miércoles, 16 de marzo de 2022
Teresa Forcades: “Desde la fe y las Escrituras se combate al patriarcado”
Desatando nudos del sistema patriarcal
Redes Cristianas
Sistema que a medida que fue desarrollándose, fue generando muchos tentáculos dentro de la sociedad, para sentar sus bases en la ambición y el poder. El sistema como tal ha sido instaurado por los varones, permeando las relaciones sociales sexo-políticas, en las instituciones ya sean públicas, religiosas y privadas, de una manera sutil e infame, oprimiendo a las mujeres, bien sea de manera individual o colectiva. Manipulando apropiándose de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea por medios pacíficos o haciendo uso de la violencia.
¿Podemos desbaratar los nudos conflictivos del sistema patriarcal? Es difícil pero no imposible. Empezamos con el paso de los años, a ver y a sentir algunos avances, donde las mujeres nos vamos apersonando de aquellos espacios en la toma de decisiones de nuestra sociedad. No podemos negar el avance, en el logro de que las mujeres hoy podemos votar, ocupar cargos públicos y privados dentro de la sociedad civil.
De cara al sistema patriarcal religioso, tenemos muchos nudos para desatar. Los principales nudos a desbaratar: el miedo y el silencio.
Hemos escuchado que nos han dicho, cuando se quería hacer una pregunta “indiscreta” la respuesta era: “doctores tiene la Santa Madre Iglesia” y el silencio se imponía y se escuchaba…
Ahora, las preguntas se siguen haciendo igual y quedan sin respuestas, pero quienes más atrevidos han resultado han sido los niños, quienes no tienen ningún temor a preguntar: “ustedes por qué dicen Santa María, madre de Dios, es que María está por encima de Dios?” y otra muy singular rezando el credo: “quien está sentado a la izquierda”?
En el sistema patriarcal solo los varones y solo ellos, son los que ha determinado que es lo bueno y que es lo malo. Que es lo sagrado y que es lo profano. Que es lo espiritual y que es lo material. Que es lo que es santo y que es pecado.
Es el sistema patriarcal causa de la división, marginación, líos, conflictos, opresión, violencia, guerras, dolor y sufrimiento en la humanidad.
El sistema patriarcal todo lo ha cubierto con el oloroso incienso de los Cánones, Dogmas y Decretos, a través de su institución Jerárquica claramente diseñada en los diferentes espacios como: laicos, diáconos, presbíteros, obispos, arzobispos, cardenales, papa. Es clara la división impuesta entre clérigos y laicos.
¿Dónde pueden los laicos ser Iglesia, si el laicado esta fuera de la Iglesia institucional?
¿Cuándo podremos las mujeres ser reconocidas como hijas de Dios creadas a su imagen y semejanza, si aún no se ha abolido el Decreto de quien fuera el Papa Graciano de 1.140 que dice que las mujeres no somos imagen de Dios? Contradiciendo Génesis 1:26-27.
¿Cuándo podremos las mujeres ser ordenadas si el sistema patriarcal jerárquico no ha abolido el Canon 1024 que nos rechaza, margina diciendo: “solo hombres bautizados pueden ser ordenados”? ¿Acaso fue un acto de mero teatro nuestro Bautismo?
¿Acaso, son solo ellos los sagrados, los santos e intocables? Los únicos dignos de ser imagen de Dios, con el poder de ser mediadores y mostrar la imagen de Dios, única exclusiva hecha rostro masculino.
Sin temor alguno, nos podemos preguntar, por qué la Buena Nueva anunciada por el Nazareno, desde su anuncio, ¿por qué aún no llega al pueblo?
La Buena Nueva también ha sido sacralizada, la han privatizado, la han hecho exclusiva, la han amurallado en los templos y catedrales. La Buena Nueva surgió en las polvorientas calles de Galilea, dentro del pueblo, con el pueblo por un hombre no consagrado, un hombre no institucionalizado.
Es hora de desatar los nudos del sistema patriarcal. Las mujeres nos apersonamos de la Buena Nueva, la asumimos ya que nos fue entregada sin consagración alguna, para compartirla y repartirla a nuestros hermanos.
Nos declaramos en santa desobediencia contra el sistema patriarcal, ya nos más que todo lo que hacemos es ilegal, es contrabando, es perverso, es herejía, es malo. Declaramos que lo sagrado es profano porque nos margina, nos divide, nos violenta, nos maltrata y niega que somos hijas de la Divinidad creadas a su imagen y semejanza.
