Bernardo Pérez Andreo
Bernardo
Pérez Andreo es teólogo seglar, profesor y secretario general del
Instituto Teológico de Murcia y miembro del Consejo de Dirección de Iglesia
Viva. Este artículo fue publicado el 20 de Enero en su blog
personal Rara
Temporum y el día siguiente en iviva.org. Hoy lo reproducimos en ATRIO para comentar
en esta entrada el Foro de Davos y la progresiva
desigualdad de la riqueza en el mundo.
Ya
es oficial, en 2016 los súper mega ricos se lo quedan todo y el resto con las
migajas. Según el
informe de Intermon Oxfam, elaborado con ocasión del Foro Económico de Davos
(Suiza), el próximo año, y por primera vez en la historia de la
humanidad, el 1% de la población poseerá más de la mitad de toda la riqueza
mundial. El informe lleva el explicativo título de ‘Tenerlo todo y querer
más’.
Los ricos son voraces e insaciables y su límite está en
el 100% de la riqueza, aunque eso suponga destruir a la humanidad entera y a
ellos consigo. Son irracionales e inestables. Como los tiburones cuando hay
carnaza, muerden y muerden sin mirar qué ni a quién, a veces a ellos mismos.
Está claro que no van a parar hasta quedarse con todo, porque ellos lo quieren
todo y lo quieren ahora, ya. Dicen que la ocasión la pintan calva y la
crisis-estafa actual es la ocasión perfecta para robar cuanto se pueda con
absoluta y total impunidad.30 años de neoliberalismo han puesto las
bases para que los Estados y la población no sepan reaccionar y se queden
pasmados mientras les roban hasta los calzoncillos.
Se
trata de un proyecto globlal que empezó a finales de los 60 con la Sociedad del Mont
Pelerin, en Suiza, siempre Suiza. Allí estaban los gurús del pensamiento que
luego sería llamado neoliberal: Hayek, Freadman o Mises. Su propuesta era acabar
con el keysianismo y volver a un capitalismo sin reglas que permita el
enriquecimiento sin medida y sin control. Su punto de apoyo era la pérdida
constante de la tasa de ganancia de los años 40 y su lema era privatizar a toda
costa. Aquél proyecto se llevó a cabo en varias etapas, pero los verdaderos
impulsores fueron Reagan y Thatcher, al grito de There Is No
Alternatives (TINA). Tras ellos todo iba sobre ruedas: las
políticas mundiales de desregulación impulsadas por el FMI y el BM se aplicaban
a rajatabla por todo el mundo, teniendo como consecuencia la serie de
burbujas que, empezando por 1986, el Big bang day y
concluyendo con la eliminación de las leyes bancarias
Glass-Steagall, llevaron a la etapa especulativa más larga de toda la
historia. Esta etapa especulativa llevó a la crisis del 2008, pero esto no fue
más que un jalón más en el camino hacia el enriquecimiento de los más
poderosos. Mientras todo el mundo se hacía más pobre, ellos se
enriquecían y ponían las bases para un mundo nuevo, el mundo del capitalismo
feudal.
Sí,
ya estamos en él. De la misma manera que en el feudalismo una pequeña porción de
la humanidad, no más del 5%, amasaban prácticamente el 90% de la riqueza,
mientras el resto debía trabajar para ellos, hoy estamos cerca de una posición
en la que un grupo cada vez más reducido se hace con una parte cada vez más
considerable de la riqueza global. Según el informe de Intermón, que
coincide con los datos aportados por Piketty en su idispensable ‘El capital en
el siglo XXI’, el ritmo de crecimiento de la riqueza de los ricos es
exponencial. Cada año, los ricos, ese 1% de la población, acumula el 90% de la
riqueza nueva generada, lo que lleva a que en pocos años, no más allá
de 2030, el 90% de toda la riqueza mundial esté en sus manos. Ese momento será
plenamente el del capitalismo feudal. Los pasos para ello ya se han dado: los
Estados han sido reducidos a meros aplicadores de las políticas impuestas por
las instancias internacionales controladas por la súper clase
dominante. Las leyes se modifican para impedir que su fortuna sea ilegal
o perseguida. Los últimos reductos de libertad, tales como la educación o
sanidad no privadas, están siendo eliminados poco a poco. Las conciencias son
secuestradas y el pensamiento de la élite se filtra en la cultura.
El
capitalismo feudal es la etapa senil del capitalismo; incapaz de generar un
espíritu que lo legitime, sólo le queda el instrumento del control físico y
psicológico de los cuerpos y las mentes y la guerra como arma de
imposición. Las guerras impuestas como las de Irak, Libia, Siria,
Nigeria, no son sino el instrumento eficaz para controlar las masas que en un
momento dado pueden llegar a no soportar el sufrimiento que se les inflige,
sufrimiento que mora junto al lujo y el despilfarro de estos pocos. Los muchos,
las ingentes masas de pobres, llegará un momento que nada tengan que
perder salvo las cadenas que los amarran al sufrimiento; ese día será
el principio del fin del capitalismo feudal. Sin embargo, nada asegura que el
fin de ese modo de capitalismo nos lleve a una sociedad justa, si no hacemos
nada por construir antes que llegue la destrucción. Antes de que llegue el día
de la destrucción, deberíamos empezar a construir una realidad alternativa y
viable. No importa lo que se tarde, siempre será mejor que esperar a que la
rabia contenida de millones acabe con la injusticia y con la misma
humanidad. O acabamos con la riqueza de los súper ricos, o no habrá
futuro para la humanidad.