FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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jueves, 5 de junio de 2014

Ejemplo para tiempos convulsos Gabriel Mª Otalora


Eclesalia
Hay personas que han venido a este mundo para hacer pensar a los demás, a todos los que prefieren que sean otros quienes reflexionen por ellos y a los que no están dispuestos a cuestionar a fondo las ideas que sustentan su existencia. Hay que ver lo remueven y mueven a la reflexión, buscando, todo el día dando vueltas en torno a las verdades de la vida con el mejor corazón y afán de encontrar sincero.

Años atrás, estos temperamentos valientes eran piezas predilectas de las diferentes inquisiciones religiosas y otras más prosaicas. No ha sido el caso de la incansable Simone Weil, buscadora desde una heterodoxia que no le impidió forjarse una vida ejemplar de compromiso con el hermano, arrebatada como estaba por el mensaje de amor de Cristo. No fue ajusticiada ni maltratada por su falta de alineamiento con la Iglesia Católica. Ella batallaba consigo misma para encontrar puntos de conexión entre su fe al amor de Dios en el hermano, a la caridad evangélica alejada de la filantropía, y unirlo todo con los dogmas y prácticas de la Iglesia institución. Se consideraba no marxista y anticapitalista en su lucha incesante del bien, poniendo su praxis por encima de sistemas cerrados que impiden nuevos cauces en los que desarrollar una existencia más solidaria y fraterna.
Fue una persona estudiosa que cuestionó la vida, preguntó, inquirió respuestas, buscó a Dios mientras participaba de su obra en el mundo desde una actitud admirable fruto del riesgo de la fe comprometida que se orienta a la vida de amor proclamado en el Evangelio. Simone Weil se sentía embargada de un sentimiento religioso movido en la inspiración cristiana que le hizo anhelar una comunidad universal y un sincretismo religioso.
Su paso por este mundo fue breve; murió un 24 de agosto de 1943 con apenas 34 años que han supuesto un aldabonazo de autenticidad que le hace seguir de actualidad. Murió de puro compromiso por los demás, sabiendo renunciarse a sí misma por solidaridad. Un año antes de su muerte, escribió una carta dirigida a un religioso en donde recoge todas sus preguntas (nada menos que 35) en medio de una gran tensión vital a caballo entre su apuesta radical por la causa evangélica y algunas cuestiones de la Iglesia Institución que ella necesitaba una explicación, una opinión de contraste desde dentro de la Iglesia que le diese respuestas para incorporarse a la institución eclesial y realizar su testimonio desde dentro. Son 35 preguntas profundas desde la lucidez del creyente y la inteligencia de quien filosofa con lucidez.
Simone Weil incomoda, pero no por los errores dogmáticos o sus lagunas teológicas, por otra parte expuestas con humildad y con el objetivo de buscar síntesis. La incomodidad viene del ejemplo de vida que desarbola cualquier teoría filosófica, teológica o eclesial. Desde fuera de la Iglesia, hizo Iglesia e interpretó el Evangelio más genuino como lo han hecho tantos y tantas inspirados por el Espíritu Santo, aunque hayan vivido embarcados en otra fe o en otras experiencias miles de años antes o después de Jesucristo. No se pueden poner “peros” al que busca honradamente la Verdad y menos si vive su vida conforme a los valores del Reino. Al contrario (Concilio Vaticano II); si estamos abiertos a su autenticidad tenemos una oportunidad de centrar mejor nuestra fe mediante un diálogo abierto y sincero. ¿Cómo alguien de “fuera de la Iglesia” puede enseñarnos algo? Quien así sienta, mejor haría en reflexionar sobre su pendiente conversión… Weil incomoda porque puede ayudarnos a ser más auténticos sin que probablemente podamos oponer a su vivencia radical tantas sacas de amor divino como ella generó hacia sus congéneres.
Quizá porque el religioso que recibió sus preguntas sabía de sus hechos y su postura evangélica, no fue capaz de contestarle. Quien sabe lo que aquél hombre sentiría al leer su extensa reflexión. Supongo que sentiría un desconcierto que lamentablemente se convirtió en falta de valor para recoger el guante entre dos creyentes de camino hacia la razón de sus vidas. El gran Maritain hizo de intermediario, por tanto no fue una carta enviada arrebatadamente al primer dominico que se puso delante. ¿Qué pensaría ella ella de su silencio? No podemos olvidar el tiempo en el que la judía Weil, francesa y profesora de filosofía escribe sus reflexiones: está en medio de la Segunda Guerra Mundial colaborando con la Resistencia en labores burocráticas.
Y expresaba reflexiones como esta: “La caridad y la fe, aunque distintas, son inseparables. (…) Cualquiera que sea capaz de un movimiento de compasión pura hacia un desdichado posee, quizá implícitamente, pero siempre realmente, el amor a Dios y la fe”.
Así sentía esta buena e inquieta mujer, que no dejó de ser una persona que alimentaba su fe con el Nuevo Testamento, los místicos, la liturgia y la celebración de la misa, según su propia confesión. El Espíritu sopla como y donde quiere, sin encasillarse en ningún postulado. En ninguno. Necesitamos más humildad y apertura de miras para aprender del ejemplo, y no de las meras palabras, las apariencias o los prejuicios, dando gracias a Dios por la experiencia de fe que nos ha concedido sin hacer comparaciones con los supuestos voltajes de luz espiritual que ha otorgado a los demás.
Simone Weil me ha hecho reflexionar en oración más que algunos con su ortodoxia.
gabriel.otalora@euskalnet.net
BILBAO (VIZCAYA).
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia). 