«Sínodo de la sinodalidad»
Deme Orte
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Redes Cristianas
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En la guerra todos pierden, no hay guerras justas
Adolfo Pérez Esquivel
EN TIEMPOS DE GUERRA, DAD RAZÓN DE LA ESPERANZA
RELIGIÓN DIGITAL
El porqué de la oración ecuménica compartida ante la guerra de Ucrania. Necesitamos contemplar juntos desde el camino cuaresmal, la pasión y el dolor que se hace actual en esta guerra, que está entrando en nuestras casas por los medios de comunicación, y que necesita que entre en nuestro corazón para que la vivamos a la luz de la Palabra, del evangelio, que puede generar esperanza y luz en esta humanidad y en nuestra sociedad tan rota y herida.
El apóstol Pedro urgía a los primeros cristianos, seguidores de Jesús, a «dar razón de la esperanza». El oficio de la Iglesia no ha de ser otro que vivir esperanzada y esperanzando. Para eso ha de envolverse en la experiencia del resucitado —en la transfiguración— que ilumina la existencia y la interpreta de un modo nuevo. Ni que decir tiene que nuestro mundo, la historia, este momento concreto vive desde el dolor, está marcado con las heridas de las manos clavadas, el corazón traspasado y el cielo cubierto de oscuridad.
Miramos la creación, el valor de la naturaleza y vemos al hombre clavado en un jardín olvidado y abandonado, por la celeridad de la vida y de un progreso tecnológico, que agobia y asfixia. Gritamos con la naturaleza y con el dolor de la humanidad agotada, parece que solo hay razones para la desesperanza.
Lo hacemos en este contexto de guerra en la que sostenemos con firmeza que las causas son inventadas, falseadas, pero las víctimas son verdadera y tremendamente reales. Se adentran en nuestras casas y también en nuestros corazones a través de los medios de comunicación. Lo sentimos por personas que están cerca de nosotros y que vibran con este dolor y esta masacre sin sentido. Es una realidad de muerte de cruz, de sufrimiento y martirio de inocentes. Y nos sentimos muy interpelados personalmente, socialmente, creyentemente. ¿Qué hemos de hacer en este momento, en esta cuaresma, en este desierto, en este dolor…? Hace eco dentro de nosotros la invitación urgente de Pedro para dar razón de nuestra esperanza.
Nos da miedo la incertidumbre de lo que está por llegar. Y en medio de ese ámbito oscuro envolvente, se nos invita a ser luz. A presentar señales de esperanza que están dándose en el mismo lugar, a la misma hora, y en el mismo cielo. Tenemos tarea, adentrarnos con pasión en el acontecimiento, ponernos de pie junto a la cruz, junto a la madre, junto a los hermanos, los amigos, los lejanos… y contemplar con corazón y con fe esa realidad, dejando que nos afecte. Ahí donde están sufriendo ahí está el señor, el crucificado que ha resucitado, ahí están sus señales de pasión y de muerte. Y lo que es más admirable, ahí mismo están señales de vida y de resurrección, personas que, sin miedo a la muerte, apuestan por la vida, por la ternura, la curación, la fraternidad, el compartir.
Aquí mismo se están abriendo, casas familias, dinero… la ola de la violencia provoca olas de compasión verdadera en la humanidad. La esperanza viene por la vía de la verdadera compasión, la que se vislumbra en el hombre nuevo, deslumbrante que hace del amor la norma de su vivir, el sentido de su existencia. Es el camino de la transfiguración.
En estos días los cristianos, también de un modo ecuménico, nos sentimos convocados a encontrarnos en torno a la Palabra, para que ilumine este momento en nuestros corazones. La vigilia de oración, junto al ayuno y la limosna, son herramientas de cuaresma para responder al mal con la fuerza del bien, no queremos cansarnos de hacer el bien. Ahora queremos hacerlo con más intensidad que nunca, pero para eso necesitamos la fuerza del Espíritu del amor divino. Por eso nos juntamos para orar juntos y contemplar, para abrirnos la misericordia y a la compasión divina.
Ha de ser nuestro oficio de creyentes saber ver los hilos de luz y verdad que están hilando una historia profunda de amor y de salvación en la propia realidad de la que formamos parte. Nos interrogamos cómo tejer desde las señales de humanidad y de amor, que necesitan ser colocadas en el candelero para que iluminen a todos los de casa, dando razón para una esperanza contra toda desesperanza, creemos que el calvario será el lugar de la luz.
LA PERVERSIÓN DE LO CRISTIANO
FE ADULTA
Me refiero a la justificación de la violencia desde la interpretación del mensaje de Cristo. Parece increíble después de leer los evangelios y constatar la profunda huella pacifista y transformadora que supone amar a nuestros enemigos, devolver el bien por mal y dar dos capas a quien te pida una, que se pueda tergiversar el Mensaje hasta convertirlo en todo lo contrario.
