ser impactados por los acontecimientos de la emergencia sanitaria”. Y por eso la solicitud de los monjes y de las monjas por estar al lado dels qui sofreixen.

Como me comentaba en un mail, con gran sabiduría, la hermana Blanca López, del monasterio cisterciense de Carrizo de la Ribera, en nuestra vida “Dios se acerca casi de puntillas, sin nada pedir, sin osar ser oído, con total gratuidad. Nosotros lo oímos, lo escuchamos y su susurro nos toca el alma como una brisa mañanera que invita a caminar más de prisa, más conscientes de la belleza del camino”. Y por eso en la vida contemplativa “percibimos su presencia fraterna y cercana como una mano que está pronta a sostenerte, animarte o aplaudirte”. Como una mano que está siempre a punto para ayudar a los más necesitados.

También el P. Isidoro Mª Anguita, abad del monasterio de Santa María de Huerta, ha dicho que “la vida contemplativa busca la soledad para un encuentro místico con Dios, del que no puede quedar ajeno su obra creadora”. Y por eso mismo, “una vida contemplativa que no es sensible a la humanidad, no es contemplativa”. De aquí que el abad Anguita nos recuerde las palabras de un padre del monaquismo, Evagrio Póntico, cuando decía: “Monje es aquel que se aparta de todos y que está unido a todos”. Eso quiere decir que los monjes y las monjas no nos podemos aislar ni alejar del sufrimiento de nuestro mundo, ni mirarlo con indiferencia, sino que hemos de ser sensibles a los hermanos que más sufren.

En los monasterios, el silencio y la oración nos hacen ver que lo importante en la vida no es quedar centrado en un mismo, sino que, como ha dicho el papa Francisco, lo más importante es salir de nosotros mismos para acompañar y animar a los que sufren. Lo más importante es compartir el pan del altar, pero también el pan de la desesperanza y de las lágrimas del dolor que comen tantos y tantos hermanos nuestros. Y por eso, lejos de quedar centrados (y encerrados) en nosotros mismos, lejos de quedar aislados, los monjes y las monjas hemos de entrar en comunión con todos los que sufren. Además, como vocación de servicio, la vida contemplativa nos hace entrar en comunión con el misterio Trinitario de Dios, expresión de unidad y de diversidad y en el misterio de cada persona, acogiéndola, escuchándola, animándola y amándola.

Como ha dicho el P. Josep Mª Soler, abad de Montserrat, dirigiéndose a los monjes y a las monjas, “es esencial que os abráis a la Palabra del Evangelio, para que transforme cada día más vuestras vidas, a través de la oración, el acompañamiento espiritual y el servicio a los hermanos”. Aquí está la raíz de nuestro testimonio: una vida de fraternidad y de comunión, de oración y de servicio atento y diligente, para acoger a los hermanos de comunidad y a todos los que se acercan a los monasterios buscando un espacio de paz y de contacto con Dios.

Así lo hacen las cartujas de Benifassà y las cistercienses de Villamayor, Burgos y Carrizo, las capuchinas de València, las agustinas de San Mateu, las carmelitas descalzas de Puçol y Tarragona, las dominicas de Xàtiva y Paterna, los cartujos de Portacoeli, Miraflores y Montealegre, las clarisas de Gandia y Vila-real, las benedictinas de San Benet, la Fuensanta, León, Oviedo y Santiago, los cistercienses de Poblet, Cardeña, Viaceli y Dueñas, las agustinas descalzas de Benigànim, los benedictinos de Silos, Montserrat, Leyre y Lazkao y las oblatas de Cristo Sacerdote de Montcada.

Como decía el 6 de abril de 2019 (día de su ordenación episcopal) el obispo auxiliar de Bilbao, Joseba Segura, “más que nuevas ideas, lo que el mundo nos pide es que vivamos la verdad de lo que creemos” y este es el reto que los contemplativos asumimos y que hemos de hacer realidad.

Los contemplativos hemos de acoger con fidelidad las palabras que el papa Francisco dirigió a los participantes en la 50ª Semana de la Vida Religiosas. El papa nos animaba a no tener miedo a las fronteras y a las periferias, porqué es allí donde “el Espíritu os ha de hablar”, ya que cuando la vida consagrada pierde “esta dimensión de diálogo con la realidad y de reflexión sobre lo que sucede, comienza a hacerse estéril”.

