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miércoles, 1 de enero de 2014

J.A. Pagola Domingo 5 enero


Enviado a la página web de Redes Cristianas
En el prólogo del evangelio de Juan se hacen dos afirmaciones básicas que nos obligan a revisar de manera radical nuestra manera de entender y de vivir la fe cristiana, después de veinte siglos de no pocas desviaciones, reduccionismos y enfoques poco fieles al Evangelio de Jesús.
La primera afirmación es ésta: “La Palabra de Dios se ha hecho carne”. Dios no ha permanecido callado, encerrado para siempre en su misterio. Nos ha hablado. Pero no se nos ha revelado por medio de conceptos y doctrinas sublimes. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús para que la puedan entender y acoger hasta los más sencillos.
La segunda afirmación dice así: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Los teólogos hablamos mucho de Dios, pero ninguno de nosotros lo ha visto. Los dirigentes religiosos y los predicadores hablamos de él con seguridad, pero ninguno de nosotros ha visto su rostro. Solo Jesús, el Hijo único del Padre, nos ha contado cómo es Dios, cómo nos quiere y cómo busca construir un mundo más humano para todos.
Esta dos afirmaciones están en el trasfondo del programa renovador del Papa Francisco. Por eso busca una Iglesia enraizada en el Evangelio de Jesús, sin enredarnos en doctrinas o costumbres “no directamente ligadas al núcleo del Evangelio”. Si no lo hacemos así, “no será el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas”.
La actitud del Papa es clara. Solo en Jesús se nos ha revelado la misericordia de Dios. Por eso, hemos de volver a la fuerza transformadora del primer anuncio evangélico, sin eclipsar la Buena Noticia de Jesús y “sin obsesionarnos por una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”.
El Papa piensa en una Iglesia en la que el Evangelio pueda recuperar su fuerza de atracción, sin quedar obscurecida por otras formas de entender y vivir hoy la fe cristiana. Por eso, nos invita a “recuperar la frescura original del Evangelio” como lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y, al mismo tiempo, lo más necesario”, sin encerrar a Jesús “en nuestros esquemas aburridos”.
No nos podemos permitir en estos momentos vivir la fe sin impulsar en nuestras comunidades cristianas la conversión a Jesucristo y a su Evangelio a la que nos llama el Papa. Él mismo nos pide a todos “que apliquemos con generosidad y valentía sus orientaciones sin prohibiciones ni miedos”

El Papa llama a comprometerse con los problemas humanos

El Pontífice hace un llamamiento a “no mirar la vida desde el balcón” y pregunta a los fieles cuánto tiempo “han reservado” a Dios y al prójimo
El Papa Francisco ha hecho un llamamiento a “no mirar la vida desde el balcón” y a comprometerse con los problemas humanos, durante la ceremonia de Solemnidad de Santa María Madre de Dios, de las Primeras Vísperas y Te Deum de acción de gracias, celebrada esta tarde en la Basílica Vaticana.
“La Roma del año nuevo será mejor si no hay personas que la miran desde lejos, personas que no ven la vida desde el balcón, sin comprometerse con los problemas humanos”, ha alertado el Pontífice en su homilía ya que, según ha recordado, las personas con dificultades “son nuestros hermanos”.
Precisamente, la ciudad de Roma ha protagonizado gran parte de esta última homilía del año, en la que el Pontífice también se ha preguntado por la calidad de vida que existe en esta urbe, así como por la calidad de vida de sus ciudadanos. En este sentido, ha preguntado a los asistentes de qué modo han contribuido a hacer “habitable” la ciudad, al tiempo que ha apelado a la responsabilidad de todos los ciudadanos, no sólo de las autoridades, ya que, a su juicio, la ciudad es como “un mosaico, cuyas baldosas son todos aquellos que viven allí”.
“Roma es una ciudad de una belleza única. Su patrimonio espiritual y cultural es impresionante. Aún así, incluso en Roma hay muchas personas marcadas por la miseria moral, pobres, infelices, que sufren, que interpelan la conciencia de todo ciudadano”, ha denunciado el Papa, que también ha asegurado que “Roma es una ciudad llena de turistas, pero también llena de refugiados”, entre los que ha mencionado a las personas que no encuentran trabajo o cuentan con empleos poco remunerados.
Así, ha asegurado que “todo el mundo tiene el derecho a ser tratado con la misma actitud y equidad, porque cada uno es un portador de la dignidad humana” y ha preguntado a los fieles cómo actuarán el próximo año “para hacer un poco mejor nuestra ciudad”. Por ello, ha hecho un llamamiento a colaborar “con espíritu constructivo, por el bien de todos” para que los ciudadanos de Roma estén atentos y sean generosos con los que tienen dificultades.
En este sentido, ha destacado que la iglesia de Roma también se siente comprometida a contribuir a la vida y la futuro de la ciudad. “Es su deber”, ha apostillado.
Por otro lado, el Pontífice ha preguntado a los fieles cuánto tiempo “han reservado” a Dios y al prójimo en este 2013 ya que, en este último día del año, es habitual reunirse con los seres queridos y “recoger como en una cesta cada día, semana y meses vividos para ofrecerlos al Señor”.
“¿Cómo utilizamos el tiempo que se nos ha dado? ¿Lo hemos usado para nosotros, para nuestros intereses, o hemos sido capaces de gastar para los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para estar con Dios, en el silencio, en la oración?” se ha cuestionado, al tiempo que ha hecho un llamamiento a la calidad del tiempo, en vez de a la cantidad.
Un año más, un paso hacia Dios
El Santo Padre ha destacado que existe “una visión bíblica y cristiana del tiempo”, en el que la historia no es lineal sino cíclica, es un camino que va hacia un cumplimiento. “Un año ha pasado, es un paso más hacia la meta que está ante nosotros: un destino de esperanza y felicidad, porque nos encontraremos con Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría”, ha asegurado.
También ha pedido concluir el año del Señor “agradeciendo y pidiendo perdón”. En este sentido, ha insistido en dar “muchas gracias por todos los beneficios que Dios ha concedido y especialmente por su paciencia y fidelidad” que, según ha recordado, existe desde el inicio de los tiempos. “Todo año, todo mes, todo día, está lleno de su eterno amor”, ha subrayado.
El Papa ha mencionado las palabras del apóstol Juan, quien afirmó que había llegado “la hora final” en alusión a la llegada de Cristo, que implicaba la salvación de los hombres, y ha subrayado que también ahora “estamos en la última hora”, ya que cada momento y todas las acciones que se realizan están “cargadas de eternidad” y la respuesta que se da a Dios y a Jesucristo “incide sobre el futuro”.
Al finalizar la homilía, el Papa ha besado la figura del niño Jesús y el pie de la imagen de San Pedro. A la salida de la Basílica también ha besado a un niño y posteriormente, se ha dirigido a la Plaza San Pedro para visitar el belén navideño