Leo que el día después de que Rusia comenzara a lanzar misiles sobre Ucrania, el pastor estadounidense Greg Laurie envió vía Facebook un mensaje para su feligresía argumentando que la guerra podría verse como “una señal de la segunda venida de Cristo” en lugar de hacerlo desde la valoración de esta invasión armada es un producto de las maquinaciones desquiciadas e inhumanas de un ser autoritario y megalómano como Vladimir Putin y de los que piensan como él.
Es difícil recordar algo reciente similar en torno a los milenarismos. Es el afán de algunos cristianos por meter con calzador las acciones bélicas actuales como prueba del inminente regreso de Jesús, tomando el lenguaje críptico de los libros de Ezequiel, Daniel, Mateo y Apocalipsis para presentar varias teorías violentas y vengativas sobre cómo terminará el mundo.
Para este “predicador”, la guerra permite asimilarla a que el Mesías nos venga al rescate de la añoranza que supone Israel, mimetizado en lo cristiano, marcando a todos el comienzo del fin del mundo tal como lo conocemos y el establecimiento de un nuevo y mejor reino de Dios en la tierra.
Curiosamente, no fue hasta la Guerra Fría que Rusia entró en esta narrativa delirante, ya que muchos cristianos estadounidenses presentaron a los Estados Unidos como el “nuevo Israel”, a la URSS como Gog y Magog (libro bíblico de Ezequiel, 38 y 39) y el presidente soviético Gorbachev como el Anticristo, asimilando la mancha de su frente con el “signo de la bestia”). Por si fuera poco, la creación del Estado de Israel en 1948 fue vista como una prueba de que la profecía se estaba cumpliendo y que el fin de los tiempos estaba sobre nosotros.
Desde un punto de vista bíblico, nada de esto es sólido; todo lo contrario. Lo importante del cuore cristiano, encarnado también en el Apocalipsis (libro mal comprendido cuyo mensaje radical es la esperanza), es que los autores bíblicos no están tratando de adivinar y decir lo que va a ocurrir como si la Biblia fuese una bola de cristal. Lo esencial es el mensaje de esperanza que atesoran los textos sagrados en todo tiempo y lugar aunque ahí esté el enemigo, Dios está con nosotros.
Todo lo contrario de lo que supone el milenarismo al que se han apegado no pocos cristianos, convertidos en verdaderos predicadores del desastre, también entre nosotros, reformulando las tragedias de la humanidad como el cambio climático, el coronavirus y ahora la invasión a Ucrania en una narrativa en la que cada evento no es una crisis que necesita atención sino un cumplimiento inevitable de la voluntad divina de Dios en un escenario que recuerda al Argamedón. Algunos interpretan ya el pasaje Mateo 24 de esta manera tan delirante: cuanto peor se pongan las cosas, más pronto llegará la Segunda Venida.
La guerra en Ucrania ha disparado los informes demoscópicos a cifras preocupantes en Estados Unidos: el 41 por ciento de los estadounidenses creen con seguridad (23 por ciento) o probablemente (18 por ciento) que Jesús regresará a la Tierra para el 2050. Lo increíble es que se adoctrina en estas cosas desde una parte importante de las Iglesias cristianas. Están constantemente buscando cualquier acontecimiento al que agarrarse para afirmar que estamos ante el cumplimiento de una profecía bíblica. Y así se ha llegado a la perversión de que, si el mundo va muy mal, y hay una guerra tan peligrosa como la que ha desencadenado Rusia, resulta alentador, a pesar de todo, porque significa que Cristo va a regresar.
Dos días antes de la invasión a gran escala de Ucrania, Joel Rosenberg, norteamericano y claro exponente de estas teorías, expuso en su podcast por qué la invasión a Ucrania es significativa en el sentido de un reino venidero: “Nunca, nunca hemos visto la convergencia de todas las piezas principales de esta profecía en esta alineación hasta ahora”.
Otro iluminado, como es Pat Roberston, salió a la prensa para comentar que Putin solo es un peón desafortunado en los planes del Todopoderoso. “Putin está loco’. Sí, tal vez sí. Pero al mismo tiempo, está siendo obligado por Dios” aludiendo directamente al profeta Ezequiel. Tremendo.
En este marco, cada acto de agresión, aunque temamos incluso un holocausto nuclear por el dedo de Putin, activa la perversión de creerse los cristianos como fuente genuina de venganza en lugar de ser una fuente de paz y de compasión. Del Cristo de la misericordia al superhéroe que regresa para arreglar el desvarío humano golpeando a los malos y pisoteando a sus enemigos ya que con la paz no lo logró en su primera venida.