Domingo 6 de Junio Cuerpo y Sangre de Cristo Marcelino Chanpagnat, fundador (1840)

 KOINONIA


Situada entre dos mares, con sus dos puertos, la ciudad de Corinto era el centro más importante del archipiélago griego, encrucijada de culturas y razas, a mitad de camino entre Oriente y Occidente. (No deje de verla, a vista de satélite y a vista de pie de calle, desde su ordenador/computador, o desde su móvil, a través de Google Maps o Google Earth. Vea también el actual Canal de Corinto que une esos dos mares... Vea el centro de la ciudad por la que Pablo y la comunidad de Corinto caminaron en su tiempo; aquí: https://tinyurl.com/yxk3gmbs ) IR A LA PÁGINA

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo – B (Marcos 14,12-16.22-26)

 José Antonio Pagola

HACER MEMORIA DE JESÚS

Jesús crea un clima especial en la cena de despedida que comparte con los suyos la víspera de su ejecución. Sabe que es la última. Ya no volverá a sentarse a la mesa con ellos hasta la fiesta final junto al Padre. Quiere dejar bien grabado en su recuerdo lo que ha sido siempre su vida: pasión por Dios y entrega total a todos.

Esa noche lo vive todo con tal intensidad que, al repartirles el pan y distribuirles el vino, les viene a decir estas palabras memorables: «Así soy yo. Os doy mi vida entera. Mirad: este pan es mi cuerpo roto por vosotros; este vino es mi sangre derramada por todos. No me olvidéis nunca. Haced esto en memoria mía. Recordadme así: totalmente entregado a vosotros. Esto alimentará vuestras vidas».

Para Jesús es el momento de la verdad. En esa cena se reafirma en su decisión de ir hasta el final en su fidelidad al proyecto de Dios. Seguirá siempre del lado de los débiles, morirá enfrentándose a quienes desean otra religión y otro Dios olvidado del sufrimiento de la gente. Dará su vida sin pensar en sí mismo. Confía en el Padre. Lo dejará todo en sus manos.

Celebrar la eucaristía es hacer memoria de este Jesús, grabando dentro de nosotros cómo vivió él hasta el final. Reafirmarnos en nuestra opción por vivir siguiendo sus pasos. Tomar en nuestras manos nuestra vida para intentar vivirla hasta las últimas consecuencias.

Celebrar la eucaristía es, sobre todo, decir como él: «Esta vida mía no la quiero guardar exclusivamente para mí. No la quiero acaparar solo para mi propio interés. Quiero pasar por esta tierra reproduciendo en mí algo de lo que él vivió. Sin encerrarme en mi egoísmo; contribuyendo desde mi entorno y mi pequeñez a hacer un mundo más humano».

Es fácil hacer de la eucaristía otra cosa muy distinta de lo que es. Basta con ir a misa a cumplir una obligación, olvidando lo que Jesús vivió en la última cena. Basta con comulgar pensando solo en nuestro bienestar interior. Basta con salir de la iglesia sin decidirnos nunca a vivir de manera más entregada.

LO IMPORTANTE NO ES UN JESÚS PRESENTE

FE ADULTA

col fraymarcos

Mc 14,12-26

No estamos celebrando el sacramento de nuestra fe, como dice la liturgia. Esta es la celebración que nos puede llevar más lejos en la comprensión de lo que fue Jesús. Es imposible meter en el espacio de una homilía la increíble amplitud de significados de este sacramento. A través de los siglos, se han potenciado algunos aspectos y se han minimizado otros. Hoy creo que debemos hacer una nueva valoración de todos ellos.

El primer aspecto que debemos revisar hoy es la presencia real. Quede bien claro, que no se trata de negar la presencia. Se trata de explicarla de manera que pueda ser entendida por el hombre de hoy. La creencia en una presencia física y materializada no ayuda, para nada, a entender el sacramento. Si durante siglos no se le dio mayor importancia a esa presencia, no puede ser el aspecto más importante.

La distorsión de la presencia fue el final de un proceso muy largo. Empezó por guardarse algo del pan consagrado para que pudiera participar de la eucaristía el que no había podido asistir. El paso siguiente fue el conservar siempre algo de pan (reserva) para poder ayudar a los que se encontraban en peligro de muerte. Más tarde se vio la necesidad de colocar las especies en recipiente y lugar más dignos. Terminó por ponerse en el centro de la iglesia para que fuera adorado. El convertirlo en objeto de devoción y piedad privada, alejó al pueblo del verdadero valor del sacramento.