¿Por qué abdica hoy Juan Carlos? Luis Sepúlveda

Adital


Para entender lo que ocurre en España precisamente hoy lunes 2 de junio hay que retroceder apenas algo más de una semana y ver el resultado de las elecciones europeas.
Las dos mayores formaciones políticas, el Partido Popular que gobierna con una aplastante mayoría absoluta obtenida en 2012, y el Partido Obrero Socialista Español que está en la oposición tras el fracaso electoral del mismo año por su pésima gestión de la crisis, perdieron juntas más de cinco millones de votos en lo que fue algo más que una llamada de atención. SEGUIR LEYENDO

•Pablo Iglesias acierta al renunciar a la dádiva Luis María Ansón

El Imparcial 
Luis María ANSON
A Pablo Iglesias le corresponde una subvención estatal de más de un millón de euros por los votos obtenidos en las europeas. ¿Quién dictamina la cuantía de semejante regalo a favor de los partidos políticos? Pues los propios partidos políticos. En plena crisis de austeridad, el Gobierno continúa otorgando suculentas dádivas a los partidos. No existen controles ni debates. Todo se hace con descaro. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. En lugar de vivir de las cuotas de los afiliados, el 90% de lo que gastan los partidos lo pagan los ciudadanos a cargo de los impuestos con que los políticos sangran los bolsillos del contribuyente. Un escándalo. Un completo escándalo que no solo no se ha moderado con la crisis sino que se acentúa cada año. Los partidos políticos se han convertido en un negocio y sus dirigentes anteponen casi siempre el interés partidista al interés general. De ahí el rechazo popular contra los partidos políticos, instalados en el tercer lugar entre los diez grandes problemas que agobian a los españoles.
Pablo Iglesias ha dado una soberana lección al renunciar a la dádiva que, en forma de subvención electoral, se han otorgado a sí mismos los partidos políticos en las elecciones europeas. El controvertido dirigente ha sido consecuente con sus ideas y ha dejado en la picota a los otros partidos que se han apresurado a extender las manos pordioseras para recibir la limosna de la subvención por voto conseguido. Socialistas, populares, comunistas, centristas y periféricos callan como putas y continúan genuflexos para favorecer el trato y beneficiarse de las pingües subvenciones acordadas. Pero Pablo Iglesias los ha dejado en evidencia. A todos.
Luis María ANSON
de la Real Academia Española

•¿Qué significa que Cristo subió a los cielos? Leonardo Boff, teólogo

El cielo no es un lugar al que vamos sino una situación en la que seremos transformados si vivimos en el amor y en la gracia de Dios. El cielo de las estrellas y de los viajes espaciales de los astronautas y el cielo de nuestra fe no son idénticos. Por eso cuando rezamos el Credo un domingo tras otro y decimos que Cristo subió a los cielos no queremos decir que El, anticipándose a la ciencia moderna, emprendiera un viaje sideral. En el cielo de la fe no existe el tiempo, la dirección, la distancia ni el espacio. Eso vale para nuestro cielo espacial. El cielo de la fe es Dios mismo de quien las Escrituras dicen: “Habita en una luz inaccesible” (1 Tim 6,16). SEGUIR LEYENDO

Domingo 8 de Junio, Pentecostés: Vivir a Dios desde dentro José Antonio Pagola



Hace algunos años, el gran teólogo alemán, Karl Rahner, se atrevía a afirmar que el principal y más urgente problema de la Iglesia de nuestros tiempos es su “mediocridad espiritual”. Estas eran sus palabras: el verdadero problema de la Iglesia es “seguir tirando con una resignación y un tedio cada vez mayores por los caminos habituales de una mediocridad espiritual”.
El problema no ha hecho sino agravarse estas últimas décadas. De poco han servido los intentos de reforzar las instituciones, salvaguardar la liturgia o vigilar la ortodoxia. En el corazón de muchos cristianos se está apagando la experiencia interior de Dios.
La sociedad moderna ha apostado por “lo exterior”. Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie. La paz ya no encuentra resquicios para penetrar hasta nuestro corazón. Vivimos casi siempre en la corteza de la vida. Se nos está olvidando lo que es saborear la vida desde dentro. Para ser humana, a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la interioridad.

Es triste observar que tampoco en las comunidades cristianas sabemos cuidar y promover la vida interior. Muchos no saben lo que es el silencio del corazón, no se enseña a vivir la fe desde dentro. Privados de experiencia interior, sobrevivimos olvidando nuestra alma: escuchando palabras con los oídos y pronunciando oraciones con los labios, mientras nuestro corazón está ausente.
En la Iglesia se habla mucho de Dios, pero, ¿dónde y cuándo escuchamos los creyentes la presencia callada de Dios en lo más hondo del corazón? ¿Dónde y cuándo acogemos el Espíritu del Resucitado en nuestro interior? ¿ Cuándo vivimos en comunión con el Misterio de Dios desde dentro?
Acoger al Espíritu de Dios quiere decir dejar de hablar solo con un Dios al que casi siempre colocamos lejos y fuera de nosotros, y aprender a escucharlo en el silencio del corazón. Dejar de pensar a Dios solo con la cabeza, y aprender a percibirlo en los más íntimo de nuestro ser.
Esta experiencia interior de Dios, real y concreta, transforma nuestra fe. Uno se sorprende de cómo ha podido vivir sin descubrirla antes. Ahora sabe por qué es posible creer incluso en una cultura secularizada. Ahora conoce una alegría interior nueva y diferente. Me parece muy difícil mantener por mucho tiempo la fe en Dios en medio de la agitación y frivolidad de la vida moderna, sin conocer, aunque sea de manera humilde y sencilla, alguna experiencia interior del Misterio de Dios.
José Antonio Pagola