Desgraciadamente, no pocos cristianos inmaduros se encuentran embarcados en la idea de que esencialmente tienen que alentar la violencia. Que es preciso animar la calamidad, porque han decidido que es una señal de los tiempos. Esto ocurre en Estados Unidos… pero no solo allí. No hay más que ver algunos movimientos fundamentalistas por estos lares y escucharles algunos de sus comentarios en nombre, nada menos que de ¡la Buena Noticia!
KIRILL SIGUE APOYANDO LA GUERRA DE PUTIN: "LA RUSOFOBIA SE ESTÁ EXTENDIENDO EN EL MUNDO OCCIDENTAL A UN RITMO SIN PRECEDENTES"
RELIGIÓN DIGITAL
"La rusofobia se está extendiendo en el mundo occidental a un ritmo sin precedentes". El patriarca de Moscú, Kirill, parece decidido a apoyar, hasta el final, la guerra de Putin contra Ucrania. Y a extenderla a todo Occidente, pues, en su opinión, "este trágico conflicto se ha convertido en parte de la estrategia geopolítica a gran escala destinada, ante todo, a debilitar a Rusia".
En sendas respuestas al Consejo Mundial de las Iglesias y al Consejo Ecuménico de las Iglesias, Kirill lamenta cómo "año tras año, mes tras mes, los Estados miembros de la OTAN han reforzado su presencia militar, ignorando la preocupación de Rusia de que estas armas puedan ser utilizadas algún día contra ella".
Para el líder ortodoxo, "la rusofobia se está extendiendo en el mundo occidental a un ritmo sin precedentes" y "los líderes occidentales están imponiendo tales sanciones económicas a Rusia que serán perjudiciales para todos". En respuesta a la carta del padre Ioan Sauca, secretario general del CMI, quien le pidió una "señal de esperanza" para frenar la escalada de la violencia, Kirill subraya que "este conflicto no comenzó hoy".
Es más: "Estoy firmemente convencido de que sus iniciadores no son los pueblos de Rusia y Ucrania, que proceden de la misma pila bautismal de Kiev, están unidos por una fe común, santos y oraciones comunes, y comparten un destino histórico común (...). El origen del enfrentamiento está en las relaciones entre Occidente y Rusia".
Para Kirill, todo se remonta al fin de la URSS, escribe Kirill y la estrategia de rearme de la OTAN en los países de la órbita de la antigua Unión Soviética. "Las fuerzas políticas que se propusieron contener a Rusia no han luchado por sí mismas. Han planeado utilizar otros medios, habiendo buscado enemistarse con los pueblos hermanos: el ruso y el ucraniano. No han escatimado esfuerzos ni fondos para inundar Ucrania de armas e instructores de guerra. Sin embargo, lo más terrible no son las armas, sino el intento de "reeducación", de convertir mentalmente a los ucranianos y a los rusos que viven en Ucrania en enemigos de Rusia".
Ahí vincula Kirill el "cisma eclesiástico" del que acusa directamente al patriarca Bartolomé. "Y ahora los líderes occidentales están imponiendo tales sanciones económicas a Rusia que serán perjudiciales para todos. Hacen que sus intenciones sean descaradamente obvias: hacer sufrir no sólo a los líderes políticos o militares de Rusia, sino en particular al pueblo ruso. La rusofobia se está extendiendo en el mundo occidental a un ritmo sin precedentes", concluye Kirill, quien pide al Consejo Mundial de las Iglesias que "pueda seguir siendo una plataforma de diálogo imparcial, libre de preferencias políticas y de un enfoque unilateral".
DETENER LA INVASIÓN, PROMOVER LA POLÍTICA
Aizarna, 8 de marzo de 2022
www.josearregi.com
Brutalidad, atrocidad, inhumanidad, barbarie… no bastarían los diccionarios para describir lo que, impotentes y atónitos, angustiados, estamos viendo estos días en las llanuras y en las ciudades de Ucrania, en el corazón de la civilizada Europa. ¿Cómo hemos podido –sí, en primera persona del plural– llegar hasta aquí en los años 20 del siglo XXI, hasta el borde mismo de una tercera guerra mundial, nuclear esta vez, después de las dos guerras mundiales que también nacieron aquí, en la Europa de las ciencias y de la razón, la Europa de las libertades y de los derechos humanos, la Europa cristiana garante de la dignidad, de los valores humanos, de la fe en la humanidad? ¿Será todo pura mentira? Me embarga la tristeza.