Ayudó mucho a este desenfoque la traducción inadecuada de la palabra “cuerpo” de la antropología judía por nuestro cuerpo. Para la antropología judía del tiempo de Jesús cuerpo no era la carne, sino la persona (capacidad de relaciones con los demás). Pero es que la palabra swma griega, (que es la que usan los evangelios) también significa la persona entera. La traducción debía ser: esto es mi persona; esto soy yo. Pero bien entendido que “esto” no se refiere a la cosa pan, sino al pan partido y repartido.

También nos ha despistado el haber interpretado el capítulo 6 del evangelio de Juan como explicación de la eucaristía. Jesús dice: “Yo soy el pan de vida. Quien se acerca a mí nunca pasará hambre y quien me presta adhesión nunca pasará sed”. No deja la menor duda sobre qué significa comer ese pan. Cuando dice: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva”. Al que hace suya esa Vida, la muerte no le puede afectar. No hace referencia directa a la eucaristía, sino que nos indica en qué dirección debe ir la misma celebración de la eucaristía.

La eucaristía como sacrificio es otro aspecto que debemos colocar en su justo lugar. En primer lugar, el modelo judío de sacrificio no puede servir para indicar la actitud de Jesús para con Dios. Va en contra de la predicación y de la actuación de Jesús. El Dios de Jesús no necesita rescate alguno para desplegar su amor. Jesús mismo se desentendió del organigrama sacrificial del templo. “La muerte por todos” que aparece en alguno de los relatos, no tiene el sentido de sacrificio expiatorio. Su muerte no es sacrificio sino modelo de don total a los demás. La argumentación de S. Anselmo, es una estrategia jurídica, que nada tiene que ver con el Dios de Jesús que es amor.

El principal aspecto que debíamos recuperar es el de memoria. Para ello debemos acercarnos lo más posible a lo que pasó. Esta tarea no es nada fácil, porque ninguno de los relatos coincide en la redacción. Este dato sería suficiente para superar todo intento de considerar esas palabras como fórmula mágica. No sabemos si fue una cena pascual en sentido estricto. No tiene mayor importancia porque el centro de la cena de Jesús con sus discípulos no fue el cordero, sino el pan y el vino.

Aunque es importante saber lo que Jesús hizo, lo más importante es el sentido que él quiso dar a esos gestos y palabras. Jesús se desvinculó del sentido de la Pascua judía para dar otro sentido a la celebración. Al decir “esto soy yo”, está afirmando lo que él es como persona viva. Al decir “esto es mi sangre”, está tratando de manifestar lo que es como persona muerta, machacada, “matada”. En algunos relatos, los dos gestos están separados por el tiempo que duraba la misma cena. El reparto del pan se hacía al principio de la cena. La copa se repartía tres veces; y parece que la que Jesús aprovechó para hacer el signo fue la tercera, que se distribuía al final.

El otro aspecto que es urgente recuperar en toda su importancia es el de comida. Todos los textos hacen hincapié en el aspecto de celebración de la comunidad reunida. Compartir la mesa era, para ellos, compartir la vida, clave para entender el significado profundo de lo que celebramos. Pablo llega a decir que si hay división, entre los ricos y pobres, no es posible celebrar la eucaristía. Si se trata de un sacramento, no puede ser una cosa en sí, sino una acción y además, comunitaria. En aquella cena última se nos afirma que compartir el pan es identificarse con Jesús. Vivir en sintonía con él.

Beber el vino es, además, identificarse con su sangre. Los judíos, siempre que hablan de sangre, hacen referencia a la sangre derramada, es decir, a la muerte. Mientras la sangre no se separa de la carne es una sola cosa con ella; ambas soportan la vida. Este segundo gesto nos invita a aceptar a un Jesús, que no solo se dio durante su vida, sino que también su muerte fue el don definitivo de sí mismo.

