¿Qué es eso de ser valiente? Los lemas, eslóganes, frases hechas, nos llevan a preguntarnos lo que encierran y, en la medida en que nos afectan, a confrontarlos con nuestra propia vida y preguntarnos, siempre preguntarnos, pues creer en Dios es algo que nos conduce a formularnos más preguntas que las respuestas que podamos encontrar.
Este año las Obras Misionales Pontificias, los grandes hacedores de la Misión en España, a pesar de las continuas trabas con que se deparan, inclusive dentro de la propia Iglesia, han propuesto como lema del DOMUND, "Se Valiente, la misión te espera". Junto con este lema, creo que han encontrado en el Pregón un gran acierto, pues el hecho de encomendárselo a alguien del panorama social hispánico, eso nos muestra la imagen que la Misión y los misioneros tenemos en la sociedad española.
Este año la pregonera, ante la tumba del Apóstol Santiago, ha sido la cantante gallega Luz Casal, "una católica poco practicante, pero con unas raíces tan profundas, y una memoria tan ligada a la historia y a las celebraciones de la Iglesia católica, que muchas veces tengo la sensación de ser una buena cristiana", fiel reflejo del catolicismo patrio.
Leer sus palabras me lleva a echar la vista atrás y agradecer a Dios por todo lo que la misión me ha enseñado en estos más de once años, por aprender a reaccionar contra la injusticia y la desigualdad, por no dejar tomar cuenta de mis sentimientos a la indiferencia y el despotismo, por no permitir que se inmunicen mis sentidos.
Me preocupa cada vez más el desigual reparto de la riqueza, todavía más viviendo en uno de los países con mayor desequilibrio social del mundo, situación que se agrava cada día como consecuencia de las políticas injustas de un gobierno brasileño que no cesa en su empeño de robar los derechos de los más pobres para llenar el bolsillo de los más ricos.
Visitar las comunidades indígenas a las que acompaño me lleva a ver la situación de abandono en el que muchos se encuentran, niños estudiando en condiciones precarias, falta de un sistema sanitario que ayude a vencer enfermedades cotidianas, pocas expectativas de vida para una juventud en cuyo pensamiento fue introducida una forma de vida de la que el propio sistema les excluye, la constante amenaza de aquellos que quieren invadir sus tierras y destruir su casa, nuestra Casa Común.
Luchar contra ese sistema social me ha llevado no pocas veces a conocer la derrota y el desengaño, pero con la ayuda de Dios he sabido sobreponerme, en un ejercicio de fe que me hace no desistir de luchar por un mundo mejor para todos y todas, no perdiendo la esperanza en que un día llegará la victoria de los excluidos.
"La belleza que provocan los pequeños gestos humanitarios regenera el mundo, y el amor lo salva", señala Luz Casal, entendiendo que en la misión el anuncio del Amor de Dios no se puede separar de su expresión en pequeños gestos humanitarios, una de las formas más puras de regenerar el mundo, de ayudar a las personas a crecer, a vivir con más esperanza, a confiar en el otro, que deja de ser un extraño, un posible enemigo, para convertirse en un hermano. Nadie puede olvidar que "la compasión activa está en las entrañas de la misión y va más allá de la solidaridad".
Cuántos viajes, que se convirtieron en un infierno, me han llevado al cielo. Los interminables caminos polvorientos del interior de Bahia, a veces convertidos en barrizales donde uno se quedaba atollado, la lancha que surca las aguas amazónicas durante horas, a veces días, en la que uno va sentado eternamente para llegar a las comunidades más distantes y "escuchar el latido del dolor de los perseguidos"...
Todo eso se olvida al encontrarse con el agradecimiento sincero de unas gentes que no recibían a un sacerdote desde hacía meses o años y que dialogan abiertamente sobre su vida y aflicciones, con la sonrisa y la mirada penetrante de unos niños que extrañados no saben cómo reaccionar ante aquel recién llegado de aspecto tan diferente... Son momentos en los que uno se siente en el cielo, en el paraíso, dándose cuenta que la labor misionera ha valido y continúa valiendo la pena, en los que uno experimenta la alegría de una misión, que nace de ese Dios que un día llama y a cada momento nos sostiene y da fuerzas para seguir.
Pero por encima de todo somos llamados a ser testigos de "la misericordia que llega a través de la fe", pues quien cree en Dios, lo hace en un Ser que por encima de todo es compasivo y misericordioso, lleno de ternura para con sus hijos más frágiles, tantas veces compañeros de camino de muchos misioneros y misioneras. Una fe que se hace vida entregada como expresión del mejor testimonio cristiano que uno puede encontrar y que ha llevado a muchos a implicarse en la solución de los problemas ajenos, a través de "acciones calladas y generosas".
Mucha gente, cuando lee lo que escribo o ve las fotos de los lugares por donde ando y los peligros que enfrento, me dice que soy un valiente, a lo que respondo que esa es una sensación que va creciendo en la medida en que uno confía en ese Dios que siempre nos cuida y nos lleva de la mano.
Pero no puedo negar que a veces uno tiene que agarrarse a esa valentía, sobre todo cuando experimenta la falta de ayuda de la Iglesia particular que nos envía y de la que nos recibe, que muchas veces nos dejan en manos de personas de buena voluntad, que hacen posible continuar realizando aquello que nos apasiona y nos lleva a recordar en los momentos de duda que la misión nos espera, así como esas gentes que poco a poco han ido cautivando nuestros corazones.