Pero uno mi débil voz como puedo al clamor de Ucrania y a las protestas de los valerosos jóvenes en las plazas rusas. En este filo del abismo en que nos hallamos, lo más urgente es detener esta guerra por todos los medios razonables: diplomáticos, políticos, económicos –¿estaremos dispuestos a pagar el precio o preferiremos asegurar el gas de nuestra calefacción y nuestros índices de crecimiento?–. Por todos los medios racionales, y… me estremece el decirlo, pero lo digo: también por la acción militar, hasta donde sea estrictamente imprescindible.
Y lo digo a sabiendas de que la guerra es siempre un fracaso de la humanidad y fuente de indecibles sufrimientos injustos. Sería más ético y valeroso que todas las plazas rusas se inundaran de protestas activas y pacíficas contra su cruel gobierno, que todas las carreteras de Ucrania se llenaran de columnas de resistentes con brazos en alto frente a los tanques rusos. Pero ¿cómo podríamos pedirles tanto heroísmo martirial mientras nosotros mismos no expusiéramos nuestras vidas junto con ellos y en primera línea de fuego? Ucrania tiene derecho a hacer frente y a ser ayudada para acabar con esta feroz agresión. Es urgente. Sepamos, sin embargo, que la resistencia armada nunca bastará, y que nunca ha de sobrepasar el criterio de la razón de nuestro ser: el Bien Común de la Tierra y de toda la humanidad.
Lo importante no se agota en lo urgente. Y no podemos olvidar que esta historia no empieza con la intolerable invasión rusa del 24 de febrero, sino antes, con las manifestaciones europeístas de la plaza de Maidán y el derrocamiento de Yanukovich en 2014, y con las fantasías paranoicas de Putin, antes aún, con el colapso de la Unión Soviética en 1989 y el desordenado desmantelamiento de su imperio, antes todavía, con la institución de la OTAN y la despiadada guerra fría que siguió, y muchísimo antes, con el establecimiento –siempre violento– de todas las fronteras estatales, y con la ambición de todos los imperios grandes o pequeños. Y con el miedo y la avidez arraigados en los genes y las neuronas del género Homo, que en la especie Sapiens ha llegado a niveles de violencia –y de demencia– jamás conocidos por ninguna otra especie viviente de la Tierra. Vamos camino de la aniquilación general.
¿Tendremos aún remedio? No por la guerra. Una guerra defensiva puede ser justificada, y lamento profundamente verme abocado a pensar así. Pero debería ser la última opción y limitarse al máximo en el tiempo y en el daño, y estar inspirada en última instancia, no por el odio y la sed insaciable de poder y de venganza contra el agresor, sino… por la compasión y por el deseo de salvarlo de sí mismo. Una guerra defensiva debería, por lo tanto, estar precedida por todos los intentos posibles de diálogo y entendimiento político. No habrá solución para Europa ni para el mundo si los pensamos en términos tribales, imperiales, coloniales, estatales, unos contra otros para desgracia de todos. No habrá solución mientras no nos pensemos, nos tratemos y organicemos como comunidad fraterna en la comunidad sororal de los vivientes. La guerra es un fracaso.
Deténgase, pues, este infierno por todos los medios éticos al alcance, pero, si queremos evitar el próximo infierno que podría ser aún más ardiente y planetario, promuévase la gran política planetaria, la única razonable en el siglo XXI, inspirada por el Espíritu de la fraternidad de todos los pueblos sin fronteras, el Espíritu de la vida y de su gozo, de su llama creadora.
José Arregi
Domingo 20 de Marzo 3º de Cuaresma José Bilczewski (1923), María Josefa del Cor. de Jesús (1912)
El texto del libro del Éxodo nos presenta una versión -la más conocida, seguramente- de la así llamada vocación de Moisés, que es también la “autopresentación” de Yavé.
Las antiguas opiniones sobre diferentes fuentes hablan de dos antiguas tradiciones que se integran en este texto. Según Gen 4,26 Enosh fue el primero en invocar el nombre de Yavé, sin embargo, acá Moisés no lo conoce por lo que Dios se lo debe revelar. Por otra parte, el nombre del monte es Horeb y no Sinaí, y el suegro de Moisés es Jetró mientras que en 2,18 es Reuel. Así se ha hablado de las diferentes tradiciones a las que históricamente se las llamó Elohista y Yahvista, aunque el tema hoy está en discusión (en especial la antigüedad de éstas, y la existencia del primero).
DOMINGO 3 Cuaresma – C (Lucas 13,1-9)
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
VIDA ESTÉRIL
El riesgo más grave que nos amenaza a todos es terminar viviendo una vida estéril. Sin darnos cuenta vamos reduciendo la vida a lo que nos parece importante: ganar dinero, no tener problemas, comprar cosas, saber divertirnos… Pasados unos años nos podemos encontrar viviendo sin más horizonte ni proyecto.
Es lo más fácil. Poco a poco vamos sustituyendo los valores que podrían alentar nuestra vida por pequeños intereses que nos ayudan a «ir tirando». No es mucho, pero nos basta con «sobrevivir» sin más aspiraciones. Lo importante es «sentirnos bien».
Nos estamos instalando en una cultura que los expertos llaman «cultura de la intrascendencia». Confundimos lo valioso con lo útil, lo bueno con lo que nos apetece, la felicidad con el bienestar. Ya sabemos que eso no es todo, pero tratamos de convencernos de que nos basta.
Sin embargo, no es fácil vivir así, repitiéndonos una y otra vez, alimentándonos siempre de lo mismo, sin creatividad ni compromiso alguno, con esa sensación extraña de estancamiento, incapaces de hacernos cargo de nuestra vida de manera más responsable.
La razón última de esa insatisfacción es profunda. Vivir de manera estéril significa no entrar en el proceso creador de Dios, permanecer como espectadores pasivos, no entender lo que es el misterio de la vida, negar en nosotros lo que nos hace más semejantes al Creador: el amor creativo y la entrega generosa.
Jesús compara la vida estéril de una persona con una «higuera que no da fruto». ¿Para qué va a ocupar un terreno en balde? La pregunta de Jesús es inquietante. ¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la creación si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Nos contentamos con pasar por esta vida sin hacerla un poco más humana?
Criar un hijo, construir una familia, cuidar a los padres ancianos, cultivar la amistad o acompañar de cerca a una persona necesitada… no es «desaprovechar la vida», sino vivirla desde su verdad más plena.
TIEMPO DE PACIENCIA Y CONFIANZA Lc 13, 1-9 III Domingo Cuaresma, 20 de marzo de 2022
FE ADULTA
Un Domingo más, el mensaje del evangelio sale a nuestro encuentro para despertarnos de nuestros letargos y hacer un poco más profundo el viaje hacia el encuentro con el sentido profundo de la vida.
El texto que hoy nos ocupa, narrado por Lucas, forma parte del viaje de Jesús a Jerusalén en el que muestra todo su programa socio-religioso: enseñando, sanando, predicando, viviendo el impacto de una vida conectada a Dios. Este relato podría parecerse a una parada en el camino para tratar dos asuntos muy controvertidos que vuelven a mostrar la discontinuidad de Jesús con el judaísmo institucional: el pecado y la posición de Dios frente a él.
La escena comienza con un grupo de personas, no se sabe muy bien su procedencia, que fueron a encontrarse con Jesús e iniciar una conversación que revela la mentalidad de aquella época: cualquier desgracia, condena, enfermedad, era una clara consecuencia del pecado. El pecado era el centro de la vida judía y toda la vida consistía en evitar pecar y pagar por los pegados. Una posición muy endeble, limitante y, tal vez, también elegida por algunos creyentes de hoy.
Jesús va cerrando el diálogo con unas palabras que, leídas al pie de la letra, podrían sonar radicales e incomprensibles: “Si no os convertís, todos perecéis de forma semejante”. Sin embargo, lo que ha hecho es cambiar de plano para ahondar en el significado de la conversión que poco tiene que ver con un esfuerzo sobrehumano para cambiar actos malos por actos buenos.
Para hacer comprender un poco mejor lo que es la conversión, como solía hacer Jesús, narra la parábola de la higuera estéril, una higuera que no da fruto, pero a la que no se arranca en la confianza de que lo dará. Con esta parábola, el sentido de pecado del judaísmo rabínico comienza a desvanecerse al proponer Jesús que la conversión es un proceso que acompaña de manera vital a la persona. Podría tratarse, más bien, de un proceso de crecimiento que consiste en ir ahondando hacia la profundidad de la verdadera naturaleza humana. Nuestra mente egoíca quizá rechaza esta visión, en principio, porque necesita inmediatez y recompensa casi de una manera instantánea.
Convertirnos no tiene mucho que ver actos buenos puntuales, ayunos, mortificaciones vacías, golpes de pecho para mostrar nuestra condición pecadora; quizá esta postura tiene más que ver con una soberbia escondida que utiliza la propia debilidad para mostrar a un Dios encantado con el pecador(a) y al que se le promete la salvación. Cuantos más pecados, más perdón de Dios. Y así nos vamos enfangando en una vida raquítica y sesgada que nos deja en la misma posición durante años y años. Tal vez existen personas que ansían la Cuaresma para ver si por fin, quiera Dios, que su vida sea mejor. Esta sí que es la esterilidad de la higuera, toda la vida plantada en el mismo sitio e inútil para la viña.