Si se trata de una celebración comunitaria, la que celebra es la comunidad. El cura puede decir Misa, pero no habrá verdadera eucaristía si no hay dos o más reunidos en su nombre. En la última cena no hubo sacerdote. Jesús era un laico. Ni era sacerdote ni era levita. Era un seglar, que nunca quiso dejar de serlo. Durante los dos primeros siglos no se planteó el tema de los ministros consagrados. Curiosamente se planteó primero el tema de los diáconos, es decir, los que tenían que llevar a cabo la tarea de atender a los pobres que fue la primera consecuencia de celebrar bien la eucaristía.

Durante varios siglos, las eucaristías no se celebraron en el templo sino en las casas. Cualquier lugar es suficientemente digno si los que se reúnen, lo hacen en su nombre. Primero las casas y más tarde las catacumbas y los escondites donde se tenían que refugiar los cristianos, no eran menos dignas que la iglesia para celebrar la eucaristía.

Como sacramento, la Eucaristía consiste en la unión de un signo con la realidad significada. Repetimos el signo, es decir las palabras y los gestos que hizo Jesús. Lo significa­do es el amor-unidad que está siempre presente y no depende del signo. Repetimos el signo para descubrir la realidad significada y provocar la vivencia. El signo no es el pan como cosa, sino el gesto de partirlo y repartirlo. Los signos no son lo más importante, ni siquiera son originales de Jesús. Lo original es el significado que les dio.

LA SANGRE Y EL PAN Fiesta del Corpus Christi. Ciclo B

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FE ADULTA

Esta fiesta comenzó a celebrarse en Bélgica en 1246, y adquirió su mayor difusión pública dos siglos más tarde, en 1447, cuando el Papa Nicolás V recorrió procesionalmente con la Sagrada Forma las calles de Roma. Dos cosas pretende: fomentar la devoción a la Eucaristía y confesar públicamente la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino. Las lecturas, sin restar importancia a estos aspectos, centran la atención en el compromiso del cristiano con Dios, sellado con el sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo.

1ª lectura: la sangre y la antigua alianza (Éxodo)

La lectura cuenta el momento culminante de la experiencia de los israelitas en el monte Sinaí. Después de escuchar la proclamación de la voluntad de Dios (el decálogo y el código de la alianza), manifiesta su voluntad de cumplirla: «Haremos todo lo que el Señor nos dice».

En una mentalidad moderna, poco amante de símbolos, esas palabras habrían bastado. El hombre antiguo no era igual. Un pacto tan serio requería un símbolo potente. Y no hay cosa más expresiva que la sangre, en la que radica la vida. Siglos más tarde, algunos caballeros medievales sellaban un pacto haciéndose un corte en el antebrazo y mezclando la sangre. Naturalmente, Dios no puede sellar una alianza con los hombres mediante ese rito. Por muchos antropomorfismos que usen los autores bíblicos al hablar de Dios, él no tiene un brazo que cortarse ni una sangre que mezclar. Tampoco se puede pedir a todos los israelitas que se hagan un corte y den un poco de sangre. Se recurre entonces al siguiente simbolismo: Dios queda representado por un altar, y la sangre no será de dioses ni de hombres, sino de vacas. Al matarlas, la mitad de la sangre se derrama sobre el altar. Se expresa con ello el compromiso que Dios contrae con su pueblo. La otra mitad se recoge en vasijas, pero antes de rociar con ella al pueblo, se vuelve a leer el documento de la alianza (Éxodo 20-23), y el pueblo asiente de nuevo: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»

Pero en la antigüedad hay también otra forma, incluso más frecuente, de sellar una alianza: comiendo juntos los interesados. Esta modalidad también aparece en el relato del Éxodo (pero ha sido omitida por la liturgia). Después de la ceremonia de la sangre con todo el pueblo, Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta dirigentes de Israel suben al monte, donde comen y beben ante el Señor (Éxodo 24,9-11). Esta segunda modalidad será esencial para entender el evangelio.

2ª lectura: la sangre, el perdón y la nueva alianza (Hebreos)

Como diría un cínico, los buenos propósitos nunca se cumplen. En el caso de los israelita llevaría razón. El propósito de obedecer a Dios y hacer lo que él manda no lo llevaron a la práctica a menudo. Surgía entonces la necesidad de expiar por esos pecados, incluso los involuntarios. Y la sangre vuelve a adquirir gran importancia. Ya que en ella radica la vida, es lo mejor que se puede ofrecer a Dios para conseguir su perdón. Pero el Dios de Israel no exige víctimas humanas. La sangre será de animales puros: machos cabríos, becerros, toros, vacas, corderos, tórtolas, pichones.

El autor de la carta a los Hebreos contrasta esta práctica antigua con la de Jesús, que se ofrece a sí mismo como sacrificio sin mancha. Con ello, no sólo nos consigue el perdón, sino que, al mismo tiempo, sella con su sangre una nueva alianza entre Dios y nosotros.

Evangelio: pan, vino y nueva alianza

La acción de Jesús en la Cena de Pascua reúne las dos formas de sellar una alianza que comentamos en la primera lectura, pero invirtiendo el orden. Se comienza por la comida, se termina aludiendo a la sangre de la nueva alianza. Aparte de esto hay diferencias notables. Los discípulos no comen en presencia de Dios, comen con Jesús, comen el pan que él les da, no la carne de animales sacrificados; y el vino que beben significa algo muy distinto a lo que bebieron las autoridades de Israel: anticipa la sangre de Jesús derramada por todos.

¿Dónde radica la diferencia principal entre la antigua y la nueva alianza? En que la antigua no cuesta nada a nadie; basta matar unos animales para obtener su sangre. La nueva, en cambio, supone un sacrificio personal, el sacrificio supremo de entregar la propia vida, la propia carne y sangre.

Pero no podemos quedarnos en la simple referencia al pan y al vino, al cuerpo y la sangre. Para Jesús son la forma simbólica de sellar nuestro compromiso con Dios, por el que nos obligamos a cumplir su voluntad.

El cuarto evangelio, que no cuenta la institución de la Eucaristía, pone en este momento en boca de Jesús un largo discurso en el que insiste, por activa y por pasiva, en que observemos sus mandamientos, mejor dicho, su único mandamiento: que nos amemos los unos a los otros.

Si la celebración del Corpus Christi se limita a una expresión devota de nuestra devoción a la Eucaristía o, peor aún, si se convierte en simple fiesta de interés turístico, no cumple su auténtico sentido. Es fácil lanzar flores a la custodia por la calle; lo difícil es tratar bien a las personas que nos encontramos por la calle.

Fiesta del “Corpus Christi” 6 de junio Mc 14, 12-16 SOMOS TODAS LAS COSAS

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FE ADULTA

Toda la tradición cristiana ha considerado la Eucaristía -que, según esa misma tradición, habría sido instituida en la “Última Cena”- como la “presencia real” de Cristo “bajo las especies” de pan y de vino.

Esa lectura o interpretación queda ampliada y enriquecida desde la comprensión no-dual. Desde ella, el acento se coloca en la unidad radical de todo, más allá de las diferencias. Unidad que, según los relatos de los evangelios, vivió Jesús conscientemente y de manera explícita.

De todos ellos, es el evangelio de Juan quien más la subraya, poniendo en boca del Maestro de Nazaret las siguientes expresiones: “El Padre y yo somos uno”, “Quien me ve a mí, ve al Padre”, “Yo soy” (que se repite en siete ocasiones).

Pues bien, el mismo que afirma ser uno con el Padre, es también quien, en los evangelios sinópticos expresa que todo lo que le hacen a alguien, se lo están haciendo a él (Mt 25,40).

Y para expresar que esa unidad no conoce fronteras, se extiende incluso al pan, sobre el que pronuncia las palabras “Esto es mi cuerpo” que originalmente, según reconocen algunos estudiosos del arameo, serían una adaptación al griego de la frase: “Esto soy yo”.

Todo ello casa con una expresión contundente que recoge el evangelio de Tomás, en el logion 77: “Jesús les dijo: «Yo soy todas las cosas»”.

Mientras perdura la identificación con el yo separado -con nuestra personalidad-, es imposible pronunciar esa frase, del mismo modo que resulta imposible entenderla y aceptarla. A quienes se hallan en la lectura tradicional, les resultará incluso blasfema.

Sin embargo, quien ha vivido la experiencia de una comprensión profunda, encuentra que es tal vez el modo menos inadecuado de nombrar lo que se le ha mostrado. Porque quien habla ahí -el sujeto de esa expresión- no es el yo separado, sino la consciencia una que es la misma en todos los seres. Y es esa consciencia la que se reconoce como sujeto -en realidad, el único sujeto-.

El lenguaje utilizado será siempre relativo y es lo que menos importa, ya que no existe lenguaje que pudiera ser adecuado, porque nos estamos refiriendo a lo que es inefable. Por eso, el místico teísta puede nombrarlo como “Dios” o como “Padre”. Sin embargo, más allá del término empleado, se está hablando de la misma realidad.

Aparecemos como una forma -yo o persona- separada, real en su propio nivel de realidad; sin embargo, en rigor, no somos la forma que aparece, sino Eso que es consciente de ella. Y Eso es todas las cosas.

¿Cómo me comprendo?

COMPARTIR EL PAN

FE ADULTA

comentario editorial

 

Yo no sueño en la noche, yo sueño todos los días. Yo sueño para vivir (Steven Spielberg)

Festividad del Corpus Christi

Mc 14, 12-26 

Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos

En los inicios del cristianismo, hombres y mujeres podían presidir indistintamente, la celebración eucarística.  Solo a partir del cuarto concilio de Letrán (1215) se estableció que no podía celebrar la eucaristía -decir misa- nadie que no fuera un sacerdote válida y lícitamente ordenado. Y desde siglo V presidirla fue un oficio exclusivo de los presbíteros, convertidos ya en “profesionales de lo sagrado”. 

En Otro Dios es posible. Parte II, María y José Ignacio López Vigil escriben que durante la Edad Media se exageró la devoción por el “milagro eucarístico” despojando a la eucaristía de su carácter simbólico y comunitario -compartir la comida y las palabras de Jesús-, y revistiendo de poderes “mágicos” a los sacerdotes que hacían ese “milagro”. 

Ya en el apócrifo Evangelio de Tomás se expone esta sentencia atribuida a Jesús: “Levanta una piedra: ahí está Dios. Parte un trozo de madera: ahí lo encontrarás”. Lo que nos induce a concluir que para el propio Jesús, a Dios le podemos encontrar en cualquiera parte, y no únicamente en la iglesia: en el hermano necesitado que nos demanda una ayuda, en el enfermo, entre los árboles del bosque, en las flores cuando son amadas, como decía el poeta indio Rabindranath Tagore

Ya San Pablo insistía en su primera Carta a los Corintios, que los templos de Dios eran los propios cristianos. Y en el siglo III los cristianos sirios afirmaban en la Didascalia Apostolorum que “las viudas, los huérfanos, los pobres y los ancianos son el único altar de Dios”.

La escultora alemana Eva Hesse (1936-1970) dijo en una ocasión: “En mi arte, alma interior y vida son inseparables”Otra doble dimensión en la que es posible compartir y comulgar el pan de la existencia

En este sentido el versículo 24 de Marcos 14:“Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos”, adquiere su más profundo sentido de alimento universal para el hombre -y ¿cómo no?, pues sería una gran injusticia con ellas- para el resto de las criaturas que pueblan este Planeta. 

En el libro anteriormente citado, repiten los autores: Al final de la entrevista, Jesús le habla a Raquel del viento, para que entienda que hay realidades que no se comprenden racionalmente, que sólo las capta el espíritu, un espíritu abierto. En el evangelio de Juan, Jesús utiliza la metáfora del viento (Juan 3, 8). En un relato de un jesuita hindú aparece también “el viento” como elemento “explicativo” del camino que nos lleva al misterio de Dios”

Un sugerente viento que eleva nuestro espíritu a soñar, como soñó el cineasta americano Steven Spielberg (1946):“Yo no sueño en la noche, yo sueño todos los días. Yo sueño para vivir”. Para vivir y alimentar el cuerpo y alma, como tan bellamente cantó en este soneto el sacerdote español José Luis Martín Descalzo (1930-1991).

 

CORPUS CHRISTI

Todo fue así: tu voz, tu dulce aliento
sobre un trozo de pan que bendijiste,
que en humildad partiste y repartiste
haciendo despedida y testamento. 

“Así mi cuerpo os doy por alimento...”
¡Qué prodigio de amor! Porque quisiste
diste tu carne al pan y te nos diste
Dios, en el trigo para sacramento. 

Y te quedaste aquí, patena viva;
virgen alondra que le nace al alba
de vuelo siempre y sin cesar cautiva.

Hostia de nieve, nube, nardo, fuente;
gota de luna que ilumina y salva.
Y todo ocurrió así sencillamente.