El proceso de conversión, al que tal vez se refiere Jesús, es un camino existencial, un viaje hacia el centro de la Fuente que nos nutre y nos lanza a la vida, donde está toda nuestra potencialidad como reflejo del acto creador de Dios en la misma entraña humana. Por tanto, la con-versión es ir descubriendo una nueva conciencia hasta conectar con nuestra versión original; un camino que requiere de paciencia, de lucidez, de confianza, de desear vincularnos con el dinamismo profundo que nos impulsa a ser. No es un camino de búsqueda de la salvación-plenitud como recompensa sino de la encarnación de esa salvación-plenitud que ya forma parte de lo que somos y que requiere enlazarse con el tiempo de Dios, tiempo de paciencia y confianza en lo mejor del ser humano.
Somos higueras llamadas a dar fruto, un fruto en formato de respeto a la dignidad, libertad y valor de cada ser humano, de una nueva mirada a cada rincón del planeta que hoy necesita mucha solidaridad, generosidad y compromiso. En este escenario hacemos presentes a cada una de las víctimas de esta atrocidad humana que estamos viviendo estos días. Ojalá el fruto de la higuera que somos sea la PAZ con toda la fuerza liberadora que esta palabra entraña.
¡¡¡FELIZ DOMINGO!!!
DIOS NO CASTIGA, PERO TAMPOCO PREMIA DOMINGO 3º DE CUARESMA (C) Lc 13,1-9
FE ADULTA
El mensaje de hoy es muy sencillo de formular, pero muy difícil de asimilar. Con demasiada frecuencia seguimos oyendo la fatídica expresión: ¡Castigo de Dios! El domingo pasado decíamos que no teníamos que esperar ningún premio de Dios. Hoy se nos aclara que no tenemos que temer ningún castigo. Premio y castigo son dos realidades correlativas, si se da una, se da la otra. Si Dios es el que manda la lluvia, la sequía es necesariamente un castigo. Es difícil superar la idea de “el Dios que premia a los buenos y castiga a los malos”. Esta dinámica aplicada a Dios es un callejón sin salida, para Él y para nosotros.
La gran teofanía de Yahvé a Moisés indica el principio de la liberación. Debemos tener mucho cuidado al leer estos textos. No son relatos históricos tal como entendemos hoy la historia. Hacen referencia a acontecimientos del s. XIII a. de C. y se escribieron entre el VII y el IV. Los primeros relatos fueron orales. La última fijación de la Biblia se produjo en el siglo V a. de C. en tiempos de Esdras y Nehemías. Su objetivo era afianzar la fe del pueblo.
Dios salva a su pueblo y en esa salvación, se reconoce como elegido por Dios. Fíjate bien, Dios responde a las quejas del pueblo. No es un Dios impasible trascendente que le importa muy poco la suerte de los seres humanos. Es un Dios que interviene en la historia a favor del pueblo oprimido. Así lo creían ellos, desde una visión mítica de la historia. Dios se sirve de los seres humanos para llevar a cabo la obra de salvación. Esto es muy importante a la hora de pensar la liberación. Somos nosotros los responsables de que la humanidad camine hacia una liberación o que siga hundiendo en la miseria a la mayoría de los seres humanos.
“Yo soy el que soy”. Estamos ante la intuición más sublime de toda la Biblia y seguramente de todo el pensamiento religioso: Dios no tiene nombre, simplemente, ES. El nombre de Dios es una expresión verbal: “El que es y será”. En aquella cultura, conocer el nombre de alguien era dominarlo. Pero Dios es inabarcable y nadie puede conocerle ni manipularle. Es una pena que hayamos intentado durante dos mil años, meterlo en conceptos y explicarlo. Todos sabemos que el discurso sobre Dios es siempre analógico, es decir: sencillamente inadecuado y solo “sequndum quid” acertado. Pero a la hora de la verdad, lo olvidamos y defendemos esos conceptos como si fueran la realidad de Dios.
Partiendo de la experiencia de Israel, Pablo advierte a los cristianos de Corinto que no basta pertenecer a una comunidad para estar seguro. Nada podrá suplir la respuesta personal a las exigencias de tu ser. El ampararse en seguridades de grupo puede ser una trampa. Esta recomendación de Pablo está muy de acuerdo con el evangelio. Pablo dice: “El que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga.” El evangelio dice por dos veces: “si no cambiáis de mentalidad, todos pereceréis”. La vida humana es camino hacia la plenitud, que necesita de constantes rectificaciones. Si no corregimos el rumbo equivocado, caeremos al abismo.
El evangelio de hoy nos plantea el eterno problema. ¿Es el mal consecuencia del un pecado? Así lo creían los judíos del tiempo de Jesús y así lo siguen creyendo la mayoría de los cristianos de hoy. Desde una visión mágica de Dios, se creía que todo lo que sucedía era fruto de su voluntad. Los males se consideraban castigos y los bienes premios. Incluso la lectura de Pablo que acabamos de leer se pude interpretar en esa dirección. Jesús se declara completamente en contra de esa manera de pensar. Está claro en el evangelio de hoy, pero lo encontramos en otros muchos pasajes; el más claro, el del ciego de nacimiento en el evangelio de Juan, donde preguntan a Jesús, ¿Quién pecó, éste o sus padres?
Debemos dejar de interpretar como actuación de Dios lo que no son más que fuerzas de la naturaleza o consecuencia de atropellos humanos. Ninguna desgracia que nos pueda alcanzar, debemos atribuirla a un castigo de Dios; de la misma manera que no podemos creer que somos buenos porque las cosas nos salen bien. El evangelio de hoy no puede estar más claro, pero como decíamos el domingo pasado, estamos incapacitados para oír lo que nos dice. Solo oímos lo que nos permiten escuchar nuestros prejuicios.
Insisto, debemos salir de esa idea de Dios Señor o patrón soberano que desde fuera nos vigila y exige su tributo. De nada sirve camuflarla con sutilezas. Por ejemplo: Dios, puede que no castigue aquí abajo, pero castiga en la otra vida... O, Dios nos castiga, pero es por amor y para salvarnos... O Dios castiga solo a los malos... O merecemos castigo, pero Cristo, con su muerte, nos libró de él. Pensar que Dios nos trata como tratamos nosotros al asno, que solo funciona a base de palo o zanahoria, es ridiculizar a Dios y al ser humano
Estamos en manos de Dios, pero su acción no tiene nada que ver con la nuestra, es de distinta naturaleza; por eso la acción de Dios, ni se suma ni se resta, ni se interfiere con la acción de las causas segundas. Desde el Paleolítico, se ha creído que todos los acontecimientos eran queridos por un dios todopoderoso. Pero resulta que Dios, por estar haciéndolo todo en todo instante, no puede hacer nada en concreto. No puede empezar a hacer nada, porque una acción es enriquecimiento del ser que actúa, y si Dios pudiera ser más, antes no sería Dios. No puede dejar de hacer nada, porque dejaría de ser Dios.
Si no os convertís, todos pereceréis. La expresión no traduce adecuadamente el griego metanohte, que significa cambiar de mentalidad, ver la realidad desde otra perspectiva. Perecer no es desaparecer sino malograr la existencia. No dice Jesús que los que murieron no eran pecadores, sino que todos somos pecadores y tenemos que cambiar de rumbo. Sin una toma de conciencia de que el camino que llevamos termina en el abismo, nunca estaremos motivados para evitar el desastre. Si soy yo el que voy caminando hacia el abismo, solo yo puedo cambiar de rumbo. Cada uno es responsable de sus actos. No somos marionetas, sino personas autónomas que debemos apechugar con nuestra responsabilidad.
La parábola de la higuera es esclarecedora. La higuera era símbolo del pueblo de Israel. El número tres es símbolo de plenitud. Es como si dijera: Dios me da todo el tiempo del mundo y un año más. Pero el tiempo para dar fruto es limitado. Dios es don incondicional, pero no puede suplir lo que tengo que hacer yo. Soy único, irrepetible. Tengo una tarea asignada; si no la llevo a cabo, esa tarea se quedará sin realizar y la culpa será solo mía. No tiene que venir nadie a premiarme o castigarme. El cumplir la tarea y alcanzar mi plenitud, es el premio, no alcanzarla el castigo. La tarea del ser humano no es hacer cosas sino hacerse, es decir, tomar conciencia de su verdadero ser y vivir esa realidad a tope.
¿Qué significa dar fruto? ¿En qué consistiría la salvación para nosotros aquí y ahora? Tal vez sea esta la cuestión más importante que nos debemos plantear. No se trata de hacer, o dejar de hacer, esto o aquello para alcanzar la salvación. Se trata de alcanzar una liberación interior que me lleve a hacer esto, o dejar de hacer lo otro, porque me lo pide mi auténtico ser. La salvación no es alcanzar nada ni conseguir nada. Es tu verdadero ser, estar identificado con Dios. Descubrir y vivir esa realidad es tu verdadera